miércoles, 22 de febrero de 2017

Infraestructura global

Ya no serán obras desconectadas, concebidas según los “deseos de la gente” o por necesidades electorales de intendentes y gobernadores. A partir de este momento, cierta infraestructura que se realice en nuestro país con financiamiento internacional -como en cualquier otro lugar del mundo en esas condiciones- responderá en forma más o menos manifiesta a una lógica global inspirada en programas que se mueven en el entorno del G20. Es lo primero que veremos en este trabajo. Lo segundo, para dar una idea concreta de los alcances y la profundidad de esta nueva modalidad de ejercer la gobernabilidad, veremos a vuelo de pájaro cómo se expresa en África donde reside una parte considerable de los pobres del mundo. La globalización por abajo no se puede postergar; urge la incorporación al consumo de un sexto de la población mundial que aún espera engrosar una clase media que ya crece a ritmo acelerado. Se considera, con razón, que los trenes y las carreteras, el manejo del agua, la electricidad, la difusión de las TIC´s, y otras expresiones de infraestructura básica, obrarán en favor de una creciente conectividad entre las regiones y océanos, y de esa manera compatibilizar los diferentes grados de desarrollo. Alemania, a cargo en 2017 de la presidencia del G20, está promoviendo un notorio involucramiento del Grupo con ese continente rezagado.
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Me impactó tomar conciencia sobre el proyecto del plan de riego anunciado en los últimos días por el gobierno argentino para la recuperación de 250.000 hectáreas. La inversión prevista es de U$S 1200 millones y los interesados –que actuarán en el marco de la ley de participación público privada (PPP), aprobada el año pasado- son empresas del ramo y agropecuarias. En el país hay 7 millones de hectáreas que pueden ser recuperadas con riego de las cuales hasta ahora solo lo han sido 1,6 millones; la diferencia da una idea del potencial del negocio. El proyecto cuenta con el asesoramiento del Banco Mundial y puede ser comprendido por un conjunto de programas adyacentes al G20.

Básicamente, los programas globales referidos a la infraestructura son cuatro:

·         Global Infrastructure Hub (GIH).
·         Global Infrastructure Facility (GIF) -World Bank
·         Public-Private-Partnership in Infrastructure Resource Center (PPP) -World Bank
·         Centro Anticorrupción del G20.

Fundado en 2014 en la cumbre del G20 de Australia –donde tiene su sede- la función del GIH[i] es controlar la calidad de proyectos de infraestructura potencialmente financiables. Su aprobación les permite contar con un sello de mérito para viabilizar la operación ante los inversores. A los servicios del GIH pueden acceder todos los países sean o no miembros del G20.

Por su parte, Global Infrastructure Facility (GIF)[ii] es una asociación entre gobiernos, bancos multilaterales de desarrollo, sector privado de inversores, financieras. Su tarea es promover una nueva forma de colaborar en la concepción, el diseño y la implementación de proyectos de índole compleja cuya ejecución está más allá de las capacidades de un partícipe individual para concretarla.

Public-Private-Partnership (PPP)[iii] es un mecanismo que se está estableciendo en todos los países del mundo. Tiene que ver de forma más o menos directa con la compulsividad con que se está obligando a la repatriación de capitales (convenios internacionales de transparencia, intercambio de datos bancarios, Panamá papers, Trump, etc.). Inicialmente, el dinero que retornan los ahorristas se destina a la compra de bonos o acciones pero, al final, irá a parar a obras de infraestructura debido a la implementación de políticas de estado que estimulen la conveniencia de orientarlo a ese fin. Tanto la necesidad de obras de infraestructura globales como la liquidez del sistema financiero internacional, público y privado, están en sintonía. La intención de avanzar en ese sentido es pública y se evidencia en el máximo nivel.

Por último, y no menos importante, está la decisión de combatir la corrupción. Ya en la Cumbre 2010 del G20 en Canadá se aprobó la creación del Grupo de Expertos Anticorrupción del G20 (GTAC) cuyos pasos iniciales estuvieron a cargo de Francia e Indonesia para dirigir las deliberaciones de expertos gubernamentales tendientes a adoptar un Plan de Acción. Pero donde el tema alcanzó su mayor relieve fue en la Cumbre 2016 del G20 que tuvo lugar en China. Dando la pauta de una creciente preocupación por el flagelo, fue creado el Centro internacional de lucha contra la corrupción con sede en Pekín[iv]. El Centro está recopilando información para capturar a fugitivos por delitos económicos y confiscar los activos ilegales. Cai Wei, representante de la Comisión Central de Control Disciplinario del Partido Comunista de China, dijo que “el Centro sentaría una base sólida para el estudio de los delitos de corrupción transfronterizos y ofrecería apoyo de inteligencia para combatir la corrupción a nivel global”.

Es previsible una tensión entre los distintos mecanismos creados ad hoc para la erección de infraestructura de alcance global. En primer lugar, esa situación crítica puede ser incentivada por la magnitud del negocio (solo el TGV Pekín-Moscú que ya se está construyendo demanda U$S 250.000 millones!). Segundo, no son descartables luchas de poder entre el sector público de los países, los organismos multilaterales (con tarjeta amarilla) y el sector privado (McKinsey, una de las consultoras más grandes del mundo[v], formó una empresa exactamente igual al GIF del Banco Mundial). Por último, el juego de competencias para que un proyecto se haga bancarizable normalmente es engorroso y puede dar lugar a manipulaciones. De cualquier manera, las urgencias dadas por las “recomendaciones” de los líderes del G20, sumado a la visibilidad que tendrán proyectos de dominio público en cada país, aseguran eficacia y un creciente dinamismo de los actores comprometidos.

Es difícil imaginar la cuantificación de una panoplia global de proyectos en el ramo. Ya el hecho de sacar de la órbita nacional la parte más significativa en cuanto a la concepción de la infraestructura para ponerla en el marco de un logicial global, aumenta hasta límites insospechados la cantidad y la diversidad de opciones que se puedan crear y la eficacia de los emprendimientos. En este contexto, existen cantidades cuasi ilimitadas obras para hacer y se cuenta en demasía con los recursos financieros y tecnológicos necesarios para llevarlas a cabo. Sus resultados serán de alto impacto: conectividad transfronteriza, facilitadoras de intercambio comercial, tránsito de factores productivos, sinergias por contraste de situaciones diversas, factores reconfigurantes de alcance territorial y demográfico, soberanía nacional atenuada, etc. La incomprensión y las reacciones adversas estarán presentes, pero no habrá marcha atrás aunque los pasos en cada caso se deberán dar dentro de andariveles políticamente transitables. África será el laboratorio de ensayos para este desafío insólito de la terra patria.

La “recolonización” del África

Esta vez no serán exploradores, aventureros ni mercenarios ávidos de riquezas. El tráfico de diamantes, petróleo, maderas finas, cobre, titanio, oro, marfil, petróleo, cobalto, uranio, bauxita, plata, frutas tropicales, etc., está ya consolidado desde hace siglos; funciona a pleno con sus casas matrices reposando plácidamente en el acogedor suelo europeo. Las consecuencias: el 60 % de los trabajadores africanos realiza actividades rurales, y el 80 % de lo que el continente exporta son materias primas, mientras que los productos industrializados representan la casi totalidad de sus importaciones. Solo el 15 % de la población está empleada en el sector industrial siendo Sudáfrica, Egipto, Marruecos, Túnez, los que poseen la mayor parte de dicha actividad. Así, África es el continente más pobre del planeta; su PBI representa tan solo el 2,6 % del total mundial.

Lo que se busca con esta movida global es la incorporación al consumo de centenares de millones de personas. Y esa facilidad no se logra con sueldos miserables. La inclusión competitiva implica la creación de puestos de trabajo dignos que, en un plazo no breve pero tampoco indefinido[vi], pueda poner a las masas africanas en la situación que muestra actualmente la población china y sus vecinos, con sus clases medias en crecimiento acelerado. Es bien sabido que esos países asiáticos arrancaron hace unas pocas décadas desde situaciones parecidas a las que hoy muestran los africanos.

A principios de este mes tuvo lugar en Sudáfrica una conferencia organizada conjuntamente por el T20 (grupo de think tanks) de la actual presidencia alemana del G20 con diversas organizaciones multilaterales, académicas y de gobiernos, alemanas, locales y de otros países africanos[vii] . Como su nombre lo indica, estos espacios de pensamiento creativo e innovador son los que le dan letra al G20[viii]. Un repaso de los documentos de las deliberaciones muestra, explícitamente y en subtextos, el vigor, la convicción y la rapidez con que desde el mundo desarrollado se está actuando frente a la postergación africana… como si se quisiera evitar un debate estéril sobre las culpas históricas de ese estado de cosas. Esos documentos se refieren a los mecanismos necesarios para sostener la cooperación Africa-G20 así como la participación académica de los africanos en el proceso del T20. Asimismo, grupos de trabajo temáticos formularon recomendaciones de políticas específicas sobre cómo el G20 y África pueden fortalecer la cooperación en los siguientes temas: 1) infraestructura, 2) e-commerce y economía digital, 3) agricultura, seguridad alimentaria y acción climática, 4) comercio e inversiones, 5) cooperación internacional en cuestiones de fiscalidad, 6) desarrollo político y social ambientalmente sustentable.

Ejemplos de fuerte interdependencias entre África y el G20 son el cambio climático, las consecuencias de la crisis financiera y económica, las pandemias, el terrorismo, la migración y los refugiados. Se acordó en que el proceso del G20 ofrece una oportunidad para que África fortalezca sus compromisos multilaterales. En consecuencia, el éxito de estas iniciativas depende de la comunicación pública y de consultas políticas intensivas y de alto perfil con los socios africanos. Ya los frutos de esa cooperación intensiva que se pone en marcha, se comienzan a ver con la acción de los chinos en la costa oriental.

Una nota publicada este mes en el NYT[ix] se refiere a la inauguración de una línea ferroviaria entre Djiboutí y Addis Abeba, capital de Etiopía. Es el primer FFCC transnacional que se construye en el continente. No es de extrañar. Para referirse a los tendidos coloniales –hace ya más de un siglo- el autor de la nota usa la palabra “maraña”: cantidad de líneas desconectadas, con trochas incompatibles, y solo útiles para llevar materias primas al puerto. En este caso, de acuerdo a los nuevos tiempos, el ferrocarril vincula dos puntos de gran valor estratégico ya que Djiboutí, siguiendo el diseño de Hong Kong, puede llegar a constituir una nueva zona manufacturera libre de impuestos y un hub para el comercio regional. La apuesta es importante. Solo en Djiboutí China está invirtiendo la friolera de U$S 14.000 millones (tres puertos, dos aeropuertos, una serie de centrales eléctricas, y una tubería para traer agua del país vecino) si se tiene en cuenta que ese pequeño país tiene apenas 23.000 Km2 y una población de menos de un millón. Según las expectativas de una autoridad local, los 750 Km de la nueva línea serán “apenas el primer tramo de una ruta transafricana, del Océano Índico al Atlántico” (¡)

Sin duda, las obras de infraestructura serán la que mayores recursos insuma en África. Pero la cooperación, como se viene dando, será multifacética, y ya es una preocupación central de los países del G20. La cuestión cobra interés entre otras por dos razones. El año que viene, la Argentina ser hará cargo de la presidencia del G20 que hará su descomunal cumbre en algún lugar del país adecuado a la circunstancia (¿Bariloche?). En el programa, la actividad sobre África cobrará un espacio central y bien podría ser organizada en forma conjunta con los países vecinos. En segundo lugar, la costa occidental del África cuyo dibujo muestra, en forma evidente, que alguna vez estuvo unida a la costa oriental de América del Sur, está esperando de los países del Mercosur, sus provincias y distritos, el inicio de una corriente de cooperación como lo hace China del otro lado.

Ing. Alberto Ford
La Plata, febrero de 2017



[i] globalinfrastructurehub.org
[ii] http://globalinfrafacility.org/what-is-the-gif
[iii] http://ppp.worldbank.org/public-private-partnership/overview/what-are-public-private-partnerships
[iv] https://mundo.sputniknews.com/asia/201609231063655164-g20-china-corrupcion/
[v] La compañía de origen norteamericano da servicio a 2 de cada 3 empresas de la lista Fortune 1000, cuenta con 94 oficinas en 50 países y 9.000 consultores
[vi] El máster plan para el continente es la Agenda 2063
[vii] Participaron 240 delegados pertenecientes a organizaciones africanas (Unión africana, NEPAD, Banco africano de desarrollo), del gobierno sudafricano y alemán, Unión europea, OECD, y de otros grupos pertenecientes al G20 como el B20 (business group). La conferencia fue parte del programa del T20 que discurre en el marco de la actual presidencia alemana del G20. Las asistencias registradas muestran también cómo en forma más o menos sutil van quedando de lado organizaciones multilaterales tradicionales.
[viii] Desde 2008, cuando tuvo lugar la Primera Cumbre del G20 en Washington, los encargados principales de dar forma a las propuestas que luego aprobarían los líderes mundiales, son dos: Atlantic Council (USA) y Chatham House (The Royal Institute of International Affaires, UK). Posteriormente, a partir de la Cumbre de México en 2012, se fue abriendo más el juego a los aportes intelectuales del resto de los países miembros en reuniones del denominado T 20 (“grupo de compromiso”, engagement group of think tanks).
[ix] https://www.nytimes.com/2017/02/07/world/africa/africa-china-train.html?_r=1