martes, 29 de abril de 2014

Chernoziom

Rusia vuelve a ocupar los primeros planos de la escena internacional. La anexión lisa y llana de la península de Crimea ha generado un sinfín de controversias, amenazas de sanciones contra el apropiador, y presagios de que la situación es una vuelta a la guerra fría. Según los puntos de vista occidentales el hecho es un despojo a la integridad territorial de Ucrania; por el contrario, para los rusos es la “corrección de una flagrante injusticia” como dijo Vladimir Putin ante el congreso de su país. ¿Es esta medida unilateral de Rusia un capricho de gran potencia? Hay dos niveles para ver en su unidad y diferenciación lo que está pasando en Ucrania: uno el que nos muestra la “realidad” de los medios  –básicamente el escenario del conflicto construido por informaciones, declaraciones, interpretaciones, conjeturas, datos, imágenes, etc.- y otro, en una dimensión más abarcativa, el de los principales actores enfrentados pero coexistiendo al mismo tiempo en el G-20, un grupo formado por líderes de los países desarrollados y emergentes. Esa cohabitación en un ámbito de consenso hace presumir que en el teatro ucraniano se estaría representando una obra de connotaciones estratégicas. Se repara para ello en la ubicación de ese país como bisagra entre las macrorregiones europea y euroasiática: ¿un eventual estado colchón en esa zona de intereses encontrados? Ucrania tiene un potencial agrícola similar al de la Argentina (y sus vecinos), una situación que no debe pasar inadvertida en un mundo ávido de proteínas. El dato sería la justificación de una serie de acciones de ajuste referidas a ese país, un cometido que se ha comenzado a llevar a la práctica con asistencia financiera del FMI  (entre 14.000 y 18.000 millones de dólares), la vigilancia del G-20 como se acordó en la reunión de ministros de economía del grupo realizada esta semana en Washington, y el asesoramiento y gestión de la Unión Europea aunque, empero, no está claro que finalmente Ucrania vaya a integrar este bloque. Es posible esbozar escenarios probables para monitorear la marcha de un conflicto que puede ser demostrativo de la forma de metabolizar crisis (en el mundo hay muchas situaciones geográficas locales y regionales susceptibles de reclamos) que hacen a la marcha de la globalización, en particular, en sus aspectos políticos y económicos.
Comienzan a aquietarse las aguas. El conflicto ya salió de la primera plana de los diarios. Las elecciones presidenciales del próximo 25 de mayo no depararán grandes sorpresas según las encuestas que ya vienen marcando tendencias[i] Es momento para reflexionar en torno a Ucrania y el este europeo. Aunque lejos de acallarse, los ecos de la crisis que nos mantuvo pendientes durante estos días se proyectarán hacia el futuro y serán parte del diseño de la nueva configuración política y económica global. Ucrania (y Crimea) son puntos calientes de la post guerra fría debido a que están en el lugar de articulación de los intereses europeos con los asiáticos. Basta con hacer algunos números referidos a los factores en juego para ver la importancia de ese corredor que va desde Lisboa hasta Vladivostok.
Como en todo evento geopolítico de importancia, en el escenario no están todos los que son ni son todos los que están. En estos días hemos visto un desfile de argumentos, explicaciones, historias, datos, imágenes (y, por qué no, la expresión de algunos deseos subyacentes de regreso a tiempos de intolerancia) que han constituido el sustrato de las noticias. Pero ha habido un faltante: los inevitables y determinantes intereses en juego en el enfrentamiento que, en contra de lo que se dice, no separan un ápice a Putin de Obama y Merkel, los dirigentes con las mayores responsabilidades en la emergencia. A esos líderes los agrupa y compromete la confianza mutua[ii] de pertenecer a un espacio abarcativo del conjunto de los factores de poder mundial que, hoy por hoy, están en el G-20, la manifestación más evidente, a partir de la crisis del 2008, de una instancia funcional no estructurada capaz de influenciar decididamente en la marcha de los asuntos mundiales. Las sanciones impuestas a Putin son irrelevantes. En el caso de excluir a Rusia del G 8 en realidad están contribuyendo a la liquidación de ese grupo, un objetivo que ya venía siendo planteado de antemano con vistas a jerarquizar el G-20[iii]. Por otra parte, no hay ninguna posibilidad de que se tomen medidas de castigo económico contra Rusia debido a la extendida interdependencia en asuntos vitales, por ejemplo en energía y tecnología espacial, que existe entre los bandos que se han enfrentado con relación al tema ucraniano. En este trabajo veremos cómo hay distintos niveles y factores de conflicto evolucionando en forma paralela –interactuando entre sí pero manteniendo su independencia como en la teoría cuántica- para conducir el proceso ucraniano hacia coordenadas que todavía son motivo de especulaciones.
El oso ruso es insaciable
Lo peculiar de esta puesta es que el escenario inicial, la plaza Maidán de Kiev, se fue extendiendo al punto de que el actor protagónico terminó siendo el primer ministro del país vecino. ¡Qué no se ha dicho en estos días sobre las supuestas intenciones de Putin por parte de analistas que no siempre coinciden sobre un mismo tema y en algunos casos adoptan puntos de vista contrarios!
La más obvia de todas esas conjeturas es que con su movida Rusia intenta restablecer el imperio zarista o el soviético luego de haber quedado sin capacidad de reacción durante dos décadas a partir de la implosión de la URSS. Es cierto que a esa interpretación ayudan el rescate por parte de las actuales autoridades rusas de muchos símbolos de la época zarista -su bandera y el escudo con el águila bicéfala- o soviética –el himno nacional- y declaraciones de Putin según las cuáles la desaparición de la Unión Soviética fue “la gran catástrofe geopolítica del siglo XX”[iv].
Con relación a Crimea -donde tuvo lugar en 1943 la histórica cumbre de Yalta que acordó la repartija de áreas de influencia luego de la Segunda Guerra Mundial (2ºGM) lo que le confiere un valor simbólico significativo - hay tres factores a considerar.
1) Rusia tenía garantizada su permanencia en la península hasta 2042 en que los barcos de su inmensa base naval serán chatarra o museo. En ese aspecto y dada la forma pacífica en que se desenvuelven hoy en día los conflictos entre naciones desarrolladas, es un riesgo altamente improbable que se modifiquen o se desconozcan[v] los términos del acuerdo firmado oportunamente entre los dos vecinos eslavos,
2) la aplastante mayoría de población ruso parlante le garantiza la permanencia de una influencia cultural y política que en las condiciones imperantes en el este europeo no parece peligrar. Más del 60% de la población es rusa de origen y el resto no posee una masa crítica identitaria comparable, con un poder capaz de cuestionar esas relaciones de fuerza. Sin duda Rusia cree que Crimea le pertenece y en realidad fue así desde hace siglos cuando comenzaron a ser desterrados los tártaros que eran su pueblo originario, una tarea que fue culminada “exitosamente” por Stalin en la 2ºGM al acusarlos de colaboracionistas con los alemanes. Pero en la década del ’50 ocurrió un hecho atípico en la diplomacia: el primer ministro soviético Kruschev de origen ucraniano decidió, sin ninguna consulta popular, ceder la península a su país de origen[vi] creyendo que el país soviética que los englobaba duraría hasta la eternidad. Un regalo inesperado, tal vez no suficientemente valorado por Ucrania dadas las condiciones recién descriptas, y en proporción a ese sentimiento sería la atención que se le dispensaba a ese enclave quasi extranjero,
3) Lo que se ha puesto de manifiesto en esta semana es el interés evidente de Rusia en desarrollar una experiencia multifacética en la península. Impresionan las medidas recientemente adoptadas.
Rusia ha formado el Ministerio para asuntos de Crimea, una medida de altísima significación que fue informada con motivo de la presencia del primer ministro ruso Medvedev en Simferópol la capital administrativa de la península. En la sorpresiva visita, el número 2 de Rusia estuvo acompañado por la mitad de los miembros de su Gobierno, representantes de medios de comunicación rusos, y de empresarios para hacer negocios. El motivo de la visita fue discutir in situ sobre el desarrollo de Crimea según una comunicación oficial del gobierno ruso.
Medvedev anunció la creación de una “zona económica especial” con incentivos para inversores, y la construcción de infraestructura y medios de comunicación. El jefe del Gobierno ruso hizo hincapié en el “colosal potencial” de la península en el sector del turismo lo que sin duda se emparenta con  los U$S 80.000 millones invertidos para posicionar exitosamente la marca Sochi en los recientes juegos olímpicos de invierno. Ambos hechos están indicando la importancia futura que se le da a las costas del Mar Negro como un destino internacional para el esparcimiento y el descanso.
Una gran potencia no debería improvisar sus movimientos aún en condiciones de colapso como las que dieron lugar en 1991 a la desaparición de la URSS. Si la Federación Rusa se desprendió de las restantes ¡14! repúblicas que formaban el imperio soviético, no es razonable pensar que a los 20 años se hayan arrepentido y quieran desandar lo andado recuperando una pequeñísima porción de lo cedido; sin embargo, la jugada fue arriesgada y algún costo deberán pagar lo que se pondrá en evidencia en las negociaciones anunciadas entre los representantes americano, ruso y las partes locales[vii]. Uno de los puntos de esa agenda (y que ya fue rechazado por las autoridades del gobierno provisional) es justamente la propuesta rusa de convocar a un plebiscito para modificar la constitución de Ucrania con el fin de adoptar un régimen federal. El tema cobra importancia para las regiones fronterizas con Rusia con un perfil étnico similar. Este domingo manifestantes pro rusos han atacado el edificio de la administración regional en la ciudad ucraniana de Donetsk, en el este del país; reclaman la realización de un referéndum igual al de Crimea. La marcha de los acontecimientos está demostrando que los rusos cuentan con armas de presión que pueden ir activando sucesivamente en el camino de las negociaciones. No es así con respecto a la parte contraria donde la amenaza de sanciones es prácticamente irrelevante; incluso el secretario de estado Kerry  ha dejado de plantear enfáticamente la cuestión crimeana para poner el acento en la cuestión de una eventual intervención militar, lo que significa en la práctica la aceptación de la nueva situación. Según El País “Washington parece ahora más preocupado por desactivar la amenaza de una nueva intervención militar del Kremlin en Ucrania que de insistir en las exigencias contra la legitimidad de la anexión de Crimea” Incluso se dice que “Kerry ha presentado a su homólogo ruso varias opciones en aras de perfilar una hoja de ruta que logre la estabilización de Ucrania que contemplan la progresiva descentralización política del país y el inicio de un diálogo directo entre Kiev y Moscú” lo que coincide en lo básico con los planteos de la parte rusa[viii]. Nada está cerrado en un conflicto de alta  complejidad por la gran cantidad de factores en juego.
Si comprimo el globo de un lado le sale un tetón del otro.
Un análisis desapasionado de la geopolítica inherente a las dos grandes potencias protagonistas de la guerra fría nos muestran que sus actitudes son similares ante situaciones adversas aunque el universo de los significados pueda diferir si hay de por medio una comunicación sesgada. De la misma manera como EEUU reaccionó cuando los soviéticos intentaron emplazar cohetes en Cuba, Rusia reacciona de similar forma ante la eventualidad de que Ucrania pase a formar parte de la UE (y más enérgicamente lo haría aún ante la sola posibilidad de una presencia de la OTAN en su directa vecindad) como lo incentiva conscientemente o no la parte mayoritaria de los manifestantes en Kiev. Sin embargo, las interpretaciones pueden ser opuestas ante hechos comparables y esa contradicción obnubila la comprensión del fenómeno. Por ejemplo, cuesta explicar porqué está bien que Kosovo logre autonomía con apoyo de los mismos países que ahora cuestionan que Crimea haga lo mismo.
Pocos Km separan a Moscú de la frontera ucraniana. Una cosa es la rebelión de Maidán contra el régimen corrupto de Yanukovich (que Rusia no defendería ante una versión más presentable que le garantice el status quo) y otra si, como se afirma del lado ruso, las fuerzas nacionalistas extremistas de Ucrania -odiadas con la misma intensidad por rusos, polacos y judíos por su actuación en la 2ºGM, inspiradas en Stepán Andríyovich Bandera, un líder nacionalista ucraniano que fue acusado por la URSS de terrorista y colaborar con los nazis- hegemonizan las protestas, una eventualidad que incluso hoy en día tampoco sería del todo tolerable para Occidente. La dinámica tumultuosa de esos sistemas contestatarios, armados sobre la marcha, hace impredecible la evolución de sus límites difusos aún el caso de que el diablo no meta la cola.
Por tomar un caso: no ha podido ser más imprudente la decisión del parlamento ucraniano de eliminar el ruso como la segunda lengua. O poner administradores no bien vistos en las regiones rusoparlantes como informe el diario El País[ix].  Le han dado todo servido a Rusia para que actúe como lo hizo.
“Putin no quiere reconstruir la URSS o el imperio zarista, sino Eurasia”[x], un enfoque de un especialista en temas del este europeo que como veremos da más tela para cortar. Lo primero es obvio. A Rusia le conviene influenciar sobre sus vecinos sin la necesidad de una ocupación sobre todo si puede conseguir los mismos beneficios apoyado en su influencia territorial de proximidad. La experiencia de la era soviética es demostrativa de las consecuencias derivadas de ejercitar una política imperial a contramano de la historia.
Qué busca Rusia y sobre qué bases negociará
¿La forma rusa de actuar apoyada en hechos consumados deriva de un capricho unilateral? ¿Son solo antojos de gran potencia? Para abordar esta parte no explícita del conflicto, hay que salirse por un momento del plano de la “realidad” para ponderar otros datos menos visibles o no tenidos en cuenta. El hecho de que el mundo marche raudo hacia la completa globalización no nos puede hacer perder de vista que no se puede arribar a ella si no se resuelven antes –por lo menos hasta un punto acordado; obviamente la completa igualdad es imposible- las flagrantes desigualdades entre países y regiones imperantes hoy en el mundo. Por tomar un caso, el comercio. ¿Cómo se puede configurar un escenario de justa división internacional del trabajo entre partes que intercambian commodities por bienes de alto valor agregado? Sin duda, en condiciones de asimetría, el libre comercio favorece al país o la región más desarrollados.
En la última cumbre del G-20 que tuvo lugar en San Petersburgo (al igual que en las 7 cumbres anteriores llevadas a cabo desde la crisis del 2008) la cuestión de las regiones, en particular los “acuerdos comerciales regionales”  (RTA) y los “acuerdos financieros regionales” (RFA), ocuparon una parte destacada de las deliberaciones. Las resoluciones al respecto están plasmadas en los acápites 47 y 55 de la declaración final[xi]. En el caso de los RTA merecieron un anexo particular referido a la importancia del comercio intrarregional[xii].
Aunque no haya letra escrita al respecto, se pueden vislumbrar los espacios macrorregionales que se van configurando, incluso los “pro-cónsules”[xiii] encargados de su gerenciamiento. A pesar de que en la región euroasiática el rol de Rusia es obvio, así se asume explícitamente para que no queden dudas. En el suplemento “Russia beyond the headlines”[xiv] que acompaña mensualmente la edición de La Nación con noticias de ese país se dice que
“la visión que Rusia tiene del futuro sistema político y económico de nuestro planeta es la de un mundo multipolar, en el que la Unión Económica Euroasiática (UEE), liderada por Rusia, sea una de las seis u ocho potencia principales”[xv] (subrayado mío)
 Sin embargo, el cometido no está exento de preocupaciones que también se reconocen en esos medios quasi oficiales. En la misma nota se admite que el establecimiento de un área de libre comercio desde el Atlántico al Pacífico, técnicamente va en contra de los intereses de Rusia. La razón es simple: el potencial económico de la Unión Europea es seis veces mayor (¡) que el de Rusia. Y concluye el autor que en esa situación “la alianza no sería entre iguales...una zona de libre comercio perpetuaría la actual estructura comercial entre la UE y Rusia (más sus aliados): recursos naturales a cambio de tecnología”. Más claro...
¿Cómo juega Ucrania en este tablero? Este país no integra la configuración inicial de la UEE (donde inicialmente están Rusia, Bielorrusia, Kazajstán). Dada la marcha de los acontecimientos, ¿será muy impropio hablar entonces de “estado tapón” (o colchón)[xvi] entre la UE y la UEE como por ejemplo fue el rol que le cupo a Uruguay en tiempos de conflictos luso argentinos?
Obviamente una tal caracterización excluye de entrada cualquier tipo de alineamiento. Si la parte occidental –peor con hegemonía extremista- tira para un lado, es fatal que la parte oriental vaya a tirar para el otro. El peligro de partición es obvio. Cabe preguntarse entonces, ¿desde el plano del G-20 es una salida aceptable? No parece serlo. Pienso que no se debería excluir la siguiente alternativa: una situación de inestabilidad “estable” en Ucrania manifestada como un conflicto regulado que actúe de factor de reconfiguración en la interfaz entre las dos macrorregiones. Ese escenario podría estar ligado al resultado de las elecciones generales convocadas a toda prisa para el mes que viene.
La UE ha prometido ayuda en concreto. Pero ese paquete con toda seguridad incluirá el papel rector de la “comisario” Merkel al estilo de cómo intervino en Grecia. ¿Quién mejor que ella puede asumir ese rol para modernizar aceleradamente a Ucrania? No hay que olvidar que Ucrania tiene un potencial agrícola enorme incluso mayor que el de la Argentina si tomamos en cuenta solo la calidad de su tierra, el famoso chernoziom[xvii] de sus estepas.
Escenarios probables
1.       No es esperable una participación de Ucrania; ni una incorporación lisa y llana a la UE (con NATO incluida); ni un desgajamiento de las regiones rusoparlantes del este del país.
2.       La anexión de Crimea es un hecho consumado. Sin embargo, tampoco se vislumbra que pase a formar parte de Rusia de la misma forma que otras regiones autónomas. Habrá que ver qué status le confiere el hecho de constituir una “zona económica especial”, ¿algo así como la relación del Estado Libre de Baviera con la República Federal de Alemania o, con menos dependencia, como la de Hong Kong con China? Los especialistas saben que en el mundo hay una vasta jurisprudencia al respecto; habrá que escucharlos.
3.       La cuestión de Crimea parece formar parte de un paquete más abarcativo como es el de la Cuenca del Mar Negro donde el papel de Turquía será protagónico.
4.       Parece inevitable un cambio en la constitución de Ucrania para transformarla en un estado federal. Eso les daría una autonomía garantizada a las regiones rusoparlantes para establecer relaciones multifacéticas con el exterior. Y a Ucrania tener relaciones intensas con la UE con vistas a la modernización del país.
5.       Ucrania puede llegar a constituir un “estado tapón” entre la Unión Europea y la Unión Económica Euroasiática. Ese rol puede irlo jugando en el tiempo aunque la estabilidad esperada en el país se conforme sobre la base de un encadenamiento de situaciones inestables producto de la complejidad del entramado de sus fuerzas políticas, sociales y culturales. Una paradoja.
6.       Ucrania puede estar sometida en lo inmediato a una fuerte pulsión de progreso. Su situación es similar a la Argentina en un aspecto: tiene el mayor potencial agrícola del mundo junto al de nuestras pampas (y otras regiones vecinas) y al cinturón maicero norteamericano. En un mundo ávido de proteínas el porvenir de Ucrania no es para despreciar. Puede actuar de locomotora para logro de esos objetivos la segura alcaidía de Vitali Klitschko para transformar a Kiev en una capital global (también como Buenos Aires)
7.       En esta pulseada no habrá ganadores ni perdedores. El decurso del conflicto ucraniano invita a seguirlo con atención. Probablemente sea uno de los más proficuos para ver el timing de la marcha de la globalización por lo menos en su aspecto político.

Ing. Alberto Ford
Arroyo del Gato, abril de 2014








[i] Las encuestas dan ganador el multimillonario Piotr Poroshenko que amplió la ventaja a partir de que el boxeador Vitali Klitschko retirara su candidatura para postularse al cargo del alcalde de Kiev con el propósito de transformarla en una capital global. Segunda aparece Yulia Timoshenko más proclive al diálogo con Rusia.
[ii] Merkel y Putin hablan entre ellos en una especie de cocoliche mechando palabras del ruso al alemán. Este último idioma es manejado por el líder ruso desde la época en que era residente de la KGB en Berlín. Merkel por su parte conoce bastante del ruso aprendido cuando era una líder disidente en tiempos de la ocupación soviética (y seguramente seguida de cerca por los esbirros de Putin)
[iii] En la cumbre de Pittsburgh fue aceptada un proyecto de Lula de disolver el G8 y reemplazarlo definitivamente por el G20 lo que fue visto como una demostración de la influencia del presidente brasilero. Ver: http://mundofleko.wordpress.com/2009/09/27/g20-el-nuevo-orden-mundial/ En otra oportunidad el cardenal Tarsicio Bertone, cuando era número dos del Vaticano, opinó que los resultados del G8 no estaban a la altura de las expectativas y esperaba que los del G20 sean mejores. http://www.laestrellachiloe.cl/prontus4_nots/site/artic/20100627/pags/20100627104347.html
[iv] Citado por Francisco G. Basterra, El País, 28/03/2014  http://internacional.elpais.com/internacional/2014/03/28/actualidad/1396029805_005532.html  
[v] Rusia dio por terminado el acuerdo unilateralmente por la pérdida de sentido que significa que Sebastopol donde está la base forme parte del territorio anexado.
[vi] algún pícaro no pudo evitar la tentación de comparar esa actitud con la de los Kirchner cuando favorecen de diversas maneras a sus intereses en Santa Cruz
[vii] en algún momento puede dar lugar a una conferencia que dicte doctrina al respecto dada la cantidad de regiones que hay en el mundo partidas o encorsetadas por fronteras nacionales
[viii] Ver: http://internacional.elpais.com/internacional/2014/03/30/actualidad/1396202924_781078.html
[ix]Con el nombramiento de varios oligarcas como gobernadores en puntos conflictivos del este –entre ellos Donetsk-, Kiev intenta in extremis apuntalar la estabilidad de la región con personajes de peso, bien conocidos y poderosos. Pero esas designaciones no han hecho sino inflamar los ánimos de los prorrusos...que el gobernador de Donetsk sea un oligarca es muy ofensivo para la gente que pasa dificultades” ha declarado Andrei Purgin, líder de República de Donetsk  Ver: http://internacional.elpais.com/internacional/2014/04/06/actualidad/1396811045_562024.html
[x] Manuel Florentín, El País, http://internacional.elpais.com/internacional/2014/03/14/actualidad/1394812700_566485.html
[xi] Ver: http://www.g20.utoronto.ca/2013/2013-0906-declaration.html
[xii] Ver: http://www.g20.utoronto.ca/2013/2013-0906-rta.html
[xiii] La denominación “pro-cónsul” hace alusión a los que se encargaban en el imperio romano de administrar las provincias. A veces se la suele utilizar ahora en sentido figurado. Una lista tentativa de las regiones y países hegemónicos puede ser la siguiente: América Latina (Brasil), África subsahariana (Sudáfrica), Cuenca del Mar Negro (Turquía), Norteamérica (EEUU), Eurasia (Rusia), Europa (Alemania), etc. etc. en una disposición abierta que hay que ir viendo sobre la marcha de los acontecimientos.
[xiv] Ver: es.rbth.com
[xv] Stanislav Tkachenko, suplemento RBTH, diario La Nación, Buenos Aires, 5 de marzo de 2014
[xvi] Un estado colchón (o estado tapón) es un término geopolítico para designar un país situado entre dos grandes potencias previsiblemente hostiles, y que, por su propia existencia, se cree que puede prevenir el conflicto entre las mismas. Por lo general, cuando un estado colchón es realmente independiente, su política exterior tiene una orientación neutralista (wiki)
[xvii] mi profesora de Geografía del secundario, la “vieja” Botelli, me grabó a fuego hasta el día de hoy la palabra chernoziom (tan rimbombante como samborombón) que pronunciaba con su voz estentórea acentuando la última sílaba para hacerla resonar intensamente

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