jueves, 30 de julio de 2015

El G-20, un emergente de la globalización.



La globalización ha cambiado el mundo de raíz en los últimos cuarenta años. Y esto recién empieza. Las ideas que hacen posible esa fenomenal transformación salen de foros como el G-20  donde se manifiesta en forma pública el consenso en el más alto nivel. Todo lo que ahí se genera puede ser chequeado. Hay acuerdos de mediano y largo plazo. Los de corto plazo como por ejemplo la Declaración de Washington, en 2008 al caer Lehman Brothers, fueron cumplidos en su totalidad y expuestos sus resultados en la Segunda Cumbre del G-20  en Londres el 2 de abril de 2009. Obviamente el G-20 no es para temas coyunturales como pueden ser los que CFK pretendía que se incluyeran en la declaración final. Efectivamente, quien haya estado en un encuentro internacional a ese nivel sabe que las declaraciones son elaboradas previamente por los sherpas y las cumbres las legitiman. No podría ser de otra manera. Toda la documentación generada en el G-20 puede ser consultada en www.g20.utoronto.ca. Vale la pena echarle un vistazo. Relectura 13 09 06


Asoma con más precisión el Grupo de los Veinte. En los medios se comienza a diferenciar las cumbres de los presidentes (summit), de los encuentros (meeting) que tienen lugar en su entorno (como por ejemplo los que reúnen a los ministros de economía y presidentes de bancos centrales). Pero es dominante la creencia de que el grupo sólo se ocupa de las cuestiones de la economía mundial; no se consideran sus otras incumbencias. Al G-20 se lo valora y se lo tiene en cuenta pero aun no se sabe bien cómo tomarlo ni dónde ponerlo.
Hay que decirlo de entrada: el G-20 es una expresión, la primera pública, de un poder real de alcance mundial, tan expuesto y deslumbrante que obnubila la vista. Era esperable que esa eventualidad tuviera lugar; la globalización (G) no se podía desarrollar más allá de un punto sin acudir a mecanismos de regulación y control,  menos aún sometida a la deriva de la sola interacción de las naciones. Tampoco era explicable la presencia directora de una potencia hegemónica como hasta hace poco se adujo porque ese hecho hubiera desvirtuado el concepto de lo global ([i]). En suma: la G no es la consecuencia de un juego de fuerzas inter-nacionales; como su nombre lo indica es un espacio de nuevo tipo, ubicado en un nivel cuántico por encima de los estadonaciones, los cuales sin excepción se le reportan religiosamente. La primera pregunta es ¿qué hace ahí Argentina? ¿Por qué no está España?
Composición
Es innegable la factura no coyuntural del G-20; no se podría justificar su actual composición si se reparara solo en las condiciones de cada uno de sus integrantes o considerase exclusivamente variables y/o indicadores económicos. El G-20 reúne 19 países más la Unión Europea según cinco características cuidadosamente ponderadas: industrializados, productores de alimentos, poseedores de reservas energéticas, potencial liderazgo geopolítico regional, grandes mercados, todas ellas desplegadas en el marco de un aceptable equilibrio entre los continentes ([ii])  Se puede decir que es la fórmula uno del mundo que despunta (con escuderías de vanguardia y otras de relleno) ([iii])
Aunque el G-20 nace en 1999, durante 10 años hace solo reuniones técnicas. Es con la caída de Lehman Brothers en 2008 que se muestra con un perfil claramente político. De inmediato le pone el hombro a la crisis con decisión y un protagonismo apoyado en la actuación conjunta y permanente de los máximos líderes mundiales. 
En estos tres años han tenido lugar 6 cumbres[1], la última de ellas hace unos pocos días en Cannes. Llama la atención el grado de pormenorización que muestran las declaraciones, con una agenda determinada que se ha venido manteniendo a través de ellas, y que son un indicador de la verdadera función del grupo. La de Cannes se compone de 92 artículos, y los primeros de ellos se refieren al empleo y  la protección social afectados por el debilitamiento de la recuperación mundial. Una sucinta mención de los temas abordados en la declaración nos muestra lo siguiente: estabilidad del sistema económico mundial, reforma de las instituciones internacionales, calificadoras de riesgo,  mercado de materias primas, defensa de los consumidores, producción agrícola, mejoramiento del trigo, seguridad alimentaria, energías alternativas, combustibles fósiles, protección del medio marino, emisiones de carbono, crecimiento verde y desarrollo sostenible, cambio climático, proteccionismo, países de bajos ingresos, infraestructura pública y privada, corrupción, lavado de dinero, financiamiento del terrorismo, paraísos fiscales, etc.; es decir, en la agenda figuran los principales temas que hacen a la gestión de la globalización por estos días. Un comentario aparte merecen los artículos dedicados a la gobernanza mundial de singular significación al ser considerada a esos niveles, un tema que no ha sido motivo de estudios serios. Los enfoques de las relaciones internacionales frecuentemente no toman nota del hecho de que con el avance de la globalización la mayor parte de la economía y otros aspectos de la vida sobre el planeta ya no pueden ser abordados integralmente si no son visualizados a esa escala. El “enfoque nacional” con los años va perdiendo terreno y no es completado en la medida necesaria con un enfoque global. Curiosamente (o no) ha sido la Iglesia católica quien al respecto ha tenido en el último medio siglo las definiciones más nítidas. Ya la encíclica Pacem in Terris de Juan XXIII en su momento hacía alusión al hecho de la insuficiencia de la autoridad política para lograr el manejo de los asuntos internacionales por lo que es  “preciso constituir una autoridad pública general… cuyo poder debe alcanzar vigencia en el mundo entero y poseer medios idóneos para conducir al bien común universal”. Corría 1963. Otras encíclicas publicadas durante los papados de Paulo VI (Populorum Progressio, 1967) y el actual Benedicto XVI (Caritas In Veritate, 2009) han continuado refiriéndose al tema en el mismo sentido. Al respecto, en la última reunión del G-20 el primer ministro inglés fue el miembro informante. Ahora, ¿cómo opera el G-20?
Funcionamiento

El G-20 es como se dice ahora un espacio organizado pero no estructurado con capacidad de generar normas, patrones y procedimientos relacionados a la marcha de la globalización. Las normas se referencian en los valores que encarna sostenidamente el grupo; los patrones es la forma (los distintos modelos) en que la globalización se va desplegando en la escena internacional; y los procedimientos hacen alusión a las metodologías que son habituales por estos días, una dinámica que se ubica por encima de las naciones. Al respecto, se reconoce que “se trata de un grupo líder e informal y deberá seguir siéndolo…el G-20 es parte del marco general de la gobernanza internacional…” (Cannes, art. 91). En suma, en la era de las comunicaciones globales, el poder no se asocia a ninguna estructura; un hecho nuevo y revolucionario [por lo explícito] que conduce a todo un replanteo en esas materias. [Y que incomoda a quienes minusvalidan el poder de la concordancia de los decisores]
En una reunión de dos días no se puede elaborar una declaración de consenso de 95 artículos como la de Cannes. Por ello el procedimiento es inverso. Cuando la cumbre comienza el argumento ya está acordado y entonces el G-20 es una especie de puesta en escena -aun con las discordancias - donde cada uno asume un papel, algunos protagónicos y otros de reparto. Por ejemplo nuestra presidenta junto a otros colegas en la última se encargó de cuestionar el intento de regular el precio de los commodities. Las cumbres del G-20 habitualmente se desarrollan en contextos comunicacionales de alto impacto; durante la última ardía la situación griega. Es natural que esos sean los temas que ocupen las tapas de los diarios no así el despliegue de la agenda del grupo ni la dinámica de la propia convocatoria. Asimismo la oportunidad es usada para reuniones bilaterales como lo fue la de Cristina con Obama. En esos casos el cotilleo funciona a mil.
Una de las claves de la elaboración de contenidos reposa en los que se denominan los sherpas. Con ese nombre tibetano se alude a expertos encargados de asistir a los representantes de los gobiernos o importantes delegaciones a cumbres y otras conferencias de alto nivel. En ese sentido ha trascendido el papel protagónico de dos fundaciones, Chatham House y Atlantic Council, think tanks de origen ingles y norteamericano respectivamente, en la elaboración de las pautas puestas en juego en la segunda cumbre, la de Londres en abril de 2009[iv], que se considera liminar.
Otros espacios de generación de contenidos que reportan a las cumbres los constituyen las reuniones ad-hoc alrededor de distintos temas de agenda: económicos y financieros, seguridad alimentaria, energías alternativas, medio ambiente, cambio climático, empleo, etc.
Sin embargo, el aparato conceptual que compone el G-20 no es nuevo. Es una actualización –en algunos casos una transcripción textual- de los consensos surgidos de los exuberantes debates habidos por los setenta cuando los ámbitos mejor informados dejaban ver con suficiente claridad el fatal desenlace de la dialéctica del mundo bipolar que se habría de materializar a los pocos años con la caída del muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética ([v]).

Ing. Alberto Ford
La Plata, 16 de noviembre de 2011









[1] Durante los seis años de la segunda guerra mundial hubo solo tres cumbres de las potencias a la postre triunfadoras: Teherán, Yalta y Postdam donde se encontraron los máximos líderes de EEUU, URSS y UK.




[i] ya nadie se acuerda de la noción “imperio” tan de moda hace una década.
[ii] la primera cumbre realizada en Washington el 15 de noviembre de 2008 ya puso en evidencia el descontento de España por su exclusión y la extrañeza y hasta el fastidio de un reputado columnista local por la presencia de nuestro país –inmerecida según él- en detrimento de la española. Hay que decir que el G-20 se formó a fines de los noventa, un indicador de que la inclusión de nuestro país debe haber respondido a consideraciones estratégicas. Por la única razón que España debería haber integrado el G-20 era por su rol rector en Iberoamérica, pero ese lugar lo ha ocupado Brasil. En lo demás su papel no se diferencia de Holanda, Suecia  u otros países de Europa, un continente ya suficientemente representado.
[iii] Según las variables especificadas, el G-20 está constituido por el G-7 (EUU, Inglaterra, Francia, Italia, Alemania, Japón, Canadá); Rusia; la Unión Europea; Argentina, Brasil y Méjico; Sudáfrica; Turquía, Arabia Saudita; Indonesia; India, China; Corea del Sur y Australia. Con cierta flexibilidad, algunos de los elementos de este conjunto responden a distintas clasificaciones. De 1 (una) variable: Turquía, “procónsul” de la cuenca del Mar Negro; China e India, grandes mercados; Sudáfrica, “procónsul” del África subsahariana; Arabia Saudita, energía. De 2 (dos) variables: Argentina, alimentos y energías renovables; De 3 (tres) variables Brasil, alimentos, energías renovables, “procónsul” de América del Sur. EEUU: alimentos, industrializado, “procónsul” de América del Norte y Central; Rusia: energía, industrializado (?), “procónsul” de Eurasia, etc. etc. Con la denominación de “procónsul” se hace referencia a la forma en que el imperio romano organizaba sus provincias; en este caso, según algunos analistas, alude al  rol de gerenciamiento regional en esta fase de despliegue de la globalización que van a jugar algunos países como ha comenzado a hacerlo en forma ostensible Brasil en América del Sur.
[iv] Los documentos de las cumbres pueden ser consultados en el sitio de la universidad de Toronto que aparece como encargada de recopilar la información referida al G-20 <www.g20.utoronto.ca>
[v] Se pueden ver al respecto los trabajos encargados por Aurelio Peccei y el gobierno de Holanda al Premio Nobel Jan Tinbergen que recopiló 12 propuestas de acción que componen la agenda al inicio de la globalización y 10 informes técnicos de 20 de los expertos más reputados de ese momento, entre ellos, el chileno Juan Somavia, hoy  director general de la OIT. Ver: Tinbergen, Jan, Reestructuración del orden internacional, Fondo de Cultura Económica, México, 1977.  Más sucinto, el informe confeccionado  a lo largo de 33 meses bajo la supervisión de Zbigniew Brzezinski. Ver: Richard Cooper, Karl Kaiser y Masataka Kosaka, Hacia un sistema internacional renovado, en Cuadernos Semestrales del CIDE, México, Números 2-3, mayo de 1978.






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