viernes, 29 de septiembre de 2023

 Los nuevos factores que aceleran la globalización

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La confrontación y las complementariedades en la gobernabilidad mundial aceleran la globalización.

Como expresión de las  turbulencias de las últimas semanas en la escena internacional se hace una consideración de 4 situaciones: los acontecimientos relacionados con el centro del continente africano, los cambios en la cuenca del Mar Negro, con especial énfasis en los de Nagorno Karabaj, la guerra de los microprocesadores o chips entre China y EEUU, y los preparativos del 3ª Foro de la Ruta de la Seda que tendrá lugar en Pekín el mes próximo.

Una nutrida actividad diplomática agita las esferas superiores de la gobernabilidad mundial. Los sucesos se vienen dando desde Johannesburgo cuando hace poco más de un mes tuvo lugar la Cumbre de los BRICS, el acrónimo que representa la unión de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, hasta la Asamblea General de las Naciones Unidas en estos días.

A mitad de ese breve lapso se convocó la Cumbre del Grupo de los Veinte (G20) en la India, el espacio donde interactúan los líderes de los principales países desarrollados y emergentes con un poder de consenso que si bien no es vinculante es decisivo en sus recomendaciones.

Se está produciendo un restyling de la geopolítica, y en las agendas e instituciones multilaterales de mayor densidad repercuten las confrontaciones y complementariedades propias de esos niveles.

Se reúnen y amplían diversos foros, y las personalidades representativas se comunican a distancia y en forma presencial para ejercer sus obligaciones e incumbencias, evaluar las implicancias del rebrote de conflictos que han estado en latencia, así como poner de relieve la preocupación por la convivencia en diversas regiones del planeta.

Por efectos de esa intensa actividad (geo) política se profundiza y alcanza creciente nitidez la denominada grieta global. Su nacimiento se produce en junio de 2021 en el Reino Unido cuando el G7 se diferencia del G20, y la primera Cumbre de la Democracia, convocada por el Departamento de Estado de EEUU a fin de ese año, da forma a la nueva configuración inter-nacional de un mundo dividido por mitades entre países democráticos y autocráticos.

La guerra de Ucrania actúa a su vez como punto de referencia. A pesar de su ostensible inanición, reflejada en un inmovilismo de trincheras que no alcanza a ser desmentido por el uso generalizado de drones, el conflicto se ha transformado en un factor reconfigurante de decisiva influencia en los asuntos mundiales.

Crisis alimentarias y energéticas, discordia entre vecinos por la resistencia de Polonia, Eslovaquia y Hungría a acatar la resolución de la Unión Europea de permitir el ingreso a esos países de grano ucraniano de menor valor, el papelón de la Cámara de los Comunes de Canadá de homenajear en presencia de Trudeau y Zelenski a un exiliado ucraniano que hizo carrera formando parte del ejército nazi; la inflación descontrolada, sanciones y cancelaciones que se toman contra personas, culturas y otras manifestaciones de las idiosincrasias nacionales, constituyen una mélange que se justifica en el conflicto.

La Agenda 2030 y su core, los Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS) de las NNUU, están sufriendo un fuerte atraso en la implementación, lo que ha sido puesto de relieve con gran preocupación.

El fuerte compromiso asumido por la recuperación del ritmo de implementación, manifestado en los más altos niveles de la gobernabilidad, necesariamente actuarán de acicate para acelerar su puesta en valor lo que conlleva el riesgo de transformarse en un ridículo institucional si no se alcanza el cometido. En los tiempos por venir los ODS son la visión de la globalización y la misión su cumplimiento.

Los hechos y las posibilidades ciertas que pueblan el imaginario de quienes deciden terminan configurando en última instancia la realidad. Hay que ver lo que pasa y conjeturar con criterio lo que puede pasar. En distintos campos hay en estos días cosas atendibles para tomar nota y analizarlas.

La Cuenca del Mar Negro. Turquía y Rusia son los dos actores principales de este hinterland. Sus relaciones han sido conflictivas desde la época del zarismo en que tuvo lugar la guerra de Crimea en el siglo XIX.

Durante la Unión Soviética los desencuentros se tomaron un respiro luego de la crisis de los cohetes en Cuba en 1961 en la que uno de los puntos del acuerdo entre Kennedy y Khrushchev fue el retiro de la península de Anatolia de los cohetes PGM-19 Júpiter que la NATO tenía ahí desplegados apuntando al corazón de los soviets.

Los vecinos se comportaban como el agua y el aceite pero con el correr de los años se fueron emulsionando. Actuó la realpolitik ante notorios intereses comunes: la administración de la cuenca, los pasos marítimos, el turismo, el trazado de los gasoductos y, sobre todo, que ahora no existe ninguna razón objetiva que los separe.

Turquía está mediando en la guerra de Ucrania. Estambul es una sede alternativa para cualquier tipo de negociaciones vinculadas a ese conflicto, por ejemplo, en lo atinente a la seguridad alimentaria. A este respecto, hubo una reunión en Sochi entre ambos líderes, y Erdoğan llevó la posición rusa a la reciente Cumbre del G20, lo que es una acción no carente de significados en la diplomacia.

Ambos países están actuando en forma conjunta en el contencioso de Nagorno Karabaj, una de las recidivas de mayor complejidad -junto con Osetia del Sur y Abjasia autonomizadas de Georgia- derivada de la desaparición de la URSS.

En el estallido de estos días Rusia actuó ejerciendo el papel de componedor asignado por los acuerdos entre Armenia y Azerbaiyán que ella impulsó en 2020 con el fin de dar una salida al difícil problema del enclave y garantizar que no haya una limpieza étnica.

Erdoğan acompaña triunfal atemperando la furia de sus socios azeríes porque ambos son musulmanes. Por el contrario, Putin está en una situación incómoda debido a las injustificadas reivindicaciones territoriales de su aliada tradicional, la cristiana Armenia, en la que sectores nacionalistas, convenientemente incentivados desde afuera, le asignan culpas a Rusia por una situación de derrota irreversible e incuestionable.

En anteriores documentos firmados por azeríes y armenios fue reconocida la mutua integridad territorial, lo que implica que dicho enclave pertenece territorialmente a Azerbaiyán no así su población que es mayoritariamente de origen armenio. Cabe preguntar qué es más decisivo si la soberanía nacional o la autodeterminación de los pueblos.

El conflicto es un ejemplo de situación sin solución que solo se puede mantener en latencia evitando cuidadosamente los desbordes. Ninguno de los países por lo menos los vecinos (hay que sumar a Irán enfrentado a los azeríes aunque ambos son musulmanes) tratará de sacar partido de la situación y el conflicto continuará sine die bajo la atenta vigilancia externa, con palos y zanahorias.

Por si acaso, la cancillería del Kremlin declaró que celebra los esfuerzos de mediación por parte de otros países que quieran resolver la situación en Nagorno Karabaj aunque resaltó la importancia de "evitar intentos, sin potencial de mediación, tendientes a marcar en vano su presencia en el Cáucaso”.

El primer ministro armenio, Nikol Pashinyan, y el presidente azerbaiyano, Ilham Aliyev, se reunirán en España. La reunión tendrá lugar el 5 de octubre en Granada y contará con la participación del presidente francés, Emmanuel Macron, del jefe de gobierno alemán, Olaf Scholz, y de Charles Michel presidente del Consejo Europeo, explicó el Consejo de Seguridad armenio en un comunicado.

La guerra de los chips. También denominados microprocesadores, esos adminículos son la última ratio de cualquier contencioso entre potencias sobre todo si EEUU es uno de los involucrados.

El conflicto planteado en torno a los chips es donde la grieta global se expresa con mayor agudeza. La carrera por tener la tecnología más avanzada resume el supuesto enfrentamiento entre los sistemas productivos de las dos superpotencias, China y EEUU.

El microprocesador tiene el tamaño de una uña pero la capacidad suficiente como para albergar toda una biblioteca. En el presente el funcionamiento de cualquier mecanismo con independencia de su complejidad depende de los chips.

EEUU y China batallan abiertamente por disponer de los suficientes microprocesadores de la potencia adecuada como para alimentar su industria. Esa viabilidad tiene sus prerrequisitos a pesar de las simplificaciones habituales cuando se la analiza.

Al microprocesador le anteceden dos pasos: 1) el obvio funcionamiento de la empresa que los imprime y 2) el diseño y armado de las impresoras denominadas fotolitográficas.

En el primer caso, el fabricante más importante es Taiwan Semiconductor Manufacturing Company conocida por su sigla TSMC. La empresa con sede en Taiwan tiene como principal cliente a Apple lo que no es óbice para que la tecnológica estadounidense comparta la propiedad y provea la tecnología. Las otras empresas que están en el podio son la surcoreana Samsung y la estadounidense Intel. Entre las tres tienen el 85% del mercado.

El eslabón más decisivo de la cadena productiva es la empresa que produce la máquina que hace chips, o sea la impresora. En ese rubro se destaca la neerlandesa Advanced Semiconductor Materials Lithography (ASML) que tiene 5/6 del mercado. A su vez, la antigua Zeiss de Alemania es la encargada de proveer las lentes y Cymer de EEUU lo hace con las fuentes de luz ultravioleta extrema (UVE), que son los componentes fundamentales de las fotolitográficas.

ASML es acompañada minoritariamente por las japonesas Nikon y Canon, y la californiana Applied Materials. ASML le vende sus equipos fotolitográficos en exclusiva a 5 empresas: TSMC, Samsung, Intel, Nvidia y Micron.

La cadena de suministros muestra lo excluyente que son las habilitaciones. Occidente claramente tiene el monopolio en la disposición de los microprocesadores más avanzados.

La producción en China está a cargo de Semiconductor Manufacturing International Corporation (SMIC) que en condiciones normales forma parte de la cadena. Los chips de 7 nanómetros que produce con equipos más antiguos provistos por ASML están alimentando los teléfonos HUAWEI Mate 20 X lanzados globalmente en estos días; sin embargo, por la falta de capacidad del chip, los teléfonos tienen dificultades en algunos países para ser usados con la nueva generación 5G de redes móviles. La controversia con mucha prensa refleja las prácticas sancionatorias en curso.

Los dispositivos norteamericanos ya usan chips de 3 nanómetros impresos por los equipos fotolitográficos de ASML; esta empresa, a su vez, está interdicta por el gobierno neerlandés que acata presiones de EEUU para impedir el envío a China de equipos de última generación.

El primer chip de 3 nanómetros de la industria es el A17 Pro que usa Apple en sus iPhone lo que le da una primacía imposible de ser desbancada en las condiciones actuales de funcionamiento excluyente y monopólico de las cadenas de suministros.

ASML está a punto de lograr fotolitográficas para imprimir microprocesadores de 1 y 2 nanómetros; luego ya viene la computación cuántica con el uso de los qubits en lugar de los bits.

África despierta. La extraordinaria medida de incorporar la Unión Africana al G20 constituye una distinción sin precedentes. España solo logró ser considerada “invitada permanente” a las cumbres de líderes cuando intentó ingresar al Grupo en 2008 de la mano del entonces presidente de Francia, Nicolás Sarkozy.

Los problemas del continente negro fatalmente asociados con la tragedia tienen una larga trayectoria; por el contario, la percepción de sus logros y potencialidades es más reciente; para ponerlo de relieve es necesario considerar algunos antecedentes.

El protagonismo de África en la escena internacional se incrementa a partir de la Segunda Guerra Mundial con el inicio de los procesos descolonizadores a cargo de los países europeos que la venían explotando.

La reconfiguración del estatus hace que África llegue a tener medio centenar países algunos de ellos carentes de masa crítica como para poder consolidar sus nacientes estados. Las administraciones instaladas a la salida de los europeos cuando no eran corruptas eran dictatoriales e ineficientes.

Por añadidura, las gestas independentistas, apoyadas por los nativos pero no por los colonos de origen europeo que la habitaban, en realidad según no pocos analistas han sido maniobras derivadas de la intención de mantener posiciones de privilegio tendientes a seguir explotando sus recursos naturales lo que evidentemente fue logrado en la mayoría de los casos.

El caso de Francia es patético. Llegó a crear una moneda propia para uso cautivo en sus colonias del centro africano con el fin de tener encorsetadas, en una especie de economía circular, todas las transacciones de la parte más postergada del continente.

Recién ahora, justo en estos días, las nuevas autoridades de Níger han podido expulsar al ejército galo, el que se ha visto obligado a abandonar ese territorio en compañía de la propia embajada del país europeo. “El África francesa ya no existe", declaró Emmanuel Macron al hacer el anuncio.

Los golpes de estado ocurridos principalmente en esa parte del continente han contado con el asesoramiento del Grupo Wagner comandado por el recientemente fallecido Yevgeny Prigozhin, el conocido como “el cocinero de Putin”. Los medios dan cuenta de que la participación de ese grupo va más allá de lo militar; se sospecha de la existencia de negociados con minerales valiosos y, ultimo pero no menos importante, el previsible incremento de la influencia rusa en el continente y la instalación de un nuevo orden autocrático en sus países.

El reciente golpe militar en Níger sacudió el tablero microrregional. La Alianza de Estados del Sahel (AES) formada por Burkina Faso, Níger, Chad y Mali se propuso defender la nueva situación creada frente a las amenazas de la Comunidad Económica de los Estados del África Occidental (CEDEAO), que es otra alianza regional creada en 1975 por 15 países de posiciones más atlantistas.

La descolonización trajo aparejado una involución muy dolorosa. Han sido interminables las guerras civiles, los enfrentamientos entre los nuevos países, las matanzas y genocidios, los atentados terroristas, la acción de los yihadistas del Islam.

La Unión Africana está formada por 55 Estados para promover la unidad y la solidaridad entre sus miembros, la eliminación de los vestigios del período colonial, la asociación para el desarrollo, la salvaguarda de la soberanía y la cooperación internacional en el marco de la Organización de las Naciones Unidas y ahora desde el G20. La UA fue creada en Adís Abeba el 26 de mayo de 2001. Su misión se sintetiza en el plan estratégico África 2063.

La Ruta de la Seda, el programa más grande. También denominada como la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), la Ruta de la Seda es una estrategia global de desarrollo adoptada por el gobierno de la República Popular China (RPCh). Fue presentada en 2013 con dos modestas actividades, una en la capital de Kazajistán, Astana (hoy redenominada Nur Sultán), y la otra en Yakarta, la capital de Indonesia.

La infraestructura de conectividad (IC) de la que se ocupa el BRI puede ser una carretera, una autopista, un ramal ferroviario, un puerto, un tendido eléctrico, una hidrovía, etc., es decir, todo lo que hace posible las conexiones por lo menos entre dos puntos. Con menor grado de materialidad también lo es una ruta aérea o la comunicación digital, en tanto haya algún tipo de dispositivo emisor/receptor que pueda establecer contacto para el intercambio de información, personas o cosas por un medio de transporte.

La aparición de la problemática de la IC en la agenda global se da en el 2013 en la Cumbre del G20 en San Petersburgo. Durante 4 años tuvo una presencia relevante en las declaraciones de los líderes del G20, hasta 2016 en China. En la declaración final de la Cumbre de Hangzhou se afirmó: “la conectividad de la infraestructura es fundamental para alcanzar el desarrollo sostenible.”

Los ribetes del programa se fueron definiendo con el andar. Al principio fue visto como un megaproyecto ferroviario para incrementar la conectividad china en Asia, y de ella con Europa; sin embargo, pronto la percepción de sus objetivos se fue ampliando. En 2017 se hizo el lanzamiento oficial en Pekín adonde concurrieron representantes de 110 países de los cuales 29 fueron jefes de estado y primeros ministros.

A esa altura el BRI ya era considerada un ambicioso proyecto de infraestructura de conectividad de 1 billón (millón de millones) de dólares. El interés por la iniciativa fue creciendo. Dos años después se hizo la Segunda Cumbre del Proyecto con la participación de enviados de 150 países, entre ellos 37 jefes de estado y primeros ministros.

Fue una muestra de la importancia atribuida a la iniciativa. La presencia de los líderes de los países que aportan el 85% del PBI global adquirió así un significado de alcance estratégico, al converger en la RPCh donde se está produciendo una transformación ciclópea en materia de ordenamiento territorial.

En la actualidad forman parte del programa 139 países en los cuales se están ejecutando centenares de proyectos. Un estudio de 2019 realizado por consultores económicos globales pronosticó que era probable que el BRI impulsara el PIB mundial en U$S 7,1 billones (12 ceros) por año para 2040.

En el mismo sentido, a mediados de octubre se iniciará en Pekín el 3º Foro de la Ruta de la Seda con la presencia estelar según se anuncia de más de un centenar de países. En las condiciones actuales hay que estar atentos para calibrar cómo incide la grieta global en la convocatoria y, sobre todo, el criterio con que se abordan los megaproyectos de la infraestructura de conectividad en el despegue de la fase superior de la globalización.

 

Ing. Alberto Ford

IRI/UNLP. Septiembre de 2023

albertoford42@yahoo.com.ar


martes, 12 de septiembre de 2023

 

G20: todo osciló entre el consenso y la geopolítica

La Cumbre del Grupo de los Veinte, que tuvo lugar este fin de semana en Nueva Delhi, se ha visto rodeada de una intensa actividad diplomática. Lo muestra una somera descripción de acontecimientos que han sido capaces de poner en tensión la geopolítica del continente euroasiático.

 12 septiembre, 2023

Por Alberto Ford (*)

El primer día del mes, el Papa llegó a Mongolia luego de realizar un agotador viaje de 8 horas. Dado que la Patria de Gengis Kan, guerrero y fundador del imperio mongol, posee una modesta feligresía de no más de 1400 católicos, se conjetura que los objetivos de la visita papal iban más allá de lo pastoral. Es sabido que el Vaticano desde hace tiempo anhela poner un pie en China pero hasta ahora sus autoridades no se han mostrado dispuestas a otorgar los visados. ¿Se propuso Francisco influenciar con su cercanía?

En Sochi se reunieron Recep Tayyip Erdoğan, presidente de Turquía, con Vladimir Putin, su homólogo de la Federación Rusa, para tratar cuestiones relativas a la seguridad alimentaria. Fue una dura labor componedora que puso a prueba el temple negociador de ambos líderes. El levantamiento del bloqueo ruso a los puertos del Mar Negro permitiría exportar libremente los cereales ucranianos. Sin embargo, Rusia pone como condición que se respete lo que también fue acordado, es decir, poder comerciar libremente, sin sanciones de ningún tipo, sus propios insumos agrícolas. La moneda está en el aire.

Acto seguido el binomio presidencial estadounidense se dividió las tareas. La vicepresidente fue a Indonesia para la reunión de la ASEAN que tuvo lugar en Yakarta del 4 al 7 de septiembre. A Kamala Harris le cupo una ardua tarea. En línea con su política hacia el Indopacífico, la intención de EEUU es aventar probables alineamientos de la ASEAN con Pekín. Por añadidura, se especula con la incorporación de Indonesia a los BRICS, una credencial que no sería del gusto americano.

El presidente Biden por su parte no tuvo mejor suerte. El propósito principal de su participación en la Cumbre del G20 era encontrarse con Xi Jinping pero a última hora este anunció que no asistiría. “Ya habrá otra oportunidad” dicen que dijo el Presidente sin poder ocultar su desilusión ante los periodistas que lo entrevistaron.

Por su parte, el secretario de Estado Antony Blinken viajó en tren a Kiev, como si la guerra no pusiera en peligro su vida, para reiterar el apoyo de EEUU a la solución del conflicto ucraniano en el campo de batalla, suministrando para ello bombas de racimo con cargas atómicas de uranio empobrecido.

Ya esta semana, la realización del Foro Económico Oriental (EEF) en Vladivostok es la oportunidad para que Putin se entreviste con Kim Jong-un. El supremo líder de Corea del Norte viaja en tren blindado por el estrecho corredor que une ambos países sobre el Pacífico. Son un misterio los verdaderos objetivos del encuentro aunque dadas las características de ambos mandatarios no debe ser por la paz que trinan las trompetas.

Como se ve, el momento y el contexto de la realización de la Cumbre del G20 generan un clima de proclividad para el repaso de las agendas a nivel global, internacional y regional, el tratamiento de las relaciones entre los países, la actividad de los organismos multilaterales y las situaciones conflictivas. A lo largo de sus 18 versiones, las cumbres del G20 han sido una oportunidad única para el encuentro de los líderes mundiales en un ambiente distendido, y con el tiempo suficiente como para realizar las reuniones sin estar mirando el reloj. Salvando las licencias permitidas en los lenguajes utilizados para la comunicación, confrontativos y/o ambiguos, la irradiación de sus influencias componedoras son evidentes.

La India ha sido un perfecto anfitrión para la Cumbre de Líderes. Con un mayor grado de exposición internacional, sobre todo por sus performances en el crecimiento de la economía y los logros tecnológicos que le ha permitido depositar una complejísima nave en el polo sur de la luna, la mayor democracia del mundo se propone seguir incrementando su protagonismo en los próximos años. Su posición no carente de cierta ambigüedad en sus alineamientos frente a la grieta, le facilita la intención que se le atribuye de transformarse en vocera del Sur Global.

A su líder Narendra Modi se lo vio exultante. La foto del abrazo al presidente de la Unión Africana por su incorporación a una silla del G20, dio la vuelta al mundo, tal vez como un símbolo del resarcimiento al continente negro por las penurias a las que ha sido sometido a lo largo de la historia moderna.

Del ranking de los países se destaca la ausencia de Rusia y China, como una confirmación de que la grieta se va consolidando. China de gran protagonismo presencial en la reciente cumbre de los BRICS en Sudáfrica, en este caso operó a distancia: cuestiona que EEUU sea sede del G20 en 2026.

Brasil es el anfitrión en 2024 y Sudáfrica lo será en 2025; por alguna razón la Unión Europea es privada de hospedar a la Cumbre, siendo que será el único miembro que hasta ese momento no habrá tenido la oportunidad, y su lugar será ocupado por EEUU (¡).

Una de las sorpresas de la Cumbre fue que Rusia in absentia fue el gran favorecido: en la declaración por primera vez en este tipo de eventos la invasión a Ucrania no es condenada explícitamente, por el contrario se deploran los atentados a los gasoductos, y se destaca el rol de Erdoğan como encargado de reflejar la posición rusa sobre la cuestión de los cereales y otros insumos agrícolas contemplados en el Acuerdo del Mar Negro. Las flagrantes contradicciones existentes sobre la guerra fueron salvadas con una alusión de compromiso destacando que “hubo diferentes opiniones y valoraciones de la situación.”

Otra foto emblemática fue la llegada del primer ministro del Reino Unido, Rishi Sunak, nacido en Inglaterra pero de inocultable ascendencia india. Desde 1770 la India formó parte del Imperio británico y por su importancia la llamaban la joya de la Corona. El rutilante descenso del avión por parte de Sunak y su esposa –hija de un multimillonario industrial tecnológico de Bangalore- fue toda una manifestación de la estética descolonizadora que matizó la Cumbre.

La dinámica del Grupo de los Veinte

Si hay un ámbito donde los principales problemas del mundo quedan al descubierto ese es el del G20. Para tratar la agenda global con el máximo de competencia y representatividad, el Grupo se ha venido auto convocando con regularidad desde hace 15 años con el aporte de los principales líderes mundiales, organismos internacionales y personalidades relevantes.

Las sedes son rotativas; ahora le ha tocado el turno a la India. Según se informa en el portal oficial, a lo largo de 10 meses, se realizaron un centenar y medio de reuniones en modalidades presenciales y a distancia: 44 fueron del denominado canal de las finanzas, 22 de representantes de los ministerios y 89 de los sherpas, una denominación esta última que se refiere al diplomático de cada país miembro que está encargado de conducir las deliberaciones del Grupo hacia la cumbre. Con un amplio sentido federal, los encuentros tuvieron lugar en 41 lugares distintos, 35 ciudades de la India, y 6 del extranjero.

Todo el peso conceptual de la preparación radica en las reuniones ministeriales. Los principales temas abordados, que luego enriquecerán la declaración de los líderes, giran en torno al fortalecimiento del multilateralismo, la seguridad alimentaria y energética, una acción climática y ambiental ambiciosa, la profundización de la cooperación en materia de desarrollo sostenible, la lucha contra el terrorismo y las drogas, la salud global, la reserva mundial de talentos, la asistencia humanitaria y la reducción del riesgo de desastres, la Igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres.

La agenda es tratada en forma consensuada con un elevado grado de pormenorización, dando lugar a una gran cantidad de documentos de amplia disponibilidad y fácil acceso. Los problemas insolubles se generaron en torno a la cuestión geopolítica, léase guerra de Ucrania. Sin convergencias plausibles, la creatividad diplomática y el indubitable interés por conciliar, encontraron una salida.

Hasta ese momento solo se había dado una situación equiparable en la Cumbre de Alemania (2017). Fue cuando Trump se manifestó en contra del Acuerdo de París referido al cambio climático lo que obligó a una salvedad a pie de página.

En esta oportunidad en todos los documentos preparatorios había figurado un párrafo de condena a la intervención rusa pero también una cita con las objeciones. Una formalidad carente de importancia pero que sin embargo había permitido dar salida a una situación que no se hubiera podido zanjar de mediar rígidas actitudes de principios. Finalmente, como se ha descripto, en la declaración de los líderes, en medio de un sorpresivo clima conciliatorio, se eliminan las rispideces y se morigeraron los relatos.

La flexibilidad en el proceder da una idea de la importancia que le dan todos sus integrantes a la preservación del G20. Es evidente que los resultados de sus deliberaciones y los aportes de los think tank y otras fuentes de creación, son útiles para cualquier país, esté a un lado u otro de la grieta.

El hecho de arribar a consensos capaces de elaborar documentos minuciosos en sus definiciones, a veces en temas conflictivos, está hablando de la intención de trabajar en conjunto y vencer las dificultades implicadas en el abordaje de ciertas cuestiones. Esto se vio claramente en las posiciones adoptadas al referirse a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y la Agenda 2030.

Como se sabe los ODS son el core de dicha agenda, y muestran una mirada integral, indivisible, y una colaboración internacional renovada. En conjunto, construyen una visión del futuro posible, probable, deseable y factible.

La Agenda 2030 es un gran plan estratégicoestá constituida por 17 objetivos y 169 metas. Muestra patrones (patterns), aporta un método de trabajo, propone acciones y diseña un camino para llegar a una situación de vida más sostenible. Nos brinda las gafas 2030 para mirar el país y el mundo, y aprender de las mejores experiencias.

La profundidad con que el G20 trata su relación con los ODS se expresa en el Plan de acción del G20 2023 para acelerar el progreso en los ODS formulado de la reunión de Ministros de Desarrollo del G20 en Varanasi. En la declaración de los ministros se comprometen a “promover acciones colectivas existentes y nuevas del G20 que contribuirán a encaminar y acelerar el avance hacia la implementación oportuna, plena y efectiva de la Agenda 2030 y sus ODS”

El tipo de vínculo del G20 con los ODS está evidenciando por lo menos dos características: la similitud de ambas agendas pero también una salvedad referida a la forma en cómo las NNUU están abordando la gestión de la Agenda 2030.

“Desafortunadamente –se dice en la mencionada declaración- tres años después de lo que esperábamos que fuera la ‘década de acción’ para el logro de los ODS, con la pérdida de impulso en la dinámica o, peor aún, el atraso referido a logros de años de actividad encaminada a los ODS, todavía enfrentamos el desafío de la recuperación”. Para el presidente anfitrión Narendra Modi “muchos señalan con gran preocupación que el progreso de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) no se encuentra bien encaminado”

Para el G20 la problemática de la Agenda 2030 no es una cuestión meramente académica sino una guía para la acción tendiente a “poner la Agenda 2030 en acto…. enriquecer la praxis, utilizando las plataformas existentes y aumentando su potencial para el logro de los objetivos perseguidos”.

En los documentos se reconoce el papel de los gobiernos locales y regionales, y de otros actores locales, en un enfoque de toda la sociedad. El G20 requiere “mayor colaboración, asociaciones y contribuciones de todos los socios y partes interesadas, incluidos la sociedad civil, el sector privado y el mundo académico… fortaleciendo las capacidades institucionales y locales de las partes interesadas pertinentes, promoviendo el intercambio de conocimientos”

Se busca apoyar acciones colectivas, incluidas las relacionadas con la financiación del desarrollo, el fortalecimiento de entornos propicios, a través de marcos coherentes de políticas y herramientas para abordar las sinergias y los efectos indirectos, el desarrollo de capacidades (educación, capacitación y habilidades, intercambio de conocimientos), la innovación digital, las tecnologías de la información y las comunicaciones (redes y plataformas), enfoques eficaces para la localización de los ODS que apuntan a lograr conjuntamente los objetivos climáticos, ambientales y de biodiversidad y los ODS de una manera más coherente e integrada.

La naturaleza integrada de los ODS, que se está volviendo cada vez más evidente frente a desafíos multifacéticos, hace imperativo garantizar la coordinación y la alineación en varias áreas de políticas, así como tomar acciones transformadoras que creen efectos multiplicadores para el logro de los ODS. En particular, se requieren acciones colectivas para la transformación digital.

Cuando le tocó a Japón ser sede del G20 en 2019 aprovechó la oportunidad para presentar su proyecto de Sociedad 5.0, la propuesta de mayor coherencia con respecto a las sociedades que puede ir tomando forma al calor de la brega por alcanzar los ODS y la Agenda 2030 en estos años que le quedan a la década.

En lo inmediato la Cumbre sobre los ODS se celebrará los días 18 y 19 de septiembre de 2023 para marcar una “nueva etapa de progreso acelerado hacia el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible”. Asimismo, los días 22 y 23 de septiembre de 2024 los Estados miembros de las NNUU acordaron celebrar la Cumbre del Futuro. Ambos eventos están en el foco de las principales preocupaciones del G20.

Se pueden tomar 3 temas relevantes de agenda para ver el lugar desde donde el G20 los aborda y la forma en que lo hace: 1) la fiscalidad de las cadenas de valor o cadenas de suministros, 2) la infraestructura de conectividad, 3) el cambio de paradigma energética en curso.

Re-shoring. El concepto de cadena de suministro corresponde a la interrelación organizada de materia prima, negociaciones y acciones que pasan por la distribución, comercialización y la entrega final de un producto. En otras palabras, resume todo el proceso desde la adquisición de materiales, elaboración de productos y su llegada al consumidor.

Por su parte, el concepto afín de cadena de valor (GVC), usados ambos indistintamente, consiste en una serie de actividades que buscan agregar valor desde el diseño, la producción, la entrega y todos los procesos que aseguren el nivel de satisfacción con el producto final.

No son bienes y servicios el grueso del volumen del comercio internacional; en su conjunto apenas llegan al 25% del total de las transacciones. Los ¾ restantes son componentes que ensamblados dan productos finales.

En la mayoría de los casos, las partes son fabricadas en distintos países provocando dos problemas: la dispersión del sistema de suministros y el control fiscal.

COVID-19 fue el encargado de evidenciar crudamente las dificultades de la logística. Asoma el concepto de relocalización (re-shoring) como uno de las soluciones a los problemas característicos del aislamiento registrado entre los países durante la pandemia; luego, por añadidura, también están pesando las sanciones inherentes a las guerras comerciales desatadas como expresión de la grieta global.

Por su parte, el segundo problema deriva de la dificultad para controlar el paso por las aduanas de una cantidad muy superior de componentes con relación a los productos finales, lo cual da lugar a distorsiones en la recaudación hasta ahora incontrolables.

El tema de la fiscalidad fue abordado por el G20, hace dos años en Venecia, cuando se estableció una tasa universal del 15% a las grandes tecnológicas para que la misma fuera abonada proporcionalmente en los distintos países según la facturación local. Por el contrario, el tema fiscal de los suministros de componentes tiene una dificultad enormemente mayor por lo cual se dan más tiempo para resolverlo, pero es donde las recaudaciones serían mayores.

La complejidad de las GVC requiere el uso de modelos e indicadores, que puedan proporcionar información clave a partir de dichos datos para el diseño de algoritmos tendientes a imponer y recaudar impuestos. Para ello, se ha creado un Marco genérico del G20 para mapear las cadenas de valor mundiales.

Conectividad global. Para la resiliencia de las cadenas de valor mundiales, son importantes las redes de tecnologías de la información, la eficiencia aduanera y la infraestructura logística y de las comunicaciones. La conectividad siguió siendo una parte clave de la agenda.

El Global Infrastructure Hub (GIH) con sede en Australia es el organismo que se ocupa de la infraestructura por encargo del G20. En este momento está en proceso de actualización de la taxonomía de infraestructura a los efectos de incrementar la eficacia y efectividad de las inversiones focalizadas y los servicios logísticos a nivel mundial.

Infraestructura de conectividad es un tema poco tratado y menos comprendido, empero de la mayor importancia para el tratamiento del nuevo paradigma de la globalización.  Si lo que se busca es dejar atrás el universo de las dependencias -coloniales, neocoloniales e imperialistas- con el fin de ingresar a una concepción territorial que las supere, hay que pasar de las parrillas radiocéntricas, invariablemente construidas a lo largo del mundo para sacar por el puerto recursos naturales, y construir redes, de trama y urdimbre, que contribuyan a equilibrar las sinergias endógenas y exógenas de los procesos productivos en todos los países.

NetZero. Una parte muy importante de la agenda es lo referido al paradigma energético. El mundo está cambiando aceleradamente. La guerra de Ucrania pone sobre el tapete el rol determinante de Rusia para la provisión de gas a Europa dando lugar a los intentos del Occidente Global para romper dependencias consideradas inaceptables.

El NetZero, por el cual se tiene en cuenta que las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) se compensen con las absorciones (lo que introduce una modificación del punto de vista tradicional que solo considera el primer efecto) hace que en los países desarrollados, que es donde habitualmente se dan los adelantos, se esté trabajando para el uso de combustibles no contaminantes como también para la plantación de sumideros de GEI.

En las discusiones se parte de que ya las tecnologías están maduras para el uso de energías limpias. En la concepción se incluyen diversas alternativas: solar, eólica, hidroeléctrica, incluido el almacenamiento por bombeo, geotérmica, bioenergética, bombas de calor, captura de carbón, utilización y almacenamiento (CCUS), y energía nuclear para aquellos países que opten por utilizarla.

En el G20 se reconoce la necesidad de acelerar el desarrollo y la implementación de otras tecnologías nuevas y emergentes, como los electrolizadores, la bioenergía con captura y almacenamiento de carbono (BECCS), la captura directa de aire (DAC), las pilas de combustible de alta eficiencia, el almacenamiento en baterías de Automotive Cells Company (ACC), y tecnologías avanzadas sostenibles de biocombustibles, así como pequeños reactores modulares (SMRs).

Es insignificante la consideración sobre la importancia que les depara el futuro a los combustibles fósiles los que, sin embargo, serán usados hasta un punto en que lo determine la ecuación costo/beneficio.

Se ha producido un cambio muy importante derivado de la decisión secesionista producido por el Grupo de los Siete en Carbis Bay en junio de 2021, una villa veraniega del sudoeste inglés que mira hacia el Atlántico. En aquella oportunidad, con la presencia de la reina Isabel en lo que fue su última salida del palacio de Buckingham, el G7 volvió a reivindicar su esencia exclusivista, la que al ser cuestionada había servido de justificación para la ampliación del grupo a veinte miembros en 1999, buscando mayor representatividad con la incorporación de los países emergentes.

Ese retroceso a los orígenes se ha puesto en evidencia en el portal situado en la Universidad de Toronto. En los últimos días la base de datos ha modificado su competencia.

De ser “G20 Research Group” y “G20 Information Centre”, la denominación del sitio se desglosa en “G7 & G20 Research Group”, “G7 Information Centre” y “G20 Information Centre”.

El G7 pasaría a ser así una especie de “buró político” del G20 con mayor libertad para modelar sus contenidos y opinar con disgusto o en contra de las autocracias, sin las trabas a las que se veía sometido por respeto al consenso.

El G20, aunque mutilado en los aspectos (geo) políticos, seguirá funcionando como el principal hub para el tratamiento consensuado, el control  y la promoción de la agenda global. Sin duda, en estos 15 años, ha demostrado su eficacia y efectividad, con el máximo posible de empoderamiento, profesionalismo y representatividad.

(*) Ingeniero, IRI / UNLP.