Alaska es un punto de inflexión
El
reciente encuentro entre los presidentes de Estados Unidos y Rusia en Alaska no
solo tiene una importancia geopolítica evidente, sino también un peso simbólico
que merece ser observado con atención. Este encuentro, inesperado en su forma y
fondo, puede entenderse como un punto de inflexión en la dinámica del
conflicto en Ucrania y, más ampliamente, en la redefinición del orden internacional.
Uno de
los elementos más destacados es la geografía: apenas 4 kilómetros
separan a Alaska de Rusia. Esa cercanía, por sí sola, rompe con la narrativa
artificial de distancia y confrontación absoluta entre ambos países. Además, el
lugar del encuentro—un territorio que una vez fue ruso—subraya de forma sutil
pero poderosa la idea de que las transacciones territoriales no son una
anomalía histórica, sino parte del devenir geopolítico.
Alaska
está impregnada de simbología rusa: toponimia, cementerios ortodoxos,
iglesias, nombres de familia. Ese entorno da una sensación de familiaridad que
suaviza la imagen de antagonismo y refuerza la idea de que, aunque las naciones
se enfrenten, hay raíces comunes que no desaparecen.
En el
plano comunicacional, destacó el manejo del inglés por parte de Putin,
lo cual acerca el discurso ruso al público anglosajón, desafiando la habitual
barrera del idioma. Detalles como que ambos líderes viajen en el mismo vehículo
en la ceremonia de recepción en la pista de la base aérea, o que Putin
proponga, en inglés, un próximo encuentro en Moscú, revelan un nivel de cordialidad
cuidadosamente calculada.
La conferencia
de prensa posterior dejó más preguntas que respuestas. Putin abrió con un
discurso bien estructurado, que combinó guion y espontaneidad sin perder
solidez. Trump, por su parte, fue menos sustancioso y más directo, una
gestualidad habitual en el presidente estadounidense, lo cual fue explotado por
los titulares occidentales que se centraron exclusivamente en su presentación.
Cabe
recordar que la reunión fue cerrada; lo verdaderamente discutido no
trascendió. Pese a eso, el profesionalismo en la organización fue evidente: la
elección del lugar, el manejo del tiempo y la mínima anticipación en la
comunicación fueron manejos geopolíticos de alto nivel.
El lema
del encuentro fue “buscar la paz”, no “hacer la paz” en Ucrania. Eso es
revelador del estado actual de las conversaciones: aún no se ha alcanzado el
punto de consenso, pero hay una voluntad de exploración.
Otros
gestos, como el recuerdo de la ruta de suministro estadounidense a la URSS
durante la Segunda Guerra Mundial que pasaba por Alaska, refuerzan un mensaje: hay
precedentes de cooperación entre estos dos actores que hoy muestran un
protagonismo ni imaginado hasta ahora.
En
síntesis, el encuentro de Alaska es un ejercicio de diplomacia en un mundo aún
regido por las lógicas de Clausewitz, donde la guerra no elimina la política,
sino que la redefine. Se construye un mundo multipolar, y Europa,
atrapada entre narrativas muy forzadas, empieza a pasar de exigir “alto el
fuego” a hablar de acuerdos de paz. En ese sentido, reaparece el
espíritu del Acuerdo de Astaná (2010), que recordaba que no puede haber
seguridad a costa de otro, mirando
Eurasia en su conjunto.
Michael von der Schulenburg y la
lógica de la diplomacia
Michael
von der Schulenburg, diplomático alemán con 34 años de experiencia como
secretario general adjunto en las Naciones Unidas y hoy miembro del Parlamento
Europeo, ha ofrecido una lectura aguda y contundente del encuentro de Alaska.
En su análisis, este no fue un simple gesto de protocolo, sino un verdadero ejercicio
de construcción de confianza. Lo califica como un encuentro extremadamente
exitoso, aunque no se haya sellado ningún acuerdo formal.
Para
Schulenburg, la confianza es el cimiento imprescindible de cualquier
proceso de paz. Recuerda que en el conflicto Irán-Irak se necesitaron más de
tres años de negociaciones para lograr un alto el fuego precisamente por esa
falta de confianza. No basta con acordar términos; hay que estar seguro de que
serán respetados.
Hoy, sin
embargo, observa una ausencia total de diplomacia. En lugar de
comprender al otro, se prefiere descalificarlo. No se sabe qué piensa Rusia,
ni China, ni Irán, porque los canales diplomáticos han sido reemplazados
por monólogos morales. Schulenburg aclara: comprender al otro no implica
estar de acuerdo, sino tomar en serio sus intereses para poder negociar.
Critica
duramente la autocomplacencia moral de Occidente, que considera legítimo
exigir reparación a Rusia incluso si está ganando en el campo de batalla. Esta
actitud, lejos de ayudar, obstaculiza una salida negociada.
Según su
análisis, la reunión de Alaska cambió las reglas del juego. El mensaje
implícito fue claro: la guerra ha terminado, o al menos, se entra en
una nueva fase. La presencia militar en la recepción fue modesta, sin
alardes, ni generales condecorados con medallas; y eso no es casual.
Schulenburg
sostiene que Ucrania ya ha perdido la guerra, aunque cueste aceptarlo.
Las opciones ahora son negociar alrededor de las condiciones que impone el
ganador o enfrentarse al colapso militar e institucional. El riesgo es claro:
si no hay acuerdo, Rusia avanzará sobre
Odesa, y Ucrania podría perder
mucho más territorio.
En su
visión realista, hacer la paz implica aceptar las realidades en el terreno,
no defender una narrativa idealizada. También advierte sobre la militarización
de la Unión Europea, que se está llevando a cabo al margen de los tratados
y con objetivos poco claros. La idea de que con el 5% del presupuesto podría
competir con EE.UU. o China es una ilusión peligrosa.
Finalmente,
desarma la idea del “orden basado en reglas” como una fórmula
manipulable: son las reglas de la OTAN, utilizadas selectivamente para
justificar acciones unilaterales.
La entrevista puede verse en https://www.youtube.com/watch?v=q0JG3CiAN4U
—o0o—
El
encuentro de Alaska no debe juzgarse por lo que se dijo públicamente, sino por
el acto político de alto calibre que representa. Tanto los gestos
visibles como los mensajes implícitos revelan que estamos ante un reordenamiento
geopolítico profundo. Por su parte, las declaraciones de Michael von der
Schulenburg nos ayudan a comprender el valor de la diplomacia y la inevitabilidad
de aceptar ciertas incomodidades si se trata de la construcción de una realidad
que se sostenga.
El mundo
que viene no será unipolar ni ideológicamente homogéneo. Será un mundo
más duro, pero también más sincero.
Ing. Alberto Ford
IRI/UNLP
Buenos Aires, 17 de agosto de 2025
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