Para guerras,
las de antes.
La pandemia del coronavirus ha puesto al mundo en pausa. Pero los procesos
que venían despuntado antes de la aparición del virus no solo no cesarán sino
que se verán acelerados. Uno de ellos es la guerra comercial entre China y
Estados Unidos; es el objeto del presente trabajo. No es fácil abordar el
universo del comercio internacional por sus laberintos, complejidades y
ocultamientos. Para ello, hago una somera clasificación de los bienes y
servicios que son transportados por redes y contenedores, para ver en qué
consiste esencialmente la disputa entre los dos gigantes de la economía. Las
características de la guerra no son las mismas para los dos países aunque, si
reparamos en las implicancias, hay consecuencias similares. Esos efectos, dado
el peso específico con que interactúan en la escena internacional, se notarán
fuertemente en la evolución de los procesos globalizadores.
Aunque todo será
distinto al final de la pandemia, luego de que se haya descubierto la vacuna
del COVID-19, las tendencias que venían despuntando antes de la irrupción del
virus no solo se mantendrán sino que, según algunos analistas, se verán
aceleradas. Una de ellas es la evolución de la guerra comercial entre los EEUU
y la RPChina. Hablar de un conflicto de esas características –tal vez con una
denominación un tanto exagerada para quien se pasa la cuarentena viendo videos
de la Segunda Guerra Mundial, particularmente los de Europa del Este- requiere
de algunas precisiones habida cuenta de la complejidad del comercio, cuyos
andariveles son recorridos por la mayor cantidad de flujos de los que conectan
las distintas geografías del planeta.
--o0o—
El comercio
internacional se compone de bienes y
servicios[i].
Unos son tangibles y los otros intangibles. Los servicios circulan por las
redes en tiempo real, y son difícilmente controlables. A su vez, los bienes se
dividen entre productos terminados, y
las partes con que se ensamblan esos
productos. Todos los bienes van por contenedores que son cargados en grandes
barcos, pero también, en menor medida, son trasladados por tren y por avión. La
proporción entre los bienes comerciados es muy desigual: el 90% está compuesto
de partes; son las que forman las llamadas cadenas globales de valor (GVC por
su sigla en inglés); el 10% son bienes terminados. Es lógico: a un automóvil le
corresponde 1 (una) posición arancelaria; pero la misma unidad le corresponde a
cada una de las miles de partes con que se ensambla. Como las terminales
normalmente operan con piezas que provienen de distintos países, el paso de
cada una de ellas por la aduana explica la disparidad.
Aunque la
presentación de las posiciones arancelarias en disputa se cuantifica por montos
en dólares, sin especificar, por lo menos en público, los bienes involucrados,
se supone que el litigio entre los dos gigantes de la producción y el comercio está
referido básicamente a productos terminados[ii].
Si eso no fuera así, la guerra ya no
sería binacional, involucraría para cada bien final a los distintos países
que proveen sus partes, y la producción global se vería seriamente afectada por
un caos inmanejable.
--o0o—
El comercio estadounidense
con la RPChina sufre un déficit de U$S 375.000 millones (¡). Cuando Trump sube
los aranceles de miles de posiciones, esa medida tan inconveniente para los
chinos le significa a EEUU recuperar cuotas gigantescas de mercado; son las que
comenzaron a perder, a partir de los ´80 del siglo pasado, cuando miles de
fábricas norteamericanas (y de otros países capitalistas industrializados) se
relocalizaron llave en mano en el Lejano Oriente. Se inició así la operación
logística más grande la historia que fue capaz de llevar a un país diezmado, como
era la RPChina en ese momento, a ser la primera infraestructura productiva del planeta.
Ahora ha llegado el momento de poner las cuentas en orden y pagar los favores
recibidos.
Siendo medidas de
efectos simétricos, lo que EEUU gana lo pierde China en cuotas de mercado[iii].
China y sus 8 millones de empresas (de ellas 99% son pymes)[iv]
se ven ante el desafío de encontrar la forma de sustituir a los clientes que se
llevaban la mayor parte de su producción. Por ahora la respuesta china es
débil. La restricción a la importación de soja norteamericana, aparte de poco
sostenible, no es una medida estratégica[v].
Además, China sigue dependiendo de EEUU porque carece de la tecnología
necesaria para la fabricación del chip que va en los dispositivos 5G de la
firma Huawei. La dependencia tecnológica de China, desde el origen de su reindustrialización,
es un tema no siempre bien comprendido[vi].
Obviamente,
acciones de la envergadura de las que se están tomando para desandar el camino iniciado
a principios de los setenta con las conversaciones organizadas por Henry
Kissinger entre Richard Nixon y Mao Tse-tung con el fin de dar inicio al proceso
modernizador chino, no podrían haber tenido lugar si no estuvieran en juego,
como pasa siempre en estos casos, cuestiones que no son las que aparecen en la primera
plana cuando se describen los conflictos.
--o0o—
Sin ser totalmente
como parte de la guerra, pero simultáneamente, EEUU continúa intensificando la relocalización
en territorio nacional de sus empresas provenientes de distintos lugares del
mundo; el retorno está acompañado de una fuerte repatriación de capitales. Solo
Apple anunció la vuelta de 350.000 millones de dólares y la creación de 20.000
puestos de trabajo.
La combinación de
los distintos factores, al calor de la consigna del “American First” de Trump
(una reivindicación de la que forma parte “Buy American” a la que desde ya ha
adherido Joe Biden, el candidato de la oposición), genera condiciones
expansivas para su economía que no necesariamente son solucionables en los
marcos restringidos de su territorio. El aislacionismo norteamericano promete
derivaciones; depende de para dónde se apunte.
El inicio de la
fase superior de la globalización, que coincide con (o será favorecido por) la
pandemia desatada por el coronavirus, implica, como he sugerido en un trabajo
anterior[vii],
la disposición temporal del mundo en macrorregiones. Una de ellas, que nos
interesa en forma directa, es el hemisferio americano.
Varios países de
la región, entre ellos el nuestro, se pronunciaron el mismo día hace dos
semanas sobre la importancia de tener un Plan Marshall para recomponer los
daños causados por la pandemia. Se da una coincidencia entre oferta y demanda.
EEUU cuenta con los suficientes recursos (capital, tecnología y cuotas de
mercados para asignar) como para jugar el mismo papel que le cupo en la
reconstrucción de Europa luego de la Segunda Guerra Mundial. La ecuación tiene
unas pocas variables y es muy factible de llevarse a cabo.
Cuando se trata
de repatriar empresas desde China, no está previsto que tengan que retornar las
máquinas y las instalaciones. El entorno de su base fabril no cambiará como
tampoco el tipo de organización de sus grandes empresas. Estas, que arrancaron
como propiedad compartida, ya son empresas globales solo que identificadas con
nombres chinos. Si nos tomamos el trabajo de averiguar cómo están constituidas
dos de las más grandes y representativas -TCL y Huawei- veremos que en su
capital accionario hay pluralidad de intereses con empresas provenientes del
universo trilateral[viii].
Todo quedará como
era entonces. La diferencia es que esa gigantesca infraestructura fabril ya no podrá
gozar de la demanda con que era favorecida por los mercados occidentales. La
ventaja es que la envergadura poblacional del Lejano Oriente permite encarar
proyectos de cualquier magnitud. El otro aspecto decisivo, es la Nueva Ruta de
la Seda, que le reportará a China una vía segura para la colocación de sus
productos.
--o0o—
Esta es una
guerra sui generis. Cuando todas las fuerzas estén desplegadas, y lo que hoy se
presenta como conflictivo muestre su verdadero rostro schumpeteriano, veremos que la globalización se verá fortalecida.
La destrucción creadora de sistemas que pueden y deben ser perfeccionados
sumado a la disposición de suficientes recursos, tecnológicos y políticos, son
los objetivos que se plantearon las esferas de máxima decisión del sistema
capitalista hace algo más de cuatro décadas.
En 1977 la Comisión Trilateral puso manos a la obra con los
siguientes fundamentos, expresados sin tapujos ni medias tintas:
“mitigar la pobreza es una imposición de los principios
éticos básicos de Occidente, así como del simple auto-interés. En el largo
plazo es improbable un mundo ordenado si el alto ingreso de una de las partes
coexiste con una pobreza extrema de la otra, mientras cobra vida el ´mundo
único´ de la comunicación, de los problemas mutuos y de la interdependencia”[ix]
Los asombrosos
resultados obtenidos en China en unos pocos años demostraron que esas élites estaban
dispuestos a abordar el cometido, sabían cómo hacerlo y tenían con qué. Esos
logros con más razón pueden ser hoy alcanzados en todo el mundo, en condiciones
políticas, financieras y tecnológicas mucho más favorables.
Desde hace 10
años el G20 ha tomado la posta en forma visible y participativa. Lo certifica
la existencia de una esfera de actuación conjunta a nivel personal de los líderes de los países que aportan el 85%
del PBI mundial. El Grupo de los Veinte viene operando con gran eficacia para
que sus recomendaciones se cumplan, y las rendiciones de cuentas de su labor
estén publicadas en Internet. De ahí para abajo, como es natural, pueden darse
diversos tipos de ingenierías conflictivas -como la “guerra” que nos ocupa- pero
ninguna de ellas lo hará contradiciendo la voluntad inquebrantable de un poder
transformador de consenso como nunca se vio en la historia.
Ing. Alberto
Ford
La Plata, agosto de 2020
[i] McKinsey enumera los siguientes sectores de servicios:
telecomunicaciones, servicios empresariales, servicios de viajes, finanzas y
seguros, transporte. Se calcula que los servicios generan alrededor de un
tercio del valor representado por los bienes manufacturados. Menciona algunos
de los servicios que hacen posible la llegada de los bienes físicos al mercado:
I+D, ingeniería, ventas y marketing. Finanzas, recursos humanos.
[ii] Hay algunas escaramuzas con respecto a propiedad
intelectual y las GVC, pero son menores y tienen otras causales. Por ejemplo,
el tema de la copia y la propiedad intelectual en el primer caso (y la
provisión a Huawei por parte de EEUU del chip para los dispositivos de las 5G
que tiene motivaciones ligadas más a la seguridad de las comunicaciones y la
manipulación de los datos), y las cadenas demasiado extendidas en el segundo
caso, en función de lograr una mayor racionalidad territorial para incrementar
la eficiencia de los procesos productivos (la tónica, como se ve en los
documentos del G20, es que con las GVC no se jode). Estos contenciosos acompañan
pero no integran la médula propiamente dicha de la guerra.
[iii] no solo pierde mercado con respecto a EEUU también lo irá
perdiendo con respecto a los demás países trilaterales (Norteamérica,
industrializados de Europa occidental y Japón) que en conjunto relocalizaron
desde el inicio sus fábricas en suelo chino; estos países están haciendo lo
mismo que EEUU en materia de restricciones con respecto a China salvo que con
menor exposición. Muchas empresas “chinas” (en realidad de propiedad mixtas con
capitales occidentales, sin excepción en el caso de las grandes) han comenzado
a reubicarse en otros países del sudeste asiático o volver a repatriarse a sus
lugares de origen.
[iv] Datos oficiales en http://spanish.china.org.cn/spanish/14839.htm?fbclid=IwAR0hRee6tEDdMGeP-9D0TDv3qphV1Kn7jv2cORS1Kphr1j7o7YkkhECVdj0
[v] Está en marcha una disminución de la producción de
cereales en EEUU (por cambio climático o medidas fiscales) lo que obraría para
descentralizar al mundo de los emergentes la explotación agropecuaria extensiva
(una tendencia que es ley en el capitalismo: centrifugar producciones
primarias, de tecnologías más simples o contaminantes con el fin de irle
haciendo lugar a la innovación).
[vi] China carece de una investigación y desarrollo (I+D)
autónomos. Su punto de partida como país “normal” es muy reciente como para
completar el ciclo que va desde el descubrimiento científico hasta la puesta a
punto de una tecnología aplicable a la producción. Es una de las consecuencias
malditas de la situación de atraso que sufría cuando fue fundada la República
Popular en 1949, y de la Gran Revolución Cultural de los sesenta que destruyó
totalmente lo poco que se había formado en la vida académica, científica y
tecnológica, una infraestructura que para su maduración necesita un largo
período de labor continuada. La gran fuerza del conocimiento que sin duda China
posee, ha sido utilizada para la adaptación y mejoras (modelos de utilidad) de
tecnologías generadas afuera, que vinieron embarcadas en las miles de fábricas
que EEUU y el resto de los países industrializados instalaron a partir de los
ochenta. Para evaluar el potencial tecnológico de un país no alcanza con tomar
en cuenta el número de inventos o mejoras que ha patentado sino la importancia
crítica de cada una de esas patentes en los procesos productivos. Por ejemplo,
todo el proyecto 5G de Huawei depende de un chip de origen norteamericano que
China no está en condiciones de producir. La innovación es como la línea del
horizonte que siempre se puede ver pero nunca se alcanza. La masa crítica que
expresa la supremacía norteamericana, generada en sus laboratorios a partir de
los años ´30 del siglo pasado (cuando recibieron a todos los científicos
perseguidos por el nazismo que luego hicieron posible hace 75 años el proyecto
Manhattan, punto de partida visible de la Revolución científico tecnológica que
estamos viviendo), es inalcanzable incluso para los países europeos y Japón. Basta
con ver la cantidad relativa de premios Nobel el Física y Química. En relación
a sus limitaciones, China ha tomado medidas inteligentes: más de medio millón
de sus jóvenes están estudiando en EEUU. Obviamente, en las universidades
americanas los cazatalentos no se dan respiro. Así, los mejores egresados se
quedarán allá para continuar trabajando en sus laboratorios, y los que
eventualmente regresen a su país, ya lo harán como participantes en líneas de
investigaciones que son normalmente bi o multinacionales. Hay usos y costumbres
que en las ciencias duras, la tecnología y la educación, no se pueden soslayar…
[vii] Ver Lo que vendrá
en: http://ingenieroalbertoford.blogspot.com/2020/04/lo-que-vendra-el-trabajo-se_87.html
[viii] Las empresas grandes chinas sufrieron un tratamiento comparable
al que sufrieron las empresas de los países derrotados en la Segunda Guerra
Mundial. De empresas botín de guerra, sobre todo las alemanas y japonesas, pasaron
a ser multinacionales y luego globales. En el caso chino no son una reparación de
guerra sino empresas extranjeras que se instalan en su territorio aunque conservando,
obviamente, la propiedad que, en el caso chino, porque así fue dispuesto en los
convenios fundacionales, es compartida.
[ix] Richard N. Cooper, Karl Kaiser, Masataka
Kosaka, Robert R. Bowie, Towards a
Renovated International System, TFR #14, pág. 189, 1977. http://trilateral.org//download/doc/renovated_international_system_1977.pdf
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