jueves, 30 de julio de 2015

El G-20, un emergente de la globalización.



La globalización ha cambiado el mundo de raíz en los últimos cuarenta años. Y esto recién empieza. Las ideas que hacen posible esa fenomenal transformación salen de foros como el G-20  donde se manifiesta en forma pública el consenso en el más alto nivel. Todo lo que ahí se genera puede ser chequeado. Hay acuerdos de mediano y largo plazo. Los de corto plazo como por ejemplo la Declaración de Washington, en 2008 al caer Lehman Brothers, fueron cumplidos en su totalidad y expuestos sus resultados en la Segunda Cumbre del G-20  en Londres el 2 de abril de 2009. Obviamente el G-20 no es para temas coyunturales como pueden ser los que CFK pretendía que se incluyeran en la declaración final. Efectivamente, quien haya estado en un encuentro internacional a ese nivel sabe que las declaraciones son elaboradas previamente por los sherpas y las cumbres las legitiman. No podría ser de otra manera. Toda la documentación generada en el G-20 puede ser consultada en www.g20.utoronto.ca. Vale la pena echarle un vistazo. Relectura 13 09 06


Asoma con más precisión el Grupo de los Veinte. En los medios se comienza a diferenciar las cumbres de los presidentes (summit), de los encuentros (meeting) que tienen lugar en su entorno (como por ejemplo los que reúnen a los ministros de economía y presidentes de bancos centrales). Pero es dominante la creencia de que el grupo sólo se ocupa de las cuestiones de la economía mundial; no se consideran sus otras incumbencias. Al G-20 se lo valora y se lo tiene en cuenta pero aun no se sabe bien cómo tomarlo ni dónde ponerlo.
Hay que decirlo de entrada: el G-20 es una expresión, la primera pública, de un poder real de alcance mundial, tan expuesto y deslumbrante que obnubila la vista. Era esperable que esa eventualidad tuviera lugar; la globalización (G) no se podía desarrollar más allá de un punto sin acudir a mecanismos de regulación y control,  menos aún sometida a la deriva de la sola interacción de las naciones. Tampoco era explicable la presencia directora de una potencia hegemónica como hasta hace poco se adujo porque ese hecho hubiera desvirtuado el concepto de lo global ([i]). En suma: la G no es la consecuencia de un juego de fuerzas inter-nacionales; como su nombre lo indica es un espacio de nuevo tipo, ubicado en un nivel cuántico por encima de los estadonaciones, los cuales sin excepción se le reportan religiosamente. La primera pregunta es ¿qué hace ahí Argentina? ¿Por qué no está España?
Composición
Es innegable la factura no coyuntural del G-20; no se podría justificar su actual composición si se reparara solo en las condiciones de cada uno de sus integrantes o considerase exclusivamente variables y/o indicadores económicos. El G-20 reúne 19 países más la Unión Europea según cinco características cuidadosamente ponderadas: industrializados, productores de alimentos, poseedores de reservas energéticas, potencial liderazgo geopolítico regional, grandes mercados, todas ellas desplegadas en el marco de un aceptable equilibrio entre los continentes ([ii])  Se puede decir que es la fórmula uno del mundo que despunta (con escuderías de vanguardia y otras de relleno) ([iii])
Aunque el G-20 nace en 1999, durante 10 años hace solo reuniones técnicas. Es con la caída de Lehman Brothers en 2008 que se muestra con un perfil claramente político. De inmediato le pone el hombro a la crisis con decisión y un protagonismo apoyado en la actuación conjunta y permanente de los máximos líderes mundiales. 
En estos tres años han tenido lugar 6 cumbres[1], la última de ellas hace unos pocos días en Cannes. Llama la atención el grado de pormenorización que muestran las declaraciones, con una agenda determinada que se ha venido manteniendo a través de ellas, y que son un indicador de la verdadera función del grupo. La de Cannes se compone de 92 artículos, y los primeros de ellos se refieren al empleo y  la protección social afectados por el debilitamiento de la recuperación mundial. Una sucinta mención de los temas abordados en la declaración nos muestra lo siguiente: estabilidad del sistema económico mundial, reforma de las instituciones internacionales, calificadoras de riesgo,  mercado de materias primas, defensa de los consumidores, producción agrícola, mejoramiento del trigo, seguridad alimentaria, energías alternativas, combustibles fósiles, protección del medio marino, emisiones de carbono, crecimiento verde y desarrollo sostenible, cambio climático, proteccionismo, países de bajos ingresos, infraestructura pública y privada, corrupción, lavado de dinero, financiamiento del terrorismo, paraísos fiscales, etc.; es decir, en la agenda figuran los principales temas que hacen a la gestión de la globalización por estos días. Un comentario aparte merecen los artículos dedicados a la gobernanza mundial de singular significación al ser considerada a esos niveles, un tema que no ha sido motivo de estudios serios. Los enfoques de las relaciones internacionales frecuentemente no toman nota del hecho de que con el avance de la globalización la mayor parte de la economía y otros aspectos de la vida sobre el planeta ya no pueden ser abordados integralmente si no son visualizados a esa escala. El “enfoque nacional” con los años va perdiendo terreno y no es completado en la medida necesaria con un enfoque global. Curiosamente (o no) ha sido la Iglesia católica quien al respecto ha tenido en el último medio siglo las definiciones más nítidas. Ya la encíclica Pacem in Terris de Juan XXIII en su momento hacía alusión al hecho de la insuficiencia de la autoridad política para lograr el manejo de los asuntos internacionales por lo que es  “preciso constituir una autoridad pública general… cuyo poder debe alcanzar vigencia en el mundo entero y poseer medios idóneos para conducir al bien común universal”. Corría 1963. Otras encíclicas publicadas durante los papados de Paulo VI (Populorum Progressio, 1967) y el actual Benedicto XVI (Caritas In Veritate, 2009) han continuado refiriéndose al tema en el mismo sentido. Al respecto, en la última reunión del G-20 el primer ministro inglés fue el miembro informante. Ahora, ¿cómo opera el G-20?
Funcionamiento

El G-20 es como se dice ahora un espacio organizado pero no estructurado con capacidad de generar normas, patrones y procedimientos relacionados a la marcha de la globalización. Las normas se referencian en los valores que encarna sostenidamente el grupo; los patrones es la forma (los distintos modelos) en que la globalización se va desplegando en la escena internacional; y los procedimientos hacen alusión a las metodologías que son habituales por estos días, una dinámica que se ubica por encima de las naciones. Al respecto, se reconoce que “se trata de un grupo líder e informal y deberá seguir siéndolo…el G-20 es parte del marco general de la gobernanza internacional…” (Cannes, art. 91). En suma, en la era de las comunicaciones globales, el poder no se asocia a ninguna estructura; un hecho nuevo y revolucionario [por lo explícito] que conduce a todo un replanteo en esas materias. [Y que incomoda a quienes minusvalidan el poder de la concordancia de los decisores]
En una reunión de dos días no se puede elaborar una declaración de consenso de 95 artículos como la de Cannes. Por ello el procedimiento es inverso. Cuando la cumbre comienza el argumento ya está acordado y entonces el G-20 es una especie de puesta en escena -aun con las discordancias - donde cada uno asume un papel, algunos protagónicos y otros de reparto. Por ejemplo nuestra presidenta junto a otros colegas en la última se encargó de cuestionar el intento de regular el precio de los commodities. Las cumbres del G-20 habitualmente se desarrollan en contextos comunicacionales de alto impacto; durante la última ardía la situación griega. Es natural que esos sean los temas que ocupen las tapas de los diarios no así el despliegue de la agenda del grupo ni la dinámica de la propia convocatoria. Asimismo la oportunidad es usada para reuniones bilaterales como lo fue la de Cristina con Obama. En esos casos el cotilleo funciona a mil.
Una de las claves de la elaboración de contenidos reposa en los que se denominan los sherpas. Con ese nombre tibetano se alude a expertos encargados de asistir a los representantes de los gobiernos o importantes delegaciones a cumbres y otras conferencias de alto nivel. En ese sentido ha trascendido el papel protagónico de dos fundaciones, Chatham House y Atlantic Council, think tanks de origen ingles y norteamericano respectivamente, en la elaboración de las pautas puestas en juego en la segunda cumbre, la de Londres en abril de 2009[iv], que se considera liminar.
Otros espacios de generación de contenidos que reportan a las cumbres los constituyen las reuniones ad-hoc alrededor de distintos temas de agenda: económicos y financieros, seguridad alimentaria, energías alternativas, medio ambiente, cambio climático, empleo, etc.
Sin embargo, el aparato conceptual que compone el G-20 no es nuevo. Es una actualización –en algunos casos una transcripción textual- de los consensos surgidos de los exuberantes debates habidos por los setenta cuando los ámbitos mejor informados dejaban ver con suficiente claridad el fatal desenlace de la dialéctica del mundo bipolar que se habría de materializar a los pocos años con la caída del muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética ([v]).

Ing. Alberto Ford
La Plata, 16 de noviembre de 2011









[1] Durante los seis años de la segunda guerra mundial hubo solo tres cumbres de las potencias a la postre triunfadoras: Teherán, Yalta y Postdam donde se encontraron los máximos líderes de EEUU, URSS y UK.




[i] ya nadie se acuerda de la noción “imperio” tan de moda hace una década.
[ii] la primera cumbre realizada en Washington el 15 de noviembre de 2008 ya puso en evidencia el descontento de España por su exclusión y la extrañeza y hasta el fastidio de un reputado columnista local por la presencia de nuestro país –inmerecida según él- en detrimento de la española. Hay que decir que el G-20 se formó a fines de los noventa, un indicador de que la inclusión de nuestro país debe haber respondido a consideraciones estratégicas. Por la única razón que España debería haber integrado el G-20 era por su rol rector en Iberoamérica, pero ese lugar lo ha ocupado Brasil. En lo demás su papel no se diferencia de Holanda, Suecia  u otros países de Europa, un continente ya suficientemente representado.
[iii] Según las variables especificadas, el G-20 está constituido por el G-7 (EUU, Inglaterra, Francia, Italia, Alemania, Japón, Canadá); Rusia; la Unión Europea; Argentina, Brasil y Méjico; Sudáfrica; Turquía, Arabia Saudita; Indonesia; India, China; Corea del Sur y Australia. Con cierta flexibilidad, algunos de los elementos de este conjunto responden a distintas clasificaciones. De 1 (una) variable: Turquía, “procónsul” de la cuenca del Mar Negro; China e India, grandes mercados; Sudáfrica, “procónsul” del África subsahariana; Arabia Saudita, energía. De 2 (dos) variables: Argentina, alimentos y energías renovables; De 3 (tres) variables Brasil, alimentos, energías renovables, “procónsul” de América del Sur. EEUU: alimentos, industrializado, “procónsul” de América del Norte y Central; Rusia: energía, industrializado (?), “procónsul” de Eurasia, etc. etc. Con la denominación de “procónsul” se hace referencia a la forma en que el imperio romano organizaba sus provincias; en este caso, según algunos analistas, alude al  rol de gerenciamiento regional en esta fase de despliegue de la globalización que van a jugar algunos países como ha comenzado a hacerlo en forma ostensible Brasil en América del Sur.
[iv] Los documentos de las cumbres pueden ser consultados en el sitio de la universidad de Toronto que aparece como encargada de recopilar la información referida al G-20 <www.g20.utoronto.ca>
[v] Se pueden ver al respecto los trabajos encargados por Aurelio Peccei y el gobierno de Holanda al Premio Nobel Jan Tinbergen que recopiló 12 propuestas de acción que componen la agenda al inicio de la globalización y 10 informes técnicos de 20 de los expertos más reputados de ese momento, entre ellos, el chileno Juan Somavia, hoy  director general de la OIT. Ver: Tinbergen, Jan, Reestructuración del orden internacional, Fondo de Cultura Económica, México, 1977.  Más sucinto, el informe confeccionado  a lo largo de 33 meses bajo la supervisión de Zbigniew Brzezinski. Ver: Richard Cooper, Karl Kaiser y Masataka Kosaka, Hacia un sistema internacional renovado, en Cuadernos Semestrales del CIDE, México, Números 2-3, mayo de 1978.






jueves, 23 de julio de 2015


¿Qué hay detrás de un Kicillof? La expropiación de YPF.



La marcha hacia el balotaje y los reacomodamientos conducentes –normalmente en estos casos de indisimulable sabor oportunista- traen a colación el tema, entre otros, de YPF y distintos aspectos de la realidad económica y social que ponen sobre el tapete el rol del estado en esos menesteres. Este es un trabajo realizado con motivo de la expropiación de la petrolera estatal inspirado en el papel que jugó en esa oportunidad el ministro Kicillof cuando tuvo que defender la medida en la cámara alta. La distribución de los votos mostró una clara mayoría a favor de la expropiación que ahora, según los últimos acontecimientos, sería más pronunciada aún. Uno podría pensar que los procesos eleccionarios obran mágicamente para un corrimiento –amontonamiento diría- hacia posiciones de centro. Para no espantar a los votantes. Sin embargo, me parece, y el trabajo lo refleja, que las coincidencias se desprenden, se quiera o no, se acepte o se niegue, de un sustrato ideológico (bastante más allá del populismo, una entelequia que genera tanta polvareda como indefinición) que ha atravesado como un hilo rojo (un círculo desplegado) la historia argentina de la decadencia de los últimos ochenta años.  Relectura julio de 2015

Axel es marxista, brillante y convencido; es un fiel revival de no pocos de los compañeros de militancia junto a los cuales crecí y me desarrollé durante mi paso por el movimiento estudiantil. En aquellos tiempos sus circunstancias no hubieran trascendido más allá del entorno; hoy es un símbolo posmoderno: recientemente fue tapa de Vanity Fair, la revista paqueta de la femme española, donde se lo presenta como el “cerebro de la expropiación de YPF… atractivo, padrazo, empollón”. Pero no son esos atributos los que interesan, por lo menos a mí. Voy a poner el foco en estos otros.
Su exposición en el Senado para defender el proyecto de expropiación de YPF fue un compendio de intenciones K; no hay antecedentes de un blanqueo así  en un gobierno de pocas palabras -salvo su jefa- y aún menos respuestas o precisiones estratégicas más allá de las que se puedan presumir de una labor caracterizada por la audacia, el pragmatismo y la aparente improvisación.  ¿Qué dijo y qué representó Kicillof?
Fue una reivindicación del estado empresario. Muy enfático en la defensa de la expropiación de la petrolera argumentó que para “el manejo de un recurso tan estratégico… YPF tiene que alinearse con el modelo”.  Lo dijo bajo el supuesto de que con el control estatal de la petrolera se “va a operar un milagro, porque va a producir más”; en síntesis, profundización del modelo. Para simbolizar cuáles son sus indicadores de eficacia conjeturó  que “esto va a resultar como ocurrió con Aerolíneas Argentinas". El joven viceministro -que es catalogado como un neokeysiano en alusión a su forma de ver la economía y el estado en particular en momentos de crisis- no es original en la historia de las ideas argentinas.
Una trayectoria consecuente
El pensamiento nacionalista burgués ha recorrido como un hilo rojo la vida política, económica, social y cultural de la Argentina a lo largo del siglo XX. El viceministro sería el representante póstumo pero explícito de esa corriente de pensamiento que se inicia con el ascenso de las clases populares operado con el yrigoyenismo. El problema de Kicillof es su anacronismo: reivindica lo que tuvo sentido primigenio 100 años antes y con sus claroscuros fue causa y consecuencia de gran parte de las realizaciones económicosociales de la Argentina del último siglo.
Sin duda, el ideólogo de estas ideas más o menos indirectamente estatistas fue Raúl Prebisch. Su concepción de los términos de intercambio que justificó la política de sustitución de importaciones -que el gobierno actual reivindica fervorosamente- contribuyó a enfilar la Argentina  hacia una estructura productiva que lo retrasó en la escena internacional con respecto a otros países en ese momento de menor nivel si es que se puede decir así. Las diferencias con Canadá, Australia y Nueva Zelanda se vieron con el tiempo.  El rol del pensamiento castrense por aquellos años, con Mosconi y Savio como sus principales exponentes, terminó influenciando para considerar la producción desde la lógica de la soberanía nacional, privilegiando la “industria pesada” apoyada en petróleo y siderurgia, en desmedro de lo que era nuestra principal y genuina ventaja comparativa, el sistema agropecuario y agroindustrial.
El nacionalismo burgués, que terminó siendo una política de estado, no pudo consumarse sin la asistencia sostenida desde el principio de las sucesivas administraciones económicas, civiles y/o militares, sin solución de continuidad.
La política de sustitución de importaciones que tuvo su apogeo con el peronismo -por la guerra y por convicciones- fue la causa de nuestro principal problema estructural: el desequilibrio territorial y demográfico.  Esa concentración desmesurada de los factores productivos en el conurbano en detrimento del interior y de un autentico federalismo fue la base y caldo de cultivo para el nacimiento, despliegue  y cristalización del populismo.
Radicales, peronistas, comunistas y la izquierda en general, empresarios nacionales, el pensamiento castrense, sectores importantes de la intelectualidad y el difuso sentimiento público, fueron (y lo siguen siendo) portadores de ese conglomerado ideológico. El desarrollismo, ahora de moda, blanqueo el ingreso de inversiones extranjeras (que siempre estuvieron presentes desde los albores de la patria) para desarrollar una política para nada diferente salvo en la percepción de algunos distraídos. Por añadidura y para que no queden dudas la propia presidenta se pronunció por “nuevas formas de participación y de intervención del Estado” en el acto realizado esta semana en Vélez.  Las posiciones que se han evidenciado al interior de las distintas fuerzas de la oposición con motivo del tratamiento de la ley de expropiación de YPF son demostrativas del disloque que causan esas coincidencias ideológicas consolidadas entre fuerzas políticamente antagónicas. Son paradojas que como es de esperar no pueden explicar hechos que son incontrastables a la luz de los insumos informativos que provee el presente.
¿El petróleo es tan estratégico?
Hay determinados aspectos en la vida productiva de los pueblos que se transforman en mitos por la importancia que han adquirido en algún momento pasado. Unos pueden ser la disposición de la tierra o la producción del trigo; otro, sin duda, es el petróleo. Cuando esos aspectos se elevan a esas alturas en la percepción simbólica, es difícil bajarlos al promiscuo campo de la racionalidad. No se puede decir cosas que por el solo hecho de sugerirlas ya repercuten negativamente y agreden la sensibilidad. En estos días, de intensos debates registrados en torno a la expropiación de una parte de YPF S.A., no se ha hablado suficientemente sobre el significado del petróleo propiamente dicho.
Una verdad de Perogrullo: el petróleo es materia vegetal en descomposición. Esta simple aseveración tiene importancia. Esos vegetales, que necesariamente se han desarrollado en la superficie a la luz del sol, por varios reacomodamiento extremos de la corteza terrestre hasta su actual estabilización, fueron a parar muy abajo para someterse a la acción del  tiempo. ¿Cuántas biotas (suma de la masa vegetal de la superficie) corrieron ese destino de formarse y tener que ir a parar al fondo para llegar a ser petróleo, carbón o gas? El tema viene a cuento por el hecho de que se puede conjeturar que la tierra nada en un mar de hidrocarburos. Lo prueba es que hay petróleo en todos los sistemas geográficos: el mar, los polos, la tundra, la selva, el desierto, la estepa, la montaña, etc. Ahora bien esa riqueza se vuelve tal en la medida en que se transforman en reservas detectadas y potencialmente explotables.
El tema es la tecnología de la prospección. Hasta hace algunos años se hacía básicamente por via terrestre. Hoy, la información básica proviene de los satélites. Esa información a la que tienen que acceder primariamente las empresas petroleras es el punto de partida insoslayable para realizar las inversiones necesarias para detectar las reservas por abajo. Repsol no descubrió Vaca Muerta porque a sus geólogos se les ocurrió una mañana darse una vuelta para ver qué encontraban. Alguien de arriba les señaló el lugar exacto para buscar. Ese cambio de método, producido a partir de hace no más de treinta años, declaró el inicio de la obsolescencia programada se podría decir de la información acumulada a través de décadas de labor de investigación por parte de las petroleras, por ejemplo de la YPF original. Y lo que quedaba de valor fue barrido de los archivos y seguramente transferido por medio de prácticas no del todo claras por las burocracias correspondientes. De esa información que en otros tiempos era motivo de un manejo hermético no queda nada, por lo menos en nuestro país.
Entonces se puede hacer esta otra afirmación: a pesar de que el hidrocarburo es un recurso no renovable es de disposición quasi ilimitada. No solo por su cantidad sino porque en algún momento ya cercano se va a dejar de usar por su carácter contaminante y la disposición de otras energías provenientes del sol tan cercanas y accesibles como el aire y el agua. ¿Es importante esta visión? ¿Queremos ser jugadores de la primera hora?
Sin duda. Pero para ello debemos formular una política energética con sentido verde. Obviamente, ella va a incluir como uno de sus tópicos el aprovechamiento compatible con la sustentabilidad y la preservación del medio ambiente del recurso petrolero hasta donde se dé y corresponda. Pero también esa política debe incluir esta vez sí como insumo estratégico el esfuerzo y la comprensión relativas al desarrollo de las energías alternativas (incluyendo aquí el gas que por alguna rara consideración se le asigna un menor poder contaminante con relación a la emisión de CO2 que los combustibles líquidos o sólidos).
De esto se concluye que la medida tomada por la amplia mayoría de los legisladores (el oficialismo y gran parte de la oposición) no es conducente hacia los objetivos perseguidos. Así no se va a lograr la soberanía energética. Y el autoabastecimiento -una obviedad en nuestro país- dependerá de poner la cabeza en otro collar extranjero. No solo por las inversiones requeridas sino fundamentalmente por la disposición de la información satelital necesaria para detectar las reservas. ¿Cuál es la solución no solo la salida para la pretendida autodeterminación nacional en esta área tan sensible?
Hoy a diferencia de los noventa nadie se opone a que el estado ejerza el control sobre el recurso hidrocarburífero que en todo caso son de su propiedad. Ahora bien, ¿qué significa ejercer el control? Por lo menos hay dos alternativas a la vista. La primera se compone de lo siguiente: a) una nueva empresa estatal (corrupción, agencia de colocaciones premium, creciente ineficiencia luego de que escoba nueva barre bien), b) cateo (depende de satélites que Argentina no tiene[i]), c) explotación y comercialización (Esso y Shell lo hacen mejor). O, por el contrario: a) un plan estratégico participativo y no a libro cerrado, b) asignación de zonas según el principio federal y de equilibrio territorial, c) control del medio ambiente, d) impuestos (si corresponde, al nivel sueco) a un recurso que prácticamente no puede o no debería dar lugar a manejos ilegales por su magnitud y destino de uso determinado. Los precios deben ser los del mercado y los subsidios que se den a los pobres deben operar como instrumentos de reconfiguración territorial y demográfica, y no promoción del populismo ni cristalización de la pobreza (en Barrio Norte luego de 10 años de gobierno K la patrona paga por el gas menos que la sirvienta por su garrafa en la villa). En resumen: el país no tiene capacidad para transformar el recurso potencial, el petróleo que subyace, en reserva. En el pasado, en la YPF original, aunque sea a burrito se hacía la exploración; pero la información recogida no sólo está desactualizada sino que se esfumó. Ahora hay que recurrir a empresas extranjeras que necesariamente generan dependencia. Si lo hace, como está obligada a hacerlo, el estado tendría que tener la potestad de ejercer el control para que se cumplan los preceptos de una política energética plasmada en un plan estratégico. Si eso no es así, ¿se imaginan una mesa de los gobernadores que integrarán el directorio de YPF S.A. para asignar las áreas de exploración?  La expulsión de Repsol se parece a los cambios de directores técnicos en el futbol. Las cosas pueden mejorar o no.
Desde el punto de vista del imaginario hay que tener en cuenta que tanto el petróleo como las bananas no han llevado el progreso a ningún país. Es cierto que para imaginar nuestros escenarios futuros depende de en qué espejo nos miramos. Al respecto hay una única verdad: los países desarrollados no tienen petróleo en explotación salvo Noruega donde su extracción off shore es motivo de un tratamiento de boutique.
¿Hacia donde rumbeamos?
Nadie discute, ni siquiera en el G-20 donde se lo privilegia, el rol del estado. Hace falta un estado tan poderoso como pequeño y operativo para domar el potro del mercado y llevarlo por buena senda, en momentos de comunicaciones en tiempo real con las complejidades y desafíos de gestión que esa febrilidad acarrea. Cuando hablamos de estado, nos estamos refiriendo a un sistema de funciones más que de estructuras donde lo nacional dependerá cada vez más de lo global. Todo rechazo cerril a esa fatalidad obrará en contra. Por el contrario, toda acción inteligente en contextos de alta determinación contribuirá al logro de posiciones más favorables y la preservación de principios genuinos. Quien sabe bailar el tango lo puede hacer en una baldosa. Al que no lo sabe, nunca le alcanza el espacio a su alcance.
En ese contexto, hay una nueva división del trabajo en el mundo. No todos van a poder producir de todo. En nuestro país se trata de vislumbrar el rol que nos toca, como ocurrió a mitad del siglo XIX. Sobre la base de la línea general, se pueden ir conquistando grados de libertad para ir haciendo un país equilibrado territorialmente, basado en un efectivo federalismo, y con la población viviendo en forma armónica en lugares amigables.
¿Argentina debe ensamblar automóviles? ¿O nos conviene tener una poderosa industria de autopartes siguiendo el modelo de Basso en Rafaela?[ii] En Tierra del Fuego, el agregado de valor nacional pasa por la provisión de las etiquetas para los equipos electrónicos; todos los componentes vienen de afuera incluso algunos ya armados los que hay que desarmar para mantener el nivel de ocupación (neoKeynesianismo) ¿la maquila de Tierra del Fuego contribuye al desarrollo local y regional? Con el calzado deportivo pasa otro tanto; las fábricas desmesuradas y fuera de lugar, necesitan ser protegidas para no despedir gente ¿Estas fábricas pueden producir zapatillas más baratas que las que hace Brasil o Vietnam? Y toda esa mano de obra de alta calificación ¿está eficientemente aprovechada para crear el mayor valor agregado posible? Claro, en todos los casos hay que crear fuentes de trabajo y/o preservar las existentes aunque estemos en el Titanic. Pero, ¿y el estado promotor/facilitador de nuevas opciones sustentables...?
Nuestra complementación con Brasil debe ser armónica y no competitiva; tenemos características distintas y hay que aprovecharlas para hacerlas eficientes y provocar las sinergias que convengan a ambos. Pasar de suma negativa a suma positiva. El modelo productivo no puede ser el actual[iii]. Hay otras alternativas más adecuadas para pugnar por ser un país en el nivel y el estilo de los europeos más avanzados.
¿Estamos tan lejos de todo?
Yo pienso no solo me ilusiono que no. Obviamente hay que crear una nueva mayoría con todas las fuerzas capaces de ver las cosas de otra manera. A favor, existen los vientos que vienen de afuera, como pasó con la generación del 37 y las ideas de la ilustración, por más que dieran lugar a algunas concepciones aberrantes; finalmente, también allí se encendió la luz. Cuando hay que sacar un barco pesado del puerto hacen falta remolcadores de proa pero también de popa para evitar el coleo del barco. ¡Es la dinámica de los sistemas,…! Los jóvenes que rodean a Kicillof por más retrógradas que sean sus ideas se constituirán en una corriente que perdurará en el futuro como lo ha hecho el rosismo a lo largo de nuestra historia. Esas fuerzas también participan del juego democrático. Son el espejo de lo que no hay que hacer aunque por momentos sean el instrumento para ejercer determinadas acciones y lograr resultados que paradójicamente[iv] ayuden al destrabe y la evolución de los asuntos públicos (como ocurrió con Menem en los noventa). Por oposición -en el marco de la binarización que al final de los procesos va embretando los puntos de vista - ayudarán a la generación de una nueva conciencia.

Ing. Alberto Ford
La Plata, mayo de 2012





[i] Recientemente se puso en órbita un satélite construido por el INVAP para testear la salinidad de las aguas de los mares, una de las variables relacionadas al cambio climático

[ii] Basso en Rafaela es un proveedor de válvulas de primer nivel mundial. O los casos de Alejandro de Tomaso, nacido en Buenos Aires, que fue responsable en Italia del diseño y construcción de uno de los coches más caros de la historia y el de Juan Manuel Díaz, que se recibió en Rosario y es actualmente responsable de diseño de exteriores de la firma Alfa Romeo; es nada menos que el creador del MiTo. ¿Cuánto valor se puede agregar por medio de oficinas de diseño en el país siguiendo esos ejemplos?

[iii] Nadie discute que la iniciativa privada tiene el derecho de producir lo que más le convenga. Pero eso no obsta para que en un diseño de país compartido se prioricen determinados sectores de la producción de bienes y servicios, en función de un modelo acordado, referido a las condiciones de desenvolvimiento del mercado internacional y a las ventajas comparativas y competitivas disponibles. La iniciativa pública también puede hacer lo suyo, es decir, facilitar la aparición de ciertos sectores productivos que sean la consecuencia de un consenso y que se traduzcan en políticas de estado. Para citar un ejemplo cercano, en el primer modelo argentino, el agro exportador, surgido de un consenso implícito que fue el fundamento de una política de largo plazo, todo lo que el estado hizo en conjunto o para apoyar la iniciativa privada estuvo orientado a desarrollar ese modelo. Se puede decir que los objetivos estratégicos fueron alcanzados. Bueno, ahora también debe pasar lo mismo. Solo falta ponernos de acuerdo (¡pequeña tarea!) sobre cuál es el modelo que vamos a promover. En ese sentido, no alcanza con invocar la “producción” sin aditamentos. Hay que ponerle nombre y apellido a la industria argentina. Y esa política tiene que ser la consecuencia de un debate tan amplio como transparente que cuente con el apoyo y la participación de la mayoría de factores productivos y la población. Hay que apoyarse en las experiencias exitosas en consonancia con los indicadores de los nuevos paradigmas globales. Estos son algunos de los sectores que más expectativas despiertan no solo en el autor de estas notas:

Cadenas de valor agroalimentarias y agroindustriales con sentido federal. Clúster de maquinarias y agro servicios. Servicios de consultoría, informáticos, financieros, médicos y educativos. Mecánica de precisión y autopartes premium. Vinos con denominación de origen. Alimentos sofisticados. El turismo de variada oferta, en primer lugar, la ciudad de Buenos Aires. El fashion de Palermo. El diseño en todas sus modalidades. Las industrias culturales. Otras ciudades como Rosario. Organización de eventos. Talento deportivo. La petroquímica al pie de los pozos. Equipamiento atómico en Bariloche. Energías alternativas y producción “verde”…  y otros sectores (no muchos más) sobre los que hay coincidir en un plan estratégico nacional.

[iv] Las paradojas no se resuelven en el plano que se expresan ni desde el polo que las generan;  no tienen solución dentro de la lógica formal. El tratamiento de las paradojas amerita otros planos de acción y polos de generación de poder.