EL papa Francisco sufre ataques desde
el integrismo católico y la derecha liberal. En un caso por aspectos de dogma y
liturgia; en el otro, debido a posiciones que lo acercarían a una concepción
estatista y hasta cercana a la ideología marxista. Uno de los cuestionamientos
proviene de un sector minoritario y tiene lugar en los marcos de la iglesia. El
otro tampoco alcanza relieves significativos pero sus implicancias se extienden
al sistema político porque sus contenidos forman parte de otros debates paradigmáticos
en curso. ¿Qué está en cuestión? Lo de siempre: el rol del estado, las políticas
sociales, la pobreza, la redistribución de la riqueza, el populismo, la
propiedad privada, etc.; una larga saga en capítulos que parece nunca acabar. Sin embargo, en las
posiciones de Francisco no hay nada que contradiga lo que la Iglesia Católica
viene sosteniendo desde hace años en sus encíclicas, sobre todo a partir de
Pacem in Terris. Lo diferente ahora es la mayor exposición: su actividad
adquiere un relieve que trasciende los marcos de la labor papal –por lo menos en
la medida acostumbrada hasta ahora- por el intenso papel que está jugando en la
escena global. En ese sentido, se destaca las reuniones que está teniendo con
los máximos líderes de los países desarrollados y las repercusiones favorables
y no carentes de sorpresa que reflejan los medios de todo el mundo.
Introducción
No todas son flores para el papa Francisco. Sectores
minoritarios pero influyentes lo están sometiendo a fuego graneado desde sus
trincheras conservadoras. Uno de los ataques tiene repercusiones internas. Se centra
en aspectos de la liturgia y el dogma que Francisco supuestamente no estaría
siguiendo al pie de la letra. Los otros están referidos a ítems de la política
social y provienen del liberalismo; le atribuyen al nuevo Papa peligrosas
desviaciones ideológicas. Las acusaciones son explícitas: le endilgan
connivencia con sectores de la Iglesia Católica (IC) que en Latinoamérica, durante
los setenta del siglo pasado, se ubicaron cerca de la guerrilla o directamente
ingresaron a ella, como por ejemplo los grupos que adherían a la Teología de la
Liberación.
Las posiciones adoptadas con respecto a Francisco llevan a
escudriñar sobre puntos de vista de la derecha posmoderna sin que la
denominación sea un contrasentido. Por cierto, hilando fino, las ideas
políticas liberales no comulgan del todo con las conservadoras (hay buenos
materiales sobre los matices que los distinguen) pero ese parece ser una
disquisición que no hace al fondo de lo que estamos abordando: cómo se ubican esos
sectores de (centro) derecha frente a las definiciones de la Iglesia Católica con
respecto a algunos temas de actualidad. La pobreza es uno de ellos[1].
He leído documentos específicos respecto a políticas
sociales salidos del seno de la IC n el último medio siglo, en particular sobre
la pobreza. Hay encíclicas, desde Pacem in Terris en 1963 hasta Caritas in
Veritate de Benedicto XVI, que proveen abundante material. Lo mismo se puede decir
de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, el primer opúsculo salido de la
pluma del nuevo papa.
¿Las posiciones de Francisco se contradicen con los documentos
liminares de la Iglesia? ¿Algunas acusaciones de la derecha son la consecuencia
de un malentendido sobre las actitudes y definiciones renovadoras del papado de
Francisco o son derivadas de la caducidad de algunas posiciones ultra liberales
que han caído en desuso?[2]¿Los
contenidos del discurso de Francisco están en línea con lo que piensan otros líderes
mundiales con quienes Francisco se ha venido reuniendo y lo seguirá haciendo
según lo anunciado con una asiduidad sorprendente?
Un papado polémico
No es el centro de este trabajo la controversia sobre
aspectos de la liturgia o el dogma en el seno de la IC; además, ese debate es
previo a Francisco quien, eso sí, contribuyó a avivarlo con sus declaraciones y
gestos. Es conocido que los sectores conservadores no concuerdan con que la
misa se dé en el idioma del lugar, el cura no esté de espalda cuando habla, y
las mujeres ingresen al templo sin mantilla. Tampoco ven bien que el Papa hable
para afuera de la IC en lugar de hacerlo solo para los católicos lo que debería
ser hecho “a través de libros, no de largas entrevistas de temática libre”[i]. Así, llegan
a atribuirle a Francisco flaquezas en el manejo de los principios debido a que “las
enseñanzas de la ortodoxia deberán quedar claras como el agua... como contribuían a que lo fueran los papas
anteriores... para que los católicos no se perdieran en un mundo cada vez más
relativista[3]...
“[ii]. El
espíritu sectario, en el caso de los lefebvristas -uno de los sectores más intransigentes-
se revela con crudeza cuando enumeran los tres males heredados del Concilio
Vaticano II: la libertad religiosa, la libertad de conciencia y el diálogo
interreligioso, conjunto de principios que son una de las fuerzas motrices del
pontificado de Francisco. Así, para un integrante de ese grupo en la
Argentina -inspirado en el arzobispo francés Henri Lefebvre conocido por sus posturas
integristas contrarias a la enseñanzas del Concilio Vaticano II- el ideal sería
que “un judío, un musulmán, un evangelista, un protestante se acerquen a la
religión católica, que es el depósito de la Verdad”[iii]. Todo
un muestrario de posiciones arcaicas cuyo asomo no se da solo en la IC.
Es más jugoso, y de interés más general, reparar en los juicios
sobre Francisco provenientes del liberalismo referidos a distintos temas de
agenda. Sin duda, una de las espadas más filosas de ese sector del pensamiento
filosófico, es Alberto Benegas Lynch (ABL).
Sus pronunciamientos vienen desde la época en que Bergoglio era
arzobispo de Buenos Aires, una experiencia que le permitió tener a mano los
argumentos para disparar sus críticas en el mismo momento en que el nuevo papa,
casi en seguida de su entronización, se mostró diferente en algunas actitudes y
declaraciones.
Varios puntos de la labor de Francisco son objeto de ataque;
sin embargo, cobran más importancia como veremos los referidos a las políticas
sociales, en particular la posición de la IC en el combate contra la pobreza,
porque ello involucra una serie de aspectos sobre el funcionamiento del mercado
y el rol del estado, muy sensibles para los principios liberales.
En el aspecto político hizo mucho ruido la visita al
Vaticano de Leonardo Boff, uno de los inspiradores de la Teología de la
Liberación. Esa sola visita dio lugar a la afirmación de que "el Pontífice
adopta el método, inspiración y estilo"[iv] de esa
teología. Para ABL “este acercamiento
constituye, por lo menos, un síntoma peligroso y una potente luz colorada,
puesto que la referida concepción teológica arremete contra todas las bases de
una sociedad abierta, suscribe las posturas marxistas-leninistas centrales y
confunde gravemente el significado de la igualdad ante la ley, el respeto
recíproco y el derecho de propiedad”[v]. Hubo interpretaciones coincidentes en la
prensa italiana en la que se aventura la interpretación de que “con un papa
latinoamericano, la Teología de la Liberación no podía quedarse en la sombra
por mucho tiempo, donde estuvo relegada desde hace años"[vi]. Por
cierto, no todos creyeron que las cosas respondieran a relaciones de causa y
efecto tan lineales, sobre todo si se trataba de la IC “que históricamente ha
balanceado las tensiones de paradojas aparentes (lo divino y lo humano, la
Virginidad y la Maternidad, etc.)” como reflexionó el historiador y sacerdote
católico norteamericano Roberto Sirico [vii]. Jorge
Bergoglio no adhirió a la Teología de la Liberación cuando simpatizaba con la
agrupación Guardia de Hierro, fundada en la acalorada Universidad del Salvador
de Buenos Aires de los años setenta por Alejando “el gallego” Álvarez sobre la
base de una estricta ortodoxia anti marxista; es difícil pensar que lo vaya a hacer ahora
que es papa. Obviamente, por si hace falta aclararlo, Leonardo Boff, como
tantos marxistas o izquierdista del siglo pasado (no todos hay que reconocerlo),
han sabido reacomodar sus preceptos ideológicos a los tiempos que corren.
La forma en que se lo quiere ver a Francisco desde la
derecha da pie a la polémica pero no necesariamente echa suficiente luz sobre
el meollo del asunto. Lo que sin concesiones rescata Francisco, porque lo hizo
toda su vida en las villas de Buenos Aires, es la necesidad expresada como una
metáfora de meter sus mocasines negros en el barro o lo que puso de relieve, en
un tono más campestre, en oportunidad de manifestar su desagrado por los
sacerdotes "tristes que no se juegan la piel ni el corazón" a los que
puso frente al desafío de ser "pastores con olor a ovejas". Obviamente,
esa modalidad pastoral, ejercitada hasta la extenuación por Bergoglio, es más afín
a los curas del tercer mundo que a las prácticas de no pocos prelados
italianos, atiborrados de joyas, transitando en lujosas limusinas por las
calles de Roma. Nada más que eso.
Agrega Roberto Sirico. “Francisco rechaza la idea de que
sólo el mercado puede satisfacer las necesidades humanas, pero también denuncia
el asistencialismo que crea dependencia en los pobres...la complejidad de su
pensamiento sorprende tanto a la derecha... como a la izquierda (los que
utilizan sus palabras para fomentar una "Revolución Francisco" en su
nombre). Esto revela la comprensión anémica que se tiene de Francisco como
persona, pero también del catolicismo”[viii]. Para
no dejar dudas, el propio Francisco dijo que no le molestaba que lo llamaran
marxista, con esa ironía punzante propia de porteño nacido y criado en su
barrio.
Francisco, un hombre de mundo
Observando las líneas tendidas en el primer año del papado
de Francisco aparecen acciones de dos tipos, los viajes y los contactos con actores
mundiales. No es casual su ida a Lampedusa, al sur de Italia, donde confinan a
los inmigrantes africanos ilegales -los
más pobres entre los pobres- que se salvaron de ahogarse en el Mediterráneo, y menos
aún su viaje a Río de Janeiro para tomar contacto directos con los jóvenes; en
ambos casos apareciendo como leitmotiv de los encuentros dos de los principales
temas de su agenda, juventud y pobreza. En el segundo de los aspectos –el de
los contactos internacionales- se da una situación inédita en las actividades iniciales
de un papa, a tal punto que aún no ha aparecido una interpretación abarcativa
de esos movimientos. Se trata de la intensa actividad desplegada en los máximos
niveles de la gobernabilidad mundial, direccionada de forma tal que permite entrever
que Francisco en ese escenario no le ha tocado un papel irrelevante. Por el
contrario, por su protagonismo, el perfil de Francisco ya es el de un activo
líder mundial. Eso sí, en el juego de la gobernabilidad global se constata que Francisco
guarda total coherencia con lo que la IC viene propugnando sin elipsis desde la
época de Juan XXIII.
En dos trabajos anteriores[4], uno de
ellos distribuido inmediatamente de producida la entronización de Francisco,
reparé en el hecho de que la IC a través de sus encíclicas se halla involucrada
taxativamente en cuestiones de la institucionalidad global, sobre todo a partir
de Pacem in Terris. Y decía también que el de la gobernabilidad a un nivel por
encima de las naciones iba a formar parte de los tres ejes principales de la
agenda del nuevo papado, junto a los problemas internos de la institución y los
derivados de las políticas sociales, en particular, juventud y pobreza. Los hechos
a un año del nuevo papado están demostrando que las cosas han ido sucediendo en
ese sentido.
Hoy el poder no reside en estructuras
formales; por el contrario, está expresado en espacios que cobran entidad a
través de convocatorias ad-hoc, habitualmente anuales, como el G-20 o Davos -en
un caso de convergencia consensual y en el otro de sensibilización- ambos con
el peso suficiente como para formular normas,
patrones y procedimientos capaces de regular la aceleradísima marcha de la
globalización, sobre todo al nivel subsidiario de los estado-naciones. Así, Naciones
Unidas, organismos multilaterales o regionales, ni siquiera los gobiernos nacionales,
son depositarios del mando real. Merkel puede estar al frente de Alemania pero
al mismo tiempo actuar de comisario político en otros países como ocurrió en
Grecia. Este país, con un estado de bienestar a punto de desbarrancar, para
arreglar sus cuentas tuvo que ser socorrido por la Unión Europea. Fue en esa
negociación donde Merkel apareció dando el visto bueno a la asistencia, pero la
institucionalidad tradicional tuvo que pagar un alto costo: la canciller
alemana puso “su” delegado por sobre el gobierno heleno, a cargo de firmar los
cheques para autorizar los desembolsos derivados de esa ayuda dada por el Banco
Europeo y el FMI. Este último, por su parte, otrora poderoso organismo multilateral
-terror de los gobiernos nacionales y blanco de cuanto alegato antiimperialista
era dable escuchar desde lugares contestatarios- se ha transformado en un dócil
brazo ejecutor de las directivas establecidas por el G-20, sobre todo en lo
referido a su restyling para reducir
y hacer más eficiente su burocracia.
La crisis siria está mostrando
cómo se comporta el sistema mundial de poder y se desenvuelve Francisco en ese
contexto. Obama quería resolver el conflicto por medio de una intervención
armada, es decir, contribuir con una cuota mayor de sangre la ordalía de sangre
que está asolando ese país del Mediterráneo. El Papa, sagaz y oportuno, salió a
decir que “siempre queda la duda de si la guerra es para vender armas”[ix].
En ese momento se estaba desarrollando la cumbre del G-20 en San Petersburgo,
encabezada por Putin que por su rol de aliado del gobierno sirio obviamente
estaba en contra de las intenciones de Obama. Francisco envió una carta al G-20
donde en un tono diplomático no carente de sentido crítico advierte sutilmente
que “el encuentro de los Jefes de Estado y de Gobierno de las veinte mayor
economías, que representan dos tercios de la población y el 90% del PIB mundial,
no tiene la seguridad internacional como su objetivo principal”[x]
Dos meses después, el Papa recibe a Putin en el Vaticano “con quien mantuvo una
conversación privada por más de media hora, en la que abogaron por una salida
diplomática para el conflicto sirio...”[xi]
oportunidad en la que el presidente ruso
agradeció a Francisco por la carta que le envió al comienzo de la cumbre del
G-20. Ahora se estén desarrollando reuniones en Suiza para encontrarle una
salida negociada al sangriento conflicto. Del mismo tono enfático fue la nota
enviada por Francisco a la Reunión Anual del Foro Económico Mundial en Davos en
la que advierte que “los que han demostrado la capacidad de ser innovadores y
para mejorar la vida de muchas personas por su ingenio y experiencia profesional
puede contribuir aún más al poner sus habilidades al servicio de aquellos que
aún viven en la pobreza extrema”[xii]
.
Francisco ha sido visitado para realizar reuniones de
trabajo no solo encuentros de cortesía por las personalidades más resonantes de
la escena política internacional. Una de ellas fue el secretario general de la
Organización de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon, quien asistió a la
reunión acompañado por doce personas. Se trataron en la reunión diversos temas,
entre ellos las crisis en Siria y la península coreana. También se conversó
sobre la situación en África, "donde la paz y la estabilidad están
amenazadas", trata de personas, en especial de mujeres, y refugiados y los
emigrantes. Según expresó Ban Ki-moon, hay "ideas y objetivos
comunes" entre la Santa Sede y la ONU, y remarcó que fue "un gran
honor" reunirse con el Papa, "uno de los líderes espirituales del
mundo"[xiii].
También ha sido visitado en el Vaticano por François Hollande,
presidente de Francia, y se anuncia la
presencia en lo inmediato de la reina Isabel de Inglaterra con su marido[xiv] y del presidente
Barack Obama quien según lo anunciado
por la Casa Blanca espera conversar con Francisco “acerca del compromiso
compartido de luchar contra la
pobreza y la creciente desigualdad”[xv].
En oportunidad de la visita a Francisco de Ángela Merkel la
canciller alemana declaró que "la regulación de los mercados financieros
es nuestro problema central". Estuvieron reunidos toda una tarde. Al
final, cuando se le preguntó si habían hablado sobre las recientes críticas del
pontífice, Merkel respondió que “estamos
avanzando, pero todavía no estamos donde pretendemos, donde podamos asegurar
que no volverá a ocurrir un descarrilamiento del mercado social... debería ser
así: la economía está para servir al pueblo. En los últimos años no ha sido así
para nada"", dijo Merkel a los periodistas acreditados en el Vaticano.
Sobre la misma reunión en un comunicado la prensa del Papa informó que Francisco
y Merkel se concentraron en temas de "interés común, incluida la situación
sociopolítica, económica y religiosa en Europa y en el mundo".
-o0o-
La labor diplomática de Francisco repercutió en la prensa internacional.
Fue figura de tapa más de una vez en medios escritos influyentes de gran tiraje.
La revista Time lo declaró personaje del año. Para la corresponsal del diario
La Nación Elisabetta Piqué, el Papa “sorprendió con su primera gran
intervención sobre la crisis financiera mundial, que golpea, desde hace varios
años, a todo el planeta”[xvi].
Para Julio Algañaraz de Clarín “en un panorama desierto de estadistas de las
grandes potencias, la figura del papa Francisco se consolida en un camino
paralelo a su lucha por un nuevo modelo de Iglesia”[xvii].
En el mismo diario se dijo que “Hay un
argentino que entra hoy en otra dimensión del poder. Abarca la
geografía del mundo y a una altura que no puede rozar ningún político”[xviii].
Para el escritor Abel Posse “El espectacular ingreso del papa Francisco ante el
mundo internacional, apenas en unas pocas semanas, no es sólo un producto de su
naturalidad y carisma, sino de la percepción de una voluntad fuerte ante la
conciencia de problemas graves, no sólo los de la catolicidad, sino también del
mundo internacional “[xix].
Umberto Eco, por su parte, afirmó sin asomo de duda que Francisco “es un hombre
moderno, es el papa del mundo de la globalización, está en línea con la
evolución de la cultura global... está representando un hecho absolutamente
nuevo en la historia de la Iglesia y, quizás, en la historia del mundo...lo que
me sorprende es la curiosidad de los periodistas o del público por el hecho de
que exista el papa Francisco... porque
existe la globalización, es más que normal que eligieran a un papa argentino
(subr AF)... yo no estoy sorprendido”[xx].
Para Beppe Severgnini del Corriere della
Sera “Si Juan Pablo II fue la estrella rock de la Iglesia Católica, y Benedicto
XVI el preceptor, el papa Francisco es su innovador: el Steve Jobs de la
Iglesia”.
¿Contra la propiedad privada?
Francisco como hemos visto es objeto de cuestionamientos en
diversos aspectos de su discurso aunque, al contrastar con las fuentes, ninguno
de ellos parece ser la consecuencia de una interpretación pertinente. Quien no
lo comprenda cede a “una tentación demasiado fácil al reducir dos mil años de
tradición, de reflexión y de experiencia vivida a cuatro o cinco frases
impactantes y políticamente correctas, prioritarias para la agenda de los
propagandistas, pero no para la Iglesia”[xxi] como
con agudeza dejó deslizar Roberto Sirico, el mencionado historiador católico
norteamericano. Sin embargo, sus posiciones en algunos casos no han aparecido
del todo claras. Puede que dadas las características de desenfado que a veces
muestra Francisco por su forma de expresar
sus juicios pueda rozar la frontera de los malos entendidos. Eso ocurre, por
ejemplo, con la proposición de “devolverle al pobre lo que le corresponde”
contenida en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium (EG) que da lugar,
sacada de contexto, a la acusación de que Francisco esté obrando de “sostén
ideológico de los populismos” o muestre una visión “algo arcaica” de la
economía.
Alejandro
Preusche presidente de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa
(ACDE) es una de las voces más autorizadas para aclarar los sentidos de la
exhortación. Para el empresario, Francisco “no está en contra de la propiedad
privada, para nada. Lo que dice es que la propiedad privada no tiene que ser
una excusa para olvidarse de los que no tienen nada. Lo del Papa es un golpe a
la conciencia de todos: el que no tiene, tiene derecho a tener... pero ese
derecho no es para que venga y ocupe un pedazo de nuestra casa o de nuestra
empresa. Es al revés, tenemos que salir de nosotros mismos y mirar la realidad
que tenemos al lado y asegurarnos de que no haya más excluidos”[xxii]. Al
respecto dice el Papa:
La solidaridad es una reacción espontánea
de quien reconoce la función social de la propiedad y el destino universal de
los bienes como realidades anteriores a la propiedad privada. La posesión
privada de los bienes se justifica para cuidarlos y acrecentarlos de manera que
sirvan mejor al bien común, por lo cual la solidaridad debe vivirse como la
decisión de devolverle al pobre lo que le corresponde. (EG, 189)
Otro punto de ataque desde la derecha es lo referido al rol del estado.
Para Francisco
“Mientras las ganancias de unos pocos
crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del
bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que
defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera.
De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar
por el bien común” (EG, 56).
Según el ingeniero Preusche, sin duda un empresario exitoso,
“una convicción instalada hace tiempo,
en el pensamiento católico en particular y, en términos más generales, no ultra
liberal en lo económico, es la de que cuando se deja a los sistemas económicos
librados a sí mismos, el que más poder tiene más termina dominando. Y esa es
una lógica nefasta, es un beneficio para el que está ahí, que gana mucho
dinero, pero termina sometiendo a todos los demás. En el mundo empresarial esta
lógica deriva en winner takes all
[el ganador se queda con todo]. Cómo se compensa esto, cómo se regula; no hay
una autorregulación, la regulación tiene que venir del Estado, el Estado tiene
que participar, inteligentemente. No es cierto que cuanto menos Estado mejor.
Debe ser la medida justa, ni menos, ni más”.
En la cuestión social las variables están concatenadas. Si
el mercado no se regula, se producen fenómenos de concentración, lo que
invalida la ilusión de que las tensiones de la llamada puja distributiva -una
noción muy de moda en el relato oficial- se van a resolver automáticamente para
seguir viviendo en armonía. Al respecto, nos dice Francisco:
Los excluidos no son «explotados» sino
desechos, «sobrantes». En este contexto, algunos todavía defienden las teorías
del «derrame», que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la
libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión
social en el mundo. Esta opinión, jamás ha sido confirmada por los hechos (EG,
53)
Continúa Preusche: “la teoría del derrame no funciona
porque la lógica del dinero ya sabemos cómo es: a mayor rentabilidad más atractivo
y a más atractivo, más rentabilidad y es algo que no tiene un tope, no es que
se dice ‘bueno, ya llegué hasta acá, y a esto me limito’; sigue, porque si uno
se baja, viene otro que quiere seguir, es una lógica que no para”.
Ahora bien, cabe preguntar si dadas ciertas condiciones es
posible prescindir de la regulación del mercado para lograr un desarrollo
sustentable. La experiencia y el sentido
común nos muestran que el mercado, librado a su propio dinamismo, contribuye en
forma incesante a ampliar la brecha de los ingresos entre los extremos de la
pirámide social. Hay suficiente biblioteca que lo certifica; también la historia
reciente en nuestro país. La teoría del derrame, tan de moda con el
neoliberalismo de los noventa, no funcionó. El índice de Gini -que de 0 a 1 mide
hasta qué punto se amplía la brecha en la distribución del ingreso (o, en
algunos casos, el gasto de consumo) entre familias o individuos dentro de una sociedad
- nos muestra cómo aumentó la disparidad.
Nota: en la década kirchnerista, el índice
tuvo un leve descenso. Sin embargo, los guarismos no son confiables por dos
razones: el aumento del consumo por ingresos provenientes de planes, subsidios
y asignaciones, y lo increíble de las mediciones del gobierno. La realidad, el
sentido común y estadísticas no oficiales muestran una brecha creciente en la
distribución del ingreso y un marcado aumento de la pobreza. La concentración
es una marca en el orillo del kirchnerismo (y la mentira también como se
demostró al momento de escribir este trabajo con el sinceramiento de los
índices de inflación).
La mano invisible, supuesta responsable de autorregular el
mercado, nunca existió; de haberlo hecho, tampoco habría funcionado. Cualquier
sistema natural se autorregula, pero lo hace a través de la destrucción, como por
tomar un caso el glaciar Perito Moreno. Este, en su desembocadura al lago, va
aumentando de tamaño por el depósito de las sucesivas capas de hielo; pero
llega un momento en que la masa acumulada en sí misma es una estructura que no
soporta su propio peso y colapsa; esa parte cae, y entonces recomienza un nuevo
ciclo tendiente a la superposición de las sucesivas capas con un previsible nuevo
desenlace en puerta como el descripto. La manía repetitiva de lo viviente,
diría Saer. En su rutina, a partir de un momento la fragilidad de la estructura
del glaciar oficia de factor de autorregulación por medio del desmoronamiento. Otro
caso es el del amor con desenfreno. Hay dos salidas extremas, una es explosiva como en Callejeros pero con
alcohol de quemar; otra es por ausencia de estímulos (“no lo reflejo como
ayer”) lo que da lugar a la necrosis del
vínculo. En el caso de una sociedad, por involucrar a familias e
individuos, no se puede permitir el colapso ya sea en el sentido de una u otra
modalidad de desenlace. Hace falta intervenir para que las retroalimentaciones
positivas (positive feedback) no
conduzcan fatalmente hacia la destrucción o la parálisis como en los casos
vistos. Esa función preservadora de la normalidad –la de no permitir el colapso
de un proceso acudiendo al recurso de reencauzarlo por medio de la regulación (negative feedback) del libre juego de
las tensiones- es responsabilidad del estado; solo él lo puede hacer (no
negando el conflicto queriendo tapar el cielo con la mano) sino tomando los
recaudos necesarios en materia de conciliación, arbitraje y poder de policía. Ahora
bien, ¿qué estado?
Nuestra experiencia con respecto a la marcha del estado no
ha sido buena. Sin solución de continuidad, ese estado, succionado por las
garrapatas del populismo -con matices y aires de época la ideología dominante a
lo largo de la democracia argentina- es lo que nos ha tocado en suerte. En ese
contexto, el peronismo ha tenido mayoritaria presencia en el gobierno desde que
fue fundado en la década de los cuarenta; o sea, los setenta años de la
decadencia argentina a partir del cese del modelo agroexportador.
Las deficiencias, errores o manipulaciones sectarias de ninguna
manera invalidan la necesidad de actuar desde el estado con sentido de
equilibrio sobre el funcionamiento dela sociedad. Por tomar un caso extremo, la
carga fiscal (expresada
en % sobre el PIB) de Suecia, un país de excelente imagen y performance,
ronda el 52% (Noruega el 56% y Finlandia el 54%). Son países donde la
corrupción no es un mal endémico, hay alternancia en las gestiones de gobierno,
y la recaudación se devuelve en forma de servicios e incentivos para el
desarrollo familiar e individual.
Metáfora del
Metrobús. El ordenamiento de la avenida Nueve de Julio de Buenos Aires se hizo para
terminar con el caos de tránsito en las horas pico. La nueva traza establecida
en la parte central de “la más ancha del mundo” (¿?) obliga a que los micros se
muevan por una vía ad-hoc a determinada velocidad promedio e impide el sobre
paso a colectiveros impacientes. Un dechado de pulcritud en la febril Reina del
Plata, casi como el orden de una formación ferroviaria. Pero, a los costados
del Metrobús, sigue imperando el (des)orden habitual. Contó un periodista:
“Eran las 10 de la mañana y yo estaba atrapado en la 9 de Julio, arriba de un
auto importado que compré con dólares que me dan a 5 con 70. Al lado pasaba el
Metrobús, como un balazo. Pensé: qué raro es todo. El gobierno nacional y
popular regala autos de lujo a los ricos. Y Macri, la derecha, les resuelve el
tránsito a los pobres". (Pagni, LN, 3/10/13). Dos tipos de regulaciones,
una efectiva, moderna, la del Metrobús, a cargo del gobierno de la Ciudad; la
otra regulación, boba, que nadie respeta, derivada de las leyes de transito
existentes.
Para terminar, el Papa afirma en Evangelii Gaudium que la
opción por los pobres no es una elección ideológica o social, sino
teológica, bíblica. Por lo demás, se encarga de aclarar su posición con
respecto al populismo y el manejo que se hace de los recursos del estado con
los planes sociales.
“Estoy lejos de proponer un populismo
irresponsable... los
planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, sólo deberían pensarse
como respuestas pasajeras.” (EG, 202, 204)
En la mencionada entrevista, le preguntan al Ing. Preusche si hay una contradicción insalvable entre la
promoción de la justicia social y la lógica empresarial. Su respuesta es
abarcativa de la problemática y demostrativa de su experiencia. El dice: “no
creo que haya ninguna contradicción... sintetizando el mensaje (EG) nos dice
tres cosas: uno, combatir la pobreza, dos, asumir nuestra responsabilidad como
empresarios... tres, no perder el tiempo porque se trata de seres humanos que,
al lado nuestro, están padeciendo privaciones importantes”.
Si para la IC, como dice Francisco, la pobreza es también un
concepto bíblico, teológico, para los empresarios capitalistas terminar con
ella es una cuestión de buena salud para el sistema. En un mundo capaz de
producir cualquier bien o servicio en cantidades quasi ilimitadas, hacen falta
no que los que ya lo hacen consuman más, sino que se incorporen nuevos
consumidores como está ocurriendo de a centenares de millones en China e India.
Una familia pudiente puede comer un pollo por día, pero si veinte pobres
incrementan su poder adquisitivo, el total de pollos a la olla se elevará a
veintiuno. Está claro que el incremento del consumo no se logra con los
productos exclusivos que usa el sector ABC1 sino con aquellos de menor valor
pero que llegan a la mayor cantidad de hogares, independientemente de su nivel
social. Entonces, ¿conviene o no que haya más familias con su poder adquisitivo
incrementado? En el capitalismo la cuestión aparece clara desde los setenta. La revolución C&T que hizo posible pisar
la luna, llevada a las fábricas, determinó que hoy la producción bienes y
servicios no admita ningún límite... salvo los impedimentos impuestos por la
aún insuficiente capacidad de consumo de la gente. O sea, el fin del reino de
la escasez que hace que no sea lo mismo no tener lo suficiente para consumir –como
ocurría aún en los inicios del siglo pasado- que no poder hacerlo con lo que
está disponible en la góndola por falta de poder adquisitivo, es decir, el
condicionante de la pobreza. Al respecto, en la cúpula del poder mundial en
esos años se decía: “dentro de los países industrializados ha existido...políticas
destinadas a promover oportunidades y una más equitativa distribución del
ingreso...tal actitud tiene sus raíces en los valores éticos y filosóficos de Occidente
así como en un clarísimo autointerés
(subr. AF), ya que será necesario un mínimos de justicia social y de reformas
para lograr una estabilidad a largo plazo”[xxiii]
Ing. Alberto Ford
Arroyo del Gato,
febrero de 2014
[1] tampoco hay una división tajante entre las ideas de
corte liberal en política y economía donde parece haber una membrana osmótica entre
ambas
[2] por ejemplo, la “mano invisible” como metáfora
que expresa en economía la capacidad autorreguladora del libre mercado o la ulteriormente
precisada del economista austríaco Friedrich von Hayek que buscó reemplazar o
complementar la definición con la de un "orden espontáneo" que
conduciría a una asignación más eficiente de los recursos de la sociedad que
cualquier diseño pueda lograr
[3] el relativismo muy de moda en
EEUU sostiene que los puntos de vista no tienen verdad ni validez universal,
sino sólo una validez subjetiva y relativa a los diferentes marcos de
referencia, un enunciado que entra en colisión con los dogmas del cristianismo)
[xv]
http://www.clarin.com/mundo/Obama-reunira-Francisco-Vaticano-marzo_0_1070892950.html
[xxiii] ver: Richard Cooper, Karl
Kaiser y Masataka Kosaka, Hacia un sistema internacional renovado, en
Cuadernos Semestrales del CIDE, México, Números 2-3, mayo de 1978, pág. 103. Ver: http://www.trilateral.org/download/doc/renovated_international_system_1977.pdf, pág. 192
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