jueves, 8 de septiembre de 2016

El G20: ¿sirve?

El G20 es como un jarrón chino. Se lo valora cada vez más pero aún no se sabe bien donde ponerlo. No pocos creen que es solo una herramienta para el tratamiento de la economía y las finanzas. El propio Grupo se autodefine “como el principal foro para la cooperación económica internacional”. Sin embargo en la nota se ve que el G20 no se inspira en un solo propósito. Su agenda en una panoplia más cercana a lo que podría ser un intento de gobernanza global. Es cierto que el G20 no tiene estructura ni sede. Eso confunde si se lo mira con monóculos. Pero también es cierto que de él participan los máximos líderes mundiales y otros lo siguen atentamente como el papa Francisco. De cualquier modo se trata de dilucidar qué lugar ocupa entre las instituciones un grupo que solo hace recomendaciones referidas a normas, patrones y procedimientos, eso sí por encima de las naciones. Además, del hecho de reunirse cada doce meses, adopta compromisos públicos y se somete a un severo control anual. Todo un desafío para una ciencia política renovada. La nota se pregunta qué puede esperar la Argentina de esta situación. El viaje de Macri está pletórico de evidencias que indican que la Argentina se está reinsertando aceleradamente en la escena global con lo que ello implica en cuanto a riesgos y oportunidades.


El Grupo de los 20 es visto como un organismo encargado a nivel global de los temas económicos y financieros. Ellos mismos se autodefinen “como el principal foro para la cooperación económica internacional” según la declaración final (punto 6) aprobada en China. Así, en Hangzhou, el “business-20” (B20), realizó su reunión (meeting) justo el día antes de la cumbre (summit) que reunió a los líderes de las naciones integrantes del grupo. Sin embargo, el G20 no es solo un foro monotemático. Así forman parte de la gran movida que rodea a las cumbres: L20 (labour), T20 (think), C20 (civil society), Y20 (youth). Son espacios de consenso denominados “engagement groups” que se puede traducir como grupos de compromiso o implicación. Todos tienen similares características de funcionamiento y sus sugerencias son el combustible que mueve la rueda de las cumbres.

Durante al año, entre dos cumbres, también tienen lugar otro tipo de reuniones. De ellas sin duda las más importantes son las que convocan a ministros de economía y presidentes de bancos centrales. En otros casos las hay que abordan problemáticas relacionadas al comercio, energía, agricultura, cambio climático, arquitectura financiera, inversiones e infraestructura, finanzas verdes, desarrollo, anticorrupción. Convocan a funcionarios de las respectivas áreas en el más alto nivel de los países integrantes; también lo hacen especialistas pertenecientes a los organismos multilaterales (tipo OECD, FMI, grupo BM, OMC, FAO, etc). Otra vertiente de creación es la de los llamados sherpas -especie de eminencias grises que con sus conocimientos técnicos redactan los materiales- generalmente experimentados cuadros de las cancillerías. Finalmente, en una escala de creciente intimidad en la cebolla de lo conceptual, hay dos think tanks: Atlantic Council (EEUU) y Chatham House (UK). Estos también suelen “salir” de visita a los países del grupo como pasó hace unos días en Buenos Aires con la consultora americana: comandó una reunión con representantes de la UIA y otras organizaciones empresariales preocupadas por el peligro que representan los chinos para la industria nacional.

Por su parte y por encargo los organismos multilaterales mencionados ut supra tienen cometidos al interior de los países. A modo de ejemplo hay dos casos. El FMI es encargado por las cumbres de la aplicación del temido “artículo IV” referido a la  revisión de las cuentas públicas (supervisión a la que se negó sistemáticamente el gobierno anterior a pesar de ser una obligación derivada de la doble pertenencia de la Argentina al Fondo y el G20). Por su parte, a pedido del Grupo y en pos de una mayor transparencia en materia fiscal, la OCDE dio a conocer un nuevo estándar global para el intercambio de información entre jurisdicciones, poniendo fin al secreto bancario como fuera reflejado en una nota de mi autoría publicada recientemente.

Nace el G20

El G20 es una especie de jarrón chino. Trasunta importancia y cierto atractivo que crece pero no se sabe bien donde ponerlo, aunque ya tiene su historia. Una semana después de asumir De la Rúa, en diciembre de 1999, convocada por los ministros de finanzas de Alemania y Canadá, tuvo lugar en Berlín la conferencia inaugural del G20. Hasta 2008 se mantuvo en latencia.

El Grupo de los Veinte está formado por países desarrollados y emergentes: EEUU, Canadá, UK, Francia, Alemania, Italia, Japón, Australia, Rusia, China, India, Méjico, Brasil, Argentina, Corea del Sur, Indonesia, Turquía, Arabia Saudita y África del Sur; en total  19 más la Unión Europea. Es claro que este tipo de convocatorias no son improvisadas; su constitución está ponderada y responde a consideraciones estratégicas y no coyunturales. Esto viene a cuento del porqué de la presencia de Argentina.

El carácter de los integrantes evidencia que la designación responde a por lo menos cinco atributos existentes o potenciales que los países pueden mostrar: desarrollados, grandes mercados, poseedores de energía, productores de alimentos, potencial liderazgo geopolítico regional, todos ellos configurando un despliegue condicionado por un aceptable equilibrio entre los continentes.  Esto dio lugar a equívocos. España estaba urgida por entrar y movió cielo y tierra con ese fin; sin embargo, solo logró ser invitada permanente a las cumbres pero no pertenecer al grupo. La omisión causó extrañeza en su momento pero se puede considerar que otros países europeos, incluso con más peso que España, estaban en iguales condiciones de reclamar el ingreso a pesar de ya estar representados por la UE. También en su momento se habló de excluir a nuestro país debido a los comportamientos díscolos del gobierno anterior; empero, nada de eso sucedió ni podía suceder.

Es con la caída de Lehman Brothers en 2008 que el G20 se muestra con un perfil claramente político. De inmediato le pone el hombro a la crisis con decisión y un protagonismo apoyado en la actuación conjunta y permanente de los máximos líderes mundiales. En estos ocho años han tenido lugar 11 cumbres, la última de ellas esta semana en China. Llama la atención el grado de pormenorización que muestran las declaraciones, con agendas muy abarcativas, y que son un indicador de la verdadera función del Grupo. La de Hangzhou se compone de 48 puntos. Una sucinta mención de los temas abordados nos muestra lo siguiente: económicos y financieros (punto 2), materias primas (2), productividad y empleo (2), refugiados (2), inclusión de mujeres y jóvenes (6), protección del medio ambiente (6), devaluaciones competitivas (7), privacidad de datos personales (14), inversión en TIC’s (14), inclusión digital (14), mipymes (14), financiación verde (21), corrupción (22), mercados energéticos (23), gas natural (24), agricultura (26), comercio y proteccionismo (28), cadenas globales de valor (30), industrialización de África (23, 33, 35, 38), facturación falsa (36), conectividad de la infraestructura (39), seguridad alimentaria (41), agricultura familiar (41), Brexit (42), cambio climático (43), terrorismo (45), antimicrobianos (46), abuso de antibióticos (46). Se verifica una matriz temática lo suficientemente diversificada, especificada y claramente de alcance global.

El G20 carece de estructura y sede fija. Cada año se encarga de proveerlas el anfitrión. Todas estas recomendaciones yendo a parar a distintos organismos multilaterales o los propios países, dan lugar a procedimientos autoorganizante de una potencia determinante.
A esta altura, luego de once cumbres anuales (¡)  –cada una de ellas bien diferenciada de la anterior y con un conjunto de compromisos asumidos y conveniente monitoreadas en su cumplimiento o corregidos ante falta de eficacia- se puede decir sin temor a equivocarnos lo siguiente: el G-20 es una expresión, la primera pública, de un poder real de alcance mundial, tan expuesto y deslumbrante que obnubila la vista. Metafóricamente, se puede decir que es la fórmula uno del mundo que despunta (obvio con escuderías de vanguardia y otras de relleno). El G-20 es como se dice ahora un espacio organizado pero no estructurado con capacidad de generar normas, patrones y procedimientos relacionados a la marcha de la globalización. Las normas se referencian en los valores que encarna sostenidamente el grupo; los patrones es la forma (los distintos modelos) en que la globalización se va desplegando en la escena internacional; y los procedimientos hacen alusión a las metodologías que son habituales por estos días, una dinámica que se ubica por encima de las naciones. Al respecto, se reconoce que “se trata de un grupo líder e informal y deberá seguir siéndolo…el G-20 es parte del marco general de la gobernanza internacional…” (Cumbre de Cannes, punto. 91). En suma, en la era de las comunicaciones globales, el poder no se asocia a ninguna estructura; un hecho nuevo y revolucionario por lo explícito que conduce a todo un replanteo en esas materias y un desafío para una ciencia política renovada.

Era esperable que esa eventualidad tuviera lugar; la globalización (G) no se podía desarrollar más allá de un punto sin acudir a la luz del día a mecanismos de regulación y control, menos aún sometida a la deriva de la sola interacción de las naciones. Tampoco era explicable la presencia directora de una potencia hegemónica como hasta hace poco se adujo porque ese hecho hubiera desvirtuado el concepto de lo global. En suma: la G no es la consecuencia de un juego de fuerzas inter-nacionales; como su nombre lo indica es un espacio de nuevo tipo, ubicado en un nivel cuántico por encima de los estadonaciones, los cuales sin excepción se le reportan informalmente pero de modo insoslayable.

¿El G20 le sirve a la Argentina?

En ningún lado como en China una imagen vale más que mil palabras. Viejo proverbio de aquel lejano país que no solo inventó la pólvora sino también se adelantó a McLuhan en la valoración de los lenguajes no discursivos. Un enfoque semiótico y semántico del viaje de Macri es un muestrario de evidencias significativas y simbólicas.  Veamos. El presidente cuchicheando con el presidente Obama. Macri en la foto de la función de gala asomando justo por detrás de Xi Jinping. Los elogios de Obama y Xi al proceso argentino. Macri andando en bicicleta con su esposa; en amable diálogo con el creador de Alí Babá para negociar la instalación en nuestro país de ese gigante de la venta por Internet; reunido con Putin, los líderes de Australia, India, Corea del Sur. Las piernas larguísimas de Juliana mostrando todo el charmé de la mujer argentina. En fin, todo lo contrario de una Cristina que llegaba siempre tarde y un Kici sin corbata saludando con la V de la victoria en la foto de familia de la cumbre de Australia. Argentina ha reingresado por la puerta grande al escenario mayor del teatro global.

¿Qué implicancias pueden tener estos signos y símbolos que se podría catalogar de frívolos desde alguna mirada distraída con respecto a los rituales de la “alta política”?

Se genera confianza, contigüidad; facilitan el manejo de un repertorio de códigos comunes favorables al entendimiento; se comparten medios para actuar con fluidez ante la aparición de conflictos, activar eventuales negocios o abordar en forma conjunta distintas situaciones.

Un par de casos ilustrativos extraídos de la amplia agenda desplegada en la Cumbre. Se abre una inédita posibilidad de proyectos de infraestructura de alcance y con sintonía global. El Global Infrastructure Hub's (GIH) (una especie de nodo concentrador de iniciativas e información que permite compatibilizar proyectos a escala supranacional) es una  herramienta para facilitar la gestión creada en la cumbre del G20 de Brisbane.  Promoviendo el partenariado público privado (PPP) hace posible canalizar la inconmensurable cantidad de recursos financieros, tecnológicos, logísticos y conectividades posibles que hoy están esperando para transformarse en emprendimientos compartidos y compatibilizables. Por ejemplo, muchos de los proyectos del Plan Belgrano, sobre todo aquellos que son transfronterizos y favorecen el vínculo atlántico/pacífico, pueden perfectamente encontrar financiamiento en estos marcos. Aunque interno, el “hub” denominado Red de Expresos Regionales (RER), a construirse debajo del obelisco porteño, si  se lo analiza desde la óptica de la conectividad territorial, se ve de inmediato que rompe con el diseño radial que han tenido los medios de transportes heredados del modelo agro exportador. Por primera vez se puede “pasar” por Buenos Aires sin la obligación de “desembarcar”. Visto así, el RER es un proyecto de conectividad global, con una configuración de trama y urdimbre impensada en el pasado.

Otro de los temas resaltados es el de la corrupción. En ese sentido, se destaca la creación en China de un Centro de Investigación en Cooperación Internacional referido a personas requeridas por corrupción, y la recuperación de activos que hayan sido robados en los estados miembros del G-20. Tal como se preveía el flagelo ocupó una parte sustancial de las deliberaciones de la cumbre al punto de que en una entrevista Macri lo mencionó por su trascendencia. Como ya ha sido tratado en otras notas, estuvo presente el rol de la OECD en la finalización del secreto bancario, un tema fuertemente vinculado también al financiamiento del terrorismo.

La realización en Bariloche de la 13 Cumbre del G20 en el 2018 comportará un desafío referido al aprovechamiento de la oportunidad de realizar en nuestro país la reunión más importante de su historia.

Ing. Alberto Ford
La Plata, 8 de setiembre de 2016