viernes, 30 de agosto de 2019


Asignación universal: ni muy muy ni tan tan.
Las encuestas no mienten; solo que reflejan la realidad de las muestras elegidas por quienes las pagan.


Una pauta de que la oposición a este gobierno no es cerril lo da la generalizada aceptación que tiene la asignación universal por hijo (AUH). A lo sumo se le achaca que aún no haya alcanzada el carácter de universal que proclama, pero no su propia existencia ni perduración (1). Al 2009 la AUH favorecía a 1.650.000 familias.
Como toda medida de este tipo, la AUH es un indicador de la capacidad del sistema económico, transitoria o no, de generar puestos de trabajo genuinos. Así el aumento del número de beneficiarios puede estar reflejando ambiguamente una extensión del beneficio pero al mismo tiempo la evolución real de la capacidad mencionada.
Desde un punto de vista más general, este u otro tipo de subsidios son una consecuencia del desbarajuste producido en el estado de bienestar por las políticas derivadas del Consenso de Washington a partir de los noventa.
En nuestro país, el Programa intensivo de trabajo (PIT) en los años 1993/94 fue implementado desde el ministerio de Trabajo. Luego vinieron los programas Trabajar en sus tres versiones que llegaron a constituir hasta hoy una marca registrada.
La lista no se agotó con los Trabajar; les siguieron el Servicios Comunitarios, Jefas y Jefes de Hogar (JJH), JJH productivo, Manos a la Obra, FOPAR (comedores), Familias, etc.; algunos de ellos implementados desde Trabajo y otros desde Desarrollo social (2). Más o menos conocidos hay decenas de programas sociales aunque no todos tienen la misma significación e impacto.
Con una historia de manejos clientelares de las políticas sociales, sobre todo por parte del peronismo, cuando se implementa la AUH se extiende una sensación de alivio en el universo político, académico y de los medios debido a que su carácter universal y el uso de la tarjeta magnética para cobrar el subsidio implicaban un duro golpe a los manejos discrecionales de los punteros en la elección de los beneficiarios.
Aunque la faz distributiva constituye una parte pero no toda la esencia de una política social, es innegable la importancia de inyectar liquidez en los sectores más pobres de la sociedad; ese dinero será inexorablemente destinado a aumentar el consumo y activar los circuitos marginales de la economía.
Asimismo, la AUH promueve el mejoramiento en las condiciones de la escolaridad y la asistencia sanitaria. Eso ha sido corroborado por una encuesta que realizaron seis universidades argentinas sobre una muestra de 1200 entrevistas (de ellas 345 a beneficiarios) en 28 localidades de siete provincias.
Ahora bien, ¿qué es una política social? ¿La AUH adquiere el carácter de tal?


Un abordaje no simple


Sin duda, una política social en las condiciones de la globalización, con procesos de profunda recomposición ecosistémica como los que se están viendo en estos días en Europa, no puede ser organizada de igual manera y concebida con los mismos fundamentos que inspiraban la labor de las damas de beneficencia hace 100 años, momento en el que legiones de inmigrantes llenos de esperanzas y empuje pero también de privaciones buscaban insertarse en la naciente sociedad argentina.
Hoy los beneficiarios son millones de familias desamparadas que han sido expulsadas del sistema y otras a las que se les cerraron todas las puertas de admisión. Entonces, el primer cometido de una política social es la (re)inclusión social.
A esa nave insignia de las prioridades, le siguen unos cuantos objetivos específicos y la materialización de una serie de externalidades (consecuencias) que deberían dar como resultado la correcta aplicación de una política social, como se puede ver ya hoy en la Europa comunitaria. Entre ellos:
  • Capacitación. Los paradigmas productivos emergentes has provocado un cambio en las competencias laborales. Las nuevas competencias deben ser administradas por el Estado y adquiridas con premura por la fuerza del trabajo.
  • Asistencia social. A esos niveles sociales el Estado debe llegar con una oferta educativa y sanitaria adecuada para frenar la decadencia y aumentar las opciones de progreso del entorno familiar.
  • Prestación. El beneficiario debe sentirse útil (o no tan inútil) para la sociedad. Cualquier persona ve con legítimo orgullo el fruto de una obra suya y ello contribuye a aumentar su autoestima un bien tan escaso como necesario en el ámbito de los más pobres. Los medios deben dejar por un tiempo el canibalismo crítico y ponerse en positivo; vale lo mismo para el sistema político.
  • Sociabilidad. Es fundamental la construcción de la imagen de los adultos ante su familia. No es lo mismo salir con el bolsito a hacer algo que permanecer en el hogar mascullando la frustración. El ejemplo ante los hijos. Los climas proclives a la promiscuidad. Dicho en otras palabras: es preferible que tome mate con otros beneficiarios en las plazas y calles para que este ritual tan vituperado actúe como ámbito de contención y comunicación.
  • Capital social. Aunque sea difícil medirlo, la existencia o no de un programa social de re(inclusión) tiene que ver con la variación del capital social. Este tipo de indicadores todavía no son de uso corriente en la evaluación de la gestión aunque es dable conjeturar la importancia que adquieren hay el deterioro de variables referidas a la solidaridad, la construcción de la confianza, la alteridad así como el uso individual y familiar de las oportunidades surgidas de la colaboración social, la capacidad de llevar a cabo la acción colectiva, la construcción de redes y el respeto a la normativa.
  • Liquidez. Lo hemos dicho: un programa social tiene la función redistributiva de insertar liquidez en los circuitos marginales del consumo más elemental, los de la subsistencia.
  • Obra pública. Hay una cantidad de tareas de mantenimiento urbano que los presupuestos municipales no están en condiciones de abordar. Hay buenos ejemplos a mano que demuestran de que es posible una labor eficaz de los beneficiarios en este sentido.
  • Capacidad de gestión local. Administrar un programa social de (re)inclusión no es tarea fácil ni se lo puede hacer por control remoto. A un nivel de gestión en el que el contacto con los beneficiarios es directo, se han producido avances en el aumento de las capacidades para administrar estos programas, sobre todo a partir de las enormes dificultades que costó a fines de los noventa el cumplimiento de la farragosa normativa de los Trabajar impuesta a capa y espada por el Banco Mundial.
  • Seguridad. Una variable que pega fuerte entre la gente pobre aunque no tenga tanta prensa. El deterioro de las condiciones de vida en las barriadas y villas ha llegado a un punto en el que se ha perdido el respeto a códigos de convivencia que no se hubieran transgredido en el pasado. Las redes informales y la ocupación de las veredas por las familias son factores que marcan la diferencia entre ámbitos solidarios y no man’s land.
  • Unidad ejecutora. En el estado argentino hay capacidades probadas para la administración de este tipo programas de re(inclusión), sobre todo en el ámbito del ministerio de Trabajo que fue adquiriendo una experiencia temprana en los noventa. Lamentablemente, la actual gestión ha tendido literalmente a sacarse de encima el cometido a partir de la tendencia laboralista que ha adoptado. Eso puede cambiar en el momento preciso para poner lo más apto de lo que disponemos en esta que es la principal tarea que tiene por delante la sociedad argentina para dejar de ser emergente por usar un eufemismo.


Considerable distancia


Ver lo que se está haciendo en materia de (re)inclusión social, es comprobar que no hay una correspondencia con lo que estamos contribuyendo a sistematizar y de hecho proponiendo como forma de avanzar en pos de una gestión compleja.
De estas 10 variables que hemos recopilado con referencia a este tipo de programas, la AUH cumple con unas pocas. La ANSES no tiene la capacidad de transformarse en una unidad ejecutora porque no dispone de experiencia que la habilite ni la formación y predisposición necesaria para zambullirse en estas aguas profundas.
Desde el discurso oficial solo se tienen en cuenta algunos resultados para evaluar el impacto de la AUH. Cuando el ministro presentó los números de la encuesta realizada por las universidades dio a conocer algunos hechos como los de reincorporación efectiva y el aumento del presentismo de chicos a la escuela. En los sectores más pobres (salvo hogares desquiciados que no siempre están ahí) hay una fuerte predisposición a la escolaridad y no como se suele presumir la idea de que las escuelas obran de guardería para poder salir a trabajar aunque en los hechos ocurra eso (3).
Días pasado una nota reflejó off de record la preocupación de un encumbrado funcionario por la magnitud y la dudosa sustentabilidad de la escalada del gasto social. Con referencia los subsidios afirmó que se le ha cambiado la vida al habitante del conurbano, se le ha dado “un presente… una esperanza de futuro… la posibilidad de comer cada tanto una tira de asado… Fútbol para todos…viajar a la ciudad para concurrir a su trabajo… ahora la discusión es como salimos de esto” (4)
Es cierto que en las actuales condiciones la AUH no solo no se puede achicar sino que se debe extender su beneficio hasta hacerlo verdaderamente universal. Pero requiere un golpe de timón que se hace dificultoso en el marco de una concepción de la política social que no se condice con las demandas de la globalización de aumentar el número de consumidores no condenados a vivir en la subsistencia.
En más de una oportunidad la presidenta ha valorado como un factor de progreso el uso del ladrillo para construir las chabolas de la Villa 31 a diferencia del pasado en que eran de chapa y cartón. Y su punto de vista tiene lógica; ahí tiene los votos; es la base del populismo. No se puede cortar la rama de cuajo cuando se está sentado encima.
La AUH no es un alivio aunque obre de tal; es una herramienta que el estado pone en manos de la familia beneficiaria para que amplíen su capacidad de aprovechar opciones de progreso. Y esto se llama: vivir en un lugar que les refuerce no que les diluya su identidad, cerca de donde tienen sus ancestros, con vivienda moderna, salud, educación y seguridad suficientes. Y un trabajo decente que les permita ganar el sustento dignamente.


Ing. Alberto Ford
La Plata, 12 de noviembre de 2011






























1 La única nota discordante la dio el candidato estrella en las últimas primarias de Santa Fe, el cómico Miguel del Sel, quien afirmó que como consecuencia de la AUH había aumentado el número de embarazos adolescentes. Nadie se murió de risa.
2 Algunas provincias implementaron los suyos.
3 Hay más ausencias debido a huelgas de docentes que por desidia de los padres. Conmueve ver en los duros días de invierno a los chicos muertos de frío en el carrito cartonero acompañando al padre o la madre porque cuando la escuela está cerrada no tienen donde dejarlos para evitar que los violen.
4 Majul, Luis, La Nación, 10/11/11

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