EL MUNDO VA
Estamos dejando atrás un año pleno de cambios en la arquitectura del poder
global. Dejando atrás es un eufemismo que se puede referir a la indetenible secuencia
del calendario pero no a las implicancias políticas derivadas de los hechos sustanciales
que han provocado los factores decisivos en el más alto nivel. En la agenda
climática hubo cambios significativos. Modificaciones en las categorías
climáticas como, por ejemplo, la jerarquización tecnológica de reconfiguración
productiva del Net-Zero. Por su parte, la tasa del 15% a las GAFAM es un hecho
sorprendente, sobre todo porque el más firme impulsor fue EEUU. El ocaso del Grupo
de los Veinte (G20) reverbera. EEUU trata de recuperar protagonismo luego de
los traspiés sufridos en los últimos años. Se ha trazado, en forma
absolutamente arbitraria, una grieta de alcance planetario. A partir de ahora,
una de las contradicciones más fogoneadas en los medios, será la que divide en
dos a los países, entre los democráticos y los no-democráticos o autocráticos.
El trabajo tiene 5 partes que pueden ser leídas según cualquier secuencia sin
que pierdan entidad. Hay una introducción. Un acápite para el sucedido de cada
una de las partes de la grieta. Una estimación de los cursos más probables en
el plano internacional. Y, finalmente, una pinceladas de cómo veo el futuro
político en nuestro país.
Introducción
Finaliza un año bisagra
para la globalización. En él se ha puesto en marcha un proceso destinado a ocupar
un lugar destacado en la historia. Para resumirlo (si ello fuera posible)
pondremos el foco en dos aspectos que lo caracterizan: agudos cambios operados
en las instancias más concentradas del poder
global, y nuevos reajustes de la agenda
a ese nivel. Se ingresa raudo a la fase superior de la globalización. Los
factores de poder se están moviendo con la velocidad del rayo.
Lo más
característico, lo que empieza a perfilarse con mayor intensidad, es la pérdida
de protagonismo del G20. Como corresponde a una época de cambios vertiginosos,
todo indica que a partir de este año el G20 irá siendo confinado al desván de
las cosas rutinarias. Ya ha cumplido su rol. El G20 deja un orden establecido
sobre los aspectos esenciales de la globalización, y logros no menores como la
tasa obligatoria del 15%. Sustanciada por la OCDE[i],
las grandes empresas -entre ellas las tecnológicas más conocidas con el
acrónimo GAFAM[ii]- se
verán obligadas a tributar donde obtienen los beneficios y no donde los
impuestos son menores. El funcionamiento del G20 se iba volviendo repetitivo.
El núcleo del poder –el espacio del consenso entre los líderes- deja de
funcionar en público y emergen otras formas de administrar la interdependencia
compleja del mundo. Como una reminiscencia del materialismo dialéctico -una de
cuyas leyes fundamentales “unidad y lucha de los contrarios” es una guía para abordar
los conflictos- de aquí en más la política global se verá reflejada en forma
excluyente con la lógica binaria con que se propone dividir el mundo entre
democracias y autocracias. Unos referenciados en el Grupo de los Siete (G7), los otros en la Organización de
Cooperación de Shanghái (OCS).
El G20, una
creación original para instituciones del más alto nivel de gobernabilidad,
asomó con la crisis del 2008. Hasta ese momento, los espacios decisivos de la
gobernabilidad no formaban parte de la realidad; discurrían con discreción,
como en el caso de la Trilateral o del propio G20 que hasta ese momento había
funcionado con bajo perfil. Con la crisis de Wall Street, los líderes de los
países que aportan el 85% del PBI global asumieron un protagonismo llamativo. Durante
13 años, personalidades de gran notoriedad, llevaron a cabo 16 cumbres con sus
respectivas declaraciones de consenso, firmadas y publicadas; una
infrecuente manifestación de compromiso en el reino de las palabras al viento.
Ese periplo virtuoso demostró cómo es el comportamiento esencial de la agenda
global, a través de un conjunto de recomendaciones no vinculantes pero insoslayables
dada su proveniencia.
Hay dos problemas
(o ventajas según como se lo mire) en el funcionamiento concebido para el G20.
El primero de ellos es la importancia relativa de los países en la escena
internacional: como en la fórmula 1, el G20 está constituido por escuderías de
vanguardia y otras de relleno. El otro es que obliga a una convivencia un tanto
forzada entre países democráticos y los que ahora son denominados autocráticos.
Cuando se constituyó el G20 en 1999 se buscó una representatividad mayor que el
G7 incorporando a los países emergentes. Y ahí aparecieron los diversos
condicionamientos para la viabilidad de las recomendaciones (o a veces meras
alusiones) que no fueran potables para todos; por ejemplo, en temas referidos a
las libertades y los derechos humanos en países que eran amigos de unos pero no
de otros.
La decisión no
anticipada de darle un corte al asunto se puso de manifiesto en la convocatoria
del G7 de Carbis Bay (Cornwall, UK) en junio de 2021. Tanto a través del tono y
los contenidos de la declaración final como del simbolismo de la presencia física de la reina Isabel en
la Cumbre (un tanto sobreactuada), los desarrollados pusieron en claro sus
intenciones de formar rancho aparte. Ya la sorpresa de la abstención de Trump
con respecto al apoyo al Acuerdo de París en la cumbre de Alemania de 2017 (era la primera vez que se rompía el
consenso) como la ausencia física de Putin y Xi Jinping en la Cumbre de Roma del
año pasado, anticiparon que algo comenzaba a quebrarse en el G20.
No es que con el
ocaso del G20 desaparezca el núcleo de consenso que inevitablemente funciona en
forma más o menos explícita en la cúpula del poder global. Por el contrario, en
su lugar aparecerán nuevas formas superadoras, autopoiéticas, demostrativas de
que el mundo no se detiene y es capaz de administrar los riesgos. Agenda, acuerdos
y plazos están establecidos en general; se nota en la reiteración de visiones y
misiones en las declaraciones salidas del más alto nivel de la gobernabilidad. Ahora,
el escenario se despliega de tal manera que conjuntos de países, según sus
afinidades, puedan dinamizar su accionar, con matices diferenciados pero sustentando
las grandes líneas contenidas, como hemos dicho, en las declaraciones del G20.
Biden
La precipitada
salida de EEUU en Afganistán les refrescó a no pocos medios de su país las
postales del fin de la guerra de Vietnam que mostraban los helicópteros
atiborrados de gente huyendo desde la embajada americana en Saigón. Del mismo
modo, en el país musulmán los resultados no pudieron ser más adversos. Luego de
los atentado del 11S en Nueva York, el ejército estadounidense y otros de la
OTAN se propusieron castigar a los talibán, acusados de esconder a Al Qaeda,
supuestos responsables del derribo de las torres gemelas. En Afganistán se
quedaron 20 años a un costo de U$S 1 billón (12 ceros). Al día siguiente del
anuncio de la retirada, los talibán ingresaron como si nunca se hubieran ido lo
que generó un gran desconcierto en el mundo occidental.
A pesar de los
traspiés, estableciendo una clara diferencia con la actitud del presidente
Trump, que no era muy afecto a salir de casa, la actual administración de EEUU
se ha propuesto recuperar un mayor protagonismo en la escena internacional. En
su actuación, referida a distintos temas de la gobernanza global, se destaca
una enérgica afirmación de los valores democráticos, estableciendo una clara
diferencia con países donde no imperan, según sus puntos de vista, esos valores:
prácticamente la mitad del planeta. Se infiere que, de paso, existe en el
gobierno americano la intención de someterse a una terapia revitalizante con el
fin de superar algunos traspiés sufridos últimamente
Sin duda la
actividad insignia del año 2021 fue la Cumbre de la Democracia realizada por
zoom en diciembre. Motorizada en forma excluyente por la presidencia
estadounidense, participaron 110 países de acuerdo a una selección arbitraria
que generó preocupación. Medios y fundaciones de aquel país se preguntaron, en
algunos casos con sentido crítico, extrañeza y hasta sorna, si era conveniente
para EEUU dejar tantos países afuera de la selección, algunos de los cuales
deberían haber sido convocados, y tener adentro otros sin los suficientes
merecimientos. En el mapa, con color rosado, se notan los participantes en la
cumbre.
Desde el lado
democrático ya se han puesto en escena los primeros conflictos, los que de por
sí son capaces de demostrar en forma indubitable que la grieta existe, que es
amenazante y peligrosa, y que los desenlaces son fatales e inminentes. Por
ahora los tenemos en Ucrania y Taiwán. En Europa, la NATO, ocupa los lugares
vacíos dejados por el retiro soviético. No obstante, le atribuyen a los rusos
la intención de recuperar el Donbass ucraniano. De Crimea ya casi no se habla[iv].
En Asia, aparte de la supuesta intención de invadir Taiwan, a los chinos les cuestionan el tratamiento reeducativo de
los üigures en Xinjiang[v]
y las dificultades de “un país, dos sistemas” que pusieron como condición los
ingleses para devolver Hong Kong.
Putin
Rusia y China han
sido excluidas del mundo democrático. Son acusadas o puestas bajo sospecha por
algunos gobiernos occidentales los cuales les atribuyen intenciones supuestas,
por ejemplo, invasiones militares a países vecinos. Las ven como una especie de
“eje del mal”. Como respuesta, los dos grandes países euroasiáticos desarrollan
una acción conjunta de alcance regional que tiene su pivote en la referida Organización
de Cooperación de Shanghái. La OCS está en crecimiento en Asia. Reúne a países
que han quedado fuera de la Cumbre de la Democracia.
La OCS es una
organización intergubernamental fundada el 15 de junio de 2001. En el portal de
las NNUU se dice que la
OCS
“se creó como asociación
multilateral con el fin de garantizar la seguridad y mantener la estabilidad en
la enorme región de Eurasia, unir fuerzas que contrarresten los retos y
amenazas emergentes y mejorar el comercio, además de la cooperación cultural y
humanitaria.”[vi]
Está constituida
por: China, India, Kazajistán, Kirguistán, Pakistán, Rusia, Tayikistán,
Uzbekistán y ahora Irán (Afganistán es observadora pero se espera su pronto
ingreso al igual que Turquía que tiene la categoría de “socia de diálogo”). La
sede se encuentra en Pekín y su presidente es un ruso, una dualidad que también
se da en los idiomas oficiales. En la OCS están representados alrededor de
3.400 millones de habitantes, o sea 43% del total de la población mundial.
En el mapa, los países que integran
la OCS están pintados de color verde. Los de azul son observadores salvo Irán
que fue aceptado recientemente como miembro activo.
La OCS queda del otro lado de la grieta. Algunos la ven como la contrapartida de la OTAN aunque su componente militar es casi inexistente. Esta parte es cubierta como en el caso de Rusia y China con ejercicios conjuntos.
La OCS tiene mucho
trabajo de su lado. Sus integrantes están ocupados arreglando los líos dejados
por EEUU, sobre todo en Afganistán luego de la retirada. En lo que se denomina
el Formato Moscú, la plana mayor de los taliban salió por primera vez de su
país en octubre para asistir en el Kremlin a una reunión con los cancilleres de
China, India, Pakistán, Irán, Rusia y los países fronterizos de Asia central
(EEUU prometió asistir al encuentro pero al final no lo hizo). El objetivo de
la convocatoria fue la asistencia humanitaria, económica, y poner en caja a los
fundamentalistas que gobiernan el país afgano y, sobre todo, evitar su
irradiación tóxica en las vecindades. Por otro lado, esta vez referida a Siria,
tuvo lugar a fin de año en Nur-Sultán, la capital de Kazajistán, una nueva
ronda de diálogo sobre el desangrado país del Medio Oriente con la mediación de
Rusia, Irán, Turquía y los dueños de casa.
Rusia y China han
forjado una sólida alianza estratégica. La relación, que ha sufrido distintas
vicisitudes a lo largo de la existencia de la RPCH, se basa en roles diferentes
pero complementarios en la “gestión” de esa parte de Eurasia.
A China se le
suele atribuir pretensiones hegemónicas. Sin embargo, más allá de la
especulación, no hay razones objetivas que justifiquen tal presunción. Salvo en
vetustas bibliotecas marxistas, no se interpreta que el potencial económico de
un país pueda fatalmente generar poder político. La visión economicista
–unidireccional, compartimentada, no compleja- de los procesos históricos trae confusión
por la fuerza de la costumbre. Por supuesto, China tiene ambiciones reparadoras,
justificados o no; los recuerdos imperiales se mantienen vivos. Pero su interés
más nítido, posible y deseable, es el de incrementar las facilidades para el
comercio. Los chinos tienen lo necesario para hacer viva su pretensión: la Ruta
de la Seda es la herramienta que la sustenta.[vii]
Rusia tiene un
pasado imperial, y un presente pleno de reminiscencias. Salió escorada de la
caída de la URSS, y los países occidentales, en especial EEUU, que en aquel
momento la ayudaron, luego retomaron el fácil camino de la demonización. Rusia
se está recuperando; y lo hace en relativo silencio. Que es culturalmente
expansionista se ve por la magnitud de su territorio. Aunque no siempre lo
demostró. En el siglo XIX les vendió Alaska a los norteamericanos a precio de
ocasión. Los dólares recibidos por los rusos en aquella oportunidad representan
una cifra equivalente a lo que hoy recaudan las flotas pesqueras en una buena
temporada de captura del salmón rosado.
En suma, bajo la
batuta de los dos gigantes, y con la participación a veces oscilante de la
India, se mantienen un aceptable control sobre los conflictos regionales y
nacionales en esa parte de Eurasia.[viii]
Son muy significativos
los cambios habidos en infraestructura, sobre todo en materia ferroviaria, y
las rutas terrestres y marítimas de miles de kilómetros se abren prácticamente
desde el Pacífico hasta el Atlántico.[ix]
Hay en curso un gigantesco desafío de alcance euroasiático para ir achicando
las diferencias en materia de desarrollo que separan al oriente de esta enorme
geografía con la parte desarrollada de occidente. Hay 30 ó 40 años por delante
para ver resultados en realidad previsibles.
La grieta
Rusia y China
reciben a diario enérgicas condenas desde los medios occidentales. Los motivos
son supuestos: se fundamentan en los riesgos que corren Ucrania y Taiwán de ser
invadidos.
El contencioso
con China muestra atenuantes debido a la íntima y consolidada relación
comercial fraguada durante 4 décadas con EEUU. El tratamiento es dual y da
lugar a situaciones curiosas. La COP26 se vio sorprendida por un acuerdo
generalizado alcanzado entre las dos potencias sobre cuestiones climáticas; asimismo,
en esa semana Xi y Biden tuvieron un encuentro virtual de 3,5 horas (¡) de
duración. Simultáneamente, la flota de EEUU navegaba provocativa por el
estrecho de Taiwán.[x]
Desde Oriente
responden que se subestima el peligro de acercar fuerzas armadas a lo que se
denominan las líneas rojas tanto de China como de Rusia. Aunque una guerra está
descartada entre las grandes potencias por el concepto de “destrucción mutua
asegurada” (MAD) que les permitió traspasar indemnes el duro trayecto de la
guerra fría (enormemente más riesgoso), las maniobras generan entredichos
diplomáticos y amplio despliegue en los medios. Con un final previsible: pronto
serán firmados nuevos tratados para definir localizaciones de tropas y otras
cuestiones afines cuyos borradores ya están en circulación.
Es todo tan
baladí que da la impresión de que se quisiera favorecer o por lo menos
facilitar la exposición de las posiciones del bando autocrático cuando se les
deja todo en bandeja para lucirse en las controversias. Aunque aquí se escuche
en exclusiva los tañidos de una sola de las campanas, y solo trasciendan
declaraciones justificatorias de compromiso, es notoria la asimetría en la
calidad de la argumentación. No sería una rareza si las movidas fueran
ponderadas desde el gran juego. En
ese plano y a ese nivel, debe haber intereses decisivos para que los países de
la OCS se desarrollen a mayor velocidad que las democracias occidentales, y
hasta las puedan igualar con el tiempo. Es el mismo espíritu con que los países
capitalistas, especialmente EEUU, se jugaron por la China de hace 40 años,
comunista y desértica. Son los intereses de suma positiva de la globalización;
distintos y hasta opuestos, por lo menos en el comercio, a los intereses de
suma negativa de la época imperial o colonialista. Beyond the headlines el mundo está jugado por el progreso; el
capitalismo necesita consumidores para una producción de bienes y servicios
que, a diferencia de un pasado no muy lejano, es ilimitada. En ese contexto de
ribetes difusos, EEUU corroboró la impresión de una tendencia ya comenzada a
esbozar hace unos años: poner a resguardo la bandera del “destino manifiesto”
con la cual las élites estadounidenses encabezaban las conocidas misiones
regeneradoras para imponer su idea de democracia en todos los rincones del
planeta.
Durante estos
días, aunque con un poco menos de repercusión mediática, continúa la guerra
comercial entre EEUU y China. No se va a parar. Está en juego un aspecto muy
importante referido al rol que el Occidente democrático va a jugar para
combatir en su campo la pobreza. La
clave es generar empleo. Y China se
ha quedado con todas las posibilidades de hacerlo pero a costa, sobre todo de
EEUU, que con su transferencia masiva de empresas al oriente a partir de los
ochenta, se hizo un hueco para la modernización tecnológica y productiva, pero
perdió muchos puestos de trabajo en la fabricación de manufacturas. De ese
aspecto de la actividad industrial se trata. La que es motivo de “guerra” es la
parte minoritaria, menos del 25%, del comercio
internacional, o sea la que surte las góndolas; el restante 75% son las cadenas
globales de valor (GVC) que aún no generan controversias como las manufacturas,
salvo la reivindicación de que una cantidad creciente de eslabones de esta
cadena puedan volver a Occidente, incrementando la cercanía.
La globalización
es un momento histórico superior en la Tierra cuyo proyecto ya está resuelto.
Según investigadores de la Universidad de Toronto, sede del Centro de
Investigación del G20, “el mayor cambio global (es que) el proceso de globalización ya está completo”[xi].
La afirmación no significa que ese camino ya esté hecho sino que sabemos lo que
vamos a encontrar a la meta final, su recorrido es de cumplimiento inevitable e
inminente, siempre entendiendo la temporalidad en su dimensión histórica.
Desde el punto de
vista schumpeterianos actuarán dos factores reconfigurantes omnímodos: el COVID
19 y sus variantes, y el cambio climático (CC). Los del primer tipo cumplirán
el rol de la destrucción creadora. Sus resultados están a la vista y lo
seguirán estando. El crecimiento y el desarrollo correrán por cuenta del CC. Su
condicionante principal es lo que se denomina Net-Zero. Dice wiki:
La neutralidad de carbono es un estado de emisiones netas de dióxido
de carbono cero. Esto se puede lograr equilibrando las emisiones de dióxido de
carbono con su eliminación (a menudo mediante la compensación de carbono) o
eliminando las emisiones de la sociedad (la transición a la "economía
post-carbono"). El término se utiliza en el contexto de los procesos de
liberación de dióxido de carbono asociados con el transporte, la producción de
energía, la agricultura y la industria.
Los países han
adoptado compromisos al 2030, 2050 y China al 2060. Las metas a cumplir
implicarán una transformación total de la vida económica, social, territorial
en todo el mundo. El funcionamiento de los grandes modelo de circulación de
oportunidades y hasta el big data, obrarán la parte tecnológico-comunicativa del
milagro reconfigurante. Desde ahora y durante las próximas 2 ó 3 décadas
tendremos la actuación a pleno de un restyling
de alcance planetario.
Los cambios más
grandes (e insólitos) van a ocurrir en la parte oriental del continente
euroasiático. Las relaciones estratégicas establecidas entre chinos y rusos no tienen parangón en la historia. China
se propone cambiar el clima en la mitad de su territorio. Es un programa de la
Universidad de Pekín liderado por un científico inglés[xii].
Combinando cambio climático, demografía y territorio, actuarán tres variable:
1) las modificaciones climáticas en territorio chino, en el permafrost de
Siberia y en el mar Ártico, 2) los espacio vacíos siberianos y 3) las aglomeraciones
demográficas chinas. Ya hay intensas migraciones de agricultores chinos que
cruzan a Siberia. Es el lugar donde está el 40% de la población mundial. Se construirán túneles para unir Asia con
América en Bering, y en Sajalín para hacerlo con Japón. Se va a poder ir en
auto o en TGV desde Buenos Aires a Madrid, eso sí con un poco de paciencia.
En el plano
comercial, se relativiza la grieta. Ya no es entre democráticos y autocráticos;
o entre los que participaron de la cumbre de la democracia y los que no fueron
invitados. Y si no veamos el caso de los 15 miembros de la poderosísima Regional Comprehensive Economic Partnership
(RCEP) que está integrada por los 10 países de la Asociación de Naciones del
Sudeste Asiático (ASEAN) más Australia, China, Japón, República de Corea y
Nueva Zelanda. La recientemente constituida asociación alberga aproximadamente
el 30 por ciento del Producto Interno Bruto y de la población del mundo.
¿Extrañaremos a
Merkel? Junto a Francisco y Putin conformaban el trio más mentado para afrontar
problemas que pudieran surgir en cualquier parte de la geografía. Veremos si
Draghi, su sucesor en el puesto, va a
estar a la altura.
El ingreso a la
fase superior globalización trae aparejado los gérmenes de un nuevo período
histórico: la civilización cósmica
que ya empieza a escaparse de la Tierra. Es la que ahora están alumbrando Elon
Musk, Branson, Bezos, chinos y rusos, europeos, indios, japoneses, iraníes y
hasta los emiratos árabes. Una vez más los aportes científicos y tecnológicos pican en punta y alumbran
revoluciones. Luego vendrán las interpretaciones sociológicas e históricas de
fenómenos tan complejos. Cuando nos demos cuenta ya estaremos viviendo en otro
mundo.
Stanley
Página/12 claramente
no alude a una conocida marca de herramientas cuando dice que es “arrogante,
provocador, despectivo y poco preocupado por disimular sus intenciones de
injerencia en asuntos internos”[xiii].
Se está refiriendo a Marc Stanley, el recientemente nominado representante de
EEUU en la Argentina, que llegará a nuestro país este mes. De alrededor de 65
años, el nuevo embajador es una activo lobista de la comunidad empresaria judía
en las filas del Partido Demócrata.
Para Stanley, la
Argentina es un "hermoso bus turístico al que no le andan las
ruedas". La definición, poco juiciosa para el representante de un país que
tradicionalmente ha sido sospechado de arrogante y establecer relaciones de
dominación, da la pauta de la actitud que se espera del diplomático: viene con
los tapones de punta en lo que parece ser el estilo de acción que mejor le
cuadra.
El nuevo
embajador se propone “"dialogar con líderes de todos los niveles del país
para lograr que en el hemisferio se honren nuestros ideales". O sea, un
claro anticipo de que se propone “alinear a la Argentina con la línea
más dura de la política norteamericana para Latinoamérica, a partir de la
definición Caracas-La Habana-Managua como eje
del mal"; en el mismo sentido, le preocupa menguar la incidencia que
eventualmente China pueda tener en nuestro país, sobre todo con las tecnologías
de la comunicación. Y lo más
importante: promete tener una activa participación en ayudar a la Argentina para reestructurar su
deuda con el FMI, como declaró cuando fue nominado ante la Cámara de
Representantes de su país.
¿Qué se puede observar de estas definiciones, advertencias y
hasta veladas amenazas por parte del nuevo embajador? Varias cosas: la primera
es cómo los peronistas se van a tragar el sapo. La segunda, el significado de
la venida de un embajador de estas características y el momento en que
desembarca. Y aquí cabe hacer algunas disquisiciones sobre el alcance
estratégico del periodo que se abrirá en nuestro país con la venida de Stanley.
Los principales
problemas de nuestro país son el desequilibrio territorial y, su correlato, la
concentración demográfica. Las razones del mal son anteriores al nacimiento de
la nación; arrancan en la colonia con la creación del Virreinato del Rio de la
Plata. La decisión de la Corona, como consecuencia de la creciente inviabilidad
de sus rutas por el Pacífico, dio lugar a nuevos intereses comerciales
concentrados los que, a su vez, promovieron la aparición del sentimiento de lo porteño. Así, el unitarismo ocuparía un sitial inamovible en nuestro imaginario
político, con cualquier tipo de régimen.
En esa asimetría permanente, se apoyaron e incentivaron intereses externos,
determinando el país dependiente que siempre fuimos.
Claramente las
soluciones necesarias para sacar al país del estancamiento no provendrán de los
unitarios. Y los federales –aplicados aprendices de unitarios - tampoco serán
factores coadyuvantes al carecer de la suficiente fuerza y convicción. Las
soluciones o salidas a las crisis sucesivas e imparables que nos han afectado
tradicionalmente tendrán que surgir como
siempre ha sido bajo la inspiración de flujos exógenos. La misión es
difícil de ejecutar, por los intereses afectados, y llevará tiempo.
En los próximos
años asistiremos a una puja de suma positiva entre los diversos programas: B3G,
Ruta de la Seda, Global Gateway. Se harán (en realidad ya se están haciendo) fuertísimas
inversiones con direccionamiento externo de obras en función de la conectividad
global. Los depositantes nacionales en el exterior (ahorristas, evasores y delictivos)
se verán obligados a repatriar los fondos e invertir en esa movida. La pulsión
federalista se hará sentir de la misma forma –pero en sentido contrario- que
cuando los trazados de las vías de los ferrocarriles ingleses y franceses
impusieron el embudo del modelo agro exportador. La creciente recuperación del
equilibrio territorial se expresará en la inversión del sentido de los vectores
geográficos del sistema, de lo centrípeto a lo centrífugo, de una combinación
virtuosa entre trama y urdimbre, de lo radiocéntrico a lo reticular.
Mientras tanto
seguirá funcionando el sistema democrático pero con modificaciones. El PJ, con
la erosión del K y los resultados adversos en la tercera sección del conurbano,
dejará de ser un partido centralista, para transformarse en una confederación
de partidos provinciales sin un líder que los aglutine y con el desafío
–trabajoso para esa fuerza acostumbrada a la imposición- de ir alcanzando sus
definiciones a partir de consensos.
A pesar de la
muerte anunciada, los medios siguen dedicando lugar de privilegio a la agonía
del peronismo[xiv]. Tiene
su explicación. Aunque las correlaciones de fuerzas políticas puedan ir
variando, lo que es dominante aun en la sociedad argentina es una forma
ideológica, estatista, prebendaria y aislacionista, que atraviesa en forma
inocultable a la sociedad argentina. Sus dos grandes representantes visibles en
la existencia de esa corriente fueron el peronismo y el ejército, este último
sin nafta desde el menemismo. Sin embargo, esa normativa es detectable en las
principales corporaciones de la sociedad: sindicatos, empresarios, iglesia,
partidos de centro e izquierda, academia, etc. Algunos de los principales
medios no están indemnes a los efectos de esa influencia.
Los grandes
cambios por venir afectarán a toda la sociedad. Pero desde el punto de vista de
la movilización social, los efectos serán más marcados en los sectores de
menores recursos; aquellos cuyas urgencias no alcanzan a ser cubiertas con las
acciones tradicionales del estado,
incluso con las modalidades asistenciales de los últimos años, incapaces de
producir cambios que vayan más allá de las respuestas a las necesidades cotidianas.
Es en este
contexto de tendencias dispersivas donde cobran importancia el peronismo y los
movimientos sociales, estos fuertemente influenciados por un pobrismo
vaticanista que busca trascender la misión caritativa. También en el
radicalismo están creciendo las fuerzas centrífugas. En conjunto las pulsiones
irán mostrando una impronta federalista y concertadora a nivel local. En suma,
las provincias irán alcanzando una autonomía que no tiene antecedentes en
nuestro país.
Ingresan a
nuestra historia otro tipo de realizaciones, en rapidez, intensidad,
complejidad, y resultados tangibles, más afines a las producidas en la RP
China, donde se ha mostrado la capacidad global suficiente como para hacer en
solo 40 años (¡) de un páramo una potencia mundial. Obviamente, en este país o
región se deberán hacer las cosas con características propias. Para ello hace
falta una clase dirigente con otro perfil.
Ing. Alberto Ford
Buenos Aires, enero de 2022
[i] Distintas organizaciones multilaterales, incluso la ONU,
obran de brazos ejecutores a partir de sugerencias del G20. Esos mecanismos de decisión de recomendaciones
no vinculantes pero Insoslayables, dan como resultado una altísima eficacia en
el accionar del G20 desde el 2008.
[ii] Como consecuencia de la crisis financiera de 2008, la
recesión económica hizo que las tributaciones de las empresas multinacionales
(EMN) fueran tenidas más en cuenta como aportes para la recuperación. El
problema era la falta de transparencia; la modalidad de la tributación era
motivo de diversas maniobras. Pero la necesidad tiene cara de hereje. Ante los
apremios, los países desarrollados no titubearon: el G20 encargó a la OCDE la
elaboración de un programa correctivo con el foco puesto en las EMN. Así nace
el Plan BEPS, sigla en inglés que hace alusión a la “erosión de la base
imponible y el traslado de los beneficios”. La propuesta de la OECD vio la luz
en 2013 en la Cumbre del G20 en San Petersburgo.
[iii]
La iniciativa se basa en Blue Dot Network (BDN), una colaboración que tiene como objetivo
construir una red global a través de financiamiento basado en préstamos para
construir carreteras, puentes, aeropuertos, puertos, plantas de energía. BDN es
una iniciativa de múltiples partes interesadas formada por Estados Unidos,
Japón y Australia para proporcionar evaluación
y certificación de proyectos de desarrollo de infraestructura en todo el mundo
sobre medidas de transparencia financiera, sostenibilidad ambiental e impacto
en el desarrollo económico, con el objetivo de movilizar capital privado para
invertir en el exterior. En su cometido es similar al Global Infrastructure Hub (GIH) una iniciativa del G20 con sede en
Australia.
[iv] Rusia no tiene ninguna intención porque no le conviene
anexionar el Donbass. Elemental. Aparte de evitarse un problema, mantienen planchado
dentro de Ucrania un enclave híper separatista con el cual influenciar en la política
interna. Por su parte, Crimea siempre fue rusa, desde la expulsión del último
tártaro hace siglos. En 1954, siendo presidente de la URSS, Nikita Khrushchev,
de origen ucraniano, les regaló Crimea a sus connacionales. La desmesura del
obsequio se mantuvo sin conflictos en tanto existiera la URSS. Cuando esta
desapareció, la población de Crimea, étnicamente rusa y ruso parlante, votó por
el 98% volver a la madre patria.
[v] Con respecto al conflicto üigur. Tiene una fuerte
repercusión en Occidente a partir de algunas exageraciones que lo desvirtúan.
Así, los encierros coactivos de miembros de la etnia en Sinkiang son vistos
como un genocidio aunque no se haya registrada una sola muerte. Dicho sea de
paso, el procedimiento no se diferencia, salvo en la eficacia, de lo que fue en
nuestro país el reclutamiento obligatorio del servicio militar hasta la muerte
del soldado Carrasco. El estado chino, además de exigir fidelidad al partido
comunista y fortalecer la conciencia nacional, prepara a los üigur para el trabajo
por medio de una reeducación en sus hábitos (Sinkiang es una de las dos
cabeceras territoriales de la Ruta de la Seda; la otra es Xi'an donde está el
ejército de terracota). En suma, dentro de lo esperable, se puede decir que es
un conflicto moderadamente bien manejado siendo que es una situación de gran
sensibilidad. Con algunas características: se busca modificar la correlación
demográfico por la introducción progresiva de la etnia han en el contexto de
una fuerte acción regional antiterrorista.
[vi] https://www.un.org/es/chronicle/article/el-papel-de-la-organizacion-de-cooperacion-de-shanghai-para-contrarrestar-las-amenazas-la-paz-y-la
[vii] Por lo demás, China no tiene ascendiente ni siquiera en
su Hinterland. De los 20 países con los cuales comparte fronteras (14
terrestres y seis marítimas) solo mantiene relaciones de confianza con Pakistán
y de vasallaje con Corea del Norte. Con los demás tiene o ha tenido conflictos.
Pero nunca invadió ni ocupó territorios, más allá de alguna escaramuza
fronteriza de poca duración con Vietnam o la India (el Tíbet aunque discutible
es una reivindicación nacional). En suma, la
influencia no es del país chino propiamente dicho sino de la fenomenal
experiencia que está desarrollando, pensada como modelo a emular,
respetando las particularidades, en cualquier país del mundo. Son dos cosas
bien distintas desde el punto de vista de la geopolítica. Con los chinos hay
resquemores pero en la zona nadie les tiene miedo ni esperan una intervención
militar de sus poderosas fuerzas armadas, una posibilidad remota que a veces se
deja traslucir en análisis poco consistentes.
[viii] Por ejemplo, hubo una fuerte escaramuza fronteriza
(una más de las muchas habidas en los últimos tiempos) entre China y la India
con varios muertos (sin armas de fuego, con palos y puntas). El problema se
arregló esa misma mañana con una oportunidad comunicación por zoom entre ambos
cancilleres. Un problema similar llevó en 1962 a una guerra prolongada entre
los dos grandes países. El fundamentalismo musulmán, que genera temor en
Xinjiang con los üigures por parte de los chinos, y en las república del Asia
Central por parte de los rusos, está más controlado que de costumbre, sobre
todo por la estrecha relación de China con Pakistán, que es el país que
tradicionalmente los ha apañado.
[ix] Entre enero y noviembre 2021 se llevaron a cabo un
total de 13.817 viajes de trenes de carga China-Europa (¡casi uno por hora!),
lo que supone un aumento interanual del 23 por ciento, Da una idea de la
magnitud de los cambios y la velocidad con que se producen.
[x] Para el New York Times es un error que Biden se imponga
complementar y confrontar al mismo tiempo.
[xi] Creating
Compliance with G20 and G7 Climate Change Commitments through Global, Regional
and Local Actors
John Kirton, Brittaney Warren and Jessica Rapson http://www.g7.utoronto.ca/scholar/kirton-warren-rapson-isa-2021.pdf
[xii] John C. Moore.
British glaciólogos and paleoclimatologist, profesor of Climate change (Arctic
Centre, University of Lapland, Rovaniemi, Finland) and visiting chief scientist
(Beijing Normal University, China) https://www.bbc.com/mundo/noticias-55896776
[xiii] https://www.pagina12.com.ar/377446-a-que-viene-marc-stanley-nuevo-embajador-de-ee-uu. Los entrecomillados pertenecen a la nota
[xiv] Clarín le dedica en promedio 95% del centimetraje al peronismo y
el 5% a la oposición, ganadora de las últimas elecciones y con alentadoras
perspectivas de crecimiento.
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