La
provincia de Buenos Aires (PBA) vive una profunda crisis que se
despliega sin pausa, paradojalmente, en un contexto que muestra
síntomas de que se estaría por iniciar en nuestro país su segundo
ciclo largo de crecimiento. Esta reunión, que convoca a una parte
sustancial de la dirigencia y militancia radical de la PBA, revela
cada día con mayor nitidez que el desafío actual de la UCR es jugar
un rol protagónico en ese inminente proceso.
Una
combinación de factores puede transformar esta crisis en
oportunidad. En la medida en que una gestión de nuevo tipo sea
capaz de obrar con audacia en el marco de las nuevas condiciones que
impone la globalización, estará en condiciones de aprovechar las
oportunidades que ofrece una crisis como la que estamos padeciendo
para realizar el potencial provincial. Es el gran objetivo que tiene
por delante la UCR.
Es oportuno
hacer una aclaración en torno a las diferencias existentes entre
crecimiento y desarrollo, una disquisición en boga por estos días.
El crecimiento se mide por indicadores de tipo generalmente
económicos; su evolución no necesariamente refleja el bienestar de
las familias y la sociedad como se puede ver hoy en nuestro país.
Por su parte, el desarrollo implica normalmente crecimiento pero lo
trasciende: toma en cuenta otros indicadores más elocuentes de la
calidad de vida de un pueblo como, por ejemplo, el capital social.
Transformar el uno en el otro -crecimiento en desarrollo-, un
cometido que no solo no se logró sino que ni siquiera estuvo
planteado en el primer ciclo largo de crecimiento que tuvo nuestro
país (1860-1930), en una problema básicamente de índole política;
de la nueva
política,
como veremos en este documento.
La Provincia
La PBA
contiene el 38 % de la población del país, contribuye al 35 % del
producto bruto interno (PBI) y el 34,1 % de su población tiene las
necesidades básicas insatisfechas (NBI); sin embargo, recibe
solamente el 21,2 % de la coparticipación federal de impuestos.
Esta desigualdad en el tratamiento del estado nacional hacia nuestra
provincia, se ve agravada porque no se ha querido entender el mensaje
de la última consulta electoral donde la ciudadanía manifestara
claramente su desacuerdo con las políticas instrumentadas desde los
gobiernos nacional y provincial. Se ha descalificado el
pronunciamiento electoral y se desafía con nuevas actitudes
autoritarias y permanentes desprecios a sus representantes y a las
instituciones. Como prueba de ello a la PBA se la sigue atacando,
primero con un descontrolado “impuestazo” y ahora con el
incremento del gasto en el presupuesto de 2010 respecto al sancionado
para 2009. Es una tremenda transferencia de ingresos de los sectores
productivos, de sus trabajadores, de la clase media y de las
pequeñas, medianas y también dimensionadas empresas de la Provincia
a las arcas de un Estado que no se anima a defender los intereses de
su población. Todo en una apuesta contraria al trabajo genuino y
digno. Así llegamos con una Provincia con “bolsones” de
enriquecimiento por actividades ilícitas y con los más elevados
índices de necesidades básicas insatisfechas, en una mentida
redistribución de la riqueza.
La PBA está
afectada por la ingobernabilidad. Un Estado al margen de las
necesidades de los bonaerenses, manejado según una percepción
voluntarista e ilusoria, ha perdido el rumbo y su estructurada
hipertrofiada ha colapsado: botín de los sindicatos, ese
conglomerado amorfo que es hoy la administración pública se ha
transformado en una fuente de trabajo más que en un instrumento de
articulación entre el Estado y los ciudadanos. Suficientemente
grande y carente de centralidad para ocuparse sinceramente de los
problemas de los individuos y sus familias, las barriadas y los
pueblos, es, sin embargo, demasiado pequeño para terciar en la puja
del poder nacional; invariablemente la PBA ha salido perdiendo cuando
se trata de repartir los fondos federales.
Sus
políticas son abstracciones que, por añadidura, no disponen de los
suficientes recursos a la hora de implementarlas. El grueso del
presupuesto se va en el pago de sueldos. No se ejecutan obras
públicas para el desarrollo y las obras que se hacen no son
prioritarias; construyen colegios y hospitales sin ton ni son, o se
los inaugura más de una vez sin el suficiente equipamiento. La
infraestructura está colapsada. Las políticas no solo no llegan a
destino sino que tampoco son monitoreadas en su cumplimiento porque
un Estado totalmente centralizado (sin centralidad)
no lo puede hacer. Esas formulaciones carentes de sentido que son hoy
las que se presentan como políticas públicas, solo satisfacen a sus
autores sin que al final, y objetivamente, importen los supuestos
“beneficiarios” (un eufemismo alejado de la realidad).
Las leyes
de Parkinson (1982)1
aluden a la forma en que las estructuras se autojustifican para su
perduración independientemente del objeto para el cual fueron
creadas. Las tres formulaciones fundamentales de Parkinson son:
- "El trabajo se expande hasta llenar el tiempo de que se dispone para su realización".
- "Los gastos aumentan hasta cubrir todos los ingresos".
- "El tiempo dedicado a cualquier tema de la agenda es inversamente proporcional a su importancia".
Estas tres
leyes, al igual que otras que Parkinson formuló, como la «ley de
la dilación» (cuanto más tiempo se tenga para hacer algo, más
divagará la mente y más problemas serán planteados) y la «ley de
la ocupación de los espacios vacíos» (por mucho espacio que haya
en una oficina siempre hará falta un poco más) son, según el
autor, producto de la experiencia cotidiana.
Estas
descripciones son la nítida fotografía de lo que es hoy la
administración pública provincial; es donde nos toparemos con los
verdaderos desafíos que nos esperan desde el primer día de la
gestión y sobre los cuales vamos a tener que tomar decisiones con
audacia y sabiduría si no queremos hacer más de lo mismo luego de
20 años de gestión peronista. Está en juego la resolución de la
dialógica cercanía/lejanía en favor del primero de los términos
en la relación entre el Estado y los ciudadanos. Si en este cometido
no respetamos el cumplimiento de las «3e»
(eficientes
en el uso de los recursos, eficaces
en el logro de los resultados, y efectivos
con relación al impacto de las medidas sobre las poblaciones
objetivo), será difícil imaginar una gestión innovadora en un
Estado cuya fortaleza no depende del tamaño.
Otro de los
aspectos críticos que nos espera es el notorio desequilibrio
territorial y demográfico que aflige a la provincia. Aunque no hay
que desconocer que se ha agravado en los últimos tiempos, no es un
problema nuevo: el propio diagrama del trazado de los medios de
comunicación, invariablemente siguiendo un trazado radiocéntrico en
sintonía con el poder de atracción del puerto, viene de la época
de la colonia y no hubo acciones más allá de lo retórico capaz de
cambiar esa fuerza centrípeta por una fuerza centrífuga que
favoreciera el federalismo. No somos originales en advertir esta
problemática. Para el ex gobernador Anselmo Marini (1963/66) “la
distribución de las comunicaciones en el territorio provincial,
muestra, en primer término una red ferroviaria que converge en
abanico sobre la Capital Federal. Ella resulta apta para servir a una
economía de exportación, pero insuficiente para reactivar el
equilibrado desarrollo de todas las regiones bonaerenses…”
La
manifestación más dramática de esos desequilibrios es el conurbano
bonaerense, sin duda el más grave factor de distorsión sistémico
que padece no solo la provincia sino el país todo: a través de los
últimos ochenta años, a partir de los años 30 del siglo pasado
cuando comienza la crisis del modelo agro exportador, se han ensayado
diversas políticas industrialistas, sin que ninguna de ellas haya
impedido su constante crecimiento y el deterioro simultáneo de sus
condiciones de vida. La gente venía del interior corrida por la
miseria y atraída por mejores perspectivas, sobre todo en lo
referido a salud y educación. Pero con el tiempo, la aglomeración
sin límites y el cambio en las condiciones de trabajo terminaron por
mostrar un proceso inexorable de deterioro que llevó a la situación
actual. En algo más de 2.390 Km2
que rodean a la ciudad de Buenos Aires viven alrededor de 9 millones
de habitantes; en el resto de la provincia, o sea en los otros
304.000 Km2
viven algo más de 3 millones. Consecuentemente, producto de la
improvisación y las urgencias, se produce un desbalance en la
asignación de los recursos sin que estos alcancen a resolver los
múltiples problemas generados.
Su solución
llevará décadas pero hay que dar el primer paso en algún momento y
este parece serlo por el grado de maduración de la crisis que afecta
a esa metáfora de la pobreza y la exclusión que es el Conurbano. En
esto hay que ser claros: no es del peronismo que se puedan esperar
medidas sinceras en este sentido porque, como lo demuestra
palmariamente este gobierno, es en el mantenimiento y la manipulación
de ese estado de cosas lo que sustenta desde siempre a ese
movimiento. Esto no quiere decir que bajo ciertas relaciones de
fuerza, y con los incentivos adecuados para que las provincias puedan
hacerse cargo de sus diásporas, el peronismo federal no sea capaz de
jugar un papel positivo; pero el grueso del esfuerzo recaerá en
nosotros.
El abordaje
de una política de Estado sobre el Conurbano requiere en primer
lugar de una revelación realista y con sentido estratégico de la
problemática. Si bien el Conurbano es la consecuencia de
determinadas políticas en algunos momentos y la falta de ellas en
otros, se ha transformado, sin duda, en un factor de freno para el
desarrollo no solo del territorio involucrado. Es una paradoja. Si
llevamos a cabo políticas inclusivas de cualquier tipo, el éxito no
haría más que atraer a la gente postergada de otros lugares cuya
llegada, en oleadas como ocurre ahora, evaporaría los logros tan
rápido como se consiguen, y en los lugares de expulsión provocaría
una disminución drástica de las expectativas para resolver in
situ
sus problemas. El intríngulis
no es solo de nuestro país y hay experiencias en las cuales
reparar.
La Unión
Europea está implementando políticas de cohesión
territorial
para que todos los ciudadanos tengan iguales oportunidades con
independencia del lugar de residencia. Algunas medidas son de vieja
data, como la «política agraria común» (PAC), que tanto dolores
de cabeza nos has provocado a nosotros pero que a ellos les ha
permitir frenar las migraciones masivas del campo a la ciudad. Otras
son más recientes y de enfoque integral como el las políticas sobre
la cohesión territorial -se basan en la preservación y el
aprovechamiento de la diversidad para convertirla en un factor de
desarrollo- que es una referencia obligada para encarar la
problemática en nuestra provincia2.
Con el fin
de comenzar a resolver los desbalances demográficos y territoriales,
la nueva gestión debe articular una política de círculos
concéntricos de fiscalidad decreciente
alrededor de los núcleos más poblados a nivel de todo el
territorio; esa política debe ser la base para una distribución
ecuánime de las oportunidades productivas de manera de que la
población se vaya orientando en forma progresiva y voluntaria hacia
la conformación de un mayor equilibrio en el hábitat.
Se discute
sobre la importancia relativa de de diversos términos que
caracterizan la situación de los más desfavorecidos (pobreza,
indigencia, exclusión, inequidad, l desempleo). Lo que no hay duda
es que el Conurbano es un muestrario de todas esas incapacidades del
sistema socioeconómico de dar respuestas superadoras a los problemas
de las familias y mostrarles un camino de bienestar para el futuro.
Sin embargo, de todas esas variables es la pobreza
la que está en el candelero: 14% de los argentinos, según los
cálculos más optimistas del gobierno estarían en esa condición
pero, según otros cálculos más realistas, son el 40% los que
verdaderamente la sufren. Esas proporciones son más desfavorables en
el Conurbano.
El gasto
social en la Argentina, sin contar la seguridad social, representa
casi el 20% del presupuesto nacional en una proporción que con leves
oscilaciones se ha mantenido a través de los años; en el presente,
asciende a 49.500 millones de pesos. Esas cifras, sin embargo, no
redundan en una disminución de los índices de la pobreza en la
población objetivo a la que son dirigidas estas políticas. No
obstante, la pobreza no solo se mide por indicadores económicos de
ingreso familiar. Hay distintos componentes en la conformación de
pobreza que son sus factores (aunque habitualmente se los considera
síntomas); de todos ellos, es el desarraigo el que más la
incentiva. En el Conurbano se potencian todas las externalidades
negativas de esa condición crítica; existen sobrados estudios
sociológicos que lo certifican aunque una cantidad insuficiente de
políticas que tomen en cuenta esa cruda realidad que tiene que ver
con la falta de un auténtico federalismo.
El segundo ciclo largo de
crecimiento.
La
Argentina está en vísperas de cambios trascendentales. Nuestro país
se encuentra ante la eventualidad del inicio de un ciclo de
crecimiento largo, el segundo de su historia; el primero se extendió
desde 1860 hasta la década del ’30 del siglo XX. El pronóstico
surge, de una evaluación preliminar de los factores internacionales
que determinan nuestro rol en la nueva división internacional del
trabajo.
Estamos
viviendo un fin de era, una mutación de época que alcanzará a
todos los aspectos de vida sobre el planeta. Es una simplificación
ver solo indicadores económicos y financieros para caracterizar el
momento; son apenas una manifestación epidérmica como lo es la
fiebre en un enfermo. La crisis global no solo no ha terminado sino
que recién comienza, y se va a desplegar por un tiempo largo ya que
en la realidad está obrando de factor para una transformación
profunda; no se la va a desaprovechar como ocurre siempre en estos
casos en que se utilizan las crisis para producir cambios en una
determinadas dirección. Se marcha a un nuevo paradigma productivo
ligado a la noción de «verde» o «limpio» que se vincula
estrechamente con un cambio en el uso de la energía, nuevas
tecnologías no contaminantes, y una relación armónica y
sustentable con el entorno.
El rol que
se le reserva a nuestro país en la nueva división global del
trabajo es el de proveedora de alimentos (y de energía en menor
medida). Es la razón estratégica que explica su presencia en el G
20 (y de paso no la de España que si bien su aparato productivo ha
crecido considerablemente, no dispone de ninguno de los recursos
estratégicos en esta fase de la globalización). De la misma manera
que en el primer ciclo largo de crecimiento de nuestro país las
directrices fundamentales del crecimiento estuvieron dadas por las
demandas dominantes en ese momento –de la cual nace el modelo agro
exportador-, esas determinaciones y condicionamientos también
existen ahora. Argentina puede ser muchas cosas, pero el mundo espera
de nosotros en los próximos años que seamos proveedores de
alimentos en gran escala. El problema es cómo operamos en esa
determinación; en fin, si la Argentina va a ser solo proveedor de
insumos (por más tecnología que tengan detrás y puestos de trabajo
que se creen para su producción) o les va agregar el mayor valor en
signo y símbolo y, sobre todo, si va a diversificar su matriz
productiva en el sentido que hoy marcan las tendencias globales que
son de nuestro interés.
Como
decimos en el inicio de este documento, el gran desafío de las
futuras décadas pero que debe ser iniciado de inmediato, es
transformar este (ya con ciertas manifestaciones de sustentabilidad)
crecimiento en desarrollo, un cometido que recaerá sobre nuestras
espaldas (y la de nuestros aliados) en gran parte. Es decir, al igual
que en Europa, una tarea de construcción de signo socialdemócrata.
Para encarar el desafío -tal vez el más importante de la historia
del radicalismo- se requiere una profunda renovación política.
Protagonismo.
Para
Anthony Giddens, el creador de la «tercera vía» (una formulación
actualizada de la socialdemocracia), no hay “en este momento
ninguna política que esté a la altura de la magnitud del problema
del cambio climático… hace falta un nuevo modelo de desarrollo…
una gran cuota de pensamiento creativo y este debe ser en su mayor
parte social y político” (Giddens, 2009)3.
Toda una definición señera sobre el tema del cambio climático del
que habitualmente se consideran sus manifestaciones meteorológicas
más que la complejidad de las implicancias profundas y extendidas
del fenómeno. El incipiente «mercado de bonos de carbono» está
llamado a jugar a nivel global un rol similar al de las revoluciones
industriales de antaño; al igual que en aquella oportunidad, el
nivel micro se verá perturbado -con todas las contradicciones que
ello acarrea- por la diseminación del saber, la promoción del
progreso y la configuración de nuevas pautas de organización
social.
¿Cómo
opera el mercado de bonos de carbono (MBC)? A medida que los países
más contaminantes se vayan imponiendo restricciones consensuadas en
materia de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) -según
tratados internacionales como el Protocolo de Kyoto o el que lo
sucederá en 2012- al no poder cumplirlas en lo inmediato, se verán
obligados a comprar bonos emitidos por empresas de países menos
contaminantes entre los que está el nuestro. Esos bonos son emitidos
por 1) alguna reducción verificada de GEI en el caso de producciones
ya en marcha (por ejemplo, por el cambio en el uso de energías: en
lugar de combustibles fósiles apelar a otros no contaminantes; o,
también, realizando algún cambio en los métodos de fabricación),
2) en el caso de proyectos que se están por implementar, por la
adopción de tecnologías limpias o de mejor performance que otras
más contaminantes que hubieran podido usarse. Dos situaciones: una
real (reducción) y otra virtual (proyectos más promisoriamente
«verdes»), las dos formas que va a asumir el MBC (a la forestación
y reforestación hasta ahora se le ha concedido menor valor
estratégico porque tanto la reducción como la prevención de
emisiones de GEI, a diferencia de capturas de GEI desde la foresta,
son generadoras de negocios de mayor cuantía y/o disponen de un
poder reconfigurante más dinámico, inmediato y tangible, de mayor
impacto popular en el contexto de la globalización).
¿Cómo se
dejará sentir ese nuevo mercado, aun incipiente, en la realidad de
nuestro país? Para imaginar los escenarios probables, podemos
situarnos en la Argentina de 1850, inicio del primer ciclo largo de
crecimiento cuando, por un lado, se estaba saliendo de una situación
productiva pre-moderna basada en las artesanías y una ganadería
pastoril y, por el otro, se desplegaba la segunda revolución
industrial, principalmente en Inglaterra, con presiones concretas
hacia los territorios con que contaba nuestro país en condiciones de
albergar los excesos de población europeos, y con capacidad de
transformar la economía en un sentido capitalista con la instalación
del modelo agro exportador tendiente a satisfacer de alimentos a las
nuevas poblaciones urbanas en el viejo continente formadas como
consecuencia de su industrialización.
Los
mecanismos reconfigurantes del cambio climático pueden obrar en la
dirección de avanzar hacia una mayor cohesión territorial y
demográfica de nuestro país, cuyos desequilibrios son, como hemos
dicho, su principal problema. Para muestra basta un botón: a pesar
de la crisis actual externa e interna, cada una en su medida, la
economía argentina se desenvuelve en una situación que dista de ser
crítica. Sin embargo, si nos salimos de los indicadores económicos,
estamos frente a gravísimos problemas de todo tipo, algunos
evidentes, como la inseguridad y la exclusión social, y otros para
los cuales no hay suficientes medios de ponderación salvo el sentido
común y la percepción cotidiana de la gente. ¿Cómo actuaría el
cambio climático como factor reconfigurante? Tomemos un caso: el de
la cuenca del Salado.
La cuenca
del Salado se encuentra en estos días ante la inminencia de una
revolución verde como lo demuestran las exitosas experiencias
realizadas en el distrito de 25 de Mayo para la implantación de un
cultivar llamado «finecut» de la pastura «grama rhodes». Veamos
algunos números. El rio Salado nace en la provincia de Santa Fe pero
más del 90% de su recorrido, 640 Km, lo realiza en nuestra
provincia. La superficie de la cuenca es de 17 millones de hectáreas
en la que habitan 1 millón de personas, una densidad de algo menos
de 6 hab/Km2
(en el Conurbano la densidad es de 3750 hab/Km2).
Desde el punto de vista de la economía tradicional, las riquezas de
la Cuenca no son abundantes, y algunas de ellas se dilapidan como los
cuantiosos caudales de agua dulce que se vuelcan al mar por falta de
un adecuado tratamiento hidrodinámico. La zona es de cría del
ganado vacuno. Los suelos son de características salinas lo que ha
permitido hasta ahora la presencia de pasturas de pobre contenido
proteico como el «pelo de chancho» y el «gramón». Sin embargo,
existen enormes posibilidades para el cultivo del arroz cuyos
estudios ya han sido realizados por institutos y universidades de la
Provincia y por cuya explotación existe un interés manifiesto por
parte de los productores italianos de Vercelli de donde sale el
principal insumo para el risotto. Pero la gran noticia ha explotado
en estos días con los resultados positivos obtenidos con los
cultivos experimentales de la «grama rhodes». Las comparaciones son
elocuentes:
"Lotes
con producciones de materia seca de 800 a 1000 kilos por hectárea
con «pelo
de chancho» y «gramón» pueden
pasar a producir, implantados con «grama
rhodes»y con adecuado manejo y
fertilización, entre 7000 y 9000 kilos de materia seca por hectárea
con una calidad de forraje de 12 a 13% de proteína bruta en
prefloración. Traducido en carga animal, se pasaría de tener un
equivalente vaca cada 5 hectáreas en la situación original de
extremada baja producción a 1,5 a 2 equivalente vaca/hectárea con
la pastura implantada. Es decir, aumentaría la producción de
terneros por hectárea ente 7 a 10 veces", afirmó el
responsable de la firma Oscar Pemán y Asociados SA, que viene
trabajando en este tipo de pasturas
Un
tratamiento sistémico de la cuenca del río Salado haría posible
transformar una zona sub explotada en un generador de riquezas con
impacto en toda la Provincia. Un diseño adecuado de las obras
permitiría conectar de otra manera los territorios bonaerenses para
provocar un efecto sinérgico entre lo que cada uno puede hacer por
separado a diferencia de los logros alcanzados en forma conjunta. Eso
en lo referido a infraestructura. El impacto es más significativo
cuando vemos lo que hace posible esa infraestructura: alternativas de
nuevas formas de vida a miles de personas hacinadas hoy en los
conurbanos, muchos de ellos originarios de esas zonas. Se regarían
millones de hectáreas. Todos los proyectos involucrados:
rectificación de canales, obras portuarias, de transporte, proyectos
familiares de reubicación y productivos, construcción de
infraestructura urbana, reforestación, serían fácilmente
negociables en el MBC. Naturalmente, será un cometido estratégico
de décadas de duración como, por ejemplo, llevó alcanzar la actual
configuración de la pampa húmeda; pero toda larga marcha comienza
en algún momento. Sobresale el rol que deberían jugar en las nuevas
poblaciones las políticas de desarrollo local para la redistribución
de opciones de crecimiento individual y familiar. Tomando en
consideración todas estas variables y con un pleno conocimiento de
las realidades locales, se pueden planear sobre bases concretas y
diferenciadas las estrategias necesarias para aprovechar desde cada
distrito, localidad y pueblo las extraordinarias posibilidades que se
abren día a día a pesar de o debido a la crisis en curso.
Progresivamente,
se irá evidenciando en nuestra provincia la relación existente
entre lo global y lo local al punto de que se ha acuñado la formula
del desarrollo «glocal» aunque, huelga decirlo, más allá de las
dificultades epistemológicas para articular una y otra dimensión,
todavía en la práctica ambos conceptos ocupan espacios muy
distantes: por un lado lo global, por el otro lo local (a pesar de
que diariamente por las pantallas desfilan las imágenes de un mundo
en que se han acortado las distancias hasta la proximidad). Sin
embargo, lo que hoy aparece lejano se irá acercando con la evolución
de la crisis; lo global irá irrumpiendo en lo local debido a los
condicionamientos emergentes de las nuevas realidades.
El
Partido
A pesar de
la crisis que la Unión Cívica Radical ha venido viviendo todos
estos años producto, en primer lugar, del fracaso que significó el
gobierno de la Alianza, hoy el Partido está frente a un proceso de
recomposición tanto en el plano interno como en su relación con la
sociedad. Hace algo más de una década construimos una alianza
electoral que sirvió para derrotar al gobierno de Menem, pero no
fuimos capaces de conformar un gobierno transformador lo que trajo
aparejado dolorosas consecuencias: se perdió el sentido de
pertenencia a un proyecto nacional que produjo una diáspora de
dirigentes y militantes que dieron origen a proyectos personales y a
la conformación de partidos políticos y alianzas con dispar suerte
electoral pero con una característica común: ninguno de ellos logró
constituirse en un partido nacional aunque todos contribuyeron al
debilitamiento de la Unión Cívica Radical. Hemos sostenido
insistentemente que un partido nacional no se conforma solamente con
buenos candidatos; hace falta la contención de la historia
partidaria y sus principios, modelos partidarios y humanos,
ideología, capacidad para actualizar permanentemente su doctrina,
revisar su programa y organización partidaria, además de la
interacción con los sectores económicos, productivos y sociales
que, conociendo e identificándose con sus principios e ideología,
se sientan representados por el discurso y la acción del Partido.
Esta construcción necesita de años. Debe sumarse al análisis la
acción deliberada del kirchnerismo que necesita para coronar su
proyecto hegemónico, autoritario y centralista, entre otras
transformaciones y transgresiones, la desaparición de la UCR. Sin
embargo, muchos radicales multiplicamos nuestra militancia y tomamos
con mucha fuerza la reconstrucción del Partido, “caminando el
territorio” y contando con la ayuda inestimable, el protagonismo y
el aporte del ex presidente Raúl Ricardo Alfonsín. Aún falta mucho
camino por recorrer para actualizar nuestra organización partidaria
y abrir los brazos para -seguramente en tiempos diversos-
reincorporar con grandeza a todos los matices de lo que hoy se
denomina el pan-radicalismo para recrear un proyecto nacional y
reconstruir una alianza política, económica y social que garantice
las transformaciones que la hora exige. Seguramente vamos a coincidir
que se abre una nueva posibilidad para constituirnos en alternativa
sobre la base de la UCR ya que es factible que podamos contar con el
apoyo mayoritario del pueblo argentino, una percepción que se viene
instalando progresivamente en el imaginario de la política
argentina. En buena medida depende de nosotros que este objetivo
logre alcanzarse.
Prepararnos para el
gobierno
Como
un aporte a la elaboración de un plan de desarrollo para nuestra
Provincia, hemos creado recientemente el Instituto de Desarrollo
Local y Regional en la ciudad de Nueve de Julio. El instituto se
propone la capacitación en gran escala de dirigentes que puedan
hacerse cargo localmente de la nueva gestión; la constitución de
grupos para la investigación de la problemática del territorio
comprendido y la difusión de los productos del conocimiento
logrados; la identificación de oportunidades de proyectos
productivos; la búsqueda de financiamiento; en fin la búsqueda del
saber adecuado para la generación y el aprovechamiento de nuevas
oportunidades para el desarrollo local que involucre a los distritos,
las localidades, los pueblos y sus barriadas.
Juan José Cavallari
Diputado Provincial UCR
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