Argentina global. Ocaso del
nacionalismo burgués[i].
¿El fin del peronismo?
En
la última sesión de diputados del año pasado, legisladores de la oposición,
tanto del progresismo como de la izquierda, votaron junto al kirchnerismo la
refundación de Yacimientos Carboníferos Fiscales (YCF). No es la primera vez
que se produce una entente de ese tipo, sobre todo cuando está en juego el
“interés nacional”. Eso pasó con YPF, Aerolíneas, AFJP, Malvinas, entre otros
temas. La pregunta es: ¿en materia de posiciones doctrinarias hay una
coincidencia más de fondo que va más allá de la matriz K, y que afecta a una
porción mayoritaria del espectro político argentino?
El
trabajo propone una mirada del periodo de la declinación nacional (que llega
hasta hoy arrancando en 1933 cuando se firma el pacto Roca Runciman) en
materia de coincidencias como, por ejemplo, las prácticas proteccionistas, la sustitución de
importaciones, la industria a costa del campo o el federalismo retórico.
La
tesis es: el nacionalismo-burgués (una categoría que ha perdido uso pero no fidelidad
descriptiva), evidenciado como un denominador común que atraviesa
horizontalmente las distintas administraciones habidas en el periodo
considerado, estaría entrando en su ocaso por cambios en la escena
internacional. El mundo es como un campo gravitatorio en el que se pueden
hacer muchas cosas menos desconocer sus normas, patrones y procedimientos. En
un momento las fuerzas se alinean; ese momento ha llegado para nosotros. El
vacío producido por la excesiva longevidad de esa decadencia, será llenado
por una Argentina de tono global que tomará la posta. Esa transición entre
dos paradigmas provocará fundamentales transformaciones en todos los órdenes
de la vida pública. Una de las más resonantes
será la desaparición del peronismo como fuerza hegemónica y su
incapacidad de renovarse en términos tradicionales.
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Unos días antes de abandonar el gobierno, la administración
K hizo aprobar a las apuradas un paquete de leyes, entre ellas la refundación
de Yacimientos Carboníferos Fiscales (YPF). Lo notable de la sesión -de trámite
irregular por la ausencia parcial de las bancadas opositoras- fue la
connivencia de la izquierda y el progresismo con la maniobra, que no solo dieron
quórum sino que aprobaron el proyecto carbonífero sin ningún tipo de presión y,
según se dijo luego, basados en sus propias convicciones. Esa franja del
espectro es habitualmente celosa del cuidado ambiental; no fue este el caso,
tampoco la oportunidad: en el mismo momento, en la reunión del clima de París,
se ponía fecha al fin del uso de combustibles fósiles. Como durante el
kirchnerismo se han dado más de una vez este tipo de ententes indecorosas, cabe
hacer la siguiente pregunta:
¿Esa complicidad reiterada
(sobre todo en el tratamiento de leyes vinculadas a lo que se suele denominar
el “interés nacional”) de partes de la oposición con el gobierno saliente, no
estaría evidenciando en materia de posiciones ideológicas una coincidencia más de fondo que va más allá del período K?
Hagamos historia para echar luz sobre algunos
comportamientos “inesperados” como el citado.
El período de la decadencia
El periodo de la decadencia argentina ya lleva ocho décadas.
El 1º de mayo de 1933 se firma el pacto Roca-Runciman por el cual la Argentina,
en el comercio exterior de carnes y granos, pierde el trato preferencial con
que había sido favorecido hasta ese momento, y debe competir en inferioridad de
condiciones con otros países de la mancomunidad británica[ii].
El modelo agro exportador, que ingresa en una crisis sostenida, había
constituido la llave de un progreso innegable pero también la causa no menos
innegable de una decadencia posterior producto de su incapacidad de
reformularse. El campo -un actor protagónico en el crecimiento asombroso del
país entre fines del siglo XIX y principios del XX- pierde presencia y pasa a ser progresivamente
tributario de una industrialización protegida, concentrada, y reacia a la
innovación.
¿Cuáles eran las características del nuevo modelo? En la
primera parte del siglo XX comienza la etapa de la sustitución de importaciones
y el consecuente proteccionismo de la incipiente actividad de fábricas y
talleres. El estado comienza a sobredimensionarse lo que se nota en la creación
incesante de empresas públicas. Los sectores castrenses incrementan su
influencia; lo prueba el rol de los mandamientos de la defensa nacional en el
diseño de la matriz productiva y de comunicaciones. En materia de política
exterior crecen las concepciones antiimperialistas (vs. EEUU) más o menos
manifiestas según el color de las administraciones, ya fueran civiles o
militares. Se fue formando una clase empresarial prebendaria más un gremialismo
y una burocracia estatal en sintonía. El federalismo se vio perjudicado y la
pobreza relativa fue creciendo en todo el país pero concentrada en el área
metropolitana.
El cambio de paradigma dio lugar a la agudización de un
proceso que venía de lejos: migraciones periferia à centro
por parte de los sectores más pobres del interior en la búsqueda de mejores
condiciones para la vida familiar. El campo y el interior incrementan la
expulsión de la población. El vector centrípeto, activo desde la época de la
colonia, siguió actuando sin fuerzas que se le opusieran; la cancha se fue
inclinando. En ese marco florece aquí como en otros lados un nacionalismo que
fue atravesando la sociedad hasta formar un corpus de ideas más o menos difusas
pero persistentes en el imaginario colectivo.
Desde el punto de vista del federalismo más allá de lo
retórico no ha habido diferencias sustanciales en las distintas
administraciones del período de la decadencia, ya sean civiles o militares.
Perón promovió drásticamente la concentración de la población en el área
metropolitana. Una nota tragicómica.
Con motivo de los actos en Plaza de Mayo, el general mandaba
trenes a las provincias para buscar manifestantes. Al finalizar, los llamados
“cabecitas negras”, pedían feriado para el día siguiente (“mañana es San
Perón”, coreaban). La petición era concedida con prontitud: los que habían
llegado del interior no solo retrasaban su regreso sino que unos cuantos se
quedaban a vivir en Buenos Aires porque los trenes gratis eran solo para venir.
Así fue creciendo caóticamente el conurbano bonaerense.
Frondizi se propuso atraer el capital extranjero, lo que
estuvo bien salvo cuando se usó para la radicación de industrias obsoletas
ligadas al automotor; el llamado progreso desarrollista se afincó en la pampa
húmeda. Una de las razones del derrocamiento de Illia fue su política de
autonomía con respecto a medicamentos y petróleo, en contra de multinacionales
estadounidenses. Onganía/Salimei atacaron sectores protegidos y
tecnológicamente obsoletos como la producción azucarera en Tucumán lo cual no
hubiera estado mal de disponer de otras fuentes de trabajo para evitar que las
familias del surco fueran expulsadas violentamente de su terruño. La gestión de
Gelbard con el tercer Perón fue prototípica, casi paradigmática de lo que
venimos abordando en este trabajo. Los militares y Martínez de Hoz abrieron las
puertas de la economía de par en par; Menem y Cavallo, además,
abrieron las ventanas. Son las dos únicas gestiones que se
diferencian en materia de proteccionismo. Ninguno de ellos abordó la cuestión
territorial ni el desequilibrio demográfico; al contrario, ambos aspectos
concomitantes se vieron agravados en su condición. En síntesis, con matices, se
fue formando una cultura política al calor de la concentración territorial,
demográfica y económica. La sociedad en su conjunto se vio influenciada.
Esa cultura de la “defensa de lo nuestro” ha permanecido
hasta nuestros días con rebrotes y exteriorizaciones toda vez que fuera pulsada
la tecla adecuada[iii].
Las ideologías nunca son químicamente puras y sus límites conceptuales son
difusos. Pero hay un componente centralista que nunca nadie se atrevió a tocar
en serio. En la Argentina las cosas pueden suceder en cualquier parte pero
terminan pasando en Buenos Aires (o como dice el popular refrán: “Dios está en
todos lados pero atiende en la capital”). Gobiernos formados por gente del
interior profundo, como el saliente, terminaron confinando el concepto de lo
federal al desván de los trastos o, peor aun, al olimpo de la retórica.
No puede sorprender entonces que coincidencias contra natura
atraviesen el espectro político con prescindencia del lado en qué se expresen.
La experiencia K fue pródiga en este tipo de comportamientos. En temas como
YPF, Aerolíneas, ahora en YCF y otras cuestiones emblemáticas, a veces en forma
vergonzantes, otras no, parte de la oposición fue votando más de lo esperado
junto al oficialismo. Por cierto, hubo habilidad K para manipular la actividad legislativa
según sus intereses. Pero no fue solo eso, ni tampoco apretadas o sobornos que
los habrá habido. Fueron convicciones ideológicas las que justificaron a los
tránsfugas. Esos alineamientos que muchas veces permanecían larvados, en el
nuevo ciclo que se inicia, con una brutal carga de sinceramiento, se irán
manifestando con menos decoro lo que paulatinamente irá dando lugar a una nueva
configuración en el corpus de ideas en un sentido general.
Es muy interesante la reacción inicial de los industriales,
por tomar un caso. En una descripción fiel, se dice que "hay mucha gente
enojada del ‘circulo rojo’, formadores de opinión y factores de poder, con
Mauricio Macri por su compromiso con el campo. Nunca antes en la historia
argentina un gobierno había realizado una apuesta tan contundente. Rompió el
molde y eso está perturbando a más de uno. La consabida receta a la hora de
ajustar el tipo de cambio era devaluar y al mismo tiempo aumentar los derechos
de exportación para granos, carne, frutas y lácteos. Así quedaba un dólar más
alto sólo para beneficio de la industria. Para el complejo agroalimentario,
nada"[iv].
Justamente fue esa práctica facciosa -favorable a una industria tan protegida
como reacia a la innovación y la competitividad- uno de los componentes
determinantes de la decadencia argentina.
El mundo se globaliza
Está comenzando el segundo ciclo largo de crecimiento en
nuestro país. Se abre paso un nuevo modelo que afectará toda la vida de la
sociedad. Son nuevos estadios que duran décadas y, como siempre ocurre en estos
casos, el cambio no es solo un producto endógeno al margen del tiempo y del
espacio, ahora más que antes, por la simultaneidad de influencias en tiempo
real. El primer ciclo largo va desde 1862 a 1933, este último año a partir del
cual, como hemos dicho, entra en crisis el modelo agroexportador para dar
inicio a una larga decadencia que llega hasta nuestros días. Siguiendo una
nomenclatura tradicional podemos decir que se está produciendo un cambio de
paradigma, un término suficientemente amplio que trata de significar que nuevos
modelos o patrones irán explicando el desenvolvimiento de
nuestra realidad. En este caso postulamos que el modelo que signó la decadencia de las últimas ocho décadas ha
llegado a su fin, y que será reemplazado inevitablemente por otro. Si es
cierta una vulgata del teorema de Gödel “un sistema no se puede explicar a sí
mismo”, parece medio pretencioso una postulación tan abarcativa; sin embargo,
en tanto hipótesis para la exposición, puede ser o no justificada según el
decurso de acontecimientos, los que actuarán como pruebas de verdad
irrefutables. Por eso, dos salvedades. No hay –no puede haberla salvo un evento
extremo revolucionario- una separación tajante entre ciclos; sus circunstancias
se yuxta y superponen; se solapan de manera que nada muere ni nace en fechas
fijas las que, en todo caso, obrarán como hitos. La otra y fundamental, es que
como en otros momentos y lugares, los factores internacionales condicionan el
devenir local. El mundo actúa como un campo gravitatorio que en forma
inexorable le da un sentido de transcurso a los acontecimientos locales aunque
nuestros analistas (¿de cabotaje?) no siempre acierten a dar con los términos justos
para entablar un diálogo fecundo entre ambas dimensiones.
¿Qué es lo característico de este momento que estamos
viviendo? Sin duda, es el fenómeno de la globalización (G). Por primera vez en
su devenir el mundo se cierra sobre sí mismo de una manera omniabarcativa
motivado, principalmente, por razones científicas y tecnológicas. La escasez
en la disposición de bienes y servicios, que había gobernado los conflictos
desde que el primer hombre se bajó del árbol, se ha visto desde hace unos pocos
años subsumida por el reino de la abundancia
lo que acarrea, a su vez, otro tipo de problemas. Por ejemplo, cómo hacer
llegar a los menesterosos esas disponibilidades; incluso, cómo inducir nuevas
necesidades para que el sistema evolucione en aceptables condiciones de mercado,
equilibrando la ecuación oferta/demanda, hoy ya francamente gobernada por el
primero de los términos. G muestra muchas cosas inéditas[v].
La vida sobre el planeta se convulsiona. Es sobre esa base objetiva, ya hace
algunas décadas, que los factores de poder real se sentaron a una mesa para ver
qué hacer con semejante realidad.
Es en los años setenta cuando se reúnen los foros de
consenso[vi].
La nobleza, los CEO’s de las principales empresas transnacionales no ligadas al
armamento, intelectuales de fuste y ex o futuros gobernantes de las países
desarrollados, se preguntan ¿cómo gobernar un mundo que por razones de
destrucción mutua tiene que descartar la guerra al tiempo que sus industrias
producen en forma quasi ilimitada?
Los acuerdos generados en esos foros realizados en los
países desarrollados quedaron asentados en documentos cuyo acceso está
disponible para los estudiosos aunque no ocuparon un gran lugar en la difusión
pública. Obviamente, fueron espacios de consensos no vinculantes. Sin embargo,
la jerarquía de los participantes obró de manera decisiva para que esos acuerdos
explicitados determinaran en sus líneas generales el curso de los
acontecimientos posteriores. Si los que deciden se ponen de acuerdo en lo que
hay que hacer es altamente improbable que los eventos posteriores los
contradigan, que las cosas sucedan de otra manera a la acordada. Los consensos
básicos se limitaron al establecimiento de normas,
patrones y procedimientos para el despliegue de la globalización.
Uno de los hitos
posteriores a esos foros, ya a fines de los ochenta, y que en este caso tuvo sí
gran trascendencia, fue la formulación del Consenso de Washington. Su influencia se desplegó en muchos países
desarrollados y en vías de desarrollo. Thatcher y Reagan fueron sus figuras
emblemáticas. En América Latina todos los países se vieron afectados. El CW
constaba de 10 políticas referidas a los siguientes temas: presupuestario,
gasto público, impositivo, financiero, tipo de cambio, comercio internacional,
inversiones extranjeras, privatizaciones, desrregulación de mercados, protección
de la propiedad. En suma, una reorganización integral del funcionamiento del
estado.
Más allá de los ítems abordados en el CW, de lo que se
trataba era de comenzar a romper las barreras que blindaban los estadonaciones
en la escena global. El repudio que cosechó el CW fue generalizado hasta el
punto de alcanzar una dimensión simbólica por encima del conocimiento
específico de sus contenidos. Hoy sus “sugerencias” son de aplicación corriente
en todo el mundo y, a pesar de los vaivenes producidos según el color de las
administraciones, su sentido es determinante. No se puede decir que los estados
se hayan reconvertido del todo ni mucho menos. Lo que sí es dable apreciar es
que ya no están constituidos por estructuras rígidas como hace medio siglo. Se
ha producido un proceso de soliviantamiento
que los hace más permeables a los influjos de signo globalizante.
A mediados de los noventa y hasta casi el final de la
primera década de este siglo se produjeron importantes movidas financieras
(conocidas como “efectos”) en distintos países clave del mundo emergente.
Incluidos la Argentina (efecto “tango”), Brasil (efecto “samba) y México
(efecto “tequila”), esa ola de acciones de tipo dominó alcanzó a Rusia (efecto
“vodka”) y los llamados tigres asiáticos (Corea del Sur, Singapur, Taiwán y
Hong Kong). Sin duda esa sincronía que podríamos asimilar a ingenierías
financieras por su poder reconfigurante, estaba anunciado una movida de alcance
global. La crisis bursátil de 2008 que provocó la caída de Wall Street pero
tuvo alcances globales, fue el punto que podemos identificar como el gran hito
del cambio. Es el momento justo en que comienzan a reunirse con absoluta
regularidad las cumbres del G 20...y los máximos líderes del mundo global a
poner el gancho sobre declaraciones públicas, con compromisos concretos,
cumplibles y verificables anualmente.
Como una parábola, se cierra sobre sí un ciclo (un bucle de
retroalimentación en lenguaje cibernético) que había comenzado en los setenta
con los foros de consenso. Con un dejo de
picardía, en la segunda cumbre del G 20 en Londres en 2009, el entonces
primer ministro inglés Gordon Brown declaró a la prensa que «el viejo consenso
de Washington está terminado».
Una última apreciación. En estas cuatro décadas hubo
negociaciones clave (sobre todo en armamentos, empujadas por la implosión de la
URSS y el fracaso del llamado “socialismo real”, comercio, etc.; en fin, toda
una agenda que había sido motivo de deliberaciones en los setenta y que está asentado
en los documentos de los foros). Sin embargo, el proceso más abarcativo por
actuar sobre la totalidad de la biosfera, es el del cambio climático; un
inteligentísimo trabajo diplomático que ha avanzado desde Rio ’92 a una
velocidad tan vertiginosa como grande ha sido la confusión (generosa y
reiteradamente alimentada por los medios) de creer que esas negociaciones han
estado siempre al borde del fracaso por la gran complejidad implicada. La
última COP21 realizada en París hace unos días es como el anuncio de que a
partir de ahora lo globalización se despliega con todo su esplendor acuciada
por una batería de problemas de una magnitud no fácilmente medible pero que
actúan de élan vital de la nueva
política que regirá a la vista de todos los destinos del mundo de aquí en más.
La reinserción argentina
La Argentina ha sufrido importantes modificaciones en los
últimos veinticinco años. Las gestiones
habidas fueron de tono peronista aunque de geometría variable. Una, como se
dice, fue neoliberal (siguiendo los dictados del CW), la otra, que recién
termina, de signo contrario. La dupla Menem/Cavallo fue una novedad para la
democracia argentina (algunas similitudes tuvo, en materia de apertura
económica, con la última dictadura militar). En cambio, el peronismo
protagonizado por los Kirchner tuvo mucho de común con experiencias anteriores
del periodo de la decadencia aunque su gestión fue llevada al límite de la
extravagancia. Esas actitudes extremas se notan con mayor nitidez si se las contrasta
con la evolución y difusión de las ideas en curso en el mundo, y
acontecimientos de alta visibilidad ocurridos en la última década.
Paradójicamente la gestión K estableció la agenda y la forma
de actuar. Sobre todo, por la negativa será difícil hacer abstracción de todo
lo hecho por el matrimonio. Por ello la transición a cargo del nuevo gobierno,
ocurre en medio de dificultades (¿o no?) de diversa índole. Su tarea principal
va siendo arreglar el desbarajuste heredado, cometido encarado hasta ahora con
una decisión que ha sorprendido a más de uno. Poniendo en marcha un conjunto de
medidas relacionadas a la infraestructura, el transporte, la seguridad, la
educación, la salud, etc. el país irá transitando una senda de crecimiento para
ponerse a tono con lo que está pasando en las vecindades. No hará falta
inicialmente un plan económico en el sentido tradicional. En ese trascurrir, la sociedad argentina
habrá alcanzado un estadio caracterizado por el aumento de las opciones de
progreso al calor de gestiones caracterizadas por las “3E” (eficiencia,
eficacia y efectividad).
Sin duda el objetivo más ambicioso y trascendente anunciado
inicialmente por la administración de la coalición Cambiemos será el llamado
Plan Belgrano a pesar de que el mismo inicialmente se presente como una cáscara
vacía. Lo importante de esta propuesta es que ataca el principal problema
estructural de la Argentina: el desequilibrio de su territorio. El PB como
causa y consecuencia estará asociado al desarrollo regional y local; implicará
como condición necesaria (más no suficiente) el federalismo productivo. La gran
concentración de recursos alrededor de la ciudad de Buenos Aires ha motivado
una menor distribución y equidad territorial de las oportunidades. Toda esa
situación de atraso se pondrá en tela de juicio.
El otro aspecto importante es el de la política exterior;
uno de los cuadros más ponderados de la nueva gestión, la canciller Malcorra,
estará al frente. Argentina deberá actuar de consuno con Brasil, incluso
siguiendo sus pasos (Itamaratí, heredera de la diplomacia luso/británica
muestra una gran audacia y desprejuicio). Ambos países tienen a su favor que
nuestra región se ha transformado en un actor gravitante en la provisión de
proteínas, cuyo consumo es el principal indicador del ascenso a la clase media
en Asia. Eso les garantiza un protagonismo a largo plazo. Un comentario
polémico.
El campo argentino, siguiendo una larga tradición en el siglo
XX, fue postergado por el kirchnerismo; pero, al final, paradojalmente y por un
milagro de la resiliencia, se obtendrá el efecto contrario. No hay mal que por
bien no venga. El perjuicio en materia agropecuaria se verá compensado por el
incremento del papel en ese plano de los países vecinos. Así, se ha alcanzado
una masa crítica del cono sur de América que es más que la suma de la partes.
La recuperación argentina, que devendrá exponencial, no
tiene por qué basarse en competir con sus socios en la producción de commodities, sino en poner su acción en
un plano superior tanto en el agregado de valor como en la diversificación de
su oferta de bioingeniería, tecnología de gestión y maquinaria, dirigida,
principalmente, a países emergentes y más de cien países pobres de
Latinoamérica, África y el sudeste asiático[vii].
El tema de la cooperación internacional para el desarrollo puede potenciarse
con el comercio para lograr una sinergia que haga posible una mayor y más
virtuosa inserción de la Argentina en el
mundo.
Se modificará el sistema político; una nueva divisoria de
aguas lo irá atravesando. El peronismo ha cumplido su ciclo histórico. La
apertura de la economía y el ocaso del nacionalismo burgués, privan del sentido
primigenio al movimiento creado por el general Perón luego de la segunda guerra mundial. El
sorprendente bandazo, sin solución de continuidad, desde Menem a los Kirchner,
está indicando que ese movimiento -aun hoy mayoritario- ha perdió la brújula.
Tanto una como otra gestión, que sumadas superan las dos décadas, fueron
objetivamente funcionales a influjos G para la Argentina. En un caso, el
menemismo, el desmonte (CW). En el otro, el matrimonio K, un positive feedback que obró para que por
hartazgo de la ciudadanía se encontrara una salida a la herencia, actuando en
contraposición, lo cual ya es un hecho revolucionario. Está comprobado que el
único proyecto que excita al peronismo es la reconquista del poder, pero esa
ambición desmedida no será suficiente de aquí en más. Nunca el peronismo tuvo
un proyecto estratégico que fuera más allá de repartir la riqueza a la que
generosamente accedieron. Nunca se mostraron con una nota de esperanza al
margen de lo ilusorio o directamente de la mentira, durante la decadencia en la
que fue su protagonista más destacado. El peronismo se va a ir muriendo. La
pérdida de sentido se agudizará por la positiva más que por una actitud de
confrontación.
Ahora los vientos que
están llegando a nuestras costas traen otros aires. ¿Qué quiere decir “por la
positiva”? Son acciones indiscutibles para cualquier gobernador o intendente, con
aceptación asegurada, condenadas al éxito como se dice. Esas medidas actuarán
como factor reconfigurante de todo el sistema político. Puede no haber
aceptación pero nunca rechazo sin caer en el ridículo, lo que pondrá en evidencia
que la oposición es sistemática, motivada por factores subalternos. Para peor y
su desgracia, el peronismo no puede disponer de los recursos del poder. Mi convicción
es que no habrá renovación en ese espacio
aunque por ahora los peronistas sigan siendo la fuerza más numerosa.
El espacio político argentino ha dado nacimiento a otro
nivel aunque todavía sus coordenadas no sean del todo nítidas. Entre las
fuerzas –no necesariamente partidos- que se van desligando del pasado con
respecto a las que se quedan rumiando, se dará una curiosa situación. Esos dos
niveles, tendrán cada uno sus códigos. El paso de uno a otro será casi
individual, por una puerta muy estrecha donde el santo y seña será la
comprensión y aceptación –aun desde la crítica y la oposición- de la nueva
realidad. No será posible el diálogo entre los que están en los distintos
niveles. Manifestaciones de esa inviabilidad del hecho comunicativo se nota en
las críticas a las primeras medidas de Macri.
El grueso del peronismo ha queda escorado; el barco se hunde[viii].
Por su parte, los componentes renovadores
irán mudando de nivel sin prisa pero sin pausa[ix].
Una parte está condenada a ser una expresión residual. La otra irá
formando parte de un nuevo partido, según una nueva configuración, ya con
códigos globales. El fenómeno, con más o menos dramatismo y cuantía, se irá
dando en todos los partidos. Pasarán
presidentes de distinto color pero se puede inferir que lo que se está poniendo
en marcha, será continuado más allá de hasta donde nos alcanza la vista. Iremos
estableciendo políticas de estado, algo que no ocurría desde el siglo XIX.
Argentina se incorpora de lleno a la dinámica global.
Ing. Alberto Ford
La Plata, 6 de enero
de 2016
[i] La denominación
“nacionalismo burgués” es un tanto antigua y caída en desuso. Sin embargo, creo
que es apropiada para definir algunas características que se verán en el
desarrollo del trabajo. El proteccionismo, la sustitución de importaciones, el
estado empresario, el desarrollo de la industria a costa del campo, control de
precios, influencia castrense en la definición de la matriz productiva, recelo
vecinal, antiimperialismo contra EEUU (Europa no), formación de una oligarquía
de empresarios prebendarios y gremialistas corruptos, federalismo retórico,
desequilibrio territorial, concentración demográfica, son dimensiones que
atravesaron como una flecha el periodo de la decadencia argentina que ya lleva
ocho décadas. Salvo algunas excepciones, fueron gobiernos civiles y militares
los que mostraron esas características. Una curiosidad: de los partidos
políticos –no muy afectos a escribir grandes alegatos sobre sus visiones- fue
el partido Comunista el que logró un corpus coherente sobre esta por llamarla
de algún modo postura ideológica (aunque su intención declamada fuera combatirla).
Eso se vio en las décadas del cuarenta, cincuenta, sesenta y parte del setenta
del siglo pasado; no tanto en el caso de la Unión Democrática (1945/6) que por
razones del momento ponía más el acento en el antifascismo, pero sí en las
concepciones que llevaron a la formación del Encuentro Nacional de los
Argentinos (ENA) a principios de los setenta y que tuvo al PC junto a otros
partidos democráticos un entusiasta impulsor. Los orígenes de esta “desviación
burguesa” del PC nace del VII Congreso de la Internacional Comunista celebrado
en 1935 bajo la batuta del búlgaro Georgi Dimitrov que da lugar a la formación
de los frentes populares que tuvieron en Francia, Chile y España sus expresiones
más resonantes. Igualmente, el PC argentino nunca pudo resolver
satisfactoriamente su relación con el peronismo, atrapado en el intríngulis
conceptual de no saber como abordar la doble condición de un partido
predominantemente proletario y sus orígenes ideológicos influenciados por el
franquismo español y el fascismo italiano.
[ii] Raúl Prebisch, asesor de Roca,
afirmó: "Sigo estimando, y puedo demostrarle a quien quiera, que el
acuerdo era lo único que podía hacerse para la exportación argentina del
desastre de la gran recesión mundial. No fue un acuerdo dinámico. Fue un
acuerdo de defensa, en un mundo económico internacional que se contraía".
http://www.lanacion.com.ar/799792-prebisch-un-multifacetico-y-polemico-economista
[iii] Si hubiera que
elegir un arquetipo de este formato ideológico, creo que uno de los candidatos
con más chances sería Aldo Ferrer. Fundador del grupo Fénix tiene una extensa
trayectoria en los elencos oficiales. Participó como funcionario en los
gobiernos de Alende, Levingston, Lanusse, Alfonsín, Menem, de la Rúa y el
matrimonio Kirchner. Su vigencia en gestiones tan diferentes es de por sí
indicadora de que en ellas habrá habido algo en común. Es autor del libro
“vivir con lo nuestro” (morir con lo puesto).
[iv]
http://www.lanacion.com.ar/1856924-perturba-en-el-circulo-rojo-el-apoyo-del-gobierno-al-campo
[v] Estímulos y
respuestas operan en tiempo real a lo largo del planeta; la simultaneidad
genera un trastrocamiento epistemológico que afecta la forma de conocer. En el
plano simbólico, el hombre, que nunca había podido salir de su seno materno, la
tierra-, da inicio al soñado periodo de su internación en las insondables
profundidades del espacio celeste.
[vi] Hubo varios,
entre ellos, los organizados por la comisión Trilateral, el club de Roma, el
grupo Bilderberg, the Council on Foreign Relations, the Brookings
Institution y otros grupos que se los suele presentar como de tinte conspirador
aunque sus trabajos y conclusiones son en general de libre acceso.
[vii] El ejemplo de www.tambero.com es
impresionante. Puede verse en http://www.lanacion.com.ar/1858503-una-app-argentina-para-tamberos-de-todo-el-mundo
[viii] En el diario del domingo aparecen las siguientes
noticias. 1) se pelean Lázaro Báez y Cristóbal López, 2) el FPV se dividió en
la PBA por el tema de la aprobación o no del presupuesto; otro tanto los
intendentes peronistas, 3) el gobierno dialoga con D’Elía y Pérsico por el
mantenimiento de las cooperativas de trabajo, 4) Bielsa valora los quilates de
Rosatti y Rosenkrantz y propone apoyarlos para la Corte Suprema. Y esto recién
empieza...
[ix]Claramente salió
a diferenciarse el sciolista Gustavo Marangoni. Ver http://www.lanacion.com.ar/1858074-el-nuevo-rol-del-peronismo-en-la-oposicion. Hoy se conoce
que Massa va con Macri a Davos.
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