Cambios en la cúpula
La abierta apretada de EEUU sobre el gobierno argentino para allanar las
negociaciones referidas al pago de la deuda ante el FMI, interroga sobre los modos
que irán adquiriendo de aquí en más las intervenciones de los países centrales
sobre los dependientes. En el trabajo se analizan las externalidades de los
cambios producidos en la cúpula del poder global que podrían estar indicando
una intensificación de las presiones a medida que la globalización ingresa
rauda a su fase superior. En particular pone el foco en la relación G7/G20, el
papel de China en la coyuntura, y la verdadera expresión de la principal
contradicción geopolítica que se ha instalado en la escena global.
EEUU condiciona
su apoyo a nuestro país para encaminar la dura negociación de la deuda con el
FMI. Es obvio que sin el OK de su mayor aportante, las tratativas con ese
organismo se verían seriamente dificultadas. Lo distinto esta vez es que EEUU
no ha solicitado a cambio una contraprestación de tono humillante para el
peronismo como podría haber sido, por ejemplo, condenar al régimen de Venezuela
o algún otro que no cuente con las simpatías de Washington. Por el contrario,
lo que el Tesoro estadounidense pide (con cierto tono de admonición) es la
formulación de una “política económica para Argentina que brinde una visión
para el crecimiento del empleo en el sector privado”. De inmediato, distintos
funcionarios oficiales salieron a responder al apriete en forma airada, interpretando
que cuando EEUU dice que “no hay un plan económico, es porque no es el plan que
ellos quieren”. La actitud norteamericana –incisiva e inopinada, con rasgos de
intervención desembozada- se da en un momento de aguda sacudida en el tablero
del poder mundial.
--o0o--
De la cumbre del
Grupo de los Siete (G7), un conglomerado de igual número de países
desarrollados que se reunió en el sur de Inglaterra, sobresalen dos
características. Una de ellas es la manera en que pasan revista a lo que fuera
del mundo desarrollado se consideran situaciones críticas y contradictorias, lo
que podría considerarse, por la forma descarnada en que lo hacen y según sea
punto de vista utilizado, una intromisión en los asuntos internos de otro país.
La otra es una ostensible y sorpresiva modificación de la relación causal entre
el G7 y el G20, un formato de sucesión superadora que fue tenido en cuenta para
justificar la creación del agrupamiento mayor en 1999 debido a las limitaciones
de representatividad del agrupamiento menor al dejar afuera a los países
emergentes.
Es obvio que el
G20 no podría haber fijado posición por la cuestión de los uigures musulmanes
en China o la detención del político opositor Alekséi Navalni en Rusia en
presencia de los líderes de esos países. El G7 sí lo hizo; también, en un acápite denominado
“responsabilidad global y acción internacional” –una proyección de pretendidas
incumbencias que habrá sonado bien a los oídos norteamericanos- la declaración
final se refiere a cuestiones de África, el Medio Oriente y la región del
Indo-Pacífico. El alegato tiene la fuerza de un pronunciamiento hecho en forma colectiva
por los países que financian mayoritariamente los organismos internacionales.
Con respecto a la
relación G7/G20.
1)
El
G20 nació del G7 en 1999 como una forma de dar mayor representatividad a los
países emergentes. Estuvo en espera diez años. A partir de 2008 comenzaron las
cumbres de líderes en los 15 capítulos anuales que tuvieron lugar en distintos
países del Grupo. Aunque el G7 nunca dejó de funcionar, su repercusión fue
menor a la del G20 (tal vez sus integrantes lo considerarían así). Ahora parece
que ha cambiado la ponderación respectiva; puede que haya incidido para ello
cierta laxitud en el cumplimiento de las recomendaciones de las cumbres por
parte de algunos países. No dejemos de
tener en cuenta que en el G20 al igual que en la fórmula 1 hay escuderías de
vanguardia y otras de relleno. Lo pasado en esto días es lo más parecido que
hay a un ajuste de tuercas.
2)
El G7
adopta un formato similar al G20. No se apoya
en una estructura burocrática; sus autoridades y sedes van rotando anualmente;
no tiene programas ni presupuesto establecido (el anfitrión paga todos los
gastos de funcionamiento); la agenda es variable según las circunstancias; su
andar es transparente (por su composición, el secreto está obviamente excluido,
y el producto de sus deliberaciones se publica de inmediato); no toma
decisiones y sus recomendaciones/compromisos (alcanzados por consenso ya que
sus instancias organizativas no contemplan el voto) tampoco son vinculantes, es
decir, de aplicación obligatoria. Aunque los países hayan sido sus
constituyentes, y de ahí su denominación, Al igual que en el G20, aunque el G7 está
constituido por países, estos no están representados. En su funcionamiento, los
participantes del Grupo actúan a título personal y no en carácter de
mandatarios de países (la sutileza es una de las claves para
entender las características de su constitución). Por ello las declaraciones de
las cumbres comienzan con la frase “Nosotros, los líderes del G7…” También se
replican los grupos de compromiso (engagement
groups). En la declaración de Carbis Bay se agradece las contribuciones del
L7 (trabajo), Y7 (joven), W7 (mujer), S7 (ciencia), C7 (sociedad civil) y B7
(empresarios).
3)
El G7
no implica suplantar ni mucho menos competir con el G20. Es otro vínculo
adicional el que se evidencia en la cúspide del poder global. Los mismos países
desarrollados (no autocráticos) integran ambos agrupamientos. En el acápite de
la declaración de Carbis Bay se dice “esperamos trabajar junto con nuestros
socios del G20”. Luego, en el desarrollo del texto, el G20 es citado en 18
oportunidades con referencia a distintos temas (COVID-19, fiscalidad global,
sistema financiero, comercio, mujer, derecho internacional, cambio climático,
asignación de los DEG/SDR, crisis humanitaria, infraestructura, África, Cumbre
G20 Roma en octubre 2021). Sin embargo, a pesar de la referencia, la redacción
es clara: se ha producido un reacomodamiento que establece una subordinación[i]
del G20, hasta este momento inexistente o por lo menos no evidenciada.
--o0o--
Por su parte, la reunión de Ginebra no fue entre Joe Biden y
Xi Jinping sino entre los presidentes norteamericano y ruso. Todo un desaire
para el líder chino. Y una contribución
de primera mano para aclarar de una buena vez donde radica la contradicción
global en materia de geopolítica[ii]. La reunión en sí tuvo más música
que letra. Putin y Biden se tomaron nada menos que dos horas para hablar de las
respectivas familias y otras menudencias aparte de las cuestiones
fundamentales, que se habrán tocado casi de compromiso por lo re-manidas. Lo
importante era la foto. Si es cierto que una imagen vale más que mil palabras
-como decía McLuhan- está todo dicho.
Pero la
geopolítica no lo explica todo. Si bien en la declaración de Carbis Bay a los
chinos los trataron con dureza, de los tres temas en cuestión, que ocuparon un
lugar de privilegio en la agenda de los reproches –reclamos en Hong Kong,
conflictos en ciernes en el mar de la China y adoctrinamiento de los musulmanes
uigures-, en realidad, ninguno de ellos tiene la suficiente densidad como para
dedicarle más tiempo del debido a ese nivel[iii].
Observando
detenidamente los materiales chinos disponibles -sobre todo en estos días que
celebra los 100 años de su partido comunista donde su presidente tuvo una
extensa intervención en el solemne acto conmemorativo- no están claras sus
intenciones política externas, y si realmente las tienen. De los 14 países con
los que China comparte fronteras terrestres, solo mantiene relaciones de buena
vecindad con Pakistán (y de vasallaje con la escurridiza Corea del Norte); con
los demás tiene o ha tenido algún tipo de problemas. Con semejante situación en
su hinterland cabe la pregunta de si China está en condiciones de aspirar a un
liderazgo global, una supuesta ambición que los analistas le atribuyen con frecuencia
y casi unanimidad[iv].
Tampoco China es
químicamente pura. Cuando se habla de una guerra comercial con EEUU, ¿quiénes son en realidad los contendientes? Veamos.
La totalidad de las empresas globales (algo más de 10.000), en las que se
sustenta el enorme potencial económico chino, son de capital mixto. La
relocalizaciones de empresas occidentales en el Oriente, a partir de los
ochenta, que se asentaron bajo diversas formas de propiedad compartida, lo
hicieron con una dependencia tecnológica absoluta ya que China carecía de una
I+D suficiente para sustentar tamaña estructura productiva en forma autónoma.
Ahora, desde Obama se da un proceso nuevo en forma ininterrumpida. El esfuerzo de
EEUU de repatriación de empresas -por cierto bastante exitoso-, no implica que dichas
empresas globales abandonen China o en general el sudeste asiático. Lo que sí
está pasando es que dividen su capacidad, manteniendo o levantando
instalaciones en ambos países. Y targets diversificados según dónde operan;
obviamente con grandes mercados en ambos lados. Es la lógica y hay suficiente
documentación que lo acredita[v].
Claramente China
quiere expandir su comercio y extender a nivel global una infraestructura de
conectividad que lo facilite. Y la verdad merecimientos no le faltan. En 50
años, de ser un país destruido, en China se ha levantado una capacidad
industrial gigantesca para llegar a ser la segunda economía del mundo. Por su
parte, en infraestructura, son asombroso los resultados alcanzados en una
geografía endiablada; le han dado a China una experiencia que puede ser puesta
en valor en cualquier lugar del mundo.
En ninguna fuente
-salvo en vetustas y polvorientas bibliotecas marxistas- se dice que el
potencial económico se traduce automáticamente en poder político. Sin embargo,
los contenciosos de la geopolítica priman en los análisis más que los sucesos
verdaderamente trascendentes. Esa visión parcial de las relaciones
internacionales hace que esté instalado que el rival de EEUU es China. Es el
rival a vencer o no dejar crecer.
--o0o--
La globalización
ingresa en su fase superior. Habrá pujas de todo tipo (menos en el plano de la
tecnología ya que la usina global sigue y seguirá radicada en forma inamovible
en EEUU). El motor del progreso irá siendo el tendido de una nueva
infraestructura que le conferirá al planeta una conectividad en red, de trama y
urdimbre, que supere las limitaciones ineludibles de los trazados de tipo
radiocéntricas heredados del colonialismo. Las obras, aparte de generar
millones de puestos de trabajo, agilizarán el traslado de los factores de la
economía lo que irá aumentando la productividad mundial a límites desconocidos.
Los contendientes son dos: la Ruta de la Seda, el emblema de la RPCh, y lo que
el G7 ha denominado Build Back Better
World, un programa en el que se piensa invertir hasta 2035 la friolera de 40
billones de dólares (es igual a la suma de los PBI anuales de EEUU y China).
Los proyectos irán surgiendo en todo el mundo como hongos después de la lluvia.
Es lo que viene.[vi]
Las obras
(también de la Argentina) serán monitoreadas, no solo en cuanto a la eficacia
de su realización y la utilidad global sino, principalmente, en relación al
peculado. Los escándalos de Odebrecht puestos al descubierto en casi todos los
países de América Latina son un adelanto parcial de ello; los juicios a los
peronistas K también. En Australia el Centro de Infraestructura Global (GIH),
una iniciativa del G20, obrará de panóptico para controlar más o menos abiertamente
los proyectos y dar luz verde a los financiamientos.
Salvo en
cuestiones políticas, las intervenciones externas al interior de los
territorios (que siempre han existido), en esta oportunidad tendrán lugar según
las normas de la globalización sugeridas en las recomendaciones/compromisos de
las declaraciones de las cumbres del G20, y ahora empoderados por el G7. Así,
los países no-autocráticos pero también los de la oposición autocrática (Rusia,
China, Irán, Turquía y hasta Cuba, etc.), expresada
en términos de G, actuarán con el mismo grado de familiaridad y distinta
pertinencia, según el grado de poder simbólico de cada uno de ellos en las
geografías involucradas. Al final, todos los países coincidirán en cuestiones
globales más de lo que sugieren los actuales entredichos mediáticos, aun con
toda la agudeza que ellos muestren y la desesperanza o fastidio que generen sus
cursos irracionales. No hay lugar para dilaciones en la apertura de la fase superior
de la globalización. Los influjos estarán actuando según tres ejes.
Inversiones. Hay una liquidez sin antecedentes en el sistema
financiero internacional. Además, los ahorristas nacionales con cuentas off shore serán conminados a la
repatriación como lo anticipó el ensayo de los panamá papers y los convenios entre países para el intercambio de
información bancaria. El Papa Francisco, en una comunicación a la ACDE, se
refirió esta semana a los empresarios que tienen depósitos en los paraísos
fiscales en lugar de destinar esos recursos a la producción.
Infraestructura y una nueva territorialización. Los proyectos sustantivos responderán a las
demandas globales de conectividad más que a lo que decidan las autoridades
locales para interpretar las “necesidades de la gente”.
Comercio. Una nueva fiscalidad global, sobre todo avanzando en el inconmensurable
mundo de las cadenas globales de valor (GVC), que representan circa los ¾ del
comercio global)[vii], irá
logrando progresivamente una tributación más ecuánime según lo que corresponda
a cada país y no solo a los privilegios del que ensambla al final de la cadena.
En esto días se discute la inminente aplicación de una tasa global del 15% a
las más grandes empresas para tributar según lo que facturan en cada país y no solo
en el que tiene la fiscalidad más conveniente.
--o0o--
El “big stick”
viene de la época de Roosevelt, pero del tío, o sea de principios del siglo XX.
No es de ahora. Ha simbolizado la política exterior estadounidense (“el garrote
y la zanahoria”), sobre todo con respecto a América Latina. La frase está
tomada de un proverbio del África: "habla suavemente y lleva un gran
garrote, así llegarás lejos" (speak softly and carry a big stick, you will
go far). Presiones e influencias sobre los países dependientes siempre
existieron. A veces débiles, otras más intensas. Esto último es lo que parece
venir.
Todo se acelerará
y las acciones serán desembozadas. Son intervenciones externas como el artículo
IV del FMI[viii] que
controla las cuentas públicas, o la condiciones que pone EEUU para ayudar
(decidir) en la negociación de la deuda externa argentina que, se sabe, el
peronismo retarda para no verse afectado en las elecciones.
Argentina está en
una situación de alto vulnerabilidad y deterioro. Cualquier indicador nos ubica
en los últimos lugares de la tabla, próximos al descenso. Es la consecuencia de
80 años de decadencia. En ellos, el absoluto predominio de gobiernos militares
y peronistas ha expresado, no en exclusiva y con diversos matices, el
ideologismo nacionalista burgués, aislacionista, que atraviesa la sociedad
argentina.
En wiki se dice
que la homeostasis es “una propiedad de los organismos que consiste en su
capacidad de mantener una condición interna estable compensando los cambios en
su entorno mediante el intercambio regulado de materia y energía con el
exterior”. Parece una definición descarnada del comportamiento de la sociedad argentino y su expresión más depurada:
el sistema político. Días pasados en una nota de Jorge Ossona se decía que
estábamos condenados no al éxito sino a la inutilidad de “apostar al fin de
este estado de cosas mediante estallidos sociales o alternancias electorales”.
Es lo que sine die sigue perdurando. No hay una alternativa ni siquiera ideal capaz
de revertir solo con el juego de los factores endógenos este tránsito
irreversible hacia una decadencia totalmente estabilizada… y homeostática.
Espero que en esta oportunidad el garrote sea de peluche.
Ing. Alberto Ford
Buenos Aires, julio de 2021
[i] en la cumbre celebrada en Los Cabos
(México) en 2012 hubo un agradecimiento
conjunto por parte del G20 a la ONU, el FMI, el GBM, la OMC, FSB, OIT, FAO y la
OCDE por su participación en el proceso G20, haciendo notar que “sus informes y
recomendaciones han hecho valiosas aportaciones a los debates del G20, en áreas
que van desde desarrollo sustentable hasta regulación financiera”.
Por el contrario, en Carbis Bay ya fue el G7 el que agradeció al “G20, la ONU y
el sistema multilateral en general” o sea ubicando claramente al G20 en un
escalón inferior de subordinación.
[ii] De inmediato, Merkel con la anuencia de Macron propuso un dialogo
entre la UE y Rusia lo que fue rechazado por Polonia y los países bálticos. El
fracaso de la iniciativa dificulta a los europeos aumentar su protagonismo y contribuye
a reforzar la imagen de que Biden y Putin son los dos actores protagónicos de
la geopolítica en estos días.
[iii] En Occidente se preocupan por la internación forzada de
los uigures para su adoctrinamiento (una especie de servicio militar
obligatorio como teníamos acá hasta la muerte del soldado Carrasco). Han
llegado a llamarlo genocidio cuando en rigor no hay registrado en ningún lugar
ni siquiera una muerte. No tuvieron los mismos pruritos cuando en 1972,
organizada por Henry Kissinger, tuvo lugar la reunión de Richard Nixon con Mao
Tse-Tung sabiendo los millones de muertos (¡se dice 70!) que había que cargar
en la cuenta del líder chino. “Tenemos estos principios, si no gustan tenemos
estos otros…”
[iv] noviembre de 2018 el líder chino Xi Jinping defendió
la iniciativa, observando que "no está diseñada para servir a ninguna
agenda geopolítica oculta, no está dirigido contra nadie y no excluye a
nadie". "No es un club exclusivo cerrado a los no miembros, y tampoco
es una trampa como lo han etiquetado algunas personas", ver: https://titulares.ar/la-nueva-ruta-de-la-seda-como-piedra-de-tropiezo-en-las-relaciones-entre-china-y-ee-uu-mundo/
[v] American first, el tradicional alegato que Trump repetía
como un latiguillo, tuvo su correlato palmario y verificable en la práctica
con la vuelta al pago de miles de empresas que se habían ido al sudeste
asiático en la búsqueda de menores costos salariales y prometedores mercados. Los
EEUU buscaban recuperar así puestos de trabajo de industrias manufactureras
perdidos a partir de los ochenta para regenerarlos en suelo americano (los
indicadores laborales dicen que lo fueron logrando en términos más que
satisfactorios).
[vi] Hay diferencias entre EEUU y Europa con respecto a la
Ruta de la Seda. Para contrarrestar la expansión de la iniciativa china, la
Administración estadounidense optó por reavivar sus proyectos de apoyo al
desarrollo: en 2019 Trump fundó la Corporación de Financiamiento para el
Desarrollo internacional (DFC). Con ese antecedente, Biden fue quien sugirió en
la reunión del G7 de la semana pasada la constitución del Programa Build Back Better World (B3W), “conducido por los países
democráticos para ayudar a resolver las necesidades de infraestructura de los
países en desarrollo” como se dice en el inmediato comunicado del DFC de apoyo.
Por su parte, Europa está firmemente comprometida en el proyecto denominado
Puente Terrestre Euroasiático, sin ninguna duda la iniciativa de la Ruta de la Seda
más importante y estratégica que se haya concebido. Así, una enorme masa
continental, desde el Pacifico en el Lejano Oriente ruso y chino, hasta el
Atlántico en Portugal, estará fluidamente comunicada en unos pocos años por
trenes rápidos para carga y pasajeros, autopistas, aeródromos, puertos e
internet.
[vii] Ver https://www.g20-insights.org/policy_briefs/fostering-sustainability-global-value-chains-gvcs/
[viii] Las consultas del Artículo IV forman parte de la
responsabilidad de vigilancia que el Fondo tiene para con sus miembros y está
reglamentada precisamente por el artículo IV de su convenio constitutivo,
acordado en 1944, sobre el fin de la Segunda Guerra Mundial, en los llamados
acuerdos de Bretton Woods
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