¿China es clonable?
Mucho se habla del
crecimiento de la República Popular China (RPCh), al punto de que ya le estaría
disputando la hegemonía mundial al propio EEUU. Frente a los problemas para la
inclusión en la globalización de muchos millones de pobres en todos los
continentes, surge la pregunta de si los prodigiosos resultados logrados por el
gigante asiático pueden ser una base adecuada para replicar su modelo. Los
puntos de vista de la dirigencia china parecen apuntar en esa dirección. En
este trabajo hacemos un breve repaso de las condiciones que llevaron a la constitución
de la RPCh en 1949, y las diferencias en la gestión inicial maoísta, y los
cambios generados a partir de los acuerdos con Occidente. Esas conversaciones,
iniciadas en 1972 entre Mao Tse-tung, Chou En-lai, Richard Nixon y Henry
Kissinger, dieron lugar a la más grande operación logística de la historia: la
transferencia masiva de fábricas llave en mano, medios productivos y tecnológicos
desde EEUU y Europa a China. Es cuando comienza la aparición del made in China que hoy inunda las góndolas de los supermercados de todo el mundo. China
está cambiando. Desde las posiciones dirigenciales hasta las responsabilidades extra
nacionales que va asumiendo más allá de sus compromisos comerciales, con el
involucramientos en cuestiones muy sensibles que hacen a la culminación de la
puesta en funcionamiento pleno del proceso globalizador.
Preparando material para MACROSCOPIO me topé con una nota en
el portal de Xinhua[i] sobre
los cambios que amerita la gobernanza global. Su texto refleja los puntos de
vista de la dirigencia china tal como fueron vertidos en un plenario del CC
PCCh, el máximo órgano de poder de ese país. Las conclusiones alcanzadas a ese
nivel se resumen en que “el enorme progreso económico y social de China a lo largo
de las décadas ha ayudado a demostrar que un sistema de gobernanza competente
es decisivo para lograr un crecimiento estable durante décadas…lo mismo es válido para otros países y el
mundo en general” (subr. M). La sugerencia hace pensar. Obviando ese arrebato
de autosatisfacción, más propio de otras épocas cuando las citas del “pequeño libro
rojo” de Mao eran vistas como de aplicación universal, la sugerencia de la
dirigencia china interroga sobre la replicabilidad del modelo, sobre todo en un
momentos es que las democracias liberales están puestas en tela de juicio por
los módicos resultados obtenidos en distintos países, como por ejemplo el
nuestro.
Como mucho se habla del crecimiento de la RPCh, al punto de
que supuestamente le estaría disputando la hegemonía mundial al propio EEUU,
vale la pena ponderar la pertinencia de esa hipótesis, bastante difundida y
aceptada por cierto. Para ello, es necesario tener una mayor claridad sobre los
factores que han obrado para que China alcanzara los asombrosos resultados
obtenidos en un tiempo histórico muy breve. La China de estos días se pone en
marcha en 1978, cuando Deng Xiaoping se hace cargo del gobierno. Es
interesante, no obstante, ver las condiciones previas. Tanto desde la fundación
de la RPCh en 1949 como antes de que los comunistas tomaran el poder.
---o0o--
En los 100 años previos a la fundación de la República
Popular, China había sido un país desquiciado. A la progresiva e inexorable decadencia
imperial, se sumaron el acoso de las potencias europeas, por apetencias coloniales
o imperialistas. La más importante de esas intervenciones fueron las dos guerras
del opio, en 1839 y 1856, que obligaron a China a abrirse al comercio exterior.
Finalmente, la derrota de la dinastía Qing el 1912 marcó el fin de un período
de desgajamientos, una de cuyas consecuencias fue la cesión de Hong Kong a
Inglaterra y de Macao a manos de los portugueses. El fin de la era imperial da
lugar al establecimiento de la República de China, comandada por Sun Yat-sen,
líder y fundador del Kuomintang.
En sus andanzas por el sudeste asiático, André Malraux se
hizo de la suficiente información como para escribir La Condición Humana, novela que refleja magistralmente la evolución
de las luchas políticas y sociales en los años veinte. Son los inicios de la prolongada
guerra civil entre nacionalistas y comunistas, que se vería condicionada momentáneamente
por el intento de establecer una alianza de compromiso entre ambas fuerzas
antagónicas para enfrentar la ocupación japonesa de Manchuria a inicios de la
década del treinta.
Durante las conversaciones, en el vasto territorio chino,
disperso e incomunicado, continuaron las acciones represivas por parte del
ejército del Kuomintang, lo que lleva a los comunistas a refugiarse en las montañas
del noroeste, en lo que se conoce como “la larga marcha”. Aunque ha sido
rodeada en la épica china de un carácter heroico, la marcha fue en realidad una
medida pasiva de autodefensa por parte de los comunistas frente al acoso
represivo de los nacionalistas. Finalmente, como consecuencia de esa movida, el
peso principal de la lucha anti japonesa lo tuvo Chiang Kai-shek, el líder
nacionalista que heredó el mando del Kuomintang luego de la desaparición de Sun
Yat-sen. En ese período fue donde se imposueron las ideas de Mao sobre el papel
del campesinado en la revolución.
Luego de muchos años, estando por finalizar la Segunda
Guerra Mundial (2GM), la derrota de las fuerzas japonesas continentales estacionadas
en Manchuria, fue obra del Ejército Rojo. Las batallas comenzaron dos días
después del lanzamiento de la primera bomba atómica sobre Hiroshima, cuyo
impacto fue demoledor en la moral de las bien pertrechadas tropas del Manchukuo[ii].
La intervención soviética fue a consecuencia de la conferencia de Yalta,
celebrada en febrero de ese año, 1945, donde Stalin había aceptado las
peticiones de los Aliados para romper el Pacto de Neutralidad con Japón a los
tres meses de finalizado el conflicto en Europa. La participación tardía de la
ex URSS contra Japón -un episodio muy poco conocido[iii]
de la 2GM en el Extremo Oriente cuyo protagonismo se lo lleva al impacto
causado por la explosión de las dos bombas atómicas- cobra una importancia estratégica
en relación a la ulterior lucha de los comunistas hacia a la toma del poder.
Por un lado, el desenlace de la guerra significaba el fin de
la odiada presencia de Japón en Manchuria y Corea, un objetivo por el que los
chinos habían luchado denodadamente durante más de 10 años. Pero además, la
presencia de un Ejército Rojo triunfante en Berlín, favorecía las posiciones de
Mao frente a Chang Kai-shek, en un enfrentamiento a muerte del que solo se
habían tomado un respiro. En los archivos se pueden ver fotos de las enormes
cantidades de armamento japonés capturado, que fue entregado en su totalidad al
Ejército Popular de Liberación que dirigían los comunistas. Con esa base
logística -más ayuda militar encubierta por parte de rusos- Mao reinicio la
guerra civil que culminaría el 1 de octubre de 1949 con la fundación de la
República Popular China.
Se inicia otra historia. Chiang Kai-shek, derrotado, se
refugia en la Isla de Taiwán (antes bautizada como Formosa por los portugueses)
para preservar la vigencia de la República de China. A partir de ahí, Taiwán, celosa
y generosamente apoyada por los EEUU, inicia un rápido proceso de desarrollo. Enfrente, en el continente, las cosas no fueron
tan lineales ni apacibles.
La instauración del comunismo
El texto de la obra que Carlos Marx tituló El 18 de brumario de Luis Bonaparte comienza
con una frase del autor "La historia ocurre dos veces: la primera vez
como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”. La
famosa cita vale porque en la revolución china se dan ambos eventos: la
experiencia soviética, que finaliza en Rusia con un contundente fracaso, y el
asesoramiento, a partir de esa experiencia, que los soviéticos brindaron a sus
camaradas chinos para construir la nueva sociedad. Hasta la pelea de Mao con
Nikita Jrushchov en 1958, que marcó el inicio de la guerra ideológica entre ambos
partidos comunistas, la presencia de los soviéticos fue dominante.
La asistencia soviética a China se extendió a las
industrias, la agricultura, las fuerzas armadas y la infraestructura, con la presencia
de varios miles de soviéticos enviados como asesores técnicos, administrativos,
y militares a China. Desde 1954, la URSS empezó a remitir ayuda financiera y
económica a China a gran escala, en base a la consideración de que el atraso
tecnológico e industrial de China resultaba un terreno fértil para asentar
firmemente la influencia soviética en el país. Esta asistencia ha sido
descripta como «la mayor transferencia de tecnología hasta ese momento en la
historia del mundo»[iv],
pues la Unión Soviética gastó un 7% de sus ingresos nacionales entre 1954 y
1959 ayudando al desarrollo de China, superando incluso la cuantía de la
asistencia con la que el Plan Marshall contribuyó a la recuperación europea de
posguerra.
Recién fundada la RPCh, se produce el estallido de la Guerra
de Corea, en la que China se involucró para ayudar a Corea del Norte. Ese
acontecimiento, de enorme trascendencia en su momento, forzó más el
acercamiento entre los gobiernos de Pekín y Moscú, siendo que para dicho
conflicto los chinos proporcionaron tropas, y los soviéticos armamento y
asesores bélicos o directamente personal de combate para la aviación.
El Gran Salto Adelante (GSA)
A fin de los ´50 se pone en práctica una propuesta del
maoísmo que quiso ser un calco del plan quinquenal soviético. Su concepción aventurera
no resiste el más mínimo análisis.
El GSA fue una campaña de medidas económicas, sociales y
políticas implantadas, con el objetivo de transformar la tradicional economía
agraria china a través de una rápida industrialización y colectivización. Los
principales cambios del régimen rural incluyeron la creación de las comunas
populares, la prohibición de la agricultura privada, el impulso de los
proyectos intensivos en mano de obra y la política llamada "caminando con
dos piernas", que combinaba las pequeñas y medianas iniciativas
industriales, con los grandes emprendimientos. La idea del gobierno chino era
industrializar el país y aumentar la producción agrícola haciendo uso del
trabajo en masa, evitando así tener que importar maquinaria pesada. El efecto
más visible desde el extranjero fue la campaña de creación de pequeños altos
hornos en cada comuna para la fundición de acero. En octubre de 1958 se
informaba de la creación de un millón de estos hornos (cubilotes), incluso en
las fábricas, escuelas y hospitales donde los trabajadores calificados eran
obligados a abandonar su trabajo para destinar parte de su tiempo a producir
acero. Pese a la propaganda oficial, el acero producido por estos hornos
artesanales era en gran parte inservible debido a la mezcla de diferentes
metales durante su elaboración.[v]
Las consecuencias fueron desastrosas. La colectivización
forzada de la agricultura, el uso del metal de las herramientas (!) para
alimentar los hornos -a costa de la producción y para cumplir planes desmesurados-
y otras medidas por el estilo, provocaron una hambruna que le costó la vida por
inanición a más de diez millones de personas, la mayoría niños y jóvenes. Empero,
lo que fue un fracaso estrepitoso, fue reconocido como tal, y la admisión provocó
que Mao se viera obligado a ceder uno de los tres cargos que detentaba, el de presidente
de la república. Pero las luchas se intensificaron, en la cúpula del poder y en
materia de políticas irracionales.
La gran revolución cultural
La Gran Revolución Cultural Proletaria (GRC) fue un
movimiento sociopolítico que tuvo lugar en los 10 años posteriores a 1966.
Iniciada por Mao Tse-tung, la GRC se propuso preservar la pureza del comunismo
chino por medio de la eliminación de los restos de elementos capitalistas, y
reimplantar su pensamiento, condensado en el “pequeño libro rojo”, como la
ideología dominante dentro del PCCh. La GRC marcó el regreso de Mao a una
posición de poder después de los fracasos de su Gran Salto Adelante. La
convulsión generada con la GRC paralizó políticamente a China y afectó
negativamente tanto a la economía como a la sociedad del país en su conjunto.
Los sitios, objetos y archivos históricos de China sufrieron
daños devastadores, ya que se creía que estaban inspirados en las viejas formas
de pensar. Gran parte de los miles de años de historia de China fueron
destruidos. La GRC condujo al sistema educativo de China a un apagón virtual.
Todos los institutos y universidades se mantuvieron cerrados hasta 1970, y la
mayoría de las universidades hasta 1972. Los exámenes para entrar en la
universidad fueron reemplazados luego por un sistema donde los estudiantes eran
recomendados por fábricas, pueblos y unidades militares.
Las principales víctimas de la GRC fueron los medios
intelectuales y dirigenciales del país. Las acusaciones generalizadas a
técnicos calificados y a profesores universitarios bajo el supuesto de que realizaban
actividades contrarrevolucionarias llevaron a una paralización del desarrollo
tecnológico y educativo del país. Los programas de estudios en las
universidades fueron reformulados para jerarquizar la enseñanza de los valores
ideológicos en detrimento de aquellas materias puramente intelectuales y
científicas consideradas burguesas. A
una generación entera de jóvenes se les privó de la posibilidad de una
educación superior más allá de la repetición de lemas revolucionarios. En su
lugar, los jóvenes chinos respondieron al llamado de Mao formando grupos de la
Guardia Roja en todo el país y fueron trasladados por la fuerza al campo, donde
se vieron obligados a abandonar todas las formas de educación que no sean las
enseñanzas propagandísticas del Partido Comunista Chino.
Se hace la luz
Las primeras notas de la racionalidad y la modernización
chinas fueron tañidas desde Occidente. Fue la época de los foros de consenso de
los ´70 en los que la dirigencia del capitalismo se propuso analizar qué hacer
con un sistema que, gracias a la Revolución Científico y Tecnológica, por
primera vez estaba en condiciones de producir más de lo que era posible consumir.
Nunca había pasado esto en la historia de la humanidad: el fin del reino de la escasez. Las consecuencias –obviamente en un
primer momento potenciales- eran sorprendentes. En la ecuación global de la
oferta y la demanda, ésta última pasaba a ser la variable crítica. Y la
respuesta fue inmediata. La vista giró hacia el mercado más atractivo: el chino.
Mil millones de potenciales consumidores. Y no sólo eso. La innovación producto
de la RCT hacía necesario, para los países desarrollados, descentralizar hacia el
Oriente las producciones de medianas y bajas tecnologías. Así se comienza con la
transferencia masiva y continuada de medios de producción hacia la periferia. Las
matrices de los países desarrollados se reformulan. En EEUU nace el Silicon
Valley en sintonía con la evolución ininterrumpida de las ciencias y las
tecnologías de punta. Al mismo tiempo China recibe una lluvia de fábricas cuyos
productos se distribuyen por todo el mundo.
Las negociaciones, de enorme complejidad, fueron facilitadas
por los cambios generacionales que se estaban por producir en China. Unos
longevos Mao y Chou En-lai –este último un incansable piloto de tormentas- fueron
los encargados de verse con Nixon y Kissinger para establecer las líneas de la
sorprendente alianza que se estaba por producir. A los 6 años, ya fallecida la
vieja guardia, el último de los sobrevivientes, Deng Xiaoping, se consolida en el
gobierno e inicia el proceso de transferencia industrial. Lo guiaban
concepciones totalmente reformistas (“no importa que el gato sea blanco o
negro, lo importante es que cace ratones”).
Lo que sigue es historia reciente y bien conocida. China ha
venido creciendo a niveles del 10% anual (“tasas chinas”) para sacar de la
pobreza a más de mil millones de personas en un breve periodo de tiempo. Esos
logros son tan sorprendentes que cuesta verlos sin sufrir deslumbramiento… lo
cual a veces atenta contra la objetividad.
--o0o—
Hasta llegar a nuestros días, el periodo de la historia
china considerado, por lo menos en sus rasgos más salientes, adolece de una
linealidad manifiesta. Tanto en el proceso previo a la formación de la RPCh
como después, los acontecimientos se van sucediendo con cierta previsibilidad,
no solo durante la vigencia del maoísmo sino incluso luego de 1978, cuando
empieza a tomar forma la China actual.
El periodo inicial de Deng se caracterizó,
ya hemos dicho, por la masiva transferencia de factores de producción de
Occidente a Oriente, la operación logística más grande de la historia. Los
hechos se dan en un país complejo y atrasado, jaqueado por un conjunto
exagerado de factores, tanto internos como externos. Las enormes tensiones
-incluso emocionales, sociales y territoriales- que conlleva la reubicación de
esa gigantesca infraestructura fabril proveniente de EEUU y Europa, no dejan
tiempo para otra cosa que no sea resolver los problemas de adaptación para la puesta
en marcha de las instalaciones transferidas. Desafíos de nuevo tipo aparecen
ahora cuando China tiene que comenzar a pagar los favores recibidos.
Los factores exógenos en la modernización de China han sido
decisivos. No hay manera de que por sí sola, desde el maoísmo, sobre todo por
sus concepciones retrógradas y su labor destructiva, en cuarenta años ese país
hubiera llegado a ser lo que es hoy. También
es cierto que esos factores, puestos en otro lugar del planeta, no hubieran
podido plasmarse de la forma en que allí lo hicieron. China fue bien
elegida. No solo por la magnitud del mercado cautivo, su importancia
geoestratégica y geopolítica o el bajo valor de la mano de obra, sino por la
disciplina social que implicaba el acostumbramiento prolongado a la presencia
del verticalismo de los comunistas. La fórmula cerraba. A esta correlación
virtuosa se les sumaba la fuerza adicional de las legítimas aspiraciones de orgullo
nacional chino de recuperar el prestigio histórico de que gozaron en su prologada
era imperial.
Por su infraestructura industrial, China ya es la segunda
economía del mundo. Eso no significa que toda su industria sea “nacional” ni
que la totalidad de las cadenas productivas estén bajo su control. Solo basta con
ir a un supermercado y ver en la góndola de herramientas y electrónicos cómo
las marcas más prestigiosas -que no son de origen chino- elaboran allí sus
productos.
China carece de una investigación y desarrollo autónomos. Su
punto de partida es muy reciente para completar el ciclo que va desde el
descubrimiento científico hasta la puesta a punto de una tecnología aplicable a
la producción. Es una de las consecuencias malditas de la Gran Revolución
Cultural que destruyó la vida académica, científica y tecnológica, una
infraestructura que para su maduración necesita un largo período de labor
continuada. La gran fuerza del conocimiento que sin duda China debe poseer, habrá
sido utilizada para la adaptación y mejoras (modelos de utilidad) de
tecnologías generadas afuera (esto vale ahora para la 5G). De lo contrario no podría
haber levantado en unos pocos años su infraestructura productiva, ya la más
grande del mundo. Pero ante las carencias China ha tomado medidas inteligentes:
más de medio millón de sus jóvenes están preparándose en EEUU en disciplinas
científicas. Obviamente, en las universidades americanas los cazatalentos no se
dan respiro. Así, los mejores egresados se quedarán allá para continuar trabajando
en sus laboratorios, y los que eventualmente regresen a su país, ya lo harán
como participantes en líneas de investigaciones que normalmente son bi o multinacionales.
Hay metas y etapas que en la ciencia, la tecnología y la educación, no se
pueden improvisar…
Asimismo, China carece de marcas propias de prestigio;
recién ahora se van haciendo conocer algunas pero que aún no dejan de transitar
los andariveles de las segundas y terceras marcas. Por su parte, las traders chinas son de poca capacidad
comparadas con los gigantes occidentales, que en los viajes marítimos le
agregan el mayor valor a los productos. El caso de la muñeca Barbie es
elocuente[vi].
En la globalización se va haciendo más difícil sino imposible el desarrollo de
capacidades nacionales que puedan ser manejadas en forma autónoma. La
pretensión de “vivir con lo nuestro” es solo una ilusión. Las interdependencias
transfronterizas son crecientes y multifacéticas (comerciales, tecnológicas,
simbólicas, técnicas, intelectuales, etc., etc.). Esa nueva situación vale para
todos los países, sin excepción.
En la división global de las oportunidades, a China, en su
carácter de gran potencia, le han tocado responsabilidades por demás
interesantes. Hay dos de notoria visibilidad. La primera es que está llamada a
jugar un rol geopolítico de creciente importancia en el extremo oriente y -en
estrecha alianza con Rusia (aunque no con el mismo protagonismo de Putin en ese plano)- en la totalidad del
continente asiático, incluido por supuesto Medio Oriente. La segunda, es el
proyecto de la Nueva Ruta de la Seda (NRS).
En el ámbito de la infraestructura de conectividad, China
acude a dar respuesta a una de las principales asignaturas pendientes de la
globalización: dicho en términos técnicos, el
cambio, de la configuración de los flujos informativo comunicaciones desde lo
radiocéntrico a lo reticular. La infraestructura existente a nivel mundial todavía
es heredada en gran medida de la época colonial. En ella, los flujos de todo
tipo, principalmente comerciales, migratorios, telefónicos, noticias, etc. eran
de paso obligatorio por los centros de poder. Por ejemplo, para comunicarse con
África, Argentina tenía que hacerlo obligatoriamente por Europa. Más cercano, en
nuestro país, para viajar de Chaco a Santiago del Estero había que hacer escala
en Aeroparque. En el caso de la ciudad de Buenos Aires, para ir de la autopista
La Plata a la Illia había que bajar a la Nueve de Julio. Disfuncionalidades
como las expresadas, se pueden encontrar en cualquier lugar del mundo. Siempre,
en el fondo, ese tipo de arbitrariedades son consecuencia de asimetrías en las
relaciones de poder. A medida que el mundo se comenzó a ensanchar por las
comunicaciones en tiempo real, las expresiones “centralistas”, al ser más
evidentes, comenzaron a ser cuestionadas. En la era de Internet, con disposiciones n-dimensionales para la
comunicación, se necesita redibujar el mundo según otro diseño. La Nueva
Ruta de la Seda es el proyecto de mayor envergadura existente en la actualidad
que aborda aquella herencia distorsiva. China tiene recursos, capacidad técnica
y, sobre todo, ambiciones, como para llevar a buen término ese cometido desde la
actualidad en forma sostenida. No es casual la cantidad de países involucrados
en el desafío (en el segundo lanzamiento del NRS en Pekín participaron más de
60 países la mayoría representados por sus jefes de estado). El megaproyecto
está inspirado en las recomendaciones del G20.
Hace un año, en la reunión de Davos, Xi Jinping
sorpresivamente se pronunció en contra del proteccionismo. Aunque China ha sido
muy estricto en la defensa de su mercado interno con la asistencia de barreras
de todo tipo, el cambio de enfoque se produjo sin ninguna autocrítica. Gran
parte de las reservas atesoradas por China, aparte del ahorro interno, se deben
al hecho de tener balanzas comerciales favorables con todos los países. Por su
lado, Trump, se pronunció a favor del proteccionismo contradiciendo su
ideología y lo que EEUU ha sostenido toda su vida. Hasta ahí las controversias.
En lo que han coincidido ambos líderes es en desatar una furibunda guerra
comercial cuyos resultados, luego de arduas negociaciones y los acuerdos
parciales de estos días, están por verse. Este, es un tema que amerita un
tratamiento aparte por su complejidad y complicación.
--o0o--
Llegado a este punto, volvemos a la pregunta del principio:
¿el modelo chino es replicable? La primera respuesta es no. No solo por un
problema cronológico –no se pueden reproducir las condiciones iniciales de la
globalización en los años setenta- sino por las características de sociedades
dominadas por regímenes autoritarios o en condiciones culturales (según punto
de vista occidental) de estarlo. Tal vez el que más se asemeje salvando las
distancias históricas sea Vietnam. No es casual la forma estrecha en que ambos
países están cooperando, incluso a nivel de sus respectivos partidos
comunistas, para la transferencia de la experiencia china en la construcción de
lo que se denomina socialismo de mercado. Lo que no está del todo claro, por lo
menos para mí, es la forma en que se tiene que dar el proceso de inclusión de
mil millones de personas en todo el mundo que están viviendo con U$S1/day. Uno no
puede dejar de comparar, por ejemplo, la ceremonia diaria de inicio de las
tareas en el gigante electrónico chino TCL (se puede ver en YouTube[vii]),
con el espectáculo de nuestros piqueteros tomando mate en la 9 de julio cuando
en el interior del país hay cosechas que cuesta levantar por falta de mano de
obra…
Ing.
Alberto Ford
La Plata, enero de 2020
[ii] las internas entre quienes veían la derrota como
inminente luego de que las bombas atómicas fueran arrojadas, entre ellos el
emperador Hirohito, y los fanáticos tipo kamikazes, que a toda costa se negaban
a la rendición, hizo que la guerra se prolongara varios días. Además, en
Manchuria y Corea, donde los japoneses tenían una importante base industrial,
las fuerzas imperiales permanecían relativamente alejadas de la parte insular. Finalmente,
el Acta de Rendición fue firmada recién el 2 de setiembre a bordo de la nave
Missouri fondeada en la Bahía de Tokio.
[iii] Una muy detallada descripción de las operaciones donde
participaron más de dos millones de
soldados se puede ver en https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Manchuria
[iv] https://es.wikipedia.org/wiki/Ruptura_sino-sovi%C3%A9tica
[vi] Las muñecas Barbie de la firma Mattel se hacen en China
al costo de U$S 1 (UN DÓLAR), 0,70 para materiales y 0,30 mano de obra. Puestas
en en lugar de embarque, son tomadas por una trader para llevarlas a EEUU donde finalmente llegan al público al
precio de U$S 10. La diferencia de U$S 9, se reparte entre la transportadora, los
impuestos, el mayorista que las recibe y los minoristas que las venden.
[vii] https://www.youtube.com/watch?v=3pq1ufZy-PI. McLuhan
hubiera dicho “un video vale más que mil palabras”. Imperdible. Son 45 minutas
que reflejan fielmente lo que farragosamente queremos decir en este trabajo
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