Es el peronismo,
Con el peronismo nacimos casi juntos en
momentos en que la Segunda guerra mundial alcanzaba su punto de inflexión con
la derrota de los alemanes en Stalingrado. Nuestros caminos fueron paralelos aunque
en general nos mató la indiferencia; en algunos tramos hubo roces, pero nunca promiscuidad.
Este trabajo trata de esa cercanía y relata algunas anécdotas en los que el
peronismo, sus partidarios y el contexto han sido parte de mis circunstancias. Ese
peronismo, que sin ser un diamante tuvo una elevada cantidad de facetas en sus
distintos gobiernos y en el llano, es motivo de consideraciones variadas,
algunas inesperadas hasta para mí luego de años de haberlas vivido. Se divide por
lugares en los que me tocó vivir: Tres Arroyos, Santa Fe, Buenos Aires y La
Plata. Toco madera, la gesta de Perón parece estar llegando a su fin luego de
casi setenta años de vigencia. Por lo que a mi respecto, espero sobrevivirlo
para ser espectador de cómo se reconfigura en un sentido global el sistema
político argentino.
Tres Arroyos
Corría el 55, mi primer año del colegio nacional. El último
del segundo gobierno de Perón. Las usinas opositoras funcionando a mil. Motivos
no faltaban: la corrupción peronista ingresaba en esa fase de transparencia obscena
que connota los finales de época. Uno de los ilícitos sospechados eran los
contratos de Perón con la Mercedes Benz. Coches negros de esa marca inundaban las
calles del país. Los usaban los taxis, pero sobre todo favoritos y favorecedores
del régimen. “Cállese la boca mocoso, le
voy a contar a su padre”, me dice el “chivo” Cuence, profesor de Instrucción
Cívica. En su clase, con pantalones cortos, no se me ocurre mejor cosa que
denunciar aquellos negociados. Fue un inicio precoz en la política. Mi padre
era peronista, proveniente de ese tronco conservador de la provincia de Buenos
Aires que le dio un perfil no solo obrero al naciente movimiento. Pero mi
hermano mayor revistaba en la Aviación Naval. Afortunadamente estaba internado al
haberse quebrado una pierna en un accidente de moto. No hay mal que por bien no
venga: se privó de un forzoso exilio en Uruguay luego de bombardear la Plaza de
Mayo como lo habían hecho en junio de ese año la mayoría de sus camaradas. De
eso no se habla. Una franja sin señal dividía tanto la mesa familiar como la
sociedad argentina (cualquier parecido). Había una sensibilidad especial en la
gente. Chismes, chanzas, dimes y diretes, acusaciones, calumnias e infundios de
todo tipo eran la comidilla del momento. Luego se vería que la mayoría de las
especies tenían asidero.
Eva Perón al 200 del lado de los números pares; mi lugar en
la ciudad. En la misma cuadra, desde el local partidario, un altavoz rompía la
monotonía de la tarde propalando las distintas marchas del peronismo; todas,
sin solución de continuidad: trabajo, mujer, juventud, deporte, educación,
Perón y Evita, Perón, Perón, que grande sos, Evita capitana, Evita inmortal...
eran entre otros algunos de los motivos de inspiración de músicos y letristas. También
repartían unas postales de cartulina tamaño A6 donde en unas se podía ver a
Perón montado en su caballo pinto y en las otras la foto de Evita engalanada
con una rosa. El mensaje audiovisual era realizado conforme a los dictados de la
estética peronista. Ahí fue donde me enteré una noche lluviosa de julio de 1952
de la muerte de la “perona” uno de los tantos motes despectivos con que la distinguían
los “contreras”. Ocurrió casi llegando a casa cuando pasaba por la puerta del
comité que estaban informando de la noticia con ese tono lúgubre pleno de solemnidad
con que los locutores engolan la voz para anunciar hechos infaustos. La
historia se detuvo por un instante. El momento justo –uno fija en el disco
rígido los lugares donde recibió noticias impactantes- no se olvida más. Para seguir
manteniendo vivo el recuerdo, la comunicación oficial hacía a diario su
contribución machacona: “20 y 25 hora en que Eva Perón entró en la
inmortalidad”, era la frase obligada de apertura y cierre en los mensajes de
gobierno y en algunos otros también.
Mi niñez, luego de pasar los primeros seis años de mi vida
en el campo, transcurrió en ese ambiente apacible de pueblo donde el peronismo
se hacía notar por algunos sucedidos. Por caso en el colegio. En cuarto grado,
el año de la muerte de Eva Perón, se decreta material de estudio “La Razón de
mi Vida”, un libro de tapa dura donde se mostraba la famosa foto de la autora
con el pelo rubio recogido en un rodete. La lectura obligatoria de las
enseñanzas de Evita se hacía en horas de clase para solaz de los alumnos. Ya en
sexto se armó un equipo de básquet para competir en los campeonatos Evita; me
nombraron capitán y tuve que ir a buscar un juego completo de camisetas y
pantalones que al final no se usaron. Los juegos quedaron abandonados en una
caja por inusables de tan mal hechos que estaban. Fue el año del pan de mijo. Debido
a cosechas de trigo pobres, Perón, con sentido práctico, para no dejar de
exportar decidió que en las panaderías se debía usar una mezcla de harina de
trigo y mijo para amasar un pan negro que ahora sería la delicia de los veganos
pero que en ese momento era conocido como “el pan de los cabecitas”. A veces
también desaparecían de los escaparates diversos artículos (¿alguna alusión?)
razón por la cual se desataban enérgicas campañas del gobierno contra el “agio
y la especulación”. En el caso de los cigarrillos, aparecían por cuenta gotas; enseguida
le avisaba a mi papá y entonces él me daba la plata para comprarle la mayor
cantidad de atados. A veces había otro
tipo de conflictos, cuando se enfrentaban oficialistas y opositores.
Toti Cier casado con una Hurtado trabajaba en un banco. El
gobierno había decretado duelo obligatorio luego de la muerte de Eva Perón en
las dependencias oficiales, en este caso los bancos Provincia y Nación. La forma
de expresar el luto era la tradicional con una banda de tela negra que se cosía
sobre la manga derecha del saco. Al día siguiente, todos los empleados
cumplieron con la orden menos Toti lo cual fue notado por el gerente. El
aludido contrariado dijo que él también llevaba luto, se abrió el saco y lo
mostró: se había cosido una pequeña tira de tela negra sobre la bragueta. El
sacrílego recién fue reincorporado a los tres años cuando cayó el peronismo. Otros
conflictos se daban en la esfera política, en particular con la actividad de
los radicales que en ese momento eran la principal fuerza de oposición. En una
oportunidad fue Balbín a Tres Arroyos y se hizo un acto en la Avenida Moreno lugar
del local partidario. Como era costumbre los muchachos peronistas fueron a
provocar. El viejo Rudi, caudillo de los de antes, se acercó al comisario -que estaba
mirando haciéndose el distraído - y le dijo: “Si no los saca usted los saco
yo”. De inmediato los revoltosos fueron alejados y el acto continuó con toda normalidad.
Mi viejo era un tipo decente lo cual por aquellos años no
era una rareza entre los argentinos cuando el cinismo no estaba tan extendido.
Me acuerdo una noche la ardorosa discusión que tuvo en casa con un cuñado que
le criticaba su obstinada negativa a usar los vínculos familiares para sacar
alguna ventaja, práctica habitual a ciertos niveles. Terminaron a las puteadas.
Pero mi papá se mantuvo en sus trece. Seguimos viviendo de las fanegas que
daban las pobres cosechas de cereales en las exhaustas tierras de la pampa
húmeda privadas por alguna razón que aún me resulta incomprensible (o no) del
uso generalizado de fertilizantes.
Así llegó el 55. Las radios uruguayas, Carve, el Espectador,
Colonia, al rojo vivo. Por esos canales alternativos podíamos enterarnos de lo
que pasaba en una realidad celosamente encubierta o distorsionada por Apold -el
secretario de difusión del peronismo ahora rescatado en un libro de reciente
aparición - en los medios en ese momento todos del oficialismo o controlados
por él. La mentira se había entronizado, el aire se iba enrareciendo. Una serie
de hechos contribuían a generar un clima opresivo que alcanzaba aunque en menor
medida a las ciudades del interior. Un hecho importante fue el golpe fallido de
junio del 55, de cruel factura por la cantidad de víctimas inocentes que costó.
La iglesia por su parte alimentaba una activa resistencia con un discurso
sutilmente cuestionador que se potenciaban en su grey frente a la acción
represiva del gobierno. La oposición política en su conjunto estaba jugada. Como
contrapartida, bandas nacionalistas, también de origen católico pero
alimentadas por el oficialismo, realizaban ataques vandálicos a instituciones opositoras.
Corolario de esa situación de enfrentamiento creciente fue cuando Perón echa
más leña al fuego con su famoso discurso del 31 de agosto donde amenaza: “por
cada uno de los nuestros que caiga, caerán cinco de los otros”. Así arribamos a
setiembre.
La Libertadora innegablemente descomprimió la situación, no
solo en la clase media. Los trabajadores y los sectores más pobres no se opusieron
al golpe de setiembre. La famosa resistencia peronista es un relato imaginario que
se mantuvo por mucho tiempo: no fue más allá de acciones aisladas de terrorismo
(“caños”) o algunas huelgas en los medios obreros sin mayor trascendencia
(salvo en 1959 la del frigorífico Lisandro de la Torre). El pueblo argentino y
sus sectores más lúcidos comenzaron una etapa de desarrollo –una de las más fecundas
de la historia argentina- que duró una década y que tuvo enormes implicancias
en la cultura y la enseñanza en general, sobre todo en la universidad estatal y
por qué no también en la naciente esfera privada cuando la enseñanza libre que
propugnaba el frondicismo rompió el monopolio de lo público luego de la derrota
que sufrimos desde el laicismo en el año 58.
Había mucho resentimiento acumulado en la sociedad argentina
con especial énfasis en las clases media y alta. Una expresión de ello fue el
asalto a los locales partidarios donde se sacaron papeles y muebles a la calle que
en algunos casos fueron incendiados. Así fue por lo menos en Tres Arroyos,
experiencia de la cual tengo un recuerdo vívido por haber sido parte de la
turbamulta. En esos días tumultuosos, la infantería de marina vino de Puerto Belgrano
a poner orden y hacerse cargo del municipio. Fue recibida apoteóticamente por
todo el pueblo y en ese marco asumieron las nuevas autoridades municipales. Los
infantes estuvieron unos días recorriendo distintas áreas de la ciudad siempre
con un gran acompañamiento de la gente. Recuerdo en la visita a la metalúrgica
Istilart, la fábrica más grande que había en el pueblo, los marinos recorriendo
las distintas secciones acompañados por gente de afuera y los obreros recelosos
mirando sin comprender. Y en esos días ocurrió un hecho de connotaciones
familiares: el avión de transporte que vino a buscar a los infantes de marina para
regresar a sus bases estaba piloteado por mi hermano.
1955, octubre.
Despedida de las tropas en el Aeroclub de Tres Arroyos. Del lado derecho de la
imagen se puede ver a mi papá de traje oscuro, con anteojos y gorra. Imagino
sus sentimientos encontrados. De padre
orgulloso por el papel destacado de su hijo mayor (de los tres que caminan es
el de la derecha) en conflicto con la evidencia de una derrota inapelable del
peronismo. El chico que está al lado de
perro con los brazos cruzados -como esperando el desenlace de los
acontecimientos- soy yo.
La desaparición del peronismo del teatro de la política dio
lugar al protagonismo de los radicales, escindidos en frondicistas y
balbinistas, que ocupan el centro de la escena. En el 58 -Frondizi ya en
gobierno con el apoyo de los peronistas- la puja entre la “laica y la libre” en
alusión al mencionado proyecto de enseñanza privada, fue la lucha de mayor
repercusión por el papel de los estudiantes en la calle y la ocupación de
facultades y escuelas. Me acuerdo que estuvimos como un mes dentro del colegio.
Los radicales del pueblo (así se llamaban los balbinistas) nos traían la comida
en paquetes que desde la calle lanzaban hacia el techo donde estábamos los
ocupantes en defensa de la escuela pública. La presencia peronista en el
colegio se limitaba a un solo compañero que era tratado como un leproso. Los
dos diarios de la ciudad estaban divididos. El más grande era favorable al
gobierno y en consecuencia estaba en contra de la lucha de los que defendían la
enseñanza laica. Con el más pequeño, La Hora, yo tenía un contacto estrecho al
punto de que su redacción era un paso obligado muchos días. En ese año estuve
trabajando como corrector lo que me imponía permanecer en el diario hasta que la
revisión de las pruebas de galera estuviera lista ya de madrugada. Al colegio
entraba a las ocho de la mañana a pesar de lo cual no faltaba. También oficie de
cronista deportivo para cubrir los partidos de fútbol en un año donde los
chacareros donaban bolsas de trigo para traer buenos jugadores de otros lados,
lo que hizo a la liga local competitiva a nivel nacional. En el diario había
amigos que me cuidaban en mis quince años. Recuerdo a Pirincho Dinsen y en
especial Cañazo Foulkes con quien tenía la vaga idea de que nos unía algún tipo
de parentesco lo que en efecto pude aclarar con el tiempo. Ese año había
fallecido mi padre. Sus simpatías por el peronismo pasaron a ser una cuestión de
su fuero íntimo aunque a decir verdad nunca fue muy expresivo al respecto,
salvo en algunas circunstancias. Sus últimas lecturas las hacía en el diario
Propósitos de Leónidas Barletta que a pesar de ser cercano al marxismo había
adoptado una posición de denuncia frente a la represión que ejerció la
Liberadora sobre el peronismo, sobre todo los fusilamientos de José León
Suarez.
Santa Fe
En 1960 fui a estudiar Ingeniería Química (IQ). Por
influencia de un profesor del secundario egresado de la UNL, elegí Santa Fe como
destino para iniciar los estudios superiores, contrariando los deseos
familiares que imaginaban un lugar más cercano, por ejemplo La Plata o Buenos
Aires. Aunque en forma indirecta, desde un primer momento tuve contacto con la
política como era de rigor en la vida universitaria. Mi primer alojamiento fue
en el Colegio Mayor Universitario (CMU), dirigido por un famoso cura del que se
dice (aunque nunca lo pude corroborar) que fue mencionado por Perón en uno de
sus discursos por su rol de agitador. Efectivamente, el CMU, que había sido
fundado a principios de los 50, nació con una fuerte impronta antiperonista.
Una prueba de ellos fue el aporte de unos cuantos como se decía antes motorman que
improvisados manejaron tranvías para romper una huelga del transporte en época
de la Libertadora. A pesar de esos antecedentes antiperonistas, con el tiempo,
transcurriendo la década de los sesenta, el CMU fue una cantera de montoneros.
Yo escuchaba aunque no me comprometía; me hacía el
distraído. Todas las semanas el cura nos reunía para darnos charlas sobre la
separación, aunque recorriendo caminos paralelos, de la ciencia con la
filosofía. Ernesto Leyendeker -tal su nombre de ascendencia suiza como tantos otros
en la zona- era un gran orador. Arrimando la oreja a la puerta de su habitación
(yo me alojaba en la misma casa donde él vivía aunque el CMU tenía como diez
residencias) se lo podía escuchar a menudo recitando casi a los gritos alguna de
las obras de Shakespeare con el fin de mejorar sus dotes discursivas. Pero
parece que mi actitud un tanto reticente no fue de su agrado. A fin de ese año recuerdo
me llamó a su pieza y arrancó con un “mirá Ford, vos tenés la persiana baja” dicho
con tono nada contenedor. La breve y seca entrevista fue una evidencia clara de
que mis días en el CMU estaban contados. Efectivamente, a mitad del año
siguiente con otros compañeros alquilamos una casa si se la podía llamar así.
Por su estado deplorable en el ambiente estudiantil era conocida como “El
sucucho”.
Del CMU salió el Ateneo Universitario (AU) agrupación estudiantil
que pronto alcanzó la mayoría en el consejo de la Facultad de IQ. Ya desde el
principio mostraban una organización de tinte militar. En 1965, en una actitud
francamente terrorista (apagaron la luz y tiraron una bomba de humo sobre la
mesa donde estaba reunido el Consejo directivo lo que determinó que un profesor
se tirara a la calle desde el primer piso) provocaron la renuncia de la casi
totalidad del cuerpo docente, de una facultad que en su tipo era la más
reconocido no solo aquí sino por estudiantes que venían de otros países del
continente. A partir de ese momento el AU
emprendió un viaje de ida que desembocó en la Juventud Peronista y en Montoneros. A la guerrilla le dio una cantidad
enorme de cuadros a todos los niveles. De los seis oficiales superiores de la
dirección de Montoneros, dos salieron de Ingeniería Química (Yäger y Vaca Narvaja, este proveniente del nacionalismo
católico cordobés pero viviendo en Santa Fe por esos años donde se terminó de
formar).
Mi camino fue alternativo. Eso hizo que desde el CMU no me
miraran con buenos ojos por mi actuación posterior. Uno de mis compañeros de
casa, Eduardo Lombardo, promovió la formación de una agrupación universitaria,
el MUI (movimiento universitario independiente) basado en las ideas cientificistas
de un premio Nobel de Química, Linus Pauling, una concepción totalmente
apolítica que planteaba tomar los problema de a uno para darles solución. Integré
la mesa de los cuatro miembros fundadores. Nos presentamos a una elección
estudiantil y me acuerdo sacamos 101 votos que era una buena cifra en una
Facultad chica (entraban 250 por año). Luego el movimiento se diluyó arrasado
por las pulsiones politizantes que fueron creciendo en el movimiento
estudiantil. La actividad de los peronistas era nula en la facultad, y muy baja
en el movimiento obrero hasta la aparición de la CGT de los Argentinos años
después. La izquierda en cambio mantenía
sus posiciones alcanzadas luego del 55, siempre hablando del movimiento
estudiantil, amparada en las condiciones de legalidad imperantes hasta el golpe
de 1966 y sobre todo por la existencia de la autonomía universitaria. En el 62
se hizo un acto en Plaza España que quedaba a la vuelta de casa donde habló la
madre del Che, Celia de la Serna de Guevara Lynch; con ese apellido sin embargo
defendía ardorosamente las ideas de su hijo. El enemigo en esas oportunidades eran
los activistas de Tacuara, ligados a la acción católica y que luego como por un
brete fueron arribando a la guerrilla peronista. En el momento los conocíamos
como los “fachos”. Esa noche como corresponde fueron a provocar; uno de ellos
se llamaba Bilotas Rosas y era de Rosario. Lo sacamos corriendo y al alcanzarlo
le arrancamos el pantalón tirando
fuertemente de las botamangas; de las perneras rasgadas quedaron flameando dos largas
tiras de tela tal como se representa en las historietas la bandera de los náufragos.
Yo me sentía orgulloso por lo hecho, el primero de acción directa con resultados
a la vista. Pero un entrañable compañero de la facultad que ya estaba en el PC,
se acercó al Sucucho y desde la calle nomás
me gritó: esos son tus amigos, en alusión claro está al militante tacuara. Yo
desde el balcón trataba de hacerle entender también a los gritos que había
estado del otro lado pero ya ofuscado mi amigo Michel se alejaba montado en su
inseparable bicicleta sin que hubiera tomado nota de mi arrojada misión
justiciera
[i]. Pero en
el ancho dial de las ideologías mi aguja empezaba a titilar. La curiosidad me
devoraba.
Por un lado estaba todo lo que venía de la revolución cubana
que he contado en otro trabajo. Las charlas que daban Rozitchner y los Viñas
sobre los juicios a los marielitos apresados en la fallida invasión a la isla
regenteada por la CIA. Por el otro, algunos movimientos que comenzaba a dar el
peronismo luego del desencanto frondicista. En una oportunidad se hizo un acto
de la CGT con un dirigente nacional del que
no recuerdo su nombre. Por mi inveterada costumbre de llegar temprano quedé
ubicado a dos metros del palco. Eso hizo que fuera figura tapa en la revista
ASÍ de gran tiraje en ese momento. Y estaban las lecturas, caóticas pero
frondosas en esos años.
Me fui acercando al centro de estudiantes, donde militaban
los reformistas con distintos grado de adhesión al marxismo. En esos ámbitos, el
tratamiento del peronismo era una cuestión conflictiva y dilucidar la
problemática implicaba ingresar de lleno en el terreno de la ideología. En
realidad, nunca pudo ser resuelta una ecuación de dos variables: por una lado,
el hecho de que la clase obrera fuera considerada el actor protagónico de cualquier
cambio (la clase media era un flan y la clase alta había que hacerla
desaparecer) y, por el otro, el hecho innegable de que esa clase revolucionaria
estaba totalmente cooptada por la ideología del enemigo. En el PC, esa
controversia adquirió tintes dramáticas. La polémica entre Vittorio Codovilla,
que tuvo que regresar al país para evitar la diáspora dejando sus obligaciones
en la Internacional comunista, y Juan José Real que quería meter a todos los
comunistas en la faltriquera de Perón, ocupó un tiempo y un lugar importante en
la labor del partido. El entuerto se saldó a favor del primero por lo cual el
PC nunca hasta hoy pudo sacarse de encima el mote de traidor a la clase obrera
(en realidad al peronismo que en nuestro país es lo mismo). Así, las
implicancias del PC en los fragores de la lucha sindical normalmente fueron de baja
intensidad lo que fue una consecuencia directa del poco peso en el proletariado
de un partido pequeño a diferencia de lo que pasaba en otros países, incluso
vecinos. Como en la universidad el
peronismo no existía, la problemática no sobrepasaba los márgenes de una
curiosidad intelectual.
El peronismo comienza a reavivarse con algunos movimientos
del máximo caudillo sindical, Augusto Vandor, que quería cuestionar el
liderazgo de Perón que estaba exiliado en Puerta de Hierro. Eso hizo que
Isabelita tuviera que venir desde Madrid mandada por el General para poner
orden en la tropa, lo que tuvo cierta repercusión. Vandor, por esa predisposición
de los sindicalistas peronistas de transar con el poder de turno, si son
militares mejor, se puso la corbata para asistir a la asunción del dictador
Onganía en 1966. En 1968 se forma la CGT de los Argentinos que le daba un marco
institucional al sindicalismo peronista combativo con la asistencia de
distintas fuerzas de la izquierda. Obviamente, todos los estudiantes fuimos a
parar ahí. Las luchas que se dieron por esos años (Cordobazo) y los alzamientos
estudiantiles en distintas ciudades tuvieron inspiración también en esos
espacios emergentes. El peronismo ya dejaba de ser un bloque monolítico de
derecha, y desde su seno con el despegue de las fuerzas de izquierda comenzaba
a gestarse un espacio de proclividad para la aparición de las fuerzas
guerrilleras, las venidas del nacionalismo católico básicamente peronistas que
cohabitaban con fuerzas trotskista del PRT/El Combatiente que luego formaron el
ERP. En general, institucionalmente el comunismo en ninguna de sus variantes se
metió en la guerrilla (PC, PCR y Vanguardia comunista de donde proviene
Zannini, el confidente hoy vapuleado por la presidenta) eso no quiere decir que
muchos comunistas no lo hayan hecho. Un caso de esos es el de Roberto Quieto,
fundador de las FAR, luego detenido por los militares y degradado por la
conducción de montoneros de la que
formaba parte (con ellos había fundido su movimiento) por haber cantado todo lo
que sabía, lo que representó un golpe serio para la seguridad de la guerrilla.
En los años de Onganía tuve el raro privilegio de ser el
alumno más castigado en la Facultad. En 1967, fui dejado cesante como docente
alumno junto a Roberto “palometa” Pirles, luego oficial montonero asesinado en
La Plata en un simulacro de fuga. La sanción se consumó en la misma mañana del
día en que se publicó la ley 17245 (ley orgánica de las universidades
nacionales) lo que nos trajo aparejado ser los dos primeros sancionados del
país. La pérdida del cargo dio como resultado el fin prematuro de mi carrera docente y un
serio problema económico para un recién casado. A los dos años me suspendieron
como alumno junto a Luis “la mona” Rolfo del PCR y el luego peronista Jorge “el
turco” Obeid
[ii],
ambos fallecidos. A pesar de la militancia full time nunca perdí la regularidad
como alumno siendo que por el artículo 90 estaba obligado a aprobar una
cantidad de materias por año
[iii].
Hace unos pocos años estando en Paraná dando unos cursos
cruce el túnel y fui a visitar mi Facultad. Mas vale no hubiera ido. En el
octógono -así llamábamos a una triple altura ubicada en el centra del edificio
donde convergía toda la vida política- había una placa con una cantidad enorme
de nombres (creo eran alrededor de sesenta) de los compañeros (mayoría
montoneros y algunos del ERP) muertos o desaparecidos en los años de plomo; muchos
recuerdos despertados y el reavivamiento de reflexiones que a uno lo han
seguido a través de los años, sobre todo cuando se ha tenido papeles
protagónicos en la política estudiantil. ¿Mártires o perejiles? ¿Valientes o suicidas?
Interrogantes no fáciles de ser respondido desde ahora. “¡Cuántos muchachos de
la Acción, por una mala educación de la utopía, terminaron en la guerrilla de
los años ‘70!” admitió días pasados el papa Francisco en una infrecuente actitud
autocrítica a esos niveles.
En 1970 fui convocado para realizar tareas de dirección en
el movimiento estudiantil a nivel nacional lo que nos llevó a mudarnos quedando
para el recuerdo la querida Santa Fe de la Veracruz donde me pasaron tantas
cosas.
Buenos Aires
Uno de los momentos más dramáticos de la historia argentina
se vivió en la década del setenta. El grado de conflictividad y lo complejo del
entramado de eventos se iban sucediendo en forma creciente. Alzamientos
populares como el Cordobazo, crisis militares, ascenso de la guerrilla,
incremento de la actividad política, encadenamiento de crisis económicas,
desgobierno hasta el golpe de estado de 1976 que instaura una dictadura. El
peronismo fue un actor protagónico en todas las áreas de la actividad y en
todos los eventos implicados. En la universidad, acostumbrada a la hegemonía
reformista a lo largo de la historia, el ascenso de la JP fue como una tromba.
Era imposible establecer una política que no fuera el seguidismo con ese fenómeno
bárbaro por dos razones principales, el poder destructivo de la irrupción
peronista, y las culpas históricas de la izquierda que no quería quedar
descolgado una vez más con ese movimiento. No lo viví en carne propia por la
modalidad que había adoptado mi militancia que ya era de carácter interno, sin
participación directa en las acciones estudiantiles. Pero el alcance nacional
de mis funciones, el hecho de viajar por todo el país y tomar contacto con las
organizaciones estudiantiles en cada uno de los lugares, me fue haciendo ver
que se estaba produciendo un punto de inflexión en el ambiente universitario.
La situación política se fue haciendo crítica con la
intensificación de todas las variables anotadas. Los operativos guerrilleros a
partir del secuestro y asesinato de Aramburu y una enorme cantidad de acciones
de diversa envergadura fueron configurando un sentimiento de angustia. A pesar
de ello, las negociaciones de los militares con Perón indicaban que se acercaba
una situación de apertura política por llamarla de alguna manera.
Una noche en el barrio de Belgrano estábamos reunidos con el
televisor prendido siguiendo las alternativas del secuestro del avión en Trelew
y la fuga de los guerrilleros presos. De golpe tuve un presentimiento que luego
se demostró cierto: el piloto que manejaba el avión de Austral con el que se hizo
posible la fuga a Chile era mi hermano. Luego con los días me fui enterando de
las alternativas por distintas fuentes en algunos casos directas. Uno de los
guerrilleros que estaban encañonando a los pilotos en la cabina era Vaca
Narvaja, el mismo oficial superior montonero al que yo le vendía libros de
filosofía en Santa Fe, uno de los dirigentes máximos de ese grupo guerrillero.
Andá a saber si habrá hecho alguna asociación.
En los primeros tiempos del nuevo gobierno peronista se
volvió a la fuente, o sea, la política nacionalista burguesa que había
caracterizado al primero Perón. Se establece una relación directa con un
empresariado prebendario que se lo asocia con la sustitución de importaciones, que tanto han contribuido a la decadencia de
nuestro país desde los años treinta cuando cesa del modelo agro exportador.
Gelbard -un comunista encubierto según ha sido reconocido en su libro “El oro de
Moscú” por el historiador Isidoro Gilbert que se ha hecho cargo de la apasionante
tarea de recopilar la historia de ese partido- fue el ministro de economía en
esos años; el imperio del desabastecimiento y el mercado negro. Me acuerdo una
vez que fui a Santiago del Estero por razones de militancia y volví con un
trofeo: dos kilos de cebolla que había comprado en el mercado de la capital.
Otra vez conseguí una lata de aceite de maíz que estaba escondida en el
escaparate de un almacén de campo. Los coches de fabricación nacional a veces eran
entregados sin los picaportes interiores hasta algunas semanas después en que
podían ser completados con ese equipamiento imprescindible.
Ya en la vida profesional, trabajando en una fábrica de la
zona norte del GBA, pude tomar contacto por referencias directas con la
contracara de los montoneros: las 3 A. Ahí era frecuente escuchar relatos
terroríficos por parte de los operarios. Detalles macabros de los operativos de
esos grupos paraoficiales armados en el gobierno de Isabelita (pero ya bendecidos
por Perón antes de morir) que en los medios se tamizaban pero que los que
trabajaban en la fábrica los transmitían en forma descarnada y hasta morbosa,
por que habían tenido lugar en sus barrios.
A pesar de trabajar como ingeniero, seguí vinculado al área
universitaria aunque con responsabilidades de menor rango. Y ocurrió lo que
suele pasar: mi interés por la vida política en condiciones tan poco constructivas frente a
lo que sin exagerar se podría denominar el salvajismo del peronismo de uno y
otro signo fue decreciendo. Al mismo tiempo iba en aumento el deseo de ocuparme
con mayor ahinco en mi profesión que había sido postergada por el tiempo
insumido en la militancia dada mi dedicación de tiempo completo. Y un
componente de temor no desdeñable.
La dictadura militar prohíbe toda la actividad política salvo
la suya. No hay mucho que decir de esos años relacionado a experiencias
personales debido a que una labor ultra sofisticada de aislamiento informativo
hizo que cada argentino que quedó en el país se metiera más adentro de sí
mismo, y los que legalmente por Ezeiza se fueron amenazados estuvieran
preocupados por sobrevivir (aunque luego se hayan atribuidos actitudes y
acciones imaginarias en contra de la dictadura). A otros se los preservó por medio de las
detenciones; Menem por tomar un caso entre miles. Y a muchos militantes
montoneros y prácticamente en su totalidad a los del ERP se los asesino o hizo
desaparecer de las formas más crueles e inhumanas que se pueda imaginar. De
cualquier manera está pendiente una reparación histórica con relación a todas
aquellas acciones criminales de la guerrilla en contra de sus enemigos,
uniformados o civiles. Hasta ahora la justica ha sido unidireccional o
indiferente. Independientemente de donde
puedan estar las simpatías y sobre todo los sentimientos de odio de quienes piensan
en aquellos años, no se puede concebir un verdadero desarrollo de nuestro país
si hay deudas de justicia pendientes que actúan como un ruido en el imaginario social.
El advenimiento de la democracia no fue propicio para el
resurgimiento de los peronistas. Figuras viejas no pudieron hacer pie en una
sociedad que quería respirar los aires reparadores de una democracia que estaba
por alumbrar luego de tantos años viviendo en el ostracismo. Sin embargo, por
medio de la actividad sindical donde los peronistas conservaban una fuerza
hegemónica le hicieron la vida imposible al gobierno del alfonsinismo lo que
les permitió ir recuperando fuerzas con un remozamiento visible en las huestes renovadoras
de Cafiero. Detrás de esa irrupción se colaron todas las expresiones políticas
del peronismo incluso las fuerzas que luego se encargarían de derrotar a
quienes establecieron la cabeza de playa, como fue el menemismo.
Todo esto es historia nueva. Con gran versatilidad, en los
noventa los peronistas sin excepción se pusieron la máscara del neoliberalismo.
¡Qué contradicción difícil de metabolizar para los ultraizquierdistas de los
setenta si no fuera por su versatilidad! Ese mismo travestismo tuvo su lugar luego
con el gobierno de Duhalde y ahora con el kirchnerismo; así, las diferencias en
el seno del movimiento solo se manifiestan en momentos en que algún período
está finalizando y está en juego la sucesión. Es cuando afloran las agresiones
irreparables. Producido el nuevo resultado, se olvidan los dolores del parto, y
los peronistas sin perder un segundo de tiempo van a socorrer al vencedor. Se liman
las diferencias y retoman el camino como si toda la vida lo hubieran hecho juntos.
La Plata
A principios de la década de los noventa me fui detrás de
una quimera a vivir a la capital de la Provincia, más cerca de los recuerdos gratos
de una parte de mi niñez y de los lugares de proveniencia de mi familia
paterna. En esa ciudad tuve nuevamente contacto con los peronistas. En mi
barrio aledaño a una villa promoví la formación de una ONG relacionado al Arroyo
del Gato, el mismo arroyo que ahora ha alcanzado notoriedad luego de la
inundación del año pasado. Con gran esfuerzo se logro movilizar a mucha gente
de la villa sobre todo a partir de la participación de punteros peronistas que
integraron la comisión directiva de la ONG. Se hicieron muchas charlas sobre
temas ambientales referidos a la recuperación de la cuenca del arroyo que está
muy contaminada por varias razones, no solo debido a la existencia de los
ranchos a su vera. Producto de que casualmente una altísima funcionaria en el
área social de la nación vivía en las cercanías, se consiguió un subsidio para
entregar cajas de alimentos pero aquí se puso en evidencia la miseria de los
punteros. Cada caja costaba $ 20 de aquella época de los cuales ellos se
quedaban con el 10%, es decir $2. Todo era así. Llega un momento en que uno se
cansa. Pero al mismo tiempo hay que tener en cuenta que la experiencia no se
puede hacer en otro lado si se desea una aproximación a la forma en que opera
el peronismo en los sectores más pobres.
¿Qué es un puntero peronista? Por supuesto hay de todo pero
ciertas características los hacen asemejarse en la realización de determinadas
funciones. Ascendencia lograda por rasgos de personalidad o por el temor. Actitud
solidaria. Predisposición a resolver problemas frente a las autoridades
actuando de nexo. O directamente problemas que están a su alcance resolver con
los medios que él dispone. Por supuesto, lo principal es la consecución de
planes. Ahora también organizar las cooperativas de trabajo. Es una ciudad como
La Plata donde la abrumadora mayoría del empleo es público, el puntero tiene un
poder incrementado por esas características. Por cierto, el puntero está para
todo servicio y por el mantenimiento del poder territorial también debe estar
en condiciones de manejar las actividades delictivas. Básicamente los ladrones de
todo nivel y el trafico de drogas. Producto del agravamiento que estas
actividades han tenido en los últimos años con el kirchnerismo, su esfera de
acción se ha ampliado. Quien tenga una visión idílica de estas actividades debe
tener en cuenta que la gente decente ha sido desplazada de la escena; hoy están
en stand by y la peor gente ha copado la parada. Por esos años hice una
experiencia muy extendida como evaluador de programas sociales nacionales. Eso
me llevó a tomar contacto con los municipios de la provincia, interior y
conurbano. Ahí se ven las diferencias
entre unos y otros.
Epílogo
Una nota salido en estos días propone con buen criterio
liberar al peronismo de su condición de excepcionalidad con que a veces se lo
quiere caracterizar cuando faltan recursos conceptuales como para explicar una
situación no del todo fácil de entender afuera (como ocurre siempre con las
cosas que no son las propias) y, sobre todo, para proteger una supuesta pátina
de distinción con que los argentinos pretendemos diferenciarnos de los demás
(también como pasa en todo tiempo y lugar). Hay que decirlo con todas las
letras: como otros movimientos en distintos países, el peronismo nace con una
clara ideología inspirada en el ambiente nazi fascista de la Europa de la belle
epoque. Y su matriz doctrinaria se nutre de un populismo que a diferencia del
dulce de leche no fue inventado en nuestro país.
Lo único de original que tiene el peronismo es que nace,
crece y se desarrolla en la Argentina. Perón mamó todo ese enfoque cuando
estuvo en Europa por esos años de entre guerra enviado por el Ejército. Por
otra parte, su principal plataforma de lanzamiento, la Secretaría de Trabajo y
Previsión creada luego del golpe de 1943, contó con el asesoramiento estratégico
de un franquista reconocido
[iv] que fue
el encargado de redactar la legislación laboral que hizo posible su labor de
creación y captación de los sindicatos en los cuales apoyó su creciente poder.
Esos acontecimientos que marcarían la historia posterior de nuestro país hasta
nuestros días, tenían lugar en momentos en que la alternativa epocal perdidosa en
el mundo (el Eje) aquí nacía condenada al éxito, una opción que se consolidó en
las elecciones de 1945 por las cuales Perón accedió a su primera presidencia.
Cada movimiento histórico tiene su mandato, sea este explícito
o no; ese sentido, que lo acompaña y orienta a lo largo de su vida, ya está en
la matriz donde nació. Viendo la realidad –que es la única verdad- la misión
del peronismo fue facilitar la fluencia de la decadencia argentina. Fue actor
principal en distinto momentos de la política de nuestro país desde la Segunda
guerra mundial. Salvo en una oportunidad siempre a contrapelo de los vientos del
progreso imperantes en el mundo.
En la primera presidencia, el encierro del país reforzó la
política de sustitución de importaciones cuya concepción ideológica ya venía
desde los años treinta, y que tanto contribuyo al atraso de nuestro sistema
productivo. En la segunda, antes de su derrocamiento por la Libertadora, abrió
las puertas del país a una industria ya obsoleta que tuvo su expresión en la
fabricación de automóviles que habían caído en desuso en sus países de origen
(esa medida luego fue mantenida y profundizada por el desarrollismo). En el 73,
entrega la economía a una burguesía industrial prebendaria que reforzó más el
aislamiento en todos los órdenes de la Argentina. El único gobierno que
desplegó los alerones en la dirección del viento fue paradójicamente el odiado de
los noventa.
Es generalizado el repudio a la gestión de la dupla
Menem/Cavallo en amplios sectores de la opinión pública incluso desde su propio
partido. Hay fuertes razones para ello. Ese gobierno fue un participante activo
en esa carrera contra la decencia de los de ese signo en la que cada uno de
ellos supera al anterior; el programa de la convertibilidad, característico de
su administración y vigente a lo largo de la misma, endeudó el país a límites
desconocidos; el sustrato ideológico de las políticas económicosociales -la
teoría del derrame- se demostró falso si nos atenemos a los resultados de la
realidad (aumento de la pobreza, desocupación, exclusión social y
marginalidad). Desde el punto de vista de esos indicadores la gestión menemista
justifica la valoración que se tiene de ella. Pero como se sabe un mismo
fenómeno admite distintas miradas. En particular, cuando el paso del tiempo
permite hacer comparaciones, y la visualización en perspectiva de los contextos
involucrados da lugar a nuevos elementos de juicio. En ese caso se podría decir
que el menemismo fue el único gobierno peronista que desplegó los alerones en
el sentido del progreso. Lo que pasa es que le tocó la peor parte de ese
cometido, y los costos para una parte de la población fueron altísimos.
Haciendo una analogía menos dolorosa: cuando se recicla una casa, cualquier proyecto
incluirá fatalmente el derribo de algunas paredes. Si un vecino pasa por la
obra, y ve a los albañiles con la piqueta, con justa razón se lamentará de la
obra destructiva, aún más si la pared derribada ha formado parte de una edificación
con historia. Este aspecto, el de la demolición, fue lo sustantivo del proyecto
neoliberal de la década. Pero no solo como veremos enseguida.
Antes, hay que hacer un breve repaso del Consenso de
Washington, del que se habla más que de lo que se lo conoce. Ese cuco se basaba
en las 10 políticas siguientes:
1.
Disciplina
presupuestaria (los presupuestos públicos no pueden tener déficit)
2.
Reordenamiento de
las prioridades del gasto público de áreas como subsidios (especialmente
subsidios indiscriminados) hacia sectores que favorezcan el crecimiento, y
servicios para los pobres, como educación, salud pública, investigación e
infraestructuras.
3.
Reforma Impositiva
(buscar bases imponibles amplias y tipos marginales moderados)
4.
Liberalización
financiera, especialmente de los tipos de interés
5.
Un tipo de cambio
de la moneda competitivo
6.
Liberalización del
comercio internacional (disminución de barreras aduaneras)
7.
Eliminación de las
barreras a las inversiones extranjeras directas
8.
Privatización
(venta de las empresas públicas y de los monopolios estatales)
9.
Desregulación de
los mercados
10.
Protección de la
propiedad privada.
Ahora que han pasado los años, algunas de esas medidas son
de aplicación corriente en todo el mundo. Otras son motivo de controversias
según las distintas escuelas del pensamiento económico. En el caso de las
barreras al comercio internacional (proteccionismo), sustitución de
importaciones, cepo cambiario, no crear un ambiente favorable a las inversiones
extranjeras directas, renacionalización de empresas, etc., son medidas que no
se corresponden con los tiempos y los gobiernos que las aplican no logran buenos
resultados. Los ejemplos están a mano.
La realidad es que con ese u otro nombre, el CW está en el
medio de una disyuntiva. El logro de un país moderno implica entrar de lleno en
el mundo tal como es hoy, y el estado de bienestar -grande pero ineficiente- vive
su ocaso. La mejor manera de aprovechar las enormes ventajas del proceso
globalizador (y aventar sus riesgos) no está en el encierro sino en el riesgo
de aplicar políticas inteligente como lo están haciendo los países exitosos,
incluso vecinos.
Con la mano en el corazón y sin clichés ideológicos, cabe
preguntarse si el estado, la economía argentina, su sistema productivo, y el
asistencialismo clientelar, todos con sus distintas singularidades que se habían
ido configurando a través de los años, representaban la situación más favorable
para la modernización de la Argentina.
La política de apertura de la economía, de privatizaciones y
desregulación, que obviamente no contó con el apoyo de amplios sectores de la
población entre los cuales me incluyo, sobre todo por los perjuicios
económicosociales causados, sin embargo fueron, son y serán objetivos a
materializar –por cierto en forma concertada como políticas de estado- en
cualquier proyecto futuro de reinserción internacional. Menem lo hizo como un
cruzado (contradiciendo sus promesas electorales), apoyado en sectores
liberales de la economía, y de ahí los costos políticos insumidos. La otra cara
de la moneda nos muestra lo siguiente.
El llamado neoliberalismo de los noventa fue una fuente de
modernización tecnológica en los servicios, y la importación de bienes de
capital amparados en el “1 a 1” hizo posible la actualización de ramas de la
industria, desechando sectores obsoletos que solo se podían mantener en un país
encapsulado y no competitivo. La revolución del campo comenzó a florecer por
esos años luego de décadas de estancamiento. Sectores como el urbanismo (Puerto
Madero fue el puntapié inicial para transformar a Buenos Aires en una ciudad
global), el diseño, la gastronomía, la vestimenta, la recuperación del tango, la
socialización de costumbres y prácticas de género, y otros cambios en distintos
sectores del quehacer cotidiano mostraron a una Argentina realizando
transformaciones o comenzando a hacerlas como nunca antes en un sentido
progresista. Las políticas sociales fueron de mayor complejidad a la que
implementaron los gobiernos posteriores, sobre todo luego de la Alianza que las
había heredado. Eran activas y permitían palear y dar una perspectiva a las
gestiones locales, frente a los altísimos costos sociales de desmontar una
estructura heredada de 70 años de decadencia. Cuando la Argentina dentro de
unos años esté metida de lleno en el proceso global, y se comiencen a ver los
desafíos que ello trae aparejado, la historia reverá la gestión de los noventa
con sus claroscuros; pero por ahora ese ejercicio intelectual no parece
oportuno: es políticamente incorrecto.
Por último, el
kirchnerismo fue lo contrario; deshizo todo lo que se debía preservar,
fortalecer y acrecentar. En su lugar llevó a límites rayanos en la extravagancia
y el desvarío las concepciones nacionalista-burguesas que inspiraron las
tres administraciones de Perón. Los resultados no podían ser otros que los que hoy
se pueden ver. Estas gestiones del matrimonio Kirchner son un manual de las
cosas que no hay que hacer. Cualquier gobierno que gane en el 2015 y se inspire
en el kirchnerismo para implementar todo lo contrario de lo realizado en la
“década ganada”, seguramente dará lugar a una gestión moderna y exitosa.
--o0o--
Me pregunto si este camino paralelo y sincrónico que he
recorrido desde el inicio con el peronismo no está llegando a su fin (toco
madera porque estoy dispuesto a sobrevivirlo). La pérdida de sentido histórico
del peronismo -y la incógnita abierta en el radicalismo hace algunos años con
una fragmentación quasi terminal pero que ahora parece sublimarse en un espacio
más amplio de tonalidad socialdemócrata- inevitablemente dará lugar a una
reconfiguración del sistema político argentino. Un diseño similar al de los
países europeos desarrollados que por razones de progreso debe ser el faro que
nos guie. Pero más allá de las expresiones políticas, lo que ha llegado al
límite de sentido es la concepción populista como referencia inocultable en no
pocos sectores del conjunto de los partidos políticos, vigente en la gestión
estatal, social y privada a todo nivel, y sentimiento arraigado en la opinión
pública de nuestro país. No podremos diseñar un territorio moderno si no nos
desprendemos de esa pesada mochila. Tenemos que ingresar raudamente al trabajo
creativo, la innovación y la competitividad, abiertos al mundo de hoy con todas
las oportunidades y riesgos que ello trae aparejado. Pensar y acordar el país
del futuro para hacerlo realidad. La Argentina global.
Ing. Alberto Ford
Arroyo del Gato, marzo
de 2014
[i]
Michel Helfgott Lerner, uno de mis maestros a
pesar de ser menor que yo, fue el mejor alumno de la promoción de 1960. A las
10 materias rendidas se dio cuenta que su vocación no era la ingeniería química
sino las matemáticas. La última materia que cursó en la facultad, Física II, el
profesor no lo dejó rendir para evitar un sofocón: esperó en la puerta a su
alumno que ya era ayudante de docencia en esa cátedra, le pidió la libreta y le
puso la máxima nota. Luego de un breve paso por Exactas de Buenos Aires en su
época gloriosa, se fue a Berkeley que en ese momento era uno de los lugares más
importantes en esa disciplina. Al tiempo de estar en esa universidad de
California y de rendir todas las materias con las máximas notas me escribió un
día y me dijo lo siguiente: “Mirá
Alberto, ya sé toda lo que hay en matemáticas pero me he dado cuenta de una
cosa, no soy un creador”. Se volvió a Perú de donde era oriundo e hizo una
carrera como docente en la universidad de San Marcos. Publicó libros donde
juntaba la reina de las ciencias con lo que había aprendido en ingeniería
química. Cuando los hijos fueron grandes, volvió a EEUU, se doctoró y ahora es
profesor en la East Tennessee State University. Su hijo, Harald Helfgott Seier,
nacido en 1977, obtuvo un impresionante logro científico: demostró la llamada conjetura débil de Goldbach, uno
de los problemas más antiguos en matemáticas y a veces calificado como más
difícil en la historia de esta ciencia. Ahora trabaja en el prestigioso Centro
Nacional para la Investigación Científica (CNRS) de Francia. Harald estudió en
las universidades de Princeton, Yale (entre muchas otras) y ha sido distinguido
con prestigiosos galardones, como el Premio Philip Leverhulme y el Premio
Whitehead, otorgado por la Sociedad Matemática de Londres, y el Premio Adams de
la Universidad de Cambridge (wiki). Ver también:
http://www.agenciasinc.es/Entrevistas/Para-resolver-la-conjetura-debil-de-Goldbach-he-necesitado-tecnicas-teoricas-y-computacionales
[ii] Obeid era rengo, seguramente por secuelas de una
polio, minusvalía que lo debe haber eximido de ingresar en el área operativa de
la guerrilla montonera. Obeid, fallecido hace unos pocos días, fue un
importante cuadro político del peronismo: en aquellos años de fuego llegó a ser
el responsable de la regional 2 de la JP, y luego en democracia gobernador de
la provincia de Santa Fe entre otros cargos.
[iii] Me decían “el exaltado del ARIQ” en alusión a la
agrupación reformista de la que formaba parte. En una oportunidad estábamos de
manifestación ante el decanato, y solo un cordón policial nos separaba de la
puerta. Al promediar el acto, un policía agarra a un compañero que estaba al
frente y se lo llevó para adentro. Se me subió la sangre a la cabeza. Arriba de un mostrador de
lo que se llamaba la bedelía (donde se hacían los trámites), miré a los
policías, les apunté con el dedo y agitando la mano en forma reiterada con tono
amenazante exigí “larguen al compañero”. La yuta me miraba asombrada. No sabía
si desenfundar o hacer lo que les estaba pidiendo y al final hizo: liberar al detenido.
Una ovación. Realmente, cómo cambia uno con los años. Ahora tengo temor hasta
de cruzar la calle.
[iv] Para iniciar su labor de captación de los sindicatos
Perón se instaló en la Secretaría de Trabajo y Previsión, creada en 1943, luego
del golpe pro nazi del GOU. Perón, contó
con el asesoramiento del español José de Figuerola, un antiguo colaborador del
régimen de Primo de Rivera. Esa calificada ayuda caracterizada por un sesgo
determinado, hicieron de la Secretaría un laboratorio de legislación social que
fortaleció la intervención del Estado (y de Perón para cimentar su poder) en
las relaciones laborales. Esa modalidad
de relacionamiento es un sello distintivo del peronismo hasta hoy.