La hora de los Trump
La victoria de Trump ha generado desconcierto y hasta miedo. Sin
embargo, como se muestra en esta nota, los fundamentos esenciales del mundo que
estamos viviendo no se modifican un ápice. Lo que sí cambia es la escena: los
“perdedores” de la globalización comienzan a jugar papeles protagónicos. Serán los
iluminados en la nueva realidad. Consolidada la parte globalizada de la producción
de bienes y servicios (lo que ha dado lugar a verdaderos fenómenos como el
resurgimiento chino en este medio siglo), se pone el acento en la industrialización
sustitutiva sobre la base de políticas de neo-proteccionismo. Sin embargo, estas
salvaguardas ya no serán solo nacionales. El mundo se reconfigura sobre la base
de macrorregiones como fue concebida
la composición inicial del G20. En el hemisferio americano hay dos países que
van actuar en forma conjunto como agentes de modernización: Estados Unidos y
Argentina. Explicaría la gestualidad explícita de acercamiento con nuestro país
de la familia Trump, incluso antes del cambio de gobierno. La Argentina en contracorriente.
El proceso abierto con Cambiemos -de mayor profundidad a cualquier otro
sucedido en nuestra historia- vino para quedarse. El sistema político
obviamente se reconfigura lo que está dando lugar a la desaparición del
peronismo por caducidad de sentido. Las razones por las cuales nació han
perdido pertinencia en el mundo globalizado.
La verdadera historia no se
construye con relatos que no estén basados en hechos que los legitimen (al
respecto, los argentinos algo sabemos). De Trump, a pesar de los augurios, solo
resta esperar una gestión determinada por los deberes pendientes de la
globalización, una acción reparadora que, como se está viendo, no se dará solo en
EEUU sino en el conjunto de países donde se corta el bacalao. Son consecuencias
que ya habían sido anunciadas a partir de la crisis del 2008.
¿Cómo se fue armando la “sorpresiva”
victoria del nuevo presidente? Hay razones de peso. Sectores de la sociedad, perjudicados
en los setenta con la transferencia a China de ramas productivas íntegras, se
hicieron ver en una elección por primera vez de forma corporativa. Así, millones
de norteamericanos, con empleos de menor calidad y remuneración que los que
habían perdido con el traspaso, terminaron inclinando el fiel de la balanza.
EEUU fue el país más
favorecido y el más perjudicado con el avance de la globalización. En esos
años, las empresas americanas levantaron vuelo hacia el exterior aun conservando
la denominación de origen. La producción transnacionalizada, funcionando off
shore, se liberó de impedimentos inherentes a la soberanía nacional. Las
góndolas comenzaron a ser saturadas con el “made in China”. Esa masiva reubicación –una movida logística sin parangón- dio lugar, en el territorio americano, a
que se generara un amplio sistema de pertenencias, principalmente en las costas
este y oeste. Son los ganadores de la globalización pero que esta vez les tocó
perder con Hillary. Por el contrario, la crisis se radicó en el centro del territorio,
donde viven los que ahora asoman apoyando a Trump.
EEUU se va a
reindustrializar a nuevo poniendo el acento en la excelente producción nacional
(el viejo “made in USA” que provoca nostalgia en los mayorcitos), aunque sobre
la base de la innovación y un adelanto tecnológico acelerado. Los coches
eléctricos de Tesla y los cohetes reutilizables (¡) de SpaceX, lo demuestran. Pero
también se van a volver a fabricar puertas y ventanas, camisas y remeras,
martillos y tenazas, con todos los recursos instrumentales que provee el
Silicon Valley (no hay que descartar que Bill Gates arme algunos proyectos en
esos rubros).
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Existe la presunción de que
la victoria de Trump abre una nueva etapa en el proceso de la globalización.
Esa visión es coherente. Luego de casi medio siglo en que una diversidad de factores
fueran alumbrando procesos que han cambiado la faz de la tierra, en la que se
evidencia la enorme cantidad de posibilidades para el progreso al alcance de la
mano… pero no de todas las manos, ha llegado el momento de poner el foco en los
rezagados. Son los denominados “perdedores” de la globalización.
Hay una ética, expresada de
muy distintas maneras, que promueve el acceso generalizado a los beneficios.
Pero hay otras razones más interesadas y menos filantrópicas: la capacidad
cuasi ilimitada de producir bienes y servicios necesita de consumidores. La
iglesia, la izquierda y sectores progresistas están en una posición. Los
empresarios, en la otra. La sociedad mira sin comprender. Independientemente de
cuál sea el punto de encuentro, hoy hay una posibilidad de acción común, sin
fisuras.
La reindustrialización en
los países desarrollados, en conflicto con la parte globalizada de la
producción (China principalmente), permitirá crear puestos de trabajo para que
los más pobres puedan irse alejando progresivamente de la dependencia del asistencialismo
mientras se acercan al trabajo digno. Es un tema clave. Tiene que ver con lo
que ahora se denomina “populismo” (un concepto no bien definido
pero que tiene muchos usos), que seguramente tendrá poco o nada en común con lo
que hemos conocido en nuestro país peronista.
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Hacen mucho ruido las
amenazas de Trump a China. Hay algunas que son serias y otras para la tribuna.
Debemos decirlo con claridad: hoy (en realidad desde el fin de la segunda
guerra mundial) no hay ninguna posibilidad de conflicto armada entre las potencias;
nada irá más allá de la retórica guerrerista de los ultras y de los deseos frustrados
de una declinante industria de armamentos en crisis terminal (queda solo Rusia
como el gran proveedor obviamente cartelizado). El tema con China es otro. Es
un conflicto que irá creciendo entre la parte global y la no-global del ámbito
productivo (que ahora va a ser promovido por el “nacional/populismo”), que reclama
de los chinas dos políticas de largo alcance y alto impacto: configurar un
mercado interno acorde a su población, y una actitud de creciente protagonismo
en la cooperación internacional que, en forma progresiva, le permita poner en
valor la montaña de papeles de EEUU que atesoran sus reservas de U$S 4 billones
(doce ceros). Los datos están a la vista.
Trump tiene en carpeta la
aplicación de barreras arancelarias en detrimento de la producción china; sin
duda una medida que apunta a un intercambio desigual en materia comercial. A
China se le planteará el problema de qué hacer con su capacidad productiva
pensada para el mercado americano. El otro aspecto del gran cambio es el orgullo
que notoriamente despiertan en China sus políticas externas. La “nueva Ruta de
la Seda” que recorrió en su tiempo Marco Polo, la participación protagónica en
la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) junto a Rusia, India (¡),
Pakistán y otras repúblicas del Asia Central, y la creación del Banco Asiático
de Inversión en Infraestructura (AIIB)
cuyo propósito es la financiación para proyectos específicos fuera de China (se
lo conoce como el “banco mundial chino”), son algunas de las medidas que
indican que China comienza a jugar en la liga de los mayores.
La cooperación
internacional siempre es multifacética. Pero donde más se va a notar la
presencia china es en la construcción de infraestructura. Ya está consolidada su
participación en ese rubro en el África Oriental. Ahora se están acercando a
América Latina y a nuestro país. Son impresionantes las obras en construcción
en el continente asiático[i]. Todo eso se hace en el
marco de las recomendaciones de las cumbres del G20. A veces, por error de
cálculo o visiones distorsionadas, a China se le atribuye un papel que no tiene
ni puede tener, algo así como si estuviera resurgiendo de su pasado imperial[ii].
Otra cuestión que da lugar
a malos entendidos es la relación futura de Trump con Putin. Rusia,
personificada mediáticamente en su presidente estrella (por cuarto año consecutivo
ha sido distinguido por la revista Forbes como el dirigente más poderoso del
mundo), es, en este momento, la podríamos decir principal componedora (junto a la
Alemania y el Vaticano de Francisco y Merkel) de los principales asuntos
globales. La descomunal extensión territorial de la tierra de los zares, le
permite ejercer su papel en áreas de influencia de lo que suelen denominar
Eurasia.
Es totalmente previsible
que no habrá enfrentamientos entre Trump y Putin, no solo porque una política
de encapsulamiento por parte de EEUU (y abandono de áreas en el mundo que antes
se consideraban de interés estratégico como Medio Oriente), sino por otra razón
de mayor importancia pero que todavía no aparece en la pantalla. Veamos.
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Un conteo de la composición
del G20, que desde 2008 se ha transformado en guía de la globalización, muestra
que los países desarrollados y emergentes, claramente puestos ahí por su peso
específico y capacidad de producir alimentos y energía, también lo están por la
potencial influencia de algunos de ellos, mirando la escena geopolítica global
desde el punto de vista de las macrorregiones:
Sudáfrica en el Sahel, Alemania en la UE, Rusia y China en Eurasia,
Turquía en la Cuenca del Mar Negro, Arabia Saudita en el mundo árabe, EEUU en
el hemisferio americano, Japón & Cía. en el sudeste asiático, etc. (En
América del Sur hubiéramos puesto la ficha por Brasil, pero bueno, la vida te
da sorpresas: ese papel lo va a jugar la Argentina)
Ese anticipo (¿una semiótica
de la futurología?) nos conduce como por un tubo a un abanico de hipótesis
sobre el desenvolvimiento de la situación abierta en 2008 y claramente
desplegado a partir de la irrupción de Trump. Cabe preguntar: ¿como paso previo
al despliegue generalizado de la globalización, es posible esperar un proceso
de marcada macro regionalización a nivel mundial?
El proteccionismo no es
malo en sí mismo en tanto sea transitorio y como herramienta para salvaguardar
la incubación de empresas. Que en la Argentina, bajo la batuta del peronismo y
una nutrida lista de actores nacionales coligados, lo hayamos usado para
abrochar una decadencia prolongada, no quiere decir que en la eventualidad las
políticas de encierros direccionados no sean útiles para una
reindustrialización no-global. Por ejemplo, en la eventualidad, al nivel de las macrorregiones.
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El estilo avasallante de
Trump no debe hacer perder de vista la pertinencia de los temas de su agenda. En
las relaciones internacionales hay mucha hipocresía no saldada (Recuerdo a Felipe
González invitado a exponer en la Cámara de Diputados de la Nación en 1988
insistiendo con el tema). No hay que olvidar que EEUU intervino en Irak debido
a la presunta existencia de armas de destrucción masiva. No había tales armas y la invasión no trajo
ninguna primavera en ese país árabe. A pesar de ello, Saddam Hussein fue
ajusticiado sin motivo… en pleno Siglo XXI.
Las migraciones son una
moneda con dos caras. La más obvia, mano de obra barata; menos, los migrantes
como factores de modernización cuando se repatrían. El caso de Turquía con
Alemania, funciona así desde hace décadas. En algún momento, en forma
democrática y sin arrebatos xenófobos, se tendrán que ir redireccionando los
vectores migratorios de manera que los más jugados –que son los que emigran-
permanezcan en sus países o regresen a él. Ni hablar cuando viene gente con
antecedentes[iii].
Con respecto al cambio
climático, un tema de enorme sensibilidad y arraigo en una parte importante de
la opinión pública, no es EEUU el país más indicado para obrar sobre sus
evidentes exageraciones, habida cuenta de la actitud errática que mostró frente
al Protocolo de Kyoto. Pero bueno, la CMNUCC desde sus inicios estuvo sometida
a vaivenes a pesar de los cual se fue abriendo paso a través de arduas
negociaciones en los últimos veinte años. No va a ser Trump con su diatriba el
que tuerce el camino que tan trabajosamente se fue trazando desde la COP1 en
Berlín.
En el plano del comercio y
las inversiones extranjeras es donde mejor se evidencian los indicios de su accionar
futuro. Hay dos elocuentes. La salida del Acuerdo Transpacífico (TPP) es
coherente con su amenaza de encierro pero también del alejamiento del escenario
que lo conecta con Asia y las presiones comentadas sobre China. Por su parte,
el contencioso con Toyota y BMW sobre la fabricación de autos en México luego
importados a EEUU con facilidades arancelarias, así como otras noticias de
estos días referidas a las inversiones extranjeras en los EEUU, son de una
manera u otra representativas de las intenciones nacionalistas de Trump. Así,
también puede interpretarse las presiones sobre las firmas globales de origen
norteamericano, que levantaron vuelo en el pasado, para que regresen al terruño
con sus capitales.
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En momentos en que
ingresamos de lleno al tiempo electoral, es bueno preguntarse sobre lo que nos
espera a los argentinos. Tal como conjeturamos el mismo día de la elección de
Trump, las relaciones comerciales entre nuestros dos países parten tan de
abajo, que no es esperable otra cosa que no sea un mejoramiento. Ya en los
finales de la administración saliente se comenzó a allanar el camino para los
limones tucumanos y las carnes de las pampas. Esta tendencia va a continuar con
toda seguridad. Pero el tema principal pasa por otro lado.
En su significativa visita
a Punta del Este con motivo de un emprendimiento familiar, el hijo de Trump
dijo que “la Argentina es percibida internacionalmente como un país mucho más
abierto y amigable para los negocios. Eso traerá inversiones… esperemos que la
relación entre la Argentina y Estados Unidos se fortalezca como nunca antes”. En
la misma tesitura, en una importante reunión de conocidos expertos realizada en
Nueva York, Trump padre “mostró interés por la Argentina, reconoció el ´nuevo
clima´ desde la llegada de Mauricio Macri al poder y destacó el rol del país en
la región”. Ese tipo de reconocimientos no solo no son frecuentes sino que
sería ingenuo pensar que estén desprovistas de intencionalidad.
El hemisferio americano va
a comenzar a funcionar como macrorregión y, desde las puntas, EEUU y la
Argentina actuarán en forma conjunta como agentes de desarrollo… si se verifica
nuestra presunción retro prospectiva sobre la lógica que presidió la
constitución del G20. Algunos de los temas de agenda, por lo menos los
iniciales, son previsibles:
- construcción de infraestructura que incrementen la conectividad regional
- micro emprendimientos y comercio tipo La Salada
- freno a la inmigración e incentivos para la vuelta al pago
- educación y formación de recursos humanos
- cooperación en agroindustria
- narcotráfico, trata, crimen organizado
- etc.
Se irá incrementando el
papel de los países con mayor desarrollo relativo respecto de los más
atrasados. Vivimos en una región poco equitativa, en la que se combinan élites de gran potencial, y enormes porciones de las respectivas sociedades con niveles
de instrucción muy bajos e inficionados por ideologías y prácticas populistas.
El principal problema no es el hambre que prácticamente ha desaparecido suplantado,
eso sí, por una pésima nutrición que habrá que corregir.
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Argentina a contramano.
Sobre proteccionismo podemos dar cátedra. Fue la característica principal de
las siete décadas presididas por concepciones nacionalista-burguesas, cuya expresión
principal pero no única fue el peronismo, al punto de que aun hoy el
nacionalismo/populismo es una forma ideológica mayoritaria en la sociedad.
Podríamos fundar la Universidad del Proteccionismo y lo pondríamos al frente,
en ausencia de Aldo Ferrer (“vivir con lo nuestro, morir con lo puesto”) a José Ignacio
de Mendiguren. Creo que en ese aspecto de la actividad económica Argentina puede
ocupar un lugar de preeminencia como el que solo mostramos con el polo: no
tenemos competencia en el mundo.
Pero lo nuevo ya está a la
vista y en marcha. El proceso abierto con Cambiemos vino para quedarse. Aunque
aún minoritario, la propuesta del gobierno de Macri, principalmente por el
notorio e inédito apoyo internacional (a partir de hoy lo veremos en Davos), tendrá
el tiempo y los recursos suficientes para cambiar en forma irreversible el
vector de la decadencia que nos aplastó desde el cese del exitoso modelo agro
exportador (lamentablemente sin la capacidad de dejar una herencia que lo honrara).
Se ha producido un salto
cuántico dando como consecuencia una realineamiento del sistema político. El
cambio, histórico, ha dado lugar a un nivel superior donde ya está instalado
firmemente Cambiemos como núcleo aglutinador de un espacio de tono global. En
un diseño de bipolaridad hay otro lugar que deberá ser llenado por una
concepción llamémosla progresista
reciclada donde deberán converger retazos peronistas, el socialismo, el GEN
y otras fuerzas que ya vienen operando en forma conjunta en la actividad
legislativa. Este conglomerado está recién en formación aunque puede avanzar en
su consolidación ante las próximas elecciones.
¿Y el peronismo? Como tal
está condenado a desaparecer por caducidad de sentido. Ha cumplido su ciclo histórico. Quedará un
residuo K que obrará, según la dinámica de los sistemas, como equilibrador del
mundo de la política (para sacar un barco del puerto hacen falta dos
remolcadores, uno tira para adelante y el otro para atrás). Otro, mayoritario, que,
como hemos dicho, se irá acomodando en el espacio superior, ya no será
peronismo explícito ni tampoco podrá reciclarse como tal si no es el marco de
esa asociación en ciernes. Incluso, el peronismo con pretensiones competitivas
carecerá este año de candidatos propios como cabezas de lista. Los envolverá
una crisis de tipo terminal de la que no podrán salir más por sus propios
medios. Por último están los que se escaparon por la tangente amparados en la
sotana de Francisco: los movimientos sociales (tampoco solo peronistas). Pero
estas nuevas estrellas del firmamento mediático estarán dentro/fuera del sistema político según los momentos y las
conveniencias (este año mandarán por abajo a votar por Cambiemos donde sea necesario)
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La escena va a cambiar.
Unos entran y otros salen de la misma. La iluminación se encargará de revelar a los nuevos protagonistas sin que
el argumento varíe. Se avanzará fuertemente en el incremento de la conectividad
mundial. Las inversiones seguirán otros caminos privilegiando lo “nacional”. Se
reformularán los movimientos migratorios: menos salidas y más regresos a casa. Los
estados naciones seguirán siendo jaqueados como ocurre en forma soterrada desde
hace medio siglo. Los conflictos territoriales remanentes se irán resolviendo. La
fase final de la globalización implica la inclusión acelerada de los pobres a
nivel mundial. Pero, en lo esencial, el mundo va a seguir funcionando como
hasta ahora aunque las sensaciones no sean las mismas.
Ing. Alberto Ford
La Plata, 17 de enero de 2017
[i] Se está construyendo un TGV entre Pekín y Moscú de
7000 (¡) Km de largo. La inversión prevista es de 242.000 (¡!) millones de
Dólares.
[ii] Se ha llegado afirmar que China es la segunda potencia
militar como si el número de soldados determinara la fuerza. La casi totalidad
de las armas chinas son construidas sobre la base de matrices proyectuales que
los rusos desde el principio les han ido transfiriendo en forma permanente, a
las que los chinos le adosan luego alguna nota nacional. China carece de una
I+D que pueda torcer el fiel de la balanza. A pesar de los conflictos que
tuvieron lugar hace años y que los enfrentaron temporariamente, lo cierto es
que, desde la revolución china, que se hizo con armamento entregado por el
aliado comunista, más todo el parque militar del ejército japonés del Kuomintang
-estacionada en Manchuria hasta el fin de la Segunda guerra mundial y derrotado
por el Ejército Rojo como consecuencia de una intervención derivada de los
acuerdos de Potsdam- las relaciones entre los dos gigantes asiáticos han
desembocado al día de hoy en una total unidad de acción que no se verá
perturbada de ninguna manera en el futuro . ¡Analistas (serios) a ponerse las
pilas!
[iii] En la Argentina se comienza a tomar medidas con
respecto a migrantes provenientes de Perú, México y Colombia por el tema del
narcotráfico.
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