martes, 17 de marzo de 2015

Políticas de estado en Ciudad de Buenos Aires

¿Todo lo que reluce en Buenos Aires es obra de Mauricio Macri, su actual jefe de gobierno? La actual administración puede mostrar una serie de logros que la enaltecen. Sin embargo, en esta nota se sostiene que el ambiente favorable a las realizaciones en la ciudad viene de más lejos. Es una política de estado no explicitada la que le ha posibilitado a Buenos Aires alcanzar en el breve plazo de dos décadas el estatus de ciudad global. Todo comenzó a principios de los noventa con un proyecto emblemático: Puerto Madero. El  efecto de la innovación se fue extendiendo a toda la ciudad, incluso al Sur, un lugar abandonado desde siempre a pesar de las advertencias que hizo hace casi un siglo Le Corbusier. El genial arquitecto suizo se pronunció por un traslado del epicentro del desarrollo porteño hacia el lado del Riachuelo como medio de favorecer el equilibrio urbano. Buenos Aires tiene muchas ventajas pasibles de ser aprovechadas. Pero para ello hay que ver adónde se derivan los conteiners que llegan al puerto; rinde mucho más recibir cruceros de turismo y la navegación deportiva. Además, los desequilibrios  territorial y demográfico característicos de nuestro país hacen que los flujos desestabilizadores desemboquen en Buenos Aires. Un desarrollo productivo federal,  exportando por el Pacífico a través de la Cordillera y por el Atlántico utilizando puertos de aguas profundas, tendrá un efecto benéfico sobre todo nuestro país y hará de la ciudad de Buenos Aires el motor de un proyecto de suma positiva.

A Macri le tocó la frutilla del postre. Sus obras son recientes y de impacto: Metrobús, peatonales, bicisendas, veredas amplias, distrito tecnológico, parques y plazas recuperadas, estaciones de subte, barrios refundados, política cultural, educativa y de salud, traslado al sur de la administración, etc.  Eso no quiere decir que todo esté bien en la Ciudad. Homeless, narcotráfico, inseguridad, camiones en el puerto, crecimiento de las villas, saturación y caos vehicular, protestas salvajes, sobredemanda a hospitales, ocupación de la vía pública, invasión de cartoneros, suciedad, disconformidad cerril de vecinos, comunicadores y políticos, etc. son una lista incompleta de los pendientes.

El gobierno nacional tiene dominio sobre la Capital Federal. Maneja policía, transportes, comunicaciones, enormes terrenos de su propiedad de gran valor urbanístico conservados en estado de abandono o usurpación, etc. Así, la autonomía de la Ciudad es motivo de permanente disputa. ¿De quien es la responsabilidad sobre los problemas no resueltos? Hay dos actitudes. La palabra del gobierno de la Ciudad es creíble a partir de lo hecho; cuando promete cumple en tiempo y forma. Por el contrario, el estado nacional se ha caracterizado por la volatilidad de sus anuncios o, peor, dificultar las obras poniendo palos en la rueda como se dice ahora en el tema del acceso al financiamiento externo que requiere aval de la Nación. El modelo K vive de los enfrentamientos retóricos sin adoptar compromisos o sin honrarlos. Cuando hay problemas se desentiende, y si no los hay los inventa para menearlos según el manual del matrimonio Laclau-Mouffe referido a las buenas prácticas populistas de cómo acumular poder.

Pero la transformación de la ciudad de Buenos Aires no comienza con la actual gestión; es a principios de los noventa cuando se pone en marcha. Tributaria de las glorias del pasado, con un patrimonio urbano formidable pero en un entorno envejecido, no le llevó más de dos décadas pasar sin escalas a ser una ciudad global. La nave insignia de ese cambio tiene nombre y apellido: Puerto Madero, un megaproyecto que se viene realizando sin escándalos resonantes, por lo menos en el plano de las realizaciones edilicias.

A pesar de los obstáculos, Buenos Aires ha sido dada vuelta como un guante en un plazo histórico brevísimo. Obviamente a ello han contribuido aquellos habitantes dotados de una vitalidad y creatividad plenos de originalidad y riqueza de contenidos. Pero también han existido climas propicios. Nos gusten o no, lo han hecho posible sus gobiernos de dos formatos –intendencias y autónomos- de más de un color. Esas gestiones han sido lentas pero aburridas, sospechadas de corrupción, de funcionarios grises, con perfume francés, de rancia estirpe, oportunistas, tecnocráticas, desarrollistas... un verdadero aguafuerte de la diversidad porteña. Pero a la larga el árbol se ve por sus frutos. En su conjunto -producto de la continuidad y sinergias en aspectos fundamentales de enfoque- esas administraciones distintas han dado lugar a lo que podemos denominar una política de estado.

Una forma de ver

"Eran las 10 de la mañana y yo estaba atrapado en la 9 de Julio, arriba de un auto importado que compré con dólares que me dan a 5 con 70. Al lado pasaba el Metrobús, como un balazo. Pensé: qué raro es todo. El gobierno nacional y popular regala autos de lujo a los ricos. Y Macri, la derecha, les resuelve el tránsito a los pobres". (Pagni, LN, 3/10/13)

El porteño es conservador de cuna, defiende lo establecido de su ciudad; todo lo que se hace o proyecta al respecto es inicialmente denostado aunque no se sepa del todo bien de qué se habla. El habitante de Buenos Aires es un disconforme consuetudinario. Hagamos un breve racconto.

obra/acción/proyecto
cuestionamiento
bicisendas
quitan espacio a los coches
los porteros lavan las veredas con manguera
peligra para nuestros nietos el uso de un recurso no renovable (¿?)
reciclan las galerías Pacífico
se afecta el patrimonio urbano
recuperan los docks
los portuarios pierden fuentes de trabajo
agilizan el tránsito en la 9 de Julio
Metrobús tiene fines electoralistas
para evitar las inundaciones hacen obras en los arroyos
aumenta la deuda externa
la administración de la Ciudad migra a los barrios del sur
se deprecia el microcentro
echan a los manteros de Florida
la peatonal pierde colorido americano
la Ciudad se opone al traslado de Colón
no se respetan los deseos del Comandante Chávez
se inauguran nuevas estaciones del subte
los metro delegados aducen problemas de seguridad
Buquebus pone barcos nuevos
no seamos hipócritas, por esa vía solo viajan los ricos
veredas de Corrientes más anchas
un carril de menos para los autos
recuperan Parque Centenario
las verjas aíslan el entorno
proyectan sacar los camiones del puerto
Moyano defiende a sus muchachos
contenedores de basura orgánica
entorpecen la visual de los autonautas
lo hizo Macri
hay que ponerle límites
etc.
etc.

Buenos Aires ciudad global

Son pocas las ciudades en el mundo que cautivan como la Reina del Plata.  El que la conoce vuelve o anhela hacerlo.  El tango, la carne, la belleza de sus mujeres, los estilos de su arquitectura, la amplitud y variedad de su oferta de bienes y servicios, el ancho de sus veredas, los circuitos y corredores, los espectáculos deportivos y artísticos, la gastronomía, sus barrios descentralizados, la infraestructura hotelera y de convenciones, su vida nocturna, museos y librerías abiertas hasta tarde, los bares, la cordialidad y sentido del humor, sus mercados, el buen gusto y otras cosas más hacen que la oferta turística de esta ciudad se torne lo suficientemente atractiva como para compensar sus aspectos desfavorables.

Allá por los setenta era cuestión de caminar por las calles umbrías de Chacarita, la Paternal y Villa Crespo. Adoquinados lustrosos de tanto aceite derramado, alamedas cerradas de plátanos, casas-chorizo con sus frentes descascarados. Toda una postal nostalgiosa de las películas en blanco y negro del cine nacional. Esos barrios fueron mutando hasta alumbrar una propuesta innovadora. Creció la movida gastronómica; la moda fashion es capaz de relucir en cualquier lugar; su arquitectura sin pretensiones sigue siendo reciclada con buen gusto; el glamour de sus espacios ahora lo es en colores. Se suceden los adjetivos para designar a “los” palermos que se han transformado sin negar sus tradiciones en unos de los lugares de mayor atracción de la Ciudad.

Puerto Madero era un excelente lugar para sacar fotos en blanco y negro. Era uno de mis paseos preferidos allá por los ochenta. Sus paredes descascaradas cubiertas de pintadas, galpones desvencijados de ladrillos ingleses rebosantes de ratas; esos signos de lo que alguna vez en su esplendor fue el granero del mundo con el tiempo devinieron metáforas de la decadencia. El solo anuncio de su reciclaje provocó la feroz resistencia del en ese momento secretario del SUPA, Eustaquio Tolosa. Un adelantado en la lucha contra el progreso del puerto como Pino Solanas lo fue con respecto a la recuperación de las galerías Pacífico. Sobran los dedos de una mano para contar ejemplos de reciclaje urbano como lo hecho en Puerto Madero

Plan Nac&Reg

Sin embargo, Buenos Aires está muy exigida; en algunas cuestiones en los límites de lo tolerable. Los aportes demográficos provienen ahora de los países hermanos tensando aún más la capacidad de sus villas de emergencia que se extienden plenas de promiscuidad, narcotráfico y violencia criminal. Buenos Aires no tiene porqué tener asentamientos precarios aunque la mayoría de sus moradores sea gente decente. Desde más allá de la Avenida General Paz la presión se incrementa con la búsqueda de oportunidades de trabajo. Hay una masa millonaria de habitantes del conurbano que concurren diariamente a cumplir con sus obligaciones laborales o de la informalidad; lo hacen en condiciones infrahumanas alrededor de las cuales se generan  permanentemente conflictos de inseguridad. Los hospitales de Buenos Aires aún de gran calidad médica se hacen cargo de los servicios de salud que la Provincia no presta. Pero donde más duele es en lo relativo a la policía federal: se ha transformado en una organización quasi delictiva en una magnitud difícil de cuantificar lo que da lugar a sospechas inquietantes sobre el alcance de sus implicancias.

Uno de los lastres principales que tiene la Ciudad es la conformación del puerto. Herencia de la colonia, su ubicación fue el lugar de salida de los productos del modelo agroexportador. El diseño de una infraestructura tipo embudo jugó un papel importante tanto en épocas de gloria como de decadencia. Mientras el modelo funcionó trajo la riqueza hacia el puerto; luego, cuando comenzó la escasez, se encargó de acarrear la miseria de un interior siempre postergado que no podía dar lo necesario para una vida digna de los provincianos. 

El puerto de Buenos Aires debe estar reservado a los cruceros y el deporte. Toda la carga de conteiners debe ser redireccionada a puertos de aguas profundas, incluso algún día a Montevideo puente a Colonia (o túnel) mediante. Todos los efectos de esa desconcentración serán positivos. Urge sacarse de encima los camiones de Puerto Madero. Se debe utilizar toda la infraestructura ferroviaria de carga con sentido urbanístico moderno. Hay que jerarquizar a la Ciudad como una ciudad cultural, de diseño y múltiples servicios. En perspectiva, de ninguna otra actividad Buenos Aires obtendrá más divisas que de su especialización como destino de excelencia con un turismo proveniente de todo el mundo arribando por distintos medios.

Más allá de lo que a veces se aduce en algunos espacios comunicativos y políticos, los vecinos saben apreciar los logros. Al igual que en Santa Fe y sus ciudades,  principalmente Rosario, con la alianza socialista radical -la otra administración presentable en nuestro país- va a ser difícil que por ahora otra fuerza sin un potencial acorde desplace a esas administraciones como anticipos de lo nuevo en nuestro país. A favor, los asiste una armadura ideológica más bien liviana con capacidad de desplegar los alerones en la dirección del viento global.

Buenos Aires se verá muy favorecido en la medida en que muchos parámetros de su crecimiento se compatibilicen con el diseño virtuoso de un desarrollo federal y regional. No gana la Ciudad porque un pasajero que desea volar de Corrientes a Córdoba deba pasar por Aeroparque; tampoco que para cruzar de la Autopista Balbín a la Illia un automovilista sea obligado a bajar a la 9 de Julio; ni que el polietileno que se fabrica en Bahía Blanca tenga que venir por tren para ser embarcado en Buenos Aires con destino a Brasil pudiéndolo hacer en el puerto de aquella ciudad del Sur bonaerense. En fin, sobran los ejemplos, uno más irritante que el otro. Nuestras exportaciones al Asia Pacífico deben salir cruzando la Cordillera. Necesitamos en materia de aviación una política de cielos abiertos con empresas competitivas independientemente de su origen. La Reina del Plata debe ser atractiva sin necesidad de que nadie se vea obligado a pasar por ella si no lo desea. El punto de vista unitario-porteño ha sido de suma cero a lo largo de nuestra historia y lo es aún hoy. Hay teoría suficiente y sobran los ejemplos aquí y en todo el mundo como para demostrar la forma nociva en que aumentan la entropía los vulgares esquemas radiocéntricos. En la medida en que saque esos lastres de su mochila, Buenos Aires seguirá progresando aún más en armonía con todo el país y la región.


Ing. Alberto Ford



Arroyo del Gato, 25 de octubre de 2013

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