Chernoziom
Rusia vuelve a ocupar los primeros planos de la escena
internacional. La anexión lisa y llana de la península de Crimea ha generado un
sinfín de controversias, amenazas de sanciones contra el apropiador, y
presagios de que la situación es una vuelta a la guerra fría. Según los puntos
de vista occidentales el hecho es un despojo a la integridad territorial de
Ucrania; por el contrario, para los rusos es la “corrección de una flagrante
injusticia” como dijo Vladimir Putin ante el congreso de su país. ¿Es esta
medida unilateral de Rusia un capricho de gran potencia? Hay dos niveles para
ver en su unidad y diferenciación lo que está pasando en Ucrania: uno el que
nos muestra la “realidad” de los medios
–básicamente el escenario del conflicto construido por informaciones,
declaraciones, interpretaciones, conjeturas, datos, imágenes, etc.- y otro, en
una dimensión más abarcativa, el de los principales actores enfrentados pero
coexistiendo al mismo tiempo en el G-20, un grupo formado por líderes de los países
desarrollados y emergentes. Esa cohabitación en un ámbito de consenso hace
presumir que en el teatro ucraniano se estaría representando una obra de
connotaciones estratégicas. Se repara para ello en la ubicación de ese país
como bisagra entre las macrorregiones europea y euroasiática: ¿un eventual
estado colchón en esa zona de intereses encontrados? Ucrania tiene un potencial
agrícola similar al de la Argentina (y sus vecinos), una situación que no debe
pasar inadvertida en un mundo ávido de proteínas. El dato sería la
justificación de una serie de acciones de ajuste referidas a ese país, un
cometido que se ha comenzado a llevar a la práctica con asistencia financiera
del FMI (entre 14.000 y 18.000 millones de dólares), la vigilancia del
G-20 como se acordó en la reunión de ministros de economía del grupo realizada
esta semana en Washington, y el asesoramiento y gestión de la Unión Europea
aunque, empero, no está claro que finalmente Ucrania vaya a integrar este
bloque. Es posible esbozar escenarios probables para monitorear la marcha de un
conflicto que puede ser demostrativo de la forma de metabolizar crisis (en el
mundo hay muchas situaciones geográficas locales y regionales susceptibles de
reclamos) que hacen a la marcha de la globalización, en particular, en sus
aspectos políticos y económicos.
Comienzan a aquietarse las aguas. El conflicto ya salió de
la primera plana de los diarios. Las elecciones presidenciales del próximo 25
de mayo no depararán grandes sorpresas según las encuestas que ya vienen
marcando tendencias[i] Es momento para reflexionar en torno a Ucrania
y el este europeo. Aunque lejos de acallarse, los ecos de la crisis que nos
mantuvo pendientes durante estos días se proyectarán hacia el futuro y serán
parte del diseño de la nueva configuración política y económica global. Ucrania
(y Crimea) son puntos calientes de la post guerra fría debido a que están en el
lugar de articulación de los intereses europeos con los asiáticos. Basta con
hacer algunos números referidos a los factores en juego para ver la importancia
de ese corredor que va desde Lisboa hasta Vladivostok.
Como en todo evento geopolítico de importancia, en el
escenario no están todos los que son ni son todos los que están. En estos días
hemos visto un desfile de argumentos, explicaciones, historias, datos, imágenes
(y, por qué no, la expresión de algunos deseos subyacentes de regreso a tiempos
de intolerancia) que han constituido el sustrato de las noticias. Pero ha
habido un faltante: los inevitables y determinantes intereses en juego en el
enfrentamiento que, en contra de lo que se dice, no separan un ápice a Putin de
Obama y Merkel, los dirigentes con las mayores responsabilidades en la
emergencia. A esos líderes los agrupa y compromete la confianza mutua[ii] de
pertenecer a un espacio abarcativo del conjunto de los factores de poder
mundial que, hoy por hoy, están en el G-20, la manifestación más evidente, a
partir de la crisis del 2008, de una instancia funcional no estructurada capaz
de influenciar decididamente en la marcha de los asuntos mundiales. Las
sanciones impuestas a Putin son irrelevantes. En el caso de excluir a Rusia del
G 8 en realidad están contribuyendo a la liquidación de ese grupo, un objetivo que
ya venía siendo planteado de antemano con vistas a jerarquizar el G-20[iii]. Por
otra parte, no hay ninguna posibilidad de que se tomen medidas de castigo
económico contra Rusia debido a la extendida interdependencia en asuntos
vitales, por ejemplo en energía y tecnología espacial, que existe entre los
bandos que se han enfrentado con relación al tema ucraniano. En este trabajo
veremos cómo hay distintos niveles y factores de conflicto evolucionando en
forma paralela –interactuando entre sí pero manteniendo su independencia como
en la teoría cuántica- para conducir el proceso ucraniano hacia coordenadas que
todavía son motivo de especulaciones.
El oso ruso es insaciable
Lo peculiar de esta puesta es que el escenario inicial, la
plaza Maidán de Kiev, se fue extendiendo al punto de que el actor protagónico
terminó siendo el primer ministro del país vecino. ¡Qué no se ha dicho en estos
días sobre las supuestas intenciones de Putin por parte de analistas que no
siempre coinciden sobre un mismo tema y en algunos casos adoptan puntos de
vista contrarios!
La más obvia de todas esas conjeturas es que con su movida Rusia
intenta restablecer el imperio zarista o el soviético luego de haber quedado sin
capacidad de reacción durante dos décadas a partir de la implosión de la URSS.
Es cierto que a esa interpretación ayudan el rescate por parte de las actuales
autoridades rusas de muchos símbolos de la época zarista -su bandera y el escudo
con el águila bicéfala- o soviética –el himno nacional- y declaraciones de
Putin según las cuáles la desaparición de la Unión Soviética fue “la gran catástrofe
geopolítica del siglo XX”[iv].
Con relación a Crimea -donde tuvo lugar en 1943 la histórica
cumbre de Yalta que acordó la repartija de áreas de influencia luego de la
Segunda Guerra Mundial (2ºGM) lo que le confiere un valor simbólico
significativo - hay tres factores a considerar.
1) Rusia tenía garantizada su permanencia en la península hasta
2042 en que los barcos de su inmensa base naval serán chatarra o museo. En ese
aspecto y dada la forma pacífica en que se desenvuelven hoy en día los
conflictos entre naciones desarrolladas, es un riesgo altamente improbable que
se modifiquen o se desconozcan[v] los
términos del acuerdo firmado oportunamente entre los dos vecinos eslavos,
2) la aplastante mayoría de población ruso parlante le
garantiza la permanencia de una influencia cultural y política que en las
condiciones imperantes en el este europeo no parece peligrar. Más del 60% de la
población es rusa de origen y el resto no posee una masa crítica identitaria comparable,
con un poder capaz de cuestionar esas relaciones de fuerza. Sin duda Rusia cree
que Crimea le pertenece y en realidad fue así desde hace siglos cuando
comenzaron a ser desterrados los tártaros que eran su pueblo originario, una
tarea que fue culminada “exitosamente” por Stalin en la 2ºGM al acusarlos de
colaboracionistas con los alemanes. Pero en la década del ’50 ocurrió un hecho
atípico en la diplomacia: el primer ministro soviético Kruschev de origen
ucraniano decidió, sin ninguna consulta popular, ceder la península a su país
de origen[vi]
creyendo que el país soviética que los englobaba duraría hasta la eternidad. Un
regalo inesperado, tal vez no suficientemente valorado por Ucrania dadas las
condiciones recién descriptas, y en proporción a ese sentimiento sería la
atención que se le dispensaba a ese enclave quasi extranjero,
3) Lo que se ha puesto de manifiesto en esta semana es el interés
evidente de Rusia en desarrollar una experiencia multifacética en la península.
Impresionan las medidas recientemente adoptadas.
Rusia ha formado el Ministerio para asuntos de Crimea, una
medida de altísima significación que fue informada con motivo de la presencia
del primer ministro ruso Medvedev en Simferópol la capital administrativa de la
península. En la sorpresiva visita, el número 2 de Rusia estuvo acompañado por
la mitad de los miembros de su Gobierno, representantes de medios de
comunicación rusos, y de empresarios para hacer negocios. El motivo de la
visita fue discutir in situ sobre el desarrollo de Crimea según una
comunicación oficial del gobierno ruso.
Medvedev anunció la creación de una “zona económica especial”
con incentivos para inversores, y la construcción de infraestructura y medios
de comunicación. El jefe del Gobierno ruso hizo hincapié en el “colosal
potencial” de la península en el sector del turismo lo que sin duda se
emparenta con los U$S 80.000 millones
invertidos para posicionar exitosamente la marca Sochi en los recientes juegos
olímpicos de invierno. Ambos hechos están indicando la importancia futura que
se le da a las costas del Mar Negro como un destino internacional para el
esparcimiento y el descanso.
Una gran potencia no debería improvisar sus movimientos aún
en condiciones de colapso como las que dieron lugar en 1991 a la desaparición
de la URSS. Si la Federación Rusa se desprendió de las restantes ¡14! repúblicas
que formaban el imperio soviético, no es razonable pensar que a los 20 años se
hayan arrepentido y quieran desandar lo andado recuperando una pequeñísima
porción de lo cedido; sin embargo, la jugada fue arriesgada y algún costo
deberán pagar lo que se pondrá en evidencia en las negociaciones anunciadas
entre los representantes americano, ruso y las partes locales[vii]. Uno
de los puntos de esa agenda (y que ya fue rechazado por las autoridades del
gobierno provisional) es justamente la propuesta rusa de convocar a un
plebiscito para modificar la constitución de Ucrania con el fin de adoptar un régimen
federal. El tema cobra importancia para las regiones fronterizas con Rusia con
un perfil étnico similar. Este domingo manifestantes
pro rusos han atacado el edificio de la administración regional en la ciudad
ucraniana de Donetsk, en el este del país; reclaman la realización de un
referéndum igual al de Crimea. La marcha de los acontecimientos está demostrando
que los rusos cuentan con armas de presión que pueden ir activando
sucesivamente en el camino de las negociaciones. No es así con respecto a la
parte contraria donde la amenaza de sanciones es prácticamente irrelevante;
incluso el secretario de estado Kerry ha
dejado de plantear enfáticamente la cuestión crimeana para poner el acento en
la cuestión de una eventual intervención militar, lo que significa en la
práctica la aceptación de la nueva situación. Según El País “Washington parece
ahora más preocupado por desactivar la amenaza de una nueva intervención
militar del Kremlin en Ucrania que de insistir en las exigencias contra la
legitimidad de la anexión de Crimea” Incluso se dice que “Kerry ha presentado a
su homólogo ruso varias opciones en aras de perfilar una hoja de ruta que logre
la estabilización de Ucrania que contemplan la progresiva descentralización
política del país y el inicio de un diálogo directo entre Kiev y Moscú” lo que
coincide en lo básico con los planteos de la parte rusa[viii].
Nada está cerrado en un conflicto de alta complejidad por la gran cantidad de factores
en juego.
Si comprimo el globo de un lado le sale
un tetón del otro.
Un análisis desapasionado de la geopolítica inherente a las
dos grandes potencias protagonistas de la guerra fría nos muestran que sus
actitudes son similares ante situaciones adversas aunque el universo de los
significados pueda diferir si hay de por medio una comunicación sesgada. De la
misma manera como EEUU reaccionó cuando los soviéticos intentaron emplazar
cohetes en Cuba, Rusia reacciona de similar forma ante la eventualidad de que Ucrania
pase a formar parte de la UE (y más enérgicamente lo haría aún ante la sola
posibilidad de una presencia de la OTAN en su directa vecindad) como lo incentiva
conscientemente o no la parte mayoritaria de los manifestantes en Kiev. Sin
embargo, las interpretaciones pueden ser opuestas ante hechos comparables y esa
contradicción obnubila la comprensión del fenómeno. Por ejemplo, cuesta
explicar porqué está bien que Kosovo logre autonomía con apoyo de los mismos
países que ahora cuestionan que Crimea haga lo mismo.
Pocos Km separan a Moscú de la frontera ucraniana. Una cosa
es la rebelión de Maidán contra el régimen corrupto de Yanukovich (que Rusia no
defendería ante una versión más presentable que le garantice el status quo) y
otra si, como se afirma del lado ruso, las fuerzas nacionalistas extremistas de
Ucrania -odiadas con la misma intensidad por rusos, polacos y judíos por su
actuación en la 2ºGM, inspiradas en Stepán Andríyovich Bandera, un líder
nacionalista ucraniano que fue acusado por la URSS de terrorista y colaborar con
los nazis- hegemonizan las protestas, una eventualidad que incluso hoy en día tampoco
sería del todo tolerable para Occidente. La dinámica tumultuosa de esos sistemas
contestatarios, armados sobre la marcha, hace impredecible la evolución de sus
límites difusos aún el caso de que el diablo no meta la cola.
Por tomar un caso: no ha podido ser más imprudente la decisión
del parlamento ucraniano de eliminar el ruso como la segunda lengua. O poner
administradores no bien vistos en las regiones rusoparlantes como informe el
diario El País[ix].
Le han dado todo servido a Rusia para
que actúe como lo hizo.
“Putin no quiere reconstruir la URSS o el imperio zarista,
sino Eurasia”[x],
un enfoque de un especialista en temas del este europeo que como veremos da más
tela para cortar. Lo primero es obvio. A Rusia le conviene influenciar sobre
sus vecinos sin la necesidad de una ocupación sobre todo si puede conseguir los
mismos beneficios apoyado en su influencia territorial de proximidad. La
experiencia de la era soviética es demostrativa de las consecuencias derivadas
de ejercitar una política imperial a contramano de la historia.
Qué busca Rusia y sobre qué bases
negociará
¿La forma rusa de actuar apoyada en hechos consumados deriva
de un capricho unilateral? ¿Son solo antojos de gran potencia? Para abordar
esta parte no explícita del conflicto, hay que salirse por un momento del plano
de la “realidad” para ponderar otros datos menos visibles o no tenidos en
cuenta. El hecho de que el mundo marche raudo hacia la completa globalización
no nos puede hacer perder de vista que no se puede arribar a ella si no se
resuelven antes –por lo menos hasta un punto acordado; obviamente la completa
igualdad es imposible- las flagrantes desigualdades entre países y regiones imperantes
hoy en el mundo. Por tomar un caso, el comercio. ¿Cómo se puede configurar un
escenario de justa división internacional del trabajo entre partes que
intercambian commodities por bienes de alto valor agregado? Sin duda, en
condiciones de asimetría, el libre comercio favorece al país o la región más
desarrollados.
En la última cumbre del G-20 que tuvo lugar en San
Petersburgo (al igual que en las 7 cumbres anteriores llevadas a cabo desde la
crisis del 2008) la cuestión de las regiones, en particular los “acuerdos
comerciales regionales” (RTA) y los
“acuerdos financieros regionales” (RFA), ocuparon una parte destacada de las
deliberaciones. Las resoluciones al respecto están plasmadas en los acápites 47
y 55 de la declaración final[xi]. En el
caso de los RTA merecieron un anexo particular referido a la importancia del
comercio intrarregional[xii].
Aunque no haya letra escrita al respecto, se pueden
vislumbrar los espacios macrorregionales que se van configurando, incluso los
“pro-cónsules”[xiii]
encargados de su gerenciamiento. A pesar de que en la región euroasiática el
rol de Rusia es obvio, así se asume explícitamente para que no queden dudas. En
el suplemento “Russia beyond the headlines”[xiv] que
acompaña mensualmente la edición de La Nación con noticias de ese país se dice
que
“la visión que Rusia tiene del futuro sistema político y
económico de nuestro planeta es la de un mundo multipolar, en el que la Unión
Económica Euroasiática (UEE), liderada
por Rusia, sea una de las seis u ocho potencia principales”[xv]
(subrayado mío)
Sin embargo, el
cometido no está exento de preocupaciones que también se reconocen en esos
medios quasi oficiales. En la misma nota se admite que el establecimiento de un
área de libre comercio desde el Atlántico al Pacífico, técnicamente va en
contra de los intereses de Rusia. La razón es simple: el potencial económico de
la Unión Europea es seis veces mayor (¡) que el de Rusia. Y concluye el autor
que en esa situación “la alianza no sería entre iguales...una zona de libre
comercio perpetuaría la actual estructura comercial entre la UE y Rusia (más
sus aliados): recursos naturales a cambio de tecnología”. Más claro...
¿Cómo juega Ucrania en este tablero? Este país no integra la
configuración inicial de la UEE (donde inicialmente están Rusia, Bielorrusia,
Kazajstán). Dada la marcha de los acontecimientos, ¿será muy impropio hablar entonces
de “estado tapón” (o colchón)[xvi] entre
la UE y la UEE como por ejemplo fue el rol que le cupo a Uruguay en tiempos de
conflictos luso argentinos?
Obviamente una tal caracterización excluye de entrada
cualquier tipo de alineamiento. Si la parte occidental –peor con hegemonía
extremista- tira para un lado, es fatal que la parte oriental vaya a tirar para
el otro. El peligro de partición es obvio. Cabe preguntarse entonces, ¿desde el
plano del G-20 es una salida aceptable? No parece serlo. Pienso que no se
debería excluir la siguiente alternativa: una situación de inestabilidad “estable”
en Ucrania manifestada como un conflicto regulado que actúe de factor de
reconfiguración en la interfaz entre las dos macrorregiones. Ese escenario
podría estar ligado al resultado de las elecciones generales convocadas a toda
prisa para el mes que viene.
La UE ha prometido ayuda en concreto. Pero ese paquete con
toda seguridad incluirá el papel rector de la “comisario” Merkel al estilo de
cómo intervino en Grecia. ¿Quién mejor que ella puede asumir ese rol para
modernizar aceleradamente a Ucrania? No hay que olvidar que Ucrania tiene un
potencial agrícola enorme incluso mayor que el de la Argentina si tomamos en
cuenta solo la calidad de su tierra,
el famoso chernoziom[xvii]
de sus estepas.
Escenarios probables
1. No
es esperable una participación de Ucrania; ni una incorporación lisa y llana a
la UE (con NATO incluida); ni un desgajamiento de las regiones rusoparlantes
del este del país.
2.
La anexión de Crimea es un hecho
consumado. Sin embargo, tampoco se vislumbra que pase
a formar parte de Rusia de la misma forma que otras regiones autónomas.
Habrá que ver qué status le confiere el hecho de constituir una “zona económica
especial”, ¿algo así como la relación del Estado Libre de Baviera con la
República Federal de Alemania o, con menos dependencia, como la de Hong Kong
con China? Los especialistas saben que en el mundo hay una vasta jurisprudencia
al respecto; habrá que escucharlos.
3.
La
cuestión de Crimea parece formar parte de un paquete más abarcativo como es el
de la Cuenca del Mar Negro donde el papel de Turquía será protagónico.
4. Parece
inevitable un cambio en la constitución de Ucrania para transformarla en un
estado federal. Eso les daría una autonomía garantizada a las regiones
rusoparlantes para establecer relaciones multifacéticas con el exterior. Y a Ucrania
tener relaciones intensas con la UE con vistas a la modernización del país.
5.
Ucrania
puede llegar a constituir un “estado tapón” entre la Unión Europea y la Unión Económica
Euroasiática. Ese rol puede irlo jugando en el tiempo aunque la estabilidad esperada en el
país se conforme sobre la base de un encadenamiento de situaciones inestables
producto de la complejidad del entramado de sus fuerzas políticas, sociales y
culturales. Una paradoja.
6.
Ucrania
puede estar sometida en lo
inmediato a una fuerte pulsión de progreso. Su situación es similar a la
Argentina en un aspecto: tiene el mayor potencial agrícola del mundo junto al
de nuestras pampas (y otras regiones vecinas) y al cinturón maicero
norteamericano. En un mundo ávido de proteínas el porvenir de Ucrania no es
para despreciar. Puede actuar de locomotora para logro de esos objetivos la
segura alcaidía de Vitali Klitschko para transformar a Kiev en una capital
global (también como Buenos Aires)
7.
En esta pulseada no habrá ganadores ni
perdedores. El decurso
del conflicto ucraniano invita a seguirlo con atención. Probablemente sea uno
de los más proficuos para ver el timing
de la marcha de la globalización por lo menos en su aspecto político.
Ing. Alberto Ford
Arroyo del Gato,
abril de 2014
[i] Las encuestas dan ganador el multimillonario Piotr Poroshenko que amplió la ventaja
a partir de que el boxeador Vitali
Klitschko retirara su candidatura para postularse al cargo del alcalde de Kiev
con el propósito de transformarla en una capital global. Segunda aparece Yulia
Timoshenko más proclive al diálogo con Rusia.
[ii] Merkel y Putin hablan entre ellos en una especie de
cocoliche mechando palabras del ruso al alemán. Este último idioma es manejado
por el líder ruso desde la época en que era residente de la KGB en Berlín.
Merkel por su parte conoce bastante del ruso aprendido cuando era una líder
disidente en tiempos de la ocupación soviética (y seguramente seguida de cerca
por los esbirros de Putin)
[iii]
En la cumbre de Pittsburgh fue aceptada un proyecto
de Lula de disolver el G8 y reemplazarlo definitivamente por el G20 lo que fue
visto como una demostración de la influencia del presidente brasilero. Ver: http://mundofleko.wordpress.com/2009/09/27/g20-el-nuevo-orden-mundial/ En otra oportunidad el cardenal Tarsicio Bertone,
cuando era número dos del Vaticano, opinó que los resultados del G8 no estaban
a la altura de las expectativas y esperaba que los del G20 sean mejores.
http://www.laestrellachiloe.cl/prontus4_nots/site/artic/20100627/pags/20100627104347.html
[iv] Citado por Francisco G.
Basterra, El País, 28/03/2014 http://internacional.elpais.com/internacional/2014/03/28/actualidad/1396029805_005532.html
[v] Rusia dio por terminado el acuerdo unilateralmente por
la pérdida de sentido que significa que Sebastopol donde está la base forme
parte del territorio anexado.
[vi]
algún pícaro no pudo evitar la tentación de
comparar esa actitud con la de los Kirchner cuando favorecen de diversas maneras
a sus intereses en Santa Cruz
[vii]
en algún momento puede dar lugar a una
conferencia que dicte doctrina al respecto dada la cantidad de regiones que hay
en el mundo partidas o encorsetadas por fronteras nacionales
[viii] Ver: http://internacional.elpais.com/internacional/2014/03/30/actualidad/1396202924_781078.html
[ix]
“Con el nombramiento de varios oligarcas como gobernadores en puntos conflictivos del este –entre ellos
Donetsk-, Kiev intenta in extremis apuntalar la estabilidad de la
región con personajes de peso, bien conocidos y poderosos. Pero esas
designaciones no han hecho sino inflamar los ánimos de los prorrusos...que el
gobernador de Donetsk sea un oligarca es muy ofensivo para la gente que pasa
dificultades” ha declarado Andrei Purgin, líder de República de Donetsk Ver:
http://internacional.elpais.com/internacional/2014/04/06/actualidad/1396811045_562024.html
[x] Manuel Florentín, El País, http://internacional.elpais.com/internacional/2014/03/14/actualidad/1394812700_566485.html
[xi] Ver: http://www.g20.utoronto.ca/2013/2013-0906-declaration.html
[xii] Ver: http://www.g20.utoronto.ca/2013/2013-0906-rta.html
[xiii] La denominación “pro-cónsul” hace alusión a los que se
encargaban en el imperio romano de administrar las provincias. A veces se la
suele utilizar ahora en sentido figurado. Una lista tentativa de las regiones y
países hegemónicos puede ser la siguiente: América Latina (Brasil), África
subsahariana (Sudáfrica), Cuenca del Mar Negro (Turquía), Norteamérica (EEUU),
Eurasia (Rusia), Europa (Alemania), etc. etc. en una disposición abierta que
hay que ir viendo sobre la marcha de los acontecimientos.
[xiv] Ver: es.rbth.com
[xv] Stanislav Tkachenko, suplemento RBTH, diario La Nación,
Buenos Aires, 5 de marzo de 2014
[xvi] Un estado colchón (o estado tapón) es un término
geopolítico para designar un país situado entre dos grandes potencias
previsiblemente hostiles, y que, por su propia existencia, se cree que puede
prevenir el conflicto entre las mismas. Por lo general, cuando un estado
colchón es realmente independiente, su política exterior tiene una orientación
neutralista (wiki)
[xvii] mi profesora de Geografía del secundario, la “vieja” Botelli,
me grabó a fuego hasta el día de hoy la palabra chernoziom (tan rimbombante como samborombón) que pronunciaba con
su voz estentórea acentuando la última sílaba para hacerla resonar intensamente
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