Rebrotes
de la crisis global
Una
retahíla de conflictos sociales y políticos se sucede en distintas
partes del mundo. Parte de ellos se desarrollan en el mundo árabe
cuestionando formas autoritarias de gobierno. Otros afectan a países
de Occidente, principalmente europeos (aunque también la India,
Israel y Latinoamérica se han visto afectados, en este último caso
con la lucha de los estudiantes chilenos y las ocupaciones jujeñas
en nuestro país). EEUU jugó su propio partido: la confrontación
entre republicanos y demócratas alrededor de una distinta concepción
del estado, tuvo en vilo al mundo ante la eventualidad de un default
que afectara la arquitectura financiera global.
“No
se advierte el hilo que une a todos estos episodios… tampoco
claridad en los límites ni en la caracterización de lo que en
verdad se trata” reconoció un enviado especial (1).
Efectivamente fue y sigue siendo tarea ímproba el seguimiento,
interpretación y concatenado de este tipo de eventos vertiginosos y
simultáneos ocurridos por añadidura en lugares y situaciones tan
dispares.
Un
abordaje preliminar y sistémico nos muestra que estos procesos son
omnicomprensivos; afectan a la sociedad en su conjunto y no son
manifestaciones de coyuntura ni superficiales; muestran menos de lo
que esconden. Un conocido economista afirma que “estamos asistiendo
a una reconfiguración del orden global” (2).
De
los desencadenantes de los conflictos se destaca el que se vincula a
los intentos de eliminar ciertas prestaciones inherentes al estado de
bienestar: recortes en servicios de salud, eliminación de subsidios,
gratuidad de la enseñanza, etc.; pero la pérdida de empleos con
aumento de la desocupación parece ser lo más sentido, sobre todo en
los ámbitos de la inmigración.
Frente
a la dificultad que acarrea el intento de interpretar la marcha de
los acontecimientos con el “día a día” o en una sola dimensión,
por ejemplo en clave financiera, acudiendo a indicadores parciales y
reconocidamente poco confiables, se adopta el punto de vista que da
la perspectiva, es decir, nos disponemos a mirar para atrás para
imaginar lo que viene adelante y de esa manera podernos situar en
forma más confiable en un presente que se muestra esquivo.
La
de ahora parece ser una erupción más de un proceso de
transformación multidimensional que arranca como respuesta a la
crisis que desencadena la quiebra de Lehman Brothers en 2008. Ese
evento inesperado tuvo un origen se diría trivial: la manipulación
de un puñado de oficiales de cuenta en bancos de Wall Street con las
hipotecas subprimes.
La maniobra puso en jaque a todo el sistema económico y financiero
mundial cuyos cimientos se vieron sacudidos de una manera y a un
nivel tal que no cuenta con antecedentes. Cundió el pánico. Sin
embargo, la pronta respuesta de todos los líderes del mundo
consistió en una serie de resoluciones expeditivas cuyas
consecuencias reconfigurantes necesariamente debían prolongarse en
el tiempo por la profundidad y alcance de los objetivos proclamados,
no pocos de ellos ligados a ajustes y pérdida de beneficios.
¿Qué
es y cómo actúa una crisis? Es un estado socialmente inestable y de
soliviantamiento emocional que acentúa la incertidumbre y la desazón
por el temor a las pérdidas en los individuos y las familias. Los
estados colectivos que se generan hacen posible la remoción en
tiempos relativamente breves de obstáculos que impiden avanzar en
una dirección predeterminada. Un análisis de las respuestas dadas
en 2008, expresados en los distintos documentos salidos de las
cumbres del G20, muestra la gravedad de los cuestionamientos al
status
quo
que hicieron en ese momento los líderes mundiales. Veamos la
gestación de esos consensos.
Un
hilo conductor.
Cuando
se desató la crisis del 2008 se produjo un hecho inédito: en el
plazo de 24 meses tuvieron lugar 4 cumbres mundiales del G20 de donde
salieron declaraciones minuciosas firmadas de puño y letra por todos
los asistentes (3).
El apuro por reunirse y adoptar un curso de acción a la vista de
todo el mundo, significó una clara demostración de fuerza. Aparecía
en la escena mundial un nuevo actor colectivo dotado de un poder de
influencia como no se había sido visto antes. Se puede argüir que
la relativamente amplia representación del G20 erosiona su
legitimidad como factor de poder… (4)
En
la segunda de esa seguidilla de reuniones del G20 celebrada en
Londres el 2 de abril de 2009, el anfitrión aseguró: "Se
terminó el viejo Consenso de Washington", en referencia al
pensamiento económico que aseguraba que el mercado solucionaría sus
desviaciones por sí mismo, sin necesidad de intervención estatal.
Brown estaba diciendo una verdad pero a medias.
Efectivamente,
las medidas de regulación de la actividad financiera y económica
adoptadas en esa oportunidad demostraron palmariamente que el modelo
neoliberal había finalizado. No más Consenso de Washington. Lo que
no es tan cierto es que por default habían dado a luz a un supuesto
“nuevo consenso”. Muchas de las normas, patrones y procedimientos
adoptados en las distintas reuniones del G20 habían salido de los
foros de élites de los ’70 (5),
en todo caso adaptados a las condiciones imperantes luego de cuarenta
años ya en el siglo XXI.
Según
el área que se considere se pueden encontrar coincidencias entre las
formulaciones de aquellos años y las que figuran en la declaración
de abril de 2009. Por ejemplo, en el plano financiero, se propone la
administración conjunta de las reservas nacionales, jerarquizar al
FMI como banco central de bancos centrales, creciente utilización de
los DEG como moneda de transacciones y desdolarización progresiva de
los intercambios comerciales, eliminación de las reservas de oro
para volcarlas al mercada con el fin de financiar programas contra la
pobreza (¡cuidado los que abandonan el alicaído dólar y se vuelcan
al oro!), constitución regional de fondos anticíclicos, etc. etc.
Justamente la semana pasada, como respuesta regional a la crisis
-luego de una teleconferencia de ministros de economía y presidentes
de bancos centrales del G20 que se realizó (6)
unos días antes con relación a las convulsiones europeas- se acaba
de cerrar en Buenos Aires una reunión también de ministros de
economía y presidentes de bancos centrales pero en este caso de la
Unasur, que recogen textualmente propuestas de acción reflejadas en
la declaración de Londres.
Los
consensos alcanzados en los setenta luego de fatigosas y prolongadas
reuniones, cuyos productos se pueden consultar libremente en la
bibliografía, permanecieron como los descubrimientos de la
arqueología (o la prospección petrolera) que se vuelven a cubrir
para redescubrirlos más tarde en otra oportunidad más propicia
quedando “tapados” por largo tiempo. Ahora está claro también
que aunque no hayan participado de aquellas deliberaciones, no podían
estar ajenas a esas trascendentes discusiones las fuerzas renovadoras
de la ex URSS (Andropov, Gorbachov) y de China (Deng Tsiao Ping)
luego del fallecimiento de las viejas guardias. Lo mismo vale para la
Iglesia católica, una institución que no suele tirar palabras al
viento: en tres encíclicas salidas en el reinado de tres de sus
papas, están sugeridas las motivaciones más profundas de las
mencionadas reuniones (7).
Las
interpretaciones de la crisis.
Es
corriente en estos días la afirmación de que los problemas
derivados de la presente crisis se deben a “una falta de liderazgo”
en occidente; consecuentemente, el poder “se estaría trasladando a
China”. Desde esa óptica se conjetura que en el mundo se está
fortaleciendo la multipolaridad y que China, en ese contexto,
devendría una potencia hegemónica en unas pocas décadas. ¿Qué es
en lo esencial el fenómeno chino que se expresa desde hace décadas
en un crecimiento desmesurado que afecta a una población de más de
mil millones de personas? Ese proceso, gestado en unos pocos años,
constituye (lo sigue haciendo) la más formidable movilización de
recursos tecnológicos, productivos, comerciales, logísticos, que se
ha visto a lo largo de toda la historia.
A
partir de los setenta, se comenzó a producir una generalizada
centrifugación hacia ese país de pequeñas y medianas empresas,
mano de obra de intensivas, por ejemplo, juguetes, ropa, pequeñas
herramientas, etc.; un traspaso apoyado en mecanismos como acuerdos
entre empresas, transferencia de tecnologías medias y bajas,
provisión de matricería, herramientas, métodos de fabricación y
maquinaria de alta complejidad, formas de organización empresarial
aprovechando la mano de obra barata y, por sobre todo, la
comercialización de las traders transnacionales que como después
veremos con un ejemplo generalizable se llevan la parte sustancial
del negocio.
La
delegación de funciones y estructuras de Occidente a Oriente
constituyó un megaoperativo ejecutado por Kissinger siendo
secretario de estado de Nixon. En lo fundamental, consistió en
montar un sistema productivo en territorio chino desplazando para
ello los factores necesarios desactivados en los países
desarrollados. Se apoyó para ello en una sinergia de variables que
en ese momento estaban en pleno despliegue, en primer lugar, la
Revolución científica y tecnológica (RCT).
Ese prodigio, que se aceleró con la llegada a la luna, obraba para
diferenciar rápidamente la producción de punta del resto de los
otros sectores, mano de obra intensivos, transformando a los primeros
en la crema del agregado de valor (una práctica que ya se venía
haciendo exitosamente con la refundación del Japón desde los
cincuenta y sesenta). Se iniciaba así un flujo permanente de
transferencias pero con un leve retardo que garantizaba la
preeminencia de la producción más avanzada fuera de los territorios
chinos. Esto por un lado. Por el otro, el formidable potencial del
mercado chino ante una producción de bienes y servicios ya quasi
ilimitada (debido justamente a la RCT
ya mencionada) y donde la variable crítica en la ecuación de la
oferta y la demanda por primera vez pasaba a ser el segundo de los
términos. A esa combinación de factores decisivos para generar una
reconfiguración sistémica, se le debía sumar una mano de obra de
mediana calificación pero muy disciplinada por el comunismo de
guerra que aún impera en China (dicho sea de paso bajo la mirada
condescendiente e hipócrita de los comunicadores de Occidente). Los
países desarrollados, en un movimiento incesante y de permanente
regeneración -como las ondas que se producen cuando se tira una
piedra en un estanque- se reservaban (de hecho lo siguen haciendo) la
creación de saberes en los sectores de punta, descentralizando la
producción que va siendo de menor calificación por medio de
paquetes tecnológicos llave en mano (8).
La
entente da lugar a un tipo de negocios como el de la muñeca Barbie.
Estas muñecas,
diseñadas por la empresa Mattel, se venden a 10 dólares en el
mercado estadounidense. La producción se lleva a cabo en China dando
como resultado que de toda la cadena de valor solamente el 10%
corresponde a la suma de la mano de obra y la tela. ¿Hay alguna
razón para pensar que ese rango de participación, que se puede
extender para otros productos, va a cambiar en algún momento siendo
que los acuerdos originarios se establecieron sobre esas bases? Mao
decía: “el poder nace del fusil” pero no fue así; China terminó
acordando con Occidente. ¿Por qué decir ahora que “el poder
nacerá del PBI”?
China
tiene una situación muy dependiente.
No tiene el control del comercio internacional de su propia
producción, que es donde “off shore” se le agrega la mayor parte
del valor a los bienes y servicios ofertados. No dispone de un
aparato científico y tecnológico propio; sus logros en esos
terrenos, cuando existen, son realizados en conjunto con otros
países. Le sostiene la deuda a EEUU por medio de la compra de 1,3
billones (12 ceros) de dólares de bonos del tesoro (es sabido que en
estos casos la posición de fuerza está de parte del deudor, más si
este es EEUU). Sus reservas, 3,3 billones de dólares (¡), carecen
de todo tipo de respaldo salvo la confianza. La situación de China
como se ve no es solo dependiente; es
también vulnerable.
Hecho que, en la realidad presente y futura, no tiene ni tendrá
ninguna repercusión en la geopolítica mundial más allá de alguna
especulación de tipo retórica.
En
la capa más íntima de la cebolla del poder estamos asistiendo a una
concentración de incumbencias sin antecedentes. Esa reconfiguración
está a la vista como hemos visto con la presencia y actuación del
G20. Es una nueva forma de poder; la que surge del consenso y no de
una estructura determinada. En esos ámbitos los acuerdos actúan
como la gravedad: las cosas pueden ocurrir de muchas maneras pero
terminan haciéndolo de una; sencillamente porque los que acuerdan
son los mandamases de los países más fuertes y nadie puede
desconocer los compromisos adoptados más allá de los pataleos que
se hayan registrado para alcanzarlos. Esos consensos se refiere a las
líneas principales que orientan estratégicamente el proceso
globalizador. De
ahí para abajo, hasta llegar al nivel de lo local, pueden expresarse
y de hecho lo hacen, todas las contradicciones que se presentan en la
vida real.
Hoy,
menos los valores esenciales, todo lo demás está en tela de juicio,
pero en un contexto de nuevo tipo. Por vez primera, el sistema
mundial está condiciones de satisfacer las necesidades de todos los
hombres. Tiene las posibilidades adecuadas para hacerlo. Ahora se
trata de resolver la tarea de hacer llegar esas posibilidades a
quienes las necesitan en forma equitativa. Es un desafío
esencialmente de tipo político. De la nueva política que está por
nacer…
Ing.
Alberto Ford
Ringuelet,
19 de Agosto de 2011
1Marcelo
Cantelmí, Clarín, 12/08/11
http://www.clarin.com/opinion/Gran-Bretana-costos-frustracion-social_0_535146637.html
Nada
más parecido a tirar la toalla.
3
El
único antecedente en tal sentido –fuera de la formalidad de las
asambleas de la ONU- son las tres reuniones producidas durante la
Segunda Guerra Mundial cuando en el plazo de 20 meses se produjeron
3 reuniones de los líderes de los aliados.
4
En
otros trabajos hemos analizado la arquitectura del G20 habida cuenta
de que desde que se formó ese grupo a fines de los noventa lo
integra la Argentina. Teniendo en cuenta el carácter estratégico
de este tipo de configuraciones (su vigencia se mide en décadas y
está al margen de los vaivenes de coyuntura), nuestro país es
considerado un importante proveedor de proteínas como lo es Arabia
Saudita con respecto a la energía o Turquía, Sudáfrica e
Indonesia como portadores de liderazgos subregionales, reales o
potenciales, de acuerdo a una geopolítica que está más allá de
las escalas nacionales. Ni hablar de Brasil, una de las vedettes de
los países emergentes y verdadero líder de la Unasur. Una analogía
permite comparar a ese curioso conglomerado con la fórmula 1: sus
escuderías de vanguardia son más competitivas y candidatas al
podio; las demás son más o menos de relleno y les hacen la corte.
5
Se
pueden ver al respecto los trabajos encargados por Aurelio Peccei y
el gobierno de Holanda al académico Jan Tinbergen que recopiló 12
propuestas de acción que se pueden considerar la agenda al inicio
de la globalización y 10 informes técnicos de 20 de los expertos
más reputados de ese momento, entre ellos, el chileno Juan Somavia,
hoy director general de la OIT. Ver: Tinbergen, Jan,
Reestructuración
del orden internacional,
Fondo de Cultura Económica, México, 1977. Más sucinto, el
informe confeccionado a lo largo de 33 meses bajo la supervisión
de Zbigniew Brzezinski. Ver: Richard Cooper, Karl Kaiser y Masataka
Kosaka, Hacia
un sistema internacional renovado,
en Cuadernos Semestrales del CIDE, México, Números 2-3, mayo de
1978. Pregunta: ¿será
conocido en el futuro este último trabajo como la “biblia” de
la globalización?
6
Hubo
quejas porque Boudou “tocaba la guitarra, mientras el
G-20 estaba reunido para analizar la crisis mundial”. Sin
embargo, Boudou aclaró que no hubo ninguna reunión
ni teleconferencia de ministros de Economía en
contradicción con las noticias internacionales
http://www.30noticias.com.ar/novedades/pais/108997-amado-boudou-aseguro-que-la-crisis-no-impactara-en-argentina.html
7
Ver:
Pacem
in Terris
(Juan XXIII), Populorum
Progressio
(Pablo VI), Caritas
in Veritate
(Benedicto XVI). Hoy mismo, a través de la visita de Benedicto XVI
a Madrid, la Iglesia Católica eleva su perfil para internarse en
territorios políticos dando opiniones sobre la marcha del
capitalismo “cuya economía no se puede medir por el máximo
beneficios (ni) funciona solo con la autorregulación” (La Nación,
19/8/11, pág. 14)
8
Artificios como los pen
drive fabricados
con la tecnología de memoria flash,
solo llegan a Oriente para su distribución en cajas cerradas donde
los blisters
ya tiene pegada las obleas donde dice “Assembled in China”
porque la velocidad de regeneración de esos mágicos adminículos
no da tiempo para producirlos allí.
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