viernes, 3 de noviembre de 2017

Nueva Era

Este es un breve trabajo que aborda algunos de los aspectos del cambio que se ha comenzado a operar en el país luego de la derrota del peronismo en las últimas elecciones de medio término. Básicamente son tres: lo que le espera al movimiento de Perón de aquí en más, algunos indicadores de la política macroeconómica del gobierno de Cambiemos (sobre todo endeudamiento, déficit fiscal y subsidios), y el poco tenido en cuenta o tratado en forma descontextualizada asunto de la infraestructura de conectividad, un factor clave relacionado al principal problema de la Argentina para su modernización, el desequilibrio territorial y su correlato demográfico

La derrota generalizada del peronismo ha abierto una nueva situación en el país. Lo prueba el reciente discurso de Mauricio Macri en el CCK, de corte fundacional, ante una atenta platea formada por gobernadores, sindicalistas, empresarios y legisladores. En él, el Presidente definió algunos de los ejes que van a orientar en lo sucesivo la gestión de Cambiemos. La oportunidad es inédita. Muchas cosas van a cambiar. Está tomando forma en la Argentina el segundo ciclo largo de crecimiento si consideramos que el primero duró ochenta años desde el inicio del modelo agroexportador en la segunda parte del siglo XIX.
En este trabajo nos vamos a referir a tres cuestiones que son motivo de atención en los análisis de estos días: la deriva del partido que estuvo en el poder hasta 2015, algunos aspectos de la política macroeconómica vigente, y la renovación de la infraestructura de conectividad. Con respecto a las dos primeras, las preocupaciones son bastante coincidentes: giran en torno a la forma que puede adoptar la supuesta reorganización del peronismo y, en el otro caso, el riesgoso manejo de las cuentas públicas. Sobre el plan de obras, los gobernadores quieren saber de qué se trata y cómo los afecta. Lo ven medio enigmático.
Una crisis terminal

La cuestión del movimiento creado por Perón es de importancia capital porque tiene que ver con la forma en que se reconfigurará el sistema político en la transición que estamos viviendo. Al respecto, mi opinión es clara y no es nueva: el peronismo ha muerto[i].
Puede aparecer tajante la afirmación. En realidad la vengo sosteniendo casi desde el momento en que Cristina sacó en 54% de los votos en las presidenciales de 2011. No fueron razones coyunturales –obvio- las que me llevaron a formularla. La primera y principal es que el peronismo ha perdido sentido histórico, que es lo que sustenta cualquier organismo vivo… como también lo son los partidos y movimientos. El peronismo nació (o se generaron las condiciones para que ello sucediera), con la finalización del modelo agroexportador en los años treinta del siglo pasado. Era el momento del inicio del declive de la Argentina que duró hasta nuestros días luego de haber ocupado un lugar expectante en el concierto de las naciones del mundo. En esas ocho décadas al peronismo le cupo un papel protagónico ya sea estando a cargo de gobiernos civiles o apoyando a dictaduras militares, como ocurrió con Onganía en 1966. Ahora las cosas han cambiado.
No solo razones endógenas, sino también condiciones externas son las que ponen en jaque un modelo que caracterizó a esa decadencia, basada en un ideario que se hizo carne en el sistema político, pero también en gran parte de la sociedad argentina. Sus rasgos principales fueron: centralismo, encierro proteccionista, caudillismo, relación conflictiva con el mundo, atraso tecnológico, empresariado prebendario, el estado como botín y fuente de trabajo, empresas públicas ineficientes y corruptas, sindicalismo cómplice, mediocridad cultural y estético, etc.
Hay otras razones para que la crisis del peronismo no sea una cuestión de circunstancias, de las que se pueda salir como ha ocurrido en el pasado. Por ejemplo, su configuración estructural y subjetivamente corrupta, la incompetencia demostrada en la gestión, y la falta absoluta de una visión estratégica. A esos obstáculos llamémoslos epistemológicos se suman condicionantes tácticos que no son de despreciar: el rol obturador de Cristina, sentada furiosamente en los tres millones de votos que la transforman en la principal fuerza política (por lejos) afuera del oficialismo. No hay ninguna posibilidad de que esa situación se pueda revertir en lo inmediato. En el mediano plazo pasarán otras cosas que paso a describir y que van a explicar la forma en que se puedan subsumir aquellos que sustentan con obstinación ese ideario persistente pero declinante.
En la historia argentina hay un solo caso de partido hegemónico que desapareció de la noche a la mañana: el partido federal rosista como consecuencia de la batalla de Caseros. Lo que sucedió en esa oportunidad fue indubitable. La situación creada hizo imposible ni siquiera imaginar cualquier representación de esa fuerza en los acuerdos de San Nicolás o en la constituyente de Santa Fe, ambos acontecimientos que tuvieron lugar en seguida. El impedimento tuvo su razón de ser. En nuestro país se estaban gestando las condiciones para un cambio de paradigma lo que sucedió al poco tiempo con el inicio de la Organización Nacional a partir de 1859.
De la misma manera que la concepción semifeudal del rosismo no tuvo puntos de contacto con el capitalismo incipiente característico del modelo agroexportador -proyecto que fue tomando forma en nuestro país por influjo de condiciones externas y la inspiración de lo que luego fue la Generación del Ochenta- el peronismo en la actualidad, por más preciso que sea el escaneo, no sintoniza con el proceso de globalización en el que estamos ingresando raudamente. Las visiones demodé de Cristina y Kicillof en materia socioeconómica, entre otros aspectos, pueden parecer burdas, pero la realidad es que encarnan un sentimiento dominante en ese movimiento, más allá de lo grotesco de las formas.
La pregunta del millón: ¿cuál es el destino de los muchos peronistas que todavía perduran? En realidad el interrogante no afecta solo a ellos. La crisis del ideario nacionalista-burgués deja legiones de pensantes desorientados.
¿Grieta o salto?
Es más fácil explicar uno que el otro. La grieta se da en un plano. En lo político institucional implica separación pero también alternancia. Ese tipo de divisiones tuvieron lugar en el 1955 con la Revolución Libertadora. Los bandos formados se mostraron irreconciliables, pero con el tiempo se vio que las posiciones, sobre todo en materia económico social, no eran tan dispares. Aún ahora hay dirigentes que valoran positivamente las políticas sociales de Evita o incluso las nacionalizaciones de los años cuarenta. A partir del ´55, una convergencia forzada de convivencia democrática fue difuminando progresivamente los enconos, hasta culminar en el abrazo de Balbín y Perón.
La división ahora también existe pero, a similitud de lo ocurrido con la derrota del rosismo, no se expresa en un mismo plano; así, no puede haber diálogo entre adversarios. Los códigos de la conversación no son compartidos. En la campaña electoral Cristina demostró que no quiere saber nada en materia ya no de acuerdos sino, ni siquiera, de asumir la otredad; ese comportamiento también había sido puesto de relieve en la ceremonia de cambio de gobierno, cuando se negó a entregar a Macri los atributos del mando. Ese ninguneo se ha mantenido incólume hasta esta semana en que no asistió a la reunión convocada por el Presidente que tuvo lugar nada menos que en el edificio que lleva el nombre de su marido. Naturalmente, a partir de la imposibilidad de alcanzar una masa crítica de densidad opositora, gran parte del peronismo en dispersión tendrá una actitud más condescendiente con el gobierno de Cambiemos cuando no oportunista (sobre todo a partir de un cálculo realista de sus posibilidades inmediatas) en la que no pocos se incorporarán al espacio que hasta ahora han vituperado.
El salto es otra cosa. Como lo veo, tiene que ver con una vulgata de la teoría cuántica. Imaginemos dos andariveles paralelos que no se tocan pero que se influencian. Los elementos que circulan por cada uno de esos ellos lo hacen en forma independiente, y las interacciones que se puedan producir ocurren sin que los caminos se mezclen. Esa independencia de itinerarios no obsta para que, en determinadas condiciones, los elementos que circulan puedan saltar de un andarivel al otro. Esta simplificación de imágenes la hacemos para representar uno de los escenarios posibles, probables y factibles de lo que puede suceder en materia de institucionalidad política.
Cambiemos ya está ubicado en un nivel cuántico superior de claro tono global. En el nivel inferior Cristina está instalada en una posición hegemónica pero residual de la que no podrá emerger. La soledad de Cambiemos no se va a mantener para siempre. En sintonía (confrontación/complementariedad) queda un lugar predispuesto a ser ocupado por quienes van a sucederle en un juego de alternancias más equilibradas de las que hemos visto hasta ahora. Ese polo es previsible que tenga una impronta social demócrata aggiornada -tipo tercera vía- como la que propugnó hace unos años el sociólogo inglés Anthony Giddens. Los candidatos ya están en la grilla. Son justamente peronistas con ánimos renovadores aunque para poder despuntar el vicio van a tener que esperar algunos períodos. En ese entonces no lo harán en soledad sino convenientemente acompañados por todos aquellos para quienes ahora Macri es un límite. En conjunto, podrán configurar una nueva expresión política desprovista de la simbología tradicional del peronismo y, ni siquiera, la patriada podrá ser encabezada por alguien proveniente de ese movimiento.
En esa reconfiguración inexorable, hay dos intríngulis: el radicalismo y los movimientos sociales. Es claro que la crisis del 2001 le pegó fuerte a la UCR; la performance de Moreau en las elecciones siguientes fue un indicador elocuente. Ahora parecía que la alianza Cambiemos mostraba un camino de recuperación. Sin embargo, no ha sido del todo así. En el caso de la Capital, una mayoría de radicales -aunque minoritarios en las recientes elecciones de medio término- se ha enfrentado a Cambiemos, provocando una división interna que en estos momentos está en la justicia. Hay otros movimientos en Santa Fe que podrían adoptar actitudes similares. El significado de estas alternativas –especies de cisnes negros provenientes la política tradicional- hay que buscarlo por el lado de los cambios epocales que estamos comentando en este trabajo, y que no pueden dejar de tener manifestaciones al interior de los partidos al revelar posiciones ideológicas que han permanecido larvadas.
El de los movimientos sociales (MS) es unos de los aspectos más interesantes, complejos y poco analizados. Los MS están fuera o en las márgenes del sistema político. Se mueven al compás de la billetera lo que no implica que carezcan de objetivos estratégicos. Son la expresión local de la principal problemática de la globalización en esta etapa: la inclusión de 1000 millones de personas pobres en el mundo que todavía no gozan de sus frutos. Constituyen la razón de ser de la labor pastoral del Papa Francisco… y de las empresas productoras de bienes de consumo masivo (Unilever mandó a uno de sus gerentes a vivir un tiempo en la casa de un vecino en una favela carioca para estudiar en el terreno los hábitos de consumo de las familias brasileñas). Los ingentes recursos que se inyectan a través de distintos programas de asistencia en ese campo no son objeto de ahorro y van, sin escalas, a dar vida a los circuitos de consumo en la economía marginal, aparte de contribuir a generar un ambiente de tranquilidad social, lo que no es poco.

El desafío de la “macro”

Los indicadores del manejo de las finanzas públicas parecen preocupar más a los analistas que al gobierno (de la gente ni hablar, ¿dónde hay un mango viejo Gómez? hubiera dicho Tita Merello). No son tantas las variables que están en juego ni tan difícil su correlación. Sin embargo, las experiencias habidas en el pasado generan resquemores que impiden ver que la actual situación no puede ser evaluada con los parámetros vigentes en aquellos momentos. Se está mirando el presente con el espejo retrovisor. Vayamos por partes.
La deuda externa. Es cierto que hemos tenido pésimas experiencias. Para salir de los compromisos asumidos por Rivadavia con la Baring Brothers estuvimos casi un siglo. En años más recientes, la economía se vio totalmente condicionada por préstamos solicitados por los militares y los peronistas, de los que costó mucho salir (Kirchner en el 2005 lo hizo parcialmente en el momento menos indicado, comprometiendo las reservas internacionales de la Argentina y dejando a cambio el “muerto” de los holdouts). Finalmente, el nuevo gobierno de Cambiemos, a través de arduas negociaciones, pudo resolver los desaguisados financieros heredados del peronismo. La dura experiencia muestra, no obstante, que finalmente todo se arregla. ¿Cuál es el problema real?
Para paliar el déficit de las cuentas públicas, el gobierno está contrayendo deuda en el exterior. Prima facie el acto genera preocupación en analistas y comunicadores. Ahora bien, ¿cuál es, con relación a otros países, el grado de endeudamiento argentino?

Deuda externa por países. Porcentaje del PBI
EEUU
106
Inglaterra
406
Alemania
142
Francia
182
Japón
250
Irlanda
1008
España
148
México
36
Brasil
22
Chile
39
Argentina
18

                                          https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Deuda_externa_por_pa%C3%ADs
                                                   
Como se ve, comparativamente la situación argentina en materia de deuda externa está dentro o un poco por debajo de los porcentajes regionales. Además, la situación de mayor endeudamiento de los países desarrollados (en algunos casos exorbitantes como Irlanda), no es indicativa de que buscar plata en el extranjero implique necesariamente un riesgo o que a los contrayentes les haya ido mal. Entonces, ¿por qué el gobierno de Cambiemos se endeuda? Básicamente con dos fines: palear el déficit fiscal y hacer infraestructura de conectividad.
El déficit fiscal tiene varios componentes, pero hay dos que resaltan: los subsidios y los gastos corrientes. De estos, los sueldos estatales ocupan gran parte; es un tema a resolver que se lo irá haciendo gradualmente buscando fortalecer la capacidad de la gestión. No hay otra alternativa si no se quiere provocar un grave problema de desocupación. En el caso de los subsidios, los hay del tipo del transporte o servicios que se tendrán que ir acomodando con los meses, progresivamente. Por su parte, la asistencia a la pobreza desocupada -a la que todavía el sistema económico y productivo no puede brindar nuevos puestos de trabajo bien remunerados, en blanco y con sentido federal-, tendrá no solo que subsistir hasta donde sea necesario sino que deberá formar parte institucionalmente de sus ingresos. La AUH y otras del mismo tipo vinieron para quedarse.
El gran desafío de la administración de Cambiemos es mantener la paz social. Eso implica que rindan los recursos disponibles para los sectores carenciados. En ese marco, es clave controlar e ir bajando la inflación. No es un tema fácil por las distorsiones heredadas (sí, heredadas y que estarán vigentes por muchos años), pero se está logrando. ¿A qué costo? Ahí actúa nuestro Merkel, también de apellido alemán: Sturzenegger, piloteando desde al Banco Central las tasas de interés, recibiendo todas las maldiciones de una parte de los empresarios porque el crédito se encarece. Y bueno, piensa uno, que pongan la que juntaron con pala en los años festivos. En fin, todo tiene que ver con todo…
La economía va creciendo lentamente, pero no todos los sectores lo hacen por igual. Es el precio de una progresiva apertura de nuestros mercados, apostando al aumento de la competitividad para una inserción sustentable en el medio internacional. Ese desafío, es el desafío de nuestros empresarios para subsistir y crecer. Algunos van a quedar en el camino si no innovan; pasa en las mejores familias y en los países más avanzados. Se acabó el tiempo de las concertaciones globales, donde todo da lo mismo y lo malo se tapa con lo bueno. El rasero del mediopelismo.

Un poliedro de sorpresas

El principal déficit estructural de nuestro país no forma parte de los análisis: los desequilibrios territoriales y su correlato demográfico. Como dijo Macri en oportunidad de la Cumbre del G20 en China, conectividad es la palaba clave que lleva a entender lo que verdaderamente se está jugando hoy en la escena global. La cadena virtuosa de factores que llevar a poner el foco en la problemática, está llena de curiosidades por los eslabones que se vinculan.
El mundo y nuestro país se están redibujando. El lema que presidió la reciente cumbre del G20 en Alemania fue: “diseñando un mundo interconectado”. La expresión más clara de las acciones globales emprendidas lo da el recientemente lanzado proyecto de la “Ruta de la Seda” a cargo de la República Popular China. Están reconfigurando los continentes euroasiático y africano.
El diagrama de la información y las comunicaciones existente, es una herencia de un mundo dependiente de los grandes centros de poder que rigió durante siglos. En la era de Internet, esa configuración se vuelve disfuncional, por las saturaciones que provoca la falta de canales horizontales de vinculación. Lo radio céntrico se va ir reemplazando/complementando progresivamente con diseños de trama y urdimbre (como si fuera una manta) para promover la relación entre partes, facilitando la interdependencia, sin la necesidad de tributar en las aduanas de todo tipo que se sitúan en las partes más desarrolladas del planeta.
El caso argentino es un ejemplo palmario de lo que estamos diciendo. Con centro en la ciudad de Buenos Aires y su puerto, todo el tendido de vías de comunicación en los siglos XIX y XX adoptó una forma de embudo. Incluso las expectativas del imaginario de la gente del interior desde la colonia, y luego de los países vecinos, tuvieron su destino en la Reina del Plata. Obviamente, con el tiempo, se fue produciendo la saturación del conurbano bonaerense.
Por primera vez en la historia nacional está en marcha un plan de obras de infraestructura que tiene en cuenta los vínculos horizontales. Así, es el Plan Belgrano que rediseña el Norte Grande. El paso de Aguas Negras en San Juan debajo de los Andes. Los ferrocarriles a Chile para acceder por el camino más directo a los mercados del Asia Pacífico. Las líneas low cost que permiten nuevos vínculos entre las provincias y de estas con el exterior sin la obligación de pasar por Aeroparque. Las más críticas y de gran valor histórico por la vocación centralista de nuestros factores de poder, son dos obras que se están haciendo en la ciudad de Buenos Aires: el Paseo del Bajo y el RER. Ambas permitirán, por primera vez sin desembarcar, el paso por la ciudad de Buenos Aires. Todas las obras del plan de infraestructura de conectividad más importante de la historia argentina deberán ser vistas desde la perspectiva que da este marco conceptual. El tema del financiamiento de este gigantesco programa es de lo más curioso por sus formas.
El Partenariado Púbico Privado (PPP) se va instaurando aceleradamente en todo el mundo bajo los auspicios y las recomendaciones del G20. La cadena de factores que da lugar al hecho se gesta de la siguiente manera. Los programas de transparencia y de anticorrupción del Grupo de los Veinte dieron lugar en forma más o menos visible a la conformación de una asociación global de periodistas de información que dijeron poseer los archivos de los llamados “panamá papers”. Ese solo anuncio (en realidad nunca se publicaron los archivos; los especuladores se comieron el amague como se dice) dio clima a una ristra de blanqueos de capitales en muchos países. En el nuestro se repatriaron la friolera de U$S 120.000.000.000 de dólares (CIENTO VEINTE MIL MILLONES DE DOLARES) de ahorristas argentinos que tenían sus depósitos en los paraísos fiscales. Cuando esa plata llegó al país lo hizo sin retorno posible por una cuestión de tasas y vigilancia. Aquí compraron LEBACS, acciones y bonos, y pusieron plazos fijos. Al toque el gobierno de Cambiemos anuncia que va a enviar al congreso una ley para gravar la renta financiera. ¡Como por un tubo esa masa gigantesca de recursos se va a ir dirigiendo a los PPP!
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En la nueva situación abierta en el país con la derrota generalizada del peronismo, muchas cosas van a cambiar. Pero hay una que todo lo resume: cambia el paradigma. La globalización se solapa con el nacionalismo burgués hasta su completa suplantación. Lo atestigua la presencia simultánea de los líderes mundiales sentados a una misma mesa para dar su conformidad en la cumbre del G20 del año que viene. Argentina ha iniciado su segundo ciclo largo de desarrollo.

Ing. Alberto Ford
La Plata, noviembre de 2017



[i] volcada en algunos trabajos que mis amigos habrán tenido la paciencia de leer o que pueden consultar en mi blog ingenieroalbertoford.blogspot.com.ar