¿Acefalía global?
Los postulados de las ciencias duras, más allá de los
lenguajes utilizados y las dificultades para su comprensión, siempre tienen
algún anclaje con la realidad. Con el uso, cuando esas formulaciones han
alcanzado su madurez, también pueden ser utilizadas, en forma de vulgatas, para
la interpretación de los fenómenos comunes. Eso pasa con la física cuántica o
la noción de entropía para tomar dos ejemplos cercanos. En este caso apelamos
al teorema formulado por Kurt Gödel, el nombre de un matemático nacido en el
imperio austrohúngaro (en territorio de lo que es hoy la República Checa),
cuyas proposiciones en los años treinta del siglo pasado tardaron mucho tiempo
en ser comprendidas y más aún aceptadas. El Teorema
de la Incompletitud, tal su denominación, se puede traducir al lenguaje
corriente como que un sistema no se
puede explicar a sí mismo. La introducción viene a cuento de que tal vez
sea tarea ímproba (o imposible) saber acabadamente lo que está pasando con la
pandemia del coronavirus; sobre todo, si como se dice, la globalización, en la inesperada
circunstancia, carece de liderazgo; es decir, está navegando a la deriva como
un barco sin capitán y sin timón.
Hay quienes aducen una supuesta ingobernabilidad mundial
frente al dramatismo de la crisis provocada por el COVID-19. Según esos puntos
de vista, el vacío de poder tendría su expresión más flagrante en la falta de
un liderazgo capaz de hacerse cargo eficazmente de la difícil situación creada.
No obstante, no queda claro con respecto a que época se hace la comparación;
tampoco la forma que haya adoptado en el pasado un supuesto liderazgo que pueda
oficiar de muestra testigo. A pesar de ese hueco ininteligible las afirmaciones
son tajantes, no dejan lugar para las dudas. Como siempre, todo depende del
color del cristal con que se mira. Veamos.
Las medidas adoptadas en todos los países del mundo tienden
a un control generalizado y excepcional: cuarentena, distancia social, tránsito
limitado, disposición amplia de la infraestructura sanitaria, suspensión de
tareas no esenciales, prohibición de reuniones físicas, clausura de fronteras,
cierre de comercios y fábricas, promoción del teletrabajo y encuentros
virtuales, paralización de la administración pública, trastornos en la economía
y las finanzas, etc., todas situaciones que ahora solo causan fastidio,
ansiedad y desconcierto, pero que -en su medida y armoniosamente- se justifican
en este caso ante una amenaza de riesgos indefinidos para la salud pública.
Con referencia a la prevención y las reacciones frente a la
crisis (y en algunos casos los alistamientos pospandemia), más allá de algunas
diferencias en el tono de las políticas adoptadas por los gobiernos, la
cuestión sanitaria ha mostrado, casi sorpresivamente, el poder de los estados
de todos los países del mundo; de paso, una vez más se ha evidenciado el
carácter multidimensional de la globalización.
Cabe preguntar si las coincidencias operativas, simultáneas
y generalizadas, pueden ser fenómenos espontáneos. El solo interrogante
llevaría a relativizar una percepción absolutista de las singularidades, así
como también a tratar de identificar algún tipo de logicial que estuviera inspirando el derrotero de las respuestas
nacionales y globales.
--o0o--
Aunque la atención de los medios está puesta como es natural
en los sucesos locales, los ámbitos de decisión internacionales han registrado
en las últimas semanas movimientos significativos. Veinte países, a nivel
presidencial y ministerial, realizaron actividades de coordinación relacionadas
al COVID-19 desde el 22 de marzo, momento en que la gravedad de la crisis
comenzaba a ser patente y generar una conciencia global de la misma. La agenda
se constituyó de la siguiente manera.
La cumbre de los líderes que integran el G20, que tuvo lugar
en ese momento, emitió un comunicado cuyo texto puso de manifiesto: 1) la
propuesta de constituir un frente unido para enfrentar en forma coordinada, sin
retaceos, la amenaza del COVID-19, 2) una fuerte preocupación por la pandemia y
las consecuencias del parate, 3) la decisión de salvaguardar la economía
global, la estabilidad financiera y propender al fortalecimiento de la
resiliencia, 4) la intención de mejorar la cooperación y el abordaje de
eventuales interrupciones del comercio global. La Cumbre, al reivindicar el trabajo
conjunto, ubicó en un plano de subordinación colaborativa a la Organización Mundial
de la Salud, el Fondo Monetario Internacional, el Grupo Banco Mundial y las
Naciones Unidas. Se decidió Inyectar U$S 5 billones (millones de millones) en
la economía global por medio de políticas fiscales, medidas económicas y
esquemas de garantía para contrarrestar los impactos sociales, económicos y
financieros de la pandemia. Tanto la premura con que se convocó la Cumbre como
el tenor de su comunicado, pusieron de relieve una estética de manifiesta autoridad,
sin dar lugar a interpretaciones ambiguas. Al mismo tiempo, los participantes mostraron,
comparativamente, la misma o mayor determinación que la evidenciada por el
Comunicado de la Cumbre G20 de Washington, que orientó la resolución de la
crisis global del 2008/9 en unos pocos meses.
A partir de la realización de la Cumbre del G20, tuvieron
lugar reuniones ministeriales en las áreas de: finanzas y bancos centrales
(31 de marzo y 15 de abril), comercio e inversiones (30 de marzo y 14 de
mayo), B20+L20+W20 (reunión conjunto de los engagement
groups sobre empresa, trabajo y mujer (5 de abril), energía
(20 de abril), salud (13 de abril), agricultura (21 de abril), empleo
(17 de abril), turismo (24 de abril), economía digital (30 de
abril), educación (25 de junio). Todas estas actividades estuvieron
referidas al COVID-19. En cada convocatoria hubo declaraciones y comunicados de
prensa. Toda esta información puede ser consultada con un Ctrl+clic en <http://www.g20.utoronto.ca/>.
No hay antecedentes de semejante corresponsabilidad en
ningún otro momento de la historia. Tanto la crisis de 1929, la Segunda guerra
mundial, la caída del muro de Berlín y la inmediata implosión soviética, el 11S
o el estrépito de Wall Street en 2008, han sido fenómenos conmocionantes a
nivel mundial. Sin embargo, ninguno de ellos dio lugar a la búsqueda de
consensos y la asunción de compromisos públicos como en esta oportunidad lo han
hecho -en forma conjunta, personal y pública- los líderes de los países que
aportan el 85% del PBI global.
La globalización ha entrado en una fase en que las políticas
fundamentales para la marcha de los asuntos mundiales se adoptan por consenso. Es
un proceso que tomó impulso a partir de los foros de los setenta del siglo
pasado, principalmente con la oportuna constitución de la Comisión Trilateral,
como la han demostrado, por el contenido y la modalidad de elaboración, sus 14
informes iniciales (TFR 1/14)[i].
Empero, la evidencia de una administración global recién pasó a primer plano
hace 10 años que es cuando el G20 se consolida como un sistema de poder
informal.
¿Por qué poder informal? El G20 no toma decisiones; carece
de una estructura adecuada para efectivizarlas. Tampoco estuvo previsto que la
tuviera. Sí es un fenomenal mecanismo funcional, con una capacidad quasi
ilimitada de elaborar normas, patrones y procedimientos para orientar en forma
de recomendaciones los procesos fundamentales
que se desarrollan en el marco de la globalización. Todo de común acuerdo[ii].
Las normas son
los valores, las categorías axiológicas que se establecen como referencia para
la convivencia y el desarrollo de las sociedades. Los patrones son los modelos que se consideran los más exitosos para el
logro de resultados perseguidos según aquellos valores; por ejemplo, el
funcionamiento de los mercados. La democracia es el procedimiento de gobierno comúnmente aceptado para el alcanzar los
objetivos. Lo nuevo son modalidades adoptadas para el ejercicio del poder: la toma de decisiones y la administración operacional, que son descentralizadas a las unidades de
gobiernos nacionales. Por eso el G20 carece de burocracia y puede ejercer el
poder por medio de la delegación de
sus sugerencias en instancias subalternas (la garantía del cumplimiento está en
quien es el que delega)[iii].
La presidencia argentina y los respectivos ministerios
participaron de la Cumbre (summit) y
los encuentros (meetings) anotados.
Opinaron y firmaron. Son parte del consenso del establishment global. A ese
nivel, pero ya en el plano nacional, las medidas son diseñadas sin transgredir
lo acordado aunque con particularidades en sus modos de implementación. A
medida que van descendiendo, los flujos decisionales van perdiendo la precisión
con que arrancaron debido a los sabores locales que matizan las directivas. Sin
embargo, el élan vital permanece
inalterable. Es lo de todos los días.
Mi impresión es que estamos viviendo el más eficaz, complejo
e innovativo experimento de gobernabilidad de la historia. No hay antecedentes
comparables para su ponderación. Las Naciones Unidas nunca dejaron de ser un refugio
de burocracias improductivas, carentes de todo peso para enfrentarse a los distintos
conflictos que desde su nacimiento fueron dramatizando la escena internacional.
Por el contrario, los resultados logrados a consecuencia de las formas
emergentes de gestión se suceden a menudo. El obstáculo para percibirlos es que
no tienen la trascendencia ni son objeto de los esfuerzos interpretativos de
otros hechos menos relevantes; tampoco hay marcos conceptuales adecuados para
su correcta significación[iv].
El direccionamiento de los asuntos mundiales decisivos no va a dejar de
perfeccionarse de acuerdo a cánones ya establecidos por los líderes de los
veinte países, por lo menos hasta la instalación plena de la globalización.
Ing.
Alberto Ford
La Plata, julio de 2020
albertoford42@yahoo.com.ar
[ii] La única nota discordante en la breve historia del G20
la dio Trump en Hamburgo, en la XII Cumbre, con respecto al Acuerdo de París y
el proteccionismo. Esas diferencias han sido anotados con precisión en la
declaración final de aquella Cumbre. Tanto las distintas formas de abordaje de
la cuestión climática, como las estrategias para la repatriación de capitales y
empresas por parte de EEUU (y seguramente en esto último lo estarán haciendo
otros países desarrollados), para nada contradice el concepto de la
globalización. Son solo cuestiones tácticas en la fase que se está abriendo
para la ampliación de los mercados laborales locales con vistas a la
erradicación de la pobreza.
[iii] La naturaleza cuántica y autopoiética (ver: https://ingenieroalbertoford.blogspot.com/search?q=autopoi%C3%A9tico)
del poder del G20 hace que el mecanismo del consenso funcione a nivel de los
líderes en cuestiones fundamentales para la marcha de la globalización. Al
igual que en el átomo, donde hay un núcleo común y diversos orbitales que lo
rodean, interactivos pero autónomos, es decir, cada uno ocupando su lugar sin
mezclarse, por debajo de ese núcleo de funcionamiento consensual, se pueden dar
conflictos de los más diversos, pero en ningún caso sacando los pies del plato.
La “guerra” comercial entre EEUU y China es uno de ellos, pero su enigmática
interpretación se sale de los límites de este trabajo.
[iv] Este mes se c. a palos (literalmente, sin el uso de
armas de fuego) gendarmes de la India y China en Cachemira, con el saldo de
varios muertos. Lo que en otra oportunidad hubiera conducido a una guerra
sangrienta entre los dos gigantes (como ocurrió en 1962 en el Tíbet), en esta
oportunidad el conflicto fronterizo de países del G20 fue arreglado el mismo
día por medio de una conversación telefónica entre los respectivos cancilleres
(¿?).
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