Gato blanco, gato negro
Cuba es el penúltimo
país socialista en pasar de forma regulada al capitalismo global. Han transcurrido
40 años desde que China abrió esa senda otrora impensada aún en los meandros
más recónditos de la ideología marxista. Los acuerdos de las duplas
Nixon/Kissinger y Mao/Chou tendieron a dar forma a un objetivo principal en el
inicio de la globalización: crear una infraestructura fabril de alcance
planetaria y un mercado a esa escala. Era como una obsesión en las esferas de
poder: desarrollar la capacidad necesaria para absorber una producción que potencialmente
devenía quasi ilimitada debido a una RC&T que ya había puesto el pie en la luna.
Para imaginar lo que se puede esperar de
la tardía decisión cubana hay que remontarse a lo que hizo China en estas
décadas. Eso no implica dejar de tener en cuenta los comportamientos que en cada
uno de los países ex socialistas pueden haber mostrado sus sociedades
culturalmente diversas ante cambios tan traumáticos como llenos de
expectativas. Cuba fue la perla del imperio español y alcanzó un grado de
desarrollo superior al de sus vecinos aún antes de la revolución. Habrá que ver
ahora cómo se metaboliza la
contradicción que se expresa en los resultados logrados en los más de cincuenta
años que llevan Fidel y Raúl Castro en el poder versus el nivel cultural del
pueblo cubano y las esperanzas de vida democrático que se fueron incubando.
La vaina viene de más lejos. Pero recién ahora se supo: el
puerto de Mariel –cuya construcción a 50
Km al oeste de La Habana está a cargo del gigante brasilero Odebrecht- es la puerta de entrada del
capitalismo global a Cuba. Según la normativa que su gobierno ha venido elaborando,
es el lugar por donde ingresarán los capitales que contribuirán a crear una infraestructura
productiva moderna en la Isla. Siguiendo la máxima de Deng
Xiaoping (el monje negro del
llamado milagro chino merced a las negociaciones con EEUU en 1972) en lo
sucesivo los cubanos estarán más preocupados por las destrezas del gato que por
su color. ¿Es para sorprender ese viraje no solo de agudo pragmatismo sino
también demostrativo de un sesgo ideológico inimaginable hasta hace poco
tiempo? ¿Cruje la estructura doctrinaria del sistema que rigió los destinos del
pueblo cubano por más de cincuenta años? En este trabajo veremos que lo que
está pasando era de esperarse. Desde que cayó el muro de Berlín en 1989 los
países socialistas afectados por el derrumbe se apresuraron a transitar la
senda del crecimiento abierta por los
chinos una década y media antes. Los europeos del Pacto de Varsovia abandonaron
experiencias no consolidadas implantadas por la ex URSS en sociedades de
arraigada tradición capitalista. En el otro extremo del planeta un caso
paradigmático fue el de Vietnam que sacrificó una generación entera en sus
guerras de liberación y no parece dudar de su nuevo desafío de mercado. Cuba
seguro seguirá profundizando una apertura que se esbozó a partir de la retirada
de Fidel Castro del poder. Sin que se persiga igualarlos, a pesar de las similitudes
formales que pueda representar el paso de un sistema a otro, es pertinente
repasar las condiciones que caracterizaron hace ya cuarenta años el inicio del
tránsito chino al capitalismo. Se busca con ello echar luz sobre la forma en
que se operó desde afuera para agudizar contradicciones que el socialismo real
no pudo resolver y que finalmente obraron para que el capitalismo lograra una
victoria por afano pero que sin embargo parece irse diluyendo con los años.
Ping Pong
En realidad lo que se conoce como el “milagro chino” no
necesita de una exégesis sobrenatural. El crecimiento durante 40 años de la
China de Mao a “tasas chinas” valga la redundancia es la consecuencia exclusiva de una operación
minuciosamente planificada y ejecutada desde las capas más íntimas de la
cebolla del poder occidental a partir del inicio de los setenta. La negociación
que tuvo lugar entre EEUU y China en 1972 se fue entonando desde un año antes
por medio de una competencia de ping pong
entre jugadores de ambas naciones y así quedó registrada en la historia
como la “diplomacia del ping pong”. Por esos años, en los países desarrollados
comenzaron a reunirse foros de consenso
con la presencia de las grandes empresas multinacionales ya en ese momento en
acelerado travestismo transnacional, intelectuales y ex o futuros altos
funcionarios de los gobiernos de los países involucrados. El motivo: ¿qué hacer
con un aparato productivo capaz de terminar con la escasez que afectó al ser
humanos a lo largo de la historia? ¿Cómo llegar con esa abundancia potencial a
miles de millones de personas en todo el mundo aún viviendo en la pobreza? ¿De
qué manera construir un mercado mundial que conciliara esa oferta quasi
ilimitada de bienes y servicios con una demanda que en los países más pobres no
iba mucho más allá de lo necesario para la subsistencia?
La conceptualización de la opera china, simple en su idea
pero compleja en su realización, contribuye a
contestar esas y otras preguntas. El mega operativo logístico
–consistente en transferir hacia el territorio chino innumerables fábricas
llave en mano y crear un mercado internacional acorde a su producción- se puede
describir por medio de una ecuación con unas pocas variables. Una de ellas, tal
vez la principal, era el tamaño potencial del mercado chino capaz de
entusiasmar al fabricante de cualquier cosa que pudiera ser objeto de consumo
en ese país de más de mil millones de personas. En segundo lugar, la velocidad
de innovación derivada de la Revolución científico y tecnológica (RC&T) al rojo
vivo en ese momento obligaba a los países avanzados a centrifugar hacia el
exterior las producciones de menor tecnología, valor agregado o mayor poder
contaminante. En esa operación, realizada en unos pocos años, Europa se sacó de
encima el acero y el carbón. Estados Unidos ya había comenzado en la posguerra
a transferir rubros enteros de la producción al derrotado y ocupado Japón;
luego con la apertura china fue una avalancha de sectores enteros de
fabricación que se radicaban en el extremo oriente como por ejemplo el textil,
ferretería o el de los juguetes. Esa “gentileza” que momentáneamente se ejecutó
con altos costos sociales en EEUU tuvo su contrapartida: deslastrar el
territorio para dar lugar a producciones de mayor contenido C&T como por
ejemplo las del paradigmático Silicon Valley. A través de esa cirugía mayor la
industria americana emergió innovada: por
obsolescencia tecnológica, altos costos laborales y falta de competitividad, quebró
hasta la General Motors, un emblema de la cultura productiva estadounidense. La
tercera y cuarta característica del acuerdo eran las garantías jurídicas que el
sistema chino estaba en condiciones de ofrecer a los inversionistas
occidentales y, de gran importancia para fabricaciones de media y baja
tecnología, el costo de mano de obra no calificada proveniente del campo, una
inmensa potencialidad productiva capaz de inundar el mercado mundial con el made in China. Por último pero no menos
importante, el disciplinamiento de los obreros en una sociedad controlada a
sangre y fuego por el Partido Comunista.
Así comienza un movimiento estratégico tendiente a crear
oportunidades de mercado donde por supuesto la parte del león de la riqueza
generada quedaba de este lado del mostrador. Un ejemplo para mostrar es el de
las muñecas Barbie. Estas muñecas fabricadas en China pero diseñadas por la
empresa matriz norteamericana de Mattel, valen 10 dólares en el mercado
estadounidense. Sin embargo, de toda la cadena de valor, solamente 35 centavos
y 65 centavos de dólar corresponden a la mano de obra y a la tela china,
respectivamente. O sea un 10% (que para China es significativo); el resto, 90%
(¡), queda en manos de las traders y el comercio americano.
Esta política de proveerse en el socialismo pero al mismo
tiempo y como una consecuencia inevitable condicionar su decurso venía de
antes. Veamos dos casos, primero uno de pequeña escala. En los setenta en Disney World se podía ver
en las góndolas de suvenires para
turistas cantidades enormes de chucherías provenientes de la ex Yugoeslavia.
Así, las grandes compras detrás de la cortina de hierro generaban
condicionamientos productivos en el país proveedor, normalmente con problemas
económicos, lo que se traducía en dependencias que en algún momento se ponían
en juego. Esa práctica se fue generalizando y el comercio entre países de los
dos bloques fue haciendo emerger también en el plano político un componente de
creciente interdependencia un eufemismo de uso corriente por aquellos días. Al
mismo tiempo y a escala mayor, el tamaño de los mercados del socialismo
despertaba el apetito de los grandes industriales de Occidente. Leyendo los
libros de los sesenta de Aurelio Peccei – fundador del Club de Roma y mandamás
de la FIAT que terminó instalando una gigantesca fábrica de automóviles a orillas
del Volga en ciudad Togliatti, llamada así en homenaje al fundador del “pichí”
italiano- llama la atención las ajustadas descripciones que hacía ese humanista
tan ligado a nuestro país del mercado soviético producto de sus minuciosos
viajes incluso hasta en la desmesurada extensión de la Siberia.
Los cambios en la escena internacional van generando las
condiciones para el mega operativo. La evolución de la apertura china a través
de los cuarenta años de su vigencia fue pródiga en transferencias. Si bien al
principio fueron las de tecnologías medias y bajas la característica dominante
de esas transferencias, con el tiempo las limitaciones fueron desapareciendo
como consecuencia del incremento de la velocidad de circulación de la
innovación. Por tomar un caso, el de los pen
drive, una tecnología ultra sofisticada llamada flash. Todos sabemos cómo la capacidad de estos enanos insólitos se
va duplicando sucesivamente en lapsos muy breves de tiempo. Por supuesto, la
I&D no se hace en China no obstante ser el lugar donde se ensamblan. ¿Con qué velocidad obran esos procesos de
transferencia para que los desarrollos y la infraestructura acorde se puedan
enviar de occidente a China, la producción se dé al toque, y al final esos
adminículos puedan estar en nuestros llaveros a las pocas semanas?
Ahora bien, ¿cómo se expresará en el caso cubano este
proceso evolutivo de reabsorción de estructuras ex socialistas en el
capitalismo global?
Cuba
Mis primeras imágenes de Cuba provienen de la época en que
la revolución estaba por triunfar. Era el tiempo del inicio de la proyección en
cinemascope en las salas de pueblo cuando la revista norteamericana Life
haciendo ostentación de recursos gráficos sofisticados con gran despliegue
presentaba a los revolucionarios mediante fotos de página entera a todo color.
Así, en la exuberante Sierra Maestra aparecían retratados los románticos
barbudos que en ese momento de comunistas no tenían un ápice (el PC cubano vio
la revolución desde La Habana por la TV de Goar Mestre).
Por cierto todo cambió luego de Bahía de los Cochinos y la
cuestión cubana tomó otro cariz. Por un lado, la desopilante propaganda yanqui
luego del fracaso de la invasión de exiliados y mercenarios. Corría el año
1962. En esa época todavía los comunistas se comían a los chicos. Todas las
noches por radio se podía escuchar un micro titulado “La perla del Caribe
convertida hoy en el infierno de América” en el que armoniosas voces de
engolado tono latino neutro auguraban al pueblo de la Isla los más lúgubres
presagios. Por el otro, el eficaz aparato de propagando montado para
promocionar la revolución cubana y el curso que iba adoptando ante el
enfrentamiento con los EEUU. En ese contexto, se sustanciaron los juicios a los
prisioneros capturados por los defensores en la fallida invasión de Bahía de
los Cochinos. Viajeros argentinos a Cuba que habían tomado conocimiento de los
juicios a su vuelta daban conferencias semi públicas. Recuerdo en Santa Fe a
León Rozitchner y los hermanos Viñas explicando los fundamentos jurídicos
utilizados por la revolución para condenar a los invasores. Por su parte, la
relación del PC argentino ya era de compromiso con Cuba; como dos suegras que
no se soportan pero deben coexistir pacíficamente. Eso nunca se modificó.
Merced a los acuerdos
de 1962 que se establecieron entre las dos superpotencias para el retiro de los
misiles soviéticos, Cuba tuvo hasta el día de hoy un tránsito relativamente
tranquilo desde el punto de vista de la seguridad externa. Dichos acuerdos
contemplaban justamente que EEUU desistía sine
die de promover cualquier todo tipo de aventura de los exiliados cubanos en
Miami contra su país de origen lo que fue cumplido al pie de la letra. Como
represalia al hecho de desplegar armamento soviético en la isla -un recurso
temerario para desalentar otras acciones intervencionistas-, los EEUU
sometieron al país del son y la rumba a un bloqueo salvaje que le quitó toda
posibilidad de intercambio económico con la región. El aislacionismo al que fue
sometido Cuba y otros factores internos provocó
que la revolución del M-26 se recostara
en el bloque soviético con todo lo que ello implicó en lo relativo a
confiabilidad, prestigio, estancamiento y obsolescencia productiva o la
adopción de vías muertas en posibilidades de un desarrollo moderno como la
apuesta a la obtención de materias
primas sin valor agregado. Un ejemplo de ello fue el fracaso de la zafra de los
10 millones que Cuba se propuso en el año 1970 para la que el gobierno movilizó
a toda la población y dedicó infructuosamente todos los recursos y esfuerzos
del país a conseguirla, incluso la participación de las fuerzas armadas
revolucionarias.
La experiencia de economía centralizada en Cuba se notó en
el nivel y tipo de actividad desplegada. Hay un designio significativo que
alguna vez me toco escuchar: la ponderación con que era tratada lo que se
denominaba con inocultable desdén la “economía de sobremesa” en alusión a
cuatro productos: café, chocolate, ron y habanos. Evidentes ventajas comparativas de los
cubanos, en dos casos fuertemente competitivas, se las trataba como si esas
producciones primarias fueran despreciables con respecto a otras
industrializaciones de mayor tamaño con tecnologías soviéticas obviamente
obsoletas o en vías de serlo rápidamente. Cuba posee dos denominaciones de
origen de un valor incalculable: su ron y los habanos. A pesar del tiempo
transcurrido desde su aislamiento y la fuga de industriales del ramo, todos los
esfuerzos que se hicieron desde afuera para crear una competencia de peso
fueron infructuosos. Cuba posee otro sector de un gran potencial: el turismo,
una actividad fuertemente competitiva que puede serlo mucho más con una gestión
incrementada de capitales internacionales favorecidos por un estado menos
interventor. No es solo una propuesta de palmeras y aguas color esmeralda que
para un target puede ser suficiente; hay mucha sal y pimienta que ninguno de
los otros destinos en la zona puede ofrecer.
Cuba fue una perla del imperio español. Martí y una pléyade
de personalidades que le dio prestigio de la vida política y social, las artes,
la literatura y la educación, no pueden concebirse al margen de esa relación.
Son el producto de un medio con un desarrollo singular. Por supuesto, esas
potencialidades en el contexto que dio lugar a la revolución de los Castro y el
Che estaban muy devaluadas. Es por eso que la revolución tuvo como uno de
sus objetivos iniciales la eliminación
de la influencia y los negocios de Meyer Lansky y sus socios de las familias
sicilianas retratados en El padrino. La isla gobernada por los mafiosos a cargo
del juego y el burdel ha quedado como una
imagen cristalizada de la Cuba pre revolucionaria. Sin embargo, en
proceso la revolución no logró revolver el problema de la prostitución.
Mujeres hermosas de cuerpos bronceados esculpidos por la
práctica sistemática del deporte buscaban salvarse con algún turista
circunstancial que las sacara de Cuba mediante un compromiso formal de
casamiento. Cualquiera fuera el resultado final de la apuesta, los visitantes
extranjeros podían disfrutar por lo menos de una noche en la Cueva del Pirata
increíble discoteca armada aprovechando un agujero natural cavado en los
acantilados de Varadero usado en el pasado como guarida. Las morenitas
escondían en la cartera los zapatos importados que se ponían solo para bailar
por miedo a que los sabuesos se los decomisaran. Primero se conocían en
Tropicana -conocido como "un paraíso bajo las estrellas", un cabaret
construido al aire libre en una zona boscosa de La Habana aprovechando el
fresco de los árboles- adonde los más entusiastas se subían al escenario para bailar
es un decir al ritmo del cha cha cha o cualquier otro de los múltiples ritmos
cubanos imbatibles para el jolgorio. Al final del entrevero transaban con una
mulata rumbera normalmente de formación universitaria con la que compartían el
resto de la estadía (la que no podía excluir el disfrute del renombrado sundae de la heladería Coppelia).
La revolución cubana produjo resultados en algunas
disciplinas por encima de la media de los países socialistas. El caso de la
música popular es paradigmático. A pesar del corsé socialista, tuvo lugar una
renovación de la música cubana solo comparable en Iberoamérica a la que se
desarrolló en Argentina y Brasil. Otro aspecto interesante es el de ciertas
ramas de la medicina y la biotecnología aunque en estos casos no deben sobredimensionarse
los logros sobre todo si se los compara con lo que se iba alcanzando ahí nomás
en los EEUU y en general en los países desarrollados del capitalismo. En
materia de atención médica, deporte y educación Cuba se manejó dentro de los
cánones de otros países socialistas.
Es un tema que habrá que seguir atentamente en el caso
cubano: cómo se metaboliza la contradicción que se expresa en el fracaso de su
revolución en los cincuenta años que lleva versus el nivel cultural del pueblo
cubano. Por añadidura la mayoría de las familias ha estado bombardeado por sus
parientes dela Florida que no pierden oportunidad de enrostrarles lo que es
vivir sin las privaciones de la isla.
Cambios inexorables
Una lectura apresurada de los tránsitos del socialismo al
capitalismo que comenzaron a partir de la apertura china y los aceleró la caída
del muro de Berlín, nos puede hacer perder de vista algunos aspectos sobre los
que vale la pena indagar. ¿Es esperable que en esos países se llegue a
situaciones de desigualdad social y económica tan marcadas como las que se ven
en el capitalismo? ¿Es posible luego de la transición un abandono de las
utopías del comunismo en materia social aún en el caso de que no se contradigan
con el desenvolvimiento del mercado capitalista adoptado como escenario
deseable (lo que los socialdemócratas llaman una economía social de mercado)?
¿Existe la posibilidad de que fracase el intento transformador y cuáles son las
expectativas de éxito del camino emprendido?
Sin duda, no pueden obviarse las diferencias entre las
sociedades que alcanzaron la revolución socialista y la forma en que lo
hicieron. Las penurias sufridas, el disciplinamiento social alcanzado, el mayor
o menor grado de resistencia interna al avance del socialismo, las amenazas
externas como factor de cohesión, la ayuda recibida y el carácter más o menos
autónomo de la gestión del proceso, el heroísmo desplegados por sus pueblos, la
calidad de sus élites, y tantísimos otros factores, necesariamente incidirían
en la modalidad de tránsito al capitalismo. Veamos dos casos.
La situación del pueblo chino ante la inminencia del proceso
revolucionario fue pintada en La Condición Humana por André Malraux con maestría
y crudeza. La revolución de octubre encuentra en un estado de degradación a su
tejido social afectado por los colonialismos de entonces y las consecuencias
del narcotráfico. Su cultura, floreciente siglos atrás, mostraba signos evidentes
de decadencia. Una población campesina ignorante era motivo de feroz
explotación. Las potencias coloniales se prodigaban en sacarle el jugo a la
exhausta economía china. En ese contexto, llega como a todo el oriente los
aires de cambio de la Revolución de octubre en Rusia. Le sucede una largo
periodo de una guerra casi sin batallas
entre los nacionalista de Chiang Kai-shek con los comunistas. En los años
treinta el expansionismo japonés invade Manchuria que encontró el escollo solo
de las tropas nacionalistas. A la distancia se puede ver: Mao nunca peleó; se
la pasó eludiendo los enfrentamientos lo que pone en tela juicio su proclamada
capacidad de genial estratega político y militar. Luego de la “larga marcha” de
los años treinta, una huida literal a la que el relato chino le confiere un
carácter épico, estuvo escondido durante la segunda guerra mundial para “ver
desde la montaña la pelea de los tigres” y, finalmente, subirse a la ola
ganadora de los aliados. En ese momento, agosto de 1945, recibió el inmenso
arsenal del ejército imperial del Manchukuo que fue decomisado por los
soviéticos en la principal batalla para la rendición del Japón en Manchuria al
mismo tiempo que innecesariamente desde el punto de vista bélico el Enola Gay
dejaba caer la bomba atómica sobre Hiroshima. Finalmente, con un contexto
geopolítico totalmente favorable, con la ayuda informal pero decisiva del
ejército soviético, termina expulsando a las tropas nacionalistas que se vieron
obligadas a cruzar a la isla de Formosa para formar la actual Taiwán. Los
errores cometidos luego por el maoísmo como el intento de fabricar acero en
cada aldea con rudimentarios cubilotes, o la persecución implacable a
opositores en medio de la llamada revolución cultural, una recidiva tardía del
estalinismo, encontraron al pueblo chino inerme para absorber de forma
medianamente crítica la ola modernista. Occidente entró en Oriente como pancho
por su casa ante una población desarmada que por lo que ahora se ve solo quiere
consumir tecnología subyugada por un régimen autoritario.
En ese contexto de rápidas transformaciones, hay una
experiencia que brilla con luz propia. El milenario pueblo vietnamita ha
demostrado con creces ser uno de los más valerosos de la historia. Sacrificado
a límites sobrehumanos, pudieron resistir la presión china a lo largo de los
siglos. Contemporáneamente, con sus élites formadas en Francia, fueron capaces
de propinarle una paliza de aquellas primero al colonialismo japonés, luego al
francés y finalmente al imperialismo yanqui; en ese orden y sin solución de
continuidad. No obstante, y tal vez por todo ello se lo ve un pueblo feliz, muy
joven, obviamente procreando para reponer los millones de muertos que sufrió en
las guerras. La experiencia del pasaje del socialismo al capitalismo global
será sin duda una de las más ordenadas y virtuosas de todas.
A pesar de la derrota que sufrió en Dien Bien Phu en 1954, Francia está
desarrollando una fuerte corriente de asistencia económica y técnica a Vietnam.
Por ejemplo, se puede ver en los híper de la cadena Carrefour la multiplicidad
de artículos de esa proveniencia (macetas, zapatillas, de bambú, etc.). La
apuesta es sustentable. La evolución del pueblo de ese país, luego de 1975 cuando
los últimos norteamericanos partieron colgados de los helicóptero que
despegaban presurosos desde los techos de embajada de EEUU en la en ese momento
denominada Saigón (hoy ciudad Ho Chi Minh), no ha llegado a los límites de
degradación a que lo han hecho en algunos casos los de otros países con
regímenes socialistas. El pueblo vietnamita se acostumbró a vivir con un puñado
de arroz diario durante las guerras; por orden establecido se mantuvieron solteros
y abstemios sexualmente lo que demuestra el grado de disciplinamiento alcanzado
en los largos años en los que estuvieron combatiendo. Por lejos, no ha sido el
caso de ningún otro país de los que vivieron en el socialismo. En estos, la
insatisfacción de estar conviviendo con las penurias insalvables de ese sistema
no pudo no haber dejado de causar profundas huellas en el estado de ánimo
colectivo.
¿Cómo puede funcionar el tránsito cubano hacia una economía
de mercado? El pueblo de Cuba no es el pueblo de Vietnam. Mientras que en este sus
miembros están simplemente agradecidos por estar vivos, el pueblo cubano parece
haber perdido la mística revolucionaria si es que sinceramente alguna vez la
tuvo.
A partir de 2005 la economía cubana ha debido abocarse a un
proceso de recuperación como consecuencia de los daños causados por sequías y
los huracanes en los cultivos de exportación y de consumo nacional lo que ha
dado lugar, ente otras medidas, al racionamiento energético. En ese sentido el
gobierno cubano ha promovido lo que denomina la revolución energética para hacer
patente la necesidad del ahorro, nuevos medios de obtención de energía y
concientizar al pueblo cubano. El PIB creció a partir de ese año de la
siguiente manera: 11,8% en 2005, 12,5% en 2006, 7,5% en 2007,
4,3% en 2008. En la actualidad, como parte de las reformas económicas
llevadas adelante por el gobierno de Raúl Castro, la fuerza laboral de 5,1
millones de personas está empleada en un 77% por instituciones estatales y un
23% en actividades privadas. Toda una fotografía.
Cuba no se saldrá del modelo chino porque nadie está
interesado en ello. Todos los pases del socialismo al capitalismo han estado
condimentados con retórica de la más diversa pero hay una constante: nadie soltó la manija (salvo tal vez la
ejecución ejemplarizadora de Ceaucescu en Rumanía); tampoco hubo derramamientos
de sangre producto de enfrentamientos generalizados como pasó cuando el cambio original
lo fue en sentido contrario. Por la catástrofe del socialismo real nadie abrió
la boca más allá de algunos alegatos de circunstancia. Todos se acomodaron
rápidamente ante la nueva realidad del mundo de la política. El caso de la ex
URSS es patético. Las denuncias generalizadas en la prensa sobre las mafias
actuantes en la Rusia del águila bicéfala no pueden no llevar a (¿mal?) pensar
que la corrupta estructura del PCUS se puso otro bonete y la vida continuó como
si nada hubiera pasado.
Al final, para los cubanos dará igual que el gato sea
blanco o negro, lo importante es que cace ratones. Por su parte, los
inversores harán caso omiso del régimen comunista en tanto les garanticen
seguridad jurídica, márgenes no escandalosos de permisividad ambiental y mano de obra lo más disciplinada posible.
Un acuerdo estratégico de suma positiva por el que todos saldrán ganando salvo
la coherencia ideológica de las partes.
Ing. Alberto Ford
Arroyo del Gato,
diciembre de 2013