16 11 09 TRUMP EL DÍA DE SU ELECCIÓN
Ayer, el día antes de la elección en EEUU, le dije a mi
compañero de oficina: “No me cierra que gane Clinton”. Acostumbrado al juego, fui
más a fondo: “Trump debe ganar”. No dije
“va a ganar” o “quiero que gane”. Carezco de una bola de cristal… y mis gustos
van por otro lado. La aseveración sobre el determinismo era tributaria de una
lógica. Si ganan los demócratas, pensé, es más de lo mismo. Lo de Trump es otra
cosa que trataré de sintetizar.
El inicio de esta historia está en los acuerdos con China de
la década de los setenta. Sin duda, la operación logística más grande de la
historia. Sectores enteros de la producción de EEUU (vestimenta, herramientas,
juguetes, etc.) fueron trasplantados a Oriente en la búsqueda de mano de obra
barata. El problema fue para millones de trabajadores norteamericanos.
Perdieron sus fuentes de trabajo que no pudieron ser suplantadas por empleos de
menor calidad y remuneración en el área de los servicios. Son la clientela de
Trump.
EEUU fue el país más favorecido y el más perjudicado con el
avance de la globalización. La diferencia es que los ganadores se
transnacionalizaron. Las empresas americanas conservaron la denominación de
origen pero levantaron vuelo hacia el exterior. Es un amplio sistema de
pertenencias que se ubica en las costas, este y oeste. Son los que perdieron
con Hillary. Pero sus posiciones no se verán afectadas. La crisis se estacionó
en el centro del territorio. Son los que ahora asomaron y le dieron la victoria
a Trump.
Mi duda estaba en quien ganaba; las encuestas daban parejo.
Lo que parecía una determinación era la plataforma de Trump. Fuera que él la
llevara a cabo, sin traicionar, o Hillary se diera vuelta como Menem (aunque
improbable no se podía dejar de considerar). Esa plataforma tiene tres pivotes:
la inmigración, las tasas de la FED, y la matriz productiva. Cada uno con un
tratamiento diferenciado.
Empecemos por el más previsible: las tasas. Inciden sobre el
sistema financiero mundial (entre otras implicancias, regulan las corrientes de inversión que esperamos en
nuestro país). Hay dos datos insoslayables. El primero es que la FED es
independiente del ejecutivo de EEUU. Y como en ese país se respetan las
instituciones, por más promesas con intención de cumplir que se hayan hecho en
la campaña (los ahorros de la clase media están implicados), no son esperables
variaciones sustantivas. El segundo es más decisivo. El G20. La liquidez
mundial (en billones) va a ser crecientemente “inducida” a inversiones al interior
de los países, con tres pasos: bonos, infraestructura y producción. Los
factores ya están el escenario. Los “panamá papers” blanquean a ahorristas,
evasores y ladrones que deberán volver a casa. En nuestro país (sumando lo de
los colchones) esos recursos ya están en la compra de instrumentos financieros
que han aumentado abruptamente las reservas. El segundo, es la infraestructura.
El PPP (public private pertnership)
está en vías de rápida aprobación. Trump también tiene en carpeta su Plan Belgrano.
Los inmigrantes. En forma creciente, las migraciones son una
moneda de dos caras. La más obvia, mano de obra barata; menos, los migrantes
como factores de modernización cuando se repatrían. El caso de Turquía con
Alemania, funciona así. Son canales de comunicación donde circulan diversos
flujos, no tanto personas en un solo sentido como lo fue hace muchos años.
“Vamos a producir el iPhone
en los Estados Unidos”, dijo Trump en campaña. Todo un símbolo. Y va a ser así.
China va a tener que aumentar los sueldos y activar su mercado interno
(nuevamente el G20). Dejará de ser el destino obligado de las empresas que
quieren producir barato para vender caro (La muñeca Barbie es puesta en el puerto chino a menos de U$S 1 y se vende en
EEUU a U$S 10. La diferencia de U$S 9 queda en alta mar para las traders y en tierra para el comercio
minorista americano). EEUU se va a reindustrializar poniendo el acento en lo
nacional. Se van a volver a fabricar puertas y ventanas, camisas y remeras,
martillos y tenazas (no hay que descartar que Bill Gates arme algunos proyectos
en esos rubros).
Ahora saldremos de la lógica sistémica para internarnos en
la futurología. La plena globalización que comenzó con la caída del muro del
Berlín (un 9 de noviembre), y se despliega con la victoria de Trump (un 9 de
noviembre), tiene una etapa previa que son las macrorregiones: Sahel, Eurasia,
Cuenca del Mar Negro, Europa, sudeste asiático, etc. Todas ellas conviviendo
con decenas de otras configuraciones. Eso va a implicar ciertos grados de
“encierro” (siempre dejando de lado la parte globalizada de la economía que
anda cerca del 70%). Eso implica abordajes coordinados a nivel global, como por
ejemplo la conectividad de las infraestructuras. EEUU y Argentina tiene
características comunes que pueden dar lugar a acciones compartidas con vistas
a la modernización del hemisferio americano. Claro, son cosas que se ponen en
marcha con la vista en muchos años pero empiezan por anuncios, en general
intimidatorios como la cuestión de los inmigrantes. Otro aspecto es la lucha
contra la pobreza y la creación de trabajo de calidad. La acción del papa
Francisco está claramente enfilada en ese andarivel.
La Estatua de la Libertad no se va a caer, ni Curry va a
dejar de hacer varios triples por partido. “No los voy a decepcionar” dijo
Trump (cualquier parecido). Pero en este caso será así. Argentina se irá viendo
favorecida en forma creciente con el comercio con EEUU. Es cierto que partimos
muy de abajo: ni limones nos compraban los amigos. En fin, veremos.
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