domingo, 13 de marzo de 2016



¿Grieta o desnivel?

A las transformaciones hay que verlas antes de que pasen.
Ferran Adrià, maestro de la cocina.

A partir del uso extendido de la palabra  grieta, el trabajo se interroga si la herencia K ha provocado solo una división de posiciones antagónicas en la sociedad argentina. Se introduce la noción de “salto”, un concepto con mayor complejidad como para ser usado en un sistema multidimensional.  Nuestro país ha iniciado su  segundo ciclo largo de crecimiento luego de 80 años de decadencia cuyas recidivas aún padeceremos. Al mismo tiempo los cambios en curso serán fundacionales y se notarán en todos los órdenes de la vida socia y política.  Sociopolíticamente nace una Argentina global de dos niveles. En el superior habitarán dos partidos principales: Cambiemos y lo que se vaya configurando alrededor de Massa y Urtubey (+ algún otro tapado) y aliados “progres”. En el andarivel inferior se irá metabolizando lo que podríamos denominar resabios del nacionalismo burgués que tomaron forma durante gran parte del siglo pasado. En la interfase habrá una incesante corriente de los de la “primera hora” provenientes de todo el sistema político, económico, social y cultural preocupados por enfilar los alerones en el sentido de los vientos dominantes. No habrá renovación peronista; tampoco puede haberla en ninguna otra fuerza en el contexto de un salto cuántico (al final se está en uno u otro nivel). Un tema conflictivo: la diferencia de destino entre los punteros y los camporistas. Lo novedoso es el rol global de los movimientos sociales por fuera del sistema político donde hay que mirar a los “misioneros de Francisco”.

Arranco con desventaja. El significado se ha viralizado. No hay quien opine sobre la realidad nacional que no la use. La palabra muestra una polifuncionalidad de difícil reemplazo. Apropiada para reflejar el estado de rispidez que se vivió durante la experiencia K pero también mensurar la herencia recibida. He pensado sobre la polisemia puesta en juego y la verdad no me cierra del todo: ¿es precisamente una grieta lo que se ha abierto en la sociedad?
Una grieta se expresa en un plano. Es ubicable con precisión por las abscisas (x) y las ordenadas (y). Ese es su espacio. Se la puede atravesar en uno u otro sentido pero siempre horizontalmente. Veamos una metáfora. Una pareja discute con pasión; uno de ellos se lleva la razón hoy y mañana el otro. Sin embargo, a pesar de los desencuentros permanecen juntos. Se necesitan, aunque lo disimulen. Así, la grieta los separa... pero también los une. Es como las fronteras de los países: pueden ser confín de hostilidad o de intercambio fructífero. Ahora veamos este otro caso. Una pareja se rompe, y uno de sus componentes inicia otra relación totalmente distinta a la anterior; los recuerdos, cada vez más difusos, le demuestran que lo nuevo no tiene nada o poco que ver con el pasado. Es como si ambos miembros de la ex pareja se hubieran situado en mundos paralelos.
La acepción de salto, también usada con frecuencia, parece ser más apropiada para describir ese tipo de cambios. Así se dice,  “dio un salto al vacío...”,  “pegó el salto esperado...”. El salto no puede ser descripto solo con (x,y); por lo menos amerita una variable adicional: la altura z. Puede que ahí esté el intríngulis de mis dudas. Dos maneras de ver las cosas: la sucesión de posiciones simétricas en forma alternada o una reconfiguración dimensional, la aparición de otro nivel de desarrollo que niega –en sentido hegeliano- lo anterior.   
En la historia argentina el primer salto fundacional -luego del 25 de mayo de 1810 y el 9 de julio de 1816- se dio con la caída del rosismo. En poco tiempo –el que va desde Caseros a Pavón- toma forma lo que se conoce como la organización nacional. Se inicia así un ciclo largo de crecimiento de 80 años, cuya expresión más relevante es el modelo agroexportador. Argentina se apresta a jugar en primera. Si se compara lo que había hasta 1852 con lo que comenzó a tomar forma desde la presidencia de Mitre a partir de 1862, las diferencias de códigos, modelos y metodologías de gobierno no son equiparables; tampoco el funcionamiento de la sociedad. El cambio lo fue en el sentido de una mayor complejidad: un incremento en la cantidad de variables en juego interactuando de formas más diversas.  Entre Rosas y los que lo siguieron al poco tiempo en lugar de una grieta se fue produciendo un desnivel: el país comenzó a girar en una órbita más cercana a los centros mundiales.  Durante la saga del restaurador de las leyes estuvimos en el banco de los suplentes (aunque algunos no lo crean).
En aquellos años se inicia un proceso que nos fue conduciendo a una nación moderna con dos grandes ciclos. El primero, hasta los treinta del siglo pasado, muestra un progreso incesante en medio de las contradicciones propias de una experiencia naciente; es cuando emerge la Argentina de la fama (en París se decía “rico como un argentino”). Desde ahí, se produce un retroceso hegemonizado por el peronismo (y sus postreras manifestaciones menemista y kirchnerista), principal protagonista de la decadencia. Lo dominante en estos últimos ochenta años, ya sea con gobiernos civiles o militares, ha sido el nacionalismo burgués, un pensamiento influyente en nuestras concepciones económicas, empresarias y sindicales, de fuerte imbricación en el imaginario colectivo, con el que aun tendremos que convivir.
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Un cambio dimensional como el que se comienza a vivir en nuestro país no podría dejar de afectar la gobernabilidad, al propio sistema político y la sociedad en su conjunto. Si se amplía el foco, el triunfo de Cambiemos permite imaginar algunas de las cosas que pueden pasar de aquí en más en esos ámbitos. Hay dos grandes grupos de problemas: 1) la labor del nuevo gobierno encabezado por el Ingeniero Macri tanto en el sentido de comenzar a concretar proyectos como el cumplimiento de la agenda diaria, esta última condicionada en una parte no menor por la necesidad de abordar los problemas de la herencia K, 2) las ilusiones de los peronistas que solo piensan en juntarse para volver, y la forma en que se ubican frente al cambio las principales fuerzas políticas y sociales.
Lo que vendrá
Al igual que como pasó en el periodo de la organización nacional iniciado a partir de 1862, la Argentina, luego de estar en la B durante unos cuantos años, vuelve a jugar en la liga de los países más importantes. Y lo hace con una velocidad que sorprende. En el plazo de un mes nos han visitado o se disponen a hacerlo los presidentes de tres de los países más importantes del mundo (durante los 12 años K no vino ninguno). Los Rollings Stone -con la marca en el orillo- pasaron casi un mes entre nosotros, un periplo desusado para la longevidad del grupo. Francisco recibe al presidente en una visita que da que hablar. Hollande le dijo a Macri "usted abrió un nuevo capítulo en la Argentina y Francia va a acompañarlo". Federica Mogherini, ascendente canciller de la UE,  viene solo a Buenos Aires y se vuelve en el día. Obama nos visita con una delegación de 850 personas, entre ellas 400 (¡) empresarios (irá dos días a descansar a Bariloche con su familia (lo que de paso da visibilidad a los lagos del sur a un nivel que puede potenciar las tratativas para que la cumbre 2017 del G20 se realice en ese lugar). Cuestiones de signo y símbolo. Son el diseño y la materialización de cursos de acción tendientes a restablecer relaciones multifacéticas que nos permitan recuperar el tiempo perdido durante el ostracismo K. Al mismo tiempo, constituyen mensajes de hondo contenido virtual que muestran las expectativas que genera nuestro reingreso a la alta competencia.
El inicio del segundo ciclo largo de crecimiento abre un panorama de nuevo tipo. Sin vientos de cola pero con una manifiesta predisposición externa para ayudarnos. Con la apoyatura de una política exterior inteligente, que nos conectará con la totalidad del mundo (el mensaje del presidente al Congreso el 1º de marzo fue muy elocuente lo mismo que la entrevista a cargo del CFR en Nueva York a la canciller Malcorra[i]). Aunque con un costo altísimo, producto de la desidia y, sobre todo, la impericia K, por fin se concreta el arreglo con los “buitres” lo que abre nuevas oportunidades. El endeudamiento externo, que en forma conveniente vamos a contraer, permitirá, sin grandes contratiempos sociales o económicos, una salida del campo minado que nos dejaron. Así, la inflación, que ya comienza a aquietarse, mostrará una tendencia creciente al amesetamiento durante el transcurso del año (¡durante los últimos mandatos peronistas la inflación acumulada ha sido del 700% en diez años!). De esa manera va tomando forma en el imaginario colectivo la idea de que, en plazos razonables, vendrán las soluciones a los problemas más acuciantes. Al gobierno no le conviene sacar el foco del porvenir, lo que de hecho fue cumplido en el panorama esbozado por el presidente en su discurso de apertura de la asamblea legislativa. Para mensurar el pasado están las vivencias diarias y el sentido común de la gente, así como el reclamo generalizado que se fue dando por parte de los medios y otros sectores de la opinión pública. Ese ejercicio colectivo permitirá saber dónde estamos parados, lo que irá poniendo de relieve la magnitud del desafío que tenemos por delante a partir de lo que vamos dejando atrás. Si el gobierno es capaz de recorrer a fondo el camino que ha iniciado -todo indica que será así- Cambiemos tiene por delante dos y hasta tres períodos de favor para poner en marcha al abanico de políticas explícitas o implícitas de su proyecto.  Estamos recorriendo sin prisa pero sin pausa la etapa inicial de la nueva era global.
Debacle
Sin duda, los reacomodamientos en el sistema político atraen mucho la atención en los medios y lo seguirán haciendo. Como corresponde a una Argentina actualizada, el sistema de partidos, sus alianzas y funcionamiento, también se reconfigurará siguiendo las modalidades imperantes en las naciones modernas. Agrupaciones capaces de gobernar acorde a visiones de mediano y largo plazo, con propuestas derivadas de planes estratégicos, darán lugar a realizaciones en ese sentido y no solo como hasta ahora, donde la gestión se ha inspirado casi con exclusividad en concepciones inmediatistas del tipo: “la obra pública para crear fuentes de trabajo, hacer lo que la gente pide o lo que las circunstancias obliguen” (externalidades que en algunos casos también cotizan aunque nunca deberían ser el principio motor de la labor de gobierno).
En el nuevo contexto es de gran atractivo para la atención de periodistas y comunicadores lo que está pasando en el peronismo. En su nuevo rol de partido no oficial, las alternativas en juego son más de una, aunque son mayoría quienes apuestan a un proceso de renovación de sus huestes. No lo veo así. Mi opinión es que en el peronismo se ha iniciado un período irreversible de fragmentación. No solo porque el desbarajuste siempre afecta, de una u otra manera, a los que pierden el poder, aun en el caso del peronismo que ha sabido sortear esa determinación más de una vez. El problema es sistémico. El peronismo nació en 1945 indiscutiblemente promovido desde las altas esferas como alternativa al comunismo[ii]. Dispuso con ese fin de herramientas estatales de las cuales hizo uso y abuso para el armado de una estructura hegemónica en la sociedad argentina que supo aprovechar: a lo largo de casi tres cuartos de siglo, coincidente con la decadencia argentina, el peronismo ha predominado en el ejercicio el poder sustentado en una filosofía cuyo fundamento principal -como un bucle de retroalimentación- ha sido justamente el mantenimiento y/o la persecución implacable del mismo en los pocos momentos que no lo han tenido.
Una semblanza del movimiento justicialista desde sus orígenes nos muestra que el élan vital de Perón nace de sus simpatías con la Italia fascista de los treinta. Ya desde la cartera de trabajo y previsión del gobierno nacido del golpe de estado de 1943, el entonces coronel elabora su estrategia de captación obrera con letra y música de ex funcionarios franquistas[iii].
En lo económico, el peronismo, aunque no en exclusividad, encarna como nadie las ideas prácticas de un supuesto patriotismo que en la mayoría de los casos no ha dejado de ser una falaz caricatura. Desde el punto de vista del desarrollo, el lapso entre las mitades de los cuarenta y cincuenta (cuando Perón ejerce sus dos primeras presidencias) fue otra década perdida para el verdadero desarrollo: el estado empresario, la burguesía industrial proteccionista, el sindicalismo corrupto, los militares y otras corporaciones protagonizando o haciendo de partenaire tuvieron, entre otras medidas, efectos que se fueron agravando con el tiempo. En ese contexto, la supuesta defensa de la soberanía nacional -obrando en realidad como distractor de una xenofobia más o menos explícita- ha sido un rasgo distintivo de ese movimiento. Así, las ideas del justicialismo supieron cautivar a una parte mayoritaria aunque decreciente de la sociedad argentina. Por cierto, no se puede dejar de reconocer que la oposición ha mantenido con el justicialismo profundas diferencias políticas pero -he aquí lo contradictorio- una visión económica coincidentes en muchos aspectos.
Una cosa es su dinámica interna, la suma de sus experiencias, que le dan permanencia a un cuerpo vivo. Otra es el sentido dado por una visión exógena que lo trasciende y le da o no legitimidad. El peronismo ha demostrado ser un movimiento de geometría variable. En estos últimos veinticinco años ha gobernado el país con dos posiciones diametralmente opuestas vistas desde la óptica económica; empero, tanto el menemismo como el kirchnerismo gozaron del más amplio consenso dentro de sus filas. Los cuestionamientos vinieron, claro está, luego de que esas dos expresiones fueran derrotadas: se dice que los peronistas tienen por costumbre acompañar el féretro hasta la puerta del cementerio pero no entran, se quedan afuera.
Erradamente se ha instalado la creencia que las viudas actuales del peronismo están solo en La cámpora; en realidad, los más afectados son esos miles y miles de punteros, que de la noche a la mañana se han quedado sin la manipulación de ingentes recursos estatales en la fase final de su adjudicación (o sea, cuando los contacto lo son en forma directa con la clientela del barrio, sin intermediación). Muchos punteros, siendo que la intensidad de su militancia los llevó a descuidar lo laboral, ni siquiera se han enriquecido en forma obscena (la condición económica no puede ser demasiado distinta a la de su clientela al compartir el mismo barrio). Su capital principal son la cercanía y el ascendiente que les da el tráfico de influencias a esa escala. Es cierto que normalmente esos cuadros, siendo valiosos para el peronismo, sus practicas transitan por las fronteras de legalidad: la mayoría de las veces conocen, protegen o participan de las diversas actividades delictivas que se desarrollan en su territorio (narcotráfico, trata, robos, juego, etc.). Es obvio: si logran mandar en sintonía con los códigos imperantes es porque están en todo y lo controlan; la labor populista es así (de lo contrario siempre habrá otro cuadro con más manejo de la situación que tomará el lugar). La situación es harto conflictiva habida cuenta de la fuga dispersiva del oficialismo saliente. El destino de esos punteros se diferencia de los camporistas que solo pierden privilegios, por más importantes que sean, porque no tienen ni han tenido nada que ver con el territorio de la pobreza. Solo les resta reubicarse y seguir siendo y haciendo lo que eran y hacían hasta 2011. Poco tiempo para dejar huellas demasiado profundas...
El resto del peronismo es muy dependiente como para que sus cuestionamientos al gobierno vayan más allá de algunos escarceos. Con los gobernadores se puede negociar y de hecho se lo irá haciendo en forma permanente; incluso con algunos recursos ingeniosos como poner a los intendentes de cancerberos de las remesas de la coparticipación que habitualmente se subliman en los innumerables intersticios provinciales. Con el sindicalismo pasará lo mismo; algunos ya se sienten perteneciendo a otro nivel como el mandamás de Smata a quien se le atribuye pensamiento en clave binacional (vive pendiente del mercado automotor de los brasileros). Los legisladores, crecientemente influenciados por Massa y Urtubey, más allá del floreo, irán siendo crecientemente funcionales (por lo menos hasta la proximidad de las elecciones 2017) a las necesidades del ejecutivo para el funcionamiento del congreso. La apretada situación financiera en curso los hace navegar juntos a todos sin necesidad de ningún tipo de amenaza explícita (como sería por ejemplo lo que todos saben: si no se arregla con los buitres, no hay financiamiento internacional, se paran las remesas a las provincias, y viene un ajuste salvaje).
En síntesis, la fragmentación del peronismo obrará en dos niveles. En el primero,  el que hemos llamado Ĝ, claramente se irán consolidando dirigentes como Massa y Urtubey que darán lugar al nacimiento de un partido ya no peronista aunque con mayoría inicial de sus partidarios, conviviendo con fuerzas de centro izquierda o progresistas como los socialistas, Margarita, etc. que se irán amalgamando en la práctica legislativa... y en la tirria antimacrista. En el segundo, residual y de influencia decreciente, los que tratan (infructuosamente) de renovarse conviviendo en conflicto con los resabios del kirchnerismo. Entre ambos andariveles, hay que poner atención en una interfase muy activa donde las fuerzas provenientes del nivel inferior irán engrosando la propuesta global. Y lo nuevo, todavía difuso, pero conceptualmente atrapante como escenario prospectivo: el espacio de los más pobres, objeto último e insoslayable del populismo, donde perderá nitidez la representación política. Y aquí se abre un intríngulis doctrinario que conduciría a lo que se ya se puede denominar el caso Francisco. Veamos.
¿Inocencia, distracción, astucia?
No parece muy creíble que Francisco haya cometido una equivocación al enviarle un rosario a la Milagro Sala, uno de los seres más cuestionables que ha dado el peronismo en su última fase. La acción simple -y fácil de dimensionar en sus consecuencias- sin embargo ocurrió y ha suscitado muchas controversias. Por cierto, no alcanza para justificar la acción del Papa el hecho de que les lave los pies a presos en cárceles de máxima seguridad; ni que haya ladrones en todos los estratos sociales como dijo el obispo Lozano. Debe haber otra razón más sustantiva, sobre todo en un acto de tanta visibilidad realizado por una institución global que nunca da puntada sin hilo. Una cosa es evidente: la Iglesia viene enfocando las partes más bajas  de la pirámide social, donde hay gente para todos los gustos que habitan las fronteras de los sistemas, en particular del político con el cual no tienen otro vínculo más allá del ejercicio electoral. Son los excluidos, última ciudadela a conquistar por la globalización... y a su alrededor puede que se esté creando una polarización política inédita. Para muestra bastan dos botones. Es muy difícil que Carrió, con su experiencia, temple y religiosidad, por más sacada que sea (y de pasa irresistiblemente atractiva: es la única política entrevistable en la Argentina a la que no se le hace zapping), se enfrente por deporte a Francisco en la forma en que lo hizo en un programa de actualidad. El otro es la cara de c. de Francisco en su último encuentro con el presidente.
Se la llama la liga de los “misioneros de Francisco”[iv]. Son esos movimientos sociales de tipo autoorganizantes que operan por fuera del establishment político. Circunstancialmente recibiendo ayuda estatal como ha ocurrido en forma ostensible con el peronismo saliente. Pero también capaces de mantenerse con recursos propios (o recibiendo apoyos no siempre identificables de aquí y de afuera) a partir de su logística y prácticas austeras asentadas en un territorio en el que se afincan. Esa situación no les impide tener de hecho una legitimación desde los más altos niveles nacionales e importados; son una de las claves –no la única por cierto- de la Argentina que viene, referida a lo que se puede denominar la globalización por abajo.
Por su eventual protagonismo esas organizaciones y sus luchas son ubicables claramente en el andarivel de lo nuevo; aunque sus formas de actuar nos resulten extrañas y hasta antipáticas. No es un fenómeno local ni tampoco lo es el hecho de que esos sectores constituyan uno de los target principales de la iglesia. Hay que ver nomás las modalidades adoptadas por el Papa en sus viajes. En un trabajo publicado en marzo de 2013 inmediatamente de conocido la designación de Bergoglio se dice:

“Sin duda en el Papa Francisco pesa la “opción por los pobres” característica de la orden jesuítica.  En la labor pastoral a lo largo de su vida dio muestras sobradas de dónde estaba el foco principal de sus preocupaciones. Por el momento en que se vive, y por lo manifestado en sus primeras intervenciones, del pontificado de Francisco se puede esperar, acorde a su experiencia en las villas porteñas, una enérgica acción de la Iglesia dirigida contra la pobreza bajo distintas formas y en todos los lugares donde ella se manifieste”  (http://ingenieroalbertoford.blogspot.com.ar/2015/05/francisco-nuevo-papa-en-la-previa-del.html)

En el mundo hay 1000 millones de personas a los que la globalización se propone incorporar sí o sí como consumidores responsables; lo reclama el capitalismo de mercado y su “mano invisible”... convenientemente enguantada. Es un largo camino que hay por delante que no se puede transitar por la parte de arriba de la estructura social: amerita una cercanía (contacto permanente) con las familias pobres en el barrio, lo que será llevada a cabo por formas organizacionales de nuevo tipo, ad-hoc, que solo en las apariencias se parecerán a lo viejo. Es el cometido más difícil de lo que falta para que Ĝ sea realmente lo que denomina. El camino se ha iniciado con el descomunal agrandamiento de las clases medias en China y la India. Pero hay que completarlo. Pasa que Ĝ -en contra de lo que a veces se sostiene- es el primer paradigma socio económico totalmente inclusivo de la historia (lo hace por medio de una exclusión competitiva; el desarrollo de esa provocativa paradoja no es para este trabajo).
Para dar forma a la Ĝ por abajo hará falta otro tipo de labor política distinta a la materializada en los inicios de Ĝ. En esta etapa, como se está viendo ahora en el mundo, se ejerce una acción transformadora sobre la sociedad por medio de medidas al nivel macro (economía, producción, finanzas, obra pública etc.), que es lo que está comenzando a pasar en nuestro país. Es una labor eminentemente tecnocrática, de poca política y mucha eficiencia, eficacia y efectividad (las características de los cuadros del nuevo gobierno hablan por sí solas) pero prescindente de una política social proactiva; por ejemplo, las asignaciones universales no lo son, más bien se las puede identificar como asientos contables que no necesitan cercanía (en otros trabajos hemos visto como la insoslayable función de “redistribución de la riqueza” que conlleva ese tipo de medidas se combina con la de inyectar en forma permanente y dispersa una masa fenomenal de recursos que van directamente al consumo en hipermercados, juego y circuitos marginales de comercio, sin ninguna posibilidad de ahorro)[v].
Salto cuántico
La realidad no es unidimensional y los cambios tampoco se producen solo en tres dimensiones. La única forma de abordar semejante complicación es a través del enfoque sistémico que puede contener en sí mismo la enorme complejidad del mundo que nos rodea. La cuestión no es fácil pero como decía el filósofo que algo sea difícil es un motivo más para hacerlo. Hace falta para ello más imaginación que esquematismo apelando a la ayuda de las herramientas disponibles.
 Se dice que el tiempo hace accesible nociones que en el momento de su gestación aparecen incomprensibles; se da en las matemáticas y en otras de las llamadas ciencias duras, mundos en los que habitan verdaderos poetas de la realidad virtual cuyos sofisticados lenguajes forman parte exclusiva de sus códigos. Sin embargo, con el tiempo, esas imágenes abstractas van tomando formas concretas hasta arribar al sentido común de vulgatas no siempre bien ponderadas. Pero hay peligros. Una vez le preguntaron a Einstein sobre la teoría de la relatividad. El alumno, ansioso por entender, demandaba respuestas cada vez más accesibles. El genio, paciente, lo complacía; las simplificaciones efectivamente eran cada vez mayores. Así transcurrió el diálogo hasta que al final, ya más tranquilo, el interlocutor reconoció: “ahora por fin entiendo”. Fue cuando Einstein le dijo: “si, pero eso que usted entendió ya no es la teoría de la relatividad”. Con la salvedad, hemos apelado al temerario uso de la noción de salto cuántico en la redacción del enfoque, una de las construcciones teóricas proveniente de las ciencias duras con mayores repercusiones en el siglo pasado.

Ing. Alberto Ford
Buenos Aires, marzo de 2016






[ii] prestigiado en ese momento por el triunfo de los aliados frentes al nazismo y el rol predominante que jugó en ese resultado la desaparecida Unión Soviética (aunque es justo reconocer que en la Argentina el comunismo nunca fue una alternativa creíble de poder como lo fue en otros países, incluso vecinos)
[iii] Para iniciar su labor con relación a los sindicatos Perón se instaló en la Secretaría de trabajo y previsión, creada en 1943, luego del golpe pro nazi del GOU.  Perón, contó con el asesoramiento del español José de Figuerola, un antiguo colaborador del régimen de Primo de Rivera. Esa calificada ayuda caracterizada por un sesgo inconfundible, hicieron de la Secretaría un laboratorio de legislación social que fortaleció la intervención del estado (y de Perón para cimentar su poder) en las relaciones laborales. Esa  modalidad de relacionamiento es un sello distintivo del peronismo hasta hoy.
[iv] las organizaciones sociales del kirchnerismo, con el Movimiento Evita a la cabeza, constituyeron la liga Misioneros de Francisco para construir capillas y formar comunidades en los barrios en los que más se expanden las confesiones evangélicas...una red, a la que pertenece la Túpac Amaru, de Milagro Sala, pero también la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular, el Movimiento de Trabajadores Excluidos, el Movimiento Evita, el Movimiento Popular Patria Grande, el Movimiento Nacional Campesino Indígena, la Unión de Trabajadores de la Tierra, el Movimiento Popular La Dignidad, la Organización Social y Política Los Pibes, entre otras organizaciones. Ver: http://www.lanacion.com.ar/1875284-un-viaje-a-roma-que-acentuo-las-diferencias
[v] La única política proactiva de la historia argentina fue el Programa Trabajar en sus tres versiones, malograda de última por estar su aplicación permanentemente acosada por el clientelismo que terminó por condicionar sus fines y su metodología, incluso a los propios órganos de aplicación. Después todo se fue simplificando (en realidad degradando) hasta llegar a las tarjetas de débito como forma de eludir los manejos de los punteros.

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