domingo, 17 de agosto de 2025

 

Alaska es un punto de inflexión

El reciente encuentro entre los presidentes de Estados Unidos y Rusia en Alaska no solo tiene una importancia geopolítica evidente, sino también un peso simbólico que merece ser observado con atención. Este encuentro, inesperado en su forma y fondo, puede entenderse como un punto de inflexión en la dinámica del conflicto en Ucrania y, más ampliamente, en la redefinición del orden internacional.

Uno de los elementos más destacados es la geografía: apenas 4 kilómetros separan a Alaska de Rusia. Esa cercanía, por sí sola, rompe con la narrativa artificial de distancia y confrontación absoluta entre ambos países. Además, el lugar del encuentro—un territorio que una vez fue ruso—subraya de forma sutil pero poderosa la idea de que las transacciones territoriales no son una anomalía histórica, sino parte del devenir geopolítico.

Alaska está impregnada de simbología rusa: toponimia, cementerios ortodoxos, iglesias, nombres de familia. Ese entorno da una sensación de familiaridad que suaviza la imagen de antagonismo y refuerza la idea de que, aunque las naciones se enfrenten, hay raíces comunes que no desaparecen.

En el plano comunicacional, destacó el manejo del inglés por parte de Putin, lo cual acerca el discurso ruso al público anglosajón, desafiando la habitual barrera del idioma. Detalles como que ambos líderes viajen en el mismo vehículo en la ceremonia de recepción en la pista de la base aérea, o que Putin proponga, en inglés, un próximo encuentro en Moscú, revelan un nivel de cordialidad cuidadosamente calculada.

La conferencia de prensa posterior dejó más preguntas que respuestas. Putin abrió con un discurso bien estructurado, que combinó guion y espontaneidad sin perder solidez. Trump, por su parte, fue menos sustancioso y más directo, una gestualidad habitual en el presidente estadounidense, lo cual fue explotado por los titulares occidentales que se centraron exclusivamente en su presentación.

Cabe recordar que la reunión fue cerrada; lo verdaderamente discutido no trascendió. Pese a eso, el profesionalismo en la organización fue evidente: la elección del lugar, el manejo del tiempo y la mínima anticipación en la comunicación fueron manejos geopolíticos de alto nivel.

El lema del encuentro fue “buscar la paz”, no “hacer la paz” en Ucrania. Eso es revelador del estado actual de las conversaciones: aún no se ha alcanzado el punto de consenso, pero hay una voluntad de exploración.

Otros gestos, como el recuerdo de la ruta de suministro estadounidense a la URSS durante la Segunda Guerra Mundial que pasaba por Alaska, refuerzan un mensaje: hay precedentes de cooperación entre estos dos actores que hoy muestran un protagonismo ni imaginado hasta ahora.

En síntesis, el encuentro de Alaska es un ejercicio de diplomacia en un mundo aún regido por las lógicas de Clausewitz, donde la guerra no elimina la política, sino que la redefine. Se construye un mundo multipolar, y Europa, atrapada entre narrativas muy forzadas, empieza a pasar de exigir “alto el fuego” a hablar de acuerdos de paz. En ese sentido, reaparece el espíritu del Acuerdo de Astaná (2010), que recordaba que no puede haber seguridad a costa de otro, mirando Eurasia en su conjunto.

Michael von der Schulenburg y la lógica de la diplomacia

Michael von der Schulenburg, diplomático alemán con 34 años de experiencia como secretario general adjunto en las Naciones Unidas y hoy miembro del Parlamento Europeo, ha ofrecido una lectura aguda y contundente del encuentro de Alaska. En su análisis, este no fue un simple gesto de protocolo, sino un verdadero ejercicio de construcción de confianza. Lo califica como un encuentro extremadamente exitoso, aunque no se haya sellado ningún acuerdo formal.

Para Schulenburg, la confianza es el cimiento imprescindible de cualquier proceso de paz. Recuerda que en el conflicto Irán-Irak se necesitaron más de tres años de negociaciones para lograr un alto el fuego precisamente por esa falta de confianza. No basta con acordar términos; hay que estar seguro de que serán respetados.

Hoy, sin embargo, observa una ausencia total de diplomacia. En lugar de comprender al otro, se prefiere descalificarlo. No se sabe qué piensa Rusia, ni China, ni Irán, porque los canales diplomáticos han sido reemplazados por monólogos morales. Schulenburg aclara: comprender al otro no implica estar de acuerdo, sino tomar en serio sus intereses para poder negociar.

Critica duramente la autocomplacencia moral de Occidente, que considera legítimo exigir reparación a Rusia incluso si está ganando en el campo de batalla. Esta actitud, lejos de ayudar, obstaculiza una salida negociada.

Según su análisis, la reunión de Alaska cambió las reglas del juego. El mensaje implícito fue claro: la guerra ha terminado, o al menos, se entra en una nueva fase. La presencia militar en la recepción fue modesta, sin alardes, ni generales condecorados con medallas; y eso no es casual.

Schulenburg sostiene que Ucrania ya ha perdido la guerra, aunque cueste aceptarlo. Las opciones ahora son negociar alrededor de las condiciones que impone el ganador o enfrentarse al colapso militar e institucional. El riesgo es claro: si no hay acuerdo, Rusia avanzará sobre Odesa, y Ucrania podría perder mucho más territorio.

En su visión realista, hacer la paz implica aceptar las realidades en el terreno, no defender una narrativa idealizada. También advierte sobre la militarización de la Unión Europea, que se está llevando a cabo al margen de los tratados y con objetivos poco claros. La idea de que con el 5% del presupuesto podría competir con EE.UU. o China es una ilusión peligrosa.

Finalmente, desarma la idea del “orden basado en reglas” como una fórmula manipulable: son las reglas de la OTAN, utilizadas selectivamente para justificar acciones unilaterales.

La entrevista puede verse en https://www.youtube.com/watch?v=q0JG3CiAN4U

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El encuentro de Alaska no debe juzgarse por lo que se dijo públicamente, sino por el acto político de alto calibre que representa. Tanto los gestos visibles como los mensajes implícitos revelan que estamos ante un reordenamiento geopolítico profundo. Por su parte, las declaraciones de Michael von der Schulenburg nos ayudan a comprender el valor de la diplomacia y la inevitabilidad de aceptar ciertas incomodidades si se trata de la construcción de una realidad que se sostenga.

El mundo que viene no será unipolar ni ideológicamente homogéneo. Será un mundo más duro, pero también más sincero.

Ing. Alberto Ford

IRI/UNLP

albertoford42@yahoo.com.ar

Buenos Aires, 17 de agosto de 2025

 

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