El mundo en la Argentina
Con referencia a la forma en que nuestro país se
inserta globalmente, un leiv
motiv de frecuente presencia en
ejercicios prospectivos, en lugar de
“Argentina en el mundo”, en este trabajo tendremos en cuenta los
condicionamientos y/o las determinaciones de los factores exógenos sobre las
decisiones locales. Se busca con ello hacer un aporte que supere la visión
aldeana según la cual la historia argentina ha sido una construcción
exclusivamente nacional. ¿La formación del virreinato del Río de la Plata, la
independencia nacional, la modernización de mitad del siglo XIX, el nacimiento,
desarrollo y culminación del modelo agroexportador, el despliegue del
nacionalismo burgués como cultura socioeconómica, los golpes de estado, los
renacimientos y declives democráticos, y todas nuestras peripecias, fueron
productos independientes de lo que ocurría afuera? Desentrañar esas dinámicas
es vital para ver qué podemos esperar sobre nuestro futuro. Para ello se abordan,
en la agenda de la globalización, los temas que son más importantes en la
actualidad, y cómo ellos están presentes en las medidas sustantivas que está
tomando el gobierno de Cambiemos. De esa agenda se hace una somera descripción
de tres aspectos: la infraestructura de conectividad, la pobreza, y algunos
rasgos de la institucionalidad actual de la globalización, sobre todo el
resurgir de los nacionalismos y sus externalidades. En ese contexto de mayor
complejidad, se conjetura sobre lo que se puede esperar de la actual crisis que
está viviendo nuestro país.
Desde siempre atado al mundo, nuestro país ha
estado condicionado por el juego de los intereses dominantes en cada momento. En
sus inicios, la propia creación del Virreinato del Rio de la Plata -una matriz
fundacional de rasgos aún visibles- fue una movida geopolítica motivada por las
conveniencias del imperio español: el comercio por el Atlántico pasaba a ser
más seguro y barato que por el Pacífico, que es por donde tenía lugar.
Hoy la situación es menos lineal; las
influencias posibles dependen de más variables. No es fácil vislumbrar sentidos
dominantes en un tablero global recorrido por flujos que se entrecruzan,
chocan, solapan, yuxtaponen. La amenaza de guerras comerciales; el
desplazamiento de los ejes de poder; la apertura o el cierre de las economías;
la reaparición de los nacionalismos; los conflictos regionales, etc.… y muchas
otras posibilidades, evidencian que no existe una definición biunívoca entre las
distintas eventualidades. Luego, identificar qué factores exógenos condicionan
la escena local es todo un desafío epistemológico.
Un conjunto de temas rigen la marcha de los
acontecimientos en la actualidad, pero no todos, con el paso de los años, lo
hacen con la misma intensidad; empero, ello
no significa grandes cambios en la agenda global. Lo más claro se puede ver en el
ámbito de lo económico y financiero. En el contexto de la crisis del 2008, el 100%
de las preocupaciones del G20 estuvieron centradas en ese campo como se ve en
las declaraciones finales de las dos primeras cumbres, realizadas en Washington
y Londres respectivamente. Sin embargo, pasados 10 años, en la declaración final
de Buenos Aires, recién en la página 11 aparecen menciones alusivas, ¿Esto
quiere decir que lo económico y financiera ha perdido importancia? No, de
ninguna manera[i].
Solo que no adquiere el dramatismo mostrado en una crisis de magnitud, como la
de hace 10 años ni, en consecuencia, amerite acciones con el grado de urgencia de
aquel momento.
La aparición (o desaparición) de un tema de la
agenda global, se debe a que el establecimiento de un “problema” tiene por lo
menos 5 momentos: identificación (puede ser la remoción de un obstáculo o la promoción
de una facilidad); conceptualización; elaboración de soluciones;
recomendaciones; control de la puesta en marcha y desarrollo. El G20, por su
carácter no ejecutivo, se hace cargo de los cuatro primeros pasos. El control
normalmente está descentralizado en organismos multilaterales que en la
práctica han sido subsumidos por el Grupo, o directamente a cargo de programas
ad-hoc.
La visualización de los problemas de mayor
protagonismo puede ayudar a distinguir las principales preocupaciones en las
más altas esferas del poder global; un ejercicio imprescindible para tener una
idea de dónde, como país, estamos parados (sin desestimar la subjetividad que
implica la especulación). Así, siendo que la agenda global es un poliedro con
múltiples caras, no todas ellas reverberan con la misma luminosidad; generalmente la intensidad del brillo depende
del observador. En este trabajo, pondré la atención en tres dimensiones: la
pobreza, la conectividad y el vasto universo de lo institucional.
1. El mundo
1a. La dialógica
inclusión/exclusión
La globalización ha hecho prodigios. La
pirámide social de la India y la China, los dos países más poblados del mundo,
se ha visto ensanchada con el crecimiento de su clase media. Estamos hablando
de miles de millones de personas. El logro no hubiera sido posible con
intervenciones solo, ni principalmente, endógenas, de sus factores de poder. En
el caso de China, todo se inicia en 1972, aun en época de Mao, con las
conversaciones que llevaron a los acuerdos para la transferencia masiva de
medios de producción de los países desarrollados; fue EEUU el que picó en punta
con reubicaciones en rubros como vestimenta, herramientas, juguetes más un
largo etcétera. Así, Deng, en 1978, pone en marcha la operación logística más
grande de la que se tenga registro. A consecuencia de esa movida -motivada en
la revolución tecnológica que hizo que, por primera vez en la historia, la
producción de bienes y servicios fuera mayor que la demanda existente- el
gigante asiático comienza a crecer a tasas chinas, valga la redundancia,
cercanas al 10%. Lo de la India no es igual, pero facilidades comerciales y
transferencias de tecnologías logran el mismo efecto. Gran parte de la pobreza
global, aquella que se medía con U$S 1/día, comenzó a ser objeto de inclusividad
sistémica. El prodigio, sin embargo, no alcanzaba para resolver un problema que,
hoy, se revela con nitidez: los 1000 millones de personas que aún están afuera
del sistema y cuya inclusión amerita otro tipo de acciones más ligadas a lo
territorial. Veamos.
La globalización
por abajo, es aquella que no se resuelve con medidas macro, de alcance trasnacional, sobre todo
expresadas en las dependencias del comercio exterior, como han sido hasta ahora
en los casos chino e indio. Pienso más en sistema de producción/consumo
centrados en el mercado interno. Puede que esta tesis permita conjeturar en torno
a un conjunto de cuestiones de la actualidad que se presentan como
“inexplicables” (aquellas de las que solo se toma registro, sin ir más allá para
desentrañar sus causas). Por tomar dos casos: la reaparición estelar de los “nacionalismos” y la antipatía con que se
suele ver el accionar del Papa Francisco.
1a1. Lo esencial de Francisco es invisible a los ojos
Empecemos por casa. No bien fuera ungido,
Francisco puso en evidencia que uno de los pilares de su papado estaría
vinculado a los temas de la inclusión, particularmente los jóvenes, que es
donde la pobreza se muestra con más dramatismo. En general, el Papa no ha omitido,
en su cotidianeidad y en los viajes, frecuentar los sectores que pueblan las
márgenes de la sociedad: presos, prostitutas, populistas, villeros, corruptos, marginales
de todo tipo, etc. Obviamente, en ello debe haber un mensaje (con más razón si el
emisor es un jesuita). Es innegable que en el papado de Francisco ha existido una
predisposición hacia lo más despreciable -o menos tenido en cuenta- de acuerdo
al sentido común.
Francisco es un operador de lo más efectivo en
el alto nivel de las incumbencias globales, y la Iglesia católica, en su afán
de reconversión, para no perder terreno frente a cultos alternativos, está
jugando en el escenario político de una forma insólita. Así, genera todo tipo
de sentimientos encontrados –sobre todo referidos a las modalidades de su
accionar- en su afán de tener una participación activa en el proceso de la
reducción de la pobreza e incrementar la inclusión social. Empero, a pesar de
los conflictos que se van revelando, no habrá interna eclesiástica, a cualquier
nivel, capaz de sacar a la Iglesia de ese cometido por más heridos que vaya
dejando en el camino entre su parcialidad tradicional.
1a2. Donald Trump
Otro de los aspectos destacados e inesperados
de la actualidad es el resurgir de los nacionalismos. La aparición de cisnes
negros, cada vez con más frecuencia, puede ocupar las primeras planas pero no
siempre encuentran explicaciones plausibles por parte de los analistas. Así, un
mismo acontecimiento puede presentar distintas maneras de abordaje en su
conceptualización compleja, y el encadenamiento de relaciones causales volverse
endiablado. ¿Por dónde empezar?
Dijimos: la globalización por abajo no puede
culminar su cometido al margen de lo territorial y de los límites nacionales. La
creación de trabajo, eslabón fundamental de esa cadena incipiente de
oportunidades, no puede serlo en las formas populistas, improductivas,
dependientes de los recursos de los estados. Tampoco se pueden lograr ampliar
el mercado laboral, en la cuantía necesaria, en producciones con altas
tecnologías, cada vez más robotizadas, que dejan de crear trabajo manual y/o eliminan
puestos existentes.
El ejemplo norteamericano ha adquirido el
carácter de emblemático. No tanto por el modelo, sino por el lugar y el momento
donde afloró. De Trump dijimos, el mismo día de su sorpresivo triunfo, que
venía a restañar las heridas provocadas por la desindustrialización de ese país
–no en bienes y servicios sofisticados-
debido a la masiva transferencia a China de los factores de producción. La gigantesca
movida logística dejó un tendal de desocupados de mediana calificación, trabajadores
blue collar condenado a puestos
inferiores y peor pagos. Fue el sector social que, con la expectativa del
resarcimiento, hizo posible el triunfo de la actual administración.
La consigna del American First y la recuperación del viejo y prestigioso Made in USA, obraron el milagro.
Alrededor de estos aspectos simbólicos, se teje una trama de reivindicaciones
nacionales (de las buenas y de las malas) que se va extendiendo por el mundo sin
prisa pero sin pausa. En realidad nada de
lo que pasa está al margen -ni mucho menos en contra- del proceso globalizador.
Son respuestas , aunque se salgan del libreto establecido, destinadas, más o menos en forma explícita, a
resolver esos detalles finales que en la construcción de casas amerita otro
tipo de soluciones que en los primeros tramos de la obra.
La dilucidación exhaustiva de esos fenómenos complejos
escapa a este trabajo; además, se necesita un tiempo para ver cómo evolucionan
los acontecimientos. Pero uno de los ingredientes de la explicación es entender
qué parte de la economía y la producción globales están en juego. No es toda la
economía ni toda la producción, sobre todo las que son objeto de dispositivos
transnacionalizados en los últimos años. En el mundo no es solo acero[ii]
ni automóviles lo que se comercia. Ahí está la cuestión.
El 50% del comercio mundial está constituido por
las llamadas partes, que son los insumos intermedios para la elaboración de
productos finales. Otro componente sustantivo del comercio son datos que podemos
ubicar dentro del rubro servicios.
Ninguno de ellos puede ser motivo de ninguna guerra comercial o apropiación nacional,
porque se produciría un colapso generalizado en los sistemas de producción del
que nadie saldría indemne. Tal son las interdependencias en las cadenas globales
de valor[iii].
Finalmente, solo el 10% de la economía puede ser motivo de cierres
proteccionistas, que es justamente la porción de la que se pueden valer los
países para crear trabajo. Por ejemplo, EEUU puede recomenzar la producción de chombas,
destornilladores o trencitos de juguete, con el “made in USA” en el orillo, lo
que generaría trabajo, inclusión y activación económica.
1b. La Ruta de la Seda
En medio de la Cumbre del G20 en China,
Mauricio Macri aseguró que hoy por hoy la palabra clave, de aquellas a las que
nunca hay que perderles el rastro, es “conectividad”. Efectivamente, en uno de sus primeras salidas
internacionales, el presidente argentino dio en el clavo: si hay una variable
que puede ponderar la marcha de la globalización es el modo y la intensidad con
que a nivel global se interconectan los factores de la producción. El tema
amerita algunos comentarios.
Venimos, y en gran medida aun estamos, de un
mundo donde las configuraciones informativo-comunicacionales se corresponden con
la ley del embudo o, en términos más técnicos, son radio-céntricas. Esas llamémoslas
malformaciones, que expresan en última instancia relaciones de poder, se pueden
ver tanto en la provincia de Buenos Aires, a nivel de la Argentina, o en
cualquier lugar del mundo donde posemos la vista. En esta mismo nota hemos
citado el ejemplo de la constitución del Virreinato del Rio de la Plata; sin
duda, la fuente principal del centralismo porteño que devino retórica cualquier
pretensión federalista.
La combinación de de los diversos medios de
transporte va dando lugar a una nueva configuración reticular, de trama y
urdimbre. Nuevos trazados ferroviarios (no pocos de ellos con “trenes bala”
como en Indonesia y Tailandia, o para ir de China a Singapur a través de Laos,
Tailandia y Malasia, un proyecto de enormes dificultades), aeropuertos, el
avance de las low-cost, puertos que hacen posible diversas rutas marítimas, autopistas
como el proyecto noruego para la interconexión de los fiordos por arriba y por
abajo del mar, permiten conexiones punto a punto que sortean escalas obligadas
en las capitales, lo que multiplicará y hará más ágil el comercio al eliminar
los embotellamientos.
La onda de la nueva concepción conectiva de la
infraestructura, no se apaga en el proyecto chino. En los diversos países, se
van desarrollando obras, incluso acudiendo a mecanismos como la participación público privada (PPP), un
programa del Banco Mundial que está en más de 50 países.
Dos comentarios. El tema de la conectividad,
es una cuestión de preocupación global que está a nivel del G20. Que su
implementación tenga una preponderancia china a través del Programa de la Ruta
de la Seda (OBOR en inglés), y que la República Popular pueda dar rienda suelta
a sus ambiciones imperiales (lo cual no habla ni a favor ni en contra; están en
todo su derecho), se debe principalmente al reconocimiento por los logros de
medio siglo en la construcción de la nueva sociedad, y, sobre todo, a los
recursos de todo tipo que China ha atesorado (sus reservas en papeles llegan a
U$S 4 billones (1012) y posee la suficiente capacidad técnica para
concretar las obras previstas en el OBOR.
No obstante que la Ruta de la Seda es por
lejos el proyecto principal referido a infraestructura de conectividad global,
existe un conjunto de programas que dan sustento al gigantesco cometido. Esos
programas funcionan bajo el paraguas del G20, y están en manos de los
organismos multilaterales existentes. En las notas hay un detalle sucinto de
los mismos[iv].
1c. Institucionalidad global
Lo institucional es un vasto universo. Mucho
más si se lo piensa a escala global. A este nivel, los escenarios que se van
presentando no siempre son previsibles. Hemos visto la emergencia de nuevas combinaciones
para viejas variables ¿Quién hubiera pensado que EEUU amenace con cerrar su economía
y, por el contrario, China se presente como adalid de la apertura y el libre
comercio? ¿Era esperable la reaparición de los nacionalismos en países
desarrollados? ¿Las prácticas proteccionistas -que más o menos encubiertas,
nunca dejaron de existir en ninguna parte- se irán incrementando? ¿Las guerras
comerciales que se ciernen, de desatarse, serían realmente guerras?
1c1. ¿Del Atlántico al Pacífico?
En el tema de los ejes de poder se parte de un
lugar común: la implosión soviética implicó el paso a una situación mundial de
unipolaridad (con referencia a la hegemonía norteamericana). La afirmaciòn cuanto menos supone algunas aclaraciones.
La modelización piramidal del poder muestra
una configuración sucesiva de capas superpuestas, cada una de ellas con su
dotación de contradicciones, hasta llegar al nivel de las personas.
Si focalizamos las relaciones entre China y
EEUU iremos encontrando distintas manifestaciones conflictivas; sin embargo,
los entredichos existentes no alcanzan para una definición del “core” del poder
global. Su máxima expresión, el G20, funciona por consenso, una práctica que
subsume inexorablemente cualquier conflicto que exista en un nivel inferior. Como hemos dicho, China puede tener reivindicaciones
imperiales, pero eso no habilita a pensar que pueda ejercer una acción
hegemónica por encima de todo y de todos.
Dicho sucintamente. El G20 está en la cúspide
del poder. Ese espacio, no estructurado, funciona a través del consenso[v].
Se ocupa de la franja global de la
economía y las finanzas, como surge de la lectura de sus 13 declaraciones
finales. El G20 ha estado
tradicionalmente en contra del proteccionismo aunque, en las nuevas condiciones,
es probable que la reivindicación vaya perdiendo relevancia.
De lo que no cabe duda es que se está
reconfigurando el mundo; la crisis de los estadonaciones continúa su curso.
Nuevamente el caso de EEUU es emblemático. Trump se da el lujo de cerrar el
poder ejecutivo durante un largo mes. Italia tiene una vasta experiencia de
funcionar sin gobierno. El paradigma inter-nacional,
aún vigente, es insuficiente para explicar los asuntos del mundo. La
constatación es válida para concebir el rol que puedan jugar las
contradicciones entre China y Estados Unidas con respecto a la llamada Cuarta
Revolución Industrial o Industria 4.0[vi].
1c2. Crisis del multilateralismo
Brexit, Mercosur, Nafta, Unión Europea,
Unasur, Naciones Unidas, son apenas unos ejemplos de que lo multilateral se
pone en tela de juicio. Eso no quiere decir que los agrupamientos de países y
la práctica de relaciones conjuntas dejen de existir. Pasa que los organismos
creados desde hace algo más de medio siglo se han burocratizado, y en la
práctica no cumplen el papel para el cual fueron concebidos. Además, los países
quieren tener menos condicionamientos para sus relaciones diplomáticas. Se
marcha a un mundo menos restrictivo en materia de modalidades comerciales. Todas
las trabas al libre intercambio de bienes y servicios seguirán siendo puestas
en jaque. Es esperable que los países vayan modificando sus prácticas, sobre
todo si es EEUU el que promueve los cambios.
2. Argentina
Nuestro país está viviendo una crisis prolongada
y profunda. Es una pesada herencia que se ha hecho más dramática debido a la
actitud del gobierno de no ocultar su gravedad, así como no acudir a las
salidas fáciles tan recurrentes desde que empezó la decadencia hace 80 años. Al
actual gobierno se le puede culpar de que no esté actuando con la suficiente
velocidad, de acuerdo a lo que sería deseable, pero no de que no esté haciendo las
cosas como es debido. Actuar sin la
tentación del facilismo, es el principal logro de Cambiemos. Cualquier otro
gobierno hubiera puesto a andar la máquina de hacer billetes, desatado una
“redistribución” populista y un boom de consumo. Así nos ha ido. Los otros
logros deben ser ubicados de acuerdo a la agenda global: conectividad, lucha
contra la pobreza y lo institucional. Veamos.
Territorialmente, Argentina es un país desequilibrado.
Al igual que para el mundo, una configuración que impida el libre discurrir de
los factores sociales y productivos, actúa en contra de favorecer sinergias que
liberen nuestras potencialidades. Por tomar un caso, la llamada maldición del
conurbano bonaerense. Cuanto más recurso se ponga, más gente se sentirá atraída
para disparar de las miserias y las pocas posibilidades del interior, y, siempre,
la línea del horizonte se irá corriendo. No hay plata que alcance para una
realización eficaz y efectiva. Eso no quiere decir dejar de hacer
asistencialismo, sin la tentación clientelar que tanto mal ha hecho.
El gobierno de Cambiemos ha puesto en marcha
un plan de infraestructura de conectividad sin antecedentes. Si se analizan los
trazados aparece una clara tendencia a la reconfiguración territorial. Trenes,
autopistas, puertos, rutas aéreas, muestran la intención de modificar la
diagramación radio céntrica, una externalidad no querida del modelo
agroexportador. Argentino no podrá salir de su crisis estructural al margen de
una conjunción virtuosa de vectores centrípetos y centrífugos que lo equilibre en
forma sostenible.
El otro aspecto del problema, dentro del marco
institucional, es el desmonte corporativo de la obra pública. La aparición de
los cuadernos de la corrupción del gobierno anterior en el contexto del avance
de la justicia en materia de transparencia, es un hecho inédito en la historia
argentina. Las cosas no se detendrán ahí. Medios empresariales, de comunicación,
sindicales y otras fuentes de opacidad, están en la mira. No puede haber
desarrollo genuino si una parte de la riqueza que se genera es objeto de
manejos no transparentes.
Con respecto a la pobreza, no hay solución
sustentable al margen de un desarrollo productivo federal que obre para crear en
el interior una oferta laboral atractiva. Para que la gente no siga huyendo del
interior, como hasta ahora y, en algunos casos, los que viven en el conurbano, comiencen
a relocalizarse, es necesario el acceso a puestos de trabajo en cantidad y
calidad, vivienda, salud, educación y seguridad aceptables. En suma,
condiciones de vidas dignas. Equilibrar el territorio y los desbalances
demográficos llevarán años pero hay que comenzar a revertir la tendencia. Las perspectivas
son promisorias. Por tomar un ejemplo, el de las cerezas. Se calcula que en
pocos años se pueden generar decenas de miles de puestos de trabajo en el Sur,
de acuerdo a lo ya negociado con China. Con la energía pasa otro tanto. Una
creciente aceptación internacional de los nuevos aires que corren en nuestro
país, hará que también mejoren en cantidad y variedad las exportaciones, sobre
todo aquellas que tienen mayor valor agregado.
Mientras tanto, la economía se va
estabilizando a pesar de los cuestionamientos. Los argentinos no estamos
acostumbrados a la perseverancia. En la historia no hay un ejemplo como este de
firmeza en tiempo de crisis. Siempre es más fácil tomar por el atajo. Es claro:
este tipo de firmeza no suma muchos votos ni resuelve las urgencias de la
gente. Sin embargo, habrá un porcentaje que decidirá su voto entre lo que no
quiere que vuelva y lo que anhela que ocurra. Así, dará su apoyo a un gobierno
decente, firme en administrar sin lloriqueos una crisis que no provocó,
competente para mantener la tranquilidad social, que termina las obras que
anuncia realizadas con licitaciones transparentes, que no obstaculiza ni
influye en la justicia. Todo lo demás llevará su tiempo. No se pueden resolver
de la noche a la mañana problemas que llevan años de gestación. Lo importante
es el camino emprendido, navegar con pericia, y aprovechar creadoramente los
vientos globales para llegar a destino.
Ing. Alberto Ford
La
Plata, 5 de febrero de 2019
[i] Con el trascurso de las
13 cumbres de G20, la agenda se fue diversificando. En Pittsburgh, sede la
tercera, aparecen recomendaciones referidas a seguridad energética, cambio
climático, pobreza y vulnerabilidad, pymes, corrupción, empleo, ODM (luego la
Agenda 2030).
En la Universidad de Toronto,
donde está situada la base de datos del G20, se ha elaborado un material
referido a la performance de las cumbres del 2008 al 2016[i]. De él se extraen algunos de los datos
presentados referidos al número de compromisos y porcentaje de cumplimiento.
ítems
|
N° de
compromisos
|
% de
cumplimiento
|
Organismos
colaterales del G20 (FMI, BM, OMC, OCDE, galaxia NN.UU.)
|
133
|
63
|
Empleo y
trabajo
|
100
|
78
|
Regulación
y supervisión financiera
|
271
|
75
|
Reforma de
las instituciones financieras
|
120
|
68
|
clima
|
53
|
69
|
energía
|
105
|
73
|
Agenda 2030
|
193
|
66
|
Digitalización
|
49
|
55
|
Salud mundial
|
38
|
77
|
Empoderamiento
de la mujer
|
6
|
71
|
Migración y
refugiados
|
7
|
80
|
Referidos a
África en 11 áreas temáticas, principalmente desarrollo
|
34
|
53
|
Lucha
contra el terrorismo
|
16
|
87
|
corrupción
|
78
|
57
|
Agricultura
y seguridad alimentaria
|
64
|
71
|
No solo es significativo que el
cumplimiento de las recomendaciones no es el 100% -aunque los promedios no evidencian si los porcentajes
van creciendo con el paso de las cumbres- sino que solo 2/15 temas de agenda se refieren a lo económico y financiero. A este respecto, una excepción fue la
declaración final en Alemania, en 2017, donde la mita del documento estuvo
referida a ellos. Este desequilibrio fue corregido en la declaración de Buenos
Aires.
Los pilares fundamentales en la
presidencia argentina fueron cuatro: futuro del trabajo, infraestructura de
conectividad, seguridad alimentaria y empoderamiento de la mujer. Recién en el
acápite 23/31 aparecen menciones a las instituciones financieras, el monitoreo
de los flujos de capital transfronterizo, el sistema impositivo internacional,
y el intercambio automático de información financiera así como la necesidad de implementar
a nivel lo que en la OCDE se denomina BEPS (base erosion and profit shifting, Erosión
de la base imponible y traslado de beneficios) que trata de las picardías de
las empresas transnacionales para aprovecharse de las discrepancias, lagunas,
mecanismos no deseados e inconsistencias de los sistemas
fiscales nacionales y trasladar sus beneficios a países de escasa o nula
tributación, donde las entidades apenas ejercen ninguna actividad económica y
eludir de esta forma el pago del impuesto sobre sociedades. Por otra parte,
hubo un severo llamado de atención sobre el funcionamiento de la OMC, a
diferencia de Alemania donde las menciones no fueron tan drásticas. Por lo
demás las recomendaciones fueron un “corte y pegue” de las declaraciones
anteriores.
[ii] El caso del acero
es paradigmático. El problema es la superproducción, tal es así que existe un
programa de la OECD “Foro mundial sobre excesos de capacidad del carbono” (Global
Forum on Steel Excess Capacity (GFSEC). Una externalidad de la eventual
“guerra” puede ser un ajuste en la distribución de cuotas entre distintos
países.
[iii] Según la OMC “hoy
en día, las operaciones de las empresas, desde la concepción del producto y la
fabricación de los componentes hasta el montaje y la comercialización, están
repartidas en todo el mundo, dando lugar a cadenas de producción
internacionales. Los productos son cada día más “Made in the World”, y ya no
“Made in the UK” o “Made in France”. El sesgo estadístico que genera la
imputación de la totalidad del valor comercial al último país de origen puede
falsear igualmente el debate político sobre el origen de los desequilibrios y
hacer que se tomen decisiones mal fundamentadas” (https://www.wto.org/spanish/res_s/statis_s/miwi_s/miwi_s.htm)
· Global Infrastructure Hub (GIH).
· Global Infrastructure Facility (GIF)
-World Bank
· Public-Private-Partnership in
Infrastructure Resource Center (PPP) -World Bank
· Centro Anticorrupción del G20.
[v] Al respecto ver: G20: emergente
autopoiético de la globalización en http://ingenieroalbertoford.blogspot.com/2018/11/g20-emergente-autopoietico-de.html
[vi] Está previsto una
acumulación de factores 4.0 en ambos países. Se mencionan: inteligencia artificial, robótica, industria
aeroespacial y nuevos automóviles. La situación es un revival
de la que ocurría en los sesenta con el renacimiento de Japón. En ese momento,
las empresas americanas, que habían tomada empresas japonesas como botín de
guerra –una operación obvia pero que sin embargo, tardó años en
transparentarse-, usaron sus producciones cautivas en territorio japonés –mano
de obra calificada a bajo precio- para crearse su propia competencia “intraempresa” (Ejemplo: GM toma Toyota, y los
vehículos de esa marca inundan EEUU para competir con los Chevrolet). El
objetivo: operar sobre los altos costos de la mano de obra americana. En pocos
años el desequilibrio se resolvió, sobre
todo con la formación de empresas globales, más allá de la ubicación de su
matriz y el tinte nacional de su marca. Hoy la producción made in USA sigue
siendo tan buena como lo fue siempre, pero también competitiva a partir de
costos laborales adecuados (aparte de la robotización que se intensificó a
partir de aquellos años). Regresando. China carece de I+D, por razones obvias:
en los años de la Revolución C&T, los cincuenta y sesenta, Mao estaba
ocupado en producir acero en cada aldea con vetustos cubilotes, y ponía en
marcha la “revolución cultural” que destruyó impiadosamente cualquier atisbo de
modernización. Todo el acervo tecnológico chino se basa en la transferencia y
el fluido intercambio durante muchos años de estudiantes e investigadores con
EEUU; obviamente, en cualquier emprendimiento que pongan en marcha, dependen, como un cordón umbilical, de los
laboratorios americanos (curiosamente, en lo atinente a armamento, China tiene
una fuerte dependencia con los rusos en diseño y producción, desde la época
soviética). Obviamente, al igual que con los japoneses, hay que descartar el
cuento chino de la copia furtiva.
Para
el capitalismo como sistema, ahora global, están alcanzados los objetivos de
crear consumidores con que, ya en tiempos de la Trilateral, tomaron forma los
acuerdos estratégicos con China. Este país ha logrado una estructura de
producción, la segunda del mundo, que ha dado trabajo para que el ingreso per
cápita crezca más de 50 veces (!) en 40 años, hasta los U$S 10:000 de hoy. Ahora
el sistema le impone a China 1) que use sus cuantiosas reservas en papeles no
chinos (U$S 4 billones = 4 x 1012) para la cooperación en el
desarrollo, es decir, la Ruta de la Seda, 2) incrementar el mercado interno, o
sea, menos ahorra individual, más consumo del “ingreso disponible”, aquel que
está más allá de la satisfacción de las necesidades básicas. Esto último está
en consonancia con las restricciones que se la irán imponiendo al ingreso
selectivo de productos “made in China” en los grandes mercados de Occidente,
(en primer lugar EEUU), a medida que estos países comiencen a recuperar su
“made in…”, como ya lo están haciendo, en esa parte de la producción que no
está dentro de las cadenas globales.