lunes, 17 de abril de 2017

Punto de vista profano

La economía es un asunto demasiado serio como para dejarla en manos de los economistas. Pero bueno, se hace pan con la harina que se tiene. Lo que sigue es el breve ensayo de un ingeniero cansado de escuchar siempre las mismas cosas como si el tiempo se hubiera detenido. La tesis del trabajo es que lo dominante en el actual momento del país es el nuevo de contexto. Aunque parezca una redundancia, el verdadero factor reconfigurante de la realidad, el responsable de todo lo que está pasando, es el mismo cambio de situación. Todo lo demás se subordina a esta sorpresa (¿inesperada?) que es el primer gobierno de Cambiemos, incluso la disciplina económica. Así, explicaciones y marcos teóricos usados en el pasado con mayor o menor éxito deben ser sometidos a un restyling. Variables como tasa de interés, inflación, apreciación del peso a costa del dólar, déficit fiscal, endeudamiento externo, inversión y crecimiento, etc., deben ser rediseñados y usadas de una manera distinta a como se lo ha venido haciendo. Así podremos tener diagnósticos más certeros de dónde está parado el país, y qué es lo que se puede esperar en un futuro más o menos cercano. De lo contrario, los análisis serán hechos con el diario del lunes en la mano, sin ninguna proyección más allá del instante.

Es noticia por estos días el aumento por parte del Banco Central de la tasa de interés de 24,75% a 26,5%; también lo es que la inflación de marzo subió 2,4 %. Los guarismos, informados sin anestesia, han dado lugar a comentarios enfrentados. El gobierno defiende la posición con uñas y dientes, y la oposición trata de sacar partido en el año electoral. Por su parte, los comunicadores transitan por la ancha avenida del medio dando aire a todas las voces.

Al respecto, hay una preocupación compartida, incluso -se dice- en algunas franjas del oficialismo: estriba en que la medida de la autoridad monetaria supuestamente traba la inversión lo que a su vez condicionaría el crecimiento…en momentos en que la economía comienza a mostrar algunos brotes. Es más, desde ADEBA y la UIA, se encienden luces de alarma porque “no entienden una contradicción inquietante: que convivan una desbordada política fiscal y, a la vez, una restrictiva política monetaria” según informa Clarín en una nota reciente del periodista Marcelo Bonelli que tampoco resuelve la contradicción.

En fin, son unas cuantas caras del poliedro que se condicionan: tasa, inflación, apreciación del peso a costa del dólar, déficit fiscal, endeudamiento externo, inversión y crecimiento, etc., etc. No es fácil abordar el intríngulis, y las múltiples propuestas de solución que se hacen no logran disimular el desconcierto de los analistas. Sin embargo, la dificultad para enfocar el problema no radicaría tanto en la cantidad de variables de la ecuación (que al final son unas pocas, no todas actúan al mismo tiempo ni reaccionan al toque) sino en otra cuestión que escapa a la ciencia económica: el cambio de contexto que está afectando a nuestro país.

Una voz que se destaca (por lo destemplada) es la del industrial y dirigente de la UIA, Ignacio de Mendiguren. Acerca de la situación actual, con dólar bajo, inflación alta y suba de tasas, el empresario dijo: "es el trípode de la muerte para la producción…esto se llama bicicleta financiera…esto significa que entran los capitales, pero acá no llovieron dólares, llovió la deuda. Y es una deuda que no viene a producir bienes", afirmó el también legislador nacional (ver: http://www.nortesocial.com.ar/noticia-norte-social.php?IdNoticia=1045). Más allá de la metáfora un tanto macabra, el párrafo de Mendiguren, que tañe al mismo tiempo todas las campanas, es bastante representativo de una forma de ver las cosas. Sin caer en una actitud “analítica”, separando artificialmente aspectos de la realidad que forman un conjunto, haré algunos comentarios al respecto.

Una vez cada tanto

La Argentina ha entrado en una nueva fase de su historia. La actualidad solo puede ser comparada (isomorfismo) con lo que sucedió luego de la caída de Rosas en Caseros. Es cuando se crean las condiciones para el llamado periodo de organización nacional y se abre la tranquera para comenzar a recorrer el “primer ciclo largo de crecimiento”. Ese proceso -en el que la Generación del 80 tuvo una papel protagónico- finaliza en la década del treinta del siglo XX al desaparecer las condiciones que dieron vida al modelo agroexportador. A partir de ese momento, la Argentina se desliza raudamente, sin escalas, por el tobogán de la decadencia hasta nuestros días en que hemos tocado fondo. Pero no hay mal que dure cien años. Hoy, todos los datos de la realidad -sobre todo lo referido al rol de los factores exógenos que son los que actúan decisivamente en estas emergencias- indican, para una mirada prospectiva, que hemos iniciado el “segundo ciclo largo de crecimiento”. Puede parecer traído de los cabellos postular un cambio tan repentino, Pero bueno, las cosas en la era del “tiempo real” son así. Mientras que desde la huida de Rosas a Inglaterra luego de la derrota sufrida en Caseros hasta la asunción de Mitre en 1862 pasaron 10 años, el triunfo de Trump, en noviembre pasado, abrió de golpe una nueva fase en el desenvolvimiento de la globalización, y nadie dice lo contrario.

La mutación que estamos presenciando en el devenir histórico de nuestro país no es menor ni sus efectos fácilmente soslayables. Ello significa nada menos que toda la experiencia acumulada y los marcos teóricos vigentes en el periodo de la decadencia, deben ser sometidos a un restyling para ponerlos a tono con los nuevos vientos que corren. Veamos algunos ejemplos de la realidad a modo de provocación.

1.       Déficit fiscal. Si en el pasado lo fue, hoy no necesariamente implica una situación inmanejable el aumento del gasto público. Lo fundamental para la instalación de un nuevo modelo es mantener la paz social. Eso permite ganar tiempo mientras se corrige lo que hay que corregir y hacer lo que hay que hacer. Es la única manera en que se pueden generar nuevas condiciones en el manejo de la cosa pública. Eso necesariamente implica gradualismo y programas sociales de mayor alcance que los del peronismo, mientras se van generando condiciones para el trabajo genuino. Todas las otras recetas han sido ensayadas en los largos años de la decadencia y no han dado resultados satisfactorios. No hay plan B. En cualquier caso, nuestro déficit de entre 4 y 5 puntos del PBI, es mucho menor al de Brasil, y se ubica en la zona intermedia del mundo donde están países como España, Japón, Rusia, India y otros comparables. (ver: http://www.datosmacro.com/deficit)

2.       Deuda externa. El déficit se debe manejar acudiendo al endeudamiento externo tanto como sea necesaria de acuerdo a las pautas establecidas en el acápite anterior. Endeudarse ahora no es lo mismo que en los setenta. El endeudamiento que afectó a decenas de países por aquellos años, que se financió con la liquidez generada por el aumento del precio del petróleo en 1973/4, generó las condiciones para los sucesivos ajustes que se fueron dando, a la larga inspirados en el Consenso de Washington. Siempre las deudas condicionan. También ahora hay un ajuste en curso en nuestro país, pero será gradual, con los menores costos en los sectores carenciados, y para provocar un cambio de paradigma en la dirección y el sentido del desarrollo global. Por eso se impone preservar la tranquilidad mientras se prepara a la sociedad para el cambio. No quiere decir que haya que despilfarrar, ni mucho menos, pero se da una situación propia de los nuevos tiempos: como solo no robar, ni dar libre cauce a la corrupción implicada en la manipulación de los planes como durante el peronismo, el gasto se mantiene a niveles no preocupantes.

3.       Inflación. Cumplir las metas es fundamental. El aumento de los precios impacta en tiempo real en las arcas de todas las familias con independencia de su nivel socio económico. Además, bajarla es una manifestación de legitimación inconmensurable. Veamos: en 2016 la inflación anduvo por el 40%; este año va a estar por debajo del 20%, ¡la mitad! Entonces, las tasas se deben manipular lo que sea necesario para mantener baja la inflación.

4.       Inversiones. La lluvia dólares ya se produjo y en menos de un año. El solo amague de los Panamá Papers provocó la vuelta al país de U$S ¡120.000.000.000! (en letras: CIENTO VEINTE MIL MILLONES DE DÓLARES). ¡Estos sí que se comieron el amague! Obviamente esa plata no puede permanecer en los colchones ni en cajas de seguridad. Inicialmente, van a bonos, acciones y propiedades. Luego irán a infraestructura con el PPP (public private partnership). Y finalmente caerán por su propio peso en inversiones productivas. Tres salvedades:1) para invertir, hacen falta proyectos que escasean, 2) habiendo proyectos se necesita la infraestructura adecuada con respecto a lo cual se está haciendo lo que hay que hacer, 3) los proyectos tienen un layout que los guía; llevan tu tiempo. No es como la valija de Antonini Wilson cuyo contenido se realiza en unas pocas horas… Por su parte, las inversiones prometidas de empresas sobre todo extranjeras ya instaladas serán concretadas escrupulosamente (no hay ninguna razón para que los anuncios no se cumplan cuando se juega el prestigio). Último pero no menos importante, el campo entierra todos los años alrededor de 60.000 millones de dólares.

5.       Dólar. No parece estar mal la cosa. Las reservas del Banco Central ya quintuplicaron lo que dejó el peronismo luego de la fiesta. Seguirán subiendo. Preocupados por la cotización, no he visto a las corridas una gran mayoría de gente. Con respecto al “trípode de la muerte” recién mencionado, una de sus patas es el dólar bajo que afecta a la producción. Acá cabe hilar un poco más fino.

6.        Industria. Lo dijo con todas las letras Pancho Cabrera, ministro de la producción: “Estamos para hacer más productiva la Argentina, no la industria" según informa Francisco Olivera en una reciente nota en el diario La Nación para quien “en la frase está el modelo”. Efectivamente, toda una tradición de industriales prebendarios y renuentes a la innovación, han sido los responsables de la decadencia argentina. Con el sambenito de “defender las fuentes de trabajo” -en estrecho maridaje con el sindicalismo corrupto- la Argentina, que arrancó hace 100 años por adelante de Canadá y Australia y varios países europeos más, hoy les lee la patente. Entonces no se puede volver a hacer lo mismo que se vino haciendo y esperar resultados distintos. Un proyecto de país debe apostar a los sectores más competitivos de la producción que no son los que están en la UIA. En primer lugar todo lo que gira alrededor del campo, la agroindustria, agroservicios y agroalimentos, empresas exitosas (unicornios), centenares de miles de emprendedores innovativos en bienes y servicios que se insertan en la escena global sin necesidad de proteccionismo (debe haberlo en forma transitoria en los casos que sea necesario para incubar al recién nacido)… La libertad de mercado implica que cada quien puede producir lo que se le ocurra en tanto cumpla con la normativa, pero el estado tiene la obligación de cuidar, promover y asistir a todos aquellos sectores que le permitan recuperar terreno a la Argentina para irse ubicando en el nivel de los países europeos desarrollados.

Este gobierno, en el inicio de una fase inédita, no puede haber venido para hacer las mismas cosas que han hecho los peronistas o defender todo aquello que provocó la decadencia. No vino para levantar las persianas de empresas obsoletas bajo el supuesto mentiroso de defender los puestos de trabajo. Tampoco para apañar la concentración industrial en un pequeño entorno como expresión de un desequilibrio territorial que es la madre y el padre de los problemas estructurales de nuestro país. Cambiemos se ha puesto de pie para construir un país del siglo XXI, apoyado en un federalismo no retórico, potenciando sus ventajas comparativas y competitivas, y abierto al mundo para aprovechar las enormes posibilidades que ofrece la globalización en tanto se sepa cómo hacerlo.

Ing. Alberto Ford

La Plata, 16 de abril de 2017

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