miércoles, 9 de diciembre de 2020

 

 

`El COVID-19 en el novedoso mundo del G20

 

Al ritmo de la pandemia, las últimas semanas mostraron algunos anticipos del inicio de la fase final del proceso globalizador que claramente está emergiendo a pesar de la bruma imperante. El principal de ellos fue la realización de la cumbre del G20 en la que los líderes de los países que aportan el 85% del PBI global emitieron una declaración que refleja el estado de ánimo imperante en las altas esferas; la definición se refiere tanto a las preocupaciones por la crisis en curso como la forma calculada en que auguran las posibilidades que se abren con el comienzo de la vacunación generalizada. Otro capítulo es el de las elecciones en EEUU rodeadas de una gran expectativa por el triunfo de Biden para satisfacción de una de las mitades del electorado americano y desencanto de la otra. Mientras, al otro lado del planeta, se sacudió el tablero con la fundación de la Asociación Económica Integral Regional (RCEP) constituida por 15 países de la macrorregión del Asia Pacífico, lo que da lugar al acuerdo de libre comercio más grande del mundo. Por último se hace una breve consideración crítica del Programa Artigas, una iniciativa que cuenta con el apoyo del Papa Francisco, que forma parte de los intentos de resolver el flagelo de la pobreza que afecta a nuestro país como a tantos otros.

 

Desde el punto de vista de la gobernabilidad global el encuentro virtual de líderes en la Cumbre del Grupo de los Veinte es el hecho decisivo del año. A pesar de carecer de una presencia permanente en los medios, un análisis detallado de las formas y contenidos del funcionamiento del G20 demuestra palmariamente que se han producido modificaciones irreversibles en la arquitectura del poder global. El G20 tiene características originales, por ejemplo, la representatividad de sus integrantes. Aunque los signatarios de la declaración final[i] sean los gobernantes de los países que aportan el 85% del PBI del planeta, la participación en la Cumbre no depende de su pertenencia nacional. Por el contrario, en el G20 los líderes asumen sus responsabilidades a título personal lo que hace que las declaraciones estén encabezadas por “Nosotros, los líderes del G20…” (y no por “nosotros, los representantes de los países del G20…”). Sutil y paradojal.

El G20 no toma decisiones; ejerce su influencia por medio de la persuasión y la disuasión, y las recomendaciones y compromisos incluidos en sus declaraciones no son vinculantes para los países miembros (por cierto, basta con mirar quiénes son los que recomiendan o se comprometen para ver si es fácil y no tiene costos mirar para el costado y vamos viendo). Su funcionamiento está orientado a alcanzar consensos, un cometido que tiene sus bemoles. El problema radica en que quienes eventualmente apliquen las recomendaciones son los mismos que las formulan; o sea, los funcionarios actuantes llevan puestos dos sombreros. La figura busca evidenciar la relación conflictiva que existe entre los intereses del país y los regímenes supranacionales, cuando la gestión se da a esos niveles. La paradoja fue analizado por Robert Putnam (1988) en su genial trabajo (de reminiscencias cuánticas) Diplomacia y políticas domésticas: la lógica del juego de los dos niveles.

En esta oportunidad, la compleja problemática del COVID-19 ocupó los párrafos iniciales de la declaración. “Estamos comprometidos a liderar el mundo en la configuración de una era post-COVID-19 fuerte, sostenible, equilibrada e inclusiva…utilizando todas las herramientas de política disponibles durante el tiempo que sea necesario” se dice en la declaración de los líderes (subr. AF). La reivindicación puede parecer un tanto desmesurada para el descreimiento acostumbrado de los argentinos -curtidos en una dialéctica estéril entre la esperanza y la frustración- y por ello no fácilmente digerible.  Pero en este caso el pronunciamiento es colectivo y a la luz del día, hecho por quienes están a cargo del tablero de comando en el planeta.

El G20 se ha ubicado claramente en la cúspide del poder, subsumiendo legítimamente a todo el resto de organismos multilaterales por una razón de peso: los líderes del Grupo son a su vez las máximas autoridades de los países que financian, y aprueban los lineamientos y los resultados de dichos organismos. Aunque las burocracias sean resilientes y su principal preocupación, en su gran mayoría, radique en la defensa del estatus, en última instancia deben obedecer a quienes manejan la caja. Esa subordinación comienza por las Naciones Unidas y todas las agencias que integran su sistema de las que, sin embargo, consideran “las evaluaciones en curso, su compromiso declarado con la transparencia y la necesidad de fortalecer su eficacia general, en la coordinación y apoyo de la respuesta mundial a la pandemia y los esfuerzos centrales de los estados miembros”. En la emergencia del COVID-19 la principal preocupación del G20 es asegurar que “las instituciones financieras internacionales y las organizaciones internacionales pertinentes continúen brindando un apoyo fundamental a los países emergentes, en desarrollo y de bajos ingresos.”

La recomendación se tradujo en medidas para dar respiro a las dificultades en el sistema de pagos derivadas de las obligaciones financieras contraídas por los países más pobres. La voluntad del G20 se expresó en el compromiso de implementar la «Iniciativa de suspensión del servicio de la deuda» (DSSI), incluida su extensión hasta junio de 2021, lo que permitirá a los países elegibles para DSSI suspender los pagos oficiales del servicio de la deuda bilateral. En ese sentido, la declaración de los líderes celebra los avances logrados hasta ahora ya que “el informe preliminar del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Grupo del Banco Mundial (GBM) destacó que, junto con un financiamiento excepcional, el DSSI está facilitando significativamente un mayor gasto relacionado con la pandemia. El FMI y el GBM continuarán trabajando en su propuesta de un proceso para fortalecer la calidad y consistencia de los datos de la deuda y mejorar su divulgación.”

Los líderes no se pronuncian por la diversidad de problemas que habitualmente son motivo de consideración en la comunicación pública. Su agenda es relativamente estable y previsible, y los temas van siendo dejados de lado a su resolución o son derivados a organismos multilaterales y/o programas específicos cuando ya están instalados o en vías de resolverse. Las preocupaciones, en constante cambio, incorporan a cada paso los aspectos críticos que hacen a la marcha efectiva de la globalización, poniendo el acento en lo trascendente más que en la repercusión de los sucesos. Para el sherpa argentino, Embajador Jorge Argüello, “el principal valor de la Declaración estriba en plantear un diagnóstico compartido sobre algunos de los retos como el futuro del empleo o la necesidad de aumentar la inversión para contribuir al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas. Temas de género, apoyo a la infancia y a la educación se suman a otros desafíos que requieren soluciones urgentes como la preservación del medio ambiente, el cambio climático, la biodiversidad, la degradación de tierras, los océanos y el agua”

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Cambia, todo cambia. ¿Cambia EEUU?

La división de la sociedad americana, si bien preexistente, se ha evidenciado una vez más en forma dramática por la elección presidencial; el recrudecimiento de la “grieta” puede significar en lo sucesivo una conflictividad más pronunciada o trascendente que lo habitual. Por si acaso, que Trump haya reconocido la derrota y facilite la transición es una buena noticia. Hay que esperar la asunción de Biden o por lo menos el armado de su gabinete para ver el tratamiento de la herencia de Trump y de las tendencias emergentes algunas de ellas novedosas. Sin embargo, en materia de política exterior no son esperables grandes modificaciones más allá de los buenos modales que sin duda va a mostrar el nuevo presidente. Aunque sus atisbos eran precedentes, en la economía estadounidense se han producido una serie de hechos de enorme gravitación paradigmática, fácilmente verificables, cuya concreción se ha visto acelerada con el gobierno saliente. Ellos son:

Regreso de capitales y grandes inversiones. Las reformas fiscales han promovido la repatriación de billones de dólares que las multinacionales estadounidenses y sus filiales tienen en el extranjero. Por tomar un caso, en el rubro de las grandes tecnológicas, Apple anunció la vuelta de 350.000 millones de dólares que inyectados en la economía de EEUU darán lugar en los próximos 5 años a la creación de 20.000 nuevos puestos de trabajo. La movida es generalizada. Con respecto a la Inversión Extranjera Directa, Estados Unidos es la primera economía en términos de IED entre 2017 y 2019 -incluso por sobre China e India, grandes receptores-, una situación favorecida por las reformas comentadas que en el último tiempo fueron promoviendo la venida de factores productivos.

Repatriación de empresas. Los términos nearshoring y reshoring refieren al rediseño de la externalización de procesos en la actividad de las empresas a través de la subcontratación con otras empresas en países más próximos o en el propio país.  Al respecto, en julio de 2020, el gobierno de EEUU puso en marcha la iniciativa conocida como Regreso a las Américas, que ofrece incentivos financieros a las empresas estadounidenses que vuelvan a los Estados Unidos o se instalen en Iberoamérica abandonado Asia, especialmente si proceden de China. El responsable de informar sobre el contenido de la iniciativa fue el controvertido Mauricio Claver-Carone, el mismo que le ganó la presidencia del BID a Gustavo Béliz. Regreso a las Américas forma parte de un proyecto más amplio denominado América Crece, que propone “ampliar en Iberoamérica la cooperación bilateral, reduciendo las barreras regulatorias, legales, de adquisiciones y en los mercados de inversión” según se dice en un informe del prestigioso Instituto español de estudios estratégicos (ieee.es). El 83 % de las empresas norteamericanas encuestadas tienen planes de relocalización... se calcula que en los próximos  5 a 10 años la mayoría de las empresas los habrán completado. Un análisis de la AmCham en Colombia menciona que las empresas que inicialmente tienen más probabilidades de ser reubicadas son las que provienen de la industria farmacéutica, manufacturas e insumos para calzado, prendas de vestir y textiles, industria automotriz, así como de alimentos y bebidas sobre las cuales EEUU quiere tener proveedores cercanos y con rápida respuesta para disminuir la alta dependencia asiática.

Para una agencia inglesa especializada en estudios chinos la iniciativa América Crece es un desafío directo a La Ruta de la Seda en América Latina, pero los críticos más directos la etiquetan como una nueva Doctrina Monroe. Optimista, Claver-Carone augura que “al trabajar juntos, seremos la región más innovadora y de más rápido crecimiento del mundo”.

La guerra comercial chino-estadounidense. Un juego de PlayStation. Con un claro ganador: EEUU, que reacciona frente a la dependencia asfixiante de un déficit comercial que alcanzó en 2018 la friolera de 419.000 millones de dólares. El “imperio” comienza a rescatar la capacidad productiva que relocalizó en China hace cuarenta años como principal aportante para poner en marcha la economía del gigante oriental. Al imponer aranceles a determinados bienes, los americanos se proponen disminuir el desequilibrio en la balanza; por lo pronto, el déficit en 2019 ya bajó a U$S 345.600 millones… y seguirá bajando, más allá de los lógicos vaivenes. Como se sabe, en el comercio el poder final lo tiene el que compra. Veremos cómo EEUU delinea su política hacia Iberoamérica mientras recupera esa gigantesca cuota de mercado.

Trabas a la inmigración. Ya desde la época de Obama se vino poniendo restricciones a la inmigración, principalmente la que proviene de América Central. Para ese fin se han suscripto acuerdos con México y otros países del área. Pero la medida tiene sus riesgos. No se puede taponar sin más la búsqueda de mejores condiciones de vida que los indigentes persiguen incansablemente con sus interminables y agotadoras marchas; es un potencial polvorín que a nadie le gustaría tener en el patio de al lado. Una obra de infraestructura de conectividad que aporta al desarrollo de la región es el llamado «tren maya» que atraviesa la península de Yucatán para conectar a México con sus vecinos. 

Tendencia al aislacionismo. No es más que una expresión actualizada del tradicional ensimismamiento de ese país expresado en la consigna del «american first» a la que Biden se apresuró a adherir ya en la campaña. EEUU, diplomática y militarmente, se ha venido retirando de Asia, Europa y Medio Oriente. Difícil que regrese o vuelva a actuar con la intensidad con que lo hizo en otras épocas.

Crisis del multilateralismo. No es solo asumida por los EEUU. En tiempos de pandemia, las aglomeraciones indiscriminadas, donde se difuminan las competencias, ya no serán la única opción. Se marcha a un mundo variopinto donde diversas asociaciones, ya existentes o en formación, convivirán con múltiples acuerdos bilaterales en el tema de la libertad de comercio de bienes y servicios. Tres cuartas partes de los 26 billones de dólares que se comercian en el mundo entre los países y, sobre todo, entre las mismas empresas, se tranzan dentro de lo que se conoce como «cadenas internacionales de valor» (GVC). Estas o las ahora llamadas por los especialistas «redes globales de innovación» (GIN) están detrás de la pantalla y por su grado de dispersión son difícilmente encuadrables en una negociación.

Esta sobresaturación de factores en EEUU, si no se modifica radicalmente, generará una situación, desde el punto de vista de la dinámica de los sistemas, de un fuerte potencial que no es fácilmente absorbible contando solo con el territorio norteamericano. Es como un resorte apretado con la mano; si se lo suelta salta para algún lado. El eventual desequilibrio transformador genera muchos interrogantes y la necesidad de seguir atentamente la evolución de los acontecimientos.

Era la China de Mao

La República Popular China (RPCh) se siente compelida (como un adolescente al que le empiezan a cortar el chorro) a ponerse a pensar cómo se puede arreglar por sí misma, y comenzar a devolver -en inversiones para el desarrollo de su entorno y otros lugares más alejados- parte del gigantesco potencial productivo que fue relocalizado en su territorio a partir de 1979. Ese año es considerado como un punto de partidas de la más grande operación logística de la historia. Se puso en marcha cuando las influencias de la Trilateral se hicieron sentir, en forma sostenida y duradera, con el fin de poner en pie un país derruido e iniciar un proceso de crecimiento constante (“a tasas chinas”), inédito en la historia.

El principal cometido chino es ahora seguir exportando -aunque en forma más direccionada como consecuencia de las restricciones de las “guerras”- la producción más grande del mundo, para lo cual es fundamental la infraestructura de conectividad inherente a la Ruta de la Seda. Por lo pronto China posee capacidad técnica probada en su territorio, un gigantesco patrimonio financiero atesorado, necesidades de nuevas rutas comerciales y, sobremanera, una ambición indisimulable para recuperar la grandeza que le cupo en el pasado. Salvo que su relación no es de plena confianza con todos sus vecinos, los demás factores prometen resultados favorables.

Hace unos días se firmó la Alianza Integradora Económica Regional (RCEP), un acuerdo de libre comercio entre 15 países asiáticos que sumados integran el 30% del producto mundial y generan el 28% del comercio internacional del planeta. Se trata a la fecha del mayor acuerdo de libre comercio del mundo que incluye, además de China, Japón, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda, los 10 países del ASEAN. El pacto irá eliminando gradualmente los aranceles a las importaciones entre sus miembros (reducción que llevará hasta 20 años) e incluye otras ítems respecto a propiedad intelectual, telecomunicaciones, servicios financieros, comercio electrónico y servicios profesionales.

Hay quienes, llevados por la corriente, ven que el RCEP obra en beneficio de la RPCh; otros -menos sensibles a los lugares comunes- se preguntan con fundamento si los grandes (en serio) que integran el acuerdo necesitan ir a sobarle el lomo a los chinos. Obviamente, se mire por donde se mire el RCEP es bueno para todos. Pero la realidad es más vasta  (y esto es lo interesante porque responde a un efecto que no es patrimonio de aquella zona) ya que la macro regionalización, expresada como herramienta a través de distintas dimensiones, en este caso comercial, es un ordenador territorial que se irá extendiendo como fase intermedia para que la globalización, como nueva configuración planetaria, finalice su plena instalación.

¿Y por casa, cómo andamos?

Argentina está en la lona. No sabe qué hacer para salir del engorro. Pero bueno, como decía el filósofo, que algo sea difícil es un motivo más para hacerlo… aunque en este caso no esté claro el camino a seguir. En medio de tantos desatinos voy a hacer unos pocos comentarios sobre lo que considero el principal problema de la Argentina: su descomunal desequilibrio territorial y demográfico. Y, sobre todo, las consecuencias que el tema puede acarrear en el contexto de los cambios comentados en la escena internacional.

El enfoque no tiene buena prensa. Aquí el problema sería (también según el filósofo) preguntarse cuál es la razón de cambiar algo ya probado y que anda bien: si la agenda está establecida y tiene miles de seguidores, ¿para qué introducir otro tema cuyas implicancias no están del todo claras o no son fácilmente explicables? El intríngulis remite (¡oh sorpresa!) a las andanzas del delegado personal del Papa, el inefable Juan Grabois y su propuesta de cabecera, el programa Artigas.

El Programa empezó mal. La ocupación de 1200 hectáreas de la familia Etchevehere con el fin de crear puestos de trabajo y relocalizar población en Entre Ríos, tuvo como una de sus primeras manifestaciones el cultivo del perejil en almácigos, dispuestos al costado de unos eucaliptos ya crecidos como para protegerlos del sol. Un verdadero despropósito. Es el problema de siempre: la inoperancia del peronismo salvo para repartir lo que no produjo, la falta de profesionalismo y una competencia nunca probada en sus gestiones, y la poca disposición para el esfuerzo de sus partidarios educados en el clientelismo y la dádiva.

Artigas cuenta con el apoyo implícito pero innegable del Papa Francisco. Grabois es su representante. Por cierto, el magno soporte, a pesar de sus alcances, no es ninguna garantía de probidad. Los jesuitas, salvo en la educación y en las tareas de lobbying, no han sido muy exitosos a lo largo de la historia como promotores del progreso social. El derrumbe de las misiones guaraníticas –uno de sus proyectos más ostensibles- puso en evidencia los alcances del poder terrenal de la Compañía de Jesús. La experiencia fallida de Fidel Castro y la Revolución Cubana están a la vista. No obstante, esta movida a través del peronismo tiene su lógica.

El Programa Artigas adolece de una serie de formulaciones voluntaristas y otras decididamente equivocadas. Se propone crear “4 millones de puestos de trabajo social y 170 mil empleos registrados regulados por convenio colectivo (por medio de) comunidades rurales organizadas y cinturones hortícolas protegidos y desarrollar nuevos emplazamientos industriales a través de una planificación territorial que contemple nuevos esquemas de transporte multimodal”. La propuesta tiene dos partes. La primera se basa en la producción de alimentos para el consumo cautivo de las nuevas localizaciones y de su entorno. Es una falacia. Nuestro país no tiene ningún límite visible en la producción de alimentos; en todo caso el problema es que esos alimentos procesados lleguen a las góndolas o a quienes deben consumirlos. Se asegura que podemos y de hecho se lo está haciendo producir suficientes proteínas para 10 veces la población argentina. ¿Para qué más? La producción agropecuaria de nuestro país está en el podio del mundo. Por su parte, el trabajo en las huertas está suficientemente atendido por la comunidad boliviana protagonista de una gesta productiva de altísimo rendimiento en todos los cinturones hortícolas del país.

No es fácil saber lo que se puede hacer con los piqueteros; a lo mejor al final haya que agradecerle al Papa los servicios prestados. Sin embargo, tal vez sea más razonable pensar en formas autoorganizantes de movilización social, productiva y laboral, apelando al big data y la comunicación en las redes, profundizando la línea que se abrió con el pago de los planes sociales con tarjeta, prescindiendo de la labor interesada de los punteros peronistas. Puesto así parece un desafío inalcanzable. Pero nuestro país, aunque lejanas, ya tiene experiencias. No sería un salto más audaz al que se dio desde el rosismo al inicio del período de la organización nacional en los años cincuenta del siglo XIX cuando la Argentina se adscribió formalmente a la onda modernizadora que estaba recorriendo el mundo.

Crear “millones de puestos de trabajo” como sueña Grabois solo se podría hacer –con mucha paciencia- bajo los siguientes supuestos.

·         Un proyecto federal en serio como nunca hubo en el país

·         Asignación internacional de cuotas de comercio más o menos visibles como se dio en China a partir de 1979. Solo la demanda externa es la que puede hacer crecer a nuestro país.

·         Inversiones internas y externas para la creación de un aparato productivo tendiente al reequilibrio territorial acorde a las salidas externas (Asia Pacífico por los Andes, vecinos por tierra y resto de Sudamérica, Europa, África, Medio Oriente y Norteamérica) sacando el mayor rédito posible de cada ruta.

·         Creación de una Infraestructura de conectividad para esos fines ejecutadas por programas como la «Ruta de la Seda», «América Crece» o derivados de acuerdos bilaterales, bajo control del Global infraestructure Hub (GIH), una iniciativa del G20 que se maneja con un modelo global. Un plan con las obras de conectividad funcionales a la globalización no puede surgir del promedio de las demandas de los gobernadores “para dar respuesta a las necesidades de la gente”… a las que, obviamente, se debe atender pero priorizando en cada caso la infraestructura estratégica.

·         Políticas de estado a cargo de gobiernos morales y competentes

Ing. Alberto Ford

albertoford42@yahoo.com.ar

La Plata, diciembre de 2020

 



[i] http://ingenieroalbertoford.blogspot.com/2020/11/