Mayonesa cortada
La muerte del peronismo
no se debe a las factores que tradicionalmente lo han llevado a situaciones de
crisis; de las cuales, dicho sea de paso, siempre ha terminado saliendo. Ahora
pasa otra cosa distinta, algo que ese movimiento nunca sufrió: un cambio de
paradigma. Como todo organismo vivo, y los partidos lo son, tienen vigencia en
tanto sean funcionales al contexto en el cual han nacido y se han desenvuelto.
Cuando se da un cambio en la condiciones de la realidad, algo que andaba en el
anterior orden, deja de hacerlo; la compatibilidad se resiente o desaparece. El
peronismo, como consecuencia del triunfo de Cambiemos, ha perdido sentido, y no
podrá recuperarlo. El sentido es un vector que se mueve en sincronía con el
progreso –al que retroalimenta- mecanismo sin el cual lo vivo pierde animación. La otra parte del
trabajo se refiere a algunas de las acciones del gobierno de Cambiemos, las
principales a mi juicio, que están indicando el cambio de paradigma.
Aunque siempre terminó resucitando, la muerte del peronismo
ha sido mentada más de una vez. Las razones esgrimidas son parecidas: pérdida
de cajas, retroceso electoral, dispersión territorial, ambiciones irreconciliables.
Sin embargo, los pronósticos agoreros nunca hicieron caer en el desánimo a los
partidarios del General. El mismo Perón dijo que los peronistas eran como los gatos:
cuando parece que se pelean en realidad se están reproduciendo. La pregunta es
si esos ciclos reproductivos se repetirán toda la vida; más concretos, si a
pesar de los sinsabores momentáneos, los peronistas van a lograr religarse. Soy
de los que piensan que las cosas son hasta que dejan de serlo. Sobre todo, que a
diferencia de las anteriores oportunidades, ahora hay un cambio que no emerge
del peronismo pero que sí lo incluye.
En la historia argentina hay dos ejemplos a tener en cuenta.
El primero es la revolución de 1955 que desplazó del poder a Perón y lo manda
al exilio, ausencia que prendió la llama del revanchismo entre sus partidarios.
Efectivamente, a pesar del desbande, no pasó mucho tiempo para que los
peronistas se propusieran volver, como efectivamente ocurrió, directa o
indirectamente, con Frondizi, el golpe de 1966 o en 1973. El segundo es
Caseros, en 1852. El desplazamiento del rosismo no dio lugar a la alternancia;
el partido federal fue barrido de la historia. Lo que ocurrió fue un cambio de
paradigma, sin grieta, ni orillas enfrentadas que dieran lugar a sucesivos
cambios. Por el contrario, luego de una década de (des)estabilización, se
dieron las condiciones para barajar y dar de nuevo. La presidencia de Mitre en
1862 fue el inicio del primer ciclo largo de crecimiento nacional.
Normalmente los cambios paradigmáticos tienen decisivos
componente de factores exógenos. En el caso de la caída del rosismo, los
cambios se produjeron en medio de procesos de modernización en todo el mundo,
por ejemplo, la guerra civil norteamericana o la restauración Meiji en Japón. El
modelo agroexportador vigente hasta 1933, fue la expresión telúrica de esas
corrientes renovadoras. Lo que pasa ahora en la Argentina es una manifestación
algo tardía de la culminación de la fase superior de la globalización que se
inició en los setenta del siglo pasado. Esa corriente –más bien un vendaval- entre
otros menesteres llevó a cabo la implosión de la ex Unión Soviética,
industrializar al gigante chino, y transnacionalizar el 70% de la economía
mundial (una salvedad: a contramano, el modelo nacionalista burgués que
inspiró entre tantas otras nuestra octogenaria decadencia, ahora es retomado total
o parcialmente por algunos regímenes europeos y de otros continentes, obvio,
sin tocar un ápice de la parte globalizada de la economía).
Para cerrar esta introducción. Hay uno de los problemas del
peronismo -aparte de los mencionados - que es insalvable. Es el hecho de que ha
caído en desuso; es decir, le pasa lo peor que le puede pasar a cualquier
organismo vivo: pérdida de sentido.
Su dispersión es como una mayonesa cortada, no hay manera de religarla por más
aceite que se le agregue. El desligue no ocurre por su culpa; es una consecuencia
directa de la reconfiguración del sistema político argentino. Cambiemos encarna
ese salto (según una vulgata lo hemos denominado cuántico en otros trabajos),
que dará lugar en lo sucesivo a una serie de reacomodamientos tratados aquí
sucintamente, casi a nivel de enunciados, dada las limitaciones de este
trabajo.
El peronismo exangüe
Como variantes de una misma obra, los distintos modos de la
política –según se mire, con civiles y militares, de tono neoconservador o
progresista- han sido funcionales en forma más o menos explícita a la
configuración de estructuras físicas y mentales vigentes en las últimas décadas,
y extendidas horizontalmente a lo largo de nuestra sociedad. Aunque se puedan
identificar distintas escuelas ideológicas, hay invariantes que permiten ver la
repetición de los patrones conceptuales. Fueron características:
proteccionismo, regulación de la vida económica, sustitución de importaciones, fomento
al estado empresario y empleador, burocratismo e ineficiencia estatal,
prácticas prebendarias en la industria, renuencia a la innovación tecnológica, desprecio
al campo, corrupción gigantesca detrás de la supuesta defensa de la soberanía
energética, monopolio de los cielos como forma de encubrir las falencias de la
aerolínea de bandera, decadencia y falta de racionalidad en el transporte,
desequilibrios territoriales y demográficos, gremialismo mafioso, federalismo
retórico, ostracismo y falso orgullo nacional, etc. La receta del nacionalismo burgués en cualquiera de
sus expresiones llegó a contener cada uno de los ingredientes anotados.
Está claro que no es el único actor, pero el peronismo ha encarnado
el papel protagónico en la decadencia; casi se podría decir que nace y actúa a
lo largo de ese periodo blindado de nuestra historia. Ahora, en el ocaso, la tragedia
muta en farsa; estamos presenciando una comedia de enredos. Algunos periodistas
con sentido del humor se han hecho el plato con Barrionuevo y sus muchachos
tomando por asalto la sede vacía del PJ en Matheu 130 de la Capital Federal.
Que desaparezca el peronismo no quiere decir que lo hagan
los peronistas; sobre todo, porque siguen siendo unos cuantos. Por un lado, según
los nuevas factores gravitantes, la dispersión ira erosionando sus
posibilidades nacionales, a la par de ir aumentando, por el otro, la densidad de
las expresiones locales, provinciales y regionales. Nadie puede desconocer que
Cristina Kirchner tiene, por lejos, la mayor cantidad de votos, y, por lo visto
hasta ahora, es un factor anticoagulante insoslayable. En ese escenario es
difícil imaginar que una expresión peronista no kirchnerista adquiera
competitividad en lo inmediato, y que ese retardo no actúe progresivamente para
acentuar la irreversibilidad de su descomposición; es decir, su incompetencia
por cambio en las condiciones de desenvolvimiento. El desparramo puede dar
lugar a diversas opciones.
Es probable que prevalezcan los intereses de los caudillos por
mantener influencia territorial. Dada la versatilidad de los peronistas, es
esperable cualquier combinación; al respecto, existe entre los peronistas una
enorme experiencia. Una de las variantes más interesantes es lo que se puede
gestar alrededor del Frente Renovador en el espacio de centro izquierda o
“progre” con otras fuerzas de diversa
procedencia. Pero esa alternativa ya no
sería peronismo de pura cepa. La otra, que es inevitable y se desenvuelve
rauda, es la incorporación bajo diversas formas al espacio de Cambiemos. Lo que
sí hay que descartar es la vuelta al pasado caracterizado por la singularidad
del peronismo y su capacidad de convocatoria.
Lo reconfiguración del sistema político debe entenderse
asimismo con relación a las corporaciones que contienen a una parte importante
de la sociedad argentina, donde también se hace política. El salto cuántico
implicado en el cambio de paradigma, hace que las diferenciaciones que asoman
en la cotidianeidad, vayan abonando los diseños por medio de reciclajes,
combinaciones diversas, o la creación de nuevas organizaciones representativas.
El cambio de época ha venido para quedarse porque está promovido y controlado por
una situación exógena que engloba a nuestro país a través de diversos
mecanismos. Para entender lo que está pasando, es menester tomar cierta
distancia de las urgencias del día que, como ocurre siempre, se van sucediendo
unas a otras en un proceso de resolución paulatina, fatalmente representadas
por la parte vacía del vaso medio lleno.
¿Gradualismo?
Nunca en la historia de nuestro país un gobierno abordó
problemas estructurales con tanta profundidad y sin ataduras a intereses
espurios, Cambiemos va siendo capaz de meter el cuchillo hasta el hueso. A
pesar de los resultados evidentes que se van logrando para desarticular
corporaciones consolidadas -que son causa y consecuencia del atraso que ha
sufrido nuestro país durante ochenta años-, hay una parte de la sociedad que
sufre aún de desconcierto. En la opinión pública, se han instalado otros temas,
de mayor visibilidad por su aparición en las primeras planas, que son la
comidilla diaria de algunos comunicadores. Sin embargo, desde un punto de vista
estratégica, Macri está actuando sin prisa pero sin pausa según tres ejes
principales: 1) infraestructura de conectividad, 2) desarticulación de las
corporaciones para evidenciar la corrupción sistémica, 3) reindustrialización.
Todos los otros asuntos pendientes, también de índole estratégica (pobreza,
educación,) que enfrentan tanto el gobierno como la sociedad en su conjunto
son, en gran parte, heredados; pero llegar a las tasas de eficacia esperadas, no
es posible en tanto no se logren las soluciones referidas a una diversidad de
temáticas que giran en torno a los tres ejes mencionados.
Marco Polo
En la cumbre de China del G20, en 2016, Macri dijo que la conectividad es la clave del momento. ¿Qué
quiso decir? Conectividad, referida a la comunicación, es una noción que refleja
la forma en que se establecen interacciones a todo nivel. Comunicación es información en tránsito, no solo la de las redes
sino, en un sentido más general, una diversidad de flujos materiales y
virtuales de intercambio (comerciales, turísticos, poblacionales, aspiracionales,
etc.), que operan sobre el territorio y las personas que atraviesan. La
configuración territorial, tomada en el sentido más amplio de la acepción, es
la variable principal para el despliegue generalizado de las interdependencias
globales, por tomar un caso, para potenciar las relaciones sur-sur en el mundo,
dejando de lado el paso obligado, vigente hasta ahora, por los países
centrales. En ese marco nace la nueva Ruta de la Seda, denominación que
rememora las travesías del mercader veneciano en la Edad Media. La propuesta,
en última instancia, implica que por ese medio, una infraestructura de
conectividad radio céntrica -derivada de las dependencias coloniales,
neocoloniales e imperialistas- vaya siendo suplantada por otra concebida según
un diagrama de conexiones en red, con las ventajas que ello trae aparejado en
materia de sinergias y regulaciones entrópicas.
Nuestro país es un caso prototípico. Su infraestructura
informativo comunicacional, en forma de embudo, es una consecuencia del modelo
agro-exportador que dispuso que la salida de la producción debía hacerse exclusivamente
por el puerto de Buenos Aires. No fue el único vector con esa dirección y
sentido. La fuerza centrípeta generada por una multiplicad de factores convergentes,
en realidad se venía manifestando desde la época de la colonia; fue la que
provocó el
principal problema estructural que afecta a nuestro país: el desequilibrio
territorial y su consecuencia demográfica. De esa especie de cancha inclinada
en que se ha transformado el mapa nacional, su manifestación más dramática es
el conurbano bonaerense.
El gobierno de Cambiemos ha emprendido un programa de obras de una
magnitud sin precedentes en nuestro país; para tener una idea de las
realizaciones, basta con recorrer el interior. En todos lados, a lo largo y a
lo ancho del país, en las provincias más postergadas en primer lugar, es muy alentador
ver una multitud de máquinas amarillas en las rutas, escuchar el bip bip que anuncia su incansable labor,
para verificar que lo que se ha dicho que se va a hacer, se lo está haciendo.
Por cierto no estamos acostumbrados a ese nivel de actividad en la
administración pública. Surgen diversas interpretaciones. La más común, es
aquella que vincula las obras con la obtención de favores electorales dado que
en nuestro país, cada dos años, hay que hacerse cargo de ese costoso cometido...
y una obra siempre ayuda. Puede que en parte sea así, y no está mal que ello
suceda en tanto, claro está, que lo prometido se cumpla, y que no haya los
desvíos que han sido tan característicos. Pero el verdadero objetivo, el más
profundo, es otro.
Sin cambiar la configuración de embudo comentada más arriba, no
hay desarrollo federal. Esa transformación se ha iniciado con un conjunto de
proyectos de variado tipo. Uno de los principales, el Plan Belgrano, permitirá
sinergizar las provincias del norte, habituales feudos del peronismo. La
conexión horizontal y la salida al Pacífico darán lugar a un cambio copernicano
en los medios productivos, y, en consecuencia, las condiciones de vida y de
trabajo para los sectores más pobres de esa meso región. Por su parte, el
desarrollo del ferrocarril en sentido horizontal le irá confiriendo al camión la
dimensión que le corresponde y que nunca se debió haber obviado. En el caso de
la zona metropolitana, bicisendas y metrobuses irán creando las condiciones
para desarticular o racionalizar las obligadas trayectorias periferia centro. Y
los tres más importantes de todas: las low cost, el RER y el Paseo del Bajo.
Por primera vez, desde la creación del Virreinato del Río de la Plata, se puede
pasar por Buenos Aires sin la obligación de descender. Con las low cost, a un
conjunto creciente de lugares del interior se les posibilita emprender y
alcanzar sus destinos, de cabotaje o internacionales, sin la obligación de desembarcar
en Buenos Aires, o sea, sin pagar peaje; una verdadera contribución al inicio
del proceso de desconcentración territorial. Así, con las nuevas políticas para
el transporte aéreo, se ha puesto en marcha (¡por fin!) un programa de cielos
abiertos que debería culminar cuanto antes con la privatización o desaparición
de nuestra aerolínea de bandera. Los países desarrollados lo saben: el turismo,
los viajes familiares o de negocios, no se consuman a bordo; comienzan y
terminan en la escalerilla del avión. Todas estas políticas, programas y
proyectos son el paso inicial para cambiar la matriz informativo comunicacional
radio céntrica por otra reticular, de trama y urdimbre, condición sine que non
para el desarrollo nacional y regional.
Glasnost
Sin ser un país soviético, la Argentina muestra una serie de
atributos que lo hacen parecido. Ante todo y aunque no se lo crea, está en el “top
five” de los países con economías más cerradas del mundo, (sobre 138 censados
ocupa el puesto 136), solo superado por Irán y Venezuela. Sin embargo, no es
procedente adjudicar ese logro exclusivamente al peronismo; por el contrario, es
la consecuencia de una forma ideológica ya mencionada, el nacionalismo burgués,
que ha atravesado sin desmayos los ochenta años de decadencia nacional.
Hay quienes llaman populistas a ciertas prácticas de gobierno a
pesar de que las mismas puedan encontrarse tanto a la derecha como a la izquierda
del firmamento. En contraposición, hay una cantidad creciente de otros autores
que abdican del término por impreciso. Para zanjar la controversia, conviene
reparar en los contenidos, modos y estilos que tipifican tanto el comportamiento
de los gobiernos como los sentimientos que pueblan el imaginario de las
sociedades. ¿Cuáles son esas características, por lo menos en la Argentina de
la decadencia?
“G20. Argentina global”, las identifica como
“proteccionismo, regulación de la vida
económica, sustitución de importaciones, mantenimiento del estado empresario y
empleador, burocratismo estatal, prácticas prebendarias en la industria,
desprecio al campo, corrupción gigantesca detrás de la supuesta defensa de la
soberanía energética, monopolio de los cielos como forma de encubrir la
ineficiencia de la aerolínea de bandera, decadencia y atraso en el transporte,
desequilibrios territoriales y demográficos, gremialismo corrupto, federalismo
retórico, etc.”
En materia de trayectorias históricas, todo tiene su costo, nada
es gratuito. Ese conjunto de prácticas, que ya forman una parte sustantiva de la
idiosincrasia nacional, han sido determinantes para el estado de postergación
que nos afecta. Es lo que desde afuera no se puede entender, a pesar de que se lo
intente explicar por cierto en forma poco convincente; por el contrario, nosotros
estamos mimetizados con esas falencias, al punto de que no siempre son vistas
como frustraciones sino como el estado natural de las cosas.
Abrir la sociedad argentina es una labor ardua, en primer lugar,
porque quienes deben hacerlo son o han sido parte de un sistema de privilegios de
larga data. En ese contexto, la proveniencia empresarial del presidente
argentino y de muchos integrantes de su gobierno, los hacían los menos (o los
más, según desde donde se mire la disyuntiva) indicados para ese menester.
Macri es un empresario de la construcción, lugar donde se registran los mayores
casos de corrupción (obviamente para sobrevivir en ese ámbito hay códigos
insoslayables). Pero, por otra parte, por esa misma identidad de origen, él, y
muchos de sus colaboradores, conocen bien las reglas ocultas del negocio. Pero
la vida te da sorpresas; es cuando irrumpen los cisnes negros. El gobierno de
Cambiemos está encarando una labor desestructurante de las corporaciones, sin
antecedentes ni contemplaciones, condición necesaria para poner en evidencia sin
tapujos la corrupción que recorre sus meandros.
Consultando los registros, en las últimas décadas la experiencia
es sugerente. En 1978 el Príncipe Bernardo, abuelo político de nuestra Máxima, fue
agarrado en un renuncio con motivo de la compra por parte del estado holandés
de aviones de la Lockheed; además del impacto de la noticia, se ponía en
evidencia que la cosa venia en serio si los correctivos comenzaban a aplicarse
a esas alturas. Otro de los hechos referidos a la corrupción en los años
noventa fue la mani pulite en Italia.
En nuestro caso, luego de la derrota del peronismo, la situación se muestra
pletórica de hallazgos sorprendentes, y los respectivos trámites judiciales
están todos en curso. Desde hace 10 años el G20 se ha puesto al hombro el cometido
reparador. Es decir, esas movidas, a pesar de la magnitud de los intereses en
juego, han dejado de ser espasmódicas. Forman un proceso continuo de depuración
que abarca todo el planeta.
Según una vulgata del teorema de Gödel, un sistema no se puede
explicar a sí mismo. Por ello, es difícil sino imposible imaginar lo que sería
la argentina sin corrupción. Lo que sí está claro es que la continuación de ese
proceso de depuración que ha iniciado Cambiemos, como sin duda lo será, tendrá
una serie de consecuencias positivas para la reinserción de Argentina en el
mundo.
Schumpeter
Cuando el curso de la actividad industrial es favorable no hay
motivos para las preocupaciones. Por el contrario, con las dificultades, florecen
los problemas. En estos casos, tradicionalmente la economía ha ofrecido ciertas
recetas, de alivio momentáneo, que a poco andar retrotraen la situación al conflictivo
punto de partida. La decadencia argentina está plagada de esas salidas
ilusorias. Lobbies activos, medidas proteccionistas y de varios tipos de las
cuales hay una vasta experiencia, acercan la medicina que calma pero no cura.
No parece ser la política de Cambiemos. Una serie de medidas –por ejemplo la
paridad cambiaria- hace que los industriales no puedan apelar a los recursos
con que han contado en otras oportunidades. Dada la nueva situación, la
disyuntiva es de hierro: innovar o morir; destrucción creadora según la
concepción schumpeteriana…
No se dispone de indicadores sobre el grado de innovación de la
industria nacional. Sí existen algunos indicios que estarían marcando una
tendencia. Se calcula que 2/3 de las importaciones son bienes de capital, un
dato que estaría connotando favorablemente el fuerte déficit de la balanza
comercial. Es clara la diferencia. Una cosa son las chucherías chinas que contenían
los conteiners del contrabando kirchnerista, y otra cosa es maquinaria para
modernizar la industria y/o crear nuevas, para hacer más competitiva, en el
mercado global, nuestra producción. Son de las novedades que no se ven pero hacen
a la diferencia entre el actual modelo y el heredado.
Puede haber proteccionismo momentáneo (incubación). Empresas
promovidas de otro perfil con mayor valor agregado, cerca de la producción de
insumos, innovativas, que pueden competir en el mercado externo. Las que
sobrevivan tendrán que tener la capacidad de instalar filiales, si ello fuera
conveniente, en otros países. Lo viejo será motivo de programas específicos y circunstanciales
referidos a la preservación de los puestos de trabajo (recapacitación,
traslados territoriales, nuevas empresas, etc.,)
Nuestra preocupación, más que en los limones a EEUU (inestable,
poco valor agregado, sujeto a los caprichos de Trump), tiene que estar enfocada
en aquellos sectores en los que somos más fuertes y competitivos, por tomar un
caso, servicios agrícolas, (maquinarias, técnicas, know how, genéticas, etc.)
pensando en las decenas de países de África y Asia que puedan demandarlos. De
esa manera Argentina puede armar una red autónoma en todo el planeta, que
sustente las negociaciones con los mercados tradicionales como los que
reactivará el inminente acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea.
---o0o---
La realidad es como la cebolla, tiene capas; algunas más profundas,
otras periféricas. El proceso abierto en nuestro país es apasionante. Desde cualquier
lugar que lo abordemos, veremos cambios, sutiles algunos, apenas perceptibles
para una mirada distraída; en otros casos impactantes, como la irrupción de cisnes
negros, pero siempre en el sentido de situaciones que no tienen antecedentes. Es
una buena oportunidad para ir garabateando, en forma conjunta, algunas líneas
que vayan más allá de las obviedades cotidianas. A cincuenta años del mayo
francés, la imaginación al poder.
Ing. Alberto Ford
La Plata, 20
de abril de 2018
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