viernes, 30 de agosto de 2019


La provincia de Buenos Aires (PBA) vive una profunda crisis que se despliega sin pausa, paradojalmente, en un contexto que muestra síntomas de que se estaría por iniciar en nuestro país su segundo ciclo largo de crecimiento. Esta reunión, que convoca a una parte sustancial de la dirigencia y militancia radical de la PBA, revela cada día con mayor nitidez que el desafío actual de la UCR es jugar un rol protagónico en ese inminente proceso.

Una combinación de factores puede transformar esta crisis en oportunidad. En la medida en que una gestión de nuevo tipo sea capaz de obrar con audacia en el marco de las nuevas condiciones que impone la globalización, estará en condiciones de aprovechar las oportunidades que ofrece una crisis como la que estamos padeciendo para realizar el potencial provincial. Es el gran objetivo que tiene por delante la UCR.

Es oportuno hacer una aclaración en torno a las diferencias existentes entre crecimiento y desarrollo, una disquisición en boga por estos días. El crecimiento se mide por indicadores de tipo generalmente económicos; su evolución no necesariamente refleja el bienestar de las familias y la sociedad como se puede ver hoy en nuestro país. Por su parte, el desarrollo implica normalmente crecimiento pero lo trasciende: toma en cuenta otros indicadores más elocuentes de la calidad de vida de un pueblo como, por ejemplo, el capital social. Transformar el uno en el otro -crecimiento en desarrollo-, un cometido que no solo no se logró sino que ni siquiera estuvo planteado en el primer ciclo largo de crecimiento que tuvo nuestro país (1860-1930), en una problema básicamente de índole política; de la nueva política, como veremos en este documento.

La Provincia

La PBA contiene el 38 % de la población del país, contribuye al 35 % del producto bruto interno (PBI) y el 34,1 % de su población tiene las necesidades básicas insatisfechas (NBI); sin embargo, recibe solamente el 21,2 % de la coparticipación federal de impuestos. Esta desigualdad en el tratamiento del estado nacional hacia nuestra provincia, se ve agravada porque no se ha querido entender el mensaje de la última consulta electoral donde la ciudadanía manifestara claramente su desacuerdo con las políticas instrumentadas desde los gobiernos nacional y provincial. Se ha descalificado el pronunciamiento electoral y se desafía con nuevas actitudes autoritarias y permanentes desprecios a sus representantes y a las instituciones. Como prueba de ello a la PBA se la sigue atacando, primero con un descontrolado “impuestazo” y ahora con el incremento del gasto en el presupuesto de 2010 respecto al sancionado para 2009. Es una tremenda transferencia de ingresos de los sectores productivos, de sus trabajadores, de la clase media y de las pequeñas, medianas y también dimensionadas empresas de la Provincia a las arcas de un Estado que no se anima a defender los intereses de su población. Todo en una apuesta contraria al trabajo genuino y digno. Así llegamos con una Provincia con “bolsones” de enriquecimiento por actividades ilícitas y con los más elevados índices de necesidades básicas insatisfechas, en una mentida redistribución de la riqueza.
La PBA está afectada por la ingobernabilidad. Un Estado al margen de las necesidades de los bonaerenses, manejado según una percepción voluntarista e ilusoria, ha perdido el rumbo y su estructurada hipertrofiada ha colapsado: botín de los sindicatos, ese conglomerado amorfo que es hoy la administración pública se ha transformado en una fuente de trabajo más que en un instrumento de articulación entre el Estado y los ciudadanos. Suficientemente grande y carente de centralidad para ocuparse sinceramente de los problemas de los individuos y sus familias, las barriadas y los pueblos, es, sin embargo, demasiado pequeño para terciar en la puja del poder nacional; invariablemente la PBA ha salido perdiendo cuando se trata de repartir los fondos federales.
Sus políticas son abstracciones que, por añadidura, no disponen de los suficientes recursos a la hora de implementarlas. El grueso del presupuesto se va en el pago de sueldos. No se ejecutan obras públicas para el desarrollo y las obras que se hacen no son prioritarias; construyen colegios y hospitales sin ton ni son, o se los inaugura más de una vez sin el suficiente equipamiento. La infraestructura está colapsada. Las políticas no solo no llegan a destino sino que tampoco son monitoreadas en su cumplimiento porque un Estado totalmente centralizado (sin centralidad) no lo puede hacer. Esas formulaciones carentes de sentido que son hoy las que se presentan como políticas públicas, solo satisfacen a sus autores sin que al final, y objetivamente, importen los supuestos “beneficiarios” (un eufemismo alejado de la realidad).

Las leyes de Parkinson (1982)1 aluden a la forma en que las estructuras se autojustifican para su perduración independientemente del objeto para el cual fueron creadas. Las tres formulaciones fundamentales de Parkinson son:

  • "El trabajo se expande hasta llenar el tiempo de que se dispone para su realización".
  • "Los gastos aumentan hasta cubrir todos los ingresos".
  • "El tiempo dedicado a cualquier tema de la agenda es inversamente proporcional a su importancia".

Estas tres leyes, al igual que otras que Parkinson formuló, como la «ley de la dilación» (cuanto más tiempo se tenga para hacer algo, más divagará la mente y más problemas serán planteados) y la «ley de la ocupación de los espacios vacíos» (por mucho espacio que haya en una oficina siempre hará falta un poco más) son, según el autor, producto de la experiencia cotidiana.

Estas descripciones son la nítida fotografía de lo que es hoy la administración pública provincial; es donde nos toparemos con los verdaderos desafíos que nos esperan desde el primer día de la gestión y sobre los cuales vamos a tener que tomar decisiones con audacia y sabiduría si no queremos hacer más de lo mismo luego de 20 años de gestión peronista. Está en juego la resolución de la dialógica cercanía/lejanía en favor del primero de los términos en la relación entre el Estado y los ciudadanos. Si en este cometido no respetamos el cumplimiento de las «3e» (eficientes en el uso de los recursos, eficaces en el logro de los resultados, y efectivos con relación al impacto de las medidas sobre las poblaciones objetivo), será difícil imaginar una gestión innovadora en un Estado cuya fortaleza no depende del tamaño.

Otro de los aspectos críticos que nos espera es el notorio desequilibrio territorial y demográfico que aflige a la provincia. Aunque no hay que desconocer que se ha agravado en los últimos tiempos, no es un problema nuevo: el propio diagrama del trazado de los medios de comunicación, invariablemente siguiendo un trazado radiocéntrico en sintonía con el poder de atracción del puerto, viene de la época de la colonia y no hubo acciones más allá de lo retórico capaz de cambiar esa fuerza centrípeta por una fuerza centrífuga que favoreciera el federalismo. No somos originales en advertir esta problemática. Para el ex gobernador Anselmo Marini (1963/66) “la distribución de las comunicaciones en el territorio provincial, muestra, en primer término una red ferroviaria que converge en abanico sobre la Capital Federal. Ella resulta apta para servir a una economía de exportación, pero insuficiente para reactivar el equilibrado desarrollo de todas las regiones bonaerenses…”

La manifestación más dramática de esos desequilibrios es el conurbano bonaerense, sin duda el más grave factor de distorsión sistémico que padece no solo la provincia sino el país todo: a través de los últimos ochenta años, a partir de los años 30 del siglo pasado cuando comienza la crisis del modelo agro exportador, se han ensayado diversas políticas industrialistas, sin que ninguna de ellas haya impedido su constante crecimiento y el deterioro simultáneo de sus condiciones de vida. La gente venía del interior corrida por la miseria y atraída por mejores perspectivas, sobre todo en lo referido a salud y educación. Pero con el tiempo, la aglomeración sin límites y el cambio en las condiciones de trabajo terminaron por mostrar un proceso inexorable de deterioro que llevó a la situación actual. En algo más de 2.390 Km2 que rodean a la ciudad de Buenos Aires viven alrededor de 9 millones de habitantes; en el resto de la provincia, o sea en los otros 304.000 Km2 viven algo más de 3 millones. Consecuentemente, producto de la improvisación y las urgencias, se produce un desbalance en la asignación de los recursos sin que estos alcancen a resolver los múltiples problemas generados.

Su solución llevará décadas pero hay que dar el primer paso en algún momento y este parece serlo por el grado de maduración de la crisis que afecta a esa metáfora de la pobreza y la exclusión que es el Conurbano. En esto hay que ser claros: no es del peronismo que se puedan esperar medidas sinceras en este sentido porque, como lo demuestra palmariamente este gobierno, es en el mantenimiento y la manipulación de ese estado de cosas lo que sustenta desde siempre a ese movimiento. Esto no quiere decir que bajo ciertas relaciones de fuerza, y con los incentivos adecuados para que las provincias puedan hacerse cargo de sus diásporas, el peronismo federal no sea capaz de jugar un papel positivo; pero el grueso del esfuerzo recaerá en nosotros.

El abordaje de una política de Estado sobre el Conurbano requiere en primer lugar de una revelación realista y con sentido estratégico de la problemática. Si bien el Conurbano es la consecuencia de determinadas políticas en algunos momentos y la falta de ellas en otros, se ha transformado, sin duda, en un factor de freno para el desarrollo no solo del territorio involucrado. Es una paradoja. Si llevamos a cabo políticas inclusivas de cualquier tipo, el éxito no haría más que atraer a la gente postergada de otros lugares cuya llegada, en oleadas como ocurre ahora, evaporaría los logros tan rápido como se consiguen, y en los lugares de expulsión provocaría una disminución drástica de las expectativas para resolver in situ sus problemas. El intríngulis no es solo de nuestro país y hay experiencias en las cuales reparar.

La Unión Europea está implementando políticas de cohesión territorial para que todos los ciudadanos tengan iguales oportunidades con independencia del lugar de residencia. Algunas medidas son de vieja data, como la «política agraria común» (PAC), que tanto dolores de cabeza nos has provocado a nosotros pero que a ellos les ha permitir frenar las migraciones masivas del campo a la ciudad. Otras son más recientes y de enfoque integral como el las políticas sobre la cohesión territorial -se basan en la preservación y el aprovechamiento de la diversidad para convertirla en un factor de desarrollo- que es una referencia obligada para encarar la problemática en nuestra provincia2.

Con el fin de comenzar a resolver los desbalances demográficos y territoriales, la nueva gestión debe articular una política de círculos concéntricos de fiscalidad decreciente alrededor de los núcleos más poblados a nivel de todo el territorio; esa política debe ser la base para una distribución ecuánime de las oportunidades productivas de manera de que la población se vaya orientando en forma progresiva y voluntaria hacia la conformación de un mayor equilibrio en el hábitat.

Se discute sobre la importancia relativa de de diversos términos que caracterizan la situación de los más desfavorecidos (pobreza, indigencia, exclusión, inequidad, l desempleo). Lo que no hay duda es que el Conurbano es un muestrario de todas esas incapacidades del sistema socioeconómico de dar respuestas superadoras a los problemas de las familias y mostrarles un camino de bienestar para el futuro. Sin embargo, de todas esas variables es la pobreza la que está en el candelero: 14% de los argentinos, según los cálculos más optimistas del gobierno estarían en esa condición pero, según otros cálculos más realistas, son el 40% los que verdaderamente la sufren. Esas proporciones son más desfavorables en el Conurbano.

El gasto social en la Argentina, sin contar la seguridad social, representa casi el 20% del presupuesto nacional en una proporción que con leves oscilaciones se ha mantenido a través de los años; en el presente, asciende a 49.500 millones de pesos. Esas cifras, sin embargo, no redundan en una disminución de los índices de la pobreza en la población objetivo a la que son dirigidas estas políticas. No obstante, la pobreza no solo se mide por indicadores económicos de ingreso familiar. Hay distintos componentes en la conformación de pobreza que son sus factores (aunque habitualmente se los considera síntomas); de todos ellos, es el desarraigo el que más la incentiva. En el Conurbano se potencian todas las externalidades negativas de esa condición crítica; existen sobrados estudios sociológicos que lo certifican aunque una cantidad insuficiente de políticas que tomen en cuenta esa cruda realidad que tiene que ver con la falta de un auténtico federalismo.

El segundo ciclo largo de crecimiento.

La Argentina está en vísperas de cambios trascendentales. Nuestro país se encuentra ante la eventualidad del inicio de un ciclo de crecimiento largo, el segundo de su historia; el primero se extendió desde 1860 hasta la década del ’30 del siglo XX. El pronóstico surge, de una evaluación preliminar de los factores internacionales que determinan nuestro rol en la nueva división internacional del trabajo.

Estamos viviendo un fin de era, una mutación de época que alcanzará a todos los aspectos de vida sobre el planeta. Es una simplificación ver solo indicadores económicos y financieros para caracterizar el momento; son apenas una manifestación epidérmica como lo es la fiebre en un enfermo. La crisis global no solo no ha terminado sino que recién comienza, y se va a desplegar por un tiempo largo ya que en la realidad está obrando de factor para una transformación profunda; no se la va a desaprovechar como ocurre siempre en estos casos en que se utilizan las crisis para producir cambios en una determinadas dirección. Se marcha a un nuevo paradigma productivo ligado a la noción de «verde» o «limpio» que se vincula estrechamente con un cambio en el uso de la energía, nuevas tecnologías no contaminantes, y una relación armónica y sustentable con el entorno.

El rol que se le reserva a nuestro país en la nueva división global del trabajo es el de proveedora de alimentos (y de energía en menor medida). Es la razón estratégica que explica su presencia en el G 20 (y de paso no la de España que si bien su aparato productivo ha crecido considerablemente, no dispone de ninguno de los recursos estratégicos en esta fase de la globalización). De la misma manera que en el primer ciclo largo de crecimiento de nuestro país las directrices fundamentales del crecimiento estuvieron dadas por las demandas dominantes en ese momento –de la cual nace el modelo agro exportador-, esas determinaciones y condicionamientos también existen ahora. Argentina puede ser muchas cosas, pero el mundo espera de nosotros en los próximos años que seamos proveedores de alimentos en gran escala. El problema es cómo operamos en esa determinación; en fin, si la Argentina va a ser solo proveedor de insumos (por más tecnología que tengan detrás y puestos de trabajo que se creen para su producción) o les va agregar el mayor valor en signo y símbolo y, sobre todo, si va a diversificar su matriz productiva en el sentido que hoy marcan las tendencias globales que son de nuestro interés.

Como decimos en el inicio de este documento, el gran desafío de las futuras décadas pero que debe ser iniciado de inmediato, es transformar este (ya con ciertas manifestaciones de sustentabilidad) crecimiento en desarrollo, un cometido que recaerá sobre nuestras espaldas (y la de nuestros aliados) en gran parte. Es decir, al igual que en Europa, una tarea de construcción de signo socialdemócrata. Para encarar el desafío -tal vez el más importante de la historia del radicalismo- se requiere una profunda renovación política.

Protagonismo.

Para Anthony Giddens, el creador de la «tercera vía» (una formulación actualizada de la socialdemocracia), no hay “en este momento ninguna política que esté a la altura de la magnitud del problema del cambio climático… hace falta un nuevo modelo de desarrollo… una gran cuota de pensamiento creativo y este debe ser en su mayor parte social y político” (Giddens, 2009)3. Toda una definición señera sobre el tema del cambio climático del que habitualmente se consideran sus manifestaciones meteorológicas más que la complejidad de las implicancias profundas y extendidas del fenómeno. El incipiente «mercado de bonos de carbono» está llamado a jugar a nivel global un rol similar al de las revoluciones industriales de antaño; al igual que en aquella oportunidad, el nivel micro se verá perturbado -con todas las contradicciones que ello acarrea- por la diseminación del saber, la promoción del progreso y la configuración de nuevas pautas de organización social.

¿Cómo opera el mercado de bonos de carbono (MBC)? A medida que los países más contaminantes se vayan imponiendo restricciones consensuadas en materia de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) -según tratados internacionales como el Protocolo de Kyoto o el que lo sucederá en 2012- al no poder cumplirlas en lo inmediato, se verán obligados a comprar bonos emitidos por empresas de países menos contaminantes entre los que está el nuestro. Esos bonos son emitidos por 1) alguna reducción verificada de GEI en el caso de producciones ya en marcha (por ejemplo, por el cambio en el uso de energías: en lugar de combustibles fósiles apelar a otros no contaminantes; o, también, realizando algún cambio en los métodos de fabricación), 2) en el caso de proyectos que se están por implementar, por la adopción de tecnologías limpias o de mejor performance que otras más contaminantes que hubieran podido usarse. Dos situaciones: una real (reducción) y otra virtual (proyectos más promisoriamente «verdes»), las dos formas que va a asumir el MBC (a la forestación y reforestación hasta ahora se le ha concedido menor valor estratégico porque tanto la reducción como la prevención de emisiones de GEI, a diferencia de capturas de GEI desde la foresta, son generadoras de negocios de mayor cuantía y/o disponen de un poder reconfigurante más dinámico, inmediato y tangible, de mayor impacto popular en el contexto de la globalización).

¿Cómo se dejará sentir ese nuevo mercado, aun incipiente, en la realidad de nuestro país? Para imaginar los escenarios probables, podemos situarnos en la Argentina de 1850, inicio del primer ciclo largo de crecimiento cuando, por un lado, se estaba saliendo de una situación productiva pre-moderna basada en las artesanías y una ganadería pastoril y, por el otro, se desplegaba la segunda revolución industrial, principalmente en Inglaterra, con presiones concretas hacia los territorios con que contaba nuestro país en condiciones de albergar los excesos de población europeos, y con capacidad de transformar la economía en un sentido capitalista con la instalación del modelo agro exportador tendiente a satisfacer de alimentos a las nuevas poblaciones urbanas en el viejo continente formadas como consecuencia de su industrialización.

Los mecanismos reconfigurantes del cambio climático pueden obrar en la dirección de avanzar hacia una mayor cohesión territorial y demográfica de nuestro país, cuyos desequilibrios son, como hemos dicho, su principal problema. Para muestra basta un botón: a pesar de la crisis actual externa e interna, cada una en su medida, la economía argentina se desenvuelve en una situación que dista de ser crítica. Sin embargo, si nos salimos de los indicadores económicos, estamos frente a gravísimos problemas de todo tipo, algunos evidentes, como la inseguridad y la exclusión social, y otros para los cuales no hay suficientes medios de ponderación salvo el sentido común y la percepción cotidiana de la gente. ¿Cómo actuaría el cambio climático como factor reconfigurante? Tomemos un caso: el de la cuenca del Salado.

La cuenca del Salado se encuentra en estos días ante la inminencia de una revolución verde como lo demuestran las exitosas experiencias realizadas en el distrito de 25 de Mayo para la implantación de un cultivar llamado «finecut» de la pastura «grama rhodes». Veamos algunos números. El rio Salado nace en la provincia de Santa Fe pero más del 90% de su recorrido, 640 Km, lo realiza en nuestra provincia. La superficie de la cuenca es de 17 millones de hectáreas en la que habitan 1 millón de personas, una densidad de algo menos de 6 hab/Km2 (en el Conurbano la densidad es de 3750 hab/Km2). Desde el punto de vista de la economía tradicional, las riquezas de la Cuenca no son abundantes, y algunas de ellas se dilapidan como los cuantiosos caudales de agua dulce que se vuelcan al mar por falta de un adecuado tratamiento hidrodinámico. La zona es de cría del ganado vacuno. Los suelos son de características salinas lo que ha permitido hasta ahora la presencia de pasturas de pobre contenido proteico como el «pelo de chancho» y el «gramón». Sin embargo, existen enormes posibilidades para el cultivo del arroz cuyos estudios ya han sido realizados por institutos y universidades de la Provincia y por cuya explotación existe un interés manifiesto por parte de los productores italianos de Vercelli de donde sale el principal insumo para el risotto. Pero la gran noticia ha explotado en estos días con los resultados positivos obtenidos con los cultivos experimentales de la «grama rhodes». Las comparaciones son elocuentes:

"Lotes con producciones de materia seca de 800 a 1000 kilos por hectárea con «pelo de chancho» y «gramón» pueden pasar a producir, implantados con «grama rhodes»y con adecuado manejo y fertilización, entre 7000 y 9000 kilos de materia seca por hectárea con una calidad de forraje de 12 a 13% de proteína bruta en prefloración. Traducido en carga animal, se pasaría de tener un equivalente vaca cada 5 hectáreas en la situación original de extremada baja producción a 1,5 a 2 equivalente vaca/hectárea con la pastura implantada. Es decir, aumentaría la producción de terneros por hectárea ente 7 a 10 veces", afirmó el responsable de la firma Oscar Pemán y Asociados SA, que viene trabajando en este tipo de pasturas

Un tratamiento sistémico de la cuenca del río Salado haría posible transformar una zona sub explotada en un generador de riquezas con impacto en toda la Provincia. Un diseño adecuado de las obras permitiría conectar de otra manera los territorios bonaerenses para provocar un efecto sinérgico entre lo que cada uno puede hacer por separado a diferencia de los logros alcanzados en forma conjunta. Eso en lo referido a infraestructura. El impacto es más significativo cuando vemos lo que hace posible esa infraestructura: alternativas de nuevas formas de vida a miles de personas hacinadas hoy en los conurbanos, muchos de ellos originarios de esas zonas. Se regarían millones de hectáreas. Todos los proyectos involucrados: rectificación de canales, obras portuarias, de transporte, proyectos familiares de reubicación y productivos, construcción de infraestructura urbana, reforestación, serían fácilmente negociables en el MBC. Naturalmente, será un cometido estratégico de décadas de duración como, por ejemplo, llevó alcanzar la actual configuración de la pampa húmeda; pero toda larga marcha comienza en algún momento. Sobresale el rol que deberían jugar en las nuevas poblaciones las políticas de desarrollo local para la redistribución de opciones de crecimiento individual y familiar. Tomando en consideración todas estas variables y con un pleno conocimiento de las realidades locales, se pueden planear sobre bases concretas y diferenciadas las estrategias necesarias para aprovechar desde cada distrito, localidad y pueblo las extraordinarias posibilidades que se abren día a día a pesar de o debido a la crisis en curso.

Progresivamente, se irá evidenciando en nuestra provincia la relación existente entre lo global y lo local al punto de que se ha acuñado la formula del desarrollo «glocal» aunque, huelga decirlo, más allá de las dificultades epistemológicas para articular una y otra dimensión, todavía en la práctica ambos conceptos ocupan espacios muy distantes: por un lado lo global, por el otro lo local (a pesar de que diariamente por las pantallas desfilan las imágenes de un mundo en que se han acortado las distancias hasta la proximidad). Sin embargo, lo que hoy aparece lejano se irá acercando con la evolución de la crisis; lo global irá irrumpiendo en lo local debido a los condicionamientos emergentes de las nuevas realidades.


El Partido

A pesar de la crisis que la Unión Cívica Radical ha venido viviendo todos estos años producto, en primer lugar, del fracaso que significó el gobierno de la Alianza, hoy el Partido está frente a un proceso de recomposición tanto en el plano interno como en su relación con la sociedad. Hace algo más de una década construimos una alianza electoral que sirvió para derrotar al gobierno de Menem, pero no fuimos capaces de conformar un gobierno transformador lo que trajo aparejado dolorosas consecuencias: se perdió el sentido de pertenencia a un proyecto nacional que produjo una diáspora de dirigentes y militantes que dieron origen a proyectos personales y a la conformación de partidos políticos y alianzas con dispar suerte electoral pero con una característica común: ninguno de ellos logró constituirse en un partido nacional aunque todos contribuyeron al debilitamiento de la Unión Cívica Radical. Hemos sostenido insistentemente que un partido nacional no se conforma solamente con buenos candidatos; hace falta la contención de la historia partidaria y sus principios, modelos partidarios y humanos, ideología, capacidad para actualizar permanentemente su doctrina, revisar su programa y organización partidaria, además de la interacción con los sectores económicos, productivos y sociales que, conociendo e identificándose con sus principios e ideología, se sientan representados por el discurso y la acción del Partido. Esta construcción necesita de años. Debe sumarse al análisis la acción deliberada del kirchnerismo que necesita para coronar su proyecto hegemónico, autoritario y centralista, entre otras transformaciones y transgresiones, la desaparición de la UCR. Sin embargo, muchos radicales multiplicamos nuestra militancia y tomamos con mucha fuerza la reconstrucción del Partido, “caminando el territorio” y contando con la ayuda inestimable, el protagonismo y el aporte del ex presidente Raúl Ricardo Alfonsín. Aún falta mucho camino por recorrer para actualizar nuestra organización partidaria y abrir los brazos para -seguramente en tiempos diversos- reincorporar con grandeza a todos los matices de lo que hoy se denomina el pan-radicalismo para recrear un proyecto nacional y reconstruir una alianza política, económica y social que garantice las transformaciones que la hora exige. Seguramente vamos a coincidir que se abre una nueva posibilidad para constituirnos en alternativa sobre la base de la UCR ya que es factible que podamos contar con el apoyo mayoritario del pueblo argentino, una percepción que se viene instalando progresivamente en el imaginario de la política argentina. En buena medida depende de nosotros que este objetivo logre alcanzarse.

Prepararnos para el gobierno

Como un aporte a la elaboración de un plan de desarrollo para nuestra Provincia, hemos creado recientemente el Instituto de Desarrollo Local y Regional en la ciudad de Nueve de Julio. El instituto se propone la capacitación en gran escala de dirigentes que puedan hacerse cargo localmente de la nueva gestión; la constitución de grupos para la investigación de la problemática del territorio comprendido y la difusión de los productos del conocimiento logrados; la identificación de oportunidades de proyectos productivos; la búsqueda de financiamiento; en fin la búsqueda del saber adecuado para la generación y el aprovechamiento de nuevas oportunidades para el desarrollo local que involucre a los distritos, las localidades, los pueblos y sus barriadas.


Juan José Cavallari
Diputado Provincial UCR
1 Parkinson, Cyril Northcot (1982), Parkinson: las leyes, Ediciones Grijalbo
2 Libro Verde sobre la Cohesión Territorial {SEC (2008) 2550}
3 Giddens, Anthony (2009), Politics of climate change, Polity Press.

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