viernes, 20 de abril de 2018


Mayonesa cortada

La muerte del peronismo no se debe a las factores que tradicionalmente lo han llevado a situaciones de crisis; de las cuales, dicho sea de paso, siempre ha terminado saliendo. Ahora pasa otra cosa distinta, algo que ese movimiento nunca sufrió: un cambio de paradigma. Como todo organismo vivo, y los partidos lo son, tienen vigencia en tanto sean funcionales al contexto en el cual han nacido y se han desenvuelto. Cuando se da un cambio en la condiciones de la realidad, algo que andaba en el anterior orden, deja de hacerlo; la compatibilidad se resiente o desaparece. El peronismo, como consecuencia del triunfo de Cambiemos, ha perdido sentido, y no podrá recuperarlo. El sentido es un vector que se mueve en sincronía con el progreso –al que retroalimenta- mecanismo sin el cual  lo vivo pierde animación. La otra parte del trabajo se refiere a algunas de las acciones del gobierno de Cambiemos, las principales a mi juicio, que están indicando el cambio de paradigma.

Aunque siempre terminó resucitando, la muerte del peronismo ha sido mentada más de una vez. Las razones esgrimidas son parecidas: pérdida de cajas, retroceso electoral, dispersión territorial, ambiciones irreconciliables. Sin embargo, los pronósticos agoreros nunca hicieron caer en el desánimo a los partidarios del General. El mismo Perón dijo que los peronistas eran como los gatos: cuando parece que se pelean en realidad se están reproduciendo. La pregunta es si esos ciclos reproductivos se repetirán toda la vida; más concretos, si a pesar de los sinsabores momentáneos, los peronistas van a lograr religarse. Soy de los que piensan que las cosas son hasta que dejan de serlo. Sobre todo, que a diferencia de las anteriores oportunidades, ahora hay un cambio que no emerge del peronismo pero que sí lo incluye.

En la historia argentina hay dos ejemplos a tener en cuenta. El primero es la revolución de 1955 que desplazó del poder a Perón y lo manda al exilio, ausencia que prendió la llama del revanchismo entre sus partidarios. Efectivamente, a pesar del desbande, no pasó mucho tiempo para que los peronistas se propusieran volver, como efectivamente ocurrió, directa o indirectamente, con Frondizi, el golpe de 1966 o en 1973. El segundo es Caseros, en 1852. El desplazamiento del rosismo no dio lugar a la alternancia; el partido federal fue barrido de la historia. Lo que ocurrió fue un cambio de paradigma, sin grieta, ni orillas enfrentadas que dieran lugar a sucesivos cambios. Por el contrario, luego de una década de (des)estabilización, se dieron las condiciones para barajar y dar de nuevo. La presidencia de Mitre en 1862 fue el inicio del primer ciclo largo de crecimiento nacional.

Normalmente los cambios paradigmáticos tienen decisivos componente de factores exógenos. En el caso de la caída del rosismo, los cambios se produjeron en medio de procesos de modernización en todo el mundo, por ejemplo, la guerra civil norteamericana o la restauración Meiji en Japón. El modelo agroexportador vigente hasta 1933, fue la expresión telúrica de esas corrientes renovadoras. Lo que pasa ahora en la Argentina es una manifestación algo tardía de la culminación de la fase superior de la globalización que se inició en los setenta del siglo pasado. Esa corriente –más bien un vendaval- entre otros menesteres llevó a cabo la implosión de la ex Unión Soviética, industrializar al gigante chino, y transnacionalizar el 70% de la economía mundial (una salvedad: a contramano, el modelo nacionalista burgués que inspiró entre tantas otras nuestra octogenaria decadencia, ahora es retomado total o parcialmente por algunos regímenes europeos y de otros continentes, obvio, sin tocar un ápice de la parte globalizada de la economía).

Para cerrar esta introducción. Hay uno de los problemas del peronismo -aparte de los mencionados - que es insalvable. Es el hecho de que ha caído en desuso; es decir, le pasa lo peor que le puede pasar a cualquier organismo vivo: pérdida de sentido. Su dispersión es como una mayonesa cortada, no hay manera de religarla por más aceite que se le agregue. El desligue no ocurre por su culpa; es una consecuencia directa de la reconfiguración del sistema político argentino. Cambiemos encarna ese salto (según una vulgata lo hemos denominado cuántico en otros trabajos), que dará lugar en lo sucesivo a una serie de reacomodamientos tratados aquí sucintamente, casi a nivel de enunciados, dada las limitaciones de este trabajo.

El peronismo exangüe

Como variantes de una misma obra, los distintos modos de la política –según se mire, con civiles y militares, de tono neoconservador o progresista- han sido funcionales en forma más o menos explícita a la configuración de estructuras físicas y mentales vigentes en las últimas décadas, y extendidas horizontalmente a lo largo de nuestra sociedad. Aunque se puedan identificar distintas escuelas ideológicas, hay invariantes que permiten ver la repetición de los patrones conceptuales. Fueron características: proteccionismo, regulación de la vida económica, sustitución de importaciones, fomento al estado empresario y empleador, burocratismo e ineficiencia estatal, prácticas prebendarias en la industria, renuencia a la innovación tecnológica, desprecio al campo, corrupción gigantesca detrás de la supuesta defensa de la soberanía energética, monopolio de los cielos como forma de encubrir las falencias de la aerolínea de bandera, decadencia y falta de racionalidad en el transporte, desequilibrios territoriales y demográficos, gremialismo mafioso, federalismo retórico, ostracismo y falso orgullo nacional, etc. La receta del nacionalismo burgués en cualquiera de sus expresiones llegó a contener cada uno de los ingredientes anotados.

Está claro que no es el único actor, pero el peronismo ha encarnado el papel protagónico en la decadencia; casi se podría decir que nace y actúa a lo largo de ese periodo blindado de nuestra historia. Ahora, en el ocaso, la tragedia muta en farsa; estamos presenciando una comedia de enredos. Algunos periodistas con sentido del humor se han hecho el plato con Barrionuevo y sus muchachos tomando por asalto la sede vacía del PJ en Matheu 130 de la Capital Federal.

Que desaparezca el peronismo no quiere decir que lo hagan los peronistas; sobre todo, porque siguen siendo unos cuantos. Por un lado, según los nuevas factores gravitantes, la dispersión ira erosionando sus posibilidades nacionales, a la par de ir aumentando, por el otro, la densidad de las expresiones locales, provinciales y regionales. Nadie puede desconocer que Cristina Kirchner tiene, por lejos, la mayor cantidad de votos, y, por lo visto hasta ahora, es un factor anticoagulante insoslayable. En ese escenario es difícil imaginar que una expresión peronista no kirchnerista adquiera competitividad en lo inmediato, y que ese retardo no actúe progresivamente para acentuar la irreversibilidad de su descomposición; es decir, su incompetencia por cambio en las condiciones de desenvolvimiento. El desparramo puede dar lugar a diversas opciones.

Es probable que prevalezcan los intereses de los caudillos por mantener influencia territorial. Dada la versatilidad de los peronistas, es esperable cualquier combinación; al respecto, existe entre los peronistas una enorme experiencia. Una de las variantes más interesantes es lo que se puede gestar alrededor del Frente Renovador en el espacio de centro izquierda o “progre”  con otras fuerzas de diversa procedencia. Pero esa alternativa ya no sería peronismo de pura cepa. La otra, que es inevitable y se desenvuelve rauda, es la incorporación bajo diversas formas al espacio de Cambiemos. Lo que sí hay que descartar es la vuelta al pasado caracterizado por la singularidad del peronismo y su capacidad de convocatoria.

Lo reconfiguración del sistema político debe entenderse asimismo con relación a las corporaciones que contienen a una parte importante de la sociedad argentina, donde también se hace política. El salto cuántico implicado en el cambio de paradigma, hace que las diferenciaciones que asoman en la cotidianeidad, vayan abonando los diseños por medio de reciclajes, combinaciones diversas, o la creación de nuevas organizaciones representativas. El cambio de época ha venido para quedarse porque está promovido y controlado por una situación exógena que engloba a nuestro país a través de diversos mecanismos. Para entender lo que está pasando, es menester tomar cierta distancia de las urgencias del día que, como ocurre siempre, se van sucediendo unas a otras en un proceso de resolución paulatina, fatalmente representadas por la parte vacía del vaso medio lleno.

¿Gradualismo?

Nunca en la historia de nuestro país un gobierno abordó problemas estructurales con tanta profundidad y sin ataduras a intereses espurios, Cambiemos va siendo capaz de meter el cuchillo hasta el hueso. A pesar de los resultados evidentes que se van logrando para desarticular corporaciones consolidadas -que son causa y consecuencia del atraso que ha sufrido nuestro país durante ochenta años-, hay una parte de la sociedad que sufre aún de desconcierto. En la opinión pública, se han instalado otros temas, de mayor visibilidad por su aparición en las primeras planas, que son la comidilla diaria de algunos comunicadores. Sin embargo, desde un punto de vista estratégica, Macri está actuando sin prisa pero sin pausa según tres ejes principales: 1) infraestructura de conectividad, 2) desarticulación de las corporaciones para evidenciar la corrupción sistémica, 3) reindustrialización. Todos los otros asuntos pendientes, también de índole estratégica (pobreza, educación,) que enfrentan tanto el gobierno como la sociedad en su conjunto son, en gran parte, heredados; pero llegar a las tasas de eficacia esperadas, no es posible en tanto no se logren las soluciones referidas a una diversidad de temáticas que giran en torno a los tres ejes mencionados.

Marco Polo

En la cumbre de China del G20, en 2016, Macri dijo que la conectividad es la clave del momento. ¿Qué quiso decir? Conectividad, referida a la comunicación, es una noción que refleja la forma en que se establecen interacciones a todo nivel. Comunicación es información en tránsito, no solo la de las redes sino, en un sentido más general, una diversidad de flujos materiales y virtuales de intercambio (comerciales, turísticos, poblacionales, aspiracionales, etc.), que operan sobre el territorio y las personas que atraviesan. La configuración territorial, tomada en el sentido más amplio de la acepción, es la variable principal para el despliegue generalizado de las interdependencias globales, por tomar un caso, para potenciar las relaciones sur-sur en el mundo, dejando de lado el paso obligado, vigente hasta ahora, por los países centrales. En ese marco nace la nueva Ruta de la Seda, denominación que rememora las travesías del mercader veneciano en la Edad Media. La propuesta, en última instancia, implica que por ese medio, una infraestructura de conectividad radio céntrica -derivada de las dependencias coloniales, neocoloniales e imperialistas- vaya siendo suplantada por otra concebida según un diagrama de conexiones en red, con las ventajas que ello trae aparejado en materia de sinergias y regulaciones entrópicas.

Nuestro país es un caso prototípico. Su infraestructura informativo comunicacional, en forma de embudo, es una consecuencia del modelo agro-exportador que dispuso que la salida de la producción debía hacerse exclusivamente por el puerto de Buenos Aires. No fue el único vector con esa dirección y sentido. La fuerza centrípeta generada por una multiplicad de factores convergentes, en realidad se venía manifestando desde la época de la colonia; fue la que provocó el principal problema estructural que afecta a nuestro país: el desequilibrio territorial y su consecuencia demográfica. De esa especie de cancha inclinada en que se ha transformado el mapa nacional, su manifestación más dramática es el conurbano bonaerense.

El gobierno de Cambiemos ha emprendido un programa de obras de una magnitud sin precedentes en nuestro país; para tener una idea de las realizaciones, basta con recorrer el interior. En todos lados, a lo largo y a lo ancho del país, en las provincias más postergadas en primer lugar, es muy alentador ver una multitud de máquinas amarillas en las rutas, escuchar el bip bip que anuncia su incansable labor, para verificar que lo que se ha dicho que se va a hacer, se lo está haciendo. Por cierto no estamos acostumbrados a ese nivel de actividad en la administración pública. Surgen diversas interpretaciones. La más común, es aquella que vincula las obras con la obtención de favores electorales dado que en nuestro país, cada dos años, hay que hacerse cargo de ese costoso cometido... y una obra siempre ayuda. Puede que en parte sea así, y no está mal que ello suceda en tanto, claro está, que lo prometido se cumpla, y que no haya los desvíos que han sido tan característicos. Pero el verdadero objetivo, el más profundo, es otro.

Sin cambiar la configuración de embudo comentada más arriba, no hay desarrollo federal. Esa transformación se ha iniciado con un conjunto de proyectos de variado tipo. Uno de los principales, el Plan Belgrano, permitirá sinergizar las provincias del norte, habituales feudos del peronismo. La conexión horizontal y la salida al Pacífico darán lugar a un cambio copernicano en los medios productivos, y, en consecuencia, las condiciones de vida y de trabajo para los sectores más pobres de esa meso región. Por su parte, el desarrollo del ferrocarril en sentido horizontal le irá confiriendo al camión la dimensión que le corresponde y que nunca se debió haber obviado. En el caso de la zona metropolitana, bicisendas y metrobuses irán creando las condiciones para desarticular o racionalizar las obligadas trayectorias periferia centro. Y los tres más importantes de todas: las low cost, el RER y el Paseo del Bajo. Por primera vez, desde la creación del Virreinato del Río de la Plata, se puede pasar por Buenos Aires sin la obligación de descender. Con las low cost, a un conjunto creciente de lugares del interior se les posibilita emprender y alcanzar sus destinos, de cabotaje o internacionales, sin la obligación de desembarcar en Buenos Aires, o sea, sin pagar peaje; una verdadera contribución al inicio del proceso de desconcentración territorial. Así, con las nuevas políticas para el transporte aéreo, se ha puesto en marcha (¡por fin!) un programa de cielos abiertos que debería culminar cuanto antes con la privatización o desaparición de nuestra aerolínea de bandera. Los países desarrollados lo saben: el turismo, los viajes familiares o de negocios, no se consuman a bordo; comienzan y terminan en la escalerilla del avión. Todas estas políticas, programas y proyectos son el paso inicial para cambiar la matriz informativo comunicacional radio céntrica por otra reticular, de trama y urdimbre, condición sine que non para el desarrollo nacional y regional.

Glasnost

Sin ser un país soviético, la Argentina muestra una serie de atributos que lo hacen parecido. Ante todo y aunque no se lo crea, está en el “top five” de los países con economías más cerradas del mundo, (sobre 138 censados ocupa el puesto 136), solo superado por Irán y Venezuela. Sin embargo, no es procedente adjudicar ese logro exclusivamente al peronismo; por el contrario, es la consecuencia de una forma ideológica ya mencionada, el nacionalismo burgués, que ha atravesado sin desmayos los ochenta años de decadencia nacional.

Hay quienes llaman populistas a ciertas prácticas de gobierno a pesar de que las mismas puedan encontrarse tanto a la derecha como a la izquierda del firmamento. En contraposición, hay una cantidad creciente de otros autores que abdican del término por impreciso. Para zanjar la controversia, conviene reparar en los contenidos, modos y estilos que tipifican tanto el comportamiento de los gobiernos como los sentimientos que pueblan el imaginario de las sociedades. ¿Cuáles son esas características, por lo menos en la Argentina de la decadencia?

“G20. Argentina global”, las identifica como 

proteccionismo, regulación de la vida económica, sustitución de importaciones, mantenimiento del estado empresario y empleador, burocratismo estatal, prácticas prebendarias en la industria, desprecio al campo, corrupción gigantesca detrás de la supuesta defensa de la soberanía energética, monopolio de los cielos como forma de encubrir la ineficiencia de la aerolínea de bandera, decadencia y atraso en el transporte, desequilibrios territoriales y demográficos, gremialismo corrupto, federalismo retórico, etc.”

En materia de trayectorias históricas, todo tiene su costo, nada es gratuito. Ese conjunto de prácticas, que ya forman una parte sustantiva de la idiosincrasia nacional, han sido determinantes para el estado de postergación que nos afecta. Es lo que desde afuera no se puede entender, a pesar de que se lo intente explicar por cierto en forma poco convincente; por el contrario, nosotros estamos mimetizados con esas falencias, al punto de que no siempre son vistas como frustraciones sino como el estado natural de las cosas.

Abrir la sociedad argentina es una labor ardua, en primer lugar, porque quienes deben hacerlo son o han sido parte de un sistema de privilegios de larga data. En ese contexto, la proveniencia empresarial del presidente argentino y de muchos integrantes de su gobierno, los hacían los menos (o los más, según desde donde se mire la disyuntiva) indicados para ese menester. Macri es un empresario de la construcción, lugar donde se registran los mayores casos de corrupción (obviamente para sobrevivir en ese ámbito hay códigos insoslayables). Pero, por otra parte, por esa misma identidad de origen, él, y muchos de sus colaboradores, conocen bien las reglas ocultas del negocio. Pero la vida te da sorpresas; es cuando irrumpen los cisnes negros. El gobierno de Cambiemos está encarando una labor desestructurante de las corporaciones, sin antecedentes ni contemplaciones, condición necesaria para poner en evidencia sin tapujos la corrupción que recorre sus meandros.

Consultando los registros, en las últimas décadas la experiencia es sugerente. En 1978 el Príncipe Bernardo, abuelo político de nuestra Máxima, fue agarrado en un renuncio con motivo de la compra por parte del estado holandés de aviones de la Lockheed; además del impacto de la noticia, se ponía en evidencia que la cosa venia en serio si los correctivos comenzaban a aplicarse a esas alturas. Otro de los hechos referidos a la corrupción en los años noventa fue la mani pulite en Italia. En nuestro caso, luego de la derrota del peronismo, la situación se muestra pletórica de hallazgos sorprendentes, y los respectivos trámites judiciales están todos en curso. Desde hace 10 años el G20 se ha puesto al hombro el cometido reparador. Es decir, esas movidas, a pesar de la magnitud de los intereses en juego, han dejado de ser espasmódicas. Forman un proceso continuo de depuración que abarca todo el planeta.

Según una vulgata del teorema de Gödel, un sistema no se puede explicar a sí mismo. Por ello, es difícil sino imposible imaginar lo que sería la argentina sin corrupción. Lo que sí está claro es que la continuación de ese proceso de depuración que ha iniciado Cambiemos, como sin duda lo será, tendrá una serie de consecuencias positivas para la reinserción de Argentina en el mundo.

Schumpeter

Cuando el curso de la actividad industrial es favorable no hay motivos para las preocupaciones. Por el contrario, con las dificultades, florecen los problemas. En estos casos, tradicionalmente la economía ha ofrecido ciertas recetas, de alivio momentáneo, que a poco andar retrotraen la situación al conflictivo punto de partida. La decadencia argentina está plagada de esas salidas ilusorias. Lobbies activos, medidas proteccionistas y de varios tipos de las cuales hay una vasta experiencia, acercan la medicina que calma pero no cura. No parece ser la política de Cambiemos. Una serie de medidas –por ejemplo la paridad cambiaria- hace que los industriales no puedan apelar a los recursos con que han contado en otras oportunidades. Dada la nueva situación, la disyuntiva es de hierro: innovar o morir; destrucción creadora según la concepción schumpeteriana…

No se dispone de indicadores sobre el grado de innovación de la industria nacional. Sí existen algunos indicios que estarían marcando una tendencia. Se calcula que 2/3 de las importaciones son bienes de capital, un dato que estaría connotando favorablemente el fuerte déficit de la balanza comercial. Es clara la diferencia. Una cosa son las chucherías chinas que contenían los conteiners del contrabando kirchnerista, y otra cosa es maquinaria para modernizar la industria y/o crear nuevas, para hacer más competitiva, en el mercado global, nuestra producción. Son de las novedades que no se ven pero hacen a la diferencia entre el actual modelo y el heredado.

Puede haber proteccionismo momentáneo (incubación). Empresas promovidas de otro perfil con mayor valor agregado, cerca de la producción de insumos, innovativas, que pueden competir en el mercado externo. Las que sobrevivan tendrán que tener la capacidad de instalar filiales, si ello fuera conveniente, en otros países. Lo viejo será motivo de programas específicos y circunstanciales referidos a la preservación de los puestos de trabajo (recapacitación, traslados territoriales, nuevas empresas, etc.,)

Nuestra preocupación, más que en los limones a EEUU (inestable, poco valor agregado, sujeto a los caprichos de Trump), tiene que estar enfocada en aquellos sectores en los que somos más fuertes y competitivos, por tomar un caso, servicios agrícolas, (maquinarias, técnicas, know how, genéticas, etc.) pensando en las decenas de países de África y Asia que puedan demandarlos. De esa manera Argentina puede armar una red autónoma en todo el planeta, que sustente las negociaciones con los mercados tradicionales como los que reactivará el inminente acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea.

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La realidad es como la cebolla, tiene capas; algunas más profundas, otras periféricas. El proceso abierto en nuestro país es apasionante. Desde cualquier lugar que lo abordemos, veremos cambios, sutiles algunos, apenas perceptibles para una mirada distraída; en otros casos impactantes, como la irrupción de cisnes negros, pero siempre en el sentido de situaciones que no tienen antecedentes. Es una buena oportunidad para ir garabateando, en forma conjunta, algunas líneas que vayan más allá de las obviedades cotidianas. A cincuenta años del mayo francés, la imaginación al poder.

Ing. Alberto Ford
La Plata, 20 de abril de 2018