martes, 4 de enero de 2022

 

EL MUNDO VA

 

Estamos dejando atrás un año pleno de cambios en la arquitectura del poder global. Dejando atrás es un eufemismo que se puede referir a la indetenible secuencia del calendario pero no a las implicancias políticas derivadas de los hechos sustanciales que han provocado los factores decisivos en el más alto nivel. En la agenda climática hubo cambios significativos. Modificaciones en las categorías climáticas como, por ejemplo, la jerarquización tecnológica de reconfiguración productiva del Net-Zero. Por su parte, la tasa del 15% a las GAFAM es un hecho sorprendente, sobre todo porque el más firme impulsor fue EEUU. El ocaso del Grupo de los Veinte (G20) reverbera. EEUU trata de recuperar protagonismo luego de los traspiés sufridos en los últimos años. Se ha trazado, en forma absolutamente arbitraria, una grieta de alcance planetario. A partir de ahora, una de las contradicciones más fogoneadas en los medios, será la que divide en dos a los países, entre los democráticos y los no-democráticos o autocráticos. El trabajo tiene 5 partes que pueden ser leídas según cualquier secuencia sin que pierdan entidad. Hay una introducción. Un acápite para el sucedido de cada una de las partes de la grieta. Una estimación de los cursos más probables en el plano internacional. Y, finalmente, una pinceladas de cómo veo el futuro político en nuestro país.

 

Introducción

Finaliza un año bisagra para la globalización. En él se ha puesto en marcha un proceso destinado a ocupar un lugar destacado en la historia. Para resumirlo (si ello fuera posible) pondremos el foco en dos aspectos que lo caracterizan: agudos cambios operados en las instancias más concentradas del poder global, y nuevos reajustes de la agenda a ese nivel. Se ingresa raudo a la fase superior de la globalización. Los factores de poder se están moviendo con la velocidad del rayo.

Lo más característico, lo que empieza a perfilarse con mayor intensidad, es la pérdida de protagonismo del G20. Como corresponde a una época de cambios vertiginosos, todo indica que a partir de este año el G20 irá siendo confinado al desván de las cosas rutinarias. Ya ha cumplido su rol. El G20 deja un orden establecido sobre los aspectos esenciales de la globalización, y logros no menores como la tasa obligatoria del 15%. Sustanciada por la OCDE[i], las grandes empresas -entre ellas las tecnológicas más conocidas con el acrónimo GAFAM[ii]- se verán obligadas a tributar donde obtienen los beneficios y no donde los impuestos son menores. El funcionamiento del G20 se iba volviendo repetitivo. El núcleo del poder –el espacio del consenso entre los líderes- deja de funcionar en público y emergen otras formas de administrar la interdependencia compleja del mundo. Como una reminiscencia del materialismo dialéctico -una de cuyas leyes fundamentales “unidad y lucha de los contrarios” es una guía para abordar los conflictos- de aquí en más la política global se verá reflejada en forma excluyente con la lógica binaria con que se propone dividir el mundo entre democracias y autocracias. Unos referenciados en el Grupo de los Siete (G7), los otros en la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS).

El G20, una creación original para instituciones del más alto nivel de gobernabilidad, asomó con la crisis del 2008. Hasta ese momento, los espacios decisivos de la gobernabilidad no formaban parte de la realidad; discurrían con discreción, como en el caso de la Trilateral o del propio G20 que hasta ese momento había funcionado con bajo perfil. Con la crisis de Wall Street, los líderes de los países que aportan el 85% del PBI global asumieron un protagonismo llamativo. Durante 13 años, personalidades de gran notoriedad, llevaron a cabo 16 cumbres con sus respectivas declaraciones de consenso, firmadas y publicadas; una infrecuente manifestación de compromiso en el reino de las palabras al viento. Ese periplo virtuoso demostró cómo es el comportamiento esencial de la agenda global, a través de un conjunto de recomendaciones no vinculantes pero insoslayables dada su proveniencia.

Hay dos problemas (o ventajas según como se lo mire) en el funcionamiento concebido para el G20. El primero de ellos es la importancia relativa de los países en la escena internacional: como en la fórmula 1, el G20 está constituido por escuderías de vanguardia y otras de relleno. El otro es que obliga a una convivencia un tanto forzada entre países democráticos y los que ahora son denominados autocráticos. Cuando se constituyó el G20 en 1999 se buscó una representatividad mayor que el G7 incorporando a los países emergentes. Y ahí aparecieron los diversos condicionamientos para la viabilidad de las recomendaciones (o a veces meras alusiones) que no fueran potables para todos; por ejemplo, en temas referidos a las libertades y los derechos humanos en países que eran amigos de unos pero no de otros.

La decisión no anticipada de darle un corte al asunto se puso de manifiesto en la convocatoria del G7 de Carbis Bay (Cornwall, UK) en junio de 2021. Tanto a través del tono y los contenidos de la declaración final como del simbolismo de la presencia física de la reina Isabel en la Cumbre (un tanto sobreactuada), los desarrollados pusieron en claro sus intenciones de formar rancho aparte. Ya la sorpresa de la abstención de Trump con respecto al apoyo al Acuerdo de París en la cumbre de Alemania de  2017 (era la primera vez que se rompía el consenso) como la ausencia física de Putin y Xi Jinping en la Cumbre de Roma del año pasado, anticiparon que algo comenzaba a quebrarse en el G20.

No es que con el ocaso del G20 desaparezca el núcleo de consenso que inevitablemente funciona en forma más o menos explícita en la cúpula del poder global. Por el contrario, en su lugar aparecerán nuevas formas superadoras, autopoiéticas, demostrativas de que el mundo no se detiene y es capaz de administrar los riesgos. Agenda, acuerdos y plazos están establecidos en general; se nota en la reiteración de visiones y misiones en las declaraciones salidas del más alto nivel de la gobernabilidad. Ahora, el escenario se despliega de tal manera que conjuntos de países, según sus afinidades, puedan dinamizar su accionar, con matices diferenciados pero sustentando las grandes líneas contenidas, como hemos dicho, en las declaraciones del G20.

Biden

La precipitada salida de EEUU en Afganistán les refrescó a no pocos medios de su país las postales del fin de la guerra de Vietnam que mostraban los helicópteros atiborrados de gente huyendo desde la embajada americana en Saigón. Del mismo modo, en el país musulmán los resultados no pudieron ser más adversos. Luego de los atentado del 11S en Nueva York, el ejército estadounidense y otros de la OTAN se propusieron castigar a los talibán, acusados de esconder a Al Qaeda, supuestos responsables del derribo de las torres gemelas. En Afganistán se quedaron 20 años a un costo de U$S 1 billón (12 ceros). Al día siguiente del anuncio de la retirada, los talibán ingresaron como si nunca se hubieran ido lo que generó un gran desconcierto en el mundo occidental.

A pesar de los traspiés, estableciendo una clara diferencia con la actitud del presidente Trump, que no era muy afecto a salir de casa, la actual administración de EEUU se ha propuesto recuperar un mayor protagonismo en la escena internacional. En su actuación, referida a distintos temas de la gobernanza global, se destaca una enérgica afirmación de los valores democráticos, estableciendo una clara diferencia con países donde no imperan, según sus puntos de vista, esos valores: prácticamente la mitad del planeta. Se infiere que, de paso, existe en el gobierno americano la intención de someterse a una terapia revitalizante con el fin de superar algunos traspiés sufridos últimamente

Sin duda la actividad insignia del año 2021 fue la Cumbre de la Democracia realizada por zoom en diciembre. Motorizada en forma excluyente por la presidencia estadounidense, participaron 110 países de acuerdo a una selección arbitraria que generó preocupación. Medios y fundaciones de aquel país se preguntaron, en algunos casos con sentido crítico, extrañeza y hasta sorna, si era conveniente para EEUU dejar tantos países afuera de la selección, algunos de los cuales deberían haber sido convocados, y tener adentro otros sin los suficientes merecimientos. En el mapa, con color rosado, se notan los participantes en la cumbre.

 


 Aparte de la cuestión democrática, la renovada presencia americana se expresó en tres aspectos fundamentales de la agenda global. Cambio climático dio lugar a dos importantes reuniones a distancia antes de la presencia un tanto forzada de Biden en la COP26 (fue fotografiado durmiendo en una de las sesiones). El otro tema donde apostó fuerte el presidente norteamericano fue infraestructura de conectividad. En Carbis Bay presentó el programa Build Back Better World (B3W) que tiene previsto invertir la friolera de 40 billones (12 ceros) de dólares hasta 2035 en obras físicas, eléctricas y digitales[iii]. En EEUU el Senado aprobó U$S 1,2 billones para renovar la envejecida infraestructura del país. Por su parte, la UE acaba de aprobar el programa Global Gateway por 340.000 millones con el mismo fin. En este tema de la agenda, la coincidencia de las acciones occidentales está inspirada en la intención de “competir” con el programa chino de la Ruta de la Seda (en realidad las iniciativas se parecen como gotas de agua, tienen la misma finalidad). Esta movida global (la más importante en el presente) de inocultable inspiración G20, tiende a modificar de raíz la matriz de conectividad a nivel mundial, de radiocéntrica a reticular, con una fuerte incidencia en la generación masiva de puestos de trabajo, y contribuir de esa manera al combate contra la pobreza.

Desde el lado democrático ya se han puesto en escena los primeros conflictos, los que de por sí son capaces de demostrar en forma indubitable que la grieta existe, que es amenazante y peligrosa, y que los desenlaces son fatales e inminentes. Por ahora los tenemos en Ucrania y Taiwán. En Europa, la NATO, ocupa los lugares vacíos dejados por el retiro soviético. No obstante, le atribuyen a los rusos la intención de recuperar el Donbass ucraniano. De Crimea ya casi no se habla[iv]. En Asia, aparte de la supuesta intención de invadir Taiwan, a los chinos    les cuestionan el tratamiento reeducativo de los üigures en Xinjiang[v] y las dificultades de “un país, dos sistemas” que pusieron como condición los ingleses para devolver Hong Kong.

Putin

Rusia y China han sido excluidas del mundo democrático. Son acusadas o puestas bajo sospecha por algunos gobiernos occidentales los cuales les atribuyen intenciones supuestas, por ejemplo, invasiones militares a países vecinos. Las ven como una especie de “eje del mal”. Como respuesta, los dos grandes países euroasiáticos desarrollan una acción conjunta de alcance regional que tiene su pivote en la referida Organización de Cooperación de Shanghái. La OCS está en crecimiento en Asia. Reúne a países que han quedado fuera de la Cumbre de la Democracia.

La OCS es una organización intergubernamental fundada el 15 de junio de 2001. En el portal de las NNUU se dice que la OCS

“se creó como asociación multilateral con el fin de garantizar la seguridad y mantener la estabilidad en la enorme región de Eurasia, unir fuerzas que contrarresten los retos y amenazas emergentes y mejorar el comercio, además de la cooperación cultural y humanitaria.”[vi]

Está constituida por: China, India, Kazajistán, Kirguistán, Pakistán, Rusia, Tayikistán, Uzbekistán y ahora Irán (Afganistán es observadora pero se espera su pronto ingreso al igual que Turquía que tiene la categoría de “socia de diálogo”). La sede se encuentra en Pekín y su presidente es un ruso, una dualidad que también se da en los idiomas oficiales. En la OCS están representados alrededor de 3.400 millones de habitantes, o sea 43% del total de la población mundial. En el mapa, los países que integran la OCS están pintados de color verde. Los de azul son observadores salvo Irán que fue aceptado recientemente como miembro activo.


La OCS queda del otro lado de la grieta. Algunos la ven como la contrapartida de la OTAN aunque su componente militar es casi inexistente. Esta parte es cubierta como en el caso de Rusia y China con ejercicios conjuntos.

La OCS tiene mucho trabajo de su lado. Sus integrantes están ocupados arreglando los líos dejados por EEUU, sobre todo en Afganistán luego de la retirada. En lo que se denomina el Formato Moscú, la plana mayor de los taliban salió por primera vez de su país en octubre para asistir en el Kremlin a una reunión con los cancilleres de China, India, Pakistán, Irán, Rusia y los países fronterizos de Asia central (EEUU prometió asistir al encuentro pero al final no lo hizo). El objetivo de la convocatoria fue la asistencia humanitaria, económica, y poner en caja a los fundamentalistas que gobiernan el país afgano y, sobre todo, evitar su irradiación tóxica en las vecindades. Por otro lado, esta vez referida a Siria, tuvo lugar a fin de año en Nur-Sultán, la capital de Kazajistán, una nueva ronda de diálogo sobre el desangrado país del Medio Oriente con la mediación de Rusia, Irán, Turquía y los dueños de casa.

Rusia y China han forjado una sólida alianza estratégica. La relación, que ha sufrido distintas vicisitudes a lo largo de la existencia de la RPCH, se basa en roles diferentes pero complementarios en la “gestión” de esa parte de Eurasia.

A China se le suele atribuir pretensiones hegemónicas. Sin embargo, más allá de la especulación, no hay razones objetivas que justifiquen tal presunción. Salvo en vetustas bibliotecas marxistas, no se interpreta que el potencial económico de un país pueda fatalmente generar poder político. La visión economicista –unidireccional, compartimentada, no compleja- de los procesos históricos trae confusión por la fuerza de la costumbre. Por supuesto, China tiene ambiciones reparadoras, justificados o no; los recuerdos imperiales se mantienen vivos. Pero su interés más nítido, posible y deseable, es el de incrementar las facilidades para el comercio. Los chinos tienen lo necesario para hacer viva su pretensión: la Ruta de la Seda es la herramienta que la sustenta.[vii]

Rusia tiene un pasado imperial, y un presente pleno de reminiscencias. Salió escorada de la caída de la URSS, y los países occidentales, en especial EEUU, que en aquel momento la ayudaron, luego retomaron el fácil camino de la demonización. Rusia se está recuperando; y lo hace en relativo silencio. Que es culturalmente expansionista se ve por la magnitud de su territorio. Aunque no siempre lo demostró. En el siglo XIX les vendió Alaska a los norteamericanos a precio de ocasión. Los dólares recibidos por los rusos en aquella oportunidad representan una cifra equivalente a lo que hoy recaudan las flotas pesqueras en una buena temporada de captura del salmón rosado.

En suma, bajo la batuta de los dos gigantes, y con la participación a veces oscilante de la India, se mantienen un aceptable control sobre los conflictos regionales y nacionales en esa parte de  Eurasia.[viii]

Son muy significativos los cambios habidos en infraestructura, sobre todo en materia ferroviaria, y las rutas terrestres y marítimas de miles de kilómetros se abren prácticamente desde el Pacífico hasta el  Atlántico.[ix] Hay en curso un gigantesco desafío de alcance euroasiático para ir achicando las diferencias en materia de desarrollo que separan al oriente de esta enorme geografía con la parte desarrollada de occidente. Hay 30 ó 40 años por delante para ver resultados en realidad previsibles.

La grieta

Rusia y China reciben a diario enérgicas condenas desde los medios occidentales. Los motivos son supuestos: se fundamentan en los riesgos que corren Ucrania y Taiwán de ser invadidos.

El contencioso con China muestra atenuantes debido a la íntima y consolidada relación comercial fraguada durante 4 décadas con EEUU. El tratamiento es dual y da lugar a situaciones curiosas. La COP26 se vio sorprendida por un acuerdo generalizado alcanzado entre las dos potencias sobre cuestiones climáticas; asimismo, en esa semana Xi y Biden tuvieron un encuentro virtual de 3,5 horas (¡) de duración. Simultáneamente, la flota de EEUU navegaba provocativa por el estrecho de Taiwán.[x]

Desde Oriente responden que se subestima el peligro de acercar fuerzas armadas a lo que se denominan las líneas rojas tanto de China como de Rusia. Aunque una guerra está descartada entre las grandes potencias por el concepto de “destrucción mutua asegurada” (MAD) que les permitió traspasar indemnes el duro trayecto de la guerra fría (enormemente más riesgoso), las maniobras generan entredichos diplomáticos y amplio despliegue en los medios. Con un final previsible: pronto serán firmados nuevos tratados para definir localizaciones de tropas y otras cuestiones afines cuyos borradores ya están en circulación.

Es todo tan baladí que da la impresión de que se quisiera favorecer o por lo menos facilitar la exposición de las posiciones del bando autocrático cuando se les deja todo en bandeja para lucirse en las controversias. Aunque aquí se escuche en exclusiva los tañidos de una sola de las campanas, y solo trasciendan declaraciones justificatorias de compromiso, es notoria la asimetría en la calidad de la argumentación. No sería una rareza si las movidas fueran ponderadas desde el gran juego. En ese plano y a ese nivel, debe haber intereses decisivos para que los países de la OCS se desarrollen a mayor velocidad que las democracias occidentales, y hasta las puedan igualar con el tiempo. Es el mismo espíritu con que los países capitalistas, especialmente EEUU, se jugaron por la China de hace 40 años, comunista y desértica. Son los intereses de suma positiva de la globalización; distintos y hasta opuestos, por lo menos en el comercio, a los intereses de suma negativa de la época imperial o colonialista. Beyond the headlines el mundo está jugado por el progreso; el capitalismo necesita consumidores para una producción de bienes y servicios que, a diferencia de un pasado no muy lejano, es ilimitada. En ese contexto de ribetes difusos, EEUU corroboró la impresión de una tendencia ya comenzada a esbozar hace unos años: poner a resguardo la bandera del “destino manifiesto” con la cual las élites estadounidenses encabezaban las conocidas misiones regeneradoras para imponer su idea de democracia en todos los rincones del planeta.

Durante estos días, aunque con un poco menos de repercusión mediática, continúa la guerra comercial entre EEUU y China. No se va a parar. Está en juego un aspecto muy importante referido al rol que el Occidente democrático va a jugar para combatir en su campo la pobreza. La clave es generar empleo. Y China se ha quedado con todas las posibilidades de hacerlo pero a costa, sobre todo de EEUU, que con su transferencia masiva de empresas al oriente a partir de los ochenta, se hizo un hueco para la modernización tecnológica y productiva, pero perdió muchos puestos de trabajo en la fabricación de manufacturas. De ese aspecto de la actividad industrial se trata. La que es motivo de “guerra” es la parte minoritaria, menos del 25%, del comercio internacional, o sea la que surte las góndolas; el restante 75% son las cadenas globales de valor (GVC) que aún no generan controversias como las manufacturas, salvo la reivindicación de que una cantidad creciente de eslabones de esta cadena puedan volver a Occidente, incrementando la cercanía.

La globalización es un momento histórico superior en la Tierra cuyo proyecto ya está resuelto. Según investigadores de la Universidad de Toronto, sede del Centro de Investigación del G20, “el mayor cambio global (es que) el proceso de globalización ya está completo[xi]. La afirmación no significa que ese camino ya esté hecho sino que sabemos lo que vamos a encontrar a la meta final, su recorrido es de cumplimiento inevitable e inminente, siempre entendiendo la temporalidad en su dimensión histórica.

Desde el punto de vista schumpeterianos actuarán dos factores reconfigurantes omnímodos: el COVID 19 y sus variantes, y el cambio climático (CC). Los del primer tipo cumplirán el rol de la destrucción creadora. Sus resultados están a la vista y lo seguirán estando. El crecimiento y el desarrollo correrán por cuenta del CC. Su condicionante principal es lo que se denomina Net-Zero. Dice wiki:

La neutralidad de carbono es un estado de emisiones netas de dióxido de carbono cero. Esto se puede lograr equilibrando las emisiones de dióxido de carbono con su eliminación (a menudo mediante la compensación de carbono) o eliminando las emisiones de la sociedad (la transición a la "economía post-carbono"). El término se utiliza en el contexto de los procesos de liberación de dióxido de carbono asociados con el transporte, la producción de energía, la agricultura y la industria.

Los países han adoptado compromisos al 2030, 2050 y China al 2060. Las metas a cumplir implicarán una transformación total de la vida económica, social, territorial en todo el mundo. El funcionamiento de los grandes modelo de circulación de oportunidades y hasta el big data, obrarán la parte tecnológico-comunicativa del milagro reconfigurante. Desde ahora y durante las próximas 2 ó 3 décadas tendremos la actuación a pleno de un restyling de alcance planetario.

Los cambios más grandes (e insólitos) van a ocurrir en la parte oriental del continente euroasiático. Las relaciones estratégicas establecidas entre chinos y rusos no tienen parangón en la historia. China se propone cambiar el clima en la mitad de su territorio. Es un programa de la Universidad de Pekín liderado por un científico inglés[xii]. Combinando cambio climático, demografía y territorio, actuarán tres variable: 1) las modificaciones climáticas en territorio chino, en el permafrost de Siberia y en el mar Ártico, 2) los espacio vacíos siberianos y 3) las aglomeraciones demográficas chinas. Ya hay intensas migraciones de agricultores chinos que cruzan a Siberia. Es el lugar donde está el 40% de la población mundial.  Se construirán túneles para unir Asia con América en Bering, y en Sajalín para hacerlo con Japón. Se va a poder ir en auto o en TGV desde Buenos Aires a Madrid, eso sí con un poco de paciencia.

En el plano comercial, se relativiza la grieta. Ya no es entre democráticos y autocráticos; o entre los que participaron de la cumbre de la democracia y los que no fueron invitados. Y si no veamos el caso de los 15 miembros de la poderosísima Regional Comprehensive Economic Partnership (RCEP) que está integrada por los 10 países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) más Australia, China, Japón, República de Corea y Nueva Zelanda. La recientemente constituida asociación alberga aproximadamente el 30 por ciento del Producto Interno Bruto y de la población del mundo.

¿Extrañaremos a Merkel? Junto a Francisco y Putin conformaban el trio más mentado para afrontar problemas que pudieran surgir en cualquier parte de la geografía. Veremos si Draghi, su sucesor en el puesto, va a estar a la altura.

El ingreso a la fase superior globalización trae aparejado los gérmenes de un nuevo período histórico: la civilización cósmica que ya empieza a escaparse de la Tierra. Es la que ahora están alumbrando Elon Musk, Branson, Bezos, chinos y rusos, europeos, indios, japoneses, iraníes y hasta los emiratos árabes. Una vez más los aportes científicos y  tecnológicos pican en punta y alumbran revoluciones. Luego vendrán las interpretaciones sociológicas e históricas de fenómenos tan complejos. Cuando nos demos cuenta ya estaremos viviendo en otro mundo.

Stanley

Página/12 claramente no alude a una conocida marca de herramientas cuando dice que es “arrogante, provocador, despectivo y poco preocupado por disimular sus intenciones de injerencia en asuntos internos”[xiii]. Se está refiriendo a Marc Stanley, el recientemente nominado representante de EEUU en la Argentina, que llegará a nuestro país este mes. De alrededor de 65 años, el nuevo embajador es una activo lobista de la comunidad empresaria judía en las filas del Partido Demócrata.

Para Stanley, la Argentina es un "hermoso bus turístico al que no le andan las ruedas". La definición, poco juiciosa para el representante de un país que tradicionalmente ha sido sospechado de arrogante y establecer relaciones de dominación, da la pauta de la actitud que se espera del diplomático: viene con los tapones de punta en lo que parece ser el estilo de acción que mejor le cuadra.

El nuevo embajador se propone “"dialogar con líderes de todos los niveles del país para lograr que en el hemisferio se honren nuestros ideales". O sea, un claro anticipo de que se propone “alinear a la Argentina con la línea más dura de la política norteamericana para Latinoamérica, a partir de la definición Caracas-La Habana-Managua como eje del mal"; en el mismo sentido, le preocupa menguar la incidencia que eventualmente China pueda tener en nuestro país, sobre todo con las tecnologías de la comunicación. Y lo más importante: promete tener una activa participación en ayudar a la Argentina para reestructurar su deuda con el FMI, como declaró cuando fue nominado ante la Cámara de Representantes de su país.

¿Qué se puede observar de estas definiciones, advertencias y hasta veladas amenazas por parte del nuevo embajador? Varias cosas: la primera es cómo los peronistas se van a tragar el sapo. La segunda, el significado de la venida de un embajador de estas características y el momento en que desembarca. Y aquí cabe hacer algunas disquisiciones sobre el alcance estratégico del periodo que se abrirá en nuestro país con la venida de Stanley.

Los principales problemas de nuestro país son el desequilibrio territorial y, su correlato, la concentración demográfica. Las razones del mal son anteriores al nacimiento de la nación; arrancan en la colonia con la creación del Virreinato del Rio de la Plata. La decisión de la Corona, como consecuencia de la creciente inviabilidad de sus rutas por el Pacífico, dio lugar a nuevos intereses comerciales concentrados los que, a su vez, promovieron la aparición del sentimiento de lo porteño. Así, el unitarismo ocuparía un sitial inamovible en nuestro imaginario político, con cualquier tipo de régimen. En esa asimetría permanente, se apoyaron e incentivaron intereses externos, determinando el país dependiente que siempre fuimos. 

Claramente las soluciones necesarias para sacar al país del estancamiento no provendrán de los unitarios. Y los federales –aplicados aprendices de unitarios - tampoco serán factores coadyuvantes al carecer de la suficiente fuerza y convicción. Las soluciones o salidas a las crisis sucesivas e imparables que nos han afectado tradicionalmente tendrán que surgir como siempre ha sido bajo la inspiración de flujos exógenos. La misión es difícil de ejecutar, por los intereses afectados, y llevará tiempo.

En los próximos años asistiremos a una puja de suma positiva entre los diversos programas: B3G, Ruta de la Seda, Global Gateway. Se harán (en realidad ya se están haciendo) fuertísimas inversiones con direccionamiento externo de obras en función de la conectividad global. Los depositantes nacionales en el exterior (ahorristas, evasores y delictivos) se verán obligados a repatriar los fondos e invertir en esa movida. La pulsión federalista se hará sentir de la misma forma –pero en sentido contrario- que cuando los trazados de las vías de los ferrocarriles ingleses y franceses impusieron el embudo del modelo agro exportador. La creciente recuperación del equilibrio territorial se expresará en la inversión del sentido de los vectores geográficos del sistema, de lo centrípeto a lo centrífugo, de una combinación virtuosa entre trama y urdimbre, de lo radiocéntrico a lo reticular.

Mientras tanto seguirá funcionando el sistema democrático pero con modificaciones. El PJ, con la erosión del K y los resultados adversos en la tercera sección del conurbano, dejará de ser un partido centralista, para transformarse en una confederación de partidos provinciales sin un líder que los aglutine y con el desafío –trabajoso para esa fuerza acostumbrada a la imposición- de ir alcanzando sus definiciones a partir de consensos.

A pesar de la muerte anunciada, los medios siguen dedicando lugar de privilegio a la agonía del peronismo[xiv]. Tiene su explicación. Aunque las correlaciones de fuerzas políticas puedan ir variando, lo que es dominante aun en la sociedad argentina es una forma ideológica, estatista, prebendaria y aislacionista, que atraviesa en forma inocultable a la sociedad argentina. Sus dos grandes representantes visibles en la existencia de esa corriente fueron el peronismo y el ejército, este último sin nafta desde el menemismo. Sin embargo, esa normativa es detectable en las principales corporaciones de la sociedad: sindicatos, empresarios, iglesia, partidos de centro e izquierda, academia, etc. Algunos de los principales medios no están indemnes a los efectos de esa influencia.

Los grandes cambios por venir afectarán a toda la sociedad. Pero desde el punto de vista de la movilización social, los efectos serán más marcados en los sectores de menores recursos; aquellos cuyas urgencias no alcanzan a ser cubiertas con las acciones  tradicionales del estado, incluso con las modalidades asistenciales de los últimos años, incapaces de producir cambios que vayan más allá de las respuestas a las necesidades cotidianas.

Es en este contexto de tendencias dispersivas donde cobran importancia el peronismo y los movimientos sociales, estos fuertemente influenciados por un pobrismo vaticanista que busca trascender la misión caritativa. También en el radicalismo están creciendo las fuerzas centrífugas. En conjunto las pulsiones irán mostrando una impronta federalista y concertadora a nivel local. En suma, las provincias irán alcanzando una autonomía que no tiene antecedentes en nuestro país.

Ingresan a nuestra historia otro tipo de realizaciones, en rapidez, intensidad, complejidad, y resultados tangibles, más afines a las producidas en la RP China, donde se ha mostrado la capacidad global suficiente como para hacer en solo 40 años (¡) de un páramo una potencia mundial. Obviamente, en este país o región se deberán hacer las cosas con características propias. Para ello hace falta una clase dirigente con otro perfil.

Ing. Alberto Ford

albertoford42@yahoo.com.ar

Buenos Aires, enero de 2022



[i] Distintas organizaciones multilaterales, incluso la ONU, obran de brazos ejecutores a partir de sugerencias del G20.  Esos mecanismos de decisión de recomendaciones no vinculantes pero Insoslayables, dan como resultado una altísima eficacia en el accionar del G20 desde el 2008.

[ii] Como consecuencia de la crisis financiera de 2008, la recesión económica hizo que las tributaciones de las empresas multinacionales (EMN) fueran tenidas más en cuenta como aportes para la recuperación. El problema era la falta de transparencia; la modalidad de la tributación era motivo de diversas maniobras. Pero la necesidad tiene cara de hereje. Ante los apremios, los países desarrollados no titubearon: el G20 encargó a la OCDE la elaboración de un programa correctivo con el foco puesto en las EMN. Así nace el Plan BEPS, sigla en inglés que hace alusión a la “erosión de la base imponible y el traslado de los beneficios”. La propuesta de la OECD vio la luz en 2013 en la Cumbre del G20 en San Petersburgo.

[iii] La iniciativa se basa en Blue Dot Network (BDN), una colaboración que tiene como objetivo construir una red global a través de financiamiento basado en préstamos para construir carreteras, puentes, aeropuertos, puertos, plantas de energía. BDN es una iniciativa de múltiples partes interesadas formada por Estados Unidos, Japón y Australia para proporcionar evaluación y certificación de proyectos de desarrollo de infraestructura en todo el mundo sobre medidas de transparencia financiera, sostenibilidad ambiental e impacto en el desarrollo económico, con el objetivo de movilizar capital privado para invertir en el exterior. En su cometido es similar al Global Infrastructure Hub (GIH) una iniciativa del G20 con sede en Australia.

[iv] Rusia no tiene ninguna intención porque no le conviene anexionar el Donbass. Elemental. Aparte de evitarse un problema, mantienen planchado dentro de Ucrania un enclave híper separatista con el cual influenciar en la política interna. Por su parte, Crimea siempre fue rusa, desde la expulsión del último tártaro hace siglos. En 1954, siendo presidente de la URSS, Nikita Khrushchev, de origen ucraniano, les regaló Crimea a sus connacionales. La desmesura del obsequio se mantuvo sin conflictos en tanto existiera la URSS. Cuando esta desapareció, la población de Crimea, étnicamente rusa y ruso parlante, votó por el 98% volver a la madre patria.

[v] Con respecto al conflicto üigur. Tiene una fuerte repercusión en Occidente a partir de algunas exageraciones que lo desvirtúan. Así, los encierros coactivos de miembros de la etnia en Sinkiang son vistos como un genocidio aunque no se haya registrada una sola muerte. Dicho sea de paso, el procedimiento no se diferencia, salvo en la eficacia, de lo que fue en nuestro país el reclutamiento obligatorio del servicio militar hasta la muerte del soldado Carrasco. El estado chino, además de exigir fidelidad al partido comunista y fortalecer la conciencia nacional, prepara a los üigur para el trabajo por medio de una reeducación en sus hábitos (Sinkiang es una de las dos cabeceras territoriales de la Ruta de la Seda; la otra es Xi'an donde está el ejército de terracota). En suma, dentro de lo esperable, se puede decir que es un conflicto moderadamente bien manejado siendo que es una situación de gran sensibilidad. Con algunas características: se busca modificar la correlación demográfico por la introducción progresiva de la etnia han en el contexto de una fuerte acción regional antiterrorista.

[vii] Por lo demás, China no tiene ascendiente ni siquiera en su Hinterland. De los 20 países con los cuales comparte fronteras (14 terrestres y seis marítimas) solo mantiene relaciones de confianza con Pakistán y de vasallaje con Corea del Norte. Con los demás tiene o ha tenido conflictos. Pero nunca invadió ni ocupó territorios, más allá de alguna escaramuza fronteriza de poca duración con Vietnam o la India (el Tíbet aunque discutible es una reivindicación nacional). En suma, la influencia no es del país chino propiamente dicho sino de la fenomenal experiencia que está desarrollando, pensada como modelo a emular, respetando las particularidades, en cualquier país del mundo. Son dos cosas bien distintas desde el punto de vista de la geopolítica. Con los chinos hay resquemores pero en la zona nadie les tiene miedo ni esperan una intervención militar de sus poderosas fuerzas armadas, una posibilidad remota que a veces se deja traslucir en análisis poco consistentes.

[viii] Por ejemplo, hubo una fuerte escaramuza fronteriza (una más de las muchas habidas en los últimos tiempos) entre China y la India con varios muertos (sin armas de fuego, con palos y puntas). El problema se arregló esa misma mañana con una oportunidad comunicación por zoom entre ambos cancilleres. Un problema similar llevó en 1962 a una guerra prolongada entre los dos grandes países. El fundamentalismo musulmán, que genera temor en Xinjiang con los üigures por parte de los chinos, y en las república del Asia Central por parte de los rusos, está más controlado que de costumbre, sobre todo por la estrecha relación de China con Pakistán, que es el país que tradicionalmente los ha apañado.

[ix] Entre enero y noviembre 2021 se llevaron a cabo un total de 13.817 viajes de trenes de carga China-Europa (¡casi uno por hora!), lo que supone un aumento interanual del 23 por ciento, Da una idea de la magnitud de los cambios y la velocidad con que se producen.

[x] Para el New York Times es un error que Biden se imponga complementar y confrontar al mismo tiempo.

[xi] Creating Compliance with G20 and G7 Climate Change Commitments through Global, Regional and Local Actors

John Kirton, Brittaney Warren and Jessica Rapson http://www.g7.utoronto.ca/scholar/kirton-warren-rapson-isa-2021.pdf

[xii] John C. Moore. British glaciólogos and paleoclimatologist, profesor of Climate change (Arctic Centre, University of Lapland, Rovaniemi, Finland) and visiting chief scientist (Beijing Normal University, China) https://www.bbc.com/mundo/noticias-55896776

[xiv] Clarín le dedica en promedio 95% del centimetraje al peronismo y el 5% a la oposición, ganadora de las últimas elecciones y con alentadoras perspectivas de crecimiento.

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