sábado, 9 de abril de 2022

 

NATO, su expansión. Advertencias de fuentes irreprochables

Si en EEUU no han faltado anticipos sobre lo que podía pasar con la expansión de NATO hacia el este, ya desde hace algunos años, tampoco faltan ahora que está ocurriendo. Las opiniones provienen de los influencers más destacados en los asuntos externos del gran país del norte. Académicos de la talla de Joseph Nye, experimentados diplomáticos como George Kennan, que fuera el arquitecto de la política contención de la Unión Soviética, Henry Kissinger, sin duda el mejor negociador de la historia, Thomas Friedman, principal columnista del The New York Times en el área de internacionales, representantes de la cultura, y hasta de la CIA, entre otros, en forma coincidente y de distintas maneras, han expresado y lo siguen haciendo su preocupación sobre la expansión de la OTAN hacia los lugares vacíos dejados por la desaparición de la Unión Soviética.

La participación de Joseph Nye se da en el contexto de una discusión entre las dos principales corrientes del pensamiento académico estadounidense sobre las relaciones internacionales: el realismo (Kenneth Waltz) y el neoliberalismo, una teoría esta última que el mismo Nye plasmó junto a Robert Keohane en el clásico Poder e Interdependencia donde desarrolló el novedoso concepto por aquellos años (1977) de la interdependencia compleja.

La esencia del debate académico sobre la responsabilidad del expansionismo de la OTAN -que tiene sus años pero obviamente se reaviva en estos días- nos dice lo siguiente. Los realistas aducen que el conflicto con Ucrania comenzó por el exceso de celo de los liberales en llevar la democracia hasta la frontera rusa; es decir, que faltó realismo. Desde el liberalismo se hacen una pregunta: ¿La crisis actual en Ucrania fue causada, como aducen los realistas, por una falta de realismo en la política exterior norteamericana? ¿Fue el deseo liberal de propagar la democracia lo que llevó la OTAN hasta las fronteras de Rusia? Si así fuera, y siguiendo la lógica de este razonamiento, no sorprendería que Putin, con la amenaza de tener las tropas de la OTAN en su frontera, “respondiera exigiendo una esfera de influencia análoga a lo que Estados Unidos alguna vez reivindicó en América Latina con su Doctrina Monroe”. Pero las cosas admiten otro enfoque. Contesta Nye: “este argumento realista tiene un problema: no se puede llamar liberal a la decisión de 2008 de la OTAN (muy promovida por la administración del presidente George W. Bush) de invitar a Georgia y a Ucrania a sumarse a la Alianza. Tampoco se puede decir que estuviera impulsada por liberales”[i]

Explicando la expansión de la OTAN, para el eminente politólogo John Mearsheimer (Universidad de Chicago): “los estados operan en un mundo de autoayuda en el que la mejor manera de sobrevivir es siendo lo más poderoso posible, aunque esto exija perseguir políticas despiadadas. No es una historia bonita, pero no hay una alternativa mejor si la supervivencia es el máximo objetivo de un país”.[ii] No es el contenido de la reivindicación de los valores morales presentes en los fundamentos de la doctrina institucionalista neoliberal de Keohane y Nye.

No solo las universidades ponen el foco en la expansión de la OTAN hacia el este. Para Thomas Friedman, relator principal en asuntos internacionales de The New York Times, en esta guerra “Estados Unidos y la OTAN no son espectadores inocentes…es irreflexiva la decisión de EEUU en la década de 1990 de expandir la OTAN después del colapso de la Unión Soviética”.[iii] Lo más jugoso de la nota publicada la semana pasada es la referencia a la consulta que le hizo a George Kennan en oportunidad de que el Senado americano ratificara en 1998 la política dirigida hacia el este. El prestigioso diplomático (fue embajador de Estados Unidos en Moscú en 1952 en vida de Stalin y era considerado “el mayor experto estadounidense en Rusia,  autor del concepto de contención”) dijo con respecto a la expansión de la OTAN: “Creo que es el comienzo de una nueva guerra fría. Creo que los rusos reaccionarán gradualmente de manera bastante adversa y eso afectará sus políticas. Creo que es un error trágico. No había ninguna razón para esto en absoluto”

Para Friedman “El misterio era por qué EEUU, que durante la Guerra Fría soñó con que Rusia algún día podría tener una revolución democrática y un líder que, aunque vacilante, trataría de convertir a Rusia en una democracia y unirse a Occidente, decidió empujar rápidamente a la OTAN a la cara de Rusia”. Contesta con una referencia a una conferencia de prensa en The Guardian del ex secretario (ministro) de Defensa de Bill Clinton, Bill Perry, quien dijo en 2016 “en los últimos años, la mayor parte de la culpa se puede señalar a las acciones que ha tomado Putin. Pero en los primeros años EEUU merece gran parte de la culpa. Nuestra primera acción que realmente nos puso en una mala dirección fue cuando la OTAN comenzó a expandirse, incorporando naciones de Europa del Este, algunas de ellas fronterizas con Rusia”[iv]

"Si Occidente quiere ser honesto, entonces ha de reconocer que ha cometido un error", afirmó el exsecretario de Estado de EEUU, Henry Kissinger, en un reportaje al diario alemán Der Spiegel. Se estaba refiriendo a la crisis de la Plaza del Maidan que en 2014 terminó (o empezó) con la salida del presidente pro-ruso Viktor Yanukovych. Para HK las relaciones entre Kiev y la UE (que se reivindicaban en las protestas) "debían haber sido objeto del diálogo con Rusia… Ucrania siempre ha tenido una importancia especial para Rusia. No entenderlo fue un error fatal“. Der Spiegel le preguntó: ¿Lo que está diciendo es que Occidente tiene al menos una especie de responsabilidad por la escalada? “Sí, estoy diciendo eso”[v] concluyó Kissinger

En este caso, con referencia al manejo informativos por parte de los medios occidentales, el cineasta Oliver Stone hizo hincapié en que se "omiten los hechos principales cuando no es conveniente". Para Oliver Stone hay que "pensar con claridad" para lo cual en su cuenta de Twitter propone una serie de medios "útiles y honestos" para ayudar a entender mejor la situación en la región y la postura de Moscú. El cineasta también “instó a los lectores de medios de comunicación y a los usuarios de las redes sociales a no ceder a las campañas mediáticas contra Rusia, que han adquirido una mayor intensidad tras el inicio de la operación especial rusa en Ucrania”.[vi]

Los think tanks son los medios más influyentes capaces de modelar la opinión y el sentimiento de los intereses, si se puede decir así, de los factores de poder decisivos. En EEUU no faltan, y son todos más o menos renombrados. Citaremos la posición de dos de ellos para un punto de visto más abarcativo.

Doug Bandow,  Senior Fellow del Cato Institute, en una nota titulada “No vayas a la guerra con Rusia por Ucrania…es hora de dejar eso en claro y no arrastrar a Estados Unidos a otro conflicto sin sentido”, sostiene que “la principal obligación del gobierno de los Estados Unidos es proteger al pueblo estadounidense, no promover la democracia en otros estados.” El autor enumera 7 razones por las cuales EEUU no debe involucrarse en un conflicto que no le corresponde. Una de ellas dice que la intervención no es necesaria para defender a los aliados de la OTAN ya que “Vladimir Putin no es amigo de la libertad, pero no es Joseph Stalin o Adolf Hitler. Las conquistas territoriales de Putin fuera de Crimea, históricamente rusa y sede de la base naval del Mar Negro de Moscú en Sebastopol, han sido mínimas”[vii]. En el caso de la RAND Corporation la posición estuvo a cargo de Samuel Charap, politólogo sénior de esa institución para quien “las tensiones más peligrosas en Europa en la memoria reciente radican en las aspiraciones de Ucrania a la membresía en la OTAN.”[viii]

Hasta la propia inteligencia no estuvo al margen de las opiniones. El actual director de la CIA, William J. Burns, ha estado advirtiendo sobre el efecto provocador de la expansión de la OTAN en Rusia desde 1995. Fue entonces cuando Burns, entonces embajador de EEUU en Moscú, informó a Washington que "la hostilidad hacia la temprana expansión de la OTAN se siente casi universalmente en todo el espectro político interno aquí". La información proviene de una nota de Ronald Sony, profesor de Historia y Ciencias Políticas en la Universidad de Michigan (EEUU)[ix].

En un dramático documento de año 1997, 50 personalidades entre ellas  Robert McNamara (ex secretario de defensa de Kennedy y Johnson durante la guerra de Vietnam, expresidente del Banco Mundial), Robert Bowie (uno de los redactores del informa principal de la Comisión Trilateral en los setenta), se dirigieron a Bill Clinton poniendo de relieve que “el esfuerzo actual liderado por Estados Unidos para expandir la OTAN… es un error de política de proporciones históricas”. La lapidaria opinión de hecho funcionó como un augurio al haber acertado en que “en Europa, la expansión de la OTAN trazará una nueva línea de división… fomentará la inestabilidad”[x]  Ing. Alberto Ford.

 Anexo. 

Carta de Jack F Matlock Jr., embajador de EEUU en Moscú cuando si disolvió la URSS en 1991

Yo estuve allí: la OTAN y los orígenes de la crisis de Ucrania

Después de la caída de la Unión Soviética, le dije al Senado que la expansión nos llevaría a donde estamos hoy.

15 DE FEBRERO DE 2022

Escrito por Jack F Matlock Jr


 

Hoy enfrentamos una crisis evitable entre Estados Unidos y Rusia que era predecible, precipitada deliberadamente, pero que puede resolverse fácilmente aplicando el sentido común.

 

Pero, ¿cómo llegamos a este punto?

 

Permítanme, como alguien que participó en las negociaciones que pusieron fin a la Guerra Fría, traer algo de historia para influir en la crisis actual.

 

Cada día se nos dice que la guerra puede ser inminente en Ucrania. Se nos dice que las tropas rusas se están concentrando en las fronteras de Ucrania y podrían atacar en cualquier momento. Se está aconsejando a los ciudadanos estadounidenses que abandonen Ucrania y se está evacuando a los dependientes del personal de la embajada estadounidense. Mientras tanto, el presidente ucraniano ha desaconsejado el pánico y ha dejado claro que no considera inminente una invasión rusa. Vladimir Putin ha negado que tenga intención alguna de invadir Ucrania. Su demanda es que cese el proceso de incorporación de nuevos miembros a la OTAN y que Rusia tenga garantías de que Ucrania y Georgia nunca serán miembros.

 

El presidente Biden se ha negado a dar tal seguridad, pero ha dejado clara su voluntad de seguir discutiendo cuestiones de estabilidad estratégica en Europa. Mientras tanto, el gobierno ucraniano ha dejado en claro que no tiene intención de implementar el acuerdo alcanzado en 2015 para reunir las provincias de Donbas en Ucrania con un alto grado de autonomía local, un acuerdo con Rusia, Francia y Alemania respaldado por Estados Unidos.

 

¿Era evitable esta crisis?

 

En resumen, sí. En 1991, cuando colapsó la Unión Soviética, muchos observadores creyeron erróneamente que estaban presenciando el final de la Guerra Fría cuando en realidad había terminado al menos dos años antes mediante negociación y era de interés para todas las partes. El presidente George H. W. Bush esperaba que Gorbachov lograra mantener la mayoría de las 12 repúblicas no bálticas en una federación voluntaria.

 

A pesar de la creencia prevaleciente sostenida tanto por el establishment de la política exterior de DC como por la mayoría del público ruso, Estados Unidos no apoyó, y mucho menos provocó, la desintegración de la Unión Soviética. Apoyamos la independencia de Estonia, Letonia y Lituania, y uno de los últimos actos del parlamento soviético fue legalizar su reclamo de independencia. Y, a pesar de los temores expresados ​​con frecuencia, Vladimir Putin nunca amenazó con reabsorber los países bálticos o con reclamar ninguno de sus territorios, aunque criticó a algunos que negaban a los rusos étnicos los plenos derechos de ciudadanía, un principio que la Unión Europea ha prometido hacer cumplir.

 

Dado que la principal demanda de Putin es una garantía de que la OTAN no aceptará más miembros, y específicamente Ucrania o Georgia, obviamente no habría habido base para la crisis actual si no hubiera habido una expansión de la alianza después del final de la Guerra Fría o si la expansión se hubiera producido en armonía con la construcción de una estructura de seguridad en Europa que incluía a Rusia.

 

¿Esta crisis era predecible?

 

Absolutamente. La expansión de la OTAN fue el error estratégico más profundo cometido desde el final de la Guerra Fría. En 1997, cuando surgió la cuestión de agregar más miembros a la OTAN, se me pidió que testificara ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado (SFRC). En mis comentarios introductorios, hice la siguiente declaración:

 

“Considero equivocada la recomendación de la administración de aceptar nuevos miembros en la OTAN en este momento. Si fuera aprobado por el Senado de los Estados Unidos, bien podría pasar a la historia como el error estratégico más profundo cometido desde el final de la Guerra Fría. Lejos de mejorar la seguridad de los Estados Unidos, sus Aliados y las naciones que desean ingresar a la Alianza, bien podría alentar una cadena de eventos que podría producir la amenaza de seguridad más grave para esta nación desde el colapso de la Unión Soviética”. De hecho, nuestros arsenales nucleares fueron capaces de acabar con la posibilidad de civilización en la Tierra.

 

Pero esa no fue la única razón que cité para incluir a Rusia en lugar de excluirla de la seguridad europea. Como expliqué a la SFRC: “El plan para aumentar el número de miembros de la OTAN no tiene en cuenta la situación internacional real tras el final de la Guerra Fría y procede de acuerdo con una lógica que solo tenía sentido durante la Guerra Fría. La división de Europa terminó antes de que se pensara en incorporar nuevos miembros a la OTAN. Nadie amenaza con volver a dividir Europa. Por tanto, es absurdo afirmar, como han hecho algunos, que es necesario incorporar nuevos miembros a la OTAN para evitar una futura división de Europa; si la OTAN va a ser el principal instrumento para unificar el continente, entonces, lógicamente, la única forma en que puede hacerlo es ampliándose para incluir a todos los países europeos. Pero ese no parece ser el objetivo de la administración, y aunque lo sea, la forma de alcanzarlo no es admitir nuevos miembros poco a poco”.

 

La decisión de expandir la OTAN poco a poco fue un revés a las políticas estadounidenses que produjeron el fin de la Guerra Fría. El presidente George H. W. Bush había proclamado el objetivo de una “Europa entera y libre”. Gorbachov había hablado de “nuestra casa común europea”, había dado la bienvenida a los representantes de los gobiernos de Europa del Este que derrocaron a sus gobernantes comunistas y había ordenado reducciones radicales en las fuerzas militares soviéticas explicando que para que un país esté seguro, debe haber seguridad para todos.

 

El presidente Bush también aseguró a Gorbachov durante su reunión en Malta en diciembre de 1989, que si a los países de Europa del Este se les permitía elegir su orientación futura mediante procesos democráticos, Estados Unidos no se “aprovecharía” de ese proceso. (Obviamente, traer países a la OTAN que estaban entonces en el Pacto de Varsovia sería "aprovecharse".) Al año siguiente, a Gorbachov se le aseguró, aunque no en un tratado formal, que si se permitía que una Alemania unificada permaneciera en la OTAN, no habría movimiento de jurisdicción de la OTAN hacia el este, “ni una pulgada”.

 

Estos comentarios se le hicieron a Gorbachov antes de que se disolviera la Unión Soviética. Una vez que lo hizo, la Federación Rusa tenía menos de la mitad de la población de la Unión Soviética y un establecimiento militar desmoralizado y en total desorden. Si bien no había motivos para ampliar la OTAN después de que la Unión Soviética reconociera y respetara la independencia de los países de Europa del Este, había aún menos motivos para temer a la Federación Rusa como una amenaza.

 

¿Esta crisis fue precipitada deliberadamente?

 

Por desgracia, las políticas seguidas por los presidentes George W. Bush, Barack Obama, Donald Trump y Joe Biden han contribuido a llevarnos a este punto.

 

La adición de países de Europa del Este a la OTAN continuó durante la administración de George W. Bush, pero eso no fue lo único que estimuló la objeción rusa. Al mismo tiempo, Estados Unidos comenzó a retirarse de los tratados de control de armas que habían templado, por un tiempo, una carrera armamentista irracional y peligrosa y fueron los acuerdos fundamentales para poner fin a la Guerra Fría. La más significativa fue la decisión de retirarse del Tratado sobre Misiles Antibalísticos, que había sido la piedra angular de la serie de acuerdos que detuvieron por un tiempo la carrera de armamentos nucleares. Después del 11 de septiembre, Putin fue el primer líder extranjero en llamar al presidente Bush y ofrecerle apoyo. Cumplió su palabra al facilitar el ataque contra el régimen talibán en Afganistán. Estaba claro en ese momento que Putin aspiraba a una asociación de seguridad con los Estados Unidos, ya que los terroristas yihadistas que tenían como objetivo a los Estados Unidos también tenían como objetivo a Rusia. Sin embargo, Washington continuó su curso de ignorar los intereses rusos (y también aliados) al invadir Irak, un acto de agresión al que no solo Rusia se opuso, sino también Francia y Alemania.

 

Aunque el presidente Obama inicialmente prometió mejorar las relaciones a través de su política de “reinicio”, la realidad fue que su gobierno continuó ignorando las preocupaciones rusas más serias y redobló los esfuerzos estadounidenses anteriores para separar a las ex repúblicas soviéticas de la influencia rusa y, de hecho, alentar el “cambio de régimen” en la propia Rusia. Las acciones estadounidenses en Siria y Ucrania fueron vistas por el presidente ruso y la mayoría de los rusos como ataques indirectos contra ellos.

 

Y en lo que respecta a Ucrania, la intrusión de Estados Unidos en su política interna fue profunda, apoyando activamente la revolución de 2014 y el derrocamiento del gobierno electo de Ucrania en 2014.

 

Las relaciones se agriaron aún más durante el segundo mandato del presidente Obama después de la anexión rusa de Crimea. Luego, las cosas empeoraron durante los cuatro años del mandato de Donald Trump. Acusado de ser un tonto ruso, Trump aprobó todas las medidas antirrusas que surgieron, mientras que al mismo tiempo halagaba a Putin como un gran líder.

 

¿Se puede resolver la crisis con la aplicación del sentido común?

 

Sí, después de todo, lo que pide Putin es eminentemente razonable. No exige la salida de ningún miembro de la OTAN y no amenaza a ninguno. Según cualquier norma de sentido común, a Estados Unidos le interesa promover la paz, no el conflicto. Intentar separar a Ucrania de la influencia rusa, el objetivo declarado de quienes agitaban por las "revoluciones de color", era una tontería y una tarea peligrosa. ¿Hemos olvidado tan pronto la lección de la crisis de los misiles en Cuba?

 

Ahora bien, decir que aprobar las demandas de Putin es del interés objetivo de Estados Unidos no significa que vaya a ser fácil de hacer. Los líderes de los partidos demócrata y republicano han desarrollado una postura tan rusofóbica que se necesitará una gran habilidad política para navegar en aguas políticas tan traicioneras y lograr un resultado racional.

 

El presidente Biden ha dejado claro que Estados Unidos no intervendrá con sus propias tropas si Rusia invade Ucrania. Entonces, ¿por qué trasladarlos a Europa del Este? ¿Solo para mostrar a los halcones en el Congreso que se mantiene firme?

 

Tal vez las negociaciones posteriores entre Washington y el Kremlin encuentren la manera de disipar las preocupaciones rusas y calmar la crisis. Y tal vez entonces el Congreso comience a lidiar con los crecientes problemas que tenemos en casa en lugar de empeorarlos.

 

O eso se puede esperar.

 

Esto se publicó originalmente en forma más larga en ACURA

Escrito por

Jack F Matlock Jr.




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