miércoles, 10 de enero de 2024

 Milei reinstala nuestro país en un mundo complejo

La nueva administración ha generado desconcierto entre políticos, legisladores y medios, dando lugar a un estado de ánimo difícil de manejar que se potencia con una cierta inquietud entre la gente de a pie cuando frente a la góndola toma conciencia del verdadero estado de una economía totalmente colapsada producto de tantos años de barrer la tierra debajo de la alfombra.

El gobierno de Milei es novedoso por no provenir de la casta política como a él le gusta denominar a la clase política; también lo es por la forma en que encara la gestión que no se sabe cómo tomarla, y la audacia de poner al descubierto el lado oculto de una decadencia que nos viene agobiando desde hace más de ochenta años.

Cualquier intento de analizar la situación recién generada con patrones conceptuales del pasado no promete buenos resultados porque la complejidad de los tiempos que corren requiere otro tipo de herramientas epistemológicas.

 

Luego de ser vistos durante años como un caso de estudio, la nueva situación abierta en la Argentina comienza a concitar otro tipo de interés. El cambio de actitud radica en el ascenso a la presidencia del libertario Javier Milei, un resultado sorpresivo del que se viene informando en las primeras planas de los portales y diarios del mundo.

De aquí en más la atención ya no solo será prestada debido a la fatal agudización de los problemas económicos devenidos en los años que siguieron a 1930 cuando nuestro país descendió sin escalas a la B después de haber estado jugando durante décadas en la premier league.

Una sucesión de gobiernos predominantemente peronistas, militares y en menor medida radicales, a propósito o por incompetencia y/o quedantismo, fueron construyendo durante ocho décadas un edificio sin cimientos fatalmente destinado a sucumbir por imperio de su propio peso.

El blanqueamiento en los inicios del gobierno de Milei de las argucias de toda una normativa que en los años de la decadencia se fue superponiendo como capas geológicas, contribuye a evidenciar ante nosotros y el mundo que el desmonte de ese laberinto pseudoinstitucional es imprescindible para retomar la senda del crecimiento a pesar de la obvia resistencia que están mostrando las corporaciones afectadas y el temor y la incertidumbre de la gente común que ha sido desinformada o engañada miserablemente en sus justa expectativas.

Surge la pregunta de si Milei será capaz de cumplir con la catarata de medidas conocidas digna de figurar en Libro Guinness por su cantidad, diversidad y formato, y si el mundo que le toca enfrentar facilitará esos objetivos ya que el logro de no poco de lo que se propone está condicionado por el grado de apertura y aceptación que alcance nuestro país luego de décadas de encierro.

La Argentina no está aislada

Cristina Kirchner fiel a su visión conspirativa ha dicho peyorativamente que el presidente Milei es un títere manipulado desde afuera. Aparte de la previsible intención obstruccionista del peronismo frente al nuevo gobierno, cabe preguntar si la Argentina puede ser administrada como si estuviera en un cerco inmune a las influencias externas.

La presunción malintencionada no tiene en cuenta que la historia es clara respecto. En los inicios de los tres ciclos largos schumpeterianos en que se divide la vida política de nuestro país los factores exógenos han sido determinantes: 1776 la creación por parte de Carlos III del Virreinato del Rio de la Plata para crear una alternativa a la Ruta del Pacífico, en 1860 el inicio del modelo agroexportador estimulado por Revolución Industrial y la Guerra de Crimea que afectaron el mercado internacional de cereales, y en la década de 1930 la crisis mundial y la firma del Tratado Roca Runciman.

Es difícil imaginar que en esas circunstancias nuestras élites hubieran podido actuar independientemente como tampoco podría serlo ahora que tenemos en Buenos Aires la misión del FMI para discutir el tratamiento de deuda con todos los condicionamientos que ello implica.

La modalidad elegida para gobernar en estos primeros tramos genera mucho desconcierto no solo entre la gente común sino también entre analistas experimentados.

Con una enorme cantidad de iniciativas simultáneas y entre las que hay algunas que son tildadas de irrelevantes, que no han dado tiempo para el respiro sobre todo de políticos, legisladores y medios, traducidas en decretos y proyectos de ley, medidas para desregular la economía, protocolos y ordenanzas, etc., la nueva administración en forma arrolladora y con un ánimo inocultablemente fundacional, se ha propuesto cuestionar o simplemente poner de relieve -lo cual en Argentina es una actividad riesgosa- todo un andamiaje normativo que se vino elaborando desde hace muchas décadas.

Pero la sola presentación de las iniciativas ha evidenciado como nunca –lo que ha provocado una inocultable incomodidad en distintos medios- la estructura estatal y corporativa que obró de sustento para la configuración de un abigarrado sistema normativo actuando como causa y efecto en el desarrollo de los acontecimientos.

Las reacciones a medidas provienen grosso modo de tres agrupamientos: los que rechazan forma y contenido de los nuevos instrumentos que orbitan en el peronismo, los que acuerdan con el 80% de la propuesta pero consideran que la forma elegida no es la correcta referenciados en un Juntos por el Cambio con los bordes recortados, y los que aprueban las propuestas desde el gobierno más una mayoría silenciosa de votantes que ha reafirmado sus posiciones en las encuestas de estos días.

Obviamente no todo se podrá resolver de golpe. Las alternativas de cumplimiento son variadas aunque no solo no es deseable sino que también es improbable que se vuelvan a repetir las frustraciones del pasado. Hay fuertes razones internas y externas. Tampoco es posible que todo se haga exactamente como está planteado. Habrá prueba y error; no podría ser de otra manera.

El gradualismo no ha dado resultados como se demostró en la gestión macrista. A medida que se van atacando las cosas a resolver, se van generando mecanismos reactivos que retardan todo el trámite hasta que al final todo queda igual pero con una cuota adicional de frustración.

El “modelo” Milei

El presidente ha sido encuadrado -incluso él mismo lo ha hecho para sí- en los cánones del anarcocapitalismo. Al respecto, es interesante repasar cómo se lo ve desde afuera, en particular desde ambos lados de la grieta global.

El New York Times  tituló una nota “Argentina se prepara para un presidente ‘anarcocapitalista’…Javier Milei ha dicho que la sociedad es mejor sin Estado. Ahora está a punto de dirigir el de Argentina.”

Las idas y venidas de funcionarios de ambos países después de la elección, y ya habiendo asumido el nuevo presidente, demuestran que el vínculo con EEUU se va a hacer mucho más estrecho de lo que venía siendo con el peronismo. Esa relación estratégica no se verá afectada con el resultado de las elecciones de este año sea o no elegido Donald Trump.

Una de las expresiones más curiosas proviene del Club Valdai con sede en Moscú que vendría a ser como la contraparte del Atlantic Council de EEUU en materia de orientación para los asuntos geopolíticos de sus respectivos gobiernos.

En general la diplomacia y los medios rusos demuestran tener mayor afinidad con los gobiernos populistas y no han disimulado su desencanto con la derrota del peronismo.

Según una publicación del portal del mencionado club la victoria de Milei en Argentina ha tenido un impacto significativo en al menos dos temas importantes en América Latina:

1)      un nuevo realineamiento geopolítico en la región que podría tener repercusiones en el escenario mundial, y

2)      el ascenso relativo de Estados Unidos y el núcleo del viejo poder del Norte Global.

Curiosamente al gobierno de Milei se lo asocia con la perestroika que dio fin a la Unión Soviética lo que denotaría “un periodo abierto en América Latina cuyas acciones están marcadas más por una obsesión ideológica que por la preocupación por los intereses del Estado”. 

Para el autor de la nota la ausencia de altos funcionarios en la asunción del nuevo mandatario indica “el aislamiento internacional que le espera a Argentina durante el mandato de cuatro años del autoproclamado ‘anarcocapitalista’”.

Las recurrentes menciones al anarcocapitalismo son rastreables por su huella teórica y llevan inevitablemente a conocidas figuras de la Academia como la del pensador norteamericano Murray Rothbard y su discípulo el alemán Hans Hoppe. 

Sin embargo hay algunos aspectos de la dinámica inicial en la gestión de Milei que remiten a la noción de caos, no en el sentido vulgar, sino acorde a las teorías (por ejemplo en Robert P. Murphy para quien “a partir del caos crece una libertad ordenada”) que lo emparentan con el anarcocapitalismo y conciben el caos como aquel estado de las cosas de las que puede emerger la libertad, es decir, no la consecuencia de un caos destructor sino del que es capaz de dar nacimiento a un nuevo orden creativo.

Algún baquiano avezado podría distinguir las pisadas de Cambridge Analytica si esta empresa no hubiera sucumbido en 2018 luego de haber estado según se dice husmeando en las elecciones del 2015 y habiendo dejado algunos retoños en el ámbito de la consultoría.

En un conjunto variopinto, las dos tareas fundamentales

La previsibilidad, la estabilidad jurídica, la economía en orden, un estado pequeño, eficiente y eficaz, y en general toda una normativa moderna, pueden facilitar la venida de capitales internacionales y la repatriación de los nacionales, inicialmente con dos condiciones  principales:

1) irrestricta libertad -solo respetando una normativa al efecto- para inversiones productivas como parte de una política estatal que también contendrá, sin impedimentos, priorizaciones compartidas fijadas con transparencia, y favorecidas por medidas impositivas (círculos concéntricos de fiscalidad decreciente en torno a ciudades inteligentes) proclives al equilibrio territorial y demográfico con un sentido federal y hasta regional con respecto a  los países vecinos.

2) Diseñar y construir una infraestructura de conectividad tendiente a cambiar el modelo radiocéntrico de vías, autopistas, carreteras, tendidos, rutas aéreas y hasta las expectativas del imaginario colectivo, por una configuración reticular, de trama y urdimbre, que permita conectarnos sinérgicamente entre nosotros y con el mundo a través de todo el territorio y las fronteras terrestres, marítimas y del espacio aéreo de nuestro país. Argentina al igual que Brasil debe comerciar e interactuar con todos los países del mundo sin restricciones de ninguna índole.

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Por primera vez desde un gobierno se comienza a hablar de décadas futuras para imaginar los destinos del país. Es una predisposición frecuente en el mundo que, sin embargo, no nos ha distinguido debido a las limitaciones de nuestras élites encorsetadas por sus concepciones de tipo espacial y temporal.

2050 es la fecha clave. El planeamiento de no pocas organizaciones de alcance nacional e internacional utilizan la prospectiva más que para enfrentar, para construir el futuro; un futuro que ya no debe ser pensado en los límites de nuestro Planeta sino en las dimensiones del más allá. Distintos países de ambos lados de la grieta global han reiniciado la carrera espacial y los lanzamientos de cohetes se producen a diario, algunos de ellos ya concebidos para la colonización del planeta Marte. No hay que ser excesivamente imaginativos para ver que está naciendo aceleradamente la civilización cósmica, y nuestro país se debe incorporar desde ya a esa nueva epopeya, la más trascedente de la historia, que alumbrará la especie humana a su salida del seno materno.

 

Ing. Alberto Ford

IRI/UNLP. Enero de 2024

albertoford42@yahoo.com.ar