Los algoritmos montan la escena de la
geopolítica global
La diversidad de intereses que condicionan las relaciones
internacionales (RRII) no es de fácil composición. Pasa que el encadenamiento
conceptual de situaciones como las que estamos viviendo rememora la hibridez de las guerras, donde los
algoritmos que tamizan las narrativas son más efectivos que los cañones en el
campo de batalla.
Se ha puesto en marcha la Guerra Fría.2 al ser configurada arbitrariamente una grieta global
que divide a las naciones por mitades entre las que están condenadas a vivir en
autocracias y las que no escatiman esfuerzo para mostrarse como democráticas.
Entre ellas hay confrontación y complementariedad. En
torno a los temas de agenda con que son descriptas las RRII surgen negociaciones
que a veces se desenvuelven en apacible convivencia, cuidando las formas, y
otras donde falta poco para que lleguen a las manos como si fuera una asamblea
estudiantil.
La situación internacional vista en perspectiva da origen a
una diversidad de puntos de vista con relación a la marcha de su agenda.
Intrincado en su percepción, los elementos críticos más importantes que forman
ese cuadro son las guerras de Ucrania y Palestina que llenan de inquietud y
zozobra a quienes siguen los acontecimientos. Sin embargo, no todo está
perdido…
Mirando más la película que las fotos se puede decir que no
hay periodo anterior de la historia humana en que la convivencia haya estado
más garantizada, por lo menos en lo relativo a grandes conflictos; el impasse, establecido a partir de la
bomba de Hiroshima de agosto de 1945 y consolidado poco después cuando los
rusos hicieron estallar la suya, ha permanecido el tiempo suficiente para ser
considerado ya como una tendencia.
La última situación de riesgo inminente la protagonizó
Douglas MacArthur en la guerra de Corea, cuando presionado por los voluntarios
chinos amenazó con el holocausto nuclear estando al frente de las tropas de las
Naciones Unidas. A partir de aquel milagroso 11 de abril de 1951, en que el
presidente Truman destituyó al belicoso general, la denominada seguridad de destrucción mutua calmó
los ánimos, y el “teléfono rojo” facilitó la comunicación permanente entre las
superpotencias ante la posibilidad de un evento inesperado, de ninguna manera
intencional.
Durante la guerra fría, que ocupó la segunda parte del siglo
XX hasta la disolución de la Unión Soviética, y luego también entrado el XXI,
los conflictos fueron acotados por medio de efectivos y notorios mecanismos de
regulación. Sin ir más lejos, la actual guerra de Ucrania está bajo el control
permanente de William Burns, el
director de la CIA que nos visitó
días pasados, en pareja con Serguéi
Narishkin, su contraparte, que está al frente del Servicio de Inteligencia
Exterior (SVR) de la Federación Rusa.
Sus encuentros en Estambul y las frecuentes llamadas telefónicas, así como las
razones de ellas, pueden ser consultadas en Internet.
Como derivaciones de contenciosos territoriales irresolutos
o aun en latencia, de los que hay centenares en los confines nacionales e
internacionales, tendremos que convivir inevitablemente con ese tipo de
situaciones conflictivas causadas por las decisiones arbitrarias con que han
sido trazadas la mayoría de las fronteras.
Las guerras locales dan una salida a conflictos larvados,
aunque no siempre los resuelvan, y lo principal es que son una cantera de
sentido sin igual como para legitimar el funcionamiento de la industria de
armamentos, lo que se ve sin tapujos en los abultados incrementos
presupuestarios de defensa observados en el último tiempo. Hasta Argentina a
pesar de sus problemas financieros redescubre de golpe lo imperioso de
fortalecer sus fuerzas armadas.
Sin embargo, no todos los entredichos reales o potenciales
deben ocasionar guerras; por el contrario, la gran mayoría de los temas que hoy
están sobre el tapete ameritan tratamientos de compromiso para que la sangre no
llegue al rio; de hecho, eso es lo que está ocurriendo por medio de
discusiones, negociaciones y acuerdos.
Tampoco las guerras que involucran a las naciones son una
consecuencia directa de sus presupuestos de defensa. El objetivo en última
instancia es consumir armamento de cualquier manera para que la maquinaria no
se pare; un caso es cuando los pertrechos se usan sin que se involucren los
gobiernos que los financian como en las llamadas “guerras proxi” o “guerras por
delegación” (uno pone las armas y el otro el campo de batalla y los soldados).
--o0o--
La agenda global es muy amplia pero no todos los temas impactan
de la misma manera. En estos días hay que poner la atención en por lo menos
seis de ellos: 1) cambio climático y energía, 2) guerra tecnológica, 3)
comercio, producción y cadenas globales de valor, y 4) alimentos, 5)
infraestructura de conectividad, 6) geopolítica e institucionalidad.
Los eventos meteorológicos están
activos
El denominado cambio
climático (CC) es un factor reconfigurante de alcance planetario; por su
importancia está hoy en el podio de los temas más importantes y trascendentes
de la agenda global. No hay actividad sobre la tierra que no se vea afectada
por la variabilidad, debido a que los distintos meteoros que componen el CC actúan
a nivel de la biosfera, o sea, sobre la vida en su conjunto
Los efectos del CC son ambiguos, pueden ser buenos o malos;
depende en gran parte de la mano del hombre obtener beneficios de los cambios o
sufrir sus consecuencias con actitudes prescindentes o incorrectas frente a los
desastres.
El caso de nuestra pampa húmeda es proverbial. Debido a una
alteración del régimen de lluvias, la napa freática ha venido ascendiendo desde
los ochenta del siglo pasado lo que ha provocado un repentino aumento de la
fertilidad (también por el rol de los agroquímicos) de un suelo que estuvo casi
al borde de la esterilidad; sin embargo, al mismo tiempo y en forma trágica,
los excesos pluviométricos provocan inundaciones muy degradantes por la falta
de un sistema adecuado de canales.
Donde la dimensión tecnológica del CC se hace evidente es en
lo relacionado con la energía debido a que la contaminación generada por la
producción y el consumo de combustibles fósiles, incluida la quema de biomasa,
está alterando la ecología de todo el planeta.
Más conocido como
net
zero por su grafía anglosajona, este propósito, que remite al enfoque
climático, está tiñendo de dramatismo las discusiones por los intereses en
juego sobre la transformación y el desarrollo del sistema global.
Modificar el
paradigma energético implica cambiar en las sociedades el estilo de vida. Las
consecuencias de la problemática ambiental y climática, disruptivas para la
fuerza de la costumbre, suelen ser muy dolorosas para quienes las sufren.
Según las Naciones
Unidas net zero significa reducir las
emisiones de gases de efecto invernadero lo más que se pueda, y si queda un
resto se prevé absorberlo por medio de los océanos y los bosques; es decir, estamos
frente a un proceso oneroso que suena como una melodía para los oídos de los
ambientalistas y es un dolor de cabeza para los industriales.
El conocimiento no se negocia
La guerra tecnológica
es el frente donde la confrontación es más ardua entre China y EEUU, siendo
este último el claro ganador en ciernes al manejar en pareja con sus
principales socios del occidente democrático los eslabones principales de la
innovación.
El core del
diferendo radica en el control de la fabricación de los llamados chips de última generación. Los chips, que tienen el tamaño de
una uña, son piezas de material
semiconductor (silicio, germanio y otros elementos afines) sobre los cuales
se imprimen, por procedimientos fotolitográficos que se podría asimilar a los
usados para la revelación de fotografías en negro y blanco, los circuitos
integrados con los que se realizan numerosas funciones en computadoras y
dispositivos electrónicos.
Los circuitos
integrados estuvieron constituidos inicialmente por unos pocos transistores, luego por millares y ahora
millones de esas miniaturas del tamaño de un virus. Estos dispositivos que
fueron el gran invento de los años cuarenta para dejar de lado las voluminosas
lámparas de vacío con las que se hacían funcionar las radios, son medidos en nanómetros (nm) que es finalmente la
dimensión con que vulgarmente se designan los chips.
Cuando se habla de chips más potentes es equivalente a decir
que los transistores de los circuitos integrados son cada vez más pequeños, o
sea, que dichos circuitos pueden contenerlos en mayor cantidad. Actualmente ya
se están produciendo chips con transistores de 3 nm, pero los objetivos para
2030 prevén que se fabriquen los primeros transistores por debajo de 1 nm.
Finalmente, esa combinación de funciones en un solo dispositivo fue el origen
en la década de los ´70 del microprocesador,
como el CPU, que es el cerebro
de la computadora.
La fabricación de los chips requiere un encadenamiento de
empresas y maquinarias de altísima sofisticación que están en distintos países.
TSMC de Taiwán bajo
control de Apple con 60% del mercado,
Samsung de Corea, Intel
y Nvidia de EEUU, este
último para los chips específicos usados en inteligencia artificial, los
fabricantes de las maquinas que los imprimen (ASML de Países Bajos con el 80% del mercado de las llamadas
fotolitográficas donde también
participan las japonesas Canon y Nikon, y Applied Materials de California), las que a su vez dependen
de los que hacen los dispositivos para generar la luz ultravioleta (Cymer en California) y las lentes (Zeiss en Alemania) por donde pasa esa
luz para imprimir (fotolitografiar) los chips en las llamadas obleas de silicio, en su conjunto integran
una cadena exclusiva que les permite tener el control absoluto de la fabricación
de los chips en una frontera que siempre se va corriendo y nunca será
alcanzable para los que están rezagados.
China dispone de chips de más de 6 nm lo que hace que tenga
que arreglarse con dispositivos de menor capacidad, y por cierto no lo hace tan
mal como se demuestra con la aparición del exitoso celular P40 Pro de Huawei,
en los adelantos en Inteligencia Artificial, en la conquista del espacio y
muchos otros ítems que, sin embargo, no la habilitan hasta donde alcanza la
vista para ser contrincante en la llamada guerra tecnológica con EEUU y sus
socios que son los que tienen el control de la llave de la luz. Por ejemplo, EEUU
prohibió a ASML proveer chips de
última generación a China o hacerles el service
a los ya vendidos como lo venía haciendo hasta hace poco tiempo.
La batalla de las góndolas
La proclamada guerra
comercial entre los dos gigantes de la economía está más originada en la
retórica que en la realidad. Los datos fríos son elocuentes. La infraestructura
fabril china ya está plenamente globalizada, y los intercambios y las
dependencias empresarias entre oriente y occidente se dan en todos los planos
de la producción y distribución de bienes y servicios. La balanza comercial
entre EEUU y China ronda los U$S 700.000 millones por año de los cuales el 80% ha
correspondido a las exportaciones chinas.
Las diferencias comerciales entre los dos países, así como
los resabios de la pandemia, han dado mayor importancia a la ubicación relativa
de las plantas armadoras y fabriles con respecto a las cadenas encargadas de
suministrar las partes, lo que hace que términos como reshoring, nearshoring o friendshoring
sean citados con mayor frecuencia con referencia a la relocalización más colindante
del conjunto de la infraestructura productiva.
En realidad, más que traslado lo que está habiendo es una
duplicación de instalaciones. Las plantas ubicadas en China obviamente no
vuelven a EEUU haciendo el camino inverso que transitaron a partir de los
ochenta; lo que está pasando es que las facilidades existentes en territorio
chino se están replicando en las cercanías de EEUU donde las cifras nos dicen
que México ya ha superado a China en el volumen de las exportaciones a su
vecino. Va de suyo que China se ve obligada a abrir nuevos mercados en las cercanías
para redireccionar una parte de las exportaciones que han estado dirigidas a
Norteamérica.
Hambre o desnutrición
Cuando hay crisis en el Mar Negro la alimentación mundial se ve afectada y al igual que en los inicios
del modelo agroexportador argentino, cuando la guerra de Crimea de 1853/6 sacó
a Rusia de la producción cerealera, la guerra de Ucrania en curso también
incide en el complejo agroindustrial argentino que se ve sujeto a demandas
adicionales no siempre respondidas.
Desde que, en 1976, debido a los trabajos del premio Nobel
estadounidense Norman Borlaug, por primera vez en la historia la cantidad de
proteínas producidas en el mundo alcanza para dar de comer a todos los seres
humanos, las dificultades en la ingesta han radicado en la distribución de esas
proteínas y/o en la relocalización de los cultivos, como lo demuestra la actual
controversia entre Francia y países del cono sur de América para la firma de un
pacto de libre comercio. La problemática de la alimentación mundial aún está en
veremos sobre todo por razones de tipo geopolíticas, pero no por escasez como
ocurrió hasta hace unos años desde que el primer hombre se bajó del árbol.
Los resultados previsibles de la guerra de Ucrania anticipan
que Rusia se puede quedar con el dominio de todos los puertos del Mar Negro y
las tierras negras más fértiles del mundo, las conocidas como chernoziom, haciendo que se transforme
en el actor de mayor peso en el mercado mundial de cereales del mismo modo que
ya lo es como exportadora de trigo.
Caminos para todos
El poco aludido tema de la infraestructura de conectividad (IC) física más que la digital, es
la cenicienta de la agenda global. La retícula mundial predominante es la que
fue concebida al servicio de las formaciones sociales expoliadoras, normalmente
radiocéntricas, que fueron utilizadas para acercar materias primas con poco
valor agregado a los puertos de países dependientes y/o colonizados.
La aplicación de nociones como la dinámica de sistemas muestra el efecto multiplicador en la
generación y ahorro de energía que se produciría como consecuencia de facilitar
las sinergias de un trazado más racional, en red, de los flujos
informativo-comunicacionales que conectan a las sociedades humanas. En momentos
en que la consigna del net zero comienza a ser tendencia, sería bueno incorporar esta cuestión al debate
público y académico.
No es casual la importancia creciente que se les está
brindando a programas referidos a la IC. La estrella es la Ruta de la Seda de
la RPCh que ya está en marcha en decenas de país, pero por razones de
pertenencia puede que para nosotros tengan más importancia las contrapartes de
EEUU y la UE, el Build Back Better World
(B3W) y el Global Gateway.
El ruido de las armas
En la agenda global de hoy se distinguen las dos guerras, una en Ucrania y la otra
en Palestina en las que los atacantes pertenecen a uno y otro lado de la
grieta: Rusia autocrática e Israel democrática; la primera, ahora atrincherada,
luego de haber ocupado el 20% del territorio ucraniano, enfrentando
contraofensivas que desangran los efectivos locales, y la otra, de modalidad
ofensiva, dirigida a aniquilar a Hamas como respuesta a sus incursiones
terroristas.
Las dos guerras tienen rasgos comunes. Se identifican en que
ambas son invasoras, anexionistas y destructoras de la infraestructura civil y militar. Pero se
diferencian con respecto al daño infligido a la población civil.
En Ucrania a casi
dos años de haber comenzado la guerra, la Misión de Derechos Humanos de las
NNUU señala que se han verificado 10.582 muertos y 14 millones de personas han
emigrado, casi un tercio de la población de ese país, de los cuales unos 4,5
millones ya han regresado a sus hogares mientras que, según el Ministerio de
Salud Palestino, hasta el 12 de abril, a 7 meses de iniciado el conflicto, han
muerto 34.570 civiles de las cuales el 70% son mujeres y niños en la Franja de
Gaza, y 460 (117 niños) en Cisjordania en manos de los colonos judíos
extremistas lejos del teatro de las operaciones bélicas.
Por su carácter prolongado y su disposición estática, la
guerra de Ucrania ha perdido presencia mediática: demasiado larga y sin
dinamismo, además, según los expertos militares, con un final previsible por la
disparidad de las fuerzas en juego.
Para Rusia la población ucraniana no es su enemiga lo que ha
sido manifestado por su gobierno en repetidas ocasiones; por el contrario, son
un activo eslavo funcional a sus
ambiciones imperialistas tendientes a reflotar un proyecto con hondas raíces
históricas como es el de la Nueva Rusia motorizado férreamente por Putin.
En el Kremlin el regreso de la iconografía zarista ha sido
paralelo a la rehabilitación de filósofos como Iván Ilyin (1883-1954) y,
últimamente, el encumbramiento de teóricos geopolíticos como Aleksandr Duguin
(Moscú, 1962), herederos ambos del paneslavismo del siglo XIX que defendía la
“unidad espiritual” de los pueblos eslavos.
En un mapa mostrado recientemente por el ex presidente de
Rusia Dmitri Medvedev, hoy Vicepresidente de su Consejo de Seguridad, se
reivindican posesiones que vienen desde la época del imperio de los zares.
Rusia se ha propuesto recuperar los territorios de la parte
oriental del Dniéper con el fin, se conjetura, de integrarlos en forma de
repúblicas autónomas con una infraestructura actualizada frente a la vetusta herencia
de la era soviética, como ya se está viendo en la reconstrucción de Mariúpol
sobre el mar de Azov.
El otro tema con Ucrania es la forma en que Lenin creo ese
país en 1922 para formar parte de la naciente Unión Soviética, arrebatando
territorios a Polonia (Volinia y Galitzia), Hungría (Transcarpatia) y Rumania
(Besarabia y Bukovina). Esos acreedores están en la puerta esperando el fin de
la guerra para cobrar las deudas pendientes.
El caso de Israel
es distinto y no todos los judíos piensan lo mismo ni mucho menos; de hecho, ya
se están poniendo de relieve los desacuerdos a través de numerosas y nutridas
manifestaciones en distintas partes del mundo, incluso en el propio país; el intríngulis
es la concepción de los que hoy gobiernan el Estado y manejan su ejército cuya
actitud ante los palestinos ha generado muchas críticas e incomodidades entre sus
amigos. El distanciamiento de EEUU frente a lo que ya se denomina en Occidente
como un genocidio, es un hecho histórico de una formidable importancia
geopolítica.
La grieta global y la
institucionalidad
En junio de 2021 el Grupo de los Siete (G7) se encargó de firmar el acta de defunción del Grupo de los
Veinte (G20) en su concepción inicial,
la instancia efectiva de mayor representatividad alcanzada por las naciones más
poderosas a nivel de la gobernabilidad global. La reunión transcurrió a mitad
de junio en el sudoeste de Inglaterra, y a partir de ese momento el G20 perdió
su carácter consensual, aunque siguió siendo la mejor opción para el
tratamiento de la agenda global en su máximo nivel.
Para reafirmar el sentido de las medidas tomadas por el G7,
en diciembre de ese año el Departamento de Estado organizó la Primera Cumbre por la Democracia con el
fin de diseccionar la institucionalidad internacional por medio de una grieta global lo que determinó que los
aproximadamente los 200 países del mundo quedaran divididos por mitades.
El diseño de la actividad a distancia fue criticado por medios
estadounidenses porque se convocó a países que no tenían suficientes
merecimientos como para ser denominados democráticos dejando fuera a otros que
sí los tenían. Por el “principio de revelación” la convocatoria tuvo la virtud
de mostrar la forma en que EEUU concibe la parte “democrática” de la grieta.
En Instituciones como Freedom
House que recibe del gobierno de los Estados Unidos aproximadamente un
80 % de su financiación, existe la tradición de hacer un ranking anual
donde se distingue a los países amigos para editar un planisferio que se va
ajustando a los cambios que se consideren pertinentes. Las invitaciones para la
Primera Cumbre por la Democracia se hicieron según esa clasificación que está
reflejada en el siguiente mapa donde los que están en negro son los que no
fueron convocados y, por omisión, constituyen la parte autocrática de la
grieta.
Los EEUU se han manejado en las relaciones internacionales inspirados en la tara del “destino manifiesto”, una doctrina basada a su vez en una vieja concepción inglesa del siglo XIX denominada jingoísmo que se expresa en una actitud o política extremadamente patriótica y beligerante para promover o mantener el poder y los intereses de un país a través de la fuerza militar, sin considerar adecuadamente las alternativas diplomáticas.
Uno de los ejemplos más claros de la influencia del concepto
de Destino Manifiesto se puede apreciar en la declaración del presidente
Theodore Roosevelt en su mensaje anual de 1904 cuando expreso que “si una
nación demuestra que sabe actuar con una eficacia razonable y con el sentido de
las conveniencias en materia social y política, si mantiene el orden y respeta
sus obligaciones, no tiene por qué temer
una intervención de los Estados Unidos” (sic)
La performance de EEUU ha sido ambigua. Esa concepción extremista
no le ha dado buenos resultados cuando las intervenciones han sido armadas
lejos de sus fronteras a diferencia de los éxitos que obtuvo al utilizar otro
tipo de medios.
A partir de los setenta, el proceso chino contó con un rol
protagónico de los EEUU. El recientemente fallecido Henry Kissinger fue el
artífice sin duda del mayor logro de la historia en materia de intervenciones
externas complementarias, sinérgicas y exitosas.
La grieta promovida por el Departamento de Estado, más allá
de su intencionalidad, tiene una
connotación claramente emulativa. En ciertas cuestiones de las RRII se
parece al cuadro que Churchill pintó
en 1947 con su discurso de Fulton
para cerrar la “cortina de hierro” que enmarcó la Guerra fría.1 hasta la implosión de la Unión Soviética en 1991.
Da la impresión que los temas de agenda que se detallan en
este trabajo, en algunos aspectos de la producción, el comercio y las cadenas
de valor, irán tomando caminos confrontativos, pero sin dejar de ser al mismo
tiempo complementarios, según se manifiesten a uno u otro lado de la grieta y a
través de ella.
EEUU irá atenuando su presencia indiscriminada en todo el
mundo para replegarse y cobrar mayor protagonismo en el hemisferio americano,
con una participación atlántica no tan excluyente, para dar lugar a una Nato
más equilibrada, menos dependiente, y un rol incrementado de la Unión Europea,
aunque sea en este módico aspecto.
El conflicto con China tiene mucho más de semántico que de
comercial debido a que el intercambio entre ambos es gigantesco y no es dable eliminarlo
en su totalidad. La presencia de EEUU en China de hecho se ha ido modificando a
medida que las empresas de origen norteamericano allí radicadas también se van
independizando de su origen - apenas mantienen el branding, pero no la localización de sus casas matrices- debido a
la creciente globalización de sus competencias.
La notoria e inédita presencia de EEUU en Argentina, la
desgastante participación de ese país en la guerra de Ucrania, las inesperadas
controversias con Israel en torno a Palestina y, sobre todo, el sonsonete del
conflicto con China, es una demostración sutil o no tanto de ese restyling de orientación geopolítica.
Existe lo necesario para hacer feliz a la humanidad. Al
final de este período de grandes cambios habrá primado la suficiente cordura
como para que los recursos existentes garanticen que todos los seres humanos
puedan satisfacer sus necesidades y sean capaces, al mismo tiempo, de brindar al prójimo lo máximo que le
permitan la suma de sus capacidades en las condiciones adecuadas. Para eso
estamos en la Argentina.
Ing.
Alberto Ford
IRI / UNLP
Buenos Aires, abril de 2024
albertoford42@yahoo.com.ar