Punto de vista profano
La economía es un
asunto demasiado serio como para dejarla en manos de los economistas. Pero bueno,
se hace pan con la harina que se tiene. Lo que sigue es el breve ensayo de un
ingeniero cansado de escuchar siempre las mismas cosas como si el tiempo se
hubiera detenido. La tesis del trabajo es que lo dominante en el actual momento
del país es el nuevo de contexto. Aunque parezca una redundancia, el verdadero
factor reconfigurante de la realidad, el responsable de todo lo que está
pasando, es el mismo cambio de situación. Todo lo demás se subordina a esta
sorpresa (¿inesperada?) que es el primer gobierno de Cambiemos, incluso la
disciplina económica. Así, explicaciones y marcos teóricos usados en el pasado con
mayor o menor éxito deben ser sometidos a un restyling. Variables como tasa de interés,
inflación, apreciación del peso a costa del dólar, déficit fiscal,
endeudamiento externo, inversión y crecimiento, etc., deben ser rediseñados y
usadas de una manera distinta a como se lo ha venido haciendo. Así podremos
tener diagnósticos más certeros de dónde está parado el país, y qué es lo que
se puede esperar en un futuro más o menos cercano. De lo contrario, los
análisis serán hechos con el diario del lunes en la mano, sin ninguna proyección
más allá del instante.
Es noticia por estos días el aumento por parte del Banco
Central de la tasa de interés de 24,75% a 26,5%; también lo es que la inflación
de marzo subió 2,4 %. Los guarismos, informados sin anestesia, han dado lugar a
comentarios enfrentados. El gobierno defiende la posición con uñas y dientes, y
la oposición trata de sacar partido en el año electoral. Por su parte, los
comunicadores transitan por la ancha avenida del medio dando aire a todas las
voces.
Al respecto, hay una preocupación compartida, incluso -se
dice- en algunas franjas del oficialismo: estriba en que la medida de la
autoridad monetaria supuestamente traba la inversión lo que a su vez condicionaría
el crecimiento…en momentos en que la economía comienza a mostrar algunos brotes.
Es más, desde ADEBA y la UIA, se encienden luces de alarma porque “no entienden
una contradicción inquietante: que convivan una desbordada política fiscal y, a
la vez, una restrictiva política monetaria” según informa Clarín en una nota
reciente del periodista Marcelo Bonelli que tampoco resuelve la contradicción.
En fin, son unas cuantas caras del poliedro que se
condicionan: tasa, inflación, apreciación del peso a costa del dólar, déficit
fiscal, endeudamiento externo, inversión y crecimiento, etc., etc. No es fácil
abordar el intríngulis, y las múltiples propuestas de solución que se hacen no
logran disimular el desconcierto de los analistas. Sin embargo, la dificultad
para enfocar el problema no radicaría tanto en la cantidad de variables de la
ecuación (que al final son unas pocas, no todas actúan al mismo tiempo ni
reaccionan al toque) sino en otra cuestión que escapa a la ciencia económica: el cambio de contexto que está afectando a
nuestro país.
Una voz que se destaca (por lo destemplada) es la del
industrial y dirigente de la UIA, Ignacio de Mendiguren. Acerca de la situación
actual, con dólar bajo, inflación alta y suba de tasas, el empresario dijo:
"es el trípode de la muerte para la producción…esto se llama bicicleta
financiera…esto significa que entran los capitales, pero acá no llovieron dólares,
llovió la deuda. Y es una deuda que no viene a producir bienes", afirmó el
también legislador nacional (ver: http://www.nortesocial.com.ar/noticia-norte-social.php?IdNoticia=1045).
Más allá de la metáfora un tanto macabra, el párrafo de Mendiguren, que tañe al
mismo tiempo todas las campanas, es bastante representativo de una forma de ver
las cosas. Sin caer en una actitud “analítica”, separando artificialmente aspectos
de la realidad que forman un conjunto, haré algunos comentarios al respecto.
Una vez cada tanto
La Argentina ha entrado en una nueva fase de su historia. La
actualidad solo puede ser comparada (isomorfismo) con lo que sucedió luego de
la caída de Rosas en Caseros. Es cuando se crean las condiciones para el
llamado periodo de organización nacional y se abre la tranquera para comenzar a
recorrer el “primer ciclo largo de crecimiento”. Ese proceso -en el que la Generación
del 80 tuvo una papel protagónico- finaliza en la década del treinta del siglo
XX al desaparecer las condiciones que dieron vida al modelo agroexportador. A
partir de ese momento, la Argentina se desliza raudamente, sin escalas, por el
tobogán de la decadencia hasta nuestros días en que hemos tocado fondo. Pero no
hay mal que dure cien años. Hoy, todos los datos de la realidad -sobre todo lo
referido al rol de los factores exógenos que son los que actúan decisivamente
en estas emergencias- indican, para una mirada prospectiva, que hemos iniciado
el “segundo ciclo largo de crecimiento”. Puede parecer traído de los cabellos postular
un cambio tan repentino, Pero bueno, las cosas en la era del “tiempo real” son
así. Mientras que desde la huida de Rosas a Inglaterra luego de la derrota
sufrida en Caseros hasta la asunción de Mitre en 1862 pasaron 10 años, el
triunfo de Trump, en noviembre pasado, abrió de golpe una nueva fase en el desenvolvimiento
de la globalización, y nadie dice lo contrario.
La mutación que estamos presenciando en el devenir histórico
de nuestro país no es menor ni sus efectos fácilmente soslayables. Ello
significa nada menos que toda la experiencia acumulada y los marcos teóricos
vigentes en el periodo de la decadencia, deben ser sometidos a un restyling para ponerlos a tono con los
nuevos vientos que corren. Veamos algunos ejemplos de la realidad a modo de
provocación.
1.
Déficit fiscal. Si en el pasado lo fue,
hoy no necesariamente implica una situación inmanejable el aumento del gasto
público. Lo fundamental para la instalación de un nuevo modelo es mantener la
paz social. Eso permite ganar tiempo mientras se corrige lo que hay que
corregir y hacer lo que hay que hacer. Es la única manera en que se pueden
generar nuevas condiciones en el manejo de la cosa pública. Eso necesariamente
implica gradualismo y programas sociales de mayor alcance que los del
peronismo, mientras se van generando condiciones para el trabajo genuino. Todas
las otras recetas han sido ensayadas en los largos años de la decadencia y no
han dado resultados satisfactorios. No hay plan B. En cualquier caso, nuestro
déficit de entre 4 y 5 puntos del PBI, es mucho menor al de Brasil, y se ubica
en la zona intermedia del mundo donde están países como España, Japón, Rusia, India
y otros comparables. (ver: http://www.datosmacro.com/deficit)
2.
Deuda externa. El déficit se debe manejar
acudiendo al endeudamiento externo tanto como sea necesaria de acuerdo a las
pautas establecidas en el acápite anterior. Endeudarse ahora no es lo mismo que
en los setenta. El endeudamiento que afectó a decenas de países por aquellos
años, que se financió con la liquidez generada por el aumento del precio del
petróleo en 1973/4, generó las condiciones para los sucesivos ajustes que se
fueron dando, a la larga inspirados en el Consenso de Washington. Siempre las
deudas condicionan. También ahora hay un ajuste en curso en nuestro país, pero
será gradual, con los menores costos en los sectores carenciados, y para
provocar un cambio de paradigma en la dirección y el sentido del desarrollo
global. Por eso se impone preservar la tranquilidad mientras se prepara a la
sociedad para el cambio. No quiere decir que haya que despilfarrar, ni mucho
menos, pero se da una situación propia de los nuevos tiempos: como solo no
robar, ni dar libre cauce a la corrupción implicada en la manipulación de los
planes como durante el peronismo, el gasto se mantiene a niveles no
preocupantes.
3.
Inflación. Cumplir las metas es
fundamental. El aumento de los precios impacta en tiempo real en las arcas de
todas las familias con independencia de su nivel socio económico. Además,
bajarla es una manifestación de legitimación inconmensurable. Veamos: en 2016
la inflación anduvo por el 40%; este año va a estar por debajo del 20%, ¡la
mitad! Entonces, las tasas se deben manipular lo que sea necesario para
mantener baja la inflación.
4.
Inversiones. La lluvia dólares ya se
produjo y en menos de un año. El solo amague de los Panamá Papers provocó la
vuelta al país de U$S ¡120.000.000.000! (en letras: CIENTO VEINTE MIL MILLONES
DE DÓLARES). ¡Estos sí que se comieron el amague! Obviamente esa plata no puede
permanecer en los colchones ni en cajas de seguridad. Inicialmente, van a
bonos, acciones y propiedades. Luego irán a infraestructura con el PPP (public private partnership). Y
finalmente caerán por su propio peso en inversiones productivas. Tres salvedades:1)
para invertir, hacen falta proyectos que escasean, 2) habiendo proyectos se
necesita la infraestructura adecuada con respecto a lo cual se está haciendo lo
que hay que hacer, 3) los proyectos tienen un layout que los guía; llevan tu tiempo. No es como la valija de
Antonini Wilson cuyo contenido se realiza en unas pocas horas… Por su parte, las
inversiones prometidas de empresas sobre todo extranjeras ya instaladas serán concretadas
escrupulosamente (no hay ninguna razón para que los anuncios no se cumplan
cuando se juega el prestigio). Último pero no menos importante, el campo entierra
todos los años alrededor de 60.000 millones de dólares.
5.
Dólar. No parece estar mal la cosa. Las
reservas del Banco Central ya quintuplicaron lo que dejó el peronismo luego de
la fiesta. Seguirán subiendo. Preocupados por la cotización, no he visto a las
corridas una gran mayoría de gente. Con respecto al “trípode de la muerte”
recién mencionado, una de sus patas es el dólar bajo que afecta a la
producción. Acá cabe hilar un poco más fino.
6.
Industria.
Lo dijo con todas las letras Pancho Cabrera, ministro de la producción:
“Estamos para hacer más productiva la Argentina, no la industria" según
informa Francisco Olivera en una reciente nota en el diario La Nación para
quien “en la frase está el modelo”. Efectivamente, toda una tradición de
industriales prebendarios y renuentes a la innovación, han sido los
responsables de la decadencia argentina. Con el sambenito de “defender las
fuentes de trabajo” -en estrecho maridaje con el sindicalismo corrupto- la Argentina,
que arrancó hace 100 años por adelante de Canadá y Australia y varios países
europeos más, hoy les lee la patente. Entonces no se puede volver a hacer lo
mismo que se vino haciendo y esperar resultados distintos. Un proyecto de país
debe apostar a los sectores más competitivos de la producción que no son los
que están en la UIA. En primer lugar todo lo que gira alrededor del campo, la
agroindustria, agroservicios y agroalimentos, empresas exitosas (unicornios),
centenares de miles de emprendedores innovativos en bienes y servicios que se
insertan en la escena global sin necesidad de proteccionismo (debe haberlo en
forma transitoria en los casos que sea necesario para incubar al recién
nacido)… La libertad de mercado implica que cada quien puede producir lo que se
le ocurra en tanto cumpla con la normativa, pero el estado tiene la obligación
de cuidar, promover y asistir a todos aquellos sectores que le permitan
recuperar terreno a la Argentina para irse ubicando en el nivel de los países
europeos desarrollados.
Este gobierno, en el inicio de una fase inédita, no puede
haber venido para hacer las mismas cosas que han hecho los peronistas o
defender todo aquello que provocó la decadencia. No vino para levantar las
persianas de empresas obsoletas bajo el supuesto mentiroso de defender los
puestos de trabajo. Tampoco para apañar la concentración industrial en un
pequeño entorno como expresión de un desequilibrio territorial que es la madre y
el padre de los problemas estructurales de nuestro país. Cambiemos se ha puesto
de pie para construir un país del siglo XXI, apoyado en un federalismo no
retórico, potenciando sus ventajas comparativas y competitivas, y abierto al
mundo para aprovechar las enormes posibilidades que ofrece la globalización en
tanto se sepa cómo hacerlo.
Ing. Alberto Ford
La Plata,
16 de abril de 2017
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