lunes, 2 de septiembre de 2019


LA TRAMPA DE LACLAU
Si bien la crisis de los partidos no oficialistas ya venía despuntando, fue en las últimas semanas –principalmente frente al caso Malvinas y la expropiación de YPF S.A.- cuando se revelaron con mayor nitidez sus características. Más allá de las peleas internas y su saldo, esos partidos (salvo en algunos casos el macrismo) terminaros alineados de hecho con el oficialismo. Fue dramática la votación en el Congreso por la petrolera, cuyo resultado quedará grabado en la historia más allá de cualquier consideración que le dio lugar, y la asistencia en primera fila a la puesta presidencial cuando reverdeció la cuestión de las islas. Falta de imaginación en respuestas y propuestas así como la dependencia acérrima de principios esgrimidos fuera de tiempo y de lugar, fueron algunos de los rasgos salientes de la acción opositora. Sin embargo, si se mira el proceso con un poco más de detenimiento emerge una lógica que hace que las cosas hayan sucedido de la forma en que lo hicieron. En este trabajo se sobrevuelai sobre las concepciones filosóficos que se admite han influenciado al matrimonio de gobierno en su forma de ejercerlo y que podrían echar luz sobre algunos comportamientos inexplicables que, por lo menos en apariencia, no se condicen con la tradición peronista de meter a todos en la misma bolsa. En las notas se exponen dos casos, el de YPF y los subtes en la CABA, como formas alternativas de comportamiento frente a los manejos políticos del oficialismo.
Una cadena de mandos
Del filósofo alemán Karl Schmitt son seguidores tanto Ernesto Laclau como Chantal Mouffe, un matrimonio de politólogos post marxistas al que se le atribuye gran influencia en el ideario y la acción de los gobiernos K. Se dice que fue Alberto Fernández cuando aun gozaba de la confianza de los Kirchner quien le regaló a Cristina el libro “En torno a lo político” de Mouffe que la futura presidenta leyó y, a la luz de los acontecimientos ulteriores, colocó en su mesita de luz. De Laclau se sabe que fue un asiduo visitante a Olivos por lo menos en vida del marido.
Es en el plano político donde hay que poner el foco para percibir las características de las formulaciones de este conglomerado de modelos conceptuales. Una de ellas es que “toda política es posible en tanto se logre identificar a un enemigo público” y hacer de esa distinción el leiv motiv de una praxis que ellos ven como antinómico con el liberalismo político, contra el que Schmitt basó toda su prédica. ¿Cuál es el fundamento de esa aparente sutileza? Es la cuestión de la búsqueda de los consensos, característica del funcionamiento de las democracias en Occidente, que es visto como un empobrecimiento del universo político a partir del hecho de que en los acuerdos se subliman las diferencias. Este acto elemental que normalmente se lo considera como un factor positivo de funcionamiento de las instituciones es considerado indeseable. Para el filósofo alemán, “todo consenso se basa en actos de exclusión” un resultado que deriva del hecho obvio de dejar de lado aquellos aspectos iniciales que eran el motivo de la controversia y en su lugar jerarquizar las coincidencias entre las partes. Es sabido que el nazismo se sirvió de las ideas de Schmitt; sin embargo, el filósofo nunca abdicó de las ideas democráticas pero con la salvedad de que esa institucionalidad “no podría nunca partir de borrar o diluir las diferencias, sino al contrario, de ponerlas en primer plano”. Y ahí aparece una de las primeras claves: el señalamiento del adversario.
Así, la dialógica “nosotros/ellos” implica una diferenciación que, al tiempo que "cohesiona al grupo, contribuye a distinguirlo del otro”. Esto último se sustenta en la afirmación de que “reconocer al enemigo implica asumir un proyecto político que genera un sentimiento de pertenencia”. Es decir, al enemigo hay que distinguirlo, combatirlo y derrotarlo pero nunca exterminarlo. Su presencia es el testimonio de “mi” presencia hegemónicaii. La carga de Schmitt en contra el liberalismo se basa en que “ha intentado diluir al enemigo” y ya, en 1932, afirmaba que “el intento liberal de eliminar lo político…esta destinado al fracaso”
Surge así la aplicación de la noción de praxis agonista como la creación de una esfera pública donde “pueden confrontarse diferentes proyectos políticos hegemónicos, antagónicos entre sí, dentro de las reglas del sistema democrático”. Desde ese punto de vista la política no sería otra cosa que la “capacidad histórica de realizar la distinción amigo/enemigo”, capacidad a la que llama “decisión”. Y aquí otra imagen clave: “la decisión es política en estado puro, sin contaminaciones morales, económicas o estéticas”.
Efectivamente, en un ejercicio de exclusiones conceptuales, lo político puede ser” modelado” por medio de un sistema coherente desconectado de sistemas que en otras circunstancias podrían ser afines o conexos. Por ejemplo, el plano moral puede ser especificado en una dialógica bueno/malo, el estético en bello/feo, el económico en redituable/no redituable; en ese contexto de singularidades, la praxis política puede dar lugar a un planteamiento aséptico, sin connotaciones, que adquiere así una ventaja sobre quienes jueguen la partida provistos de consideraciones más extendidas, complejas o difusas. Haciendo una analogía un poco forzada con el fútbol sería como los que quieren jugar bien para satisfacer a los espectadores (“lo importante es competir”), y los que pensando solo en el resultado pinchan con alfileres a los adversarios o hacen alusiones maliciosas a la fidelidad de sus esposas para que los afectados reaccionen y sean expulsados del campo de juego.
La dialógica amigo/enemigo, planteado por Schmitt como una expresión de la necesidad de diferenciación, conlleva un sentido de afirmación de sí mismo (nosotros) frente al otro (ellos). Pero, la diferencia también plantea al mismo tiempo una relación; se establece así un principio de oposición y complementariedad que podría sea vinculado a una de las leyes de dialéctica hegeliana (“unidad y lucha de los contrarios”), pero con una salvedad importante: a diferencia de Hegel (y de su versión materialista, el marxismo) la contradicción no se resuelve (lo que a su vez hace recordar a las ideas primitivas del maoísmo en cuestiones filosóficas).
Así, mientras que la posibilidad de reconocer al enemigo implica la identificación de un proyecto político que genera un sentimiento pertenencia, ni la identificación con/del enemigo, ni el sentimiento de pertenencia, ni la misma posibilidad de la guerra que le dan vida a la relación amigo/enemigo, son inmutables. Antes bien, se encuentran sometidos a variaciones continuas, es decir, no están cristalizados. La esencia de lo político así no puede ser reducida a la enemistad pura y simple sino a la posibilidad de distinguir entre el amigo y el enemigo. Sin embargo, el enemigo no puede pensarse en términos de cualquier competidor o adversario como según este punto de vista era planteado por el liberalismo. En ese caso la oposición o antagonismo de la relación amigo/enemigo se estable si y solo si el enemigo es considerado público. O sea, no se busca la desaparición del enemigo de la escena. Hay que mantenerlo visible para justificar mi acción. Esa presencia, aunque incómoda, me da sentido.
En cuanto a sus adláteres. Si la crítica de Schmitt al liberalismo provenía de la derecha, se dice que la de Laclau viene de la izquierda. Una de sus contribuciones es haber convertido la noción de “populismo” de mal vista en una característica positiva de la política. Un tratamiento similar ocurrió con la noción de “hegemonía” cuando sostiene que “la política, más que la convivencia entre ideas plurales es una lucha entre discursos hegemónicos donde es necesario que uno se imponga sobre otro” una hipótesis que para algunos autores hace acordar a Gramsci.
Ni votos ni fotosiii iv
Vez pasada un reputado columnista se preguntaba el porqué de las dificultades para que la oposición se una en lugar de danzar al compás de los cantos de sirena del oficialismo. A luz de las argucias políticas que estamos viendo una de las explicaciones posibles sería que los distintos componentes de la potencial oposición terminan por ser estereotipos conformados en beneficio de la acción oficialista. Será por eso que Ricardo Alfonsín no disimulaba su envidia por Macri debido a que el gobierno elige y promueve a este último como opositor preferido. La pregunta que cabe hacer es si esos opositores lo son “a” o “de” su majestad. En este último caso qué es lo que nos dice la realidad.
La creación de ese diríamos prototipo de opositor conlleva a su vez el establecimiento de una parafernalia informativo-comunicacional que rodeando públicamente al sujeto del travestismo le da una identidad que no tiene de por sí; en algunos casos agraviante, como cuando se inventa un neologismo para decir que Macri sufre de “gataflorismo”; en otros casos el endoso identitario no lo es tanto y por el contrario el beneficiario termina por acomodarse a esos supuestos atributos como un signo de identidad al igual que los jóvenes se sienten representados por la marca de jean. No faltan ejemplos de este tipo en la selva política.
En tanto las argumentaciones esgrimidas en los actos de gobierno no coinciden con los objetivos reales encubiertos pero presuntos, los relatos no carecen de cinismo. En el caso de YPF y en el de las Malvinas se azuza el nacionalismo, aunque la preocupación es la caja o la necesidad de desviar el foco de distintas dificultades (políticas, de corrupción, etc.) y disciplinar a la tropa. Sin embargo, en ambos casos, aunque plenamente consciente de la maniobra, la oposición no atina a otra variante que las conocidas.
La estrategia política del oficialismo debe ser enfrentada en el plano donde se genera y expresa sin otro tipo de consideraciones (éticas, filosóficas, ideológicas, etc.) propias de otros lugares y circunstancias. Si el yaguareté está por atacar primero se lo neutraliza y luego, a fin de mes, se cumple con el abono de la ONG ambiental; no se pueden hacer las dos cosas al mismo tiempo. La estrategia del oficialismo solo admite la oposición sistemática - no en la mayoría sino en todos los casos- una práctica reñida con el buen funcionamiento de la democracia (y del liberalismo político como estamos viendo en este trabajo) pero imprescindible en el marco de reglas de juego hegemónicas que no deben ser legitimadas por acción u omisión. Retirarse, no votar, abstenerse u oponerse, una respuesta de índole política, no quiere decir que la oposición carezca de posiciones al respecto; tampoco que dejemos de lado sentimientos que anidan en partes importantes de la opinión pública como ha ocurrido en muchas oportunidades. Sin embargo, lo que luego se critica no es no haberse avenido a lo que piensa la mayoría sino, por el contrario, no haber fijado una posición correcta y orientadora, aunque sea perdidosa (¡… pero hay que tener posición!). En el universo de los mensajes, habida cuenta de las características reduccionistas que adopta la comunicación en estos tiempos, el dato que queda registrado no solo en la historia sino en la memoria del pueblo, es el resultado final. ¿Quién recuerda cuáles fueron los ejes de los debates que rodearon la elección en la que Cristina sacó el 54%?
Laclau en su momento fue muy explícito. Para el filósofo argentino radicado en Londres “el experimento político de Kirchner es muy valioso, pero aún no es lo suficientemente bueno, porque no llegó a lo que sí llegaron Perón o Chávez: a dividir la sociedad en dos campos enfrentados”. Lamentablemente el proceso se fue desenvolviendo en ese sentido. A la oposición solo le resta esperar, tener paciencia, dar tiempo a que el círculo vicioso del populismo se vaya cerrando. Mientras tanto, más que en abismos pensar en los puentes donde se puedan dar la mano las coincidencias si es que realmente se quiere superar la actual situación.


Ing. Alberto Ford
La Plata, mayo de 2012


i Quienes deseen profundizar sobre los alcances de este conglomerado ideológico pueden leer
Schmitt, Karl, El concepto de lo político, Alianza Editorial, Madrid, 1999.
Laclau, Ernesto, La razón populista, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2005
Mouffe, Chantal, El retorno de lo político, Paidós, Estado y Sociedad, España, 1999
Mouffe, Chantal, En torno a lo político, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2007
ii Hace acordar a la novela de Saer “El entenado” donde los indios en la época del descubrimiento del Río de la Plata mataban a todos los españoles menos a uno al que llevaban a su tribu durante un tiempo prolongado para después liberarlo y así poder dar testimonio en España de sus modos de vida (la ficción se basa en el hecho real del exterminio por parte de los charrúas de la expedición de Solís en el que este y sus compañeros de infortunio fueron comidos por los indios. El único que se salvó fue el grumete Francisco del Puerto que luego de vivir en las tolderías fue rescatado por otra expedición española a la que le sirvió de intérprete)
iii El caso de YPF. Con el objetivo de recuperar la soberanía hidrocarburífera el oficialismo y la mayoría de la oposición unieron sus fuerzas en el Congreso para expropiar el 51% de las acciones de YPF SA que estaban en manos de la española Repsol. Cabe preguntar si se lograron los objetivos. Veamos.
El 85% de la explotación petrolera en la Argentina sigue en manos extranjeras. El 15% restante de esa explotación (o sea el 51% expropiado de las acciones de YPF S.A. que su vez ocupaba el 30% del total) será manejada por un experto argentino proveniente de Londres. Este ingeniero entrerriano hasta ahora operaba como alto ejecutivo de Schlumberger, una petrolera que es de punta: dispone de información y conocimientos en prospección de hidrocarburos que nunca se podrían generar en nuestro país - si ello fuera posible en las actuales condiciones tecno científicas, estratégicas y políticas del manejo global del recurso.
Hemos postulado en otro trabajo la imposibilidad de alcanzar la soberanía en el rubro de los hidrocarburos, uno de los fundamentos de la expropiación. Argentina nada en un mar de petróleo y gas pero de ninguna manera, a diferencia del pasado, sin ayuda externa puede transformar esa riqueza en reservas explotables. Demostrar esto es una cuestión técnica que trasciende este trabajo pero los datos de la realidad son elocuentes: toda esta movida alrededor de YPF S.A. no ha provocado en la práctica más que un cambio de collar como se muestra en el párrafo anterior. El petróleo es un recurso global. Lo es así desde los ’70 cuando dos crisis reconfigurantes del capitalismo, que fueron provocadas por la suba del precio del petróleo, terminaron con el subsidio a un sistema productivo poco competitivo por su resistencia a incorporar los adelantos tecnológicos que permitieron poner un hombre en la luna.
En cambio, sobre el autoabastecimiento se puede decir que en la Argentina ha sido un objetivo alcanzable en el pasado con medios técnicos mucho menos sofisticados que los ahora necesarios. En la actualidad, lograr consumir producción argentina básicamente depende de un conjunto de medidas de concepción simple que no han sido tomadas por este gobierno: tarifas de mercado y ejercer un control estatal adecuado al que nadie se opone (y terminar con los actos absurdos como expropiar las acciones de Repsol y comprarle el gas a la misma Repsol pero de Bolivia unas cuentas veces más caro de lo que se le pagaba por el mismo insumo a la petrolera española antes de la expropiación; también, de apuro, en las circunstancias intrincadas de esta pasión nacionalista por la expropiación, pagar mucho más por el gas licuado que se desembarca en Bahía Blanca de los buques metaníferos).
Está la cuestión simbólica. YPF es una marca que activa la veta nacionalista de muchos argentinos. Pero al igual que otras muchas marcas que han sido extranjerizadas en los noventa ya no tiene más el lustre inicial que les dieran sus fundadores. Cuando se está expropiando YPF S.A. no se está recuperando la empresa que fundó Mosconi a pesar de la conservación del loguito. Solamente un tratamiento superficial y atropellador del oficialismo, apelando a una emotividad sensiblera, y la oposición mirando la luna o no sabiendo qué hacer, pudieron haberse confabulado de hecho para materializar la medida expropiatoria.
Hemos tomado estos tres aspectos del proceso expropiatorio para mostrar la inutilidad y el costo político del voto opositor: no contribuyó a recuperar la soberanía energética, no puso de relieve más que en el plano retórico que el autoabastecimiento ha sido impedido por el propio gobierno con su populismo, y en el caso del radicalismo sobrevaloró el aspecto emotivo que conlleva la visualización del logo que no tiene nada que ver con los fundamentos primigenios de las políticas energéticas impulsadas por el yrigoyenismo.
iv El caso de los Subtes. Hay que detenerse un instante en la forma en que el jefe del gobierno porteño está llevando adelante el conflicto del subte, en relación a cuya gestión, en una asumida muestra de ingenuidad política, firmó un acta acuerdo para efectivizar el traspaso del subte a la capital apoyado en compromisos por parte del gobierno en lo relativa a obras y subsidios (en la realidad como luego se vio estos compromisos estaban escritos en la arena). Ahora bien, ¿cuál ha sido la lógica con que la no-negociación ha sido manejado por las partes? El gobierno nacional, reclamando el cumplimiento de lo pactado referido al traspaso sin hacerse cargo de todos los otros aspectos del compromiso; sumado, una fuerte presión comunicacional como están en condiciones de hacerlo desde el aparato del estado; por último poner en la cancha el peso de una empresa alcahueta beneficiaria de los subsidios gubernamentales, y el comportamiento dual de las dos expresiones sindicales involucradas. El macrismo a su vez fue administrando el entredicho sobre la base de los siguientes puntos: 1) pedido de audiencia a Cristina para tratar la controversia que esta obviamente no quiere ni puede dar (le interesa más la diacronía del conflicto y su instalación pública que la solución o la atenuación del mismo, según estamos viendo en este trabajo), 2) la seguridad de los usuarios, 3) el cumplimiento de la Constitución para la transferencia de servicios con las partidas correspondientes, 4)realización de las obras anunciadas por el gobierno oportunamente. Ante una convocatoria del Ministro Tomada a la mesa de negociación al gobierno porteño este se negó a asistir aduciendo que no le correspondía hacerlo hasta que finalmente cambió el proceder acudiendo el responsable del área y aunque no firmó nada (“el que se quema con leche…”) el conflicto se tomó un respiro. A los tres días se produce un giro copernicano: Macri anuncia que “la ciudad no se hará cargo de los subtes” introduciendo una modificación tajante el enunciado de que “a la ciudad no le corresponde hacerse cargo de los subtes”. La diferencia no desecha la posibilidad de negociar porque esta nunca existió por el hecho de que la intención del gobierno nacional fue hacer patente su hegemonía, sino que le permite al macrismo salirse del plano del conflicto e instalarse en un plano que él mismo ha configurado de generación y acumulación de poder a partir de establecer una relación directa con el usuario, dispuesto a pagar los costos políticos devengados por eventual default de la jugada. Si se mantiene en sus trece, rompe la maniobra del gobierno.

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