Milei reinstala nuestro país en un mundo complejo
La nueva
administración ha generado desconcierto entre políticos, legisladores y medios,
dando lugar a un estado de ánimo difícil de manejar que se potencia con una
cierta inquietud entre la gente de a pie cuando frente a la góndola toma
conciencia del verdadero estado de una economía totalmente colapsada producto
de tantos años de barrer la tierra debajo de la alfombra.
El gobierno de
Milei es novedoso por no provenir de la casta política como a él le gusta
denominar a la clase política; también lo es por la forma en que encara la
gestión que no se sabe cómo tomarla, y la audacia de poner al descubierto el
lado oculto de una decadencia que nos viene agobiando desde hace más de ochenta
años.
Cualquier
intento de analizar la situación recién generada con patrones conceptuales del
pasado no promete buenos resultados porque la complejidad de los tiempos que
corren requiere otro tipo de herramientas epistemológicas.
Luego de ser vistos durante años como un caso de estudio, la
nueva situación abierta en la Argentina comienza a concitar otro tipo de
interés. El cambio de actitud radica en el ascenso a la presidencia del
libertario Javier Milei, un resultado sorpresivo del que se viene informando en
las primeras planas de los portales y diarios del mundo.
De aquí en más la atención ya no solo será prestada debido a
la fatal agudización de los problemas económicos devenidos en los años que
siguieron a 1930 cuando nuestro país descendió sin escalas a la B después de
haber estado jugando durante décadas en la premier
league.
Una sucesión de gobiernos predominantemente peronistas,
militares y en menor medida radicales, a propósito o por incompetencia y/o
quedantismo, fueron construyendo durante ocho décadas un edificio sin cimientos
fatalmente destinado a sucumbir por imperio de su propio peso.
El blanqueamiento en los inicios del gobierno de Milei de
las argucias de toda una normativa que en los años de la decadencia se fue
superponiendo como capas geológicas, contribuye a evidenciar ante nosotros y el
mundo que el desmonte de ese laberinto pseudoinstitucional es imprescindible
para retomar la senda del crecimiento a pesar de la obvia resistencia que están
mostrando las corporaciones afectadas y el temor y la incertidumbre de la gente
común que ha sido desinformada o engañada miserablemente en sus justa
expectativas.
Surge la pregunta de si Milei será capaz de cumplir con la
catarata de medidas conocidas digna de figurar en Libro Guinness por su cantidad, diversidad y formato, y si el mundo que
le toca enfrentar facilitará esos objetivos ya que el logro de no poco de lo
que se propone está condicionado por el grado de apertura y aceptación que
alcance nuestro país luego de décadas de encierro.
La Argentina no está aislada
Cristina Kirchner fiel a su visión conspirativa ha dicho
peyorativamente que el presidente Milei es un títere manipulado desde afuera. Aparte
de la previsible intención obstruccionista del peronismo frente al nuevo
gobierno, cabe preguntar si la Argentina puede ser administrada como si
estuviera en un cerco inmune a las influencias externas.
La presunción malintencionada no tiene en cuenta que la
historia es clara respecto. En los inicios de los tres ciclos largos
schumpeterianos en que se divide la vida política de nuestro país los factores
exógenos han sido determinantes: 1776 la creación por parte de Carlos III del
Virreinato del Rio de la Plata para crear una alternativa a la Ruta del
Pacífico, en 1860 el inicio del modelo agroexportador estimulado por Revolución
Industrial y la Guerra de Crimea que afectaron el mercado internacional de
cereales, y en la década de 1930 la crisis mundial y la firma del Tratado Roca Runciman.
Es difícil imaginar que en esas circunstancias nuestras
élites hubieran podido actuar independientemente como tampoco podría serlo
ahora que tenemos en Buenos Aires la misión del FMI para discutir el
tratamiento de deuda con todos los condicionamientos que ello implica.
La modalidad elegida para gobernar en estos primeros tramos genera
mucho desconcierto no solo entre la gente común sino también entre analistas
experimentados.
Con una enorme cantidad de iniciativas simultáneas y entre
las que hay algunas que son tildadas de irrelevantes, que no han dado tiempo
para el respiro sobre todo de políticos, legisladores y medios, traducidas en
decretos y proyectos de ley, medidas para desregular la economía, protocolos y
ordenanzas, etc., la nueva administración en forma arrolladora y con un ánimo
inocultablemente fundacional, se ha propuesto cuestionar o simplemente poner de
relieve -lo cual en Argentina es una actividad riesgosa- todo un andamiaje
normativo que se vino elaborando desde hace muchas décadas.
Pero la sola presentación de las iniciativas ha evidenciado
como nunca –lo que ha provocado una inocultable incomodidad en distintos medios-
la estructura estatal y corporativa que obró de sustento para la configuración
de un abigarrado sistema normativo actuando como causa y efecto en el desarrollo
de los acontecimientos.
Las reacciones a medidas provienen grosso modo de tres agrupamientos: los que rechazan forma y
contenido de los nuevos instrumentos que orbitan en el peronismo, los que
acuerdan con el 80% de la propuesta pero consideran que la forma elegida no es
la correcta referenciados en un Juntos por el Cambio con los bordes recortados,
y los que aprueban las propuestas desde el gobierno más una mayoría silenciosa
de votantes que ha reafirmado sus posiciones en las encuestas de estos días.
Obviamente no todo se podrá resolver de golpe. Las
alternativas de cumplimiento son variadas aunque no solo no es deseable sino que
también es improbable que se vuelvan a repetir las frustraciones del pasado.
Hay fuertes razones internas y externas. Tampoco es posible que todo se haga
exactamente como está planteado. Habrá prueba y error; no podría ser de otra
manera.
El gradualismo no ha dado resultados como se demostró en la
gestión macrista. A medida que se van atacando las cosas a resolver, se van
generando mecanismos reactivos que retardan todo el trámite hasta que al final
todo queda igual pero con una cuota adicional de frustración.
El “modelo” Milei
El presidente ha sido encuadrado -incluso él mismo lo ha
hecho para sí- en los cánones del anarcocapitalismo.
Al respecto, es interesante repasar cómo se lo ve desde afuera, en particular
desde ambos lados de la grieta global.
El New York Times tituló una nota “Argentina se prepara para un
presidente ‘anarcocapitalista’…Javier Milei ha dicho que la sociedad es mejor
sin Estado. Ahora está a punto de dirigir el de Argentina.”
Las idas y venidas de funcionarios de ambos países después
de la elección, y ya habiendo asumido el nuevo presidente, demuestran que el
vínculo con EEUU se va a hacer mucho más estrecho de lo que venía siendo con el
peronismo. Esa relación estratégica no se verá afectada con el resultado de las
elecciones de este año sea o no elegido Donald Trump.
Una de las expresiones más curiosas proviene del Club Valdai con sede en Moscú que
vendría a ser como la contraparte del Atlantic
Council de EEUU en materia de orientación para los asuntos geopolíticos de sus
respectivos gobiernos.
En general la diplomacia y los medios rusos demuestran tener
mayor afinidad con los gobiernos populistas y no han disimulado su desencanto
con la derrota del peronismo.
Según una publicación del portal del mencionado club la victoria de Milei en Argentina
ha tenido un impacto significativo en al menos dos temas importantes en América
Latina:
1)
un nuevo realineamiento geopolítico en la
región que podría tener repercusiones en el escenario mundial, y
2)
el ascenso relativo de Estados Unidos y el
núcleo del viejo poder del Norte Global.
Curiosamente al gobierno de Milei se lo asocia con la perestroika que dio fin a la Unión
Soviética lo que denotaría “un periodo abierto en América Latina cuyas acciones
están marcadas más por una obsesión ideológica que por la preocupación por los
intereses del Estado”.
Para el autor de la nota la ausencia de altos funcionarios en la
asunción del nuevo mandatario indica “el aislamiento internacional que le
espera a Argentina durante el mandato de cuatro años del autoproclamado ‘anarcocapitalista’”.
Las recurrentes menciones al anarcocapitalismo son
rastreables por su huella teórica y llevan inevitablemente a conocidas figuras de
la Academia como la del pensador norteamericano Murray Rothbard y su discípulo el alemán Hans Hoppe.
Sin embargo hay algunos aspectos de la dinámica inicial en la
gestión de Milei que remiten a la noción de caos, no en el sentido vulgar, sino acorde a las teorías (por
ejemplo en Robert P. Murphy para
quien “a partir del caos crece una libertad ordenada”) que lo emparentan con el
anarcocapitalismo y conciben el caos como aquel estado de las cosas de las que
puede emerger la libertad, es decir, no la consecuencia de un caos destructor
sino del que es capaz de dar nacimiento a un nuevo orden creativo.
Algún baquiano avezado podría distinguir las pisadas de Cambridge Analytica si esta empresa no
hubiera sucumbido en 2018 luego de haber estado según se dice husmeando en las
elecciones del 2015 y habiendo dejado algunos retoños en el ámbito de la
consultoría.
En un conjunto variopinto, las dos
tareas fundamentales
La previsibilidad, la estabilidad jurídica, la economía en
orden, un estado pequeño, eficiente y eficaz, y en general toda una normativa
moderna, pueden facilitar la venida de capitales internacionales y la
repatriación de los nacionales, inicialmente con dos condiciones principales:
1) irrestricta libertad -solo respetando una normativa al
efecto- para inversiones productivas
como parte de una política estatal que también contendrá, sin impedimentos,
priorizaciones compartidas fijadas con transparencia, y favorecidas por medidas
impositivas (círculos concéntricos de fiscalidad decreciente en torno a
ciudades inteligentes) proclives al equilibrio territorial y demográfico con un
sentido federal y hasta regional con respecto a
los países vecinos.
2) Diseñar y construir una infraestructura de conectividad tendiente a cambiar el modelo
radiocéntrico de vías, autopistas, carreteras, tendidos, rutas aéreas y hasta
las expectativas del imaginario colectivo, por una configuración reticular, de trama y urdimbre, que
permita conectarnos sinérgicamente entre nosotros y con el mundo a través de
todo el territorio y las fronteras terrestres, marítimas y del espacio aéreo de
nuestro país. Argentina al igual que Brasil debe comerciar e interactuar con
todos los países del mundo sin restricciones de ninguna índole.
--o0o--
Por primera vez desde un gobierno se comienza a hablar de
décadas futuras para imaginar los destinos del país. Es una predisposición frecuente
en el mundo que, sin embargo, no nos ha distinguido debido a las limitaciones de
nuestras élites encorsetadas por sus concepciones de tipo espacial y temporal.
2050 es la fecha clave. El planeamiento de no pocas
organizaciones de alcance nacional e internacional utilizan la prospectiva más
que para enfrentar, para construir el futuro; un futuro que ya no debe ser
pensado en los límites de nuestro Planeta sino en las dimensiones del más allá.
Distintos países de ambos lados de la grieta global han reiniciado la carrera
espacial y los lanzamientos de cohetes se producen a diario, algunos de ellos
ya concebidos para la colonización del planeta Marte. No hay que ser
excesivamente imaginativos para ver que está naciendo aceleradamente la civilización cósmica, y nuestro país se
debe incorporar desde ya a esa nueva epopeya, la más trascedente de la
historia, que alumbrará la especie humana a su salida del seno materno.
Ing.
Alberto Ford
IRI/UNLP. Enero de 2024
albertoford42@yahoo.com.ar