El cristal con que se mira
Es sabido que el primer ciclo largo de crecimiento, que se extendió desde 1862 hasta los años treinta del siglo
pasado, trajo aparejado un considerable desarrollo para la Argentina. Pero
también lo es que a su término se ingresó en un tobogán cuya elan vital ya estaba en el nacimiento del ciclo. Eso no
quiere decir que se deba especular con lo que hubiera pasado si las cosas se
hubieran manejado de otro modo (las reconstrucciones ex-post no pasan de ser ejercicios
de retórica). Pero sí se pueden sacar enseñanzas para no repetir los mismos
errores. El presente trabajo tiene un sustrato de ciencias duras que
habitualmente no son usadas para los análisis de procesos que dan tono al
perfil de los países. En la Argentina se reconoce que hay un desequilibrio
territorial y demográfico visible. Sin embargo, esas variables nunca han sido
tomadas como punto de partida –con la ayuda de las disciplinas necesarias- para
elaborar un marco conceptual que permita entender las circunstancias que han
determinado la historia de las últimas décadas en nuestro país. El barco
argentino está escorado. Todo lo que se haga en la cubierta, si no se tiene en
cuenta ese factor determinante, está condenado a la insustentabilidad.
Felizmente, con Cambiemos, arranca un proceso de tono global que con los años
nos llevará a buen puerto. Se ha iniciado el segundo ciclo largo de crecimiento.
El desafío ahora -de una nueva política que está naciendo- es transformar ese crecimiento
en un progreso compartido que nos permita jugar nuevamente en las grandes ligas.
El primer ciclo largo de crecimiento de la
Argentina (1862à1930) se pone en marcha por una combinación de factores
endógenos y exógenos, aunque con preponderancia de estos últimos. El modelo agroexportador (MAE) instaurado, alumbró
un grado importante de desarrollo, y nuestro país se subió al podio de las
naciones de mayor visibilidad. Sin embargo, al cese del modelo, consecuencias no
previstas ni deseadas dieron lugar al inicio de un largo ciclo de decadencia
que llega hasta nuestros días.
En 1916, el
triunfo de Hipólito Yrigoyen significó el fin del liberalismo político pero no un cambio de modelo socioeconómico:
las exportaciones de materias primas e insumos de origen agropecuario
-principal indicador del MAE- en el gobierno de Alvear, 1922/28, fueron 10
veces mayores a las del período 1880/86 durante la presidencia de Roca. En 1930
se produce un cambio tanto de modelo como de institucionalidad política. El golpe
de Uriburu, que terminó con la segunda presidencia de HY, es de tinte nacionalista. Las
simpatías políticas con la
coalición nazi fascista fueron manifiestas aunque no exentas de
contradicciones: en la Segunda Guerra Mundial nuestro país abasteció las
necesidades inglesas de corned beef. Pero
el MAE había terminado; emerge otro paradigma basado en la sustitución de importaciones que da lugar a un período
variopinto. En sus tramos iniciales, se destaca la figura de Perón que, fiel a
su estilo, navega a dos aguas. Admirador de Mussolini, un sentimiento que
cultivó en su formación europea de preguerra, se enfrentó luego a Braden,
embajador norteamericano en la Argentina, exacerbando ese conflicto hasta llegar
a ser el eje de su campaña con la que derrotó en 1946 a la Unión Democrática. Ese
alineamiento temprano no fue óbice para que, durante la guerra de Corea en 1949/53,
Perón le ofreciera a EEUU toda la ayuda necesaria. En ese sentido antes de ser
derrocado en 1955 por la Revolución Libertadora, acuerda inversiones con la
Standard Oil de California propiedad de Rockefeller, negociaciones que son
completadas no mucho después por Frondizi (haciendo este lo contrario de lo que
había prometido en campaña). Con Illia, se produce un golpe de timón cuando los
contratos firmados con las compañías extranjeras son anulados en 1963 no bien
asume. La seguidilla de gobiernos civiles y militares de la época, muestra diversas
combinaciones entre política y economía. Martínez de Hoz, durante la dictadura
militar de los setenta, fue tan aperturista como Cavallo en los noventa, con el
gobierno civil de Menem. Al contrario, Gelbard (un “tapado” del PC, otro claro
exponente de la burguesía nacional), ministro de Perón en su tercer mandato, se
pareció a Salimei, un talentoso industrial que fue integrante del gabinete de
Onganía, mientras duró en los sesenta. Finalmente, el kirchnerismo terminó llevando
hasta la extravagancia la política de encierro, y corona ese periplo nacionalista burgués que singulariza nuestras
8 décadas de decadencia.
De ese andar
sinuoso de la historia argentina no es fácil identificar patrones que permitan
caracterizar las distintas fases de su recorrido. Sin embargo, una visión
integradora de la evolución es necesaria para aprender de lo hecho. Ello
implica la presencia de invariantes para
incidir (o acompañar con conciencia) en el despliegue del segundo ciclo largo de crecimiento que, aún incipiente, condicionará
a nuestro país en lo sucesivo. Así, autopoiéticamente, se irá configurando un marco teórico de la suficiente potencia
como para administrar en el largo plazo y de cara a la realidad global los cambios
fundamentales que ya asoman.
En el
presente trabajo se busca una imagen más fiable del proceso que nos involucra
como sociedad. Para ello, se pone la mira en cómo se ha administrado el
territorio considerando las pulsiones concentradoras que han dado lugar a los
actuales desequilibrios. Desde la época de la colonia, más precisamente con
motivo de la creación del Virreinato del Río de la Plata, ha existido un vector
centrípeto que, sin solución de continuidad, ha ido inclinando la cancha. No
hay indicador más elocuente de los desequilibrios territoriales que la resultante
de las corrientes migratorias. Se lo puede ver con solo tomar dos ejemplos,
aunque una muestra mayor no desmentiría el aserto. Comparando la evolución de
las poblaciones de Buenos Aires y Córdoba, se verifica que en 1778 tenían la
misma cantidad; hoy, la proporción llega a 5 a 1. Otro caso es del Gran Buenos
Aires: en una superficie de 3631 Km2 viven 13 millones lo que da una
proporción de 3580 hab/Km2 a diferencia del resto del país donde hay
11 hab/Km2. Argentina es un
país semidesértico, en gran parte desocupado, con una distribución desapareja
de las opciones de progreso tomadas en su sentido más amplio, y con su
población altamente concentrada. Nada se puede programar sin tener en cuenta en primer lugar esta realidad determinante.
Antecedentes
Los
desequilibrios territoriales tardan mucho en producirse. Así fue en el caso del
proceso que hizo de la ciudad de Buenos Aires y su puerto, el polo colector de
todas las pulsiones generadas en la parte cisandina del cono sur de América.
Las tendencias, que vienen desde la época del virreinato, se fueron acentuando
sin solución de continuidad hasta nuestros días. Hubo diversos factores
concomitantes que determinaron el sentido de los flujos.
Uno de
ellos, fue la extensión del virreinato del Perú que dificultaba las tareas de
gobierno; otro, las ambiciones de la casa de Braganza para apropiarse de la
Colonia del Sacramento y las misiones jesuíticas. Al mismo tiempo, Buenos
Aires iba cobrando creciente importancia como centro comercial a partir de las
facilidades que brindaba el Rio de la Plata como vía de ingreso al interior del
continente. No menor, como se vería luego, era la necesidad de defender los
puertos de Buenos Aires y Montevideo frente a las amenazantes y reiteradas
expediciones de los imperios europeos.
Considerando
las razones estratégicas por las cuales se formó el Virreinato del Rio de la
Plata, pueden entenderse las circunstancias a partir de las cuales fue
creciendo la ciudad de Buenos Aires y su puerto. La contradicción se expresaba
así: por un lado los intentos de la corona española por mantener el monopolio
comercial -interior y exterior-, por el otro los partidarios del libre cambio,
que pujaban por introducir en los dominios de España las manufacturas que la
revolución industrial les permitía fabricar en demasía. En el ínterin florecía
el contrabando. Así, se desarrolla en el país una burguesía criolla dedicada al
comercio, con la experiencia suficiente como para navegar con solvencia por los
meandros de la puja, entre lo lícito y lo ilícito. De esas actividades nacen no
pocas de las familias argentinas de abolengo.
A fines del
siglo XVIII el sistema fluvial del Virreinato comienza a tener importancia,
especialmente el que tenía su centro en Buenos Aires. Los cueros, el insumo más
apreciado afuera, eran exportados a Europa sin el cumplimiento de ninguna
restricción legal. En 1810 al adoptar los revolucionarios el libre cambio o
libre comercio, favorecen tanto al litoral como a las potencias europeas. Así
Buenos Aires creció y el interior
continental decayó por no poder competir con productos importados, y ese
decaimiento se acentuó con las guerras civiles posteriores.
Con los
ingleses se firmó un tratado en 1825 que contenía beneficios y privilegios. Las
relaciones económicas giraron en torno al comercio (intercambio de cuero por
textiles), las finanzas (préstamos o empréstitos) y más tarde las inversiones
directas. La firma tuvo lugar a las pocas semanas de la batalla de Ayacucho,
último intento de España por mantener el dominio sobre sus colonias. Luego de ser derrotadas las invasiones de 1806/7, se
dice que Inglaterra había llegado al convencimiento de que la llave maestra
para su política exterior eran las ventajas comerciales que podía lograr en
territorios liberados de la tutela española, más que mantener colonias con
todos los esfuerzos incluso militares que ello implicaba.
A partir de
1825, las potencias europeas disponen de todo el continente para desarrollar un
mercado que absorbiera su creciente producción industrial. El paso siguiente
era abastecerse de la cantidad necesaria de alimentos que compensara lo que los
campesinos de esos países, devenidos en obreros fabriles, dejaban de producir
en sus campos. El punto nodal de ese gran proyecto estratégico era justamente
el puerto de Buenos Aires. Para eso en distinta medida los europeos fueron
jugando sin prisa pero sin pausa –con especial énfasis en el período rosista-
con diversos factores que se tornarían estratégicos: genética animal y vegetal,
oficios, técnicas, inmigrantes, conocimiento pormenorizado del territorio y
oportunidades comerciales. Cuando Mitre se hizo cargo de la presidencia de la
república, nuestro país ya estaba dotado de las fuerzas productivas necesarias
para iniciar la modernización.
En el
periodo que se abre en 1862, los ingresos de Buenos Aires aumentaron
exponencialmente a partir del cobro de tarifas aduaneros de un comercio que iba
creciendo año a año basado en la exportación de materias primas e importación
de bienes de capital y consumo. Se podía discutir con las provincias en torno a
más o menos proteccionismo –como lo solicitaban para defender sus
producciones-, pero nunca Buenos Aires dejó de quedarse con la totalidad o la
mayor parte de lo recaudado. Buenos
Aires fue creciendo con relación a otras ciudades del interior, una tendencia
que no se debilitó -más bien lo contrario- con el cese del MAE, en tiempos
de la crisis mundial de 1930. Fue el principal cambio de paradigma productivo y
comercial ocurrido en la República Argentina hasta la fecha. Comenzaba otra
historia…
El corpus
doctrinal que llevó a la sustitución de importaciones (SI) fue obra del
economista Raúl Prebisch, nacido en Tucumán, al que luego siguieron otros
distinguidos pensadores como los brasileños Furtado, Cardozo y dos Santos, y el
chileno Faletto. El origen conceptual de la SI es la teoría de la
dependencia por la cual los países ricos explotan a los pobres dando como
resultado un desequilibrio en sus relaciones económicas. Esta anomalía se
explica en que una región productora de bienes primarios sufre un deterioro en
los términos de intercambio con relación al mayor nivel tecnológico y
capacidad de agregado de valor de los países ricos. La imagen
de centro-periferia con que Prebisch encuadró sus investigaciones fue
leitmotiv en el cometido de instalar la consigna “liberación o dependencia” en
la intelectualidad y la política latinoamericanas.
Entre los logros de la SI se destacan
ciertas formas de la actividad económica que se dieron por primera vez en
nuestro país. Se registró un aumento considerable del empleo y se fueron
desarrollando un conjunto de normativas que modificaron las condiciones del
mercado laboral. Al mismo tiempo, se evidenciaron problemas no
circunstanciales.
Los desequilibrios territoriales que son motivo de
este trabajo y las migraciones atraídas -ya lo hemos visto en otro trabajo[i]- fueron la consecuencia de la proliferación
de fuentes de trabajo radicadas en forma excluyente en la región metropolitana.
Por su lado, en el sector externo se produjo un desajuste a causa de las
debilidades de la política exportadora: 1) los saldos comerciales comenzaron a
ser negativos, 2) muchas exportaciones seguían siendo primarias, 3) no faltaron
los empresarios irresponsables que intentaron manejarse en el comercio
internacional con normas que en el mercado interno eran más permisivas, 4) el
control estatal de las exportaciones trajo aparejado prebendas y favoritismos,
5) el modelo necesitaba importar bienes de capital para alimentar la maquinaria
productiva, pero no disponía de las divisas necesarias sin recurrir a la vía
del endeudamiento, 6) la deuda externa comenzó su escalada. En ese contexto,
fue inevitable la exacción a la actividad agropecuaria, que a lo largo de la
historia ha financiado, con su mayor productividad y menor poder de lobby, los
experimentos en materia de política industrial que se han dado en nuestro país.
Nace una industria nacional que creció amparada en un
proteccionismo que terminó por ser parte de la cultura productiva de nuestros
empresarios y sindicatos. Obviamente no hubo una disminución de los intereses
externos. Antes por el comercio, ahora invirtiendo en infraestructura fabril
con productos de menor calidad y actualización tecnológica que los de origen
que antes se importaban, las empresas extranjeras mantuvieron y acrecentaron su
presencia en el mercado de nuestro país. Perón que tenía un gran poder y
conocimiento del territorio, dejó que las cosas transcurrieran en el sentido de
la concentración en lugar de haber promovido un desarrollo federal como hubiera
sido esperable de alguien que había hecho su carrera en el interior, cerca de
las fronteras a las que se dice recorrió a caballo en su totalidad. Pero el
peronismo hacía sus cálculos.
Sin duda, el peronismo, en sus distintas etapas, ha
sido el mayor contribuyente al agrandamiento del conurbano y, además, el que
más jugo le sacó. Esas masas de trabajadores provenientes de lugares de gran
explotación como las provincias del norte –los “cabecitas negras” protagonistas
de un “aluvión zoológico”- iban invariablemente a parar a los alrededores
de Buenos Aires, y la mejora relativa de sus condiciones de vida eran
atribuidas a Perón a quien se entregaban en cuerpo y alma con apoyos
electorales y llenado de las plazas de los jubileos. Paralelamente, se
intensifican las políticas de “justicia social” características del estado
patrimonialista, clientelista y prebendario, que alcanzó con el peronismo –pero
no solo- su máxima expresión. Así, el conurbano bonaerense, se fue transformando
en un espacio de intercambio informal de toda una serie de recursos, lícitos e
ilícitos, que en lugar de promover el desarrollo no hicieron más que
desalentarlo. Un verdadero mercado negro del clientelismo.
El Conurbano no ha dejado nunca de
crecer ya sea con migrantes nacionales o de los países vecinos donde
evidentemente son inferiores las posibilidades de ganarse el sustento de la
forma que sea. Por tomar un caso ya mencionado. La comparación del crecimiento
poblacional de Córdoba y Buenos Aires se ve en la siguiente tabla:
año
|
número de habitantes
|
|
Buenos Aires
|
Córdoba
|
|
1778
|
43 165
|
44 506
|
1821
|
200 000
|
85 000
|
1847
|
320 000
|
90 000
|
1853
|
500 000
|
150 000
|
1869
|
495 107
|
210 508
|
1895
|
921 168
|
351 223
|
1914
|
2 066 948
|
735 472
|
1947
|
4 273 874
|
1 497 987
|
1960
|
6 766 108
|
1 753 840
|
1970
|
8 774 529
|
2 060 065
|
1980
|
9 766 030
|
2 407 754
|
1991
|
12 594 974
|
2 380 041
|
2001
|
13 827 203
|
3 066 801
|
2010
|
15 625 084
|
3 308 876
|
La problemática
¿Qué es un
desequilibrio territorial? ¿Cómo se genera? Para decir que un territorio está
desequilibrado habitualmente se tiene en cuenta la magnitud de la actividad
económica y el espacio material donde tiene lugar. Se considera, sin embargo,
que este enfoque de dos variables no es suficientemente explicativo debido a
que el economista no privilegia la localización (se puede registrar un
incremento del producto bruto en una zona afectada por actividades ilegales),
ni el geógrafo los procesos de desarrollo y sus causas. Estos desencuentros
metodológicos explican por qué “los desequilibrios necesitan ser medidos por
medio de instrumentos cada vez más precisos, no por un prurito académico, sino
para servir de base a la planificación regional” (Vásquez Barquero, 1984)[ii]
Hay razones
objetivas y otras subjetivas que provocan desequilibrios en la distribución de
factores dentro del territorio. Veamos algunos de ellos a modo de ilustración.
Donde haya inversiones productivas y se creen puestos de trabajo o, en general,
un entorno de mayor riqueza, se revelará un polo de atracción. Otro aspecto
determinante son las vías y los medios de comunicación. La existencia de
transportes más ágiles -como lo fue en nuestro país el tren- por sí solo
facilita traslados y reubicaciones de factores. Más indirecto, la puja de
intereses políticos ha sido determinante para la toma de decisiones que llevan
a favorecer los ámbitos desde los cuales son tomadas. Finalmente los intereses
externos, por la vía de radicación de inversiones o influencias en el diseño de
infraestructura, han privilegiado ciertas localizaciones en detrimento de
otras.
En un
sentido más genérico un desequilibrio territorial implica una situación de
disparidad en el desarrollo de los aspectos económicos, sociales, políticos y
físicos. Ese contexto afecta a los individuos, sus familias, y diversos
colectivos a nivel local y regional. Para el abordaje de la problemática deben
ser tenidos en cuenta los niveles socioeconómicos de los lugares considerados,
así como las condiciones urbanas y las relaciones que vinculan a los distintos
núcleos interactuantes. La comparación también puede tener en cuenta la
tenencia de recursos naturales, procesos del agregado de valor, competitividad
y eficiencia productiva, o distintos niveles de las fuerzas productivas. Un
aspecto importante es la cuantía de los recursos públicos orientados a las
distintas regiones.
La ausencia
de políticas estatales, que morigeren las diferencias, tiende a acentuar los
desequilibrios; como una lógica consecuencia, su permanencia en el tiempo actúa
sobre la armonía social al cristalizar y/o profundizar las disparidades en el
nivel de vida de un colectivo. Esas situaciones disruptivas se ven aumentadas
sin solución de continuidad ante el incremento de flujos migratorios que portan
distintas expectativas. La más inmaterial de todas es la que refleja las
esperanzas que pueblan el imaginario de las familias desprovistas de
inclusión social con respecto a las concentraciones urbanas, sobre todo las más
grandes, que aparecen como la solución aunque luego disten de serlo.
¿Qué hacer?
Una
multiplicidad de alicientes para el desarrollo deben evidenciarse en las
localidades del interior, sobre todo las de mediano y pequeño porte. Es ahí
donde deben dirigirse las inversiones productivas para la generación de puestos
de trabajo que retengan y/o atraigan familias. Pero ese cometido implica
políticas de estado derivadas necesariamente de un planeamiento estratégico
participativo, es decir, con el compromiso emergente de todos los actores
potencialmente interesados. Cuando pensamos a esos niveles nuestra atención se
dirige a lo que se conoce como desarrollo local.
La
reorientación de los recursos a invertir y en general de todos los recursos que
se ponen en juego en las intervenciones, ameritan un cambio en la concepción
del locus (lo local). Hoy, a diferencia del pasado, la masa crítica no se logra
con la concentración territorial; más bien, en no pocos casos, ocurre lo
contrario. Internet es una herramienta que ha cambiado la noción de lo
tridimensional a lo n-dimensional, de manera que en un punto cualquiera del
mundo, como en un holograma, se pueden evidenciar la totalidad de las demandas
y las ofertas que animan a la sociedad planetaria.
El
desarrollo local debe ser una política nacional. En cada pueblo y ciudad del
país, que son miles, se debe organizar la producción para agregarle el mayor
valor posible a los insumos locales con vistas a generar bienes y servicios
destinados al mercado local y global. De esa manera las familias van a
tener adónde ir o regresar, sin huir de ninguna miseria, al encuentro del
bienestar. Un nuevo imaginario nacional irá tomando forma en las próximas
décadas.
En la Unión
Europea la cuestión territorial es el leiv motiv insoslayable
a la hora de formular distintos programas. Una epistemología de mayor
complejidad permite acuñar la noción de cohesión territorial como
ámbito de la integración y diversificación del conjunto de las acciones sobre
un medio local.
Cuando se
habla de cohesión territorial se piensa en una combinación de variables
conocidas y en uso pero organizadas de otro modo; esa “reorganización” da un
resultado que permite 1) conocer los nuevos problemas que conlleva la
globalidad por su creciente incidencia en las realidades locales, 2) hacer una
valoración crítica de los enfoques que han orientado los procesos desde el
pasado hasta el presente considerando los resultados obtenidos. Según el
Libro Verde[iii] de la Unión Europea sobre
cohesión territorial {SEC (2008) 2550, Bruselas, 6.10.2008} el concepto
“tiende puentes entre la eficacia económica, la cohesión social y el equilibrio
ecológico, situando el desarrollo sostenible en el centro de la formulación de
las políticas”. Como se ve constituye una apuesta multidimensional que cuestiona
(y supera) la compartimentación epistemológica tradicional por la cual los
problemas son de índole política o económica o jurídica o social o cultural o
ambiental, etc. sin tener en cuenta que la realidad dista de ser tan
estructurada.
Existe hoy
en nuestro país, en sus institutos y universidades, la capacidad suficiente
para dotar de las herramientas más modernas para la implementación y gestión de
una política como la que estamos imaginando. Estamos pensando en los modelos de circulación atmosférica que
entienden todo lo referido a la marcha del cambio climático (recopilación de
datos, simulaciones, modelos operativos, pronósticos, etc.). Se pueden
ver en la bibliografía trabajos al respecto realizados en nuestras
universidades. En el caso de un programa de “erradicación de la
pobreza/reubicación de la población/equilibrio territorial/desarrollo local de
carácter nacional” -con el nombre que sea - se requeriría un trabajo
pormenorizado de diseño de las variables a controlar y la formulación de los indicadores
adecuados para realizar las mediciones; los mecanismos de recopilación de la
información y su ingreso a las bases de datos; de los modos de hacer
corridas tendientes a simular escenarios para diseñar los programas en
función de los objetivos gubernamentales; en fin, elaborar pronósticos. Por
cierto no es tarea fácil y requiere mucho talento y sabiduría la puesta a punto
y el uso de una tal herramienta. Y un área de la actividad pública en nuestro
país comenzaría a ser gestionada con la ayuda de recursos que hoy ya están
maduros y probados. Preliminarmente, podemos ver cómo se pueden gestionar
alternativas de flujos y reflujos poblacionales, resultados de las medidas
impositivas implementadas, marcha de las inversiones, variación de las
oportunidades de negocio a lo largo del territorio, evolución de indicadores
convencionales, etc. Un modelo de circulación de oportunidades,
implementado en forma transparente en el más alto nivel, puede ser un medio que
permita comenzar a reconstruir el país con un aprovechamiento al máximo de las
excepcionales condiciones que se nos presentan en esta fase inicial de la
globalización.
Casos y cosas
Conectividad. Hay dos tipos de obras públicas.
Las de bienestar (cloacas, cordón cuneta, plazas, etc.), y las de conectividad
(autopistas, puertos, low cost, etc.). Las primeras son aquellas que afectan la
cotidianeidad de los vecinos. Normalmente encargadas por el administrador local,
son decididas en una instancia superior. Ahora hay mecanismos como el
presupuesto participativo que permiten un mayor involucramiento de los
beneficiarios en la programación del plan. No siempre esas obras están bien
concebidas. Algunas son pensadas directamente en función del peculado; otras,
no son prioritarias o se las encarga con fines electorales. Las de conectividad
tienen que ver más con el despliegue de la infraestructura en el territorio tendientes
a establecer vínculos entre núcleos urbanos o con el exterior. Lo nuevo e
interesante es que algunas de ellas
son de directo interés del G20. ¿Cuáles son? Las que contribuyen a modificar la
configuración global informativo-comunicacional, desde las que se expresan en
forma radio céntrica, características de las dependencias, a las obras
concebidas según un diseño reticular, con trama y urdimbre, como si fuera un
tejido. En la Argentina son imprescindibles para la salida de las exportaciones a los
países de la región y al Asia Pacífico. En los últimos años se ha ido armando
una panoplia de programas que atienden a: la calidad de las obras, la
visibilidad, el financiamiento, la compatibilidad global de los trazados, hasta
los temas de la corrupción. El proyecto chino de la Ruta de la Seda es una parte
muy importante de estos enfoques novedosos. El Plan Belgrano en la Argentina
atiende a superar la parte concentradora del modelo agro exportador con un
cambio en el patrón de trazado de las conexiones territoriales. El RER y el
corredor vial del Paseo de Bajo por primera vez en la historia permiten pasar
por Buenos Aires sin necesidad de
desembarcar. Quien se interese sobre el enfoque de la conectividad global puede
consultar trabajos específicos[iv].
La grieta[v]. La verdadera divisoria de sentidos
en la sociedad argentina no está en un plano. La definición, un tanto
abstracta, tiene que ver con la posibilidad de alternancias y,
consecuentemente, con la forma en que evolucionará la crisis del peronismo.
Hay, por lo menos, tres opciones al respecto: que desaparezca el kirchnerismo
(mayoritaria), que el peronismo sin kirchnerismo se recomponga (de buena
prensa), que el peronismo en su totalidad, como movimiento, ha muerto (aun
minoritaria, es la que se sustenta en el presente enfoque). La confirmación del
supuesto sobre el inicio de un ciclo largo de crecimiento, el segundo de la historia
de nuestro país tomado como sistema, implica que todos los subsistemas
comprendidos se verán sometidos a un diagrama de fuerzas reconfigurador. Sin
ser un enfoque preciosista, pero superador de las formas tradicionales, podemos
decir que ha aparecido, en el firmamento político argentino, un nuevo plano de
pertenencia. Como si fueran los
orbitales de un átomo, esos planos, los nuevos y los precedentes, se influencian pero no se tocan. En los
últimos tiempos, desde que se previó la salida del poder del peronismo, se ha
configurado una nueva dimensión, llamémosle global. Es donde se desplegará la
nueva expresión política del proceso puesto en movimiento. La característica
distintiva (y no fácil de metabolizar) será que los partidos podrán ejercer su identidad
en tanto lo hagan en los marcos de un espacio compartido. Esos espacios -que llamamos
polos- subsumirían a sus partidos integrantes. No parece haber alternativas a esa
restricción, por lo menos por ahora. Uno de sus polos ya está ocupado: está
Cambiemos, de claro sesgo global. Hay lugar para otro polo, pero aún está vacío
(y lo estará por un tiempo). Y aquí la predicción (según la física los espacios
vacios no pueden permanecer así para siempre): será llenado con una versión “progre”, del tipo
“tercera vía”, con figuras como Massa, Stolbizer, Urtubey (un potencial
aglutinador que se salvó del batacazo de Cambiemos del último domingo), el
mismo Lousteau (sin retorno pero con ambiciones), socialistas, radicales descontentos
y desprendimientos peronistas. En el plano inferior quedará lo residual, claramente el
kirchnerismo (funge de “rosismo” del siglo XXI). Interesante desafío es el
abordaje epistemológico sobre el encuadre de los movimientos sociales que caen
fuera del sistema pero que son una pieza clave en el desafío de la inclusión de
la pobreza (target de la iglesia católica y el papa Francisco). Una vulgata de la teoría cuántica
aplicada a las disciplinas sociales puede echar luz sobre este tipo
reconfiguraciones reacias a ser tratadas con la lógica hegeliana. Y nos
anticipa porqué el peronismo como
movimiento histórica ha cumplido su mandato y se puede hablar con más riesgo
intelectual de su muerte y no de su “reciclaje”.
Hay varias dimensiones de la trayectoria peronista que
no ensamblan con la dirección del viento global. El reagrupamiento de un
movimiento disperso amerita algo más que un liderazgo. Necesita de una
trayectoria creíble y de un pegamento no vencido. El peronismo fue concentrador
territorialmente hablando, se basó en una supuesta justicia social para una
pobreza que alentó (hasta la exaltación en el último tiempo) y en la que se
apoyó electoralmente; se le adosó un empresariado prebendario, poco innovativo
y propenso al encierro; sus gobiernos (salvo uno) fueron aislacionistas
internacionalmente; estructuralmente corrupto, sus gestiones estuvieron a cargo
de gente poco idónea/competente, no tuvieron empacho en apoyar con el mismo
fervor a Menem y a su contracara, la familia K. Y lo principal: el peronismo
fue funcional a una coyuntura internacional. En sus inicios, como salvaguardia
de un Eje en fuga (el franquismo le dio apoyo intelectual para su gran gesta
con la fuerza laboral, su principal punto de apoyo en sus setenta años de vida),
fue su principal beneficiario de las expresiones nacionalista burguesas
internas características de todo el periodo de la decadencia argentina, aunque
esas expresiones no hayan sido patrimonio exclusivo del peronismo. La mano
viene cambiada. El peronismo ha perdido legitimidad global. Es solo cuestión de
tiempo para que sus manifestaciones terminales afloren más nítidamente si ello aún
hiciera falta. No lo salva ni Dios.
En suma: la noción de grieta por su inconsistencia
dimensional no se adecua a lo que está pasando; es insuficiente y confusa para
cualquier ejercicio de predicción.
Federalización
productiva. El reequilibrio
de las cargas demográficas para dar sustentabilidad a la consigna de “pobreza
cero” pone en movimiento una constelación de factores. Así, la atenuación de
las migraciones periferiaàcentro y/o la vuelta al pago cuando sea posible y se lo
desee, depende, por lo menos, de la disponibilidad de puestos de trabajo,
vivienda e infraestructura adecuados, acceso a la salud, la educación y la conectividad,
en un contexto aceptable de seguridad. Obviamente, aunque sea un requisito
insoslayable llevará muchos años en ser concretado. Pero las largas marchas
comienzan por pequeños pasos. Eso tiene que ver con la fundación de nuevos
pueblos y la recuperación de los que ya existen aunque estén en declive. Romper
la división entre campo, industria y servicios para tender a una producción
integrada de frente al mercado global. En cualquier lugar del territorio existe
una fuerza transformadora que se expresa en la producción agropecuaria, el
sector más innovador que tiene nuestro país. Hay chacareros que son verdaderos
líderes distritales que deben ser puestos en función de la modernización
integral de los pequeños pueblos esparcidos por doquier, de manera de aumentar
su potencial de atracción de nuevas alternativas de hábitat. Hay que constituir
miles de nodos de modernización y reequilibrio territorial. Las organizaciones
del campo son una de las claves. Eso también vale en las áreas de fronteras
para la constitución de subregiones de integración con las áreas
correspondientes de los países vecinos. Aparte del factor tiempo, la educación
es el primer eslabón de la cadena transformadora social. Crear las condiciones
favorables para la puesta en marcha de políticas de estado en materia educativa
aunque sus frutos tarden muchos años en verse. Pero no hay alternativas; deberá
producirse un cambio cultural. El ciclo que se pone en marcha con Cambiemos y
que, sucedido cuando corresponda por otra gestión de sesgo global, de cualquier
signo, requiere un contexto de paz
social. Para ello, en primer lugar,
garantizar un ingreso mínimo por el mecanismo que sea, y parar la inflación. El
funcionamiento de otras variables –independientemente de cómo haya obrado en el
pasado- sea deuda, déficit fiscal, u otras alteraciones macro, se debe
supeditar a este magno objetivo.
Ing. Alberto Ford
La Plata, 15 de agosto de 2017
[i] http://ingenieroalbertoford.blogspot.com.ar/2015/03/planoinclinado-desequilibriosterritoria.html
[ii]
Vázquez Barquero, Antonio, 1984,
“La política regional en tiempos de crisis. Reflexiones sobre el caso español”.
En: Estudios territoriales, # 15,16, pág. 21-39. Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo. Madrid.
[iii] Libro Verde sobre la Cohesión
Territorial (http://ec.europa.eu/regional_policy/consultation/terco/paper_terco_es.pdf)
[iv] http://ingenieroalbertoford.blogspot.com.ar/2017/02/infraestructura-global-ya-no-seran.html
[v] http://ingenieroalbertoford.blogspot.com.ar/2016/03/grieta-o-desnivel-las-transformaciones.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario