jueves, 7 de febrero de 2019


El mundo en la Argentina
Con referencia a la forma en que nuestro país se inserta globalmente, un leiv motiv de frecuente presencia en ejercicios prospectivos, en lugar  de “Argentina en el mundo”, en este trabajo tendremos en cuenta los condicionamientos y/o las determinaciones de los factores exógenos sobre las decisiones locales. Se busca con ello hacer un aporte que supere la visión aldeana según la cual la historia argentina ha sido una construcción exclusivamente nacional. ¿La formación del virreinato del Río de la Plata, la independencia nacional, la modernización de mitad del siglo XIX, el nacimiento, desarrollo y culminación del modelo agroexportador, el despliegue del nacionalismo burgués como cultura socioeconómica, los golpes de estado, los renacimientos y declives democráticos, y todas nuestras peripecias, fueron productos independientes de lo que ocurría afuera? Desentrañar esas dinámicas es vital para ver qué podemos esperar sobre nuestro futuro. Para ello se abordan, en la agenda de la globalización, los temas que son más importantes en la actualidad, y cómo ellos están presentes en las medidas sustantivas que está tomando el gobierno de Cambiemos. De esa agenda se hace una somera descripción de tres aspectos: la infraestructura de conectividad, la pobreza, y algunos rasgos de la institucionalidad actual de la globalización, sobre todo el resurgir de los nacionalismos y sus externalidades. En ese contexto de mayor complejidad, se conjetura sobre lo que se puede esperar de la actual crisis que está viviendo nuestro país.

Desde siempre atado al mundo, nuestro país ha estado condicionado por el juego de los intereses dominantes en cada momento. En sus inicios, la propia creación del Virreinato del Rio de la Plata -una matriz fundacional de rasgos aún visibles- fue una movida geopolítica motivada por las conveniencias del imperio español: el comercio por el Atlántico pasaba a ser más seguro y barato que por el Pacífico, que es por donde tenía lugar.
Hoy la situación es menos lineal; las influencias posibles dependen de más variables. No es fácil vislumbrar sentidos dominantes en un tablero global recorrido por flujos que se entrecruzan, chocan, solapan, yuxtaponen. La amenaza de guerras comerciales; el desplazamiento de los ejes de poder; la apertura o el cierre de las economías; la reaparición de los nacionalismos; los conflictos regionales, etc.… y muchas otras posibilidades, evidencian que no existe una definición biunívoca entre las distintas eventualidades. Luego, identificar qué factores exógenos condicionan la escena local es todo un desafío epistemológico.
Un conjunto de temas rigen la marcha de los acontecimientos en la actualidad, pero no todos, con el paso de los años, lo hacen con la misma intensidad; empero,  ello no significa grandes cambios en la agenda global. Lo más claro se puede ver en el ámbito de lo económico y financiero. En el contexto de la crisis del 2008, el 100% de las preocupaciones del G20 estuvieron centradas en ese campo como se ve en las declaraciones finales de las dos primeras cumbres, realizadas en Washington y Londres respectivamente. Sin embargo, pasados 10 años, en la declaración final de Buenos Aires, recién en la página 11 aparecen menciones alusivas, ¿Esto quiere decir que lo económico y financiera ha perdido importancia? No, de ninguna manera[i]. Solo que no adquiere el dramatismo mostrado en una crisis de magnitud, como la de hace 10 años ni, en consecuencia, amerite acciones con el grado de urgencia de aquel momento.  
La aparición (o desaparición) de un tema de la agenda global, se debe a que el establecimiento de un “problema” tiene por lo menos 5 momentos: identificación (puede ser la remoción de un obstáculo o la promoción de una facilidad); conceptualización; elaboración de soluciones; recomendaciones; control de la puesta en marcha y desarrollo. El G20, por su carácter no ejecutivo, se hace cargo de los cuatro primeros pasos. El control normalmente está descentralizado en organismos multilaterales que en la práctica han sido subsumidos por el Grupo, o directamente a cargo de programas ad-hoc.
La visualización de los problemas de mayor protagonismo puede ayudar a distinguir las principales preocupaciones en las más altas esferas del poder global; un ejercicio imprescindible para tener una idea de dónde, como país, estamos parados (sin desestimar la subjetividad que implica la especulación). Así, siendo que la agenda global es un poliedro con múltiples caras, no todas ellas reverberan con la misma luminosidad; generalmente la intensidad del brillo depende del observador. En este trabajo, pondré la atención en tres dimensiones: la pobreza, la conectividad y el vasto universo de lo institucional.
1.  El mundo
1a. La dialógica inclusión/exclusión
La globalización ha hecho prodigios. La pirámide social de la India y la China, los dos países más poblados del mundo, se ha visto ensanchada con el crecimiento de su clase media. Estamos hablando de miles de millones de personas. El logro no hubiera sido posible con intervenciones solo, ni principalmente, endógenas, de sus factores de poder. En el caso de China, todo se inicia en 1972, aun en época de Mao, con las conversaciones que llevaron a los acuerdos para la transferencia masiva de medios de producción de los países desarrollados; fue EEUU el que picó en punta con reubicaciones en rubros como vestimenta, herramientas, juguetes más un largo etcétera. Así, Deng, en 1978, pone en marcha la operación logística más grande de la que se tenga registro. A consecuencia de esa movida -motivada en la revolución tecnológica que hizo que, por primera vez en la historia, la producción de bienes y servicios fuera mayor que la demanda existente- el gigante asiático comienza a crecer a tasas chinas, valga la redundancia, cercanas al 10%. Lo de la India no es igual, pero facilidades comerciales y transferencias de tecnologías logran el mismo efecto. Gran parte de la pobreza global, aquella que se medía con U$S 1/día, comenzó a ser objeto de inclusividad sistémica.  El prodigio, sin embargo, no alcanzaba para resolver un problema que, hoy, se revela con nitidez: los 1000 millones de personas que aún están afuera del sistema y cuya inclusión amerita otro tipo de acciones más ligadas a lo territorial. Veamos.
La globalización por abajo, es aquella que no se resuelve con medidas macro, de alcance trasnacional, sobre todo expresadas en las dependencias del comercio exterior, como han sido hasta ahora en los casos chino e indio. Pienso más en sistema de producción/consumo centrados en el mercado interno. Puede que esta tesis permita conjeturar en torno a un conjunto de cuestiones de la actualidad que se presentan como “inexplicables” (aquellas de las que solo se toma registro, sin ir más allá para desentrañar sus causas). Por tomar dos casos: la reaparición estelar de los “nacionalismos” y la antipatía con que se suele ver el accionar del Papa Francisco.
1a1. Lo esencial de Francisco es invisible a los ojos
Empecemos por casa. No bien fuera ungido, Francisco puso en evidencia que uno de los pilares de su papado estaría vinculado a los temas de la inclusión, particularmente los jóvenes, que es donde la pobreza se muestra con más dramatismo. En general, el Papa no ha omitido, en su cotidianeidad y en los viajes, frecuentar los sectores que pueblan las márgenes de la sociedad: presos, prostitutas, populistas, villeros, corruptos, marginales de todo tipo, etc. Obviamente, en ello debe haber un mensaje (con más razón si el emisor es un jesuita). Es innegable que en el papado de Francisco ha existido una predisposición hacia lo más despreciable -o menos tenido en cuenta- de acuerdo al sentido común.
Francisco es un operador de lo más efectivo en el alto nivel de las incumbencias globales, y la Iglesia católica, en su afán de reconversión, para no perder terreno frente a cultos alternativos, está jugando en el escenario político de una forma insólita. Así, genera todo tipo de sentimientos encontrados –sobre todo referidos a las modalidades de su accionar- en su afán de tener una participación activa en el proceso de la reducción de la pobreza e incrementar la inclusión social. Empero, a pesar de los conflictos que se van revelando, no habrá interna eclesiástica, a cualquier nivel, capaz de sacar a la Iglesia de ese cometido por más heridos que vaya dejando en el camino entre su parcialidad tradicional.
1a2. Donald Trump
Otro de los aspectos destacados e inesperados de la actualidad es el resurgir de los nacionalismos. La aparición de cisnes negros, cada vez con más frecuencia, puede ocupar las primeras planas pero no siempre encuentran explicaciones plausibles por parte de los analistas. Así, un mismo acontecimiento puede presentar distintas maneras de abordaje en su conceptualización compleja, y el encadenamiento de relaciones causales volverse endiablado. ¿Por dónde empezar?
Dijimos: la globalización por abajo no puede culminar su cometido al margen de lo territorial y de los límites nacionales. La creación de trabajo, eslabón fundamental de esa cadena incipiente de oportunidades, no puede serlo en las formas populistas, improductivas, dependientes de los recursos de los estados. Tampoco se pueden lograr ampliar el mercado laboral, en la cuantía necesaria, en producciones con altas tecnologías, cada vez más robotizadas, que dejan de crear trabajo manual y/o eliminan puestos existentes.
El ejemplo norteamericano ha adquirido el carácter de emblemático. No tanto por el modelo, sino por el lugar y el momento donde afloró. De Trump dijimos, el mismo día de su sorpresivo triunfo, que venía a restañar las heridas provocadas por la desindustrialización de ese país –no en bienes y servicios sofisticados- debido a la masiva transferencia a China de los factores de producción. La gigantesca movida logística dejó un tendal de desocupados de mediana calificación, trabajadores blue collar condenado a puestos inferiores y peor pagos. Fue el sector social que, con la expectativa del resarcimiento, hizo posible el triunfo de la actual administración.
La consigna del American First y la recuperación del viejo y prestigioso Made in USA, obraron el milagro. Alrededor de estos aspectos simbólicos, se teje una trama de reivindicaciones nacionales (de las buenas y de las malas) que se va extendiendo por el mundo sin prisa pero sin pausa. En realidad nada de lo que pasa está al margen -ni mucho menos en contra- del proceso globalizador. Son respuestas , aunque se salgan del libreto establecido,  destinadas, más o menos en forma explícita, a resolver esos detalles finales que en la construcción de casas amerita otro tipo de soluciones que en los primeros tramos de la obra.
La dilucidación exhaustiva de esos fenómenos complejos escapa a este trabajo; además, se necesita un tiempo para ver cómo evolucionan los acontecimientos. Pero uno de los ingredientes de la explicación es entender qué parte de la economía y la producción globales están en juego. No es toda la economía ni toda la producción, sobre todo las que son objeto de dispositivos transnacionalizados en los últimos años. En el mundo no es solo acero[ii] ni automóviles lo que se comercia. Ahí está la cuestión.
El 50% del comercio mundial está constituido por las llamadas partes, que son los insumos intermedios para la elaboración de productos finales. Otro componente sustantivo del comercio son datos que podemos ubicar dentro del rubro servicios. Ninguno de ellos puede ser motivo de ninguna guerra comercial o apropiación nacional, porque se produciría un colapso generalizado en los sistemas de producción del que nadie saldría indemne. Tal son las interdependencias en las cadenas globales de valor[iii]. Finalmente, solo el 10% de la economía puede ser motivo de cierres proteccionistas, que es justamente la porción de la que se pueden valer los países para crear trabajo. Por ejemplo, EEUU puede recomenzar la producción de chombas, destornilladores o trencitos de juguete, con el “made in USA” en el orillo, lo que generaría trabajo, inclusión y activación económica. 
1b. La Ruta de la Seda
En medio de la Cumbre del G20 en China, Mauricio Macri aseguró que hoy por hoy la palabra clave, de aquellas a las que nunca hay que perderles el rastro, es “conectividad”.  Efectivamente, en uno de sus primeras salidas internacionales, el presidente argentino dio en el clavo: si hay una variable que puede ponderar la marcha de la globalización es el modo y la intensidad con que a nivel global se interconectan los factores de la producción. El tema amerita algunos comentarios.
Venimos, y en gran medida aun estamos, de un mundo donde las configuraciones informativo-comunicacionales se corresponden con la ley del embudo o, en términos más técnicos, son radio-céntricas. Esas llamémoslas malformaciones, que expresan en última instancia relaciones de poder, se pueden ver tanto en la provincia de Buenos Aires, a nivel de la Argentina, o en cualquier lugar del mundo donde posemos la vista. En esta mismo nota hemos citado el ejemplo de la constitución del Virreinato del Rio de la Plata; sin duda, la fuente principal del centralismo porteño que devino retórica cualquier pretensión federalista.
La combinación de de los diversos medios de transporte va dando lugar a una nueva configuración reticular, de trama y urdimbre. Nuevos trazados ferroviarios (no pocos de ellos con “trenes bala” como en Indonesia y Tailandia, o para ir de China a Singapur a través de Laos, Tailandia y Malasia, un proyecto de enormes dificultades), aeropuertos, el avance de las low-cost, puertos que hacen posible diversas rutas marítimas, autopistas como el proyecto noruego para la interconexión de los fiordos por arriba y por abajo del mar, permiten conexiones punto a punto que sortean escalas obligadas en las capitales, lo que multiplicará y hará más ágil el comercio al eliminar los embotellamientos.
La onda de la nueva concepción conectiva de la infraestructura, no se apaga en el proyecto chino. En los diversos países, se van desarrollando obras, incluso acudiendo a mecanismos como la participación público privada (PPP), un programa del Banco Mundial que está en más de 50 países.
Dos comentarios. El tema de la conectividad, es una cuestión de preocupación global que está a nivel del G20. Que su implementación tenga una preponderancia china a través del Programa de la Ruta de la Seda (OBOR en inglés), y que la República Popular pueda dar rienda suelta a sus ambiciones imperiales (lo cual no habla ni a favor ni en contra; están en todo su derecho), se debe principalmente al reconocimiento por los logros de medio siglo en la construcción de la nueva sociedad, y, sobre todo, a los recursos de todo tipo que China ha atesorado (sus reservas en papeles llegan a U$S 4 billones (1012) y posee la suficiente capacidad técnica para concretar las obras previstas en el OBOR.
No obstante que la Ruta de la Seda es por lejos el proyecto principal referido a infraestructura de conectividad global, existe un conjunto de programas que dan sustento al gigantesco cometido. Esos programas funcionan bajo el paraguas del G20, y están en manos de los organismos multilaterales existentes. En las notas hay un detalle sucinto de los mismos[iv].
1c. Institucionalidad global
Lo institucional es un vasto universo. Mucho más si se lo piensa a escala global. A este nivel, los escenarios que se van presentando no siempre son previsibles. Hemos visto la emergencia de nuevas combinaciones para viejas variables ¿Quién hubiera pensado que EEUU amenace con cerrar su economía y, por el contrario, China se presente como adalid de la apertura y el libre comercio? ¿Era esperable la reaparición de los nacionalismos en países desarrollados? ¿Las prácticas proteccionistas -que más o menos encubiertas, nunca dejaron de existir en ninguna parte- se irán incrementando? ¿Las guerras comerciales que se ciernen, de desatarse, serían realmente guerras?
1c1. ¿Del Atlántico al Pacífico?
En el tema de los ejes de poder se parte de un lugar común: la implosión soviética implicó el paso a una situación mundial de unipolaridad (con referencia a la hegemonía norteamericana).  La afirmaciòn cuanto menos supone algunas aclaraciones.
La modelización piramidal del poder muestra una configuración sucesiva de capas superpuestas, cada una de ellas con su dotación de contradicciones, hasta llegar al nivel de las personas.
Si focalizamos las relaciones entre China y EEUU iremos encontrando distintas manifestaciones conflictivas; sin embargo, los entredichos existentes no alcanzan para una definición del “core” del poder global. Su máxima expresión, el G20, funciona por consenso, una práctica que subsume inexorablemente cualquier conflicto que exista en un nivel inferior.  Como hemos dicho, China puede tener reivindicaciones imperiales, pero eso no habilita a pensar que pueda ejercer una acción hegemónica por encima de todo y de todos.
Dicho sucintamente. El G20 está en la cúspide del poder. Ese espacio, no estructurado, funciona a través del consenso[v]. Se ocupa de la franja global de la economía y las finanzas, como surge de la lectura de sus 13 declaraciones finales.  El G20 ha estado tradicionalmente en contra del proteccionismo aunque, en las nuevas condiciones, es probable que la reivindicación vaya perdiendo relevancia.
De lo que no cabe duda es que se está reconfigurando el mundo; la crisis de los estadonaciones continúa su curso. Nuevamente el caso de EEUU es emblemático. Trump se da el lujo de cerrar el poder ejecutivo durante un largo mes. Italia tiene una vasta experiencia de funcionar sin gobierno. El paradigma inter-nacional, aún vigente, es insuficiente para explicar los asuntos del mundo. La constatación es válida para concebir el rol que puedan jugar las contradicciones entre China y Estados Unidas con respecto a la llamada Cuarta Revolución Industrial o Industria 4.0[vi].
1c2. Crisis del multilateralismo
Brexit, Mercosur, Nafta, Unión Europea, Unasur, Naciones Unidas, son apenas unos ejemplos de que lo multilateral se pone en tela de juicio. Eso no quiere decir que los agrupamientos de países y la práctica de relaciones conjuntas dejen de existir. Pasa que los organismos creados desde hace algo más de medio siglo se han burocratizado, y en la práctica no cumplen el papel para el cual fueron concebidos. Además, los países quieren tener menos condicionamientos para sus relaciones diplomáticas. Se marcha a un mundo menos restrictivo en materia de modalidades comerciales. Todas las trabas al libre intercambio de bienes y servicios seguirán siendo puestas en jaque. Es esperable que los países vayan modificando sus prácticas, sobre todo si es EEUU el que promueve los cambios.
2.  Argentina
Nuestro país está viviendo una crisis prolongada y profunda. Es una pesada herencia que se ha hecho más dramática debido a la actitud del gobierno de no ocultar su gravedad, así como no acudir a las salidas fáciles tan recurrentes desde que empezó la decadencia hace 80 años. Al actual gobierno se le puede culpar de que no esté actuando con la suficiente velocidad, de acuerdo a lo que sería deseable, pero no de que no esté haciendo las cosas como es debido. Actuar sin la tentación del facilismo, es el principal logro de Cambiemos. Cualquier otro gobierno hubiera puesto a andar la máquina de hacer billetes, desatado una “redistribución” populista y un boom de consumo. Así nos ha ido. Los otros logros deben ser ubicados de acuerdo a la agenda global: conectividad, lucha contra la pobreza y lo institucional. Veamos.
Territorialmente, Argentina es un país desequilibrado. Al igual que para el mundo, una configuración que impida el libre discurrir de los factores sociales y productivos, actúa en contra de favorecer sinergias que liberen nuestras potencialidades. Por tomar un caso, la llamada maldición del conurbano bonaerense. Cuanto más recurso se ponga, más gente se sentirá atraída para disparar de las miserias y las pocas posibilidades del interior, y, siempre, la línea del horizonte se irá corriendo. No hay plata que alcance para una realización eficaz y efectiva. Eso no quiere decir dejar de hacer asistencialismo, sin la tentación clientelar que tanto mal ha hecho.
El gobierno de Cambiemos ha puesto en marcha un plan de infraestructura de conectividad sin antecedentes. Si se analizan los trazados aparece una clara tendencia a la reconfiguración territorial. Trenes, autopistas, puertos, rutas aéreas, muestran la intención de modificar la diagramación radio céntrica, una externalidad no querida del modelo agroexportador. Argentino no podrá salir de su crisis estructural al margen de una conjunción virtuosa de vectores centrípetos y centrífugos que lo equilibre en forma sostenible.
El otro aspecto del problema, dentro del marco institucional, es el desmonte corporativo de la obra pública. La aparición de los cuadernos de la corrupción del gobierno anterior en el contexto del avance de la justicia en materia de transparencia, es un hecho inédito en la historia argentina. Las cosas no se detendrán ahí. Medios empresariales, de comunicación, sindicales y otras fuentes de opacidad, están en la mira. No puede haber desarrollo genuino si una parte de la riqueza que se genera es objeto de manejos no transparentes.
Con respecto a la pobreza, no hay solución sustentable al margen de un desarrollo productivo federal que obre para crear en el interior una oferta laboral atractiva. Para que la gente no siga huyendo del interior, como hasta ahora y, en algunos casos, los que viven en el conurbano, comiencen a relocalizarse, es necesario el acceso a puestos de trabajo en cantidad y calidad, vivienda, salud, educación y seguridad aceptables. En suma, condiciones de vidas dignas. Equilibrar el territorio y los desbalances demográficos llevarán años pero hay que comenzar a revertir la tendencia. Las perspectivas son promisorias. Por tomar un ejemplo, el de las cerezas. Se calcula que en pocos años se pueden generar decenas de miles de puestos de trabajo en el Sur, de acuerdo a lo ya negociado con China. Con la energía pasa otro tanto. Una creciente aceptación internacional de los nuevos aires que corren en nuestro país, hará que también mejoren en cantidad y variedad las exportaciones, sobre todo aquellas que tienen mayor valor agregado.
Mientras tanto, la economía se va estabilizando a pesar de los cuestionamientos. Los argentinos no estamos acostumbrados a la perseverancia. En la historia no hay un ejemplo como este de firmeza en tiempo de crisis. Siempre es más fácil tomar por el atajo. Es claro: este tipo de firmeza no suma muchos votos ni resuelve las urgencias de la gente. Sin embargo, habrá un porcentaje que decidirá su voto entre lo que no quiere que vuelva y lo que anhela que ocurra. Así, dará su apoyo a un gobierno decente, firme en administrar sin lloriqueos una crisis que no provocó, competente para mantener la tranquilidad social, que termina las obras que anuncia realizadas con licitaciones transparentes, que no obstaculiza ni influye en la justicia. Todo lo demás llevará su tiempo. No se pueden resolver de la noche a la mañana problemas que llevan años de gestación. Lo importante es el camino emprendido, navegar con pericia, y aprovechar creadoramente los vientos globales para llegar a destino.

Ing. Alberto Ford
La Plata, 5 de febrero de 2019






[i] Con el trascurso de las 13 cumbres de G20, la agenda se fue diversificando. En Pittsburgh, sede la tercera, aparecen recomendaciones referidas a seguridad energética, cambio climático, pobreza y vulnerabilidad, pymes, corrupción, empleo, ODM (luego la Agenda 2030).
En la Universidad de Toronto, donde está situada la base de datos del G20, se ha elaborado un material referido a la performance de las cumbres del 2008 al 2016[i]. De él se extraen algunos de los datos presentados referidos al número de compromisos y porcentaje de cumplimiento.

ítems
N° de compromisos
% de cumplimiento
Organismos colaterales del G20 (FMI, BM, OMC, OCDE, galaxia NN.UU.)
133
63
Empleo y trabajo
100
78
Regulación y supervisión financiera
271
75
Reforma de las instituciones financieras
120
68
clima
53
69
energía
105
73
Agenda 2030
193
66
Digitalización
49
55
Salud mundial
38
77
Empoderamiento de la mujer
6
71
Migración y refugiados
7
80
Referidos a África en 11 áreas temáticas, principalmente desarrollo
34
53
Lucha contra el terrorismo
16
87
corrupción
78
57
Agricultura y seguridad alimentaria
64
71

No solo es significativo que el cumplimiento de las recomendaciones no es el 100% -aunque los  promedios no evidencian si los porcentajes van creciendo con el paso de las cumbres- sino que solo 2/15 temas de agenda  se refieren a lo económico y financiero.  A este respecto, una excepción fue la declaración final en Alemania, en 2017, donde la mita del documento estuvo referida a ellos. Este desequilibrio fue corregido en la declaración de Buenos Aires.
Los pilares fundamentales en la presidencia argentina fueron cuatro: futuro del trabajo, infraestructura de conectividad, seguridad alimentaria y empoderamiento de la mujer. Recién en el acápite 23/31 aparecen menciones a las instituciones financieras, el monitoreo de los flujos de capital transfronterizo, el sistema impositivo internacional, y el intercambio automático de información financiera así como la necesidad de implementar a nivel lo que en la OCDE se denomina BEPS (base erosion and profit shifting,  Erosión de la base imponible y traslado de beneficios) que trata de las picardías de las empresas transnacionales para aprovecharse de las discrepancias, lagunas, mecanismos no deseados e inconsistencias de los sistemas fiscales nacionales y trasladar sus beneficios a países de escasa o nula tributación, donde las entidades apenas ejercen ninguna actividad económica y eludir de esta forma el pago del impuesto sobre sociedades. Por otra parte, hubo un severo llamado de atención sobre el funcionamiento de la OMC, a diferencia de Alemania donde las menciones no fueron tan drásticas. Por lo demás las recomendaciones fueron un “corte y pegue” de las declaraciones anteriores.
[ii] El caso del acero es paradigmático. El problema es la superproducción, tal es así que existe un programa de la OECD “Foro mundial sobre excesos de capacidad del carbono” (Global Forum on Steel Excess Capacity (GFSEC). Una externalidad de la eventual “guerra” puede ser un ajuste en la distribución de cuotas entre distintos países.
[iii] Según la OMC “hoy en día, las operaciones de las empresas, desde la concepción del producto y la fabricación de los componentes hasta el montaje y la comercialización, están repartidas en todo el mundo, dando lugar a cadenas de producción internacionales. Los productos son cada día más “Made in the World”, y ya no “Made in the UK” o “Made in France”. El sesgo estadístico que genera la imputación de la totalidad del valor comercial al último país de origen puede falsear igualmente el debate político sobre el origen de los desequilibrios y hacer que se tomen decisiones mal fundamentadas” (https://www.wto.org/spanish/res_s/statis_s/miwi_s/miwi_s.htm)
[iv] Básicamente, los programas globales referidos a la infraestructura son cuatro:
·         Global Infrastructure Hub (GIH).
·         Global Infrastructure Facility (GIF) -World Bank
·         Public-Private-Partnership in Infrastructure Resource Center (PPP) -World Bank
·         Centro Anticorrupción del G20.
[v] Al respecto ver: G20: emergente autopoiético de la globalización en  http://ingenieroalbertoford.blogspot.com/2018/11/g20-emergente-autopoietico-de.html
[vi] Está previsto una acumulación de factores 4.0 en ambos países. Se mencionan: inteligencia artificial, robótica, industria aeroespacial y nuevos automóviles. La situación es un revival de la que ocurría en los sesenta con el renacimiento de Japón. En ese momento, las empresas americanas, que habían tomada empresas japonesas como botín de guerra –una operación obvia pero que sin embargo, tardó años en transparentarse-, usaron sus producciones cautivas en territorio japonés –mano de obra calificada a bajo precio- para crearse su propia competencia  “intraempresa” (Ejemplo: GM toma Toyota, y los vehículos de esa marca inundan EEUU para competir con los Chevrolet). El objetivo: operar sobre los altos costos de la mano de obra americana. En pocos años el desequilibrio  se resolvió, sobre todo con la formación de empresas globales, más allá de la ubicación de su matriz y el tinte nacional de su marca. Hoy la producción made in USA sigue siendo tan buena como lo fue siempre, pero también competitiva a partir de costos laborales adecuados (aparte de la robotización que se intensificó a partir de aquellos años). Regresando. China carece de I+D, por razones obvias: en los años de la Revolución C&T, los cincuenta y sesenta, Mao estaba ocupado en producir acero en cada aldea con vetustos cubilotes, y ponía en marcha la “revolución cultural” que destruyó impiadosamente cualquier atisbo de modernización. Todo el acervo tecnológico chino se basa en la transferencia y el fluido intercambio durante muchos años de estudiantes e investigadores con EEUU; obviamente, en cualquier emprendimiento que pongan en marcha,  dependen, como un cordón umbilical, de los laboratorios americanos (curiosamente, en lo atinente a armamento, China tiene una fuerte dependencia con los rusos en diseño y producción, desde la época soviética). Obviamente, al igual que con los japoneses, hay que descartar el cuento chino de la copia furtiva.
Para el capitalismo como sistema, ahora global, están alcanzados los objetivos de crear consumidores con que, ya en tiempos de la Trilateral, tomaron forma los acuerdos estratégicos con China. Este país ha logrado una estructura de producción, la segunda del mundo, que ha dado trabajo para que el ingreso per cápita crezca más de 50 veces (!) en 40 años, hasta los U$S 10:000 de hoy. Ahora el sistema le impone a China 1) que use sus cuantiosas reservas en papeles no chinos (U$S 4 billones = 4 x 1012) para la cooperación en el desarrollo, es decir, la Ruta de la Seda, 2) incrementar el mercado interno, o sea, menos ahorra individual, más consumo del “ingreso disponible”, aquel que está más allá de la satisfacción de las necesidades básicas. Esto último está en consonancia con las restricciones que se la irán imponiendo al ingreso selectivo de productos “made in China” en los grandes mercados de Occidente, (en primer lugar EEUU), a medida que estos países comiencen a recuperar su “made in…”, como ya lo están haciendo, en esa parte de la producción que no está dentro de las cadenas globales.