sábado, 11 de septiembre de 2021

 

Geopolítica: la grieta global se ensancha


La retirada norteamericana de Afganistán tiene diversas implicancias. Una de ellas es el anuncio del abandono por parte de EEUU de sus cruzadas intervencionistas basadas en la ideología del destino manifiesto; otra, el ruido que ha introducido su accionar -inconsulto las más de las veces- entre sus socios, y que es resistido por algunos de ellos. No menor, es la forma en que la retirada –equiparada a la derrota en Vietnam- ha repercutido en Asia. Se pone en evidencia el mayor protagonismo de la Organización de Solidaridad de Shanghái, que actuaría de contraparte a la revitalización del G7. Todas movidas que pueden ser encuadradas en las modificaciones geopolíticas que van ocurriendo en este 2021, un año atípico en el que se verifica una notoria aceleración del proceso globalizador.

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El ingreso de Irán a la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), al día siguiente de la retirada de EEUU de Afganistán, es un hecho de enorme relevancia en la geopolítica mundial. La OCS es una organización intergubernamental fundada el 15 de junio de 2001. Está constituida por: China, India, Kazajistán, Kirguistán, Pakistán, Rusia, Tayikistán, Uzbekistán y ahora Irán (Afganistán es observadora pero se espera su pronto ingreso al igual que Turquía que tiene la categoría de “socia de diálogo”). La sede se encuentra en Pekín y su presidente es un ruso, una dualidad que también se da en los idiomas oficiales. En la OCS están representados alrededor de 3.350 millones de habitantes, o sea un 43% (¡) del total de la población mundial.


La países que integran la OCS están pintados de color verde (Irán aún mantiene el azul de observador)


Si bien sus autoridades han afirmado que no existe la intención de convertirla en un bloque militar, la OCS está, según esas mismas declaraciones, enfocada hacia la seguridad regional, señalando como principales amenazas el terrorismo, el separatismo y el extremismo; asimismo, en su seno, fue creada una institución dedicada a la lucha contra el tráfico internacional de estupefacientes. ​Sin embargo, a pesar de los preanuncios, los ejércitos de los países miembros han llevado a cabo maniobras conjuntas tanto en el marco de la alianza como, en el caso de Rusia y China, en forma bilateral.

¿Por qué es importante el paso dado por Irán? Su ingreso a la OCS facilita nada menos que el traslado por Afganistán de toda la riqueza petrolera del medio oriente. La construcción de enormes gasoductos será la expresión palmaria de la nueva configuración regional. No es que faltase petróleo en el oriente y sur de Asia -el ingreso creciente del fluido proveniente de Siberia o del Mar Caspio lo certifica- pero lo cierto es que, en forma sustentable, y a costa de Occidente según algunos cálculos de suma cero, los países de la OCS empiezan a mostrar una supremacía energética preocupante.

La retirada de EEUU de Afganistán marca el inicio de otra era. No por lo que pueda pasar en Afganistán –bastante previsible como veremos enseguida- sino por los reconocimientos de Biden en cuanto a los errores de la política norteamericana y la intención de enmendarlos. Es un cambio trascendente. Ocurre luego de un largo periplo de fracasos, provocados por la interpretación tajante de un mandato autoimpuesto conocido como destino manifiesto, una vieja concepción de la idiosincrasia política americana consistente en que

“determinados aspectos de la doctrina del Destino Manifiesto, particularmente la creencia en una «misión» estadounidense para promover y defender la democracia a lo largo del mundo, continúa teniendo una influencia en la ideología política estadounidense…Uno de los ejemplos más claros de la influencia del concepto de Destino Manifiesto se puede apreciar en la declaración del presidente Theodore Roosevelt en su mensaje anual de 1904…Si una nación demuestra que sabe actuar con una eficacia razonable y con el sentido de las conveniencias en materia social y política, si mantiene el orden y respeta sus obligaciones, no tiene por qué temer una intervención de los Estados Unidos (por el contrario) la injusticia crónica o la impotencia que resultan de un relajamiento general de las reglas de una sociedad civilizada pueden exigir que, en consecuencia, en América o fuera de ella, la intervención de una nación civilizada y, en el hemisferio occidental, la adhesión de los Estados Unidos a la Doctrina Monroe (basada en la frase «América para los americanos») puede obligar a los Estados Unidos, aunque en contra de sus deseos, en casos flagrantes de injusticia o de impotencia, a ejercer un poder de policía internacional”[i]

Esa concepción ha fracasado, por lo menos cuando las intervenciones han sido armadas. Sin embargo, no siempre les fue mal a los estadounidenses al utilizar otro tipo de medios. El éxito a partir de los setenta del proyecto Trilateral con respecto a China contó, sin lugar a dudas, con un rol protagónico de los EEUU. Kissinger fue el artífice. Uno de los secretos de ese procedimiento fue dejar afuera de la convocatoria, en forma ostensible, a cualquier elemento que pudiera asociarse al Complejo militar industrial. Dispuso, en contraposición, tres armas poderosas: tecnología, inversiones y cuotas de comercio. En ese menester, EEUU es imbatible. La lección será aprendida ante una eventual intervención en el futuro inmediato. Y ya no será en cualquier lugar del mundo.

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En este punto comienza a cobrar entidad la cuestión de la geopolítica. Para contextualizar los cambios que despuntan con claridad en este año -abruptos como corresponde a una fase de aceleración de la globalización- conviene refrescar su significado.

La geopolítica es el estudio de los efectos de la geografía humana y la geografía física sobre la política y las relaciones internacionales. La geopolítica es un método de estudio de la política exterior para entender, explicar y predecir el comportamiento político internacional a través de variables geográficas.​ Es una ciencia que se ocupa del estudio de la causalidad espacial de los sucesos políticos y de los próximos o futuros efectos de los mismos. Se nutre especialmente de otras disciplinas tales como la historia, las relaciones internacionales, la geografía política, la ciencia política, sociología y antropología. Realiza el estudio del medio ambiente, de acuerdo a sus características económicas, culturales y recursos de un estado. La geopolítica se centra en el poder político en relación con el espacio geográfico. En particular, las aguas territoriales y el territorio terrestre en correlación con la historia diplomática. Académicamente, la geopolítica analiza la historia y las ciencias sociales con referencia a la geografía y la política.[ii]

Rastreando en los orígenes de la noción, se llega al geógrafo inglés Halford John Mackinder, quien, en 1904, termina su ensayo más provocativo, El pivote geográfico de la Historia, en el que usa la historia para ilustrar la importancia estratégica de la geografía. En ese texto clásico, elaborado en el marco de la consolidación de la expansión victoriana, y atendiendo a la preocupación del imperio por el conocimiento pormenorizado de la geografía mundial, se dice:

«Quién controle Europa del Este dominará el Pivote del Mundo, quien controle el Pivote del Mundo dominará la Isla Mundo, quien domine la Isla Mundo dominará el mundo»…la “región pivote” (pivot area) de la política mundial es esa extensa zona de Eurasia que es inaccesible a los buques, pero que antiguamente estaba abierta a los jinetes nómadas, y está hoy a punto de ser cubierta por una red de ferrocarriles[iii]

Es como si Mackinder hubiera previsto que China iba a recuperar la tradición de la vieja Ruta de la Seda dotándola con los recursos constructivos que hoy provee la Revolución C&T, no solo en materia de ferrocarriles sino también de puentes, autopistas, puertos, redes informáticas,, etc. Para Mackinder existe un gran continente «la Isla Mundo» dividida en 6 regiones:

·         Europa Costera (Oeste y Centro Europa),

·         Asia Costera (India, China, Sudeste Asiático, Corea y Este de Siberia),

·         Arabia (Península Arábica),

·         Sáhara (Norte de África/MAGREB)

·         Sud-Centro del Mundo (Sudáfrica/SAHEL) y el más importante el

·         Centro del Mundo o «Heartland» (Eurasia) lo que denominó el Pivote del Mundo en su ensayo de 1904

La tesis fue escrita hace más de un siglo. Guerras, revoluciones, derrotas y fracasos, diversos intereses han modificado los mapas… pero los territorios no se han movido. Tampoco se moverán como consecuencia de los sucesos de estos días

Una serie de factores nos dicen que en Afganistán no se van a cumplir los pronósticos sombríos que le auguran. Obrarán por lo menos: 1) el eficaz rol “componedor” de Putin (recuperación de Crimea, frizado del separatismo en el este de Ucrania, punto final de la guerra en Siria, arreglo salomónico en Nagorno-Karabaj, acercamiento India con China, etc.), 2) la determinante presencia de tres países-satélites rusos en la parte norte de la frontera afgana, 3) los intereses petroleros iraníes que necesitan de territorio afgano para el paso de sus oleoductos a China, 4) la necesaria tranquilidad de China en relación al problema üigur, 5) la influencia china sobre Pakistán y el papel que esta pueda jugar con los Talibán y en el mundo musulmán. Esos condicionantes más una fuerte presión diplomática de Occidente, anticipan que los Talibán irán atenuando o disimulando sus prácticas fundamentalistas al interior del territorio y, sobre todo, impedirán la exportación de acciones terroristas que afecten a cualquiera de sus vecinos.  

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El formato del poder global se está reconfigurado levemente sin que los progresivos reajustes modifiquen la filosofía y el sentido de su accionar. Así, su núcleo más exclusivo, el del consenso, no se verá afectado. Lo prueba la sustentabilidad de ese espacio que ha venido funcionando regularmente desde 2008, constituido por los líderes de los 20 países que aportan el 85% del PBI global. El G20, por ahora, seguirá fiel a sus fundamentos. De ahí para abajo, se verán activadas las contradicciones. Es en el nivel subsiguiente a aquella zona de consenso donde habrá una batalla como para alquilar balcones: los países desarrollados, agrupados en el G7, harán valer su poder real -a pesar de sus persistentes desatinos- en contra de los emergentes de la OCS, sustentados en una abrumadora presencia territorial tal como se muestra ut supra. Es de esperar que en su puja ambos bandos nos brinden una clase magistral de geopolítica, ingeniosa y refinada. (la creación del AUKUS ha planteado una encarnizada batalla diplomática -inédita, insólita e inesperada- entre Francia, con el acompañamiento manifiesto de la UE, y los integrantes de la naciente criatura geopolítica: EEUU,  Australia y UK)

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De hecho el know how del poder global es de Occidente; sus contenidos salen de institutos como el Chathan House, Atlantic Council y otros think tanks. El hecho puede ser posible a partir del potencial de los países desarrollados, sin duda mayor que cualquier otro conjunto si se mira el poder desde un punto de vista integral. La concreción de esos estudios y recomendaciones, han obrado de hilo conductor inapelable de la globalización, sobre todo desde los hitos fundacionales que se pueden distinguir en los setenta con el establecimiento colectivo de la Comisión Trilateral; sus catorce informes iniciales son sin duda la biblia de la globalización. El G20 es un clon, engendrado tres décadas después, con una representación más formal -no obstante la informalidad del agrupamiento- y, sobre todo, ostensiblemente pública. Sin embargo, la reciente cumbre del Grupo de los Siete (G7) -formado por los países desarrollados que integran el G20- aporta un matiz diferencial: por el hecho mismo de su realización resalta la presencia del otro, el que queda afuera o del lado de allá, o sea, China y Rusia, que también forman parte del G20. La cumbre, que tuvo lugar en Carbis Bay, Cornwall, la península del sudoeste de Inglaterra que apunta hacia América, contó con la presencia física de la Reina Isabel lo que le dio a la convocatoria un contenido simbólico a tener en cuenta.

Es explicable la necesidad de los países desarrollados de tener una herramienta operativa más exclusiva que no esté supeditada al difícil proceso (o en algunos casos la imposibilidad) de alcanzar acuerdos en todos los temas y procedimientos de la agenda global. En el G20, aunque las recomendaciones se adoptan por consenso y se firman documentos alusivos que de inmediato se hacen públicos (lo que implica un inevitable compromiso por la manera abierta en que se exponen), no todos sus integrantes ponen el mismo celo en el cumplimiento de lo establecido, sobre todo los países emergentes. En todo caso la tasa de eficacia en promedio es aceptable y creciente, siendo que el proceso del G20 es fuertemente autopoiético, pero, como se ve, no suficiente para todos.

Un recorrido por la declaración salida de la cumbre de Carbis Bay muestra cuáles son los temas y la forma de abordarlos que constituyen el fundamento del proceder de quienes ocupan el lado de acá de la grieta. De esa manera, y por la fuerza de los hechos, el G7 se transforma en una especie no explicitada pero fáctica de buró político del G20.

Pero el hecho más significativo, el que define de cuerpo entero la nueva configuración del poder global, se produjo al día siguiente de la finalización de la Cumbre de Carbis Bay. Fue en Ginebra (¡Suiza!), donde el presidente Joe Biden se reunió durante dos horas no con el líder chino Xi Jinping sino con el presidente de Rusia, Vladimir Putin. De esa manera la grieta quedó establecida, lo mismo que sus administradores, y el futuro rol de EEUU como desarrollador para nada resulta desmerecido por la debilidad de su política exterior demostrada cuando se inspira en el “destino manifiesto” (la pelota no se mancha).[iv]

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Para entender la constitución del poder, a partir del núcleo de consenso, es pertinente visualizar espacios de acción escalonados en degradé que interactúen pero sin mezclarse, por lo que mantienen su autonomía. En cada nivel los elementos que los recorren (factores políticos) sostiene entre sí relaciones de confrontación/complementariedad que se caracterizan por ejercer su accionar en esa particular dimensión. Pero se da una curiosa ambigüedad cuando un misma factor (persona o institución) puede ocupar dos andariveles distintos, y actuar en función de ello; depende de qué sombrero tenga puesto en cada momento. La paradoja fue analizado por Robert Putnam (1988) en su genial trabajo (de reminiscencias cuánticas) Diplomacia y políticas domésticas: la lógica del juego de los dos niveles. En el G20 los líderes asumen y actúan en su condición de tales pero no representan a sus países; sin embargo, no por ello dejan de ser presidentes o primeros ministros, lo que también conlleva obligaciones específicas que hasta pueden contraponerse con las que asumieron en el nivel superior.

El poder global mantiene con el poder económico una relación de bucle, expresada en relaciones de causalidad circular; se influencian recíprocamente. Lo que hoy se presenta como una guerra económica/comercial, en realidad encubre otro tipo de contenciosos. Sin embargo, a fuerza de redundar, está instalado que la contradicción principal de la época sería el contencioso comercial entre EEUU y China. Desde la teoría de la información, la redundancia es ruido y el ruido desinforma. Veamos.

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La publicitada guerra comercial entre EEUU y China afecta a una parte minoritaria del comercio internacional, apenas llega a una cuarta parte, que son los bienes y servicios de consumo final. El 75% del comercio restante son las cadenas globales de valor (GVC), que están constituidas por las partes necesarias para ensamblar productos finales. Sobre las GVC existe, aparte de un gran desconocimiento y descontrol[v], el acuerdo tácito de que no se tocan, por lo menos por ahora (se pararían los proceso de  fabricación a nivel mundial como pasa ahora parcialmente con los chips y los automóviles).

Un dato importante de la interpretación geopolítica en los inicios del siglo XXI es el supuesto rol de China en el concierto global: se le suele atribuir pretensiones hegemónicas. En realidad, más allá de la especulación, no hay razones objetivas que justifiquen tal presunción. Salvo en vetustas bibliotecas marxistas, no se interpreta que el potencial económico pueda fatalmente generar poder político. La visión economicista –unidireccional, compartimentada, no compleja- de los procesos históricos trae confusión por la fuerza de la costumbre. Por supuesto, China tiene sus ambiciones; justificados o no, los recuerdos imperiales se mantienen vivos. Pero su interés más nítido, posible y deseable, es el de incrementar las facilidades para el comercio. Y tienen lo necesario para realizar la pretensión: la Ruta de la Seda es la infraestructura que la potenciará. Por lo demás, China no tiene ascendiente ni siquiera en su Hinterland. De los 20 países con los cuales comparte fronteras (14 terrestres y seis marítimas) solo mantiene relaciones de confianza con Pakistán y de vasallaje con Corea del Norte. Con los demás tiene o ha tenido conflictos. Pero nunca invadió ni ocupó territorios, más allá de alguna escaramuza fronteriza de poca duración con Vietnam o la India (el Tíbet aunque discutible es una reivindicación nacional). En suma, la influencia no es del país chino propiamente dicho sino de la fenomenal experiencia que está desarrollando, pensada como modelo a emular. Son dos cosas bien distintas desde el punto de vista de la geopolítica. Con los chinos hay resquemores pero en la zona nadie les tiene miedo ni esperan una intervención militar de sus poderosas fuerzas armadas, una posibilidad remota que a veces se deja traslucir en análisis poco consistentes.

Con respecto al conflicto üigur. Tiene una fuerte repercusión en Occidente a partir de algunas exageraciones que lo desvirtúan. Así, los encierros coactivos de miembros de la etnia en Sinkiang son vistos como un genocidio aunque no se haya registrada una sola muerte. Dicho sea de paso, el procedimiento no se diferencia, salvo en la eficacia, de lo que fue en nuestro país el reclutamiento obligatorio del servicio militar hasta la muerte del soldado Carrasco. El estado chino, además de exigir fidelidad al partido comunista y fortalecer la conciencia nacional, prepara a los üigur para el trabajo por medio de una reeducación en sus hábitos (Sinkiang es una de las dos cabeceras territoriales de la Ruta de la Seda; la otra es Xi'an donde está el ejército de terracota). En suma, dentro de lo esperable, se puede decir que es un conflicto moderadamente bien manejado siendo que es una situación de gran sensibilidad. Con algunas características: se busca modificar la correlación demográfico por la introducción progresiva de la etnia han en el contexto de una fuerte acción regional antiterrorista. Estratégicamente, con las décadas, el Asia Central irá tendiendo a ser una mesorregión, y por su ubicación estratégica con respecto a la Ruta de la Seda puede alcanzar masa crítica para su desarrollo. A China le conviene ese desenlace teniendo en cuenta los problemas que le acarrea la ubicación marginal del territorio üigur y las tentaciones yihadistas latentes en la etnia. Es parte de una solución win-win que se puede comenzar a vislumbrar con la evolución monitoreada por la OCS del conflicto afgano.

La semana próxima se celebrará en Dushanbé, capital de Tayikistán, una cumbre regional sobre seguridad en la que se abordará la situación afgana y a la que podría asistir el propio presidente chino, Xi Jinping. Estarán China, Irán, Pakistán, Uzbekistán, Turkmenistán y el dueño de casa que son los países fronterizos con Afganistán. La convocatoria actúa de contraparte a la reunión que con el mismo fin mantuvo esta semana el secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, con sus aliados occidentales, desde una base americana en Alemania. La grieta en escena.

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Argentina desembarca en Cuba con “proyectos llave en mano para el desarrollo agropecuario y la producción de alimentos” como se informa un suplemento sectorial. Por su parte, la Fuerza Aérea llevó la semana pasada una importación donación de elementos médicos para la pandemia del COVID-19. Los dos datos pueden ser tomados como acciones corriente de cooperación o asistencia humanitaria. En mi caso prefiero contextualizar los hechos en el marco de los movimientos geopolíticos que se empiezan a esbozar en la región.

La grieta está llegando al hemisferio americano. Tendrá una expresión más bien tenue –algún amague de conflictos de poca monta- en el plano de la política y en relaciones oscilantes entre los países. Todo en el contexto de las tareas de crecimiento y desarrollo acelerado que se están instrumentando en los países emergentes y de bajos ingresos.

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El mundo se sublima. Más allá de los ruidos -si son de características catastróficas mejor- que inundan los mass media, en la marcha hacia su cénit, la globalización irá dando paso a la civilización cósmica. Es la que ahora están alumbrando Elon Musk, Branson, Bezos, chinos y rusos, europeos, indios, EAU y el Japón. Imaginando que este momento puede ser equiparado al que se vivía cuando se estaban inventando las computadoras, cabe preguntar, ¿alguien tenía idea o estaba informado de lo que estaba naciendo? Y en ese supuesto, ¿existía un marco conceptual capaz de prever las consecuencias de un fenómeno de tal magnitud?

El 30 de octubre es la cumbre del G20 en Roma. Entre los velos de sus deliberaciones y la lectura de los documentos emanados se podrá ver la importancia epocal del año que estamos viviendo.

Ing. Alberto Ford

albertoford42@yahoo.com.ar

Buenos Aires, setiembre de 2021

 



[i] https://es.wikipedia.org/wiki/Doctrina_del_destino_manifiesto

[iv] Ayer los presidentes Joe Biden y Xi Jinping estuvieron hablando por teléfono durante una hora y media. Los comunicados, tanto en Washington como en Beijing, dejan traslucen que la conversación tuvo un carácter formal con relación a la guerra comercial que sostienen ambas administraciones; podría haber ocurrido en cualquier otro momento. Significativamente no tocaron la situación de Afganistán siendo que el tema arde a ambos lados de la grieta

[v] El G20 se da hasta 2030 para elaborar un sistema de algoritmos que permitan una tributación equitativa de las partes que componen los productos terminados, sin que sean solo los países donde están las ensambladoras los que se queden con la frutilla del postre. En síntesis, la tributación de la producción de bienes y servicios terminados no llega a un cuarto de lo que podría ser. Es la parte del comercio global que está afectada por la “guerra comercial”; la consideración del resto permanece en modo espera.

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