¿Sustitución
de importaciones?
Si
el modo de industrialización que conviene a nuestro país fuera
plebiscitado, la sustitución de importaciones (SI) ganaría por
afano: es el sueño de los empresarios que buscan crecer bajo el
paraguas protector del estado y está instalada en el imaginario
popular como una importante fuente de trabajo. No es poco. Sin
embargo, la SI es un
componente insoslayable de la decadencia que desde hace ochenta años
venimos sufriendo los argentinos.
Cabe preguntar, ¿es bueno o es malo cerrar las fronteras nacionales
para proteger todo lo que la iniciativa privada decida fabricar?
En
el último tiempo la Presidenta ha proclamado más de una vez que la
SI es un escenario deseado. Esa política -que necesita del favor
estatal- es coincidente con el rumbo que tomará el “modelo”
según se desprende de la solicitud para que los empresarios importen
menos e inviertan más. Estos a su vez han manifestado su
coincidencia con los deseos presidenciales. Por tomar un caso, en
presencia del presidente de la UIA, el industrial que dirige la
cámara productores de calzado informó en una asamblea del sector
que "tenemos un plan de acción… el control de las
importaciones"
A favor y en contra
Al
igual que el dulce de leche la SI muestra en el orillo la marca
argentina. Fue el economista Raúl Prebisch, nacido en Tucumán, uno
de sus impulsores al que luego siguieron otros distinguidos
pensadores como los brasileños Furtado, Cardozo y dos Santos, y el
chileno Faletto. El origen conceptual de la SI es la teoría
de la dependencia por la cual
los países ricos explotan a los pobres dando como resultado un
desequilibrio en las relaciones económicas internacionales. Esta
anomalía se explica en que una región productora de bienes
primarios sufre un deterioro en los términos
de intercambio con
relación al mayor nivel tecnológico y capacidad de agregado de
valor de los países ricos. La imagen de centro-periferia con
que Prebisch encuadró sus investigaciones hizo posible instalar el
debate en la intelectualidad latinoamericana.
De
la SI se pueden citar tres características:
- subsidios a la política industrial
- barreras a la importación por medio de aranceles (proteccionismo).
- tipo de cambio alto.
En
nuestro país la SI tuvo luces y sombras. Un balance preliminar de
los atributos muestra como en todo características que son
rescatables y otras que no lo son. Entre las primeras se destacan
nítidamente ciertas formas de la actividad económica que se dieron
por primera vez en nuestro país.
En
primer lugar, se registró un aumento considerable del empleo y se
fueron desarrollando un conjunto de normativas que mejoraron la
protección de los trabajadores. Eso fue claramente visible en la
primera gestión peronista, que produjo un cambio notable en la vida
de los trabajadores con relación a las condiciones de explotación
en muchos casos feudales que imperaban en los lugares del interior.
En cuanto a los términos de intercambio, que era el motivo principal
para la instauración del modelo de SI, se verificó una mejora
sustancial. La Argentina comenzó a transitar un camino un tanto
diferente del que venía recorriendo en materia de comercio exterior
por el cual vendía a precio vil y compraba a precio de oro (el
espejismo que a veces se verifica en la ponderación de las reales
condiciones de la economía existentes hasta ese momento, se debe a
que se producía tanto, y tanto lo que se exportaba, que era muy
grande el ingreso de los productores, sobre todo los medianos y
grandes beneficiarios del modelo agroexportador). En suma, fue menor
la dependencia de los mercados externos (ahora sería motivo de una
consideración algo diferente). La creación de pymes fue otro de los
beneficios para hacer más denso y complejo el tejido industrial. Ese
rasgo del desarrollo productivo ahora se ha atenuado o ha cambiado
sus características; pero hace no más de medio siglo, en el gran
Buenos Aires -que no había alcanzado el deterioro actual aunque ya
iba en camino de estarlo- era común que cada garaje de las casas
bajas que florecían en los barrios, estuviera ocupado por una
pequeña empresa de carácter familiar. Ese raudo ingreso en el mundo
de la producción industrial, trajo aparejado la mejora de las que ya
se traían y el aprendizaje de nuevas competencias en trabajadores
que provenían en muchos casos del medio rural. En el ámbito de la
economía local también se desarrollaron fuertemente el sector de
los servicios, desde los que llevaban la contabilidad de los
emprendimientos, confeccionaban el packaging e imprimían los
folletos, hasta los que se encargaban del mantenimiento de la
maquinaria y la venta de herramientas y accesorios. Cantidad de
negocios de los ramos respectivos aparecieron en los pueblos y en las
grandes ciudades. Se buscó fortalecer la clase media para
dar dinamismo al mercado interno aunque este no siempre llegó a
tener una economía de escala.
Al
mismo tiempo, se evidenciaron problemas. El principal de ellos -ya lo
hemos visto en otro trabajoi-
fue la profundización de los desequilibrios territoriales y las
migraciones atraídas por la apertura de fuentes de trabajo en la
región metropolitana que con el tiempo dieron lugar a la crisis
actual del conurbano bonaerense. En el sector externo se produjo un
desajuste a causa de las debilidades de la política exportadora: 1)
los saldos comerciales comenzaron a ser negativos, 2) muchas
exportaciones seguían siendo primarias, 3) no faltaron los
empresarios irresponsables que intentaron manejarse en el comercio
internacional con normas que en el mercado interno eran más
permisivas (hubo casos de envíos de miel a granel con adoquines
dentro de los tambores para aumentar el peso), 4) el control estatal
de las exportaciones trajo aparejado prebendas y favoritismos, 5) el
modelo necesitaba importar bienes de capital para alimentar la
maquinaria productiva, pero no disponía de las divisas necesarias
sin recurrir a la vía del endeudamiento, 6) la deuda externa comenzó
su escalada. En ese contexto, fue un clásico la exacción a la
actividad agropecuaria, que a lo largo de la historia ha financiado,
con su mayor productividad y menor poder de lobby, los experimentos
en materia de política industrial que se han dado en nuestro país.
Los
ciclos de crecimiento y retroceso que se sucedían dieron lugar a una
persistente inestabilidad de la economía: 1) se instaló la
inflación como un hecho corriente que en algunos casos desembocó en
hiperinflación, 2) las devaluaciones actuaban como un mecanismo
perverso de distribución de la riqueza e impulsaba el consumismo
ilusorio, 3) no se fomentaba el ahorro ni tampoco la inversión, 4)
las industrias que nacieron con el modelo no fueron capaces de
afrontar sus gastos en el mediano plazo; se transformaron en
industrias que dependían de las divisas, pero no las generaban, 5)
la fuga de capitales fue una constante. El estado se volvió el gran
protector de la nueva industria a través de subsidios asignados
arbitrariamente y que llegaron a favorecer la formación de
monopolios. El mismo proceso degenerativo alcanzó a varias
filiales de empresas extranjeras y locales que habían
sido nacionalizadas (son legión los incobrables del
viejo BANADE).
En
un momento en el que despuntaba la revolución científica y
tecnológica que dio lugar a la globalización, el hecho de que la
Argentina se replegara sobre sí misma no podía de dejar de tener
influencia sobre la innovación. El crecimiento de la actividad
empresarial estuvo acompañado en muchos casos por la ineficiencia:
no había competencia internacional y más de uno se creía Gardel.
Los precios de los bienes manufacturados eran altos sin que su
calidad lo justificara. Hubo casos en que por los setenta se
entregaban los coches sin las manijas para levantar los vidrios. Se
estaba implantando una productividad media-baja. Los procesos de
fabricación en general eran contaminantes. En el caso de la fábrica
de aluminio instalada en el sur para sustituir la importación de ese
vital elemento, se recurría íntegramente a materias primas que en
algunos casos venían de la parte de abajo del mundo y se tuvo que
hacer una central hidroeléctrica de gran tamaño para alimentarla a
ella sola. La obsolescencia fue protegida. Tuvimos que tolerar el
Winco y el Falcon más allá de la cuenta según las condiciones de
competencia imperantes afuera con relación a objetos de ese tipo
(aunque a no pocos aún nos siguen produciendo nostalgia).
Cuando
las condiciones del mercado internacional cambiaron en los años 80
-la llamada “década perdida” en la región- la deuda aumentó
considerablemente y las altas tasas de interés del mercado
financiero internacional propiciaron la fuga de capitales. En
estas circunstancias el modelo de SI entra en crisis terminal, la
producción pierde competitividad, se verifica un déficit en la
balanza comercial, el producto bruto interno desciende y
los niveles de pobreza aumentan. La corrupción imperante en medios
empresarios y sindicales había crecido a límites alarmantes como
ocurre en todos los casos en que un modelo entre en su fase final y
se impone el sálvese quien pueda. Se abre camino el neoliberalismo
del Consenso de Washington.
La
sustitución de importaciones hoy
Hay
dos figuran que representan el revival,
la Presidenta y el presidente de la UIA. En las últimas semanas
diversas referencias a la SI los han involucrado. Una de ellas, que
tuvo lugar en Tecnópolis con motivo del Día de la industria, adoptó
la forma de un cruce de gentilezas. Dijo la Presidenta con respecto
al discurso de De Mendigurenii:
"Es la primera vez que no tengo que responder lo que se dijo"
con lo que reconoció, aliviada, al titular de la UIA quien acababa
de decir que “de consolidar el rumbo, Argentina va a duplicar su
producto per cápita".
Los
ejemplos de SI que han estado últimamente en el tapete son teléfonos
celulares, computadoras, vehículos, etc. En esos los casos, se trata
de ensamblajes hechos en el país con la mayoría o la totalidad de
las partes venidas desde afueraiii.
Con
respecto al armado de teléfonos en Tierra del Fuego, “el
proceso que se usa para abastecer de celulares al mercado local es
idéntico al que se aplica en Brasil, México, Hungría, Vietnam o
Corea, con los mismos componentes y el mismo proceso de producción.
Casi todo el hardware se fabrica en China, Japón o Corea del Sur”.
Esa zona exclusiva nació en 1972 con una consideración
geopolítica de poblar la isla, aunque los resultados distan de ser
los mejores. Prácticamente no existe ningún tipo de adaptación por
parte de los trabajadores migrantes provenientes la mayoría de ellas
del centro y norte del país cuya identificación con el medio es
débil y los productos no se nutren de insumos locales o procesos
productivos con algún componente autóctono. El sistema en su
conjunto depende de políticas promocionales del gobierno central que
condicionan la permanencia del trabajador. Es difícil que esta
provisoriedad promueva el desarrollo local o el arraigo de los
beneficiarios. El caso del ensamblado de computadoras es similar y
hasta cierto punto también lo es el de vehículos.
La
política de fabricar de todo no se condice con las condiciones
actuales de creciente apertura de las economías que hace que
instalarse y permanecer en los mercados globales requiera de una
creciente especialización que ningún país está en condiciones de
alcanzar en todos los rubros de producción. Esa posibilidad se daba
en otras épocas, con economías más cerradas. A ese enfoque
aportaban ideologías que como causa y consecuencia fueron parte de
nuestra burguesía prebendaría, y también principios de la
soberanía nacional de predominante influencia militar.
Ese
sistema doctrinario, que se fue configurando a lo largo del siglo
XX, sobre todo en su primera mitad, tuvo y tiene una gran influencia
en el imaginario ideológico de partidos políticos y en movimientos
sociales. Recién en la segunda mitad del siglo, sobre todo con la
política de Martínez de Hoz y Cavallo, se comenzó a poner en tela
de juicio a ese sistema con la apertura compulsiva de la economía.
La situación actual es ambigua en ese sentido. Hay sectores que ya
no dependen de las protecciones estatales y están instalados en el
mercado global y otros que ligan su suerte a los favores arancelarios
que les puedan prodigar las distintas administraciones.
Sofisticación de
exportaciones
Debe
ser acordado un plan estratégico donde se precise qué sectores
promover. Ese proceso tomará el tiempo que sea necesario, y la
convocatoria debe ser lo suficientemente amplia como para que nadie
que tenga la intención de hacerlo deje de manifestar su parecer.
Argentina dispone de todas las posibilidades –más en las
condiciones presentes donde nos favorece como se dice un “viento de
cola”- de ingresar en el mercado global por medio de industrias que
le agreguen creciente valor a nuestros insumos, en particular los que
vienen tanto de la pampa como de las producciones regionales.
Por
tomar un sector, el de los alimentos, sin duda, la principal demanda
del mundo globalizado por lo menos por las próximas décadas. El
proceso de inclusión social, la salida de la pobreza, y el
crecimiento de la clase media, que ya está dando resultados para el
asombro sobre todo por los logros de los países más numerosos como
la India, Brasil y China, tiene como principal (no único) indicador,
el consumo de proteínas animales provenientes de los vegetales. Esto
indica que por mucho tiempo habrá mercado para la soja. Por supuesto
que los orientales no se contentarán solo con comer arroz con pollo:
las demandas de creciente sofisticación de sus mujeres como parte
del ascenso social hace que empresas como Prada –la elegante casa
de Milán dedicada a moda- esté abriendo decenas de locales en China
(lo que da que pensar sobre la velocidad de los cambios y los
patrones de industrialización que debe explorar la Argentina).
Brasil ya integra su clase media con cien millones de ciudadanos.
El
campo no solo da alimentos. También se lo puede vincular con los
recursos humanos, la producción de maquinaria agrícola, los
servicios de crecimiento acelerado al agro, la ganadería y la
agroindustria, los saberes acumulados con relación a los métodos
productivos y las pautas organizacionales, la investigación C&T,
la historia y el prestigio. El campo argentino debe ser un gigantesco
laboratorio de experimentación y poner en valor la experiencia
acumulada. Hay muchos otros sectores donde nuestro país dispone de
ventajas comparativas que pueden ser transformadas en competitivas
por medio de una política que no se contente solo con el
crecimiento. La Argentina debe recrear un sistema industrial
innovativo de geometría variable, cerca de las fuentes de materias
primas, poderoso y equilibrado por lo distribuido en el territorio,
que se pueda desenvolver en cualquier escenario, instalarse
responsablemente y permanecer. Una Argentina global y sustentable.
Que
la Argentina integre el G20 significa pertenecer a un espacio de
consenso de índole política
donde se establecen las grandes líneas que están rigiendo la
globalización; basta para corroborarlo con leer las declaraciones de
las 5 cumbres habidas luego de desatada la crisis de 2008. Es una
posición de privilegio (España no integra el G20 a pesar del tamaño
de su economía por carecer de la potencialidad estratégica que sí
posee la Argentina referida sobre todo a alimentos y energía). Esa
calificación que le fue reconocido a nuestro país a fines de los
noventa no será modificada lo cual no habilita para actuar
irresponsablemente. El G20 se manifiesta, nosotros hemos puesto la
firma, en contra del proteccionismo, y ese acuerdo no se puede
desconocer sin pagar los costos que acarrea el no cumplimiento de
compromisos internacionales adoptados solemnemente.
Ing. Alberto Ford
La Plata, octubre de 2011
|
i
Ver
Cavallari, Juan José, Ford Alberto, “El enfoque territorial en la
Argentina”, 2011, http://juanjocavallari.blogspot.com/
iiJosé
Ignacio de Mendiguren es un hombre de negocios dotado de un talento
singular; es además referente indiscutido por estos días de los
empresarios nacionales. Su papel es equiparable al que representó
José Ber Gelbard en la tercera presidencia de Perón. Fue el
creador de Coniglio, un emprendimiento de ropa infantil que podía
competir airosamente en el mercado global sin necesidad de
protección. El emprendimiento se basaba en una concepción
integral. El diseño original, la confección façon
de las prendas que creaba abundantes puestos de trabajo, la
comercialización franquiciada, una política de comunicación
vigorosa, la belleza de las prendas, el posicionamiento de la marca
y el prestigio ganado, son algunas de las características que le
permitieron a Coniglio ocupar una franja importante del mercado de
ropa infantil. Hasta que apareció un fondo de inversiones, el Exxel
Group, que con sus dólares compró el negocio a partir de lo cual
comienza su paulatina declinación. De Mendiguren continuó con la
fabricación de alpargatas con suela de goma, un emprendimiento de
baja complejidad, mecanizado, sin una gran demanda de puestos de
trabajo -condenado a una segura derrota frente a una competencia
franca de los brasileros o los chinos - con el cual había iniciado
su carrera empresaria en los setenta. La venta de Coniglio fue
irreprochable desde la lógica económica, un negocio redondo, pero
no puedo dejar de pensar en la responsabilidad social empresaria…
la
conducta contradictoria del empresario es como una metáfora del ser
nacional. ¿Cuál es el verdadero de Mendiguren?
iii
En
otro trabajo hicimos referencia a la fabricación de calzado
deportivo en una ciudad de la pampa húmeda poniendo de relieve el
hecho de utilizar insumos ajenos al medio y los desequilibrios que
plantea en el mercado laboral local la desmesura de los
emprendimiento (ver Cavallari, cit.)
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