viernes, 30 de agosto de 2019


Rebrotes de la crisis global

Una retahíla de conflictos sociales y políticos se sucede en distintas partes del mundo. Parte de ellos se desarrollan en el mundo árabe cuestionando formas autoritarias de gobierno. Otros afectan a países de Occidente, principalmente europeos (aunque también la India, Israel y Latinoamérica se han visto afectados, en este último caso con la lucha de los estudiantes chilenos y las ocupaciones jujeñas en nuestro país). EEUU jugó su propio partido: la confrontación entre republicanos y demócratas alrededor de una distinta concepción del estado, tuvo en vilo al mundo ante la eventualidad de un default que afectara la arquitectura financiera global.

No se advierte el hilo que une a todos estos episodios… tampoco claridad en los límites ni en la caracterización de lo que en verdad se trata” reconoció un enviado especial (1). Efectivamente fue y sigue siendo tarea ímproba el seguimiento, interpretación y concatenado de este tipo de eventos vertiginosos y simultáneos ocurridos por añadidura en lugares y situaciones tan dispares.

Un abordaje preliminar y sistémico nos muestra que estos procesos son omnicomprensivos; afectan a la sociedad en su conjunto y no son manifestaciones de coyuntura ni superficiales; muestran menos de lo que esconden. Un conocido economista afirma que “estamos asistiendo a una reconfiguración del orden global” (2).

De los desencadenantes de los conflictos se destaca el que se vincula a los intentos de eliminar ciertas prestaciones inherentes al estado de bienestar: recortes en servicios de salud, eliminación de subsidios, gratuidad de la enseñanza, etc.; pero la pérdida de empleos con aumento de la desocupación parece ser lo más sentido, sobre todo en los ámbitos de la inmigración.

Frente a la dificultad que acarrea el intento de interpretar la marcha de los acontecimientos con el “día a día” o en una sola dimensión, por ejemplo en clave financiera, acudiendo a indicadores parciales y reconocidamente poco confiables, se adopta el punto de vista que da la perspectiva, es decir, nos disponemos a mirar para atrás para imaginar lo que viene adelante y de esa manera podernos situar en forma más confiable en un presente que se muestra esquivo.

La de ahora parece ser una erupción más de un proceso de transformación multidimensional que arranca como respuesta a la crisis que desencadena la quiebra de Lehman Brothers en 2008. Ese evento inesperado tuvo un origen se diría trivial: la manipulación de un puñado de oficiales de cuenta en bancos de Wall Street con las hipotecas subprimes. La maniobra puso en jaque a todo el sistema económico y financiero mundial cuyos cimientos se vieron sacudidos de una manera y a un nivel tal que no cuenta con antecedentes. Cundió el pánico. Sin embargo, la pronta respuesta de todos los líderes del mundo consistió en una serie de resoluciones expeditivas cuyas consecuencias reconfigurantes necesariamente debían prolongarse en el tiempo por la profundidad y alcance de los objetivos proclamados, no pocos de ellos ligados a ajustes y pérdida de beneficios.

¿Qué es y cómo actúa una crisis? Es un estado socialmente inestable y de soliviantamiento emocional que acentúa la incertidumbre y la desazón por el temor a las pérdidas en los individuos y las familias. Los estados colectivos que se generan hacen posible la remoción en tiempos relativamente breves de obstáculos que impiden avanzar en una dirección predeterminada. Un análisis de las respuestas dadas en 2008, expresados en los distintos documentos salidos de las cumbres del G20, muestra la gravedad de los cuestionamientos al status quo que hicieron en ese momento los líderes mundiales. Veamos la gestación de esos consensos.

Un hilo conductor.

Cuando se desató la crisis del 2008 se produjo un hecho inédito: en el plazo de 24 meses tuvieron lugar 4 cumbres mundiales del G20 de donde salieron declaraciones minuciosas firmadas de puño y letra por todos los asistentes (3). El apuro por reunirse y adoptar un curso de acción a la vista de todo el mundo, significó una clara demostración de fuerza. Aparecía en la escena mundial un nuevo actor colectivo dotado de un poder de influencia como no se había sido visto antes. Se puede argüir que la relativamente amplia representación del G20 erosiona su legitimidad como factor de poder… (4)

En la segunda de esa seguidilla de reuniones del G20 celebrada en Londres el 2 de abril de 2009, el anfitrión aseguró: "Se terminó el viejo Consenso de Washington", en referencia al pensamiento económico que aseguraba que el mercado solucionaría sus desviaciones por sí mismo, sin necesidad de intervención estatal. Brown estaba diciendo una verdad pero a medias.

Efectivamente, las medidas de regulación de la actividad financiera y económica adoptadas en esa oportunidad demostraron palmariamente que el modelo neoliberal había finalizado. No más Consenso de Washington. Lo que no es tan cierto es que por default habían dado a luz a un supuesto “nuevo consenso”. Muchas de las normas, patrones y procedimientos adoptados en las distintas reuniones del G20 habían salido de los foros de élites de los ’70 (5), en todo caso adaptados a las condiciones imperantes luego de cuarenta años ya en el siglo XXI.

Según el área que se considere se pueden encontrar coincidencias entre las formulaciones de aquellos años y las que figuran en la declaración de abril de 2009. Por ejemplo, en el plano financiero, se propone la administración conjunta de las reservas nacionales, jerarquizar al FMI como banco central de bancos centrales, creciente utilización de los DEG como moneda de transacciones y desdolarización progresiva de los intercambios comerciales, eliminación de las reservas de oro para volcarlas al mercada con el fin de financiar programas contra la pobreza (¡cuidado los que abandonan el alicaído dólar y se vuelcan al oro!), constitución regional de fondos anticíclicos, etc. etc. Justamente la semana pasada, como respuesta regional a la crisis -luego de una teleconferencia de ministros de economía y presidentes de bancos centrales del G20 que se realizó (6) unos días antes con relación a las convulsiones europeas- se acaba de cerrar en Buenos Aires una reunión también de ministros de economía y presidentes de bancos centrales pero en este caso de la Unasur, que recogen textualmente propuestas de acción reflejadas en la declaración de Londres.

Los consensos alcanzados en los setenta luego de fatigosas y prolongadas reuniones, cuyos productos se pueden consultar libremente en la bibliografía, permanecieron como los descubrimientos de la arqueología (o la prospección petrolera) que se vuelven a cubrir para redescubrirlos más tarde en otra oportunidad más propicia quedando “tapados” por largo tiempo. Ahora está claro también que aunque no hayan participado de aquellas deliberaciones, no podían estar ajenas a esas trascendentes discusiones las fuerzas renovadoras de la ex URSS (Andropov, Gorbachov) y de China (Deng Tsiao Ping) luego del fallecimiento de las viejas guardias. Lo mismo vale para la Iglesia católica, una institución que no suele tirar palabras al viento: en tres encíclicas salidas en el reinado de tres de sus papas, están sugeridas las motivaciones más profundas de las mencionadas reuniones (7).
Las interpretaciones de la crisis.

Es corriente en estos días la afirmación de que los problemas derivados de la presente crisis se deben a “una falta de liderazgo” en occidente; consecuentemente, el poder “se estaría trasladando a China”. Desde esa óptica se conjetura que en el mundo se está fortaleciendo la multipolaridad y que China, en ese contexto, devendría una potencia hegemónica en unas pocas décadas. ¿Qué es en lo esencial el fenómeno chino que se expresa desde hace décadas en un crecimiento desmesurado que afecta a una población de más de mil millones de personas? Ese proceso, gestado en unos pocos años, constituye (lo sigue haciendo) la más formidable movilización de recursos tecnológicos, productivos, comerciales, logísticos, que se ha visto a lo largo de toda la historia.

A partir de los setenta, se comenzó a producir una generalizada centrifugación hacia ese país de pequeñas y medianas empresas, mano de obra de intensivas, por ejemplo, juguetes, ropa, pequeñas herramientas, etc.; un traspaso apoyado en mecanismos como acuerdos entre empresas, transferencia de tecnologías medias y bajas, provisión de matricería, herramientas, métodos de fabricación y maquinaria de alta complejidad, formas de organización empresarial aprovechando la mano de obra barata y, por sobre todo, la comercialización de las traders transnacionales que como después veremos con un ejemplo generalizable se llevan la parte sustancial del negocio.

La delegación de funciones y estructuras de Occidente a Oriente constituyó un megaoperativo ejecutado por Kissinger siendo secretario de estado de Nixon. En lo fundamental, consistió en montar un sistema productivo en territorio chino desplazando para ello los factores necesarios desactivados en los países desarrollados. Se apoyó para ello en una sinergia de variables que en ese momento estaban en pleno despliegue, en primer lugar, la Revolución científica y tecnológica (RCT). Ese prodigio, que se aceleró con la llegada a la luna, obraba para diferenciar rápidamente la producción de punta del resto de los otros sectores, mano de obra intensivos, transformando a los primeros en la crema del agregado de valor (una práctica que ya se venía haciendo exitosamente con la refundación del Japón desde los cincuenta y sesenta). Se iniciaba así un flujo permanente de transferencias pero con un leve retardo que garantizaba la preeminencia de la producción más avanzada fuera de los territorios chinos. Esto por un lado. Por el otro, el formidable potencial del mercado chino ante una producción de bienes y servicios ya quasi ilimitada (debido justamente a la RCT ya mencionada) y donde la variable crítica en la ecuación de la oferta y la demanda por primera vez pasaba a ser el segundo de los términos. A esa combinación de factores decisivos para generar una reconfiguración sistémica, se le debía sumar una mano de obra de mediana calificación pero muy disciplinada por el comunismo de guerra que aún impera en China (dicho sea de paso bajo la mirada condescendiente e hipócrita de los comunicadores de Occidente). Los países desarrollados, en un movimiento incesante y de permanente regeneración -como las ondas que se producen cuando se tira una piedra en un estanque- se reservaban (de hecho lo siguen haciendo) la creación de saberes en los sectores de punta, descentralizando la producción que va siendo de menor calificación por medio de paquetes tecnológicos llave en mano (8).

La entente da lugar a un tipo de negocios como el de la muñeca Barbie. Estas muñecas, diseñadas por la empresa Mattel, se venden a 10 dólares en el mercado estadounidense. La producción se lleva a cabo en China dando como resultado que de toda la cadena de valor solamente el 10% corresponde a la suma de la mano de obra y la tela. ¿Hay alguna razón para pensar que ese rango de participación, que se puede extender para otros productos, va a cambiar en algún momento siendo que los acuerdos originarios se establecieron sobre esas bases? Mao decía: “el poder nace del fusil” pero no fue así; China terminó acordando con Occidente. ¿Por qué decir ahora que “el poder nacerá del PBI”?

China tiene una situación muy dependiente. No tiene el control del comercio internacional de su propia producción, que es donde “off shore” se le agrega la mayor parte del valor a los bienes y servicios ofertados. No dispone de un aparato científico y tecnológico propio; sus logros en esos terrenos, cuando existen, son realizados en conjunto con otros países. Le sostiene la deuda a EEUU por medio de la compra de 1,3 billones (12 ceros) de dólares de bonos del tesoro (es sabido que en estos casos la posición de fuerza está de parte del deudor, más si este es EEUU). Sus reservas, 3,3 billones de dólares (¡), carecen de todo tipo de respaldo salvo la confianza. La situación de China como se ve no es solo dependiente; es también vulnerable. Hecho que, en la realidad presente y futura, no tiene ni tendrá ninguna repercusión en la geopolítica mundial más allá de alguna especulación de tipo retórica.

En la capa más íntima de la cebolla del poder estamos asistiendo a una concentración de incumbencias sin antecedentes. Esa reconfiguración está a la vista como hemos visto con la presencia y actuación del G20. Es una nueva forma de poder; la que surge del consenso y no de una estructura determinada. En esos ámbitos los acuerdos actúan como la gravedad: las cosas pueden ocurrir de muchas maneras pero terminan haciéndolo de una; sencillamente porque los que acuerdan son los mandamases de los países más fuertes y nadie puede desconocer los compromisos adoptados más allá de los pataleos que se hayan registrado para alcanzarlos. Esos consensos se refiere a las líneas principales que orientan estratégicamente el proceso globalizador. De ahí para abajo, hasta llegar al nivel de lo local, pueden expresarse y de hecho lo hacen, todas las contradicciones que se presentan en la vida real.

Hoy, menos los valores esenciales, todo lo demás está en tela de juicio, pero en un contexto de nuevo tipo. Por vez primera, el sistema mundial está condiciones de satisfacer las necesidades de todos los hombres. Tiene las posibilidades adecuadas para hacerlo. Ahora se trata de resolver la tarea de hacer llegar esas posibilidades a quienes las necesitan en forma equitativa. Es un desafío esencialmente de tipo político. De la nueva política que está por nacer…


Ing. Alberto Ford




Ringuelet, 19 de Agosto de 2011

1Marcelo Cantelmí, Clarín, 12/08/11 http://www.clarin.com/opinion/Gran-Bretana-costos-frustracion-social_0_535146637.html Nada más parecido a tirar la toalla.
2 Martín Redrado, La Nación, 09/08/11, pág. 3
3 El único antecedente en tal sentido –fuera de la formalidad de las asambleas de la ONU- son las tres reuniones producidas durante la Segunda Guerra Mundial cuando en el plazo de 20 meses se produjeron 3 reuniones de los líderes de los aliados.
4 En otros trabajos hemos analizado la arquitectura del G20 habida cuenta de que desde que se formó ese grupo a fines de los noventa lo integra la Argentina. Teniendo en cuenta el carácter estratégico de este tipo de configuraciones (su vigencia se mide en décadas y está al margen de los vaivenes de coyuntura), nuestro país es considerado un importante proveedor de proteínas como lo es Arabia Saudita con respecto a la energía o Turquía, Sudáfrica e Indonesia como portadores de liderazgos subregionales, reales o potenciales, de acuerdo a una geopolítica que está más allá de las escalas nacionales. Ni hablar de Brasil, una de las vedettes de los países emergentes y verdadero líder de la Unasur. Una analogía permite comparar a ese curioso conglomerado con la fórmula 1: sus escuderías de vanguardia son más competitivas y candidatas al podio; las demás son más o menos de relleno y les hacen la corte.
5 Se pueden ver al respecto los trabajos encargados por Aurelio Peccei y el gobierno de Holanda al académico Jan Tinbergen que recopiló 12 propuestas de acción que se pueden considerar la agenda al inicio de la globalización y 10 informes técnicos de 20 de los expertos más reputados de ese momento, entre ellos, el chileno Juan Somavia, hoy director general de la OIT. Ver: Tinbergen, Jan, Reestructuración del orden internacional, Fondo de Cultura Económica, México, 1977. Más sucinto, el informe confeccionado a lo largo de 33 meses bajo la supervisión de Zbigniew Brzezinski. Ver: Richard Cooper, Karl Kaiser y Masataka Kosaka, Hacia un sistema internacional renovado, en Cuadernos Semestrales del CIDE, México, Números 2-3, mayo de 1978. Pregunta: ¿será conocido en el futuro este último trabajo como la “biblia” de la globalización?
6 Hubo quejas porque Boudou  “tocaba la guitarra, mientras el G-20 estaba reunido para analizar la crisis mundial”. Sin embargo, Boudou aclaró que no hubo ninguna reunión ni teleconferencia de ministros de Economía en contradicción con las noticias internacionales http://www.30noticias.com.ar/novedades/pais/108997-amado-boudou-aseguro-que-la-crisis-no-impactara-en-argentina.html
7 Ver: Pacem in Terris (Juan XXIII), Populorum Progressio (Pablo VI), Caritas in Veritate (Benedicto XVI). Hoy mismo, a través de la visita de Benedicto XVI a Madrid, la Iglesia Católica eleva su perfil para internarse en territorios políticos dando opiniones sobre la marcha del capitalismo “cuya economía no se puede medir por el máximo beneficios (ni) funciona solo con la autorregulación” (La Nación, 19/8/11, pág. 14)
8 Artificios como los pen drive fabricados con la tecnología de memoria flash, solo llegan a Oriente para su distribución en cajas cerradas donde los blisters ya tiene pegada las obleas donde dice “Assembled in China” porque la velocidad de regeneración de esos mágicos adminículos no da tiempo para producirlos allí.

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