Milei ya es tendencia…
Estamos viviendo horas inesperadas
de alta significación y trascendencia. La presunción de que nuestro país está
ingresando a una nueva era se está viendo confirmada en varios aspectos, entre
ellos una actividad parlamentaria de hondo contenido refundador, más algunos
eventos citados en este trabajo como la multitudinaria manifestación opositora
en defensa de la educación pública y las siempre provocativas definiciones del
Presidente Milei. Aunque explicar la presente situación no sea tarea sencilla, es
oportuno delinear trazos gruesos sobre lo que está pasando y hacer algunas
preguntas que con seguridad irán teniendo sus respuestas con el paso de los
días y las semanas. Ahí vamos.
Por medio de una conjunción informativo-comunicacional que
marca otro hito en el proceso de definición y afianzamiento de la
gobernabilidad, son el inefable Milei y su iniciativa parlamentaria -pero reformulada
y vuelta a presentar en proceso - los que provocan un escalofrío que sacude las
redes, al igual que hace apenas unas semanas ocurrió con el proyecto de Ley de
Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos conocida
popularmente como «ley ómnibus».
Una inescindible asociación temporal producida entre el
lunes de la semana pasada, en el que el Presidente dio un discurso en cadena en
el horario central (prime time), y el
miércoles siguiente cuando con el mismo fin ocupó el atril de la Fundación
Libertad, permitió conjugar ambos eventos para situar en el entremedio una
multitudinaria manifestación opositora en defensa de la educación pública que
tuvo lugar en la plaza Congreso y sus alrededores.
Tanto la alocución televisiva como la intervención en la
cena libertaria, le permitió a Milei compartir datos sobre la evolución de la
economía, en particular, la incipiente desaceleración de la inflación, un
indicador muy sentido ampliamente en la sociedad, cuya evolución favorable ya
comienza a ser percibido en las góndolas del día a día.
Por el contrario, la manifestación, con la estética habitual
de las convocatorias estudiantiles, fue el canal que viabilizó por primera vez
en forma masiva la sensación negativa que provocan las medidas del nuevo
gobierno en el variopinto arco opositor, en el que tuvo su papel protagónico la
ex presidenta CFK al saludar agitando un jogging
con la inscripción de la UNLP desde el balcón del Instituto Patria.
Ese día, la presencia peronista sin exclusiones –la CGT
contribuyó con la logística del acto- obró de sorpresivo remake, como si en las administraciones del General, principalmente
en la primera y la tercera con las gestiones de Oscar Ivanissevich, se hubiera evidenciado
que los peronistas son tenaces defensoras de la educación pública.
La participaron de varios centenares de miles de
manifestantes dio lugar a diversas interpretaciones. Un antecedente de tanta
masividad por la educación se remonta a fines de los cincuenta del siglo pasado
cuando se enfrentaron en todo el país los partidarios de la “la laica y la
libre”.
En 1958, durante el gobierno desarrollista, la lucha contra
una ley favorable a la «enseñanza libre» se dio en la mayoría de las
facultades y colegios secundario, cuyas instalaciones fueron ocupadas en
algunos casos por de más de un mes. En septiembre de aquel año se produjo un
pico de participación con manifestaciones que llenaron las calles de todo el
país, y una multitudinaria iniciativa de la FUA rebalsó la mismísima Plaza del
Congreso con la presencia de partidos políticos, sindicatos y otras fuerzas de
la sociedad civil entre los 350.000 concurrentes.
Finalmente, el gobierno pudo imponer la «enseñanza
libre»
y las universidades privadas que hoy conocemos –entre ellas las confesionales
por lo que la Iglesia Católica fue uno de los bandos más activos en las luchas-
fueron autorizadas para emitir títulos habilitantes merced al sorpresivo
“panquecazo” del diputado radical Domingorena que había estado a cargo
inicialmente de la presentación de un proyecto de ley que planteaba exactamente
lo contrario. Curiosamente, los dos actores principales de la prolongada
contienda fueron los hermanos Frondizi, Arturo, presidente de la República, y
el Rector de la UBA, Risieri, de militancia izquierdista.
A diferencia de aquella oportunidad, la manifestación de la
semana pasada transcurrió en orden y no hubo necesidad de aplicar el protocolo
antidisturbios. Sin embargo, a pesar de la moderación imperante, una buena
costumbre que se viene imponiendo con la actual administración, entre analistas
y comunicadores en forma unánime (¿editorismo?) se ponderó la realización de la
marcha como “un error del gobierno de Milei” (¿?). Al respecto, pasados unos
días, cabe hacer algunas consideraciones.
Si los estudiantes tienen temor a que les cierren las
facultades y, en general, si la gente sale a la calle porque que está sufriendo
el durísimo ajuste que se está aplicando, ¿al gobierno le conviene reprimir esas
sensaciones que provocan un particular estado de ánimo? ¿es contraproducente
que se descongestione el obvio malestar y hasta un temor esperanzado imperante la
sociedad o se canalice el estupor y/o la inconciencia, visibles en amplios
sectores de la misma?
El sentido común y la experiencia dicen que al igual que en
circunstancias como las vividas, con ese tipo de acciones en la vía pública no se
producen modificaciones importantes en las motivaciones de las luchas ni en los
pareceres de quienes participan activamente o se quedan en la casa para verla
por TV, aunque en esta oportunidad, insólitamente, hay que señalar que las
encuestas posteriores han mostrado que la imagen presidencial se incrementó en
tres puntos (¡).
Hay que repasar la historia para verificar que las
manifestaciones estudiantiles con apoyo popular en las calles nunca han dado
resultados trascendentes salvo en Córdoba en 1918 cuando se impuso la Reforma
Universitaria.
[Una
personal. En 1967, en Ingeniería Química de Santa Fe, con Roberto Pirles fuimos
los primeros sancionados del país a los pocos minutos de ser publicada la Ley
Orgánica de las Universidades N° 17245. A ambos, yo comunista, Pirles ateneísta
-luego oficial montonero, asesinado en “un intento de fuga” de su detención en
La Plata- la dictadura de Onganía nos cortó de cuajo nuestras carreras en la
Facultad como docentes-alumnos rentados obviamente de altos promedios. Fue un
momento de grandes manifestaciones en todas las universidades las que empero no
hicieron retroceder a los militares]
Los resultados están a la vista. Para el gobierno lo sucedido es un problema sin muchas complicaciones; a lo sumo una situación caótica pero controlada (caos del bueno), que obra de variable en el sofisticado «método Milei» como provocación para incentivar la polaridad del espectro político y lograr de esa manera una gobernabilidad más sólida, promisoria y sustentable. Por el contrario, las dificultades para el abordaje de la problemática se dieron con mayor crudeza del lado del análisis, donde interpretar lo que pasó devino en un desafío no siempre resuelto airosamente. Por añadidura, el grosero “entrismo” peronista tal como se patentizó en la marcha estuvo generando inquietud en una oposición muy heterogénea y desconcertada.
Porqué
llegó Milei
No tanto por algunos ribetes ideológicos, pero sí desde la
sinceridad y la consecuencia, se diferencia del presidente Menem –gran triunfador
inspirado en el célebre apotegma “síganme que no los voy a defraudar”- que luego
hizo todo lo contrario de lo que había prometido, admitiendo ya en funciones
que si transparentaba sus verdaderas intenciones nadie lo hubiera votado.
En torno a la caracterización de la fuerza impulsora que
catapultó a Milei la biblioteca está dividida. Están los que piensan que Milei:
a) representa un proyecto tendiente a promover la recuperación nacional para
salir de la decadencia, y b) los que ponen el acento en la necesidad, no
siempre expresada con claridad, de rechazar un orden corrupto que se fue
estableciendo con los años.
En la historia del último siglo las posiciones liberales en
lo económico siempre han sido minoritarias, como también han sido infructuosos sus
intentos de imponerlas abiertamente a través de las urnas. Por eso llama
atención, sobre todo entre nosotros, el triunfo electoral de Milei, no así en
el exterior donde los cuestionamientos al estado de bienestar (y hasta el liberalismo
político viendo sus resultados) son parte de las discusiones de hoy en día en los
medios políticos y académicos referidas a los vaivenes de la gobernabilidad en el
sistema democrático.
La otra explicación del triunfo electoral por el 56% de los
votos se basa en el hartazgo generalizado de la sociedad por la decadencia
establecida, un estado de ánimo que se vio potenciado por las urgencias de necesidades
básicas insatisfechas capaces de orientar dramáticamente las preferencias
electorales hacia una salida impensada no mucho antes.
En cualquier caso, la gravedad de la situación hizo plausible
y hasta expectante la amenaza, luego hecha realidad, de la «motosierra».
Durante ochenta años, las distintas administraciones que nos gobernaron, con
especial énfasis las de peronistas y militares, armaron el escenario perfecto
para la viabilidad de un Milei que prometía dar por tierra con usos y abusos de
costumbres establecidas.
Milei ha tomado al gobierno con un bagaje metodológico
desconocido en la Argentina caracterizado por el abordaje de la cosa pública
con aparente improvisación y hasta desidia, dando espacio a la incertidumbre y/o
expectativas cautelosas en el electorado.
Esto que
está pasando
Para empezar: quien
piense que la gestión diaria del Presidente es una consecuencia de lo que se le
ocurre en el desayuno de cada mañana, está muy equivocado.
Las acciones -en apariencia caóticas, improvisadas y hasta
contradictorias- con las que se desenvuelve el gobierno, deberán ser la consecuencia
de tácticas y estrategias comprendidas en nuevas herramientas de gestión, y si
bien por razones obvias no sea posible saber con exactitud cómo se gestan, a la
luz de los resultados obtenidos se puede presumir cuáles son las fuerzas del
cielo que las inspiran.
Las dificultades no son menores y dan lugar a distintas
ponderaciones cuando se trata de analizar los detalles de la gobernanza y
opinar sobre ellos. A priori, según los comunicadores, focus groups y
encuestas, las respuestas más frecuentes y las características de los
interrogados sobre el nuevo gobierno son:
1.
Los que están de acuerdo (56% que lo votó con
tendencia al incremento)
2.
Los que están de acuerdo con el diagnóstico,
pero dudan de la viabilidad del proyecto (descreídos)
3.
Los que se preguntan preocupados si el sistema y
la gente aguantará el ajuste (pesimista tóxico, que menosprecia, pasa por alto
o en el fondo envidia políticamente la histórica transformación en curso)
4.
Los que anteponen la preocupación y se
horrorizan por los procedimientos utilizados pensando que las cosas se deberían
hacer de otra manera para evitar los sufrimientos de la gente (cinismo)
5.
Los que creen en el déjà vu, están convencidos que Milei es un error (opositor cautivo
pero desconcertado)
A pesar de la previsible diversidad de puntos de vista hay una realidad
que prima: con su método extravagante de gobernar y los objetivos a los que
apunta, Milei ya ha creado un antecedente absolutamente original que
permanecerá indeleble en la historia argentina.
Con solo evidenciar en forma descarnada -aunque no muy
cortésmente hay que reconocerlo- las consecuencias del camino recorrido en los
últimos ochenta años, está protagonizando un hecho en sí mismo de trascendencia
sin igual. Como nunca, el medio es el mensaje.
Con las primeras medidas, sobre todo aquellas que se
identifican con la inquietante metáfora de la motosierra, el gobierno se ha
lanzado de lleno a desmontar estructuras cristalizadas que son una expresión de
la malformación ominosa derivada de la incesante frustración a que fuimos
sometidos.
El convencimiento que muestra el presidente -a veces con
formas comparables al fundamentalismo de los fanáticos- es una clara evidencia
de que esto recién empieza y no se va a detener.
Sin embargo, desde el punto de vista de la sustentabilidad
del proyecto, es en la ecuación que conjuga la combinación de los factores
endógenos y exógenos donde radica el factor determinante del camino a recorrer.
Negar la existencia contradictoria pero complementaria de los dos componentes
es como pretender explicar la digitalización prescindiendo del cero.
En esta oportunidad se registra un aumento notorio de las
influencias externas que confiere a la administración Milei una cuota adicional
de sostenibilidad por lo que la reinserción de nuestro país en la escena
internacional se verá favorecida. En ese plano, aun sin que los observadores
dejen de mostrar cierta sorpresa, es evidente una aprobación de la figura del
presidente, sobre todo en el lado democrático de la grieta global donde
sobresale la ostensible presencia del establishment estadounidense, tanto desde
lo público como de lo privado, a pesar de que las relaciones entre los dos países
a lo largo de la historia no han sido de total confianza.
El apoyo es explícito, superactuado, como nunca lo disfrutó nuestro
país, o también indirecto, visible por sus evidencias, con indicios de alto
contenido simbólico que hablan por sí mismos. Por otro lado, las críticas del
lado autocrático de la grieta global o de algunos hermanos latinoamericanos
-que no son abundantes ni demuestran ser muy convincentes- lo fortalecen y
legitiman internacionalmente.
La ecuación política dominantes es desigual y de resultados
previsibles. El precipitado gasto por parte de la crítica de cartuchos
conceptuales en arsenales poco abastecidos versus la variación positiva de
índices económicos de alto impacto entre la mayoría de la población,
constituyen una antinomia atípica –peras y manzanas- entre la fantasía y la
realidad, pero sin embargo es la que irá determinando la marcha del proceso.
Créase o no, la contra no tiene con qué darle al proyecto liberal. La argumentación crítica es endeble, carente de sustancia. No es una casualidad, la oposición no pueden superar el «nacionalismo burgués» que ha caracterizado desde el origen a algunas de las fuerzas políticas que la integran; ahora peor: se ha producido un desfasaje con respecta a los cambios en ciernes lo que provoca una pérdida de sentido como ocurre con la vejez. Un chascarrillo al efecto: me regalaron un GPS para la tercera edad; indica cómo llegar y me recuerda para qué iba.
Si Milei toma alguna medida correctora que supuestamente sea
a consecuencia de presiones de cualquier tipo y no esté prevista, dicen que
está “aprendiendo” a hacer política. Milei no tiene nada extraordinario que
aprender que no esté escrito con letras de molde en su cuaderno de bitácora, y que
no sea consonante con su perfil rupturista y de comunicador extravagante. ¿Cómo
no va a tener sobresaltos con todo lo que está haciendo?
Ya es hoy el mañana posible, probable, deseable y factible.
Su característico proteccionismo económico hace de la
Argentina uno de los países más cerrados del mundo. Sin embargo, a tono con
otros aspectos de su vida, en que ha mostrado una apertura infrecuente, nuestro
país, ante los influjos de la globalización, se irá abriendo a nuevas vivencias
como las tapas de un libro sabio. En la situación incipiente, noticias
inesperadas nos irán poniendo ante un montón de oportunidades capaz de
generarnos una nueva vida, aun sufriendo los dolores del parto.
El cambio de paradigma en curso, así como el inicio de un
nuevo ciclo largo de crecimiento -como ocurrió en 1776 y en 1862 a diferencia
de 1930 cuando las corporaciones del poder, en particular sectores productivos
favorecidos por prebendas del Estado, con la contribución decisiva de factores
externos muy influyentes, iniciaron otro ciclo largo en este caso de decadencia-
debe estar sustentado en una política externa que permita a la Argentina
mantener vínculos con todos los países, aun con los del otro lado de la grieta
global, de manera de diversificar el comercio y la cooperación internacional en
todas las áreas posibles.
Ing. Alberto Ford
IRI / UNLP
albertoford42@yahoo.com.ar
Buenos Aires, mayo de 2024
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