El G-20, un emergente de la
globalización.
La
globalización ha cambiado el mundo de raíz en los últimos cuarenta años. Y esto
recién empieza. Las ideas que hacen posible esa fenomenal transformación salen
de foros como el G-20 donde se manifiesta en forma pública el
consenso en el más alto nivel. Todo lo que ahí se genera puede ser chequeado.
Hay acuerdos de mediano y largo plazo. Los de corto plazo como por ejemplo la
Declaración de Washington, en 2008 al caer Lehman Brothers, fueron cumplidos en
su totalidad y expuestos sus resultados en la Segunda Cumbre del
G-20 en Londres el 2 de abril de 2009. Obviamente el G-20 no es para
temas coyunturales como pueden ser los que CFK pretendía que se incluyeran en
la declaración final. Efectivamente, quien haya estado en un encuentro
internacional a ese nivel sabe que las declaraciones son elaboradas previamente
por los sherpas y las cumbres las legitiman. No podría ser de otra manera. Toda
la documentación generada en el G-20 puede ser consultada en www.g20.utoronto.ca. Vale la pena echarle un vistazo. Relectura 13 09 06
Asoma con más precisión el Grupo de los
Veinte. En los medios se comienza a diferenciar las cumbres de los presidentes (summit),
de los encuentros (meeting) que tienen lugar en su entorno (como por ejemplo
los que reúnen a los ministros de economía y presidentes de bancos centrales). Pero
es dominante la creencia de que el grupo sólo se ocupa de las cuestiones de la
economía mundial; no se consideran sus otras incumbencias. Al G-20 se lo valora
y se lo tiene en cuenta pero aun no se sabe bien cómo tomarlo ni dónde ponerlo.
Hay que decirlo de entrada: el G-20 es una expresión, la primera pública,
de un poder real de alcance mundial, tan expuesto y deslumbrante que obnubila
la vista. Era esperable que esa eventualidad tuviera lugar; la globalización
(G) no se podía desarrollar más allá de un punto sin acudir a mecanismos de
regulación y control, menos aún sometida
a la deriva de la sola interacción de las naciones. Tampoco era explicable la
presencia directora de una potencia hegemónica como hasta hace poco se adujo
porque ese hecho hubiera desvirtuado el concepto de lo global ([i]).
En suma: la G no es la consecuencia de un juego de fuerzas inter-nacionales;
como su nombre lo indica es un espacio de nuevo tipo, ubicado en un nivel
cuántico por encima de los estadonaciones, los cuales sin excepción se le
reportan religiosamente. La primera pregunta es ¿qué hace ahí Argentina? ¿Por
qué no está España?
Composición
Es innegable la factura no coyuntural del
G-20; no se podría justificar su actual composición si se reparara solo en las
condiciones de cada uno de sus integrantes o considerase exclusivamente variables
y/o indicadores económicos. El G-20 reúne 19 países más la Unión Europea según
cinco características cuidadosamente ponderadas: industrializados, productores
de alimentos, poseedores de reservas energéticas, potencial liderazgo
geopolítico regional, grandes mercados, todas ellas desplegadas en el marco de
un aceptable equilibrio entre los continentes ([ii]) Se puede decir que es la fórmula uno del mundo que despunta (con escuderías de vanguardia y otras
de relleno) ([iii])
Aunque el G-20 nace en 1999, durante 10 años
hace solo reuniones técnicas. Es con la caída de Lehman Brothers en 2008 que se
muestra con un perfil claramente político. De inmediato le pone el hombro a la
crisis con decisión y un protagonismo apoyado en la actuación conjunta y
permanente de los máximos líderes mundiales.
En estos tres años han tenido lugar 6 cumbres[1],
la última de ellas hace unos pocos días en Cannes. Llama la atención el grado
de pormenorización que muestran las declaraciones, con una agenda determinada
que se ha venido manteniendo a través de ellas, y que son un indicador de la
verdadera función del grupo. La de Cannes se compone de 92 artículos, y los
primeros de ellos se refieren al empleo y la protección social afectados por el
debilitamiento de la recuperación mundial. Una sucinta mención de los temas
abordados en la declaración nos muestra lo siguiente: estabilidad del sistema
económico mundial, reforma de las instituciones internacionales, calificadoras
de riesgo, mercado de materias primas, defensa
de los consumidores, producción agrícola, mejoramiento del trigo, seguridad
alimentaria, energías alternativas, combustibles fósiles, protección del medio
marino, emisiones de carbono, crecimiento verde y desarrollo sostenible, cambio
climático, proteccionismo, países de bajos ingresos, infraestructura pública y
privada, corrupción, lavado de dinero, financiamiento del terrorismo, paraísos
fiscales, etc.; es decir, en la agenda figuran los principales temas que hacen
a la gestión de la globalización por estos días. Un comentario aparte merecen
los artículos dedicados a la gobernanza mundial de singular significación al
ser considerada a esos niveles, un tema que no ha sido motivo de estudios
serios. Los enfoques de las relaciones internacionales frecuentemente no toman nota
del hecho de que con el avance de la globalización la mayor parte de la
economía y otros aspectos de la vida sobre el planeta ya no pueden ser abordados
integralmente si no son visualizados a esa escala. El “enfoque nacional” con
los años va perdiendo terreno y no es completado en la medida necesaria con un
enfoque global. Curiosamente (o no) ha sido la Iglesia católica quien al
respecto ha tenido en el último medio siglo las definiciones más nítidas. Ya la
encíclica Pacem in Terris de Juan XXIII en su momento hacía alusión al hecho de
la insuficiencia de la autoridad política para lograr el manejo de los asuntos
internacionales por lo que es “preciso
constituir una autoridad pública general… cuyo poder debe alcanzar vigencia en
el mundo entero y poseer medios idóneos para conducir al bien común universal”.
Corría 1963. Otras encíclicas publicadas durante los papados de Paulo VI (Populorum
Progressio, 1967) y el actual Benedicto XVI (Caritas In Veritate, 2009) han
continuado refiriéndose al tema en el mismo sentido. Al respecto, en la última
reunión del G-20 el primer ministro inglés fue el miembro informante. Ahora, ¿cómo
opera el G-20?
Funcionamiento
El G-20 es como se dice ahora un espacio organizado
pero no estructurado con capacidad de generar normas, patrones y procedimientos
relacionados a la marcha de la globalización. Las normas se referencian en los valores que encarna sostenidamente el
grupo; los patrones es la forma (los
distintos modelos) en que la globalización se va desplegando en la escena
internacional; y los procedimientos
hacen alusión a las metodologías que son habituales por estos días, una
dinámica que se ubica por encima de las naciones. Al respecto, se reconoce que
“se trata de un grupo líder e informal y deberá seguir siéndolo…el G-20 es
parte del marco general de la gobernanza internacional…” (Cannes, art. 91). En
suma, en la era de las comunicaciones globales, el poder no se asocia a ninguna estructura; un hecho nuevo y
revolucionario [por lo explícito] que conduce a
todo un replanteo en esas materias. [Y que incomoda a
quienes minusvalidan el poder de la concordancia de los decisores]
En una reunión de dos días no se puede
elaborar una declaración de consenso de 95 artículos como la de Cannes. Por
ello el procedimiento es inverso. Cuando la cumbre comienza el argumento ya
está acordado y entonces el G-20 es una especie de puesta en escena -aun con
las discordancias - donde cada uno asume un papel, algunos protagónicos y otros
de reparto. Por ejemplo nuestra presidenta junto a otros colegas en la última se
encargó de cuestionar el intento de regular el precio de los commodities. Las
cumbres del G-20 habitualmente se desarrollan en contextos comunicacionales de
alto impacto; durante la última ardía la situación griega. Es natural que esos sean
los temas que ocupen las tapas de los diarios no así el despliegue de la agenda
del grupo ni la dinámica de la propia convocatoria. Asimismo la oportunidad es usada
para reuniones bilaterales como lo fue la de Cristina con Obama. En esos casos
el cotilleo funciona a mil.
Una de las claves de la elaboración de
contenidos reposa en los que se denominan los sherpas. Con ese nombre tibetano se alude a expertos encargados de
asistir a los representantes de los gobiernos o importantes delegaciones a
cumbres y otras conferencias de alto nivel. En ese sentido ha trascendido el
papel protagónico de dos fundaciones, Chatham House y Atlantic Council, think tanks de origen ingles y
norteamericano respectivamente, en la elaboración de las pautas puestas en
juego en la segunda cumbre, la de Londres en abril de 2009[iv],
que se considera liminar.
Otros espacios de generación de contenidos que
reportan a las cumbres los constituyen las reuniones ad-hoc alrededor de
distintos temas de agenda: económicos y financieros, seguridad alimentaria,
energías alternativas, medio ambiente, cambio climático, empleo, etc.
Sin embargo, el aparato conceptual que
compone el G-20 no es nuevo. Es una actualización –en algunos casos una
transcripción textual- de los consensos surgidos de los exuberantes debates
habidos por los setenta cuando los ámbitos mejor informados dejaban ver con
suficiente claridad el fatal desenlace de la dialéctica del mundo bipolar que
se habría de materializar a los pocos años con la caída del muro de Berlín y la
desaparición de la Unión Soviética ([v]).
Ing. Alberto Ford
La Plata, 16 de
noviembre de 2011
[1] Durante los seis años de la segunda guerra mundial
hubo solo tres cumbres de las potencias a la postre triunfadoras: Teherán,
Yalta y Postdam donde se encontraron los máximos líderes de EEUU, URSS y UK.
[ii] la
primera cumbre realizada en Washington el 15 de noviembre de 2008 ya puso en
evidencia el descontento de España por su exclusión y la extrañeza y hasta el
fastidio de un reputado columnista local por la presencia de nuestro país
–inmerecida según él- en detrimento de la española. Hay que decir que el G-20
se formó a fines de los noventa, un indicador de que la inclusión de nuestro
país debe haber respondido a consideraciones estratégicas. Por la única razón
que España debería haber integrado el G-20 era por su rol rector en
Iberoamérica, pero ese lugar lo ha ocupado Brasil. En lo demás su papel no se
diferencia de Holanda, Suecia u otros
países de Europa, un continente ya suficientemente representado.
[iii] Según las variables especificadas, el G-20 está constituido por el G-7 (EUU,
Inglaterra, Francia, Italia, Alemania, Japón, Canadá); Rusia; la Unión
Europea; Argentina, Brasil y Méjico; Sudáfrica; Turquía, Arabia Saudita;
Indonesia; India, China; Corea del Sur y Australia. Con cierta flexibilidad,
algunos de los elementos de este conjunto responden a distintas
clasificaciones. De 1 (una) variable: Turquía, “procónsul” de la cuenca del Mar
Negro; China e India, grandes mercados; Sudáfrica, “procónsul” del África
subsahariana; Arabia Saudita, energía. De 2 (dos) variables: Argentina,
alimentos y energías renovables; De 3 (tres) variables Brasil, alimentos,
energías renovables, “procónsul” de América del Sur. EEUU: alimentos,
industrializado, “procónsul” de América del Norte y Central; Rusia: energía,
industrializado (?), “procónsul” de Eurasia, etc. etc. Con la denominación de
“procónsul” se hace referencia a la forma en que el imperio romano organizaba
sus provincias; en este caso, según algunos analistas, alude al rol de gerenciamiento regional en esta fase
de despliegue de la globalización que van a jugar algunos países como ha
comenzado a hacerlo en forma ostensible Brasil en América del Sur.
[iv] Los documentos de las cumbres pueden ser consultados en el sitio de
la universidad de Toronto que aparece como encargada de recopilar la
información referida al G-20 <www.g20.utoronto.ca>
[v] Se pueden ver al respecto los trabajos
encargados por Aurelio Peccei y el gobierno de Holanda al Premio Nobel Jan
Tinbergen que recopiló 12 propuestas de acción que componen la agenda al inicio
de la globalización y 10 informes técnicos de 20 de los expertos más reputados
de ese momento, entre ellos, el chileno Juan Somavia, hoy director
general de la OIT. Ver: Tinbergen, Jan, Reestructuración
del orden internacional, Fondo de Cultura Económica, México,
1977. Más sucinto, el informe confeccionado a lo largo de
33 meses bajo la supervisión de Zbigniew Brzezinski. Ver: Richard Cooper, Karl
Kaiser y Masataka Kosaka, Hacia un
sistema internacional renovado, en Cuadernos Semestrales del CIDE, México,
Números 2-3, mayo de 1978.
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