Como era entonces
Se atenúa la situación de crisis vivida en los últimos días en nuestro
país, cuyos efectos se han manifestado -y lo harán con mayor intensidad luego
del mundial- más en el ámbito de la política que con relación a las variables
socioeconómicas. Los cambios van a tener múltiples expresiones pero, de ninguna
manera, es esperable un desborde de los acontecimientos. Continuará el
gradualismo como modo de ejercer la gestión, tanto frente a los efectos deletéreos
de la herencia recibida (que se manifestarán durante mucho tiempo y que no son
solo responsabilidad del peronismo) como en la construcción de una Argentina
global, lo que tardará años y décadas, ojalá algunos menos que los que demandó la
instalación y desarrollo del primero ciclo largo de crecimiento a partir de
1862.
Parecía que se caía el obelisco, tal la conmoción que
estuvimos viviendo en los últimos días, pero ese monumento símbolo de la
porteñidad sigue en su lugar. La crisis que ocupó la preocupación de tantos
argentinos tuvo más impacto en el imaginario social que en las variables
socioeconómicas. Y es razonable. La Argentina no gana para sustos; vivió a los
saltos en los últimos ochenta años. A lo largo de los cuales, es pertinente
reconocerlo, el peronismo ha jugado un papel protagónico.
Ninguna crisis desata procesos. Puede afectarlos de distinta
forma, retardarlos, acelerarlos, pero no generarlos. El sentido de los
acontecimientos, siempre es debido a causas más profundas que anteceden o
sobreviven a los momentos de convulsiones, ya sean aparentes o reales.
En estos días las variables y los indicadores no están
quietos pero tampoco descontrolados. La realidad económica y política, se ha
visto sacudida hasta la conmoción… pero con toda seguridad se restablecerá en
los próximos días según el curso que venía trayendo. Sobre todo que viene la
copa del mundo. Ni hablar si los resultados son los que deseamos todos los
argentinos. Luego de ese paréntesis, lo dominante será la apertura del proceso
electoral.
Primero mirar hacia afuera. Comencemos con lo más
importante: la deuda externa y la disponibilidad de recursos hasta el final del
mandato de Cambiemos. Hemos visto en otro trabajo[i]
que el %/PBI de la deuda argentina es menor al de los países vecinos (solo es
superado apenas por Brasil). Por su parte los países desarrollados poseen
coeficientes mucho mayores[ii].
Tampoco la situación de nuestro país es crítica en materia financiera. En primer lugar, están los recursos provenientes
de la exportación de granos producto de una cosecha que ya se estima
excepcional. En segundo lugar, el préstamos de uso eventual que se está por
negociar con el FMI en los próximos días [a pesar de ello ya aparecieron en la
calle carteles (post-verdades, la opinión por encima de los hechos) para “no
pagar la deuda”]. Sumadas, una y otra fuente, garantizan liquidez de las
cuentas públicas hasta donde alcanza la vista. No menos importante, es la
repatriación, sin prisa pero sin pausa, de los ingentes depósitos off shore que
los ahorristas argentinos irán trayendo en una dialógica conflictiva entre el
interés y la desconfianza. Esos recursos hacen un recorrido con paradas en
letras, plazos fijos, acciones pero, en forma creciente, irán desembocando en
los PPP. Otra dimensión de las relaciones externas, es la balanza comercial.
Notoriamente deficitaria, se diferencia de la última gestión peronista: las
compras son predominantemente bienes de capital que pueden hacer más
competitiva a la industria nacional.
Internamente, el déficit fiscal. Más lentamente de lo que
podríamos desear, el déficit se va reduciendo. Argentina bajó en plena crisis su meta de déficit fiscal para 2018 al 2,7% del PIB desde el 3,2%
previsto. Comparativamente, vemos el %/PBI de déficit de algunos países: España
9,4, Grecia 9,4, Francia 5,2, Irlanda 13,4, Reino Unido 8,3, Brasil 8,2,
Uruguay 3,7, Chile 2, etc. No es que mal de muchos, consuelo de tontos, pero es
bueno saber dónde uno está parado.
El desbalance que tanto preocupa a los analistas tiene una
explicación de peso: los subsidios. ¿Hay alguna posibilidad de reducir la
asistencia a los sectores menos favorecidos de la sociedad cuando el sistema económico y productivo aun
no puede generar empleo en cantidad y calidad (aunque también haya adelantos en
este sentido)?. Cuidar la situación de la pobreza para evitar desbordes es una
prioridad estratégica.
En lo referente a la inflación. La hay y en una proporción
mayor a las expectativas y las promesas. Pero nada que se parezca a un caballo desbocado.
Los índices, a diferencia de la última gestión peronista (se ha bajada a la
mitad con relación a lo heredado), son confiables, pero no siempre reflejan el desorden
no fácilmente atinable de una política comercial caótica: las provocadoras ofertas
de los supermercados, hacen imposible saber cuál es el precio real de las
cosas. Esa incertidumbre, sin embargo, no impide que las familias que lo
necesiten elaboren sus propias estrategias de sobrevivencia, y puedan cambiar,
tantas veces como sea necesario, sus hábitos de consumo, en particular de
alimentos (la ropa está imposible pero no por la inflación), preservando, en
general y sin distinción de clases sociales, la calidad de la ingesta. En la
Argentina, por donde se mire, no hay desabastecimiento ni necesidades básicas
insatisfechas; los programas sociales tienen recursos de sobra para asistir
donde sea necesario. Y en esto no hay milagros ni malos entendidos. Lo dice la
excelente relación, de ejercicio cotidiano, entre Carolina Stanley y Juan
Grabois, que es el representante de Francisco.
Una visión estratégica
Un cambio de paradigma no se puede verificar solo con el día
a día. A lo sumo, la secuencia de acontecimientos sirve para evidencias las
tendencias. Sin embargo, la visión de los escenarios de arribo amerita
herramientas epistemológicas de cierta complejidad; en ellas no pueden faltar
las que hacen posible realizar recorridos conceptuales más extendidos, tanto
hacia adelante como hacia atrás.
Por tomar un caso: la infraestructura de conectividad. Una
verdadera revolución planetaria. En la cumbre de China del G20, en 2016, Macri
dijo que la conectividad es la clave
del momento. ¿Qué quiso decir? Conectividad, referida a la comunicación, es una
noción que refleja la forma en que se establecen interacciones a todo nivel. Comunicación es información en tránsito,
no solo la de las redes sino, en un sentido más general, una diversidad de
flujos materiales y virtuales de intercambio (comerciales, turísticos,
poblacionales, aspiracionales, etc.), que operan sobre el territorio y las
personas que lo pueblan.
Nuestro país es un caso prototípico. Su infraestructura
informativo comunicacional, en forma de embudo, es una consecuencia del modelo
agro-exportador cuya producción debía salir necesariamente por el puerto de
Buenos Aires. No fue el único vector con esa dirección y sentido. La fuerza
centrípeta generada por una multiplicidad de factores convergentes se venía
manifestando desde la época de la colonia; esa fuerza, descontrolada y a la
larga relacionada a intereses espurios -como fue la concentración poblacional
con fines electorales promovida por el peronismo - fue la que provocó el principal problema estructural que
afecta a nuestro país: el desequilibrio territorial y su consecuencia
demográfica.
Sin cambiar la configuración de embudo comentada más arriba, no
hay desarrollo federal. Esa transformación se ha iniciado con un conjunto de
proyectos de variado tipo. Uno de los principales, el Plan Belgrano, permitirá
sinergizar las provincias del norte, habituales feudos del peronismo. La
conexión horizontal y la salida al Pacífico darán lugar a un cambio copernicano
en los medios productivos, y, en consecuencia, las condiciones de vida y de
trabajo para los sectores más pobres de esa meso región. Por su parte, el
desarrollo del ferrocarril en sentido horizontal le restituirá al camión la
dimensión que le corresponde y que nunca se debió haber obviado. En el caso de
la zona metropolitana, bicisendas y metrobuses irán creando las condiciones
para desarticular o racionalizar las obligadas trayectorias periferia centro. Y
los tres más importantes de todas: las low cost, el RER y el Paseo del Bajo.
Por primera vez, desde la creación del Virreinato del Río de la Plata, se puede
y lo será más en el futuro pasar por Buenos Aires sin paradas obligadas.
Las low cost, son líneas
aéreas que vienen a romper el statu quo. Por ese medio, resistido con uñas y dientes
por el establishment de la aviación
comercial, en particular los sindicatos, los viajeros provenientes de un
conjunto creciente de lugares del interior pueden alcanzar sus destinos, de
cabotaje o internacionales, sin escalas innecesarias. En la dimensión virtual
claramente operan las redes, que ya están on
line, con la asistencia de dispositivos móviles, para satisfacer las
necesidades de la mayoría de las personas.
En conjunto, esas y otras facilidades son una verdadera contribución al inicio
del proceso de desconcentración territorial.
Esos cambios paradigmáticos se deben enfocar desde una
dimensión territorial y espacial. Por tomar un caso, la construcción de la
parrilla ferroviaria, una alegoría del modelo agroexportador, fue un
emprendimiento con muchos actores que se tomaron el tiempo necesario para
consumarlo. Ese proceso, que contribuyó como ninguno a la modernización
nacional, duró casi un siglo. Comenzó en 1857 con el primer viaje de La Porteña
-una locomotora inglesa importada a las apuradas para dejar sin argumentos a
los que sostenían que los trenes debían ser tirados por caballos- uniendo a
partir de ese momento, dos veces por día, a 25 Km/h, la estación Parque, ubicada
donde ahora está el Teatro Colón, con el barrio capitalino de Floresta. Recién
en la época de la nacionalización, un
siglo después, alcanzó su máxima extensión de 62.000 Km que la hacía una de
las redes más largas del mundo.
Es cierto que las cosas ahora son más rápidas y existen
plataformas virtuales, no físicas, cuya
instalación lleva menos tiempo, no obstante lo cual el cambio de la
configuración conectiva no se puede realizar de la noche a la mañana. Pero una
cosa es segura: las ocurrencias de la sociedad argentina, lo que forme parte de
su historia, estarán determinadas, en forma más o menos mediatizada, por la organización
de su sistema informativo comunicacional. Lo mismo que en el Titanic: la totalidad de lo que pasaba a bordo estaba
en relación a las condiciones de flotabilidad de la nave. Desde la dinámica de
los sistemas, los conjuntos se comportan de esa manera, aunque no siempre se revelen con claridad las
cadenas de relaciones causales y los efectos provocados por su acontecer.
2019
En un trabajo anterior[iii]
dejamos entrever que la “crisis” había tenido más de electoral que de problemas
económicos y financieros, fehacientes o no previstos. La evolución a los pocos
días del desate demuestra que efectivamente es así. No solo el mundial, también
la culminación exitosa de las negociaciones con el FMI y la visualización de los pequeños cambios - a favor y en
contra- que se vienen dando, repondrá la vista del colectivo en la evolución
gradualista, sin prisa pero sin pausa, de la situación.
En el universo de las políticas las cosas sí han cambiado.
El triunfo pírrico del peronismo, en la pulseada de las
tarifas, tiene varios componentes. Ellos son: 1) el proyecto de retrotraer las
tarifas se contradijo con el espíritu de lo que había sido aprobado con
respecto al presupuesto 2018 por los mismos peronistas, 2) no puede haber una
oposición racional a la decisión de terminar con los subsidios a la producción
de los servicios para asignarlos al consumo. Nace así, con Cambiemos, la tarifa
social; se termina con la absurda situación de que los usuarios de clase media
pagaban por la luz menos que un café, 3) el manejo de las tarifas es una
prerrogativa del poder ejecutivo no del legislativo, 4) como dijo Carrió ante
la inminencia de su aprobación, “es una ley que no existe porque el
veto fue anunciado desde el principio”, 5) se mostró un peronismo indiferenciado
y confuso (salvo Urtubey) a ser comandado, toda vez que fuera necesario, por
Cristina Kirchner, 6) el veto tiene un costo no grande que puede ser saldado
con el capital político que dispone Macri, que para gastarlo lo tiene; por otra
parte, el veto está muy bien visto afuera, que es donde al final se hacen las
cuentas decisivas.
Para Cambiemos, mirada territorialmente, la crisis significó
una sutil reacomodación de la verdadera correlación de fuerzas. Estamos ante un
cambio epocal, de paradigma, como no ha conocido la Argentina moderna. Ese
cambio demandará el tiempo que sea lógico para ver resultados tangibles y satisfactorios.
El problema es la paciencia: no todos los cambios sucederán en el corto plazo. Lo
que sí es posible ver son las tendencias, en particular las de afuera y su
reflejo en la endogeneidad. Por lo pronto, Cambiemos ha puesto en marcha los
tres desafíos principales para destrabar el camino.
1 1. Desmontar las corporaciones y el correspondiente
espíritu corporativo que anida en la sociedad argentina. Hace falta revelar la
corrupción y erradicarla. Como todo pasa, hay ocurrencias que permanecen poco
tiempo en las pantallas o las primeras planas. Por ejemplo, está el caso de las
licitaciones de las obras de infraestructura de conectividad, financiadas con
el PPP. Es insólita la brecha abismal, que apareció al abrir los sobres, entre
la eventual ponderación de los presupuestos que habían sido pronosticados por las
burocracias estatales encargadas de organizar la licitación versus las ofertas
no cartelizadas hechas por las empresas: ¡50% de diferencia entre unas y otras!
(Sería bueno indagar con algún tipo de sumario cómo funcionan en la mentalidad
de esos administradores los reflejos del pasado). Estamos hablando de uno de
los bolsones de corrupción más significativos que ha afectado a la obra pública
a lo largo de la historia, desde lo público y lo privado actuando de consuno. En
general, en diversas esferas de la actividad económicosocial, están en marcha
procedimientos judiciales en pos de la transparencia.
2. La industria, en actitud resistente hasta ahora,
ha sida favorecida, en lo referido a exportaciones, por el aumento del dólar.
El empresariado se va acomodando. "Si hay un ajuste lo vamos a tener que
pagar todos, incluidos nosotros", dijo hace unos días el presidente de la
UIA, en París, con motivo de una reunión relativa al G20. Una industria
competitiva en un mercado abierto es un objetivo insoslayable para la
modernización de nuestro país (esto no se contradice con protecciones temporarias
para la incubación de industrias nacientes). Esas empresas deben estar en
condiciones de abrir sucursales en otros lugares del mundo en lugar de obrar de
cancerberos de un mercado cerrado, no competitivo y renuente a la innovación.
De aquí saldrán los millones de puestos de trabajo, directos o indirectos, que se
tendrán ir creando para el retroceso de la pobreza.
3 3. El otro andarivel decisivo es la construcción de
infraestructura de conectividad. Ningún proyecto de Argentina global es
sustentable sin modificar la configuración radio céntrica de nuestro país, que
ha dado lugar al desequilibrio territorial y demográfico cuya expresión más
clara es el conurbano bonaerense. El gobierno de Cambiemos está actuando en esa
dirección, y sus tendencias y resultados se irán viendo con el transcurso de
las gestiones sucesivas, habida cuenta de que ese tipo de obras, su
financiamiento y administración, constituyen (o lo serán pronto) políticas de
estado.
--o0o--
Todo está como era entonces. O sea, estamos mal pero vamos
bien. Una de las críticas que se le hace a Cambiemos es que no puso negro sobre
blanco el verdadero estado de la herencia recibida. Puede que sea así, sobre
todo desde el punto de vista comunicacional… y político. Efectivamente, las
cosas en la Argentina distan mucho de lo que podrían ser de acuerdo a su
innegable potencial. Pero la situación se ha revertido, es evidente, con la
derrota irremediable del peronismo. Sin embargo, no sería justo cargarle todas
las culpas a ese movimiento, ni siquiera a su última versión. Es el
nacionalismo burgués, estúpido, diría Bill Clinton. Ahí está la clave: en el
cambio de paradigma que ha sustentado la decadencia nacional de los últimos
ochenta años. La puesta en marcha sin retorno de las tres políticas
estratégicas que se cuentan en este trabajo, es la condición sine qua non para
llegar al escenario posible, probable, deseable y factible de una Argentina
global. Habrá que tomarse tanto tiempo como sea necesario… estamos hablando de años
y de décadas aunque no estemos acostumbrados a pensar en esas dimensiones.
Ing. Alberto Ford
La Plata, junio de
2018
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