lunes, 29 de agosto de 2022

 

El enigma chino

 

 

Dar respuesta a los interrogantes que despiertan los claroscuros del proceso chino es uno de los desafíos más apasionantes de la gnoseología política. De China se dicen muchas cosas no siempre bien fundadas; a ello tal vez contribuya la extrañeza que despierta (por lo menos para nosotros), lo acelerado de su curso reciente y, last but not least, determinados intereses que intentan poner a China en lugares que no corresponden ni ellos desean estar.  Si nos atenemos a una consulta pormenorizada de sus pronunciamientos oficiales, tendremos una visión suficientemente demostrativa de su trayectoria, antes y después de la formación de la RPCh en 1949, lo que pondrá en evidencia cuáles son sus verdaderas intenciones como potencia mundial. El presente trabajo, un poco más extendido de lo habitual, se aboca a ese cometido.


En julio de 1971, durante una ceremonia en Islamabad, capital de Pakistán, el entonces asesor de seguridad de la Casa Blanca, Henry Kissinger, de forma repentina dijo sentirse enfermo; atribuyó su malestar al cansancio y a los cambios en su alimentación, pues llevaba varios días de gira por países de Asia. Su anfitrión, el presidente Yahya Khan, propuso de inmediato hospedarlo en una residencia del gobierno en las montañas, asegurando que el clima fresco permitiría al visitante descansar y lograr una pronta recuperación. Efectivamente dos días más tarde el alto funcionario estadounidense "regresó recuperado" listo para proseguir su gira.

Esa fue la historia oficial, pero no lo que realmente pasó. Kissinger no estuvo en las montañas. A bordo de la limusina que subió hacia la residencia iba un agente del servicio secreto ocupando el asiento del asesor de la Casa Blanca. Mientras tanto, el presidente Khan trasladó a Kissinger en un auto con su chofer privado a un aeropuerto ubicado las afueras de Islamabad, donde a las cuatro de la mañana abordó un avión civil paquistaní con destino a China.

Ese fue el comienzo de la llamada operación Marco Polo que hace medio siglo permitió entablar con el primer ministro Chou En-lai las conversaciones secretas que harían posible el histórico viaje del presidente Richard Nixon a China.

 


Henry Kissinger con Chou En-lai

Pocas semanas después, una invitación formal para que el presidente norteamericano visitara Peking fue transmitida por el premier Chou. Al recibir la noticia, Kissinger corrió presuroso a dar a Nixon la buena nueva tan esperada, que fue valorada como “la comunicación más importante que hemos recibido desde el fin de la Segunda Guerra Mundial”.


De los acontecimientos del siglo XX algunos son liminares. Han sido el umbral para el inicio de mutaciones de características destructivas, frustrantes o esperanzadoras. Son pocos. Podemos mencionar el desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial, la bomba de Hiroshima, la Revolución Rusa, la invención de la computadora, la salida del hombre al espacio… y a mi criterio la constitución de la Comisión Trilateral en 1972 y su obra maestra: el consenso de las élites occidentales –en un momento de regocijo por la llegada del hombre a la luna- para la puesta en marcha de la verdadera y definitiva Revolución China. Fueron razones de peso las que bajaron la ansiedad de Nixon y Kissinger al recibir la invitación de Chou. Había nacido la operación logística más voluminosa y trascendente de la historia. Para entender el enigma chino (de alta complejidad) hay que hacer un breve recorrido por la historia de ese país: un poco para atrás, desde ese momento fundante de la operación Marco Polo, y hacia adelante hasta llegar a nuestros días.

 A.  100 años previos

Hasta los 70 el pasado chino no fue fácil. Un montón de dificultades, algunas auto-infligidas, tachonaron un camino que transcurrió siempre al borde del precipicio. No es común encontrar en la vida moderna un país de cierto porte que haya vivido de una manera inestable durante tanto tiempo. Desde su decadencia como imperio se fueron sucediendo las agresiones de las potencias coloniales, las guerras civiles, la ocupación japonesa, la interesada ayuda soviética hasta la implantación del socialismo en 1949. La más importante de esas intervenciones habían sido las dos guerras del opio, en 1839 y 1856, que obligaron a China a abrirse al comercio exterior. Finalmente, la derrota de la dinastía Qing en 1912 marcó el fin de un período de desgajamientos, una de cuyas consecuencias fue la cesión de Hong Kong a Inglaterra y de Macao a los portugueses. El fin de la era imperial dio lugar al establecimiento de la primera República de China comandada por Sun Yat-sen, líder y fundador del Kuomintang.

En sus andanzas por el sudeste asiático, André Malraux se hizo de la suficiente información como para escribir La Condición Humana, novela que refleja magistralmente la evolución de las luchas políticas y sociales a principios del siglo pasado. Son los inicios de la prolongada guerra civil entre nacionalistas y comunistas que se vería atemperada momentáneamente en los años treinta por el intento de establecer una alianza de compromiso entre ambas fuerzas con el fin de enfrentar la ocupación japonesa de Manchuria.

Durante las conversaciones entre ambos bandos continuaron las acciones represivas por parte del Kuomintang que disponía del ejército más fuerte en el vasto territorio chino, disperso e incomunicado, lo que llevó a los comunistas a refugiarse en las montañas del noroeste. Conocida como “la larga marcha”, esa retirada estratégica ha sido rodeada en la épica china de un carácter heroico, aunque haya sido en realidad una medida pasiva de autodefensa. Finalmente, como consecuencia de esa actuación, el peso principal de la lucha anti japonesa lo tuvo Chiang Kai-shek, el líder nacionalista que heredó el mando del Kuomintang luego de la desaparición de Sun Yat-sen. Es en ese período cuando se imponen las ideas de Mao sobre el papel del campesinado en la revolución.

Luego de muchos años, al final de la Segunda Guerra Mundial (2GM), la derrota de las fuerzas japonesas continentales estacionadas en Manchuria fue obra del Ejército Rojo en lo que se conoce como la operación Tormenta de Agosto o Batalla de Manchuria. Un millón y medio (¡) de soldados soviéticos y mongoles iniciaron las acciones contra  665.500 japonenses dos días después del lanzamiento de la primera bomba atómica sobre Hiroshima. La intervención soviética se había resuelto en la conferencia de Yalta, celebrada en febrero de 1945, donde Stalin había aceptado las peticiones de los Aliados para romper el Pacto de Neutralidad con Japón a los tres meses de finalizado el conflicto en Europa, o sea el 9 de agosto. La participación tardía de la ex URSS contra Japón -un episodio muy poco conocido de la 2GM en el Extremo Oriente- cobra una importancia estratégica en relación a la ulterior lucha de los comunistas chinos hacia a la toma del poder.

El desenlace de la guerra significó el fin de la odiada presencia de Japón en Manchuria y Corea, un objetivo por el que los chinos habían luchado denodadamente durante más de 10 años, pero también un fortalecimiento de las posiciones de Mao Tse-tung frente a Chang Kai-shek por la presencia del Ejército Rojo. En los archivos se pueden ver fotos de la enorme cantidad de armamento japonés capturado, que fue entregado en su totalidad al Ejército Popular de Liberación que dirigían los comunistas. Con esa base logística -más ayuda militar encubierta por parte de rusos- se reinició la guerra civil que culminaría el 1 de octubre de 1949 con la fundación de la República Popular China (RPCh). 

Se inicia otra historia. Chiang Kai-shek, derrotado, se refugia en la Isla de Taiwán (antes bautizada como Formosa por los portugueses) para preservar la vigencia de la República de China. A partir de ahí, Taiwán, celosa y generosamente apoyada por los EEUU, inicia un rápido proceso de desarrollo.  Enfrente, en el continente, las cosas no fueron tan apacibles. Cuando parecía que las interferencias externas deban un respiro, transcurrido poco tiempo de vida independiente, comienza otro calvario esta vez debido a políticas aplicadas o alentadas desde la cúpula del poder que llevaron a la sociedad china a la situación extrema que encontró Kissinger en su misterioso viaje. 

B.   La instauración del comunismo 

El texto de la obra que Carlos Marx tituló El 18 de brumario de Luis Bonaparte comienza con una frase del autor: "La historia ocurre dos veces, la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”. La recordación vale porque en la revolución china se dan ambos eventos: la experiencia soviética -que finaliza en Rusia con un contundente fracaso- y el asesoramiento, a partir de esa experiencia, que los soviéticos brindaron a sus camaradas chinos para construir la nueva sociedad. 

Hasta la pelea de Mao con Nikita Jrushchov en 1958, que marcó el inicio de la guerra ideológica entre ambos partidos comunistas, la presencia de la Unión Soviética (URSS) fue dominante. La ayuda soviética a China se extendió a las industrias, la agricultura, las fuerzas armadas y la infraestructura, con la asistencia de varios miles de soviéticos enviados como asesores técnicos, administrativos y militares. A partir de 1954 la URSS empezó a remitir ayuda financiera y económica a gran escala en base a la consideración implícita de que el atraso tecnológico e industrial de China resultaba un terreno fértil para asentar firmemente la influencia soviética en el país. En esta asistencia, prestada hasta 1959, la URSS gastó un 7% de sus ingresos nacionales para ayudar al desarrollo de China, superando incluso el presupuesto del Plan Marshall que contribuyó a la recuperación europea de posguerra. 

Recién fundada la RPCh se produce el estallido de la Guerra de Corea en la que China se involucró para ayudar a Corea del Norte. Ese acontecimiento, de enorme trascendencia en su momento, forzó más el acercamiento entre los gobiernos de Pekín y Moscú, siendo que para dicho conflicto los chinos proporcionaron tropas, y los soviéticos armamento y asesores bélicos o directamente personal de combate para la aviación. 

El Gran Salto Adelante (GSA) 

A fin de los ´50 se pone en práctica una propuesta del presidente Mao que quiso ser un calco del plan quinquenal soviético. El GSA fue una campaña de medidas económicas, sociales y políticas implantadas con el objetivo de transformar la tradicional economía agraria china a través de una rápida industrialización y colectivización. Los principales cambios del régimen rural incluyeron la creación de las comunas populares, la prohibición de la agricultura privada, el impulso de los proyectos intensivos en mano de obra y la política llamada "caminando con dos patas", que combinaba las pequeñas y medianas iniciativas industriales con los grandes emprendimientos. 

La idea del gobierno chino era industrializar el país y aumentar la producción agrícola haciendo uso del trabajo en masa, evitando así tener que importar maquinaria pesada. El efecto más visible fue la campaña de creación de pequeños altos hornos en cada comuna para la fundición de acero. En octubre de 1958 se informaba de la existencia de un millón de estos hornos (cubilotes), incluso en las fábricas, escuelas y hospitales donde los trabajadores calificados eran obligados a abandonar sus tareas para destinar parte de su tiempo a producir acero. Pese a la propaganda oficial, el acero producido por estos hornos artesanales era en gran parte inservible debido a la mezcla de diferentes metales durante su elaboración. 

Las consecuencias fueron desastrosas. La colectivización forzada de la agricultura, el uso del metal de las herramientas (!) para alimentar los hornos -a costa de la producción y para cumplir planes inalcanzables- y otras medidas del estilo, provocaron una hambruna que le costó la vida por inanición a más de diez millones de personas, la mayoría niños y jóvenes. El fracaso visible provocó que las luchas se intensificaran en la cúpula del poder sobre la orientación de la revolución china. 

La Gran Revolución Cultural Proletaria (GRCP) 

La GRCP fue un movimiento sociopolítico que tuvo lugar en los 10 años posteriores a 1966. Iniciada por Mao Tse-tung, la GRCP se propuso preservar la pureza del comunismo chino por medio de la eliminación de los restos de elementos capitalistas, y reimplantar su pensamiento condensado en el “pequeño libro rojo” como la ideología dominante dentro del PCCh. La GRCP marcó el regreso de Mao a una posición de poder luego de los fracasos de su Gran Salto Adelante. La convulsión generada con la GRCP paralizó políticamente a China y afectó negativamente tanto a la economía como a la sociedad en su conjunto. 

Los sitios, objetos y archivos históricos de China sufrieron daños devastadores, ya que se creía que estaban inspirados en las viejas formas de pensar. Gran parte de los miles de años de historia de China fueron destruidos. La GRCP condujo al sistema educativo de China a un apagón virtual. Todos los institutos y universidades se mantuvieron cerrados hasta 1970, y la mayoría de las universidades hasta 1972. Los exámenes para entrar en la universidad fueron reemplazados luego por un sistema donde los estudiantes eran recomendados por fábricas, pueblos y unidades militares. 

Las principales víctimas de la GRCP fueron los medios intelectuales y dirigenciales del país. Las acusaciones generalizadas a técnicos calificados y a profesores universitarios bajo el supuesto de que realizaban actividades contrarrevolucionarias llevaron a una paralización del desarrollo tecnológico y educativo del país. Los programas de estudios en las universidades fueron reformulados para jerarquizar la enseñanza de los valores ideológicos en detrimento de aquellas materias puramente intelectuales y científicas consideradas burguesas. A una generación entera de jóvenes se les privó de la posibilidad de una educación superior más allá de la repetición de lemas revolucionarios. En su lugar, los jóvenes chinos respondieron al llamado de Mao formando grupos de la Guardia Roja en todo el país, y fueron trasladados por la fuerza al campo donde se vieron obligados a abandonar todas las formas de educación que no sean las enseñanzas propagandísticas del Partido Comunista de China. Es en ese clima que se pone en marcha la Operación Marco Polo en consonancia con los lineamientos de la Comisión Trilateral de la cual Kissinger había sido su fundador. 

C. Se hace la luz

Las negociaciones con Occidente, de enorme complejidad, fueron facilitadas por los cambios generacionales que se estaban por producir en China. Unos longevos Mao y Chou En-lai –este último un incansable piloto de tormentas proveniente de una acaudalada familia- fueron los encargados de verse con Nixon y Kissinger para establecer los lineamientos de la sorprendente alianza que se estaba por producir. En 1979, ya fallecida la vieja guardia, el último de los sobrevivientes, Deng Xiaoping, se consolida en el gobierno e inicia el proceso de transferencia industrial. Lo guiaban concepciones totalmente reformistas (“no importa que el gato sea blanco o negro, lo importante es que cace ratones”).

Las primeras notas de la racionalidad y la modernización chinas fueron tañidas desde las democracias capitalistas, un sistema que gracias a la Revolución Científico y Tecnológica por primera vez estaba en condiciones de producir más de lo que era posible consumir. Nunca había pasado esto en la historia de la humanidad: el fin del reino de la escasez. Las consecuencias –obviamente en un primer momento potenciales- eran sorprendentes. En la ecuación global de la oferta y la demanda, ésta última pasaba a ser la variable crítica. Y la respuesta fue inmediata. La vista giró hacia el mercado más atractivo. En China esperaban sus mil millones de potenciales consumidores. Y no sólo eso. 

La innovación producto de la RCT hacía necesario, para los países desarrollados, descentralizar hacia el Oriente las producciones de medianas y bajas tecnologías. Así se comienza con la transferencia masiva y continuada de medios de producción hacia la periferia. Las matrices de los países desarrollados se reformulan. En EEUU nace el Silicon Valley en sintonía con la evolución ininterrumpida de las ciencias y las tecnologías de punta. Al mismo tiempo China recibe una lluvia de fábricas cuyos productos comienzan a aparecer en las góndolas de todo el mundo. 

Lo que sigue es historia reciente y bien conocida. China ha venido creciendo en forma ininterrumpida a niveles del 10% anual (“tasas chinas”) lo que les permitió sacar de la pobreza a más de mil millones de personas en un breve periodo de tiempo. Esos logros son tan sorprendentes que cuesta verlos sin sufrir deslumbramiento… lo cual a veces atenta contra la objetividad. 

Los factores exógenos en la modernización china han sido decisivos; no hay manera de que por sí sola, dadas las condiciones que hemos descripto, en cuarenta años la RPCh hubiera llegado a ser lo que es hoy. También es cierto que esos factores, puestos en otro lugar del planeta, no hubieran podido plasmarse de la forma en que allí lo hicieron. China fue bien elegida. No solo por la magnitud del mercado cautivo, su importancia geopolítica o el bajo valor de la mano de obra, sino por la disciplina implicada en el acostumbramiento prolongado de los individuos a la obediencia debida a los comunistas. La fórmula cerraba. A esta correlación sinérgica se le sumaba la fuerza que daban las legítimas aspiraciones motivadas por el orgullo de recuperar el prestigio histórico de que gozaron en su prolongada era imperial. 

La tecnología 

El poder no nace de la tecnología, nace de las ciencias básicas, que es el núcleo generatriz de toda la cadena del conocimiento aplicado. Es a partir de ese gen que se van sucediendo una serie de etapas hasta llegar al uso de una técnica o competencia para el logro de un fin determinado. La ciencia da lugar a tecnologías (normalmente patentables) a través de lo que se denomina investigación+desarrollo (I+D o en inglés R+D=research+development). Cuando a una tecnología ya patentada se le introduce una mejora también se puede patentar como “modelo de utilidad”. Finalmente está el instrumento de aplicación, algún adminículo   gobernado por un chip, que ahora es el cerebro universal de todos los actos tecnológicos. 

Mientras que es inmediata la aplicación de una técnica a cargo de un instrumento que está al alcance de la mano de quienquiera (como el smartphone), la generación del conocimiento que lo concibe es una cuestión aleatoria que no está determinada ni se da en cualquier lado; es fruto del des-cubrimiento, o sea lo que asoma luego de estar tapado (¡Eureka!). Para que aflore ese saber recóndito y nonato hace falta inteligencia, genialidad, talento, perseverancia y una cuota considerable de suerte, en un contexto de proclividad. Los resultados obtenidos en EEUU lo demuestran. Aparte de la paz y la literatura, los Nobel galardonan el descubrimiento científico. De los 935 premios entregados hasta la fecha, los hombres y mujeres de ciencia laureados han sido de EEUU 385, UK 132, Alemania 108, Francia 70, Rusia 31, Japón 28, Italia 20, China 0. No es que los estadounidenses sean más inteligentes que los demás. Se trata de las condiciones sistémicas que el gran país del Norte ha sabido crear para la investigación y, lo más importante, el tiempo transcurrido de maduración. Las universidades e institutos norteamericanos se vieron favorecidos a mitad del siglo pasado por la emigración de grandes científicos europeos (la mayoría perseguidos por el nazismo) y los grandes inventos y descubrimientos fueron una consecuencia de la reunión de esa masa crítica de inteligencia. Por mucho tiempo eso será así hasta que las nuevas condiciones comunicacionales en materia de descentralización globalizante se vayan haciendo sentir en forma paulatina. 

Sin embargo, la propiedad intelectual y el usufructo de las patentes más redituables no son atributo de las naciones, incluida EEUU, sino propiedad de empresas globales que no dependen del país de origen sino de donde comercializan sus bienes y servicios, o sea en todo el mundo. Lo engorroso del control y la fiscalidad de estas actividades hace que los contenciosos no se produzcan entre los países sino entre estos -en conjunto- versus las empresas, sobre todo las tecnológicas. Por esa razón, el G20 estableció por primera vez el año pasado una tasa global a las grandes empresas que alcanza el 15%. Por ejemplo, en Taiwán está radicada TSMC, el más grande fabricante de microprocesadores del mundo, que en los últimos meses ha puesto en jaque a toda la industria global, en particular la automotriz que los usan en cantidad. La tecnología de TSMC proviene de EEUU y la propiedad es un joint ventures que integra a las grandes tecnológicas de diversas maneras y composición. 

Hemos descripto las condiciones de extrema carencia que China mostraba en sus universidades cuando comenzó el proceso de la modernización capitalista hace 50 años.  Fueron decenas de miles de empresas las que se relocalizaron en poco tiempo. El gigantesco esfuerzo de adaptación de tecnologías generadas en Occidente, que venían embarcadas en el equipamiento industrial, habrá ocupado la totalidad de la fuerza de trabajo profesional que se salvó de la revolución cultural. En la emergencia, China tomó medidas inteligentes: casi un millón de sus jóvenes están preparándose en universidades americanas donde no faltan los cazatalentos que detectan los mejores egresados para que se queden trabajando en sus laboratorios. Así, la situación descripta de ninguna manera da para pensar que China –si es que realmente lo deseara sobre lo que nunca se ha pronunciado- pueda como a veces se arguye incluso en la academia disputarle en algún momento del futuro la supremacía tecnológica a EEUU. 

Las empresas 


Tomo el caso de Lenovo, el fabricante más grande del mundo en computadoras. Actualmente, el 39,6% de Lenovo es propiedad de socios públicos (cotizan en bolsa de Nueva York), el 42,4% es de Legend Holdings Limited (firma china de fondos de inversión donde el gobierno tiene el 65% y del resto participa entre otros la fundación de Bill y Melinda Gates), el 7,9% es de IBM y el 10,1% de Texas Pacific Group, General Atlantic y Newbridge Capital LLC (tres firmas estadounidenses de fondos de inversión). Efectivamente el gobierno chino posee el 27,5% de Lenovo y es por ende el socio mayoritario. Lenovo tiene acuerdos de diverso tipo (fusiones, adquisiciones y asociaciones, comerciales, de transferencia de tecnología, etc.) con empresas norteamericanas, europeas, japonesas y coreanas (Motorola, NEC, IBM,  muchas otras). No hay ninguna razón para que el resto de las empresas no muestren similares comportamientos. 

Por su parte, las traders chinas conviven con los gigantes occidentales, que son las encargadas de agregarle el mayor valor a los productos. El caso de la muñeca Barbie es demostrativo. De los U$S 10 en que el juguete se vende al mostrador en Nueva York solo U$S 1 es su valor cuando el fabricante chino la pone en el conteiner; los U$S 9 restantes se agregan en alta mar, el puerto de arribo y el mayorista. Así, en la globalización se va haciendo cada vez más difícil sino imposible el desarrollo de capacidades nacionales que puedan ser esgrimidas como factor de negociación. El karma de “vivir con lo nuestro” es solo una ilusión. La interdependencia transfronteriza es crecientes y multifacética (comercial, tecnológica, simbólica, técnica, intelectual, etc., etc.). De una u otra manera ese nuevo enfoque sin excepción vale para todos los países. 

La conectividad 

En 1949 China tenía no más de 22.000 km de líneas férreas no electrificadas, mal mantenidas y devastadas por las guerras, de las que solo 1000 km eran de doble vía. Desde entonces, el gobierno de China ha más que triplicado la longitud de la red y transformado totalmente la calidad y la capacidad de su sector ferroviario. En particular la extensión de las líneas de alta velocidad alcanza al día de hoy aproximadamente la mitad de la de todas las líneas del mundo sumadas. Eso supone un crecimiento en los últimos años que se puede ver en los gráficos. 

 

Extensión de la red de TGV en Km según la velocidad de la formación, 2008 2015

 



Km of high speed rail track in operation

Year

HSR length (km)

±% p.a.

2010

8,358

—    

2012

9,356

+5.80%

2013

11,000

+17.57%

2014

   16,000

+45.45%

2015

19,000

+18.75%

2016

22,000

+15.79%

Year

HSR length (km)

±% p.a.

2017

25,000

+13.64%

2018

29,000

+16.00%

2019

35,000

+20.69%

2020

37,900

+8.29%

2021

40,000

+5.54%

Crecimiento en Km y porcentual en tasas chinas de la red de TGV. 2010 2021

 ¡Realmente una performance descomunal! 

En general, en todos los componentes de lo que se denomina la infraestructura de conectividad (puertos, caminos, autopistas, aeródromos, redes informáticas, etc.), China muestra similares índices de crecimiento en sus inversiones. Y en su territorio se ha puesto en juego una tecnología de las más avanzadas del mundo. En ese ámbito China está en condiciones de dar respuesta a una de las principales asignaturas pendientes de la globalización: dicho en términos técnicos, el cambio, de la configuración de los flujos informativo-comunicacionales desde lo radiocéntrico a lo reticular. La infraestructura existente a nivel mundial todavía es heredada en gran medida de la época colonial. En ella, los flujos de todo tipo, comerciales, migratorios, telefónicos, noticias, información, etc., han sido de paso obligatorio por los centros de poder, una disfuncionalidad que se puede encontrar en cualquier lugar del mundo… aunque con menos intensidad en los países desarrollados. Las expresiones “centralistas” son un obstáculo para una comunicación más fluida y en consecuencia afecta todo el funcionamiento de las sociedades. En la era de Internet, la posibilidad de acceder a disposiciones multidimensionales para la comunicación, amerita redibujar el mundo de otra manera. En el caso chino, La Nueva Ruta de la Seda es uno de los proyectos de mayor envergadura existente en la actualidad que aborda aquella herencia distorsiva. 

En la división global de las oportunidades, a China, en su carácter de gran potencia, le han tocado desafíos por demás interesantes. Uno de ellos es de acentuada responsabilidad: está llamada a jugar -en estrecha alianza estratégica con Rusia aunque por lo que se ve con funciones diferenciadas- un rol geopolítico de creciente importancia en el continente euroasiático y, sobre todo, del otro lado de la grieta en lo que ahora se denomina el Sur Global.

—o0o— 

La cumbre de la democracia organizada por Biden en diciembre de 2011 sumado a las sanciones y la política de cancelación con respecto a Rusia, está contribuyendo decisivamente para separar de Occidente a las denominadas autocracias. No obstante, entre quienes deciden ya no se acepta tan dócilmente el intervencionismo derivado de concepciones como las del destino manifiesto y el unilateralismo emergente en la posguerra fría. Pero, como decía Gramsci, lo nuevo tarda en nacer y lo viejo en morir. En ese contexto inestable, imaginar que China va a disputarle el trono a EEUU es una fantasía que se está instalando mediática y académicamente sin ningún fundamento valedero. China no lo desea; lo único que le interesa es vender y aumentar su influencia, pero eso no significa transformarse en el gendarme del mundo ni siquiera de su hinterland donde sus relaciones de vecindad son o han sido conflictivas salvo con Pakistán y de vasallaje con Corea del Norte. Es cierto y es motivo de orgullo no solo para ellos: han llegado a ser la primera infraestructura industrial y la segunda economía del mundo. Un logro extraordinario que no significa necesariamente llegar a ser un hegemon. Salvo en vetustas bibliotecas marxistas, el poder económico no se transforma, como la oruga en mariposa, en poder político. China hace conocer su performance y desea que se esparza su increíble ejemplo; tiene todo el derecho y se lo merece. Es el estímulo para su aporte en la cooperación con países menos desarrollados poniendo a disposición la extraordinaria capacidad de construir infraestructura de conectividad que posee. Lo amerita el cometido de erradicar la pobreza de todos los rincones del planeta que es el principal desafío de la humanidad.  

Ing. Alberto Ford

Buenos Aires, agosto de 2022

albertoford42@yahoo.com.ar

 

 

viernes, 12 de agosto de 2022

 

La grieta global

 

La división entre países democráticos y autocráticos, constituye la base organizacional de la nueva grieta global que se está configurando aceleradamente. No es un conflicto insoluble pero por lo menos, durante las próximas décadas, será el principal movilizador del funcionamiento del mundo. Por delante tenemos el desafío de abordar la problemática de la pobreza, y lograr que los bienes que hoy ya se pueden producir ilimitadamente lleguen a estar en disposición generalizada. Temas como los de cambio climático y la modificación de la matriz energética así como una conectividad reticular adecuada a las necesidades productivas y de empleo, estarán en el tope de la agenda. La grieta es una imposición arbitraria. No son iguales las posibilidades del Occidente Democrática y el llamado Sur Global. La división funcionará como un sistema emulativo capaz de movilizar los problemas y las soluciones universales. Hoy por hoy la guerra en Ucrania es el principal factor reconfigurante en establecer los nuevos escenarios que van a regir la vida de la sociedad humana por los menos hasta 2050.

 

Va tomando cuerpo la convicción de que el mundo se está fragmentando, por lo menos en lo inherente a la política, la diplomacia y la comunicación, como si la cortina de hierro que delimitó el escenario de la guerra fría se estuviera cerrando nuevamente. Ello no significa que la separación vaya a impedir el funcionamiento en su totalidad de la agenda internacional, debido a que hay ítems que están globalizados irreversiblemente. Por ejemplo, el comercio. Puede haber un guerra comercial pero solo comprenderá bienes y servicios, que son el 25% de las transacciones. El otro 75%, las cadenas de suministros (GVC), no se pueden tocar más que con el fin de alcanzar una mayor racionalidad geográfica acercando la producción de las partes a las terminales De lo contrario se pararía la economía mundial.

Los enfrentamientos (y las complementariedades subrepticias) se darán entre naciones cuya ubicación no responde a una rígida división geográfica a pesar de la forma en que su agrupamiento se suele denominar: el Occidente Democrático y el Sur Global. No pasará mucho tiempo sin que se terminen de perfilar nítidamente las dimensiones que definirán la nueva situación. A diferencia de antaño, hoy todo pasa dentro del capitalismo.

 

--o0o—

 

Aunque había antecedentes que permitían anticipar el cambio, la grieta a escala mundial recién fue instalada, en forma inopinada, a partir de dos acontecimientos. Uno en Carbis Bay, entre las playas y acantilados de la punta sudoeste de Inglaterra, donde en junio del 2021 se reunió -con la presencia física de la Reina Isabel- el Grupo de los Siete (G7); el otro, pocos meses después, cuando el presidente Biden convocó a 110 países para realizar una Cumbre Virtual de la Democracia. En ambos eventos el Occidente Democrático jugó todas las fichas. En el primero, se redactó el acta de defunción del Grupo de los Veinte (G20) países cuyas cumbres de líderes habían venido funcionando desde 2008. En el segundo, los estrategas del Departamento de Estado diseñaron una actividad faccional que dejó afuera a 96 países, catalogados de hecho como autocráticos.

 

La Cumbre Virtual de la Democracia fue, sin duda, la actividad insignia del año 2021. Sin embargo, los países participantes lo hicieron de acuerdo a una selección que generó preocupación en medios y fundaciones que se preguntaron -en algunos casos con sentido crítico, extrañeza y hasta sorna- si era conveniente para EEUU dejar afuera tantos países, algunos de los cuales deberían haber sido convocados, y tener adentro otros sin los suficientes merecimientos.

 

 


Cumbre Virtual de la Democracia. En rosa los participantes. Diciembre de 2021.

 

Si bien la política no es una ciencia exacta, la división artificial entre ambas categorías de países –discutible en no pocos casos- es una aceptable base conceptual para analizar desde su propia dinámica las vicisitudes de la gobernanza global.

 

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A ambos lados de la grieta no existe la misma experiencia de acción conjunta. Mientras estadounidenses, europeos y japonesas pueden mostrar, desde la reconstrucción de posguerra, una larga historia de acuerdos, a la parte autocrática le espera un arduo trabajo de concertación en no pocos casos en contextos de intensa desconfianza. Además, si el Occidente Democrático carece de una problemática de litigios tan compleja o por lo menos de una escala inmanejable, el Sur Global es lo contrario: salvo situaciones excepcionales, todo está por resolverse. La lista de problemas a encarar, derivada en lo fundamental del subdesarrollo, es interminable.

 

Desequilibrio territorial y demográfico, con sus secuelas asociados de la conurbación, migraciones, narcotráfico y pobreza extrema en vastas zonas, la conectividad deficiente, la corrupción endémica, la incapacidad del sistema económico o la falta de decisiones oportunas para mejorar las condiciones de vida de sus sociedades; los esfuerzos para un funcionamiento ordenado de ese conjunto heterogéneo de países, no podrán desde el inicio disimular posiciones divergentes en conflictos irresueltos. Casos como los de Siria y el Medio Oriente en general, el fundamentalismo latente en Asia Central o la litigiosidad entre la India y China (entre los dos el 40% de la población mundial), son una muestra de ello.

 

--o0o—

 

La guerra de Ucrania ha sido, sin duda, un acicate para la ruptura entre ambos conjuntos de países. De ellos, los dos actores principales han actuado en confrontación pero, paradójicamente, también en complementariedad. Se dice que EEUU y Rusia ya se están enfrentando pero a través de una guerra proxi, queriendo significar con el neologismo una modalidad de enfrentamiento que se hace a través del otro, en este caso el ejército ucraniano, la aquiescencia de la UE o el acicate de la OTAN. Se han juntado el hambre con las ganas de comer. Los temerarios movimiento geopolíticos por parte de EEUU, han sido respondidos por la parte rusa para desatar, como veremos, una guerra cuyas motivaciones pueden ser vistas no solo como la intención de metabolizar un descontento explicito con ciertos resultados de la implosión soviética. Se sabe que para Putin la desaparición de la URSS fue la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX, y el problema de Ucrania sería una derivación descontrolada de esa desgracia.

 

Según la opinión de no pocos analistas, EEUU ha jugado, y lo sigue haciendo, un papel determinante en tres aspectos: la responsabilidad explícita en la expansión de la OTAN, contraviniendo compromisos adoptados cuando implosionó la Unión Soviética, y desoyendo las advertencias de prestigiosos académicos y políticos estadounidenses de la talla de Henry Kissinger; en segundo lugar, el rol mediático de nuevo tipo –poco convincente pero abrumador hasta la saturación- jugado por la comunicación americana; y tercero, el establecimientos unilateral de reglas de juego, entre ellas, las dos principales: la provisión incesante de armamento y estímulos a la parte ucraniana, un inevitable condicionante del scope del conflicto (y la posibilidad de que los respectivos aparatos militares tengan el tiempo suficiente  para probar sus últimos adelantos tecnológicos), y la prohibición de atacar territorios vecinos, lo que hace que los rusos cuando luchan tengan cubiertas las espaldas.

 

Dispuesto a rehacer la imagen de EEUU, seriamente dañada en su política exterior por algunos traspiés sufridos en los últimos años, la nueva administración norteamericana se propuso desde un primer momento diferenciarse netamente de las anteriores, sobre todo de la última. Con los resultados de las elecciones a la vista el Financial Times señalaba que “el presidente electo estará más dispuesto a defender los valores americanos exportando el liderazgo de EEUU después del aislacionismo de Trump.”  Empero, ideas ya pasadas de moda como la del “destino manifiesto” o más recientemente el “new american century”, siguen alimentando la ilusión de que EEUU puede prolongar en el mundo su posición hegemónica.

 

Por su parte Putin también tiene sus motivaciones. Algunas más inmediatas y verificables como acudir en defensa de los ruso-parlantes de Donbass, acosados desde 2014 por los nacionalistas de Stepán Bandera, o abordar lo que considera la inaceptable situación de que  Moscú esté a tiro de la OTAN. Pero hay otros intereses ideológicos que habitualmente son poco o directamente no tenidas en cuenta.

 

Su visión de la geopolítica está impregnada del rol que Rusia está en condiciones de jugar por el hecho de su presencia dominante en el continente más grande y decisivo. En el fondo Putin sigue al geógrafo inglés Halford John Mackinder, quien, en 1904, terminó su ensayo sobre la geopolítica, El pivote geográfico de la Historia, en el que usa la historia para ilustrar la importancia estratégica de los territorios. Mirando el mapamundi, las dimensiones de Rusia son sorprendentes, no solo por su extensión como el país más grande del mundo, sino por su influencia en Eurasia, el continente ahora visto como un todo, donde a lo largo del tiempo han pasado las cosas más decisivas. Según  Mackinder:

 

«Quién controle Europa del Este dominará el Pivote del Mundo, quien controle el Pivote del Mundo dominará la Isla Mundo, quien domine la Isla Mundo dominará el mundo»…la “región pivote” (pivot area) de la política mundial es esa extensa zona de Eurasia que es inaccesible a los buques, pero que antiguamente estaba abierta a los jinetes nómadas, y está hoy a punto de ser cubierta por una red de ferrocarriles[i]

 

Putin, como tantos otros rusos que lo fueron, no es comunista; es más bien anticomunista, y se ha mostrado en la gestión pos soviética como un claro exponente del capitalismo en lo económico… y en lo político del ahora llamado autocratismo, cuya etimología da lugar a diversas interpretaciones para identificar a quienes no concuerdan con los ideales del liberalismo. Se siente democrático a su manera (¿quién no?), pero entiende esa forma de gobierno y organización social de una manera distinta a como la ven los ideólogos occidentales. Sus fuentes son concretas e identificables.

 

Desde sus primeros años en el Kremlin, Putin adornó sus salones con bustos y cuadros de los zares que admira: Pedro I, Catalina la Grande y Alejandro II. El regreso de la iconografía zarista ha sido paralelo a la rehabilitación de filósofos como Iván Ilyin (1883-1954) y, últimamente, el encumbramiento de teóricos geopolíticos como Aleksandr Duguin (Moscú, 1962), herederos ambos del paneslavismo del siglo XIX que defendía la “unidad espiritual” de los pueblos eslavos.

 

En un artículo sobre La Rusia del Futuro (1949), Ilyin se manifestaba tanto contrario al “totalitarismo (marxista)” como a lo que llamaba la “democracia formal”, proponiendo una “tercera vía” para la reconstrucción del estado y la sociedad. Para él, la revolución bolchevique fue solo un paréntesis en una historia milenaria.

 

Por su parte, a Aleksandr Duguin lo llaman “el cerebro de Putin”. La más afín a las grandes aspiraciones de influencia mundial de Vladimir Putin es la idea que este filósofo y sociólogo llama Cuarta Teoría Política: una superación de las tres grandes teorías políticas del siglo XX (el liberalismo, el comunismo y el nacionalismo).

 

Bajo su inspiración, en 2001 nace el Movimiento Euroasiático. De una u otra forma, la premisa del eurasianismo es la misma: sobre las huellas del fracaso de la Unión Soviética y las ideas de filósofos como Martin Heidegger Carl Schmitt, Rusia debe aspirar a conservar, proteger y liderar, con una perspectiva imperial, una identidad común entre la diversidad de países, etnias, comunidades, religiones e incluso Estados bajo su influencia en Europa del Este y Asia.

 

En un mundo dividido en civilizaciones, por lo tanto, la “civilización de la tierra euroasiática” dirigida por Rusia resultaría la mejor opción para defenderse ante el imperialismo de la “civilización marítima atlántica”, dirigida por los Estados Unidos y sus aliados. Duguin se basa en la Teoría del Mundo Multipolar, para enfrentar el mundo unipolar del liberalismo encabezado por los Estados Unidos. Toda la obra del filósofo confluye en este objetivo.

 

Duguin ha visitado la Argentina más de una vez en los últimos años y no necesariamente en son de turista. Estuvo en la Escuela Superior de Guerra Conjunta de las Fuerzas Armadas, en la ciudad de Buenos Aires, para dar una conferencia sobre geopolítica. Era noviembre de 2017. Para “el pensador de la nueva Rusia de Vladimir Putin”, como señala Hinde Pomeraniec en Rusos de Putin[ii], el legado peronista es hoy uno de los insospechados aliados estratégicos para la “causa rusa” que Duguin ayudó a diseñar.

 

Duguin ha trabajado para explicar que el eurasianismo puede dialogar con una potencial alianza del continente latinoamericano como la que, en su momento, Perón proyectó entre Argentina, Brasil y Chile (el ABC). “Por eso me pone muy contento –dijo- estar en la Argentina, porque estando junto a ustedes defiendo mi causa, la causa rusa, la causa de la comunidad organizada, de la justicia y de la identidad”. En la Confederación General del Trabajo –que también visitó en aquella oportunidad- el filósofo ruso sorprendió a los oyentes diciendo que “Perón sobrevive a su muerte porque ha creado al peronismo, mientras que el putinismo no existe”. Lo que existe para “el despertar de Rusia” es el eurasianismo, la Cuarta Teoría Política y la Teoría del Mundo Multipolar. Para Duguin “a nivel cultural, el objetivo principal del proyecto eurasianista de Rusia es la afirmación de un modelo pluralista, diferenciado a múltiples niveles, y alternativo respecto a esquemas de unificación unidimensional ofrecidos por los partidarios del globalismo bajo la influencia de Occidente”[iii]

 

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Saber distinguir las características y las tendencias más probables de la situación internacional en ciernes, es vital para la Argentina. Los alineamientos dependerán en cada momento de qué aspecto de las relaciones está en juego. Es imprescindibles establecer políticas de Estado que no dependan solo de administraciones momentáneas porque se está poniendo en marcha un ciclo schumpeteriano, de largo plazo: la fase superior de la globalización. En cualquier circunstancia hay que evitar la pérdida y por el contrario fortalecer la libertad de movimientos.

 

Ing. Alberto Ford

albertoford42@yahoo.com.ar

Buenos Aires, agosto de 2022



[iii] Aleksandr G. Duguin, Proyecto Eurasia, (2016)3 CITADO EN https://panampost.com/raul-tortolero/2022/03/14/eurasia-rusia-y-china/