G20 SEMINARIO MÓDULO 3 30 AÑOS QUE CAMBIARON EL
MUNDO
1. Es difícil ubicarse en una determinada época
histórica al mismo tiempo que se la está viviendo. Una muestra adicional de esa
dificultad es el uso de un procedimiento bastante habitual para la predicción: proyectar
las experiencias. Se excluye el cambio abrupto, la mutación. Se dice en esos
casos fallidos que la foto no necesariamente
determina la película. Es cierto que estas tres décadas –los ’80, ’90 y
’00- fueron en apariencia difusas, de trámite poco previsible. Una serie de
acontecimientos “secundarios” no pocas veces ocuparon las primeras planas de la
realidad, conviviendo con hechos sustantivos, estratégicos. Ahora se ve que un hilo en ese momento invisible,
una especie de “logicial”, guiaba a las
élites en su relación con la marcha general de los procesos más allá de los
vaivenes cotidianos. No existía (¿existe ahora?) un marco teórico de la
suficiente pertinencia como para separar lo fundamental de lo accesorio. Esas
tres décadas, puede asimilarse a un barco que en el camino se ve obligado a
atravesar todo tipo de tempestades: nunca deja de dirigirse a destino aunque en
un momento dado su proa pueda desviarse. Los 30 años considerados tuvieron una
dirección y un sentido determinado más allá de sus ocurrencias, algunas de ellas
inconcebibles aun para las mentes más
fantasiosas. Lo que nos lleva a decir que la realidad, como la cebolla, se
conforma con distintos niveles y no siempre es inducible el todo desde la parte
ni es posible ver el bosque si hay un tronco que nos lo tapa.
2. Los foros que reunieron en los setenta a las
élites del mundo desarrollado tuvieron una misión y una visión; en ellos se
discutió sobre las grandes líneas para el mediano plazo pero luego se descentralizó
su dinámica, con la expectativa de que “cuando sea posible alcanzar los
resultados deseados a través de una marco de normas acordado, las funciones de administración operacional y de toma de decisiones deberían ser dejadas
a unidades de gobiernos nacionales o, aún, más pequeñas”[1], una evidencia indisimulable del lugar desde el
que se hablaba. Esa forma de ver el proceso no debe ser interpretado como que
cada uno de los eventos fuera producto de una construcción; ni falta que hizo.
Con solo dejarlas libradas a su propia dinámica, las tendencias incubadas en la
escena internacional -y consecuentemente al interior de los países- irían dando
forma a acontecimientos necesarios para dejar la cancha libre a la proyección de
los consensos, es decir, el despliegue de la globalización. Claramente eso
ocurrió, por tomar dos casos, con las reformas llamadas neo conservadoras y a
principios de los noventa con el Consenso de Washington o, enfrente, con la desaparición
de la URSS. Se puede decir que dichos factores, como veremos seguidamente, al
ir teniendo lugar en forma sincrónica en los territorios de ambos polos en los
que se dividía el mundo, fueron decisivos y convergentes para arribar a la
situación establecida luego de la implosión soviética en 1991. Naturalmente, la
caída de la URSS tuvo carácter catastrófico; fue un hecho en general inesperado
que cambió radicalmente la escena política internacional. Sin embargo, una
visión retroprospectiva nos permite afirmar que ese colapso fue tomando forma
desde unos cuantos años si nos atenemos a indicadores del funcionamiento del
socialismo real que, para un observador atento, ya anunciaban el final que
tendría.
3. En el caso del
capitalismo, las reformas de tono neo conservador que tuvieron lugar primero en
los países desarrollados y luego en los ahora llamados emergentes, como el
nuestro, estuvieron a la luz del día. En ese caso las dificultades de
percepción tuvieron otro origen. Tal vez por haber sido contextualizadas más desde
el punto de visto político o económico, las acciones que se iban sucediendo, consecuencia
de un enfoque claramente ideológico, no fueron calibradas en su verdades
función destructiva/transformadora. Sus impactos, de gran trascendencia en la
reformulación del capitalismo, solo han sido superados por acción de las
medidas adoptadas para la gestión de la crisis del 2008. Sin duda, ahora aparece
más claro: hubo una notoria carencia en materia de enfoques para seguir los
procesos y las transformaciones que se iban produciendo, sobre todo en los
Estados Unidos. El paso de la fase imperialista, con un breve escala en la fase
transnacional, hasta llegar a la globalización de los países desarrollados (que
en EEUU se fue completando con la gestión de Obama pero tirando la tierra bajo
la alfombra como lo demuestra el legado de la campaña de Trump al poner en
evidencia los enormes costos de esa transformación “exitosa”), fue seguida sin
ver suficientemente la riqueza de los matices de esos procesos de mutación del
viejo régimen. Hubo de caer Wall Street y quebrar la General Motors para tomar
nota de que la cosa venía en serio aunque todavía no estaba (ni está) del todo
claro qué cosa. Hubo dos características que contribuyeron a la opacidad de
esos años, que en lo fundamental ocurrieron bajo gestiones de tinte neo
conservador y con hechos de alto costo político y gran rechazo de la opinión
pública. Hay dos figuras que le dan la impronta al período, Reagan y Tatcher.
El presidente norteamericano, adalid de la derecha, fue actor de un par de
períodos de gobierno donde tuvieron lugar hechos a los que ni el más
recalcitrante de los demócratas se les hubiera animado: por citar uno, el
desmonte impiadoso del complejo militar industrial (por cierto en el contexto
de una política de inminente desborde armamentista llamada “guerra de las
galaxias” que no pasó de la retórica pero que generó una situación de crisis en
la URSS donde fue uno de los detonantes de su implosión). La “dama de hierro”
por su parte fue la encargada de acabar con cualquier resabio de la época
victoriana, en primer lugar y como un símbolo, la explotación carbonífera.
4. Otro de los eventos destacados de la época fue la
implosión de la URSS. Su caída debe ser entendida con relación al colapso de la
situación en clave bipolar que le dio el tono al siglo XX en materia de
relaciones internacionales así como al interior de los países en cuestiones sociales
y políticas. Hubo momentos, sobre todo alrededor de la Segunda guerra mundial,
en que el papel de la URSS y, por extensión, la proyección de la civilización
del socialismo, parecían dominar en el ejericio de la prospectiva sociopolítica
de las naciones del mundo. La posibilidad se basaba en que una parte
considerables de las poblaciones y los territorios estaban efectivamente
viviendo bajo regímenes socialistas. Sin
embargo, la carrera planteada en todos los planos, tuvo su paridad tan solo en
el plano militar, que es virtual en tanto no haya guerras, y no tiene resultados
positivos -salvo por default- sobre
el bienestar de la poblaciones afectadas. Es en ese contexto donde se dirimió
la supremacía de un sistema sobre el otro. Esta disparidad de perspectivas ya
comenzó a ser percibida en los años sesenta por los más sagaces observadores de
los países capitalistas cuyos dirigentes –sobre todo la parte socialdemócrata
europea - afinaron sus estrategias de manera de plantear la controversia fuera
del espíritu del fundamentalismo militar, y disputar las masas en los ámbitos
políticos e ideológicos. Esa acción, apoyada en un desenvolvimiento más
efectivo de la economía de los países europeos occidentales, que obraba de
vidrieras aun con diferencias al interior de sus sociedades, fue esmerilando
paulatinamente, sin prisa pero sin pausa, los logros que había tenido la URSS
en el plano militar y en algunos renglones de la industria pesada que era
tenida como indicador principal de la salud del sistema. Sin embargo, la cosa
ya empezaba a transitar por el andarivel de las TIC’s que Stalin en su momento,
imbuido de un dogmatismo extremo, vio como un producto capitalista (en realidad
lo era, aunque no para despreciarla: la cibernética fue denominada “pseudociencia
burguesa”), y provocó atrasos que luego fueron irremontables. Una dirigencia
avejentada y rígida contribuyó a fortalecer ese curso conservador que terminó con
una forma de organización social absolutamente centralizada condenada por eso
mismo a la autodestrucción entrópica.
5. Con la muerte de Brezhnev en 1982 comenzó a
desmoronarse la denominada gerontocracia soviética; nuevos aires por los
pasillos del Kremlin –iniciada como una suave brisa devenida prontamente en
vendaval- contribuyeron a despejar las brumas del conservadurismo que
asfixiaban al régimen pero al mismo tiempo poner en evidencia sus limitaciones.
Fueron cobrando protagonismo sectores renovadores que -ahora se puede ver- sintonizaban
con los influjos de igual sentido que hemos visto estaban en pleno auge entre
las élites del capitalismo. La sincronía (como con Deng Xiaoping en China unos pocos años antes) es nítida en el caso
de Gorbachov; sus propuestas de Perestroika y Glasnost se orientaban a la
remoción de los cimientos del régimen soviético. De ahí hasta el final fue un
viaje sin escalas. La caída del muro de Berlín y la implosión de la URSS entre
1989 y 1991 representó el fin del socialismo real, un hecho predecible por unos
pocos que tuvo un impacto mayor que la propia instauración de ese sistema setenta
años antes con la revolución bolchevique de 1917. A partir de ese momento
comienza lo que ha dado en llamarse el Mundo Uno, un estadio inédito en la
historia de la humanidad, que representaba el carácter que la globalización iría
adoptando de ahí en más en el plano institucional.
6. La
posibilidad de erradicar definitivamente los grandes conflictos, los que solo
pueden tener lugar entre los países más poderosos, supuso una situación tan impensada
que aún se carece de una verdadera noción sobre su significado. La paz ya no
debería tener una definición negativa referida a la ausencia de la guerra a
pesar de que la nueva situación aún hoy no es del todo identificada por una consigna
creíble y aceptada comúnmente. Sin embargo, la historia avanza. Se ha detenido
la carrera armamentista; se despliegan los procesos de desarme, sobre todo
atómico que es el que interesa inicialmente. Tal vez el último conflicto real
fue la guerra de Vietnam finalizada en 1975. Se han dado luego algunas guerras
locales, incluso muy sangrientas como las de los Balcanes, intervenciones
mediáticas o no justificadas, como las de EEUU y otros países en IRAQ (un trágico
papelón) y Afganistán, acciones antiguerrilleras en Colombia, la intervención
de las fuerzas armadas en golpes de estado africanos (un reloj atrasado), etcétera,
que no alcanzan a hacer perder de vista lo sustantivo: raudamente los ejércitos
de todo el mundo pierden su sentido histórico y las hipótesis de conflicto
tiene que reformularse según una agenda de interés global no nacional.
7. El Consenso de Washington (CW) contuvo un conjunto
de propuestas de políticas económicas elaboradas durante los años 1990
que los países latinoamericanos
debían aplicar para impulsar el crecimiento. Sus “recomendaciones” fueron las
siguientes:
1. Disciplina fiscal
2. Reordenamiento de las prioridades
del gasto público
3. Reforma Impositiva
4. Liberalización de las tasas de
interés
5. Una tasa de cambio competitiva
6. Liberalización del comercio
internacional
7. Liberalización de la entrada de
inversiones extranjeras directas
8. Privatización
9. Desregulación
10. Derechos de propiedad
Cuando se hace
referencia a la capital norteamericana, debe entenderse el conjunto de
organismos nacionales, internacionales y no gubernamentales que tienen su sede
en esa ciudad: organismos financieros como
el FMI
y el Banco Mundial, el Congreso de los EEUU, la Reserva
Federal, los altos cargos de la administración y las fundaciones e institutos
de expertos económicos y de otras disciplinas. El CW fue rápidamente
identificado con el neoliberalismo. Entre sus críticos se destacaron Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001 y ex vicepresidente
del Banco Mundial, Noam Chomsky, Naomi Klein y otras destacadísimos
personalidades del progresismo boreal que veían en él un medio para abrir el mercado laboral de las economías del mundo subdesarrollado
a la explotación
por parte de compañías del primer mundo.
Una definición precisa nos dice que las críticas, que provienen desde la antiglobalización
hasta del mismo liberalismo
económico, argumentan además que los países del primer mundo imponían las políticas del
Consenso de Washington sobre los países de economías débiles mediante una serie
de organizaciones
burocráticas supra estatales como el Banco Mundial y el Fondo
Monetario Internacional además de ejercer presión política y extorsión. Se argumenta además, de forma
muy generalizada, que el Consenso de Washington no ha producido ninguna
expansión económica significativa en Latinoamérica, y sí en cambio algunas
crisis económicas severas y la acumulación de deuda externa que mantenía a estos países
anclados al mundo desarrollado.
8. Si como hemos
dicho la realidad tiene niveles, todo lo que se dijo (y se sigue diciendo)
sobre el CW es verídico. Desmanteló el estado de bienestar, se produjeron
privatizaciones, eliminación de regulaciones, apertura de las economías; todo
con altos costos que todavía se siguen pagando. Sin embargo, desde otro nivel,
el CW también debe ser referido a la marcha de la globalización. Acudamos a una
metáfora: el reciclaje de una casa chorizo. El arquitecto toma nota de la obra
existente, y a pedido del comitente diseña el proyecto en el AutoCAD y le
muestra una representación 3D. Una parte importante del proyecto es demoler
algunas partes de la obra existente. Si alguien pasa y ve a los albañiles volteando
paredes sin conocer el proyecto, pensará que eso es una demolición lo que es
totalmente cierto aunque ello sea solo un paso en la marcha hacia el logro de
los objetivos finales del proyecto. Sin
entrar en ninguna consideración de valor, una economía no puede
globalizarse sin el desmonte parcial de las estructuras socioeconómicas y
culturales construidas durante la vigencia del estadonación. Esa acción, que en
nuestro país estuvo a cargo del menemismo, tuvo y sigue teniendo profundas
connotaciones políticas y en la mayoría de los casos de otros órdenes de la
vida social lo que acarreó consecuencias que afectaron a gran parte de la
población. En todos estos años, el CW fue blanco de condenas políticas en partes
significativas del arco político sobre todo el que va desde el centro hacia la
izquierda. Como hemos dicho, por falta de un marco teórico adecuado, aún sin
pretender ubicarlo en la disyuntiva de una aprobación o rechazo, el CW no fue
visto en el contexto en el que se desplegaba, lo cual fue un obstáculo para
diseñar una estrategia política que se le pudiera anteponer. Para contribuir a
esa falta de precisión, el premier Brown con motivo de la realización en
Londres de la reunión del G 20 el 2 de abril de 2009 expresó "se terminó
el viejo Consenso de Washington… hemos logrado un nuevo consenso de que haremos
lo necesario para restablecer el crecimiento y el empleo, y evitar que una
crisis de este tipo se repita nuevamente”, lo que era una parte pero no toda la
verdad.
09. El verdadero
triunfador en la dura puja ideológica que tuvo lugar a lo largo del siglo XX
fue la socialdemocracia, en particular, la europea, más allá de las
dificultades de parto que fueron surgiendo y lo seguirán haciendo en el Viejo
continente. A diferencia de los países de economía centralizada, gobernados por
partidos comunistas, los socialdemócratas han sabido combinar los principios
del socialismo que asumieron desde sus inicios, y que les dieron identidad, con
el funcionamiento del mercado; para ello se han apoyado en la idea de que no existe un conflicto entre la
economía capitalista y una sociedad de bienestar en tanto el estado posea
atribuciones suficientes para garantizar a los ciudadanos una debida protección
social así como el rol de regulación de
la actividad económica (pruritos que han disminuido drásticamente en el marco
de la crisis mundial desatada en 2008 donde el intervencionismo estatal puesto
en práctica hubiera sido la envidia de los planificadores soviéticos). En ese
sentido, la noción de mercado juega un
papel fundamental, ya sea en condiciones de escasez (como en la época de Adam Smith, siglo XVIII) o de abundancia (como el presente, luego de
la RC&T). Sin embargo, sería una
simplificación reducir la puja ideológica exclusivamente a variables
económicas. Los socialdemócratas demostraron una mayor versatilidad para
asimilar los cambios que se iban produciendo en las sociedades, en sintonía con
el avance de la ciencia y la tecnología. Por ello los socialdemócratas se han caracterizado por sus concepciones
reformistas
ligadas a la participación ciudadana, la protección del medio
ambiente y la integración de minorías
sociales en el funcionamiento de las democracias y, en el plano
internacional, compartir la concepción de una sociedad mundial pacífica y
democrática basada en la justicia, solidaridad y
libertad. En algunos gobiernos europeos, en particular en Inglaterra, se ha
aplicado en los últimos años una variante conocida como de la “tercera
vía”, un poco más próxima al ideario del liberalismo económico, con menor
intervencionismo estatal y presencia de empresas públicas, pero con el
mantenimiento de ciertas prácticas del estado de bienestar.
10. China es un caso emblemático en la globalización productiva. Todo comenzó
inocentemente con unos partidos de ping pong entre jugadores norteamericanos y
los imbatibles chinos en ese juego. Corría el año 1972. Tanto en Estados Unidos
como en Europa ya no se notaban los signos de la recuperación de posguerra;
esos que levantaron los ánimos en las reuniones de los foros de consenso de los
setenta que como hemos visto en el módulo anterior se proponían encontrar la
forma de aprovechar las ventajas inocultables que iba logrando el capitalismo para
modelar el mundo del futuro a su gusto y paladar. Las élites imaginaban para
ello transitar caminos inéditos, por ejemplo, la finalización de la guerra de
Vietnam aun a costa de una derrota oprobiosa como ocurrió en 1975. O iniciar
negociaciones con China conociendo la existencia de tendencias renovadoras en
el sistema socialista en condiciones de
emerger luego de la muerte de Mao y Chou, como la que luego corporizó Deng
Xiaoping. Por cierto no eran los líderes norteamericanos de ese momento de los
que uno podía esperar movidas tan audaces; sin embargo, así ocurrió. Fueron
Nixon y su astuto secretario de estado, Henry Kissinger, uno de los titiriteros
de la globalización, los encargados de romper el hielo que había congelado las
relaciones chino norteamericanas desde la revolución maoísta de 1959. ¿Cuáles
eran los motivos más profundos para intentar una movida de esas características
tan originales? Dos básicamente: el gigante mercado chino, un bocado apetecible
para una capacidad productiva del capitalismo que ya se mostraba capaz de
sortear las limitaciones propias del mundo de la escasez y, la otra, la
posibilidad de actuar según una ley de la globalización aún no formulada: la pulsión
descentralizadora con respecto a la producción de menor valor agregado (o mayor
poder contaminante) lo más lejos posible de los núcleos de la innovación. Las potencialidades
del mercado laboral chino, disciplinado por el comunismo de guerra, permitía
iniciar uno de los movimientos más gigantescos que ha emprendido el ser humano:
la masiva traslación de la capacidad
productiva de tecnologías medias y bajas de occidente hacia el oriente. La
movida que ya lleva 30 años, y que no amenaza con detenerse, despobló
literalmente el universo productivo norteamericano de aquellas producciones que
lo habían caracterizado tradicionalmente. Contrario sensu, el fenómeno, que
también fue involucrando a Europa, provocó un efecto sincrónico de vasto
alcance: el crecimiento chino a las llamadas “tasas chinas”, de dos dígitos,
que se fueron dando desde ese momento, y la reconversión de los sistemas
productivos norteamericano y europeo para concentrarse en la crema de las ramas
de mayor poder innovativo y valor agregado en signo y símbolo. Acudiendo
nuevamente a la metáfora de la piedra y el estanque, en un movimiento de vivo
dinamismo, el operativo ya había sido ensayado en las tres décadas de la
posguerra, primero con Japón y luego con los llamados dragones o tigres de
oriente (Hong Kong, Taiwán, Singapur y Corea del Sur) y los “pequeños dragones”
(Malasia, Indonesia, Tailandia y Filipinas). A ellos se sumaría luego la perla del desaparecido colonialismo
francés, Vietnam, un pueblo tan aguerrido y valiente como cultivado en las
mejores tradiciones de su ex metrópoli, que fue creciendo a paso redoblado. Muchas
de las cosas que se oyen en estos días sobre las dificultades de las relaciones
con China parecen un revival de las
que se escuchaban con relación al Japón en las décadas de los sesenta y setenta
(hoy devenido en un juicioso país desarrollado, ocupando un cómodo tercer lugar
en el ranking del PBI). Sobre China hoy se dicen muchas cosas, la mayoría de
ellas verdadera exageraciones, que pueden ser creíbles solo viendo la foto de
los diarios sin tener en cuenta el largometraje de su gestación como potencia
industrial.
11. Uno de los aspectos destacadas del período fue la coincidencia de las
características de los procesos económicos y políticos, lo que permitía
conjeturar que se entraba en procesos de simultaneidad derivados de una
situación que en forma más o menos directa era condicionada por los influjos de
un logicial de consensos, como los
que según la hipótesis de este curso comenzaron a darle su impronta a partir de
los setenta tanto a la situación internacional como la de adentro de los
países. El caso más cercano es el que la CEPAL llama la “década perdida” de los
ochenta que afectó a la mayoría de los países latinoamericanos aludiendo a
procesos de desindustrialización y sus repercusiones sociales, y la de los noventa, caracterizada por la influencia neo
conservadora para abrir las economías. Era elocuente comprobar por esos años
cómo hasta las variaciones del dólar mostraban sincronía lo que podía ser a
consecuencia del incipiente y progresivo ingreso de nuestros países a la globalización
financiera. Hemos visto en el módulo 2 la noción de red transnacional de funcionarios, formada por recursos humanos que
se han preparado en alguna de las universidades más prestigiosas del primer
mundo y que luego mantienen sus lazos académicos y de amistad lo que da lugar a
prácticas de permanente consulta. Por
ello en distintos períodos de la vida económica interior, pero con
simultaneidad entre los países, hubo funcionarios pertenecientes a determinadas
escuelas de pensamiento económico que estuvieron a cargo de distinto tipo de
transformaciones en las tres décadas que conforman el período considerado. En
nuestro país, el caso de Cavallo fue (y lo sigue siendo) emblemático en ese
sentido: pieza clave en los noventa, protagonizó el periodo de gobierno de
mayor trascendencia en estos años para preparar el ingreso de nuestro país en
la globalización plena (el periodo K, por positive
feedback, también hizo su contribución cibernética en ese sentido).
12. El desmonte del viejo estado y el reciclaje de sus instituciones es un
objetivo de la globalización; esa operación de cirugía mayor, realizada a
través de un tiempo prolongado, la mayoría de las veces se referencia al estado
de bienestar, como veremos en nuestro caso. Pero también se puede dar de la
forma contraria, como se fue dando en EEUU, donde lo que se está castigando es
la prescindencia del estado, como se demostró
en la modificación del sistema de salud implementado por Obama. En este país, la caída de bancos de Wall
Street y de la General Motors y otros emporios ineficientes, demostró que los
influjos de la globalización son omnipresentes y, paradojalmente, con mayor
capacidad transformadora en los países desarrollados aunque no solo. En nuestro
caso, esa fue la principal función del menemismo y su superministro. Cuestiones
de enorme impacto en el aparato económico como la apertura ya había sido ensayada
en el periodo de la dictadura militar; pero en los noventa se llevo hasta sus
últimas consecuencias. Por su parte, se implementó la desregulación de muchas
actividades considerando que era “forzoso continuar el ejercicio del poder de
policía para afianzar y profundizar la libertad económica y la reforma del
Estado con el objeto de consolidar la estabilidad económica, evitar distorsiones
en el sistema de precios relativos y mejorar la asignación de recursos en la
economía nacional, a fin de asegurar una más justa y equitativa distribución
del ingreso (se dejaban) sin efecto las restricciones a la oferta de bienes y
servicios en todo el territorio nacional…que distorsionen los precios de
mercado evitando la interacción espontánea de la oferta y la demanda” (decreto
2284/91 de Menem/Cavallo). Pero donde la dupla citada logró mayor impacto fue
en lo referido a la desnacionalización de las empresas públicas, un cometido
que mas allá de los vaivenes (sobre todo en algunos hechos registrados recientemente
en el marco de la crisis de 2008 como la compra de empresas o bancos por parte
del estados liberales en Japón y en Inglaterra y/o en la intención de este
gobierno de revertir algunas privatizaciones), está mostrando una tendencia en
lo referido al rol del estado como propietario de empresas. Mas allá de los
juicios de valor que merezca la gestión de los noventa, se puede decir que en
este, como en cualquier otro país, el ingreso de los influjos globalizadores como
ya hemos dicho no se podían dar sin (y en todo caso implicaba) la reforma del
estado y las instituciones preexistentes.
13. Otro aspecto
característico del período considerado, que se ha instalado en la cotidianeidad
dando la sensación de las cosas siempre hubieron de ser así, es la globalización de las
comunicaciones caracterizada por la transmisión en “tiempo real” de imágenes,
datos, voz y palabras. Simplemente hay que haber vivido en una etapa previa
para tomar conciencia del significado de esos prodigios tecnológicos. Internet,
ya plenamente desplegada en todos los rincones y con potencial acceso a todos
los habitantes del planeta, más aún que otros bienes y servicios necesarios
para la vida, es la metáfora de la globalización. Se han reducido las dimensiones
del espacio, se precipita el tiempo, y se profundiza la complejidad del saber,
todas variables que se despliegan a un nivel no solo no conocido antes sino ni
siquiera imaginado por la mente más creadora. Los cambios se dieron en todos
los aspectos de la vida de las personas, las familias y los hogares. Por tomar
algunos casos, la irrupción del celular y la PC modificó radicalmente las
condiciones de vida con independencia del lugar y la situación económica de los
involucrados. Hubo también modificaciones en la costumbres y los hábitos de
consumos en materia de alimentación, vestimenta y hasta en los comportamientos
de las relaciones entre las personas.
14. Aunque todavía con ciertos retardos de
implementación, el cambio de paradigma productivo y energético se fue abriendo
paso raudamente en estos años. El primer gran shock fue como hemos visto con la
primera crisis del petróleo en 1973 y la
segunda en 1979. Lo sucedido en los setenta marcó una tendencia que
lejos de abandonarse se afirma. En la crisis de 2008 -y los documentos de las
reuniones del G20 lo reflejan como veremos en el módulo 4- se evidencia la problemática y la forma de
abordarla. No se puede obviar los profundos impactos sociales de esos cambios, aún en su etapa incipiente. No
solo la pérdida de puestos de trabajo como consecuencia del necesario aumento
de la productividad en las actividades económica y productivas para mantenerse
y desarrollarse en mercados globalizados altamente competitivos, sino la
pérdida de capacidades y aptitudes laborales que traen aparejados dichos
procesos eufemísticamente llamados de “destrucción creadora”. Una institución
de plena vigencia en esta época es la de los llamados planes sociales con la
intención de compensar los altos costos que se verificaban en la vida de las familias. El tema dio y sigue
dando motivos para arduas discusiones.
15. De la amplia agenda que comprende el
despliegue de la globalización, se destaca con perfiles propias por su vigencia
y novedad, el del medio ambiente y dentro de este el del cambio climático. El
cambio climático es el aspecto de la G de más complejo abordaje, no solo por
las consecuencias que se están viendo sobre la vida de las ecosistemas, sino
por el potencial de transformación que muestran en forma creciente. El proceso
que desembocó en 2015 en Francia con la COP21 donde se firmó el Acuerdo de
París sobre Cambio Climático, se fue amasando durante el periodo considerado
con hitos como el Informe Burtland, la reunión de Rio ’92, las COP’s y el
Protocolo de Kyoto.
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