¿Pre-globalización?
publicado en Revista Mercado
https://mercado.com.ar/economia-y-politica/hay-un-regreso-a-la-pre-globalizacion/?fbclid=IwAR0_DtpDbn1oxJI9_bekwB7ebauBT8rwEXSrEzlkTSvcSk87BX_C6q82A2o
Están ocurriendo hechos
trascendentes, aquí y afuera. Algunos de ellos adquieren notoriedad, ocupan la
primera plana de los diarios, y son motivo de análisis y extensos debates en
los distintos medios; otros pasan inadvertidos. Se registren o no, esos eventos
marcan el ritmo y dan tono a los acontecimientos. Por ejemplo, la semana pasada,
en Baden-Baden, Alemania, tuvo lugar un encuentro de ministros de finanzas y
presidentes de bancos centrales de los integrantes del G20. La sombra de Trump terminó
condicionando los resultados: en contra de los principios del Grupo y por
imposición de la delegación norteamericana, de la declaración final fue
excluida la habitual condena al proteccionismo. ¿Un regreso a la
pre-globalización? En el trabajo veremos que no hay ninguna marcha atrás y que
todo lo que hace el presidente de pelo color zanahoria está totalmente en línea
con la última fase de la globalización, la que se propone incluir a los que
todavía no se han beneficiado con sus frutos. Eso vale para la política de
inmigración, la vuelta de capitales, recuperar parte de la industria nacional,
y la compulsiva construcción de infraestructura, una política esta última de
neto corte neo-keynesiano. Cosas que también pasan aquí, salvo el proteccionismo
que tendrá un tratamiento distinto. Así, mientras nuestro país comienza a poner
trabas a la inmigración descontrolada, los capitales regresan raudos para ser
invertidos (el blanqueo a un tris de finalizar alcanza la friolera de U$S
100.000 millones), los planes de infraestructura ya en construcción no tienen
antecedentes en la historia por tres razones de peso: su envergadura, la lógica
sistémica con que están concebidos, y la transparencia de las contrataciones; al
mismo tiempo, se trata de ir abriendo nuestra economía al mundo sobre la base
de la competitividad y la innovación. El
proteccionismo, causante principal de la agobiante decadencia argentina, irá siendo
desactivado. Todo esto pasa en un ambiente enrarecido. El gobierno de Cambiemos
tiene más consenso afuera que adentro. Hay un desgaste por la metabolización de
la herencia, no solo del peronismo; también proveniente de toda una historia de
desaciertos (la decadencia educacional es uno de los ejemplos más dramáticos). Pero
se están tomando medidas inéditas referidas al sindicalismo corrupto y al
empresariado prebendario las que no dejan de tener su costo político. A pesar
de todo el “desorden”, los melones se irán acomodando con el andar: el triunfo
de Cambiemos en las elecciones de este año será la consecuencia de una
combinación virtuosa y sinérgica de esa no fácil de encasillar constelación de factores.
La marcha de la globalización (G)
La victoria
de Trump ha disparado una nueva situación en el mundo. El escenario abierto,
aun en despliegue, aparenta ser de mayor trascendencia que el vivido a partir
de la crisis del 2008. Se cuestionan valores establecidos como la apertura de las
sociedades nacionales. Cunden las amenazas contra los inmigrantes y se levantan
vallados para impedir su libre circulación. En el plano de la retórica se discute
sobre el significado de nociones comúnmente aceptadas en el mundo de hoy. Un
caso flagrante es el de la globalización. Cabe la pregunta: ¿se puede
retroceder de un cambio que ya lleva más de cuatro décadas lo que ha dado lugar
a un mundo consolidado notoriamente por encima de los estados nacionales?
Un semanario
alemán[i] publicó
a fin del año pasado un texto conjunto de Merkel y Obama, en el que afirman que
“hoy nos encontramos en una encrucijada: el futuro está sobre nosotros, y nunca
volveremos a una economía pre-globalizada...“ Seguidamente, la canciller remarcó
en una conferencia de prensa que “no volveremos a los viejos tiempos” con
referencia a ese estado potencial de “pre-globalización”, una tipificación conceptual
sin duda referida a las amenazas preelectorales de Trump. Las preocupaciones,
expresada a ese nivel, ameritan algunos comentarios.
La
globalización (G) es un emergente multidimensional en el transcurso de la
sociedad humana. Como tantas otras eras (edades) de las que nos cuenta la
historia, tiene antecedentes que facilitan su alumbramiento. G es un producto
de la revolución científico tecnológica. Son dos las disciplinas de mayor protagonismo
en el proceso de gestación: las matemáticas y la computación. En el momento que
esas herramientas permiten elaborar modelos de alcance planetario, ser
procesados (simulados), y dar lugar a modelos operativos (hojas de ruta), se
hace posible el gerenciamiento compartido de los recursos del mundo necesarios para
la vida. Es ahí donde nace G[ii]. Esa
sinergia de matriz transdisciplinaria y alto potencial intelectual toma forma
en la década de los setenta del siglo pasado, en el momento que el ser humano
sale del seno materno y comienza a internarse en el espacio celeste. En ese
sentido G es un cuerpo vivo: nace, crece y se desarrolla. Al igual que nosotros,
no puede regresar a la vida intrauterina. El sentido común y un abordaje científico
lo certifican. Último y no menos importante, el 80% de la producción mundial de
bienes y servicios, está globalizada. Esa masa actúa transfrontera, sus
estacionamientos son blancos móviles, y no pueden ser afectados desde la
ciudadela nacional. Es una incumbencia del G20 que desde 2008 viene dedicando
buena parte de sus preocupaciones para controlar ese desenvolvimiento.
El
proteccionismo no es malo en sí mismo como lo es su uso indiscriminado
(transitorio/permanente). Igual que los cuidados a un bebé, la industria
naciente amerita ser incubada con los cuidados que ello reporta. Por su parte, la
producción global se debate en una crisis de crecimiento: cuánto robotizar sin
perder consumidores. Es una paradoja. Las paradojas no tienen solución en el
plano en que se revelan. Se hace necesaria la configuración de otro plano donde
las variables enfrentadas puedan discurrir: es el de la vuelta al trabajo nacional en su medida y
armoniosamente. Sin abdicar de la tecnología (hoy las zanjas se hacen con retroexcavadoras).
Trump conduce
una ambulancia que se propone levantar los heridos que dejó el brutal traspaso
de áreas productivas íntegras de EEUU a China en los inicios de la G. ¿Era
dable pensar que esa movida que se fue dando a partir de los setenta -sin duda
la mayor operación logística de la historia- no tendría costos? Los excluidos
aportaron fuertemente a la victoria de Trump. Sin embargo, el estado de un
sector social en esas condiciones no es el mismo en los EEUU que en África por
más que el descontento no tenga fronteras. En materia de malestar, el
continente negro está en el podio: contiene una mayoría de los 700/1000 millones
de indigentes que en el mundo aun no han tenido acceso a los frutos de la
globalización (por cierto no a la telefonía móvil -lo cual no es poco- pero sí
a una vida sustentada en la generación de recursos proveniente del trabajo
digno y no en la dádiva populista).
Volviendo.
El foco en la pobreza lo pone el G20. De su agenda, la situación del continente
negro es el único tema que rompe con una tradición de no involucrarse en
cuestiones no genéricas. Sin duda, África es una metáfora. En otro trabajo
hemos visto como los chinos financian y construyen infraestructura en las
costas del Índico como parte de un involucramiento estratégico. Al mismo tiempo,
ocupa una parte medular del discurso de Francisco, y su movida –interpretada no
pocas veces solo desde la forma- transita principalmente por ese andarivel
pastoral. Todo este proceso tiene una lógica sistémica que, a pesar de su
enorme complejidad, cae por su propio peso. Descorriendo los velos de una
realidad a veces esquiva, veremos que en su transcurso los asuntos globales por
venir estarán fuertemente condicionados por este objetivo de auto-interés de la
producción global por incorporar a todos los seres humanos como consumidores[iii].
Repercusiones locales
Argentina va
en contracorriente. Mientras que en otros lugares se amenaza con el cierre de
las economías, en nuestro país se viene dando una política de creciente
apertura. No es para menos. La decadencia nacional de los últimos 80 años, de
la que hemos empezado a salir con Cambiemos, se puede medir en términos
concretos. Los números no mienten. El cuadro siguiente integra un informe de la
OECD al encuentro del G20 de ministros de finanzas y presidentes de bancos
centrales de Baden Baden mencionado ut supra[iv].
Nuestro país
ocupa el primer lugar global (somos los campeones) en materia de
proteccionismo. Como se ve en el cuadro, en general hay una tendencia a abrir
las economías desde 2008. No es nuestro caso. Sobre todo en el último período,
donde el mundo relevante nos fue dando la espalda. Sin embargo, sería limitado
culpar de ello solo al peronismo aunque, huelga decirlo, el partido de Perón ha
sido el adalid en materia de aislamiento y conflictividad internacional. El
vector de la decadencia, ha atravesado horizontalmente durante la última parte
de nuestra historia, en mayor o menor medida, la casi totalidad de las
gestiones habidas desde los años treinta del siglo pasado. La responsabilidad
no ha sido del “populismo” –un concepto viral multipropósito usado como atajo
para eludir el análisis serio de los problemas- sino de una forma de pensar que
aún sigue siendo preponderante en nuestro medio: la que deriva de una
concepción nacionalista burguesa del desarrollo.
No siempre
revelado con nitidez –tal vez debido a que ha caído en desuso como marco
teórico-, el nacionalismo burgués es la ideología que identifica a las élites
de nuestras principales corporaciones: sindicatos, empresarios, fuerzas
armadas, sistema político, medios de comunicación, iglesia, sistema académico, etc.
Eso se pondría en evidencia, por ejemplo, con una simple encuesta de
posicionamiento frente al estado y sus funciones. El proteccionismo -enemigo de
la innovación de una industria que reniega de aprovechar nuestras ventajas comparativas
y competitivas- ganaría por afano. Igual resultado se obtendría con una
ponderación colectiva de otras variables: producción sustitutiva (ignorando irresponsablemente
la división internacional del trabajo), defensa del empleo público (atentando
contra la inversión y la creación de trabajo genuino y sustentable), centralismo
causante de desequilibrio territorial y demográfico, estado empresario (defensa
irracional de las empresas del estado), desidia en la diagramación de un
esquema de transporte moderno, docentes sin vocación de actualizar un sistema
obsoleto a los que les interesa
solo el sueldo, aquiescencia en torno de prácticas corruptivas a todo nivel… y
la grilla de factores causantes de la decadencia nacional podría continuar. Estamos en el fin de un ciclo que ha grabado
en forma indeleble en el imaginario de una parte sustancial de una sociedad las
huellas de la renuencia al progreso.
La
virulencia, el desorden, la irracionalidad y el sinsentido de las luchas de
estos días, son una manifestación de lo anterior: un enfrentamiento entre una
posición ideológica aún mayoritaria,
encarnada en los promotores de dichas luchas, y otra en proceso de gestación –en
el gobierno, y en importantes sectores de la clase media en la ciudad aunque no
con perfiles del todo nítidos como sí lo son los del campo- pero que sin
embargo tiene desplegados los alerones en el sentido de G. Y ese
posicionamiento en las relaciones de fuerzas preanuncia un desenlace más
temprano que tarde…
El gobierno
tiene que ganar tiempo para llevar adelante un proyecto tendiente a globalizar la
Argentina. Para ello debe mantener la paz social y dar todo lo necesario para administrar
los conflictos inevitables (como lo viene haciendo al punto de que ahora se
hace más “asistencialismo” que antes). Pero hay una diferencia[v]. Una cosa
es el desenfreno K en el reparto irresponsable de recursos a costa de las
reservas del Banco Central para favorecer “el consumo como motor” de la
economía[vi]. Y otra,
en un curso de estabilización y crecimiento como el actual, pilotear la
situación con endeudamiento, sintiendo el aval y la contención internacional.
De cualquier manera, el crecimiento del déficit fiscal con Cambiemos no es
inmanejable (es bastante menor al de Brasil y a nivel global se sitúa en la
franja del medio junto a países como España, India, Japón, Rusia, etc.)[vii].
Se dice que
no hay inversiones. El año pasado solo a proyectos energéticos se destinaron U$S
6.000 millones y este año U$S 10.000 millones. El blanqueo de capitales,
alentado por los Panamá Papers y otros mecanismos de transparencia global, hizo
posible el regreso al país de la friolera de U$S 120.000 millones (¡) que
ahorristas, especuladores y ladrones nacionales habían expatriado en los
últimos años. Esos dólares no se pueden guardar en el colchón ni mantenerlos
improductivos en cajas de seguridad. La secuencia es la siguiente. Primero la compra
de bonos, acciones y propiedades. Luego construcción de diversas formas de
infraestructura con financiamiento privado y público-privado según los
mecanismos aprobados por ley para ese tipo de proyectos conjuntos. Finalmente,
vendrán los emprendimientos para la producción de bienes y servicios. Ese
proceso ya se ha puesto en marcha. Aunque, se sabe, hay un pero: si bien los
inversores están a la espera del juzgamiento y posterior encierro de Cristina
–como alertó Felipe González a Macri en el último viaje presidencial a la madre
patria- finalmente los procedimientos tendrá el corolario que estamos anhelando.
En todo caso, desde el momento del anuncio de una inversión destinada a proyectos
de bienes y servicios (que son los que interesan porque crean trabajo) hasta
que la producción se pone en marcha hay una serie de pasos ineludibles que llevan
su tiempo.
El triunfo
de Cambiemos en la elecciones de medio término, que tendrán lugar en la segunda
parte del año, se sustentará en la sinergia generada por una combinación
virtuosa de diversos factores de procedencia exógena y endógena. El resultado
agudizará la crisis del peronismo que se dirige inexorablemente a su
desaparición, un final previsto desde hace algunos años en distintos trabajos
de mi autoría[viii].
El peronismo de Cristina ha devenido en una cristalización que se irá
esmerilando con los sucesivos turnos electorales. Dejando al kirchnerismo de
lado por su carácter residual, el resto de los
peronistas (con los que tendremos que convivir por un tiempo mayor que con
el menemismo) con intención de salvarse, tendrán que tener paciencia: este año ni
siquiera podrán mostrar cabezas de lista competitivas.
Massa y
Randazzo son vulnerables por su participación ominosa en los gobiernos kirchneristas.
Hasta donde se ve, Urtubey se reservará; tiene mejores perspectivas de
crecimiento que ningún otro peronista de los que se ofrecen hoy en el mercado
de las candidaturas. Sin embargo, con el tiempo, el peronismo se terminará sublimando
en un polo en el que convivirán todos los que hoy se van nucleando alrededor
del massismo, sumados a no-peronistas del andarivel progresista. Son sectores
que hoy están desconcertados por la inevitabilidad de un cambio que no terminan
de asumir y de entender, aunque intuyen que también los afectará. Pero ese
producto ya no será peronismo explícito según lo concibieron sus padres
fundadores. Los partidos, grupos y personalidades que lo integren solo podrán ejercer
su identidad en tanto la asuman como parte de un sistema coherente pero diversificado,
al estilo de lo que ya ocurre con Cambiemos.
El proceso refundacional
abierto en nuestro país no tiene retorno. El día que alguien se decidiera a
cambiar las cosas de fondo sin necesidad de una nueva batalla de Caseros (ya
hemos sufrido suficiente violencia), la resistencia sería enconada pero sin
destino. Ese día ha llegado.
Ing.
Alberto Ford
La Plata,
marzo de 2017
[i]
https://global.handelsblatt.com/opinion/the-future-of-trans-atlantic-relations-645958
[ii] Emerge la prospectiva para decir “el futuro ya no se enfrenta, se construye”.
Esos prodigios que tuvieron su fecha de nacimiento en momentos en que se ponía
pie en la luna, fueron fruto entre otros de los trabajo de Jay Forrester en el
MIT relacionados a la dinámica global. A partir de ahí se pudo gestionar a
nivel planetario variables de altísima complejidad como el cambio climático, la
marcha del comercio internacional, la administración de los recursos naturales
y otros ítems que conforman la agenda global.
[iii] En
1992 había 1850 millones de pobres, el 35% de la población mundial. Ese
porcentaje en 2017 bajó al 10% o sea 705 millones. En lo que va del siglo XXI
la clase media mundial se duplicó de 1500 a 3000 millones (¡). Ver estos datos
en https://ourworldindata.org/
[v] El asistencialismo (“populismo”) de Cambiemos adopta un alto coeficiente de seguridad. El “valor calculado de la
capacidad máxima” del sistema para aguantar las demandas socioeconómicas que
puedan surgir (cuya respuesta eficaz está dada en gran parte por la magnitud de
los recursos internos y externos a los que llegado el caso se puede apelar),
debe estar por encima del “requerimiento esperado real a que se verá
sometido”, es decir, las demandas extorsivas de las corporaciones sociales,
empresarias y sindicales para mantener la tranquilidad en la sociedad en su
conjunto. Cuanto más alto sea el coeficiente adoptado, Cambiemos tendrá más
margen para acelerar su proceso de transformación. Es por eso que aun distribuyendo
más de lo que repartía a manos llenas el gobierno anterior, sus reservas crecen
aceleradamente mientras que con el peronismo ocurría lo contrario.
[vi] Lo siguen sosteniendo. Días pasados en Tres Arroyos el
diputado Bossio dijo que “hay que poner en el eje central el consumo, sin dudas
el motor de crecimiento”. Ver: http://www.lavozdelpueblo.com.ar/nota-49770-%C3%82%E2%80%9Cel-mundo-va-para-un-lado-y-la-argentina-para-otro%C3%82%E2%80%9D
[viii] Ver
“Es el peronismo,…”, un trabajo de marzo de 2014 oportunamente compartido, en http://ingenieroalbertoford.blogspot.com.ar/2014/04/es-el-peronismo.html
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