Políticas
de estado en Ciudad de Buenos Aires
¿Todo lo que reluce en
Buenos Aires es obra de Mauricio Macri, su actual jefe de gobierno? La actual
administración puede mostrar una serie de logros que la enaltecen. Sin embargo,
en esta nota se sostiene que el ambiente favorable a las realizaciones en la
ciudad viene de más lejos. Es una política de estado no explicitada la que le ha posibilitado a Buenos Aires alcanzar en el breve plazo de
dos décadas el estatus de ciudad global. Todo comenzó a principios de los
noventa con un proyecto emblemático: Puerto Madero. El efecto de la innovación se fue extendiendo a
toda la ciudad, incluso al Sur, un lugar abandonado desde siempre a pesar de
las advertencias que hizo hace casi un siglo Le Corbusier. El genial arquitecto
suizo se pronunció por un traslado del epicentro del desarrollo porteño hacia
el lado del Riachuelo como medio de favorecer el equilibrio urbano. Buenos
Aires tiene muchas ventajas pasibles de ser aprovechadas. Pero para ello hay
que ver adónde se derivan los conteiners que llegan al puerto; rinde mucho más
recibir cruceros de turismo y la navegación deportiva. Además, los desequilibrios territorial y demográfico característicos de
nuestro país hacen que los flujos desestabilizadores desemboquen en Buenos
Aires. Un desarrollo productivo federal,
exportando por el Pacífico a través de la Cordillera y por el Atlántico utilizando
puertos de aguas profundas, tendrá un efecto benéfico sobre todo nuestro país y
hará de la ciudad de Buenos Aires el motor de un proyecto de suma positiva.
A Macri le tocó la frutilla del postre.
Sus obras son recientes y de impacto: Metrobús, peatonales, bicisendas, veredas
amplias, distrito tecnológico, parques y plazas recuperadas, estaciones de
subte, barrios refundados, política cultural, educativa y de salud, traslado al
sur de la administración, etc. Eso no
quiere decir que todo esté bien en la Ciudad. Homeless, narcotráfico,
inseguridad, camiones en el puerto, crecimiento de las villas, saturación y
caos vehicular, protestas salvajes, sobredemanda a hospitales, ocupación de la
vía pública, invasión de cartoneros, suciedad, disconformidad cerril de vecinos,
comunicadores y políticos, etc. son una lista incompleta de los pendientes.
El gobierno nacional tiene dominio sobre
la Capital Federal. Maneja policía, transportes, comunicaciones, enormes
terrenos de su propiedad de gran valor urbanístico conservados en estado de
abandono o usurpación, etc. Así, la autonomía de la Ciudad es motivo de
permanente disputa. ¿De quien es la responsabilidad sobre los problemas no
resueltos? Hay dos actitudes. La palabra del gobierno de la Ciudad es creíble a
partir de lo hecho; cuando promete cumple en tiempo y forma. Por el contrario,
el estado nacional se ha caracterizado por la volatilidad de sus anuncios o,
peor, dificultar las obras poniendo palos en la rueda como se dice ahora en el
tema del acceso al financiamiento externo que requiere aval de la Nación. El
modelo K vive de los enfrentamientos retóricos sin adoptar compromisos o sin
honrarlos. Cuando hay problemas se desentiende, y si no los hay los inventa para
menearlos según el manual del matrimonio Laclau-Mouffe referido a las buenas prácticas
populistas de cómo acumular poder.
Pero la transformación de la ciudad de
Buenos Aires no comienza con la actual gestión; es a principios de los noventa
cuando se pone en marcha. Tributaria de las glorias del pasado, con un
patrimonio urbano formidable pero en un entorno envejecido, no le llevó más de dos
décadas pasar sin escalas a ser una ciudad global. La nave insignia de ese
cambio tiene nombre y apellido: Puerto Madero, un megaproyecto que se viene
realizando sin escándalos resonantes, por lo menos en el plano de las
realizaciones edilicias.
A pesar de los obstáculos, Buenos Aires ha
sido dada vuelta como un guante en un plazo histórico brevísimo. Obviamente a
ello han contribuido aquellos habitantes dotados de una vitalidad y creatividad
plenos de originalidad y riqueza de contenidos. Pero también han existido climas
propicios. Nos gusten o no, lo han hecho posible sus gobiernos de dos formatos
–intendencias y autónomos- de más de un color. Esas gestiones han sido lentas pero
aburridas, sospechadas de corrupción, de funcionarios grises, con perfume
francés, de rancia estirpe, oportunistas, tecnocráticas, desarrollistas... un
verdadero aguafuerte de la diversidad porteña. Pero a la larga el árbol se ve
por sus frutos. En su conjunto -producto de la continuidad y sinergias en
aspectos fundamentales de enfoque- esas administraciones distintas han dado
lugar a lo que podemos denominar una política
de estado.
Una forma
de ver
"Eran las 10 de la mañana y yo estaba atrapado en la 9 de Julio,
arriba de un auto importado que compré con dólares que me dan a 5 con 70. Al lado
pasaba el Metrobús, como un balazo. Pensé: qué raro es todo. El gobierno
nacional y popular regala autos de lujo a los ricos. Y Macri, la derecha, les
resuelve el tránsito a los pobres". (Pagni, LN, 3/10/13)
El porteño es conservador de cuna, defiende
lo establecido de su ciudad; todo lo que se hace o proyecta al respecto es
inicialmente denostado aunque no se sepa del todo bien de qué se habla. El
habitante de Buenos Aires es un disconforme consuetudinario. Hagamos un breve
racconto.
obra/acción/proyecto
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cuestionamiento
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bicisendas
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quitan espacio a los coches
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los porteros lavan las veredas con
manguera
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peligra para nuestros nietos el uso de un
recurso no renovable (¿?)
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reciclan las galerías Pacífico
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se afecta el patrimonio urbano
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recuperan los docks
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los portuarios pierden fuentes de
trabajo
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agilizan el tránsito en la 9 de Julio
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Metrobús tiene fines electoralistas
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para evitar las inundaciones hacen obras
en los arroyos
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aumenta la deuda externa
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la administración de la Ciudad migra a
los barrios del sur
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se deprecia el microcentro
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echan a los manteros de Florida
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la peatonal pierde colorido americano
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la Ciudad se opone al traslado de Colón
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no se respetan los deseos del
Comandante Chávez
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se inauguran nuevas estaciones del subte
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los metro delegados aducen problemas de
seguridad
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Buquebus pone barcos nuevos
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no seamos hipócritas, por esa vía solo
viajan los ricos
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veredas de Corrientes más anchas
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un carril de menos para los autos
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recuperan Parque Centenario
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las verjas aíslan el entorno
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proyectan sacar los camiones del puerto
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Moyano defiende a sus muchachos
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contenedores de basura orgánica
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entorpecen la visual de los autonautas
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lo hizo Macri
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hay que ponerle límites
|
etc.
|
etc.
|
Buenos
Aires ciudad global
Son pocas las ciudades en el mundo que cautivan
como la Reina del Plata. El que la
conoce vuelve o anhela hacerlo. El
tango, la carne, la belleza de sus mujeres, los estilos de su arquitectura, la
amplitud y variedad de su oferta de bienes y servicios, el ancho de sus
veredas, los circuitos y corredores, los espectáculos deportivos y artísticos,
la gastronomía, sus barrios descentralizados, la infraestructura hotelera y de
convenciones, su vida nocturna, museos y librerías abiertas hasta tarde, los
bares, la cordialidad y sentido del humor, sus mercados, el buen gusto y otras
cosas más hacen que la oferta turística de esta ciudad se torne lo
suficientemente atractiva como para compensar sus aspectos desfavorables.
Allá por los setenta era cuestión de caminar
por las calles umbrías de Chacarita, la Paternal y Villa Crespo. Adoquinados
lustrosos de tanto aceite derramado, alamedas cerradas de plátanos, casas-chorizo
con sus frentes descascarados. Toda una postal nostalgiosa de las películas en
blanco y negro del cine nacional. Esos barrios fueron mutando hasta alumbrar
una propuesta innovadora. Creció la movida gastronómica; la moda fashion es capaz
de relucir en cualquier lugar; su arquitectura sin pretensiones sigue siendo reciclada
con buen gusto; el glamour de sus espacios ahora lo es en colores. Se suceden
los adjetivos para designar a “los” palermos que se han transformado sin negar
sus tradiciones en unos de los lugares de mayor atracción de la Ciudad.
Puerto Madero era un excelente lugar
para sacar fotos en blanco y negro. Era uno de mis paseos preferidos allá por
los ochenta. Sus paredes descascaradas cubiertas de pintadas, galpones
desvencijados de ladrillos ingleses rebosantes de ratas; esos signos de lo que
alguna vez en su esplendor fue el granero del mundo con el tiempo devinieron metáforas
de la decadencia. El solo anuncio de su reciclaje provocó la feroz resistencia
del en ese momento secretario del SUPA, Eustaquio Tolosa. Un adelantado en la
lucha contra el progreso del puerto como Pino Solanas lo fue con respecto a la
recuperación de las galerías Pacífico. Sobran los dedos de una mano para contar
ejemplos de reciclaje urbano como lo hecho en Puerto Madero
Plan
Nac&Reg
Sin embargo, Buenos Aires está muy
exigida; en algunas cuestiones en los límites de lo tolerable. Los aportes demográficos
provienen ahora de los países hermanos tensando aún más la capacidad de sus
villas de emergencia que se extienden plenas de promiscuidad, narcotráfico y
violencia criminal. Buenos Aires no tiene porqué tener asentamientos precarios aunque
la mayoría de sus moradores sea gente decente. Desde más allá de la Avenida General
Paz la presión se incrementa con la búsqueda de oportunidades de trabajo. Hay
una masa millonaria de habitantes del conurbano que concurren diariamente a
cumplir con sus obligaciones laborales o de la informalidad; lo hacen en
condiciones infrahumanas alrededor de las cuales se generan permanentemente conflictos de inseguridad. Los
hospitales de Buenos Aires aún de gran calidad médica se hacen cargo de los
servicios de salud que la Provincia no presta. Pero donde más duele es en lo
relativo a la policía federal: se ha transformado en una organización quasi delictiva
en una magnitud difícil de cuantificar lo que da lugar a sospechas inquietantes
sobre el alcance de sus implicancias.
Uno de los lastres principales que tiene
la Ciudad es la conformación del puerto. Herencia de la colonia, su ubicación
fue el lugar de salida de los productos del modelo agroexportador. El diseño de
una infraestructura tipo embudo jugó un papel importante tanto en épocas de
gloria como de decadencia. Mientras el modelo funcionó trajo la riqueza hacia
el puerto; luego, cuando comenzó la escasez, se encargó de acarrear la miseria
de un interior siempre postergado que no podía dar lo necesario para una vida
digna de los provincianos.
El puerto de Buenos Aires debe estar
reservado a los cruceros y el deporte. Toda la carga de conteiners debe ser
redireccionada a puertos de aguas profundas, incluso algún día a Montevideo
puente a Colonia (o túnel) mediante. Todos los efectos de esa desconcentración serán
positivos. Urge sacarse de encima los camiones de Puerto Madero. Se debe utilizar
toda la infraestructura ferroviaria de carga con sentido urbanístico moderno. Hay
que jerarquizar a la Ciudad como una ciudad cultural, de diseño y múltiples
servicios. En perspectiva, de ninguna otra actividad Buenos Aires obtendrá más
divisas que de su especialización como destino de excelencia con un turismo
proveniente de todo el mundo arribando por distintos medios.
Más allá de lo que a veces se aduce en
algunos espacios comunicativos y políticos, los vecinos saben apreciar los
logros. Al igual que en Santa Fe y sus ciudades, principalmente Rosario, con la alianza
socialista radical -la otra administración presentable en nuestro país- va a
ser difícil que por ahora otra fuerza sin un potencial acorde desplace a esas
administraciones como anticipos de lo nuevo en nuestro país. A favor, los asiste una armadura ideológica más bien
liviana con capacidad de desplegar los alerones en la dirección del viento
global.
Buenos Aires se verá muy favorecido en
la medida en que muchos parámetros de su crecimiento se compatibilicen con el
diseño virtuoso de un desarrollo federal y regional. No gana la Ciudad porque
un pasajero que desea volar de Corrientes a Córdoba deba pasar por Aeroparque;
tampoco que para cruzar de la Autopista Balbín a la Illia un automovilista sea
obligado a bajar a la 9 de Julio; ni que el polietileno que se fabrica en Bahía
Blanca tenga que venir por tren para ser embarcado en Buenos Aires con destino
a Brasil pudiéndolo hacer en el puerto de aquella ciudad del Sur bonaerense. En
fin, sobran los ejemplos, uno más irritante que el otro. Nuestras exportaciones
al Asia Pacífico deben salir cruzando la Cordillera. Necesitamos en materia de
aviación una política de cielos abiertos con empresas competitivas
independientemente de su origen. La Reina del Plata debe ser atractiva sin
necesidad de que nadie se vea obligado a pasar por ella si no lo desea. El punto de vista unitario-porteño ha sido
de suma cero a lo largo de nuestra historia y lo es aún hoy. Hay teoría
suficiente y sobran los ejemplos aquí y en todo el mundo como para demostrar la
forma nociva en que aumentan la entropía los vulgares esquemas radiocéntricos. En
la medida en que saque esos lastres de su mochila, Buenos Aires seguirá progresando
aún más en armonía con todo el país y la región.
Ing.
Alberto Ford
Arroyo del Gato, 25 de octubre de 2013
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