lunes, 2 de septiembre de 2019


Diseño Inteligente (I)
Tuve la oportunidad de concurrir a un interesantísimo panel de la cátedra de Librepensamiento de la UNLP organizado con el fin de abordar el tema del llamado diseño inteligente (DI), una teoría referida a la génesis del universo en boga en los EEUU. Lo bueno de la iniciativa está en que pone al alcance del no especialista cuestiones que normalmente no trascienden los cenáculos científicos.
Según wiki, el DI es “el término utilizado para describir a la corriente pro-religiosa que sostiene que el origen o evolución del universo, la vida y el hombre, son el resultado de acciones racionales emprendidas de forma deliberada por uno o más agentes inteligentes”. Una parte de la comunidad científica considera a esta nueva teoría como una pseudociencia de características dogmáticas que estaría movida por el objetivo de alcanzar “una justificación a posteriori de la creencia en un creador determinado (el dios de las religiones monoteístas)”. Como participamos de una cátedra que invita al libre debate de las ideas, me voy a permitir hacer algunas reflexiones.
Lo primero que salta a la vista en el desarrollo de la problemática es la referencia a la noción de “origen” que sin excepciones se la presenta como un postulado. Curiosamente coinciden en esa posición quienes empero están enfrentados en la polémica: los partidarios de la cosmogénesis de raigambre religiosa, identificada con la corriente del creacionismo, y los que sostienen la pertinencia del mecanismo del big bang, una teoría muy difundida y aceptada en los medios académicos, que comulga con el evolucionismo. Las respuestas o los silencios de ambas corrientes frente a una pregunta simple del tipo “¿y antes qué?” son o parecen ser su punto vulnerable.
La religiones remiten a la obra de un ser superior. En la biblia se dice "te ruego, hijo, que mires al cielo y a la tierra y veas cuanto hay en ellos y entiendas que de la nada lo hizo todo Dios". Pero la misma afirmación es paradojal: presupone una presencia de algo o alguien a cargo del cometido y no una nada. Por otra parte, la noción del big bang –un modelo de interpretación  fructífero como veremos en seguida- tampoco lo puede hacer: el mecanismo de la explosión que está muy estudiado se detona a partir de la concentración infinita de una quasi materia de existencia previa. 
Observación: estamos en presencia de una idea de origen que excluye su contrario -la idea de que no haya un origen- a pesar de ser tan considerable como ella. 
La noción de infinito que por omisión adquiere protagonismo en ese intríngulis puede ser representada por la matemática; es sin embargo una causa perdida para la mente humana: no es racionalizable; a lo sumo puede ser intuida por medio de un esfuerzo orientado a tal fin.
Einstein con su sorna característica de sabio ya lo decía: “Hay dos cosas que son infinitas, el universo y la estolidez humana”. Tomando la primera aseveración, que es la que nos interesa en esta circunstancia, veamos qué nos depara.

Un espacio infinito pero lleno de cosas finitas
Sin duda la infinitud nos resuelve un problema pero nos crea otros. Por ejemplo nuestra existencia y tantos otros conjuntos condenados fatalmente a la finitud como el sistema solar. Ahí sí, en una dimensión que podemos sentir más cercana, la ciencia puede inferir que hubo un origen.
En esa línea de razonamientos y conjeturas cabe la pregunta: ¿el Sol habrá sido el producto también de una explosión pero no tan grande como para merecer al adjetivo big? ¿Y si todas las estrellas (soles) como las llamadas novas y supernovas fueran también la consecuencia de explosiones de las que nos estamos anoticiando ahora aunque hayan sucedido hace mucho tiempo?
Vamos a recordar solo por un instante la tabla periódica de los elementos (átomos) que algunas vez aunque sea de pasada vimos en el secundario. Ese ordenamiento debido a los trabajos del sabio ruso Mendeleiev reúne a los un poco más de cien átomos que hay en la naturaleza. Hay un hecho de gran significación: los dos primero átomos de esa tabla, los número 1 y 2,  son el Hidrógeno y el Helio, no casualmente los que componen la totalidad de la masa de nuestro sol (92,1% H2, 7,8% He). Asimismo, los últimos y más recientes átomos de esa tabla ya son obra del ser humano (o sea también de la naturaleza de la que somos parte indivisible) que los ha creado por tiempos infinitamente breves en experimentos como los que ahora se están llevando a cabo en el acelerador de partículas ubicado en la frontera franco-suiza. ¿Qué contienen estos fenómenos de la química y de la física  de interés para el tema que estamos tratando?
En un momento en que está de moda hablar de modelos podemos pensar en el siguiente. En sus inicios se forma el Sol a partir de una explosión. Un mini bang que mandó al espacio masas incandescentes de H2 y He. Al alejarse del foco de la explosión esas bolas de fuego se fueron enfriando. Así, aumentan su densidad, incrementan el peso y a partir de ese momento comienza a actuar con más vigor la gravedad: el Sol, que las expulsa al principio, a partir de un punto las atrae dando lugar al equilibrio de las fuerzas de expulsión y atracción. Y entonces esas bolas de fuego ya frías y solidificadas se ponen en orbita.
Ahora imaginemos este otro modelo para ver el comportamiento de esas bolas de fuego que fueron dejando de serlo por enfriamiento de su corteza pero conteniendo la incandescencia. Ese sistema de paredes solidas y altas temperaturas en su interior es lo más parecido que puede encontrarse a un reactor. Y adentro pueden reaccionar los átomos que se fueron formando por medio de un procedimiento que se denomina trasmutación. ¿Qué es la trasmutación? Es un fenómeno en apariencia simple por el cual el agregado de electrones a un átomo va dando lugar al átomo subsiguiente. Así se pudo ir completando a través de millones de años la tabla periódica de los elementos.
Esa posibilidad desveló el sueño de los alquimistas: transformar el plomo en oro a partir de que el primero tenía un electrón menos. El experimento no solo es teóricamente realizable  sino que se lo ha llevado a cabo; el problema es que producir de esa forma el metal amarillo implica consumir enormes cantidades de energía de manera que es más barato comprarlo en la calle de los joyeros (Libertad, BA).
Pero cuando se formó nuestra tierra aun no existían las ONG’s ambientalistas. Nadie se preocupaba por el uso racional de la energía. De manera que en el seno de nuestro planeta se fueron formando progresivamente los distintos átomos. El número 6 de esa serie es el Carbono que como veremos en otro trabajo da nacimiento a la vida. Antes de seguir, ¿cómo opera el mecanismo del big (o el mini) bang?

No entra en la cabeza
Con respecto al modelo del big bang en el mundo científico existe una concordancia bastante generalizada sobre su desenvolvimiento. Dicho esto a pesar de que si las cosas ocurren como sospechamos, el modelo de la detonación no pueda aplicarse al “origen” del universo porque este nunca habría tenido lugar. En ese caso, no obstante, si se lo podría hacer con respecto al nacimiento de las infinititas estrellas (soles) que vemos en el firmamento.
La cosa transcurre así. “Algo” se va concentrando hasta ocupar un lugar tan  infinitamente pequeño como infinitamente pesado. Llega un momento en que en esa situación inimaginable para la mente humana se produce una explosión. En forma bastante convincente la ciencia ha detectado en el espacio tres tipos de energías o materias: 1) energía oscura, 2) materia visible (nosotros), 3) materia oscura que es como una materia visible pero que entró en desuso. Ahí entran a jugar los llamados “agujeros negros”. Que son como grandes digestores que se tragan todo lo que puede ser atraído por su enorme fuerza de gravedad. Podría ser que la víctima preferida de esa voracidad fuera la materia oscura; y que ese “desperdicio” se vaya concentrando hasta ocupar un lugar tan infinitamente pequeño como infinitamente pesado, un evento que definitivamente no nos entra en la cabeza… hasta explotar. Si el mecanismo se va repitiendo sin solución de continuidad daría lugar a lo que hoy se puede ver en el cielo: estrellas que nacen encendidas, y estrellas que se apagan.
¿Un debate sine die?
El problema del mundo científico como se decía en el panel son las relaciones de poder que llegan a legitimar puntos de vista discutibles o directamente incorrectos. Fue la situación que obligó a Galileo a retractarse de su verdad aunque los detractores tardaran trescientos años en reconocer que estaban equivocados. El pobre Galileo murió sin saberlo.
Una de las cosas preocupante de este no-debate es que indirectamente se pone bajo sospecha palabras tan bellas como creación, inteligente y diseño (etimológicamente derivada de signo). Tal vez sería mejor que el encuentro entre las posiciones se diera a través de las preguntas más que de las sentencias; ir alcanzando en conjunto algunas pautas epistemológicas para abordar fenómenos tan complejos como lejanos para la mente humana. Hay que reconocer sin embargo una cosa: existe en la naturaleza una lógica inteligente que no surge de nuestra mente, más bien lo contrario, es la inteligencia humana la que se nutre de esa especie de noosfera como ha sido denominada en la ciencia. Eso no significa que haya otro ser supra humano autor de todo lo que se ve y de lo que no se ve. Es la propia naturaleza la que a través de un auto-dinamismo evolutivo ha ido generando fenómenos de creciente complejidad (mensurables según de la Ley de la variedad requerida de Ashby). Por tomar un ejemplo, el de la reproducción. Es un prodigio que a través de una partícula tan pequeña como el espermatozoide y el óvulo se pueda trasmitir una enorme cantidad de datos genéticos. El ser humano no creó las condiciones para el logro de esa hazaña; es solo a través de él que tiene lugar. ¿Cuánta inteligencia hay en ese acto que deriva de la evolución? Recién en esta época luego de miles de años de vigencia, cerrando un círculo virtuoso de generación de saberes, se comienza a dilucidar fenómenos de una complejidad inaudita que han dado lugar a lo que somos.

Ing. Alberto Ford
La Plata, junio de 2012

15 02 10 comentarios
Nada se hace de la nada. Toda creación implica la combinación de “cosas” preexistentes (hasta Dios, para crear a Eva, tuvo que recurrir a una costilla de Adán). La pregunta es: ¿cómo puede haber un “origen” del universo sin que hay habido “algo” antes que diera lugar, en definitiva y siendo así, a ese no-origen?  Por default, el universo es infinito. Como dijo Einstein, aunque la afirmación haya dado (y lo sigue haciendo) lugar a infinitos debates, salvando la redundancia. Pero no es un debate que pretendamos hacerlo aquí. Perderíamos por muerte. Hoy, el “origen” del universo es una cuestión de fe... y de subsidios para la investigación. Aunque la hipótesis sea insostenible, se la mantiene a rajatabla. Y sobre esa base, está apoyado todo el edificio de la ciencia cosmológica. Que da lugar a una cantidad de saberes que en sí son validos... en tanto se los contextualice correctamente[i].
Tome usted ese cuadro que merecería haber sido hecho por Andy Warholl que es la tabla periódica de los elementos que pergeñó el sabio con perdón de la palabra ruso....Mendeleiev. Dele, aunque sea por una vez (creyó que luego del secundario no lo iba a ver más)
Hay una secuencia inteligencia artificial àinteligenciaàcreación de la vida


[i] Mi experiencia con la tesis con la cual me dieron el título de Ingeniero Química. Hice un trabajo a conciencia -habida cuenta de que el esfuerzo me debía servir para actualizar muchos conocimientos adquiridos en la carrera- titulado “fabrica de harina de pescado a partir de la anchoíta”, un pez que se encuentra en nuestra plataforma marítima. La tesis (el “proyecto” lo llamábamos en la facultad) fue aprobada porque estaba formalmente bien hecho; pero hay un pero: era un sofisma. El sofisma del proyecto radicaba (y los sigue haciendo) en que la anchoíta conviene enlatarla, de esa manera adquiere mayor valor, y la harina producirla con los requechos del fileteado, por ejemplo de la merluza. Volviendo al tema de hoy. En la cosmología todos los trabajos son válidos (sobre todo los que cobran actualidad como los esfuerzo por desentrañar la composición  de la materia y la energía oscuras) y no pierden entidad por más que el universo sea infinito. Pero, ¿quién le pone el cascabel al gato?

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