Globalización en tiempo de virus
Antecedentes
El trabajo
se basa en el supuesto que la crisis en curso estará actuando de las más
diversas formas para la culminación del proceso globalizador.
La hipótesis
que sustenta la afirmación considera que la globalización es un estadio de
reciente aparición, no más lejos de unas décadas, que está iniciando la última
fase de su establecimiento. Y, en ese contexto, las graves perturbaciones
provocadas por el coronavirus no pueden dejar de jugar un papel decisivo que
afecte al conjunto de ese proceso.
Es una
materia pendiente la inclusión masiva de quienes hasta ahora no se han visto
favorecidos por el acceso a las posibilidades materiales y espirituales que
ofrece la enorme riqueza acumulada desde la gestación de la Revolución
científica y tecnológica (RC&T) en la segunda parte del siglo XX. La
gigantesca movida, sin antecedentes por la diversidad y alcances de sus
resultados, se va canalizando, como siguiendo los meandros de un caudal
impetuoso, hacia el puerto de la definitiva erradicación de la faz de la tierra
de todas las situaciones de pobreza, tal como las conocemos hoy.
La
afirmación anterior presupone, por sus implicancias, que en el mundo se abre un
ciclo de mediano y largo plazo. Semejante objetivo, que se ha puesto en marcha,
no se puede alcanzar de la noche a la mañana; tampoco los asuntos del día a día
siempre marcan tendencias: es un proceso lleno de idas y venidas, altos y
bajos. Para dar forma a una suposición tan concreta e inclusiva -hasta
exagerada para una visión somera de los hechos corrientes- es necesario
contextualizar el proceso globalizador, sobre todo, atendiendo a las distintas
etapas recorridas y por recorrer, desde su irrupción hace ya 4 décadas
La
globalización es un cuerpo vivo y, en carácter de tal, tiene un antes, un
momento de aparición, y un después, cuando ya establecida comienza su
despliegue autopoiético. La globalización no nace cuando el primer hombre baja
del árbol. Tampoco con los viajes de Colón ni con el aumento del comercio
producto de la expansión colonial e imperialista de fines del siglo XIX. Todos
esos son antecedentes que remiten inexorablemente al punto de partida. Pero la
globalización reúne una serie de características que solo se pueden manifestar
en el presente como corolario de las pulsiones territoriales ampliatorias que
han existido desde la primera hora. En el largo viaje de la especie humana, van
dando lugar a distintas eras o formas en que se organizan las sociedades.
En esos
momentos previos hay progreso porque este nunca cesa. Pero no todos ellos
tienen las mismas características ni grado de evolución y complejidad que en el
establecimiento del fenómeno. Haciendo un símil, estamos viviendo la rotura del
cascarón por parte de la sociedad humana como enseguida veremos, y la especie
está empezando a caminar una nueva era, inédita en su composición, de su
devenir.
La Revolución científico tecnológica
La
globalización es un proceso omnibarcativo, que afecta la vida de los
ecosistemas en todas sus dimensiones. Su advenimiento es una consecuencia
directa de la Revolución científico tecnológica (RC&T) desplegada
impetuosamente luego de la finalización de la Segunda Guerra Mundial.
El esfuerzo
concentrado del proyecto Manhattan para producir la primera bomba atómica se
hizo sentir en todas las ramas del conocimiento, no solo en las denominadas
ciencias duras. El manejo de la energía del átomo, la computación, la
cibernética, la teoría de los sistemas, las ciencias físico-matemáticas, la
química, la biología y muchas otras disciplinas devenidas en tecnologías, pero
también la medicina, la sociología, la psicología y toda una gama de saberes de
las denominadas ciencias blandas, pusieron en manos del ser humano herramientas
revolucionarias para su evolución. Las consecuencias fueron innumerables. Pero
hubo una que terminó siendo la más determinante: por primera vez en la
historias se podía producir más bienes y servicios que los que el ser humano
estaba en condiciones de consumir; o sea, la oferta potencial superaba a
cualquier demanda imaginable. Significaba
en potencia el fin de la escasez en el que el ser humano había vivido desde su
origen. Ahora el problema había sufrido un giro copernicano: no se trataba
de seguir viviendo en la desesperanza por lo que faltaba o era imposible
alcanzar, sino la posibilidad de acceder a lo que ya estaba al alcance de la
mano si no fuera porque una organización del mundo de suma cero, basada en la
expoliación, lo impedía. Para el productor ahora el cuello de botella pasaba a
ser la demanda (existente o por crear) insatisfecha. La resolución del
intríngulis conceptual alumbraba las condiciones para el nacimiento de una
nueva política de suma positiva: todo lo que es producible demanda un
consumidor que lo adquiera. Por cierto, no era esperable que tan sugestiva
evidencia se instalara de pronto en la conciencia colectiva. El caso de las
élites fue distinto. Actuaron con la eficacia que las caracteriza cuando están
en juego sus propios intereses.
La
globalización tiene muchas características originales; la del tiempo real es una de las más
determinantes. Se entiende por tal la simultaneidad con que circula la
información: un estímulo de cualquier tipo emitido desde un lugar del mundo, es
receptado y eventualmente respondido en forma instantánea, con independencia de
la distancia recorrida. No es solo que ahora los mensajes lleguen más rápido
que cuando se transmitían con señales de humo; lo que ha cambiado es que el
ámbito en el que se pueden intercambiar las comunicaciones es todo el planeta en
simultáneo, con una dimensionalidad de alcance
global. La posibilidad comunicativa impacta en la escala en que se
desenvuelven distintas actividades: la circulación de textos, imágenes y sonidos,
el comercio, el manejo financiero (S.W.I.F.T.), la deslocalización de las
empresas, las cadenas globales de valor (GVC), la cultura y las expectativas
universales, la política, las pandemias, etc.
Adelantos
siempre hubo; nunca el conocimiento paró de incrementarse; tampoco las
conquistas y la ocupación del territorio. Esas evidencias irrefutables no
enmascaran, sin embargo, el hecho de que el momento histórico que estamos
viviendo es como el cierre de la pre-historia y el nacimiento de la historia (¿es
oportuno hacer una relectura inteligente de Francis Fukuyama?). La expansión
que se inicia ya es extraterrestre; recién ahora la tierra está totalmente
colonizada por el ser humano. Las diferencias no son de grado, sino de las
características de cómo es el nacimiento de la vida, un momento singular que
vincula el proceso de la gestación y la posterior evolución de la existencia.
Tal vez la
definición de la globalización, aunque abstracta determinante, provenga de
sofisticados conocimientos de las ciencias duras, principalmente de las
matemáticas y la computación. Me refiero con esto a la elaboración de modelos y
la posibilidad de procesarlos con las computadoras para conducir los proceso de
desarrollo. Son conocimientos, madurados alrededor de los setenta, que hicieron
posible la representación de diversas actividades humanas a nivel planetario, y
la posibilidad de que esos modelos permitieran la gestión de diversas
actividades, como después veremos.
El origen político de la
globalización
En las
deliberaciones de la Comisión Trilateral ya se admite la existencia de los
modelos globales cuando se analiza la tensión existente entre “las acciones
nacionales que afectan la estructura de la producción (y) el objetivo de un
mercado mundial abierto para bienes y servicios basado en la competencia”.
Luego de sugerir que “una solución posible a esta tensión sería aumentar la
planificación de la producción y las políticas sociales a un nivel global decidiendo lo que debería producirse en cada
país” (subr. AF), se preguntaban “¿bajo qué autoridad política se decidiría
tal asignación? ¿Cómo serían resueltos los conflictos entre las naciones? ¿De
quién sería el conocimiento y los ‘modelos´ de intercambio económico a usarse?”[i]
Denominado Los límites del crecimiento, el primero
de los modelos conocidos fue realizado en 1972 por Donella Meadows y su esposo
Dennis en el MIT. Financiado por el Club de Roma, la difusión del informe tuvo
gran repercusión en sectores atentos a ese tipo de mensajes. Su efecto
persuasivo/disuasor se hizo sentir primero en los países influyentes con la
aparición de reivindicaciones ambientales y sociales alternativas. Así, nuevos
aires políticos comenzaron a poner en el tapete el asomo de amenazas
inoportunas que cuestionaban la sensación de confort que se iba logrando por la
exitosa recuperación de posguerra. Sin embargo, a pesar de la importancia del
informe para generar una nueva sensibilidad con el entorno, paradójicamente se
dijo que el modelo “había fracasado” porque sus sombríos pronósticos no habían
sido cumplidos. Fueron los años en que comienza a adquirir densidad el
movimiento ambientalista.
Una nueva
situación asomaba en la escena internacional aun en el marco de la subsistencia
de graves problemas sin resolver. El principal, las limitaciones objetivas
derivadas de la existencia de una bipolaridad que dividía el mundo en áreas de
influencia. Hasta ese momento, salvo en las mentes más lúcidas con capacidad de
previsión, no parecía que estuviera claro lo que pasaría a los pocos años con
la desaparición de la Unión soviética. Por su parte, dentro del capitalismo,
había limitaciones en el funcionamiento de los mercados internacionales, lo que
condicionaba la plena realización de las posibilidades productivas que se iban
abriendo. A pesar de la exitosa recuperación de posguerra, se dificultaba la
marcha coordinada del sistema debido a la persistencia de relaciones más de
confrontación que de complementariedad entre los países capitalistas más
fuertes. Se imponían acciones de búsqueda de consensos.
Reuniones de
influencers como las organizadas por
el Grupo Bilderberg -creado en los cincuenta por el príncipe Bernardo de
Holanda, abuelo político de nuestra Máxima- fueron las indicadas para receptar
las preocupaciones. Quien con el tiempo apareció como promotor principal de la
movida fue David Rockefeller con su fiel escudero, Henry Kissinger, que
actuaron con suma diligencia. Entonces, aun dentro de lo poco que se mostró
inicialmente, todas esas actuaciones fueron vistas como una maniobra del
imperialismo yanqui para lavarse la cara; por añadidura, los actores
protagónicos incentivaban la suspicacia. La interpretación –confortable y
políticamente correcta de acuerdo a los cánones del progresismo de entonces-
obró de obstáculo insalvable (hasta hoy) para reflexionar en torno a los
significados más profundos de la descomunal transformación política que a nivel global se estaba poniendo en
marcha.
La Comisión
Trilateral fue la usina de la globalización. Convocando a lo más representativo
del sistema capitalista entre la intelectualidad, los máximos dirigentes de las
empresas transnacionales más importante (con la excepción de las del Complejo
Militar Industrial), y los que habían sido o lo serían luego más altos
funcionarios de los gobiernos de los países de Europa, América del Norte y
Japón, puso en movimiento una transformación política, económica, social y
cultural que con el tiempo será vista como la más trascendente de la historia
de la humanidad. El funcionamiento de la Comisión si bien no fue secreto, tuvo
ese aire de discreción que rodea los encuentros importantes de las élites
cuando se discuten cuestiones no nimias. Los vínculos con la conformación de
los gobiernos de ese momento fueron disimulados, no tuvieron la suficiente
trascendencia en la prensa como para constituir una evidencia. Para Noam
Chomsky, lingüista y profesor del MIT, la relación del gobierno de Carter con
la Trilateral fue “la noticia mejor censurada de 1976” a pesar de que el
presidente antes de asumir había sido un miembro conspicuo de la Comisión al
igual que los principales integrantes de su administración.
Henry
Kissinger y Zbigniew Brzezinski fueron los dos directores de la Comisión en su
faz de usina[ii].
El académico y funcionario de origen polaco fue el primero en asumir la
dirección, y tal vez por sus características intelectuales, el que le habrá
dado la impronta inicial. Por su parte, HK se hizo cargo de la coordinación
luego de cumplir las funciones de secretario de estado en el gobierno de Nixon;
el personaje -aun viviente ya cerca de los 100 años de edad- es, a mi juicio,
la metáfora de la globalización en el momento de su puesta en marcha, donde
desplegó sus dotes de negociador todo terreno.[iii]
Se puede decir que el TFR N° 14 de
Richard Cooper et al., ya mencionado en las notas, es la biblia de la globalización.
Como documento liminar de la fase elaborativa de la comisión Trilateral obró de
resumen de los 13 informes iniciales que contemplaron la agenda inicial de la
globalización. Un tema interesante a tener en cuenta, es que el funcionamiento
de la Comisión en los setenta sobre la base de un mundo bipolar, en los
informes hay referencias concretas e insinuantes
a la todavía existente Unión Soviética. No estaban predicando en el desierto. La
crisis ya intuible del sistema socialista estaba en pleno proceso de
incubación. No mucho después, a principios de los ochenta, con el fallecimiento
de Brezhnev, un típico representante de la vieja guardia, se hace cargo del
gobierno Yuri Andrópov, proveniente de la KGB al igual que Vladimir Putin. De
ese servicio de nefasta historia, paradójicamente, salieron los aires de
renovación que desembocaron en el nombramiento de Mijaíl Gorbachov, sepulturero
de la ex URSS, y ganador del Premio Nobel por su labor renovadora. Un conjunto
de transformaciones y cambios se plasman en el año 1979, que es considerado el
año inicial de la globalización por una serie de razones que ahora veremos.
El mundo se recicla. 1979, año cero
Un reciente
video de la Deutsche Welle pasa
revista a acontecimientos de 1979 que influenciaron el decurso posterior, y
cuyas consecuencias llegan hasta nuestros días. Lo tituló: “1979. El año que
marcó el presente”. En el mismo sentido, hay pensadores en los países
desarrollados que se han pronunciado por el nacimiento de una nueva era
teniendo a ese año como punto de partida. Veamos los distintos aspectos del
fenómeno y los eventos registrados:
Religión. Cambios trascendentes en el
catolicismo y el islamismo. La elección de Juan Pablo II fue un acto que
comenzó a mover los cimientos envejecidos de la curia romana. Se incentiva un
proceso larvado, como ocurre en el Vaticano, que llegó hasta la designación
papal de Jorge Bergoglio. Una reafirmación de la pastoral social (y ahora
política), capaz de privilegiar no solo con la imagen la opción por
los pobres, se vio potenciada en su oportunidad con la entrega del premio
Nobel a Teresa de Calcuta. Así, la Iglesia católica, no solo universal con su
denominación sino con intenciones de revalidar su cometido, demuestra en los
hechos el deseo de recuperar terreno perdido, proyectándose a todos los países
sin excepción avalado por la audacia viajera de Francisco. Por su parte, la
caída del Sha de Persia, un fiel aliado de los EEUU, da lugar a la instalación
del Ayatola Jomeini y el lanzamiento del islam a la escena política, cuyas
influencias se extienden a todo el mundo con la acción violenta de los sectores
más radicalizados en el presente.
Sistema socialista. La visita de Juan Pablo II a
Polonia durante una semana, literalmente invisibiliza la existencia del
gobierno del partido Comunista lo que demuestra la endeblez del régimen. Se
incremente en forma exponencial el protagonismo del Sindicato Solidaridad de
Lech Wałęsa cuyas implicancias se extienden a toda Europa oriental. Se registra
el fracaso de la invasión soviética a Afganistán que, pese a los vaticinios de
Occidente, no alcanzó a ser el oprobio que la catástrofe de Vietnam había
significado para los americanos. En todo caso, se ponía en marcha la
descomposición del sistema soviético.
China. Coincidiendo y de hecho como
consecuencia de las labores de consenso que aceleradamente se iban tejiendo en
los setenta, comienza la transferencia masiva de factores de producción[iv]
“llave en mano” de Occidente a Oriente. El descomunal operativo, en el breve
plazo de 40 años, transforma un país devastado por guerras civiles y las
atrocidades cometidas por los comunistas desde la fundación de la República
Popular en 1949, en la primera potencia productiva mundial de bienes y
servicios de consumo masivo. Las conversaciones iniciadas a principios de los
setenta aun en vida de Mao Tse Tung y Chou En Lai, por Richard Nixon y Henry
Kissinger, desembocaron en el nombramiento de Deng Xiaoping al frente de China.
Se inician así, a partir 1979, las transformaciones conocidas como socialismo con características chinas
según el apotegma de que “no importa que un gato sea blanco o negro, lo
importante es que cace ratones”; es, de hecho la justificación ideológica para
la incorporación al sistema capitalista del país más poblado del mundo.
Neoliberalismo. El ascenso al poder de Margaret
Thatcher significó el principio del fin de los estados de bienestar con los
cuales se habían conducido los procesos de recuperación nacionales luego de la
Segunda guerra mundial. En Inglaterra, las medidas más emblemáticas tomadas
fueron la privatización de empresas públicas, la flexibilización en el mercado
laboral, la desregularización del sector financiero, y la reducción del poder
de los sindicatos. La dama de hierro
como se la conocía a Thatcher se opuso a formación de la Unión Europea, y su
alineamiento con la política exterior de Estados Unidos no tuvo fisuras. En
sintonía con Ronald Reagan, sus respectivas actuaciones obraron de antecedente
doctrinario para la formulación años después del Consenso de Washington.
Movimientos sociales. 1979 fue un año importante para los
movimientos sociales; algunos vieron la luz y otros, preexistentes,
intensificaron su labor. Indudablemente, visto a la distancia, se dio un
ambiente favorable para una participación más diversificada en escenarios
emergentes de nuevo tipo, sobre todo en Europa Occidental. Surgían nuevas
demandas impensadas cuando lo principal era la satisfacción de las necesidades
elementales de la subsistencia luego de los desastres provocados por la Segunda
guerra mundial. Florecieron distintos temas como la problemática ambientalista,
en particular, el cambio climático, las cuestiones de género, las energías
alternativas, los derechos humanos y la llamada revolución verde, cuyo cometido
fue aumentar en gran medida la producción alimentaria mundial. Se considera que
justo en ese momento, por primera vez en la historia de la humanidad, la
cantidad de proteínas producidas en el mundo eran suficientes para una correcta
alimentación de todos los seres humanos; es decir, se daban las condiciones
para la desaparición del hambre en el mundo. La lucha por los derechos humanos
estuvo activa; recordar la misión internacional que vino a Buenos Aires a
comprobar sobre el terreno las denuncias sobre la dictadura militar. Fue en
1979 que nevó por primera vez en el desierto de Sahara, lo que empezaba a poner
sobre el tapete la cuestión del cambio climático. El tema de la mujer, sobre
todo por el papel que estaba jugando en la reconstrucción de posguerra, estaba
en primer plano. Las recurrentes crisis del petróleo en la década avivaron la
opción de otro tipo de energías menos contaminantes. En 1979, la Asamblea
General de las Naciones Unidas aprobó la Convención sobre la eliminación de
todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW) que a menudo se
describe como la Carta internacional de los derechos humanos en las cuestiones
de género.
Indochina. Vietnam se consolida como potencia
regional apoyada en el prestigio adquirido por la proeza de haber sido el
primer país en derrotar a EEUU, y en el poderío de sus fuerzas armadas,
aquilatado en los casi cuarenta años de exitosas luchas contra las fuerzas de
ocupación japonesas, francesas y estadounidenses. En ese año, se produce la
invasión vietnamita a la vecina Camboya que estaba en manos de los Jemeres
rojos aliados a Pekín. El alineamiento de los vietnamitas con Moscú y su acción
en Camboya abrieron las puertas para que, en reprimenda, 85.000 soldados chinos
atravesaran la frontera en febrero hasta aproximarse a un centenar de
kilómetros de Hanói. Sin embargo, debido a la tenaz resistencia encontrada,
Pekín se vio obligado a revisar al poco tiempo sus intenciones, y considerar
que la operación de castigo ya estaba cumplida.
Para Vietnam se abría el camino chino de “socialismo con
características…”, en este caso vietnamitas.
Otros eventos relevantes. James Carter y Leonid Brézhnev
firman el tratado SALT-2 obturando el camino a una nueva lógica defensista que
hubiera conducido la carrera armamentistas a límites inimaginables[v]. En
el plano de la cultura se produce el estreno de la película Apocalypse Now, la surrealista forma con
que Francis Ford Coppola retrata magistralmente el fracaso de las misiones y
visiones establecidas en la sociedad americana. Por su parte, Jean-François
Lyotard publica La condición posmoderna
para reflexionar desde una visión transdisciplinaria en torno a la confusión
reinante debido a los cambios que se estaban produciendo en ese mismo momento.
El grupo británico Pink Floyd lanza el álbum The Wall. En Latinoamérica se
producen dos hechos transcendentes, la firma del tratado de paz entre Chile y
Argentina, un aporte al cuestionamiento de las concepciones soberanistas del
nacionalismo, y el triunfo de la revolución nicaragüense que significó un
mandoble a la práctica de las dictaduras militares tan extendida en el
continente. Se firma entre Anwar el-Sadat y Menájem Beguín, ambos distinguidos
con el Premio Nobel, el Tratado de Paz entre Egipto e Israel, hecho que marcó
el fin de treinta años de hostilidades y cinco guerras. Sony lanza el Walkman,
un aparato portátil con audífonos, que inicia la era de la música estéreo de
escucha personal y ambulatoria para ser usado en diversas actividades. Walkman
se convierte en un término genérico que designa distintos dispositivos para los
mismos usos.
Lo visto
hasta ahora nos muestra que la globalización es un fenómeno de índole compleja,
en el que diversos componentes, actuando de forma interactiva, le dieron su
lugar en el mundo. Todos los mecanismos actuantes en manos de los factores de
poder del mundo capitalista (diagnósticos, subordinaciones, jerarquías,
recomendaciones, advertencias, seducciones, decisiones, regulaciones,
controles, etc.) estuvieron en juego en los setenta, sobre todo, en los
distintos foros de consenso y/o think tanks[vi]
existentes en Europa y EEUU, donde sobresalió claramente la Comisión Trilateral
por su amplia representatividad.
Si bien no
se trata de pretender que el principio o el fin de una era sea “just in time”
ni tenga ribetes precisos o excluyentes, se puede considerar que 1979 es el año cero de la globalización, sobre
todo si se lo mira desde el punto de
vista político, dimensión que en última instancia legitima los cambios
trascendentes. Tanto el consenso logrado durante la década de los setenta por
los sectores decisivos de los países desarrollados como -se puede conjeturar
por lo que se vio después- la esencial aquiescencia con la modernidad (discreta
como corresponde en estos casos) de los factores renovadores en la ex URSS,
dieron luz verde para el inicio de la más grande transformación epocal de su
historia protagonizada por la humanidad.
Los 30 años que cambiaron el mundo.
Desde 1979
hubo un andarivel que separó dos realidades bien definidas. Una de
construcción, la otra de desestructuración (destrucción schumpeteriana). Por un
lado, la radical transformación de China y el Lejano Oriente y, en el otro, el
resto de la situación mundial sometida a un proceso de demolición impiadosa
según distintas hojas de ruta.[vii]
Hecho en China
Por donde se
lo mire, los factores exógenos han jugado un papel decisivo en el desarrollo de
los países a diferencia de los factores endógenos que lo han estado
condicionados. El caso de China no es una excepción. Tomado como prototipo, una
somera mirada permite entender el acelerado crecimiento industrial no solo del
gigante chino sino del Lejano Oriente en general[viii].
Para que se produjera el fenómeno hubo las concurrencias de dos circunstancias.
Por el lado chino, la incubación de ansias renovadoras como reacción al
agotamiento de un maoísmo inepto y aventurero en la gestión de la revolución
china de 1949. Por el otro, las poderosas fuerzas surgidas de los foros de
consenso de los setenta como hemos visto. Actuando en ambos escenarios, no solo
encarnando el espíritu renovador de la Comisión Trilateral, de la cual fue el
principal organizador, sino también como operador para llevar a buen término
las conversaciones con la parte china, se puede considerar a Henry Kissinger
como una metáfora de uno de los principales factores para el inicio de la
globalización: la transferencia masiva de medios de producción de Occidente a
Oriente, sin duda la operación logística más grande de la historia.
Hay dos
razones principales para la movida: 1) debido a la RC&T, el aparato
productivo mundial estaba en condiciones de elaborar bienes y servicios en una
cuantía superior a lo que teóricamente era posible consumir. Toda una novedad y
un desafío. El cambio significaba un giro copernicano para las concepciones
tradicionales de la producción capitalista: ahora el término crítico de la
ecuación pasaban a ser las bocas de consumo, lo que hacía de China, por su
población, el mercado con mayor potencial de crecimiento. La otra razón era
que, producto de esa misma RC&T, había que dejar liberados de
infraestructura fabril de baja y mediana tecnología los territorios de los países
desarrollados para introducir tecnologías de punta en los sistemas productivos.
Los fundamentos del megaproyecto cerraban a la perfección, y la experiencia
fue, a la luz de los 40 años transcurridos, de una eficacia inusitada: un país
atrasado, sometido en los dos últimos siglos a tensiones desmesuradas, logró
construir la segunda economía y la primera infraestructura productiva del
planeta. Por supuesto, el tema chino es complejo.
A veces el
proceso chino mueve al asombro. En otras se le asigna perspectiva (o
intencionalidad) que no se condice con la realidad. No hay magia. La
transferencia llave en mano de la infraestructura presupuso en cada caso la
tecnología necesaria para el funcionamiento de las máquinas. China no estaba en
condiciones de generar tecnología por sí misma. Carecía de I+D. El
aventurerismo maoísta en la llamada revolución cultural había destruido el poco
aparato científico tecnológico completo que había en sus universidades e
institutos. Armar ese tipo de sistemas lleva años. Y hay que tener la
justificación y los medios para realizarlo. La única investigación que se podía
hacer luego en las fábricas y los institutos chinos fue para la adaptación
tecnológica necesaria para la producción. Es lo que algunos casos se conocen
como modelos de utilidad.
Inteligentemente China fue enviando a sus estudiantes a EEUU donde hay cerca de
un millón. Obviamente, los caza lentos no se dan respiro y los mejores quedan
en los laboratorios americanos. Los que regresan lo hacen ya con líneas de
investigación iniciadas. Con esto queremos decir, que si China quisiera
competir con Estados Unidos no tiene como hacerlo. En realidad no creo que se
lo proponga porque no tiene sentido luego de 40 años de una cooperación
totalmente complementaria. Por tomar un caso de ahora, la 5G que es una
tecnología que están desarrollando los chinos, los circuitos integrados son de
factura norteamericana. China no está en condiciones de diseñarlos y
fabricarlos con la premura que requiere la competencia.
Paredón y después
A diferencia
de China, donde todo fue ocurriendo de acuerdo a lo previsto para configurar
una experiencia fundacional por sus alcances y proyección, el resto del mundo
se desenvolvió acorde al tono de resignación con que se tiran paredes en los
reciclajes de las casas. Los acontecimientos más relevantes de estas décadas
son vistos en la historiografía como victorias o derrotas según el punto de
vista del interesado, pasos necesarios para progresar o verdaderos sacrilegios
en la liturgia política del progresismo.
Los eventos
más destacados son de tres tipos. En un mundo aun bipolar, lo más importante fue
la implosión de la Unión Soviética y la caducidad del comunismo como proyecto
histórico. Los otros aspectos de gran relevancia, son los referidos a los
llamados “efectos” adjetivados con alguna característica propia del país de
procedencia (tango, vodka, samba, tequila etc.). Esas verdaderas convulsiones
de alcance internacional, pueden ser vistas como factores reconfigurantes de
los sistemas financieros a todos los niveles, nacionales e internacionales.
Finalmente, la aparición rutilante del neoliberalismo en contra del estado de
bienestar que había presidido la recuperación de posguerra. Por cierto en
treinta años, a nivel local y regional, ocurrieron diversas eventos (seguridad,
medio ambiente, etc.) pero, o están comprendidas en los tres aspectos
mencionados, o no tuvieron trascendencia más allá del impacto producido en el
momento.
El fracaso
de la utopía comunista, sobre todo para observadores atentos, estaba
preanunciado. Ya en los sesenta, una lectura entre líneas de pensadores como
Aurelio Peccei -fundador del Club de Roma y cabeza de la FIAT en América Latina
con residencia prolongada en la Argentina- dejaban ver que las ambiciones marxista-leninistas
habían tocado su techo. A la luz de lo sucedido luego, la aparición del mundo uno aceleró enormemente las
posibilidades por primera vez en la historia de un verdadero, no ilusorio,
desarrollo incluyente y sostenible a nivel global. Sin embargo, ante el fin de
la bipolaridad se quiso ver apresuradamente un recrudecimiento de la hegemonía
mundial de EEUU, a quien atribuían nada menos que el rol de nuevo “imperio” (había
quienes tenían una visión menos llamativa ya desde aquellos momentos en que se
apilaban en las góndolas los libros de Hardt y Negri). Ahora, a la luz de los
acontecimientos ulteriores, se comprueba que las cosas terminaron siendo de
otra manera que la indicada en el best
seller.
El otro gran
acontecimiento el período que arranca en los ochenta fue la formulación del
consenso de Washington que se puede ver con fundamento como la masiva
instauración del llamado neoliberalismo. Haciendo punta Thatcher en Inglaterra
y Reagan en EEUU, expresiones como el menemismo en nuestro país y otras
variantes equiparables en todo el mundo, mostraron que para llevar adelante los
preceptos globalizadores era menester destruir impiadosamente los fundamentos
del estado de bienestar así como las ideas nacionalista-burguesas que, de
diversas maneras, venían influenciado desde hacía varias décadas la gestión de
los asuntos públicos sobre todo en los países en desarrollo[ix].
Son muchas
las características del funcionamiento del sistema financiero a nivel global y
su incidencia al interior de los países, que su tratamiento está fuera de los
alcances de este trabajo… y de mis competencias. Hubo devaluaciones, fuga de
capitales, funcionamiento non-sancto de los paraísos fiscales, corruptela, procesos
inflacionarios, déficits de diverso tipo, etc.; lo que no cabe duda es que esos
hechos constituyeron muchas de las peripecias ocurridas en estos treinta años.
En los ochenta las deudas externas que venían de los setenta terminaron jugando
indudablemente un fuerte rol condicionante para que en los países deudores se
llevaran adelante diversas tareas, algunas de ellas de alto costo social. En
los noventa, como hemos dicho esos cometidos estuvieron a cargo de los
“efectos” financieros de curiosas denominaciones. Finalmente la crisis de 2008,
que cierra el ciclo considerado, fue de lo más impactante por el conjunto de
alternativas que se abrieron, que superaron claramente la problemática económico
financiera.
Antecedentes de la crisis
Las crisis
tienen un período de gestación. En Estados Unidos las malas prácticas
financieras comenzaron en 2007, un año antes de producirse el cataclismo de
Wall Street, en un contexto de fuerte crecimiento, bajos desempleo e inflación.
Las hipotecas subprimes
-ofrecidas a bajos intereses sin reparar en los antecedentes del cliente- al
crecer desmesuradamente dieron como resultados una alta tasa de incobrables. Se
puso en marcha un círculo vicioso. Los precios de las propiedades se vinieron
abajo. Los bancos comenzaron a vender
las hipotecas securitizadas en
paquetes a otras entidades intermediarias. De esa manera, los bancos
compradores de los paquetes adquirían los derechos al cobro de los créditos a
cambio de pagar a la entidad iniciadora un interés menor. Los inversores,
previendo los riesgos a los que se los estaba exponiendo, comenzaron a
preocuparse por la manipulación irresponsable de sus fondos. Los paquetes de
deudas, ya incobrables, terminaran desahuciados en bancos de países como
Islandia que nunca hubieran imaginado verse involucrados en ese tipo de
maniobras tan alejadas de su parsimonia.
Sin que la
operatoria tuviera muchos antecedentes en la vida bancaria, las instituciones
comprometidas asentaban sus préstamos fuera de los libros de balance, over-the-counter (OTC) en la jerga. Lo
que comenzó siendo un problema de liquidez para algunos bancos derivó en un
problema para el sistema bancario en su conjunto.
En setiembre
de 2008 colapsa Lehman Brothers, todo un símbolo. Se pone en tela de juicio el
sistema bancario en el mundo. El apalancamiento (relación entre monto de los
préstamos y el capital del banco) era muy grande. Los inversores se retraen; no
quieren saber más nada con correr ese tipo de riesgos. Caen los precios de los
activos, en particular, acciones y bonos corporativos. El FMI estimó que las
pérdidas podrían haber sobrepasado los U$S 2 billones (millones de millones)
solo en EEUU.
Pero las
implicancias trascendieron lo económico y financiero. Un informe del Consejo
Nacional de Inteligencia preparado en 2008 para Barack Obama, le aseguraba al
recién electo presidente que la influencia de los Estados Unidos de América
disminuiría en las siguientes dos décadas. “Tendencia Global 2025” indicaba que
la crisis era el inicio de una nueva correlación de fuerzas en el mapa mundial
lo que daría como resultado que el “sistema internacional, configurado después
de la Segunda Guerra Mundial, fuera casi irreconocible para el 2025, debido al
aumento de los poderes emergentes…”.
Cuando se
desata la crisis, las economías estaban creciendo fuertemente, pero enseguida
se produce un desaceleramiento. Las economías avanzadas entran en recesión
mientras que las emergentes, por una relación favorable de precios en algunas
materias primas y auge del comercio, no se ven tan comprometidas. Sin
embargo, se debilita la confianza que como se sabe es considerado el
principal insumo de la economía. Son afectados el comercio, la producción y las
inversiones en todo el mundo. Se desacelera aún más la economía, aumenta el
desempleo y la deflación.
Se abre el telón
Con una
crisis ya de alcance global, el 15 de noviembre de 2008 se realiza en
Washington la primera cumbre de líderes del Grupo de los Veinte (G20). La
integración de los 19 países más la Unión Europea había sido realizada en 1999
ante las falencias de representatividad del G7 y la necesidad de dar un mayor
protagonismo a los países emergentes. En la nueva configuración –en la que los
países desarrollados sentaban a una misma mesa a otros con pretensiones de
serlo- se puso en evidencia que los elegidos respondían a una (o dos) de las
siguientes características: países industrializados, productores de alimentos, ricos
en energía, mercados voluminosos y/o potencial liderazgo geopolítico regional.
Asimismo, se cuidó un aceptable equilibrio entre los continentes.
En
Washington el G20 produjo una extensa declaración con 7 principios, cada
uno de ellos atados a medidas concretas en el corto y mediano plazo. Los
principios fueron:
1.
Fortalecimiento de la
transparencia y la responsabilidad
2. Mejora de la regulación
3. Supervisión prudencial
4. Gestión de riesgos
5. Promover la integridad de los mercados financieros
6. Reforzar la cooperación internacional
7. Reformar las instituciones financieras internacionales
La
declaración fue elaborada con una minuciosidad que no es usual en reuniones
presidenciales, donde los contenidos son de tipo más aspiracional que
propositivo. En este caso, el grado de detalle de lo acordado solo pudo haber
sido la consecuencia de un trabajo previo si se considera la profundidad y el
alcance de sus contenidos. Como luego se vería, la declaración constituyó lo
esencial de los consensos alcanzados en la cumbre siguiente realizada en
Londres el 2 de abril de 2009. En esta cumbre, considerada liminar de las
catorce que han tenido lugar hasta hoy, se pasó revista al cumplimiento
estricto de las recomendaciones aprobadas en Washington y formuló una serie de
recomendaciones y compromisos que de ahí en más le dieron el sentido al G20.
La
preparación de la Cumbre del G20 de Londres fue seguida con atención habida
cuenta de la profundidad de la crisis y las expectativas generadas en cuanto a
su resolución. En esos cuatro meses, a través de los medios de comunicación,
formadores de opinión, periodistas, académicos, ex presidentes y en ejercicio,
funcionarios de distinto rango, nacionales e internacionales, expresaron sus
puntos de vista. Los aspectos tratados fueron diversos: el momento de salida de
la crisis; si la crisis anunciaba el fin del globalización y el nacimiento del
nuevo capitalismo; la humillante derrota del neoliberalismo; el fin del
consenso de Washington y la caída del “imperio”, como se denominaba el papel
dominante de EEUU luego de la implosión soviética; la fecha de regreso del
crecimiento; si Obama era socialista o los riesgos de un Estado interventor,
etc. En general las opiniones vertidas fueron muy cuidadosas. Tal vez,
sacudidos por el golpe que significó la imprevista aparición de la crisis,
nadie quería arriesgar más de la cuenta para no quedar desairado. Para
caracterizar ese tipo de eventos inesperados se comienza a generalizar el uso
de la metáfora del cisne negro,
acuñada por Taleb en su libro de 2007.
Con estos
antecedentes y ese clima se llega a la capital inglesa. El portal de la Cumbre
fue reflejando en forma ágil y minuciosa las distintas alternativas
convergentes. Fueron tres los documentos publicados que tuvieron un rol
preponderante en el armado de la agenda: el mencionado documento salido de
Washington en la primera cumbre del G20, otro redactado en forma conjunta por
dos fundaciones, Chatham House de los ingleses y Atlantic Council de los
americanos y, por parte del anfitrión de la Cumbre, un pormenorizado análisis
de la crisis con propuestas de administración y salida de la misma.
Básicamente,
la declaración final abordó cinco grupos de problema con propuestas concretas
en cada uno de ellos: crecimiento y empleo, regulación y supervisión
financiera, reforma y fortalecimiento de las instituciones financieras,
comercio e inversiones y una salida sustentable para la crisis. Nunca, desde la
reunión de Yalta en 1945, que dibujó los escenarios de posguerra, habían tenido
lugar reuniones tan decisivas para la marcha de los asuntos mundiales como las
cumbres del G20. La diferencia es que en este caso la representatividad fue
mucho mayor y las consecuencias no restringidas a momentáneas correlaciones de
fuerza. Así, las propuestas fueron más representativas y los resultado de mayor
permanencia. En cuatro meses se habían generado las condiciones para superar
una profunda crisis de alcance mundial lo que demostraba la pertinencia del G20
para afrontarlas y los cambios que se comenzaban a dar en el máximo nivel de la
gobernanza.
Una década gobernabilidad explícita
La
característica de la década fueron conflictos con encuadre regional. Problemas
viejos no resueltos, de los que nunca faltan en el mundo, desencadenaron
guerras en algunos casos muy sangrientas. Ha sido necesaria la presencia de
potencias componedoras para detener los enfrentamientos aunque no siempre
obteniendo la satisfacción de los contendientes. Sin embargo, esas soluciones o
salidas han permitido un mayor de grado de sustentabilidad a situaciones de
gran inestabilidad, imposible de ser contenidas solo por negociaciones entre
las partes enfrentadas.
Claramente
provocados por problemas heredados de la caída de la Unión Soviética, los
sucesos de Ucrania tuvieron gran repercusión. Las revueltas en contra de un
primer ministro prorruso determinaron su caída y posterior exilio en Rusia. Los
resultados no fueron del agrado de fuerzas ruso-parlantes que son mayoritarias
en las provincias industriales del este de Ucrania. Se generó un conflicto
armado, encubiertamente azuzado por los rusos, que dio lugar a una situación
curiosa en la que los insurrectos, si bien obviamente no respondían a la
autoridad ucraniana, tampoco se independizaron como podrían haberlo hecho con
total impunidad si tenemos en cuenta la magnitud de las fuerzas enfrentadas.
Como si lo anterior no fuera suficiente, Rusia invadió Crimea con soldados
desprovistos de identificación. La recuperación de la península,
estratégicamente ubicada en el Mar negro, que había sido arrebatada por los
rusos al Imperio Otomano en el siglo XVIII, con el tiempo llegó a tener una
absoluta mayoría étnica y lingüista eslava. En 1954, el líder soviético Nikita
Jrushchov, de origen ucraniano, regaló Crimea a sus connacionales, una
gentileza que podría haber tenido sentido en tiempos de existencia de la URSS
pero que lo perdía con su desaparición (por lo menos claro está desde el punto
de vista de los rusos). Los sucesos de Ucrania son el típico conflicto no
resuelto que alcanza sustentabilidad a partir de su irresolución y en el que se
juegan intereses estratégicos que no siempre aparecen en la escena de golpe.
Otros problemas
de la década que se pueden mencionar son los debidos a la inestabilidad del
Medio Oriente y el Mediterráneo dando lugar a enfrentamientos recurrentes que
se van desatando en los distintos lugares de esa geografía endiablada. En esos
años tuvo lugar la llamada “primavera árabe” que afectó a países del Magreb y
el Levante en el Mediterráneo. El conflicto más intenso, que afectó con graves
consecuencias para Siria, fue particularmente duro con un elevado saldo de
muertos y emigrados. Hay otros, como en el caso de la apropiación de territorios
palestinos y árabes por parte de Israel, o la justa reivindicación del pueblo
curdo con respecto a su territorialidad -que involucra a cuatro países
distintos- a los que no se le ve por el momento una solución factible, y su
tratamiento habitual solo se limita a las reclamaciones diplomáticas matizadas
cada tanto con algún que otro chisporroteo. Son conflictos que le dan la
impronta a la zona más conflictiva del planeta: el Medio Oriente es un caprichoso
arreglo territorial salido de los acuerdos de Sykes-Picot que certificaron la defunción
del Imperio Otomano al finalizar la Primera Guerra Mundial.
Una rutina
Si durante
los treinta primeros años de la globalización, hubo un seguimiento discreto de
las principales variables e indicadores de la marcha de los procesos mundiales,
multilaterales y nacionales, a partir de 2008 ese rol de regulación y control
lo comenzó a cumplir el G20 con sus mecanismos de gestión delegada. Aunque el
G20 no sea un gobierno mundial, al no tener los atributos que caracterizan a
una estructura de poder ad-hoc, es como si lo fuera, sobre todo desde el punto
de vista funcional por la forma en que opera sobre aspectos críticos en la
marcha de la globalización (lo mostró con creces en 2008 y, como luego veremos,
con una intervención menos ostensible[x],
de acuerdo a su estilo, lo está mostrando ante la pandemia del COVID-19).
El
G20 no se apoya en un andamiaje burocrático; sus autoridades y sedes van
rotando anualmente; no tiene programas ni presupuesto establecido (el
anfitrión de las cumbres paga los gastos de su preparación; de paso, hay que
decir que la inversión no es improductiva: Buenos Aires organizó la reunión a
nivel global más representativa de su historia); la agenda varía según las
circunstancias; su andar es transparente (por su composición, el secreto
obviamente está excluido, y el producto de sus deliberaciones se publica de
inmediato); no toma decisiones y sus recomendaciones/compromisos (alcanzados
por consenso ya que sus instancias organizativas no contemplan el voto) tampoco
son vinculantes, es decir, no son de aplicación obligatoria. ¿Cómo puede ser
entonces que, en medio de ese universo de características tan paradojales, el
G20, en pocos años, se haya ubicado indiscutiblemente en la cúspide de la
gobernanza global?
La agenda
G20, además de ser variable, no se ocupa de todos los temas; sin embargo, los
principales temas, los que son decisivos en cada momento –sin que eso implique
que el G20 oficie de bombero- están en la órbita de la supervisión, hay un
seguimiento que se nota nítidamente en las 13 cumbres anuales habidas desde su
lanzamiento en 2008. Normalmente, la mayoría de las cuestiones que hacen hoy a
la gobernabilidad global, se abordan según las prioridades del orden
establecido (por ejemplo el mantenimiento de las paz mundial) o de aquellos
temas menos urgentes que trascurren a la chita callando por los poco visibles
meandros de la autoorganización (por ejemplo, la administración colectiva del
continente antártico o el tratamiento de la basura marina); los que no, aquellos
que requieren medidas concretas, son temas delegados
a instancias subyacentes como los organismos multilaterales, programas
específicos, o las propias administraciones nacionales[xi].
Gobernabilidad y liderazgo global
Es una expresión
bastante frecuente el reclamo de los analistas por la supuesta falta de un
liderazgo capaz de conducir los sucesos presentes y futuros de la
globalización. Según esos puntos de vista los asuntos mundiales tendrían que
estar más ordenados de existir una fuerza hegemónica que se hiciera cargo de
los problemas, los de ahora y los que aparecerán luego que pase la peste. Estarán
pensando en el rol que jugaron oportunamente el Imperio británico, los EEUU o
la Unión Soviética en sus dominios. Sus autores, reivindican, aunque sea un
oxímoron, la necesidad de que esa hegemonía esté acompañada de un enfoque
multilateral (referencia al funcionamiento de las NNUU y otros organismos del
sistema internacional). La pregunta es si no están abordando situaciones nuevas
con marcos conceptuales que no se condicen con los cambios en curso.
Nuevas
formas de circulación de la información[xii]
necesariamente han incidido en los modos de la gobernabilidad. Tradicionalmente
el poder ha sido jerárquico piramidal: un líder en la cúspide, cuyos influjos
van descendiendo hasta llegar a la base. En cambio, con las nuevas herramientas
de la información, el ejercicio del poder tiene lugar en distintos niveles que interaccionan
pero no se mezclan. El poder se va haciendo cuántico. Como en los orbitales en
el átomo, donde los flujos energéticos pueden pasar de un nivel a otro, en los
dos sentidos, sin afectar la estabilidad de esos niveles. Cuando navegamos por
internet surfeamos por los lugares sin que ninguno pierda su independencia.
La
consecuencia principal de esa nueva situación es que el poder en el máximo
nivel global es la expresión de un consenso
y no demanda ninguna estructura para su ejercicio. Es el G20. Es una experiencia que no tiene antecedentes en la
historia. Desde hace 10 años (¡) los líderes de los países que representa el
85% del PBI, se han venido reuniendo anualmente sin falta, elaborando
documentos conjuntos que pueden ser consultados libremente. Hacia abajo las
cosas funcionan como siempre, con relaciones de confrontación
complementariedad. Aunque también se notan los nuevos aires.[xiii].
La forma en
que se está gestionando el COVID-19, Alberto parte del G20. Larreta y Kicillof
2° nivel, llegan hasta la cola para entrar a un negocio donde los clientes se
cuidan o no de guardar la distancia reglamentaria
Ejemplo
indio chino
G20
COVID-19, 23 actividades en 32 días desde 24 de marzo hasta 26 de abril. Luego
el tema desaparece de la agenda
Esas modalidades
de gestión nuevas –tanto que todavía no forman parte de las currículas
académicas- son una consecuencia de lo establecido en la Comisión Trilateral. En
esa oportunidad mereció una atención exhaustiva la preocupación por cómo llevar
adelante los principios trilaterales, con estructuras gubernamentales
burocratizadas. Fue lo que se terminó denominando en sus documentos la elaboración de normas con administración
descentralizada[xiv].
La
innovación gestionaría se diseñó de la siguiente manera. En los más altos niveles
se debían acordar las normas, los
patrones y los procedimientos. Por consenso sí o sí. Y se debían
descentralizar la toma de decisiones y la
administración operacional. El control
debería estar a cargo de programas específicos y organismos multilaterales (ahora
es conocido la función de contralor del FMI con el artículo IV).
La filosofía
del cambio propuesta fue revolucionaria. Por normas se entiende los aspectos
axiológicos donde juegan los diversos valores tal como los entiende los
principales factores en la globalización. Patrones son los modelos a impulsar
para los países en la nueva organización internacional. Y los procedimientos
son los aspectos metodológicos para la gestión.
El otro
cambio trascendente es el que se refiere a la descentralización de las
decisiones y la administración operacional, que debían ser “dejadas a unidades
de gobiernos nacionales o aún más pequeñas” para llevar a cabo los consensos
alcanzados en las instancias de funcionamiento superiores. (nota: para los que
añoran liderazgos reparar desde qué
posición hablaban con respecto a
los gobiernos nacionales)
La Comisión
Trilateral tuvo una representatividad absoluta de Norteamérica, Europa y Japón;
sin embargo, dado su carácter informal y el nivel de las decisiones adoptadas, no
tuvo, pienso que ex-profeso, una gran trascendencia (en Google hay una pocas
menciones y en las Universidades no se estudia), situación que se mantiene
hasta el día de hoy.
El G20 es un blanqueo de la
Trilateral. La
diferencia es que ahora los líderes son los máximos representantes nacionales
de un grupo selecto de países desarrollados y emergentes. Ello lo torna
indiscutible pero tampoco existe la posibilidad de cuestionarlo porque se lo
ignora, o sea que, si como se dice, la realidad es un constructo, el G20 no
formaría parte de ella.
La conectividad dibuja el futuro del
planeta
La descentralización es
la encarnación geopolítica de la segunda ley de la termodinámica, según la cual
todos los sistemas tienden hacia la máxima entropía. Parag Khanna
en Conectografía: mapear el futuro de la civilización mundial,
Paidós, 2017).
Es común asociar la entropía con el
caos y el desorden. Sin embargo, una adaptación de dicha noción a fenómenos de
la vida diaria nos dice que "la entropía es una propiedad que da cuenta de
las opciones posibles de comunicarse entre sí que tienen los sistemas así como
la velocidad con que se intercambian los mensajes”. En un caso, cuando mide las
posibilidades de comunicación, la propiedad funciona como variable de estado, y en el otro, cuando aborda la celeridad del
contacto, como variable de cambio[xv].
Según ese enfoque, a medida que los sistemas van estableciendo las conexiones
posibles (preexistentes o creadas ad-hoc) van agotando las opciones de
realización de las mismas. Es decir, va aumentando la entropía. Pero llega un
momento en que se configura una situación nueva, cuando ya se hizo todo lo que
se podía hacer en materia comunicativa. Ese nuevo estado, consecuencia del
anterior, presentará una cantidad de nuevas posibilidades que podrán irse
realizando. Es decir arranca con un bajo nivel de entropía. Se pone en marcha
otra vez el mismo mecanismo, pero con nuevas posibilidades de
comunicación. En Voces, Antonio Porchia (1943) escribe: “Se me abre
una puerta, entro y me hallo con cien puertas cerradas”. En síntesis,
la entropía va aumentando, pero también aumentan las comunicaciones
establecidas y la posibilidad de establecer otras nuevas.
En el mapamundi, las grillas de las
comunicación establecidas por las metrópolis coloniales representaban
situaciones de alta entropía (tenían
pocas posibilidades de hacer algo distinto que su función para la cual fueron
concebidas, o sea llevar las materias primas al puerto) y su cometido se
realizaba con enorme cantidad de daños, por ejemplo humanos y ambientales (alta velocidad de crecimiento entrópico).
La globalización tiene otro tipo de
demandas en tiempo y forma en materia de intercambio comercial. La posibilidad
de aumentar las transacciones físicas depende de un nuevo trazado de las vías de
comunicación. Se requiere una nueva grilla cuya metáfora, en el espacio
virtual, es la multidimensionalidad de Internet. Es lo que propone el proyecto
de la Nueva Ruta de la Seda. Su lanzamiento fue el acontecimiento político más
trascendente de la década.
El proyecto de la Nueva Ruta de la
Seda fue presentado en 2013 con dos modestas actividades, una en la Universidad
de Astaná, capital de Kazajistán, y la otra en Yakarta, la capital de
Indonesia. Inicialmente fue visto como un proyecto ferroviario para incrementar
la conectividad en Asia y de ella con Europa. Sin embargo, pronto los objetivos
se fueron revelando más ambiciosos. En 2017 se hizo el lanzamiento con todo el
boato que los chinos pueden ser capaces de montar sus actividades protocolares.
Se reunieron en Pekín representantes de 110 países de los cuales 29 fueron
jefes de estado y primeros ministros. A esa altura la Ruta de la Seda ya era un
ambicioso proyecto de infraestructura de conectividad de 1 billón (millón de
millones) de dólares. El interés por la iniciativa fue creciendo. Dos años
después se hizo la Segunda Cumbre del Proyecto con la presencia en esta
oportunidad de representantes de 150 países entre ellos 37 jefes de estado y
primeros ministros.
Si bien la Ruta de la Seda es una iniciativa gerenciado y financiado por
la RPCh, no cabe duda que trasciende sus propios intereses. Hay mucha
suspicacia. Se dice que el proyecto está en línea con la intención de los
chinos de dominar el mundo O que está en el escenario de la disputa comercial
que mantiene con EEUU, temas que enseguida veremos. O que China intenta
reverdecer su pasado imperial. Puede que haya un poco de todo eso. Ninguna
actividad a ese nivel es químicamente pura. Pero lo cierto es que el proyecto
se hace en un momento donde el G20 está impulsando con fuerza el desarrollo de
la infraestructura de conectividad. Eso se notó cuando en la cumbre de Hangzhou
se afirmó “Respaldamos la Alianza para la Conectividad de la Infraestructura
Global lanzada este año para mejorar la sinergia y la cooperación entre los
diversos programas de conectividad de la infraestructura de una manera
holística”. En cualquier caso, y con el grado de sutileza con que se manejan
las relaciones internacionales, es difícil pensar que 150 (¡) países asistieran
al lanzamiento por compromiso y no para dar aire político al proyecto. Muchos
ellos no tienen problemas de infraestructura -como en el caso de los europeos
que asistieron en tropel- y tampoco los mueve un interés económico ya que las
obras son ejecutadas y financiadas por los anfitriones.
Más razonable es pensar que el proyecto fue para China por tres razones:
capacidad técnica y operativa demostrada en la reconstrucción del territorio
chino en los últimos cuarenta años, enormes reservas en dólares 4 billones
(millones de millones) y, last but not
least, un reconocimiento por los resultados logrados en el proceso de
modernización iniciado en 1979 con su acceso a la economía capitalista hasta
llegar a ser la estructura productiva más grande del mundo.
La Nueva Ruta de la Seda está logrando resultados
asombrosos con sus proyectos, algunos ya finalizados. La movida, con epicentro obvio en territorio
chino, se condice con modificaciones de envergadura que se están produciendo en
la región. Por ejemplo, el cambio climático está reduciendo los hielos del
Ártico lo que habilita dos nuevas rutas marítimas transitables todo el año. Por
una de ellas, a lo largo de Siberia, el viaje entre el Lejano Oriente y Europa
tarda dos semanas menos que si fuera por el Canal de Suez. Por la otra,
rodeando Canadá, el viaje es 10.000 Km más corto que yendo por el Canal de
Panamá. Las nuevas rutas implican una estructura logística terrestre para
hacerlas viables. Sus resultados incidirán fuertemente en los costos del
comercio global. Al mismo tiempo, se está construyendo un TGV ente Pekín y
Moscú por valor de 250.000 millones (¡) de dólares (más del 50% del PBI de
nuestro país). El TGV reducirá a dos días un viaje para unir las dos capitales
que el tren transiberiano hace en una semana.
Hoy por hoy para ver la marcha de la globalización hay que poner el foco
en el continente euroasiático. Es lo que viene.
El mundo
está comunicado por teléfono, televisión, internet y distintos tipos de redes
Los satélites ya están girando y no hay límites para poner otros en órbita.
Trenes, autopistas, puentes y túneles, puertos marítimos y aéreos van a ser
habilitados en todo el mundo con la intensidad con que se lo viene haciendo
desde el Lejano Oriente. Larguísimas formaciones ferroviarias de carga viajan
cada día a lo largo de Eurasia. Xinhua informa que Xi'an –conocida como extremo
oriental de la Ruta de la Seda y sede del ejército de figuras de terracota-
tardó sólo 129 días en despachar 1.000 trenes de carga China-Europa este año,
76 días menos en relación con el año pasado. La nueva infraestructura de
conectividad facilitará el manejo entrópico de las comunicaciones para hacer
posible la plena utilización de los recursos materiales y espirituales que
ofrece la globalización.
El virus que faltaba
Si existían
dudas sobre el alcance de la globalización o su carácter multidimensional, el
COVID-19 vino a disiparlas. Nunca el mundo ha suspirado al unísono como en
estos días. La pandemia, inclemente, ha adquirido su entidad a partir de la
diseminación simultánea del virus a todos los países del mundo. Casi en tiempo
real. Los problemas suscitados son de todo tipo, y las sinergias que existen
entre ellos hacen que las secuelas se multipliquen al seno de las comunidades.
Se ha
generalizado la incertidumbre. Hay pocas explicaciones sobre lo que se está
viendo, y no pocas veces la mirada se ve aberrada por especulaciones
conspirativas de las que nunca faltan cuando irrumpen cisnes negros.
No se sabe
bien lo que dejará el virus cuando alguna vacuna sintetizada contra reloj logre
controlarlo, pero entre los analistas consultados existe la presunción de que
el mundo no será igual al de antes de la emergencia, aunque las tendencias preexistentes
no perderán vigencia. El efecto de lo que está pasando es muy fuerte. No hay
antecedentes para imaginar los escenarios posibles en lo inmediato. Todo es
insólito. Hay que refundar las formas de conocer y predecir.
Mientras se
espera el fin de las prolongadas cuarentenas, conviene pasar revista a algunas
de las características con que se ha presentado el virus y las medidas en
promedio que se han ido tomando, de iguales maneras y parecidos resultados, en
todos los países.
distancia social; uso generalizado del barbijo; cuarentenas;
tentaciones autoritarias; actividad comercial e industrial restringida;
parálisis de la administración; educación a distancia; transporte selectivo;
circulación arbitraria; decisiones públicas homogéneas; nuevas formas de
comunicación; teletrabajo; información restringida y redundante; redes sociales
más activas; incertidumbre analítica; parálisis y repulsión migratoria; aumento
del comercio electrónico y el delivery; desocupación laboral; mayor pobreza;
inflación desenfrenada; incremento de las deudas externas; subsidios a la
producción y el empleo; disminución del PBI; etc.
Nada de todo
esto pasará sin dejar huella o, directamente, no pasará y habrá venido para
quedarse. Da la impresión que el virus ha desestructurado el ecosistema humano.
Poniendo relieve lo que está demás, lo que se puede evitar sin grandes
cataclismos; todo lo que está afectando el inconsciente colectivo. Es como el
“solo texto” en el copy de Word. Queda lo esencial, lo que transmite la
información y el conocimiento. La coreografía simple. Lo demás, el firulete
(que tiene el atractivo encanto de lo superfluo), habrá que rehacerlo según las
nuevas condiciones que nos irá imponiendo la pandemia.
Lo que vendrá
A pesar de
su irrupción tan intensa y extendida a todo el planeta, el coronavirus no vino a
despertar nuevas opciones estratégicas en la marcha de los asuntos globales. Sí
claramente, y de una manera compulsiva, ha generado condiciones para el
acelerado despliegue de tendencias preexistentes. A la luz de lo que hemos
visto en este trabajo, el que viene es un
mundo bastante previsible. Sin embargo, no es fácil acertar en lo que va a
pasar de inmediato; más lo es, paradójicamente, imaginar el largo plazo, aunque
los resultados de los procesos que se aceleren ahora NO vayan a estar a la
vista de inmediato. Entonces, para imaginar el futuro, se trata de detectar los
embriones de cambio. De qué manera el desenvolvimiento de las condiciones
imperantes contribuirá para construir el futuro. Imaginar los escenarios
depende de donde partimos y hasta donde queremos llegar. La información está
disponible hoy. Hay que saber dónde está y procesarla.
Incluir para
el usufructo de los beneficios de la globalización a 5/6 de los habitantes del
mundo, es una tarea que técnicamente está concluida. Se ve en el día a día de
la marcha de los países de Europa, el Lejano Oriente y en sectores altos en
todos los países. Aunque el grado de aprovechamiento de los recursos
disponibles sea tan desigual que constituya unos de los principales desafíos de
la nueva política. Es un proceso
dinámico cuyos valores de inclusión se van incrementando en forma permanente,
por cierto con sus vaivenes. Ahora queda el núcleo duro de la pobreza. Se
calcula que mil millones. Para incluirlos no alcanza con macro políticas como
se hizo en China. Hace falta otro tipo de proyectos cuyos fundamentos están en
discusión.
Debido a que
el neoliberalismo trilateral podía mostrar sus éxitos en China y otros países
de aquel entorno, no era dable pensar que las concepciones populistas (por
llamarlas de alguna manera) iban a regresar de la manera en que lo están
haciendo en diversos lugares del mundo, incluso en los Estados Unidos, donde
era menos esperable que ello sucediera.
En los
últimos tiempos repercute la llamada “guerra comercial” entre China y EEUU, una
denominación un tanto exagerada para quien se distrae viendo videos sobre la
segunda guerra mundial. Ese enfrentamiento de fuertes anuncios tiene un valor
metafórico[xvi].
Lo que puede ser motivo de una “guerra” son solo productos terminados, que
ocupan una porción mínimo del comercio mundial. Por el contrario, se calcula
que entre el 70% y el 90% de las transacciones son las cadenas globales de
valor (GVC) donde las partes que constituyen los bienes y servicios finales son
producidas por proveedores que están localizados en distintos países. Esos rubros son intocables porque se
detendría la producción mundial. En las GVC, como se anuncia, habrá algunos
ajustes para, seguramente, optimizar la localización de ciertos suministros o
por razones de producción monopólica como ocurre en la India y China con los
genéricos. No más. Este “deep trade”
está totalmente fuera de la consideración exclusiva de cualquier gobierno
nacional. No es motivo ni puede serlo de ninguna guerra comercial. ¿Entonces
por qué tanto alboroto con respecto al acero[xvii],
el bourbon, las motos HD y otros
productos que carecen de componentes importados? Los anuncios sobre los motivos
de la “guerra” nunca contienen información referida a las posiciones
arancelarias involucradas; a lo sumo montos indiscriminados en dólares que no
dan tela para la especulación. Para el consultor Marcelo Elizondo “un
proteccionismo vigoroso era más factible hace 50 años cuando afectaba meras
relaciones comerciales, pero hoy es más difícil porque debería detener cadenas
de producción complejas…lo más probable es que en adelante ocurra un doble
ajuste: que no crezca ya con bríos (o aun que en algo decrezca) la
internacionalidad convencional pero que -a la vez- se acelere la incremental
trasnacionalidad de la economía del conocimiento (principal insumo de la
producción) y de los servicios (cuyo comercio internacional creció en los
últimos 15 años 60% más que el comercio interestatal de bienes”[xviii].
Existe hoy
una tendencia en los países desarrollados de repatriar capitales y medios de
producción. Donde el fenómeno es más evidente es en EEUU. Es el American First de Trump que, según wiki,
“enfatiza el nacionalismo estadounidense, el unilateralismo, el proteccionismo
y el aislacionismo”. La antipática y sorpresiva reacción de la actual
administración republicana tiene sus razones. En este país el problema comenzó
hace ya cuarenta años cuando innumerables fábricas llave en mano comenzaron a
ser trasladados a China y el Lejano Oriente, en pos de mano de obra barata y gigantescos
mercados de cercanía. Los afectados, principalmente en el centro del país,
perdieron puestos de trabajo y se degradaron sus competencias; fueron los que
le dieron el triunfo a Trump. Ahora hay que pagar las cuentas; volver a
producir en el territorio y crear fuentes de trabajo. Es una movida que con sus
características se comienza a dar en todos los países. Es la razón del
reavivamiento del proteccionismo y, con sus mediaciones y singularidades, del
crecimiento de concepciones políticas nacionalistas y populistas. Vuelven las
cosas con el añorado made in USA, made in Germany, made in England, made in
Italy, etc. estampado en el envase.
¿La bola de cristal?
No es que
uno hable del futuro como si la estuviera leyendo en un diario. Por cierto nada
de eso pasó todavía en la realidad. Pero también es cierto que todo el mundo
piensa en el porvenir. También los que tienen la capacidad de decidir lo que va
a pasar. Existen para ello ingenierías específicas. Una de ellas es la
prospectiva o previsión de los futuribles
como antaño se designaban los acontecimientos que podían producirse en el
futuro de darse determinadas condiciones.
La prospectiva puede ser
normativa o proyectiva. Esta última es la prognosis
cuyos productos son los pronósticos. Es un juego que trata de detectar
tendencias -las que se evidencian en un momento o que ya vienen de antes- y
predecir cómo esas líneas conceptuales (que surgen de una interpretación de la “realidad”) se concretarán en el futuro.
Aunque juega con sofisticadas herramientas epistemológicas, tiene un costado de
adivinación aún sin haber consultado a una bola de cristal. Imaginar lo posible, especular con lo más probable, decidir sobre lo deseable, y dictaminar sobre lo que es factible, requiere de sofisticadas
herramientas. Es el metié de las consultoras que trabajan con futuros.
En cambio,
la prospectiva normativa es una competencia muy distinta; solo tiene de común
con el pronóstico en que el futuro es el espacio común a ambas disciplinas. Por
eso a veces se las trata en forma indiscriminada (como ocurre con los pares complejidad/complicación,
clima/tiempo, eficiencia/eficacia, hipótesis/tesis y muchos otros). Para ver las diferencias, veamos el
caso de una familia en crisis.
La familia vive en una
ciudad donde sus miembros han establecido con la comunidad un sistema sólido de
relaciones. A pesar de ello, el matrimonio no está conforme con lo que han
conseguido. Sus ocupaciones laborales no son tan buenas como desearían. Aumenta
la insatisfacción. Su experiencia en la vida los lleva a preguntar si es ese el
lugar donde pueden desarrollar todas sus potencialidades. Aspiran a algo más.
Además, el medio está decayendo y puede haber una mengua en las oportunidades.
Los temores y las dudas les van alimentando la idea de buscar mejores
oportunidades que no parecen haber en el medio. Pero saben que es difícil
encarar esos cambios tan drásticos. Los hijos tienen ahí sus amigos y piensan
que se van a oponer a dejar el ambiente donde están insertos. Los padres
elaboran una estrategia. Hacen algo que antes no hubieran hecho: compartir los
temores con los hijos. Un día el padre anuncia que es posible que la fábrica
cierre. Los hijos se empiezan a preocupar y hablan entre ellos sobre las distintas
alternativas que se abren. Los chicos no saben lo que piensan hacer los padres;
incluso no saben ni siquiera si los padres piensan hacer algo. Discuten entre
ellos. Hacen consultas en las redes, abren un blogs temático para dialogar con
los amigos. Hasta que un día los padres, sorpresivamente, anuncian que tienen
otro trabajo bueno pero en una ciudad distinta. Y obran en consecuencia. Ya
tenían todo preparado. Los chicos se la pasaron especulando con lo que podría
pasar. Incluso jugándose por alguna posibilidad. Eso es prognosis, adivinan o pronostican. Los padres han hecho otra cosa
muy distinta: construyeron una alternativa de futuro. Eso es prospectiva normativa. El mecanismo se
puede dar a cualquier nivel. Con
herramientas de enorme sofisticación.
Los estudios dicen que se debe partir elaborando escenarios
teóricos partiendo de la realidad que se quiere transformar. Esos escenarios
son representados por modelos. Los modelos tienen tres pasos. La palabra modelo
viene del latín modus que significa
“manera”. El primer paso son los modelos mentales que nos muestran las maneras
de las cosas (o de las alternativas) cuando las imaginamos. Los modelos
mentales pueden ser traducidos a modelos matemáticas. Es el segundo paso.
Entramos a un nivel distinto de complejidad y complicación. Finalmente,
mediante algoritmos, se pueden elaborar modelos computacionales. Estos pueden
ser sometidos a simulaciones. El ejercicio de la simulación nos muestra el
comportamiento de los escenarios modelados (diseñados) en distintas
circunstancias, partiendo de la realidad que queremos transformar. Le llega el
turno a lo deseable luego de ver de lo
posible lo más probable. La ponderación de las alternativas mostradas por la
simulación nos da la posibilidad de elegir aquellas que se condicen con
nuestros deseos y/o intereses. Luego se evalúa lo que es factible. Estamos en condiciones de elaborar una hoja de ruta para
llegar a los escenarios electos. Son los denominados modelos operativos. Esos prodigios, que tuvieron su fecha de nacimiento
en momentos en que se ponía pie en la luna, fueron fruto entre otros de los
trabajos teóricos guiados por Jay Forrester en el MIT, relacionados a lo que se
denomina la dinámica mundial. A partir de ahí pudo ser posible gestionar a
nivel planetario sistemas de altísima complejidad, con infinidad de variables,
como el cambio climático, la marcha del comercio internacional, la
administración de los recursos naturales y cantidad de otros ítems que
conforman la agenda global. En la CT se
decía que “sus aspiraciones (la de los países trilaterales) deberían ir más
allá de solo enfrentarse con los sucesos futuros a tratar de determinarlos”
(their aspirations should go beyond
merely coping with future events to shaping these events)[xix]
¿El futuro es imprevisible?
En este
trabajo he tratado de salirnos del día a día para poder evaluar con un mayor
margen de previsibilidad los cursos probables en la marcha global. Los futuros posibles, probables, deseables y factibles son como hemos visto la consecuencia del uso de la
prospectiva normativa con toda la complejidad que conlleva ese tipo de
prácticas en los altos niveles de decisión. Entonces, ¿el futuro es previsible? En cierta medida sí; todo depende de la
amplitud de los periodos considerados, desde dónde se parte y adónde se quiere
llegar; y, sobre todo, de la rigurosidad con que se toman los datos de la
realidad ajena a toda influencia subjetiva o lecturas ideologizadas.
Veamos un
ejemplo corriente de cómo se puede instalar una muletilla sin ninguna razón que
la fundamente. Es la que refiere a la probabilidad de que China le dispute más
temprano que tarde el liderazgo global a EEUU como potencia hegemónica
Lo primero que hay que ver, antes de la escala global,
es la relación que China tiene con sus vecinos: Con Japón compite
industrialmente y los separa la desconfianza producto de una historia de
resentimientos; Corea del Norte es un apéndice; Mongolia ya se sabe que no gira
en su órbita; con Asia central, de mayoría musulmana, hay un obstáculo
insalvable que es la represión que sufren sus hermanos uigures en Xinjiang; el
Tibet es una ocupación derivada de la revolución china y el Dalai Lama es un
testigo urticante; con la India nunca se llevó bien, recién ahora Putin logró
sentarlos a una misma mesa; Vietnam le dio una paliza cuando la invadió en 1979
porque el pequeño país a su vez había entrado en Camboya, aliado de los chinos,
para liberarla del genocida Pol Pot. En
Hong Kong es fuertemente cuestionado por las revueltas estudiantiles sin que
ahora pueda haber un Tiananmen como en 1989. Con Taiwán el enfrentamiento es
desde la cuna. Rusia no permite imaginar cualquier tipo de aspiración que no
sea la buena vecindad como ahora está pasando intensamente. El único de sus
vecinos transfrontera que es aliado incondicional es Pakistán porque le
facilita el tendido de la infraestructura para llegar a los puertos del Índico.
La pregunta es: ¿Cómo China va a aspirar a ser una potencia hegemónica global
si ni siquiera tiene ni puede llegar a lograr predominio en su hinterland?
Todo depende
del punto de partida y el de llegada; cuanto están separados esos mojones
extremos como para poder identificar tendencias. Hay lógicas que no hay virus
que las modifique. Imposibilitar una guerra mundial, la decisión de los
productores capitalistas de ampliar sus mercados (como hicieron los fabricantes
de televisores y celulares hasta llegar a las aldeas remotas), el empeño por
terminar con la pobreza, el cuidado del medio ambiente, la ambición de seguir
aumentando la edad promedio de vida, etc., esos y otros objetivos no se van
extinguir. Otros son menos visible o puestos más en duda (“esto ya lo vi, no va
a andar” “los seres humanos son malos por naturaleza” “por qué cambiar algo ya
conocido que funciona”): terminar con la corrupción, sustituir los estados por
regiones, preservar y fortalecer la diversidad, avanzar a un mayor equilibrio
territorial y demográfico, de reconectar el planeta según retículas, de
establecer nuevas fronteras en el espacio celeste, etc.
Schumpeter
Saber lo que
va a pasar mañana es más difícil que identificar las megatendencias. ¿Qué
podemos esperar en la Argentina? Si no fuera porque la pandemia no vino
a abrir nuevas opciones sino a darle aire a las preexistentes, sería difícil
pronosticar qué va a pasar en la Argentina. Entonces, poniendo atención en lo
previo, se pueden hacer algunas reflexiones.
1)
El 2016, con el triunfo de Cambiemos, se abrió
el Segundo ciclo largo de crecimiento en nuestro país (el primer de 1862 a
1933, se extendió desde la presidencia de Mitre hasta el pacto Roca-Runciman).
2)
El gobierno de Cambiemos es fundacional por lo
menos en 4 dimensiones: 1) fue la primera vez en la historia argentina que el
establishment enquistado en los meandros del aparato del Estado no representó
una corruptela estructural (no existe ningún juicio ni acusación en serio), 2)
la infraestructura encarada fue eficaz (obras terminadas sin sobreprecio) y, lo
trascendente, con un concepto global de la conectividad (reticulación vs.
radiocentrismo; el Paseo del Bajo permite pasar del “sur al norte” en la
capital sin pagar peaje), 3) encaró seriamente el inicio de la modernización
del sistema estatal, 4) comenzó a salir del ostracismo nacionalista, arraigado
en nuestra cultura política; se abrió al mundo: durante su gestión se realizó
la Cumbre del G20, la reunión internacional más importante de la historia en
nuestro territorio.
El descalabro de la deuda no fue culpa de Cambiemos. La
Argentina no es la única víctima de los perversos manejos en materia de
préstamos del sistema financiero internacional. La tabla de deuda por países[xx]
muestra que Argentina ocupa el lugar 33. Está muy por debajo de la deuda de
Brasil y México, y tomando deuda per cápita (ocupa el lugar 58) y deuda en %
del PBI (ocupa el lugar 65), es superado por Chile. Obviamente, el FMI puso la
plata primero para cobrarse las acreencias por los préstamos tomados en los
gobiernos anteriores. El resto no fue utilizado para asistencialismo ni el
enriquecimiento de ningún funcionario. Se dejaron grandes reservas en el Banco
Central.
En la Argentina de hoy un ciclo largo de crecimiento debe
ser medido en décadas. No en años ni en períodos de gobierno. Habrá avances y
retrocesos. Surgirán nuevas alternativas políticas. El mundo seguirá su marcha
modernizadora. Pero la tendencia existe aunque las evidencias no siempre se
revelen nítidamente. Por ejemplo, explicando la involución del peronismo, como arquetipo de una concepción
nacionalista burguesa mayoritaria en nuestra sociedad (el otro actor
dominante fue el Ejército hoy desactivado políticamente) hacia su dispersión →transformación
→reducción
→extinción. Según una mirada retroprospectiva, el peronismo ha perdido el sentido histórico que es lo que le da
vida a un organismo de cualquier tipo. Aunque cueste verlo en un momento dado,
por ejemplo este.
El problema principal de la Argentina, que se empezó a
configurar desde el mismo momento de la creación del virreinato del Rio de la
Plata (¡), estriba en la existencia de los desequilibrios gemelos territorial y
demográfico; no hay otro indicador más evidente de las dependencias externas
que nos fueron condicionando a lo largo de la historia. Territorio rico, fue
poblado por las potencias dominantes en cada momento para satisfacer sus
necesidades, principalmente alimentarias. Cuando estas cesaron o fueron
satisfechas en otras latitudes, nos quedaron las consecuencias indeseables
aunque en convivencia con muchas otras influencias civilizatorias positivas. No
las voy a enumerar por obvias.
Si hiciera falta alguna otra evidencia de aquellas
malformaciones estructurales, la pandemia del COVID-19 vino a ponerlas sobre el
tapete dramáticamente. Las villas de emergencia del AMBA están al borde del
colapso por razones sanitarias y económicas. Al respecto, aunque tuvo poca
trascendencia, se registró una iniciativa de 103 movimientos sociales. En medio
de una diatriba de concepciones estatizantes, propias de los planes
quinquenales del primer gobierno peronista, se contempla la posibilidad de la
“la creación de un millón de chacras mixtas combinadas con la industrialización
del campo, planificada y federal con tierras estatales”. Aunque una iniciativa
de difícil concreción, dada la magnitud de los componentes del proyecto, es
sugerente el hecho de que los beneficiarios sean la población que habita las
villas de emergencia, es decir, una de los principales destinatarios del
clientelismo peronista (¿qué dirán Magario y Espinoza, los caciques de la
Matanza?).
La solución sostenible de la pobreza es solo posible con la
creación equilibrada territorialmente de fuentes de trabajo. Es decir, la
aparición de opciones en el interior del país para que la gente no se vaya de
su terruño y otros muchos, provenientes del AMBA, se pueda relocalizar, incluso
en pequeños pueblos como se sugiere en estos días. Ello presupone condiciones
de trabajo dignas, vivienda, salud, educación y seguridad. Cualquier otra cosa
que se haga es insustentable (por ejemplo, las inversiones en el conurbano no
hacen más que atraer gente corrida por la miserias del interior lo que
prontamente esterilizará cualquier mejora ilusoria que se pueda obtener). De
paso también hay que ayudar a promover el desarrollo de los países vecinos para
poder controlar las migraciones que disparan sus propias miserias.
Dadas las condiciones políticas de la Argentina, las
soluciones de fondo deben provenir del exterior. Como pasó con el modelo
agroexportador. O de la forma en que el neoliberalismo trilateral lo hizo con
China durante 40 años (descreo del populismo de Francisco aunque no lo
desprecio). Una especie de Plan Marshall para América Latina gerenciado y
financiado principalmente por EEUU. Ello debe determinar el lugar de las
inversiones, la asignación de cuotas comerciales de exportación (incluido
partes de las cadenas globales de valor, GVC), y el diseño y la ejecución de la
infraestructura de conectividad para salir al mundo.
Sin duda, una parte del aparato productivo de bienes y
servicios desaparecerá luego de la pandemia. ¿La destrucción, será creadora
como decía el economista austríaco, para dar lugar a una nuevo configuración
que supere lo que había, o será una más de los ultrajes que nos han asolado a
lo largo de la historia?
Ing.
Alberto Ford
albertoford42@yahoo.com.ar
La Plata,
junio de 2020
[ii] Luego de producir los 14 informes iniciales, task force reports (TFR) en los setenta,
la CT se fue transformando hasta hoy en un organismo más de control y
seguimiento de sus recomendaciones que formulador de políticas (como si el elan vital estuviera en los setenta).
Por tomar un caso, en abril de 1992, una semana antes de lanzar su programa de
convertibilidad en el gobierno de Carlos Menem, Domingo Cavallo se dirigió a Londres
para participar en una reunión de la Comisión donde seguramente habrá mostrado
sus intenciones con el fin de ser evaluado a ese nivel. Hasta 2016 fueron
elaborados 67 TDR como se puede ver en el portal de la Comisión.
[iii] En esos años, aparte del lanzamiento de la CT, no solo
se puso al hombre lograr una salida al atolladero Vietnam en que se había
metido EEUU, sino que llevó adelante las negociaciones con la ex Unión
Soviética para el control de armamentos y puso en marcha -mediante una
operación logística inédita por su magnitud y alcance- nada menos que la masiva
transferencia de factores de occidente a China para iniciar el fenómeno
productivo que se fue desplegando en los siguientes 30 años. En los EEUU llaman
a HK “el monje negro de la globalización”
[iv] En 40 años son 60.000 (¡) las empresas solo de EEUU
que han invertido en la RPCh.
[v] De paso, considerando las sutilezas y la previsión con
que se manejan esos lances, EEUU había evitado asfixiar a la ex URSS (que no
estaba en condiciones de abordar, como lo explicitó en su momento, nuevas
inversiones faraónicas en materia de armamentos) para que continuara sin
grandes tropiezos su camino hacia la implosión 10 años después.
[vi] El Club de Roma en el mundo latino, el Grupo
Bilderberg, the Council of Foreign Relations, the Atlantic Council, the
Brooking Institutions, el Instituto Real de Asuntos Internacionales (Chatham
House,) , etc.
[vii] en nuestro país la destrucción de la economía y el
Estado comienza con Salimei y los ingenios azucareros en Tucumán, sigue con el
proceso militar de 1976 con Martínez de Hoz y le sigue una etapa posterior con
Cavallo/Menem..
[viii] De interés para
este trabajo, el conjunto del Lejano oriente o Sudeste asiático, comprendiendo
1) inicialmente Japón, 2) luego los “tigres (o dragones) asiáticos”, Hong Kong.
Taiwán, Corea del Sur, Singapur y 3) los “tigres menores” o de segunda
generación, Tailandia, Indonesia y Malasia más Filipinas, los tres primeros
conocidos como la “invención de Japón” por la envergadura de sus inversiones para
fabricar componentes electrónicos.
[ix] Un cometido que aún está en veremos y ahora se reflota
con la crisis económica del coronavirus.
[x] a partir del funcionamientos autoorganizantes que se
le atribuye a las instancias delegados, incluidos organismo multilaterales y
hasta gobiernos nacionales, y la poca trascendencia pública que tiene a partir
del carácter no ostentoso de sus intervenciones, o la poca significación que
adquiere su entidad ante analistas y académicos.
[xii] La invención de la web como red informática mundial
-que acaba de cumplir 30 años- hizo posible una distribución por internet (que
había sido inventada 20 años antes) de textos, imágenes, vídeos u otros
contenidos multimedia. Todos los hogares del planeta potencialmente llegaron a
tener acceso a la asombrosa facilidad. Otros adelantos como el celular, el
progreso de la inteligencia artificial, el acceso a las redes, y ahora el big data, una vieja función sacerdotal
de conseguir información reservada en los confesionarios que ahora se hace con
algoritmos y sin pedir permiso.
[xiii]
Una expresión de la fuerza del consenso en el
plano superior lo dio esta semana el conflicto en la frontera chino india. El
enfrentamiento fue violento –los hindúes acusan más de 20 muertos- pero sin
armas de fuego. Solo se usaron piedras y palos de bambú con clavos en la punta.
Cachemira es una zona muy conflictiva y siempre al borde del precipicio, y a
militares celosos, imbuidos de profesionalismos reglamentarios, poco les falta
para mostrar sus atributos. Pues bien, el conflicto (que en otras
circunstancias podría haber conducido a un enfrentamiento mayor, como en 1962)
fue arreglado por teléfono con una oportuna intervención de ambos cancilleres,
sin la participación de terceros países. Esa es la nueva situación creada por
el funcionamiento del G20 y otras instancias -como los BRICS o la OCS- donde
los líderes de ambos países se sientan a una misma mesa todos los años más de
un vez.
[xv] En este trabajo se
adopta un enfoque de la entropía que apunta a configurar una herramienta de evaluación
para optimizar la utilización de los recursos que se destinan a intervenciones
territoriales. Aunque existe una idea que la asocia al desorden y al caos, aquí
se entiende a la entropía como “una propiedad de los procesos referida a la
disponibilidad de opciones realizables y/o la velocidad con que dichas opciones
se van realizando”. Así por ejemplo, diremos que con una vida por delante, un
recién nacido tiene baja entropía porque está todo por
hacerse en materia de realizaciones; por el contrario, quien ha
decidido suicidarse tiene alta entropía porque solo le resta
el tiro del final; no dispone de otras opciones. En este caso nos
referimos a la entropía como variable de estado, una noción
sincrónica que da la pauta del potencial de realización que muestra un sistema
en un momento dado. Existe otra forma de aplicar la noción de entropía.
Imaginemos un joven prometedor, lleno de posibilidades, cuya vida disipada hace
que dilapide sus opciones en forma compulsiva. Diremos que su
crecimiento es altamente entrópico; todo lo hace a tontas y a locas
desperdiciando su tiempo y logrando en la ecuación de insumos y productos una
baja eficiencia y eficacia. Por el contrario, veamos el caso de otro joven con
las mismas oportunidades, pero que las va realizando en forma ordenada, con
prudencia e imaginación, privilegiando la utilidad al ponderar su accionar en
cada paso para prever sus consecuencias; diremos que su entropía crece
más lentamente. En esta otra modalidad se concibe a la entropía como variable
de cambio. La entropía siempre es positiva y su cuantificación – aún
intuitiva porque aplicada a la marcha de la vida personal o los procesos
sociales no cuenta con una manera de medirla como sí se lo puede hacer en los
dominios de la termodinámica- permite tener una dimensión de cuál va a ser el
comportamiento de los recursos que comprometamos en un proceso y los resultados
esperables.
[xvi] Acudiendo a la realidad virtual de la “internet
profunda” (deep web) podemos entender lo que pasa con la producción y el comercio
mundial. En 2010 se estimó que la información que se encuentra en la internet
profunda es de 7500 terabytes, lo que equivale a aproximadamente 550 billones
de documentos individuales. En comparación, se estima que la internet
superficial (a la que se accede cotidianamente) contiene solo 19 terabytes de
contenido y un billón de documentos individuales. Algo equivalente pasa en el
comercio mundial con las partes de las cadenas globales de
valor (GVC) difícilmente contempladas en las estadísticas. La dificultad para
calcular la contribución de cada parte de una cadena de suministros al valor de
un producto final lo ilustra el hecho de que el G20 se da tiempo hasta 2030
para formular los algoritmos necesarios para una tributación discriminada de
tal manera que no tribute solo el bien o servicio final
[xvii]
mencionar programa de OCDE sobre exceso de
capacidad instalada en la producción de acero.