lunes, 5 de julio de 2021

 

Cambios en la cúpula

 

La abierta apretada de EEUU sobre el gobierno argentino para allanar las negociaciones referidas al pago de la deuda ante el FMI, interroga sobre los modos que irán adquiriendo de aquí en más las intervenciones de los países centrales sobre los dependientes. En el trabajo se analizan las externalidades de los cambios producidos en la cúpula del poder global que podrían estar indicando una intensificación de las presiones a medida que la globalización ingresa rauda a su fase superior. En particular pone el foco en la relación G7/G20, el papel de China en la coyuntura, y la verdadera expresión de la principal contradicción geopolítica que se ha instalado en la escena global.

 

EEUU condiciona su apoyo a nuestro país para encaminar la dura negociación de la deuda con el FMI. Es obvio que sin el OK de su mayor aportante, las tratativas con ese organismo se verían seriamente dificultadas. Lo distinto esta vez es que EEUU no ha solicitado a cambio una contraprestación de tono humillante para el peronismo como podría haber sido, por ejemplo, condenar al régimen de Venezuela o algún otro que no cuente con las simpatías de Washington. Por el contrario, lo que el Tesoro estadounidense pide (con cierto tono de admonición) es la formulación de una “política económica para Argentina que brinde una visión para el crecimiento del empleo en el sector privado”. De inmediato, distintos funcionarios oficiales salieron a responder al apriete en forma airada, interpretando que cuando EEUU dice que “no hay un plan económico, es porque no es el plan que ellos quieren”. La actitud norteamericana –incisiva e inopinada, con rasgos de intervención desembozada- se da en un momento de aguda sacudida en el tablero del poder mundial.

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De la cumbre del Grupo de los Siete (G7), un conglomerado de igual número de países desarrollados que se reunió en el sur de Inglaterra, sobresalen dos características. Una de ellas es la manera en que pasan revista a lo que fuera del mundo desarrollado se consideran situaciones críticas y contradictorias, lo que podría considerarse, por la forma descarnada en que lo hacen y según sea punto de vista utilizado, una intromisión en los asuntos internos de otro país. La otra es una ostensible y sorpresiva modificación de la relación causal entre el G7 y el G20, un formato de sucesión superadora que fue tenido en cuenta para justificar la creación del agrupamiento mayor en 1999 debido a las limitaciones de representatividad del agrupamiento menor al dejar afuera a los países emergentes.

Es obvio que el G20 no podría haber fijado posición por la cuestión de los uigures musulmanes en China o la detención del político opositor Alekséi Navalni en Rusia en presencia de los líderes de esos países. El G7 sí lo hizo;  también, en un acápite denominado “responsabilidad global y acción internacional” –una proyección de pretendidas incumbencias que habrá sonado bien a los oídos norteamericanos- la declaración final se refiere a cuestiones de África, el Medio Oriente y la región del Indo-Pacífico. El alegato tiene la fuerza de un pronunciamiento hecho en forma colectiva por los países que financian mayoritariamente los organismos internacionales.

Con respecto a la relación G7/G20. 

1)      El G20 nació del G7 en 1999 como una forma de dar mayor representatividad a los países emergentes. Estuvo en espera diez años. A partir de 2008 comenzaron las cumbres de líderes en los 15 capítulos anuales que tuvieron lugar en distintos países del Grupo. Aunque el G7 nunca dejó de funcionar, su repercusión fue menor a la del G20 (tal vez sus integrantes lo considerarían así). Ahora parece que ha cambiado la ponderación respectiva; puede que haya incidido para ello cierta laxitud en el cumplimiento de las recomendaciones de las cumbres por parte de algunos países.  No dejemos de tener en cuenta que en el G20 al igual que en la fórmula 1 hay escuderías de vanguardia y otras de relleno. Lo pasado en esto días es lo más parecido que hay a un ajuste de tuercas.

2)      El G7 adopta un formato similar al G20. No se apoya en una estructura burocrática; sus autoridades y sedes van rotando anualmente; no tiene programas ni presupuesto establecido (el anfitrión paga todos los gastos de funcionamiento); la agenda es variable según las circunstancias; su andar es transparente (por su composición, el secreto está obviamente excluido, y el producto de sus deliberaciones se publica de inmediato); no toma decisiones y sus recomendaciones/compromisos (alcanzados por consenso ya que sus instancias organizativas no contemplan el voto) tampoco son vinculantes, es decir, de aplicación obligatoria. Aunque los países hayan sido sus constituyentes, y de ahí su denominación, Al igual que en el G20, aunque el G7 está constituido por países, estos no están representados. En su funcionamiento, los participantes del Grupo actúan a título personal y no en carácter de mandatarios de países (la sutileza es una de las claves para entender las características de su constitución). Por ello las declaraciones de las cumbres comienzan con la frase “Nosotros, los líderes del G7…” También se replican los grupos de compromiso (engagement groups). En la declaración de Carbis Bay se agradece las contribuciones del L7 (trabajo), Y7 (joven), W7 (mujer), S7 (ciencia), C7 (sociedad civil) y B7 (empresarios).

3)      El G7 no implica suplantar ni mucho menos competir con el G20. Es otro vínculo adicional el que se evidencia en la cúspide del poder global. Los mismos países desarrollados (no autocráticos) integran ambos agrupamientos. En el acápite de la declaración de Carbis Bay se dice “esperamos trabajar junto con nuestros socios del G20”. Luego, en el desarrollo del texto, el G20 es citado en 18 oportunidades con referencia a distintos temas (COVID-19, fiscalidad global, sistema financiero, comercio, mujer, derecho internacional, cambio climático, asignación de los DEG/SDR, crisis humanitaria, infraestructura, África, Cumbre G20 Roma en octubre 2021). Sin embargo, a pesar de la referencia, la redacción es clara: se ha producido un reacomodamiento que establece una subordinación[i] del G20, hasta este momento inexistente o por lo menos no evidenciada.

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Por su parte, la reunión de Ginebra no fue entre Joe Biden y Xi Jinping sino entre los presidentes norteamericano y ruso. Todo un desaire para el líder chino. Y una contribución de primera mano para aclarar de una buena vez donde radica la contradicción global en materia de geopolítica[ii]. La reunión en sí tuvo más música que letra. Putin y Biden se tomaron nada menos que dos horas para hablar de las respectivas familias y otras menudencias aparte de las cuestiones fundamentales, que se habrán tocado casi de compromiso por lo re-manidas. Lo importante era la foto. Si es cierto que una imagen vale más que mil palabras -como decía McLuhan- está todo dicho.

Pero la geopolítica no lo explica todo. Si bien en la declaración de Carbis Bay a los chinos los trataron con dureza, de los tres temas en cuestión, que ocuparon un lugar de privilegio en la agenda de los reproches –reclamos en Hong Kong, conflictos en ciernes en el mar de la China y adoctrinamiento de los musulmanes uigures-, en realidad, ninguno de ellos tiene la suficiente densidad como para dedicarle más tiempo del debido a ese nivel[iii].

Observando detenidamente los materiales chinos disponibles -sobre todo en estos días que celebra los 100 años de su partido comunista donde su presidente tuvo una extensa intervención en el solemne acto conmemorativo- no están claras sus intenciones política externas, y si realmente las tienen. De los 14 países con los que China comparte fronteras terrestres, solo mantiene relaciones de buena vecindad con Pakistán (y de vasallaje con la escurridiza Corea del Norte); con los demás tiene o ha tenido algún tipo de problemas. Con semejante situación en su hinterland cabe la pregunta de si China está en condiciones de aspirar a un liderazgo global, una supuesta ambición que los analistas le atribuyen con frecuencia y casi unanimidad[iv]. 

Tampoco China es químicamente pura. Cuando se habla de una guerra comercial con EEUU,  ¿quiénes son en realidad los contendientes? Veamos. La totalidad de las empresas globales (algo más de 10.000), en las que se sustenta el enorme potencial económico chino, son de capital mixto. La relocalizaciones de empresas occidentales en el Oriente, a partir de los ochenta, que se asentaron bajo diversas formas de propiedad compartida, lo hicieron con una dependencia tecnológica absoluta ya que China carecía de una I+D suficiente para sustentar tamaña estructura productiva en forma autónoma. Ahora, desde Obama se da un proceso nuevo en forma ininterrumpida. El esfuerzo de EEUU de repatriación de empresas -por cierto bastante exitoso-, no implica que dichas empresas globales abandonen China o en general el sudeste asiático. Lo que sí está pasando es que dividen su capacidad, manteniendo o levantando instalaciones en ambos países. Y targets diversificados según dónde operan; obviamente con grandes mercados en ambos lados. Es la lógica y hay suficiente documentación que lo acredita[v].

Claramente China quiere expandir su comercio y extender a nivel global una infraestructura de conectividad que lo facilite. Y la verdad merecimientos no le faltan. En 50 años, de ser un país destruido, en China se ha levantado una capacidad industrial gigantesca para llegar a ser la segunda economía del mundo. Por su parte, en infraestructura, son asombroso los resultados alcanzados en una geografía endiablada; le han dado a China una experiencia que puede ser puesta en valor en cualquier lugar del mundo.

En ninguna fuente -salvo en vetustas y polvorientas bibliotecas marxistas- se dice que el potencial económico se traduce automáticamente en poder político. Sin embargo, los contenciosos de la geopolítica priman en los análisis más que los sucesos verdaderamente trascendentes. Esa visión parcial de las relaciones internacionales hace que esté instalado que el rival de EEUU es China. Es el rival a vencer o no dejar crecer.

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La globalización ingresa en su fase superior. Habrá pujas de todo tipo (menos en el plano de la tecnología ya que la usina global sigue y seguirá radicada en forma inamovible en EEUU). El motor del progreso irá siendo el tendido de una nueva infraestructura que le conferirá al planeta una conectividad en red, de trama y urdimbre, que supere las limitaciones ineludibles de los trazados de tipo radiocéntricas heredados del colonialismo. Las obras, aparte de generar millones de puestos de trabajo, agilizarán el traslado de los factores de la economía lo que irá aumentando la productividad mundial a límites desconocidos. Los contendientes son dos: la Ruta de la Seda, el emblema de la RPCh, y lo que el G7 ha denominado Build Back Better World, un programa en el que se piensa invertir hasta 2035 la friolera de 40 billones de dólares (es igual a la suma de los PBI anuales de EEUU y China). Los proyectos irán surgiendo en todo el mundo como hongos después de la lluvia. Es lo que viene.[vi]

Las obras (también de la Argentina) serán monitoreadas, no solo en cuanto a la eficacia de su realización y la utilidad global sino, principalmente, en relación al peculado. Los escándalos de Odebrecht puestos al descubierto en casi todos los países de América Latina son un adelanto parcial de ello; los juicios a los peronistas K también. En Australia el Centro de Infraestructura Global (GIH), una iniciativa del G20, obrará de panóptico para controlar más o menos abiertamente los proyectos y dar luz verde a los financiamientos.  

Salvo en cuestiones políticas, las intervenciones externas al interior de los territorios (que siempre han existido), en esta oportunidad tendrán lugar según las normas de la globalización sugeridas en las recomendaciones/compromisos de las declaraciones de las cumbres del G20, y ahora empoderados por el G7. Así, los países no-autocráticos pero también los de la oposición autocrática (Rusia, China, Irán, Turquía y hasta Cuba, etc.), expresada en términos de G, actuarán con el mismo grado de familiaridad y distinta pertinencia, según el grado de poder simbólico de cada uno de ellos en las geografías involucradas. Al final, todos los países coincidirán en cuestiones globales más de lo que sugieren los actuales entredichos mediáticos, aun con toda la agudeza que ellos muestren y la desesperanza o fastidio que generen sus cursos irracionales. No hay lugar para dilaciones en la apertura de la fase superior de la globalización. Los influjos estarán actuando según tres ejes.

Inversiones. Hay una liquidez sin antecedentes en el sistema financiero internacional. Además, los ahorristas nacionales con cuentas off shore serán conminados a la repatriación como lo anticipó el ensayo de los panamá papers y los convenios entre países para el intercambio de información bancaria. El Papa Francisco, en una comunicación a la ACDE, se refirió esta semana a los empresarios que tienen depósitos en los paraísos fiscales en lugar de destinar esos recursos a la producción.

Infraestructura y una nueva territorialización. Los proyectos sustantivos responderán a las demandas globales de conectividad más que a lo que decidan las autoridades locales para interpretar las “necesidades de la gente”.

Comercio. Una nueva fiscalidad global, sobre todo avanzando en el inconmensurable mundo de las cadenas globales de valor (GVC), que representan circa los ¾ del comercio global)[vii], irá logrando progresivamente una tributación más ecuánime según lo que corresponda a cada país y no solo a los privilegios del que ensambla al final de la cadena. En esto días se discute la inminente aplicación de una tasa global del 15% a las más grandes empresas para tributar según lo que facturan en cada país y no solo en el que tiene la fiscalidad más conveniente.

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El “big stick” viene de la época de Roosevelt, pero del tío, o sea de principios del siglo XX. No es de ahora. Ha simbolizado la política exterior estadounidense (“el garrote y la zanahoria”), sobre todo con respecto a América Latina. La frase está tomada de un proverbio del África: "habla suavemente y lleva un gran garrote, así llegarás lejos" (speak softly and carry a big stick, you will go far). Presiones e influencias sobre los países dependientes siempre existieron. A veces débiles, otras más intensas. Esto último es lo que parece venir.

Todo se acelerará y las acciones serán desembozadas. Son intervenciones externas como el artículo IV del FMI[viii] que controla las cuentas públicas, o la condiciones que pone EEUU para ayudar (decidir) en la negociación de la deuda externa argentina que, se sabe, el peronismo retarda para no verse afectado en las elecciones.

Argentina está en una situación de alto vulnerabilidad y deterioro. Cualquier indicador nos ubica en los últimos lugares de la tabla, próximos al descenso. Es la consecuencia de 80 años de decadencia. En ellos, el absoluto predominio de gobiernos militares y peronistas ha expresado, no en exclusiva y con diversos matices, el ideologismo nacionalista burgués, aislacionista, que atraviesa la sociedad argentina.

En wiki se dice que la homeostasis es “una propiedad de los organismos que consiste en su capacidad de mantener una condición interna estable compensando los cambios en su entorno mediante el intercambio regulado de materia y energía con el exterior”. Parece una definición descarnada del comportamiento de la  sociedad argentino y su expresión más depurada: el sistema político. Días pasados en una nota de Jorge Ossona se decía que estábamos condenados no al éxito sino a la inutilidad de “apostar al fin de este estado de cosas mediante estallidos sociales o alternancias electorales”. Es lo que sine die sigue perdurando. No hay una alternativa ni siquiera ideal capaz de revertir solo con el juego de los factores endógenos este tránsito irreversible hacia una decadencia totalmente estabilizada… y homeostática. Espero que en esta oportunidad el garrote sea de peluche.

 

Ing. Alberto Ford

albertoford42@yahoo.com.ar

Buenos Aires, julio de 2021

 

 

 



[i] en la cumbre celebrada en Los Cabos (México) en 2012  hubo un agradecimiento conjunto por parte del G20 a la ONU, el FMI, el GBM, la OMC, FSB, OIT, FAO y la OCDE por su participación en el proceso G20, haciendo notar que “sus informes y recomendaciones han hecho valiosas aportaciones a los debates del G20, en áreas que van desde desarrollo sustentable hasta regulación financiera”. Por el contrario, en Carbis Bay ya fue el G7 el que agradeció al “G20, la ONU y el sistema multilateral en general” o sea ubicando claramente al G20 en un escalón inferior de subordinación.

[ii] De inmediato, Merkel con la anuencia de Macron propuso un dialogo entre la UE y Rusia lo que fue rechazado por Polonia y los países bálticos. El fracaso de la iniciativa dificulta a los europeos aumentar su protagonismo y contribuye a reforzar la imagen de que Biden y Putin son los dos actores protagónicos de la geopolítica en estos días.

[iii] En Occidente se preocupan por la internación forzada de los uigures para su adoctrinamiento (una especie de servicio militar obligatorio como teníamos acá hasta la muerte del soldado Carrasco). Han llegado a llamarlo genocidio cuando en rigor no hay registrado en ningún lugar ni siquiera una muerte. No tuvieron los mismos pruritos cuando en 1972, organizada por Henry Kissinger, tuvo lugar la reunión de Richard Nixon con Mao Tse-Tung sabiendo los millones de muertos (¡se dice 70!) que había que cargar en la cuenta del líder chino. “Tenemos estos principios, si no gustan tenemos estos otros…”

[iv] noviembre de 2018 el líder chino Xi Jinping defendió la iniciativa, observando que "no está diseñada para servir a ninguna agenda geopolítica oculta, no está dirigido contra nadie y no excluye a nadie". "No es un club exclusivo cerrado a los no miembros, y tampoco es una trampa como lo han etiquetado algunas personas", ver: https://titulares.ar/la-nueva-ruta-de-la-seda-como-piedra-de-tropiezo-en-las-relaciones-entre-china-y-ee-uu-mundo/

[v] American first, el tradicional alegato que Trump repetía como un latiguillo, tuvo su correlato palmario y verificable en la práctica

con la vuelta al pago de miles de empresas que se habían ido al sudeste asiático en la búsqueda de menores costos salariales y prometedores mercados. Los EEUU buscaban recuperar así puestos de trabajo de industrias manufactureras perdidos a partir de los ochenta para regenerarlos en suelo americano (los indicadores laborales dicen que lo fueron logrando en términos más que satisfactorios).

[vi] Hay diferencias entre EEUU y Europa con respecto a la Ruta de la Seda. Para contrarrestar la expansión de la iniciativa china, la Administración estadounidense optó por reavivar sus proyectos de apoyo al desarrollo: en 2019 Trump fundó la Corporación de Financiamiento para el Desarrollo internacional (DFC). Con ese antecedente, Biden fue quien sugirió en la reunión del G7 de la semana pasada la constitución del Programa Build Back Better World (B3W), “conducido por los países democráticos para ayudar a resolver las necesidades de infraestructura de los países en desarrollo” como se dice en el inmediato comunicado del DFC de apoyo. Por su parte, Europa está firmemente comprometida en el proyecto denominado Puente Terrestre Euroasiático, sin ninguna duda la iniciativa de la Ruta de la Seda más importante y estratégica que se haya concebido. Así, una enorme masa continental, desde el Pacifico en el Lejano Oriente ruso y chino, hasta el Atlántico en Portugal, estará fluidamente comunicada en unos pocos años por trenes rápidos para carga y pasajeros, autopistas, aeródromos, puertos e internet.

[viii] Las consultas del Artículo IV forman parte de la responsabilidad de vigilancia que el Fondo tiene para con sus miembros y está reglamentada precisamente por el artículo IV de su convenio constitutivo, acordado en 1944, sobre el fin de la Segunda Guerra Mundial, en los llamados acuerdos de Bretton Woods

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