Seminario G20. Módulo 5
De los sucesos futuros algunos son más previsibles que
otros. Entre los primeros se encuentran aquellos que son la consecuencia de determinaciones
que hacen que lo que teóricamente puede pasar tenga mayores chances de que
ocurra; en esos casos lo posible se hace
más probable. Esto quiere decir que si bien nadie puede asegurar que las cosas
que aún no han sucedido puedan ser de una manera y no de otra, a veces hay poco
margen error para que se modifiquen previsiones. Por el contrario, cuando las
determinaciones no son tan indudables, las eventualidades tampoco son tan ineludibles.
A veces se presentan acontecimientos fortuitos que cambian de golpe el
escenario; así, cualquier encadenamiento de hechos que uno pueda haber imaginado,
por más realizable que nos haya parecido, se ve, de golpe, trastocado. Ya nada
será igual; comienza otra historia.
Las pinceladas anteriores tienen que ver con los pronósticos o predicciones. Aunque la adivinación
es de dudosa credibilidad, y el futuro sea
conjetural, nada impide decir: “me parece que tal cosa o la otra…” En esos
juegos conjeturales, los márgenes de aciertos dependen de la mayor o menor
pericia (u olfato) para zambullirse en el reino de lo virtual. Sobre la
existencia o no de lo aleatorio, la controversia entre causalidad y casualidad,
es terreno de discusión filosófica.
Otra cosa es la prospectiva.
Esta disciplina, básicamente hija de las nuevas tecnologías, está presente en
la gestión de las principales variables de la agenda global, aunque el
mecanismo solo sea percibible por sus resultados. El tiempo real, hace
necesaria e imprescindible este tipo de planificación. La espontaneidad del
acontecer se vuelve impracticable cuando el juego de las variables que
gobiernan la realidad debe ser concebido sistémicamente y en simultaneidad. Veamos
un ejemplo.
Por más buenos que sean los pilotos de rally (de hecho lo
son) no podrían correr sin que el acompañante le vaya soplando al toque los
accidentes del terreno. Anticipa lo que se va a encontrar en cada vericueto del
camino. Si no fuera así, a poco andar no alcanzaría el ritmo suficiente para
competir o terminaría dándose una piña. ¿Cómo se arma esa imprescindible hoja
de ruta? Obviamente, hay un reconocimiento previo del recorrido; se tiene en
cuenta cada detalle. A esa recopilación exhaustiva, le sigue una evaluación de
las distintas alternativas de manejo para encontrar la que se considere óptima.
Con esos requisitos, los competidores elaboran su plan de carrera. En
conclusión: el corredor no ignora sus eventualidades. Ya sabe de antemano con
lo que se va a encontrar y tiene programado qué hacer en cada circunstancia. Es
un simplificado procedimiento de prospectiva. En el plano de lo virtual, se
configura una sucesión de futuros que, se podría decir metafóricamente, ya no se enfrentan, se construyen.
La formulación de modelos, los distintos lenguajes
utilizados para expresarlos y el procesamiento computacional, están en la base
de la prospectiva. Modelo viene de med,
pensar. Cuando observamos, rememoramos o reflexionamos, naturalmente imaginamos.
Se tienen en cuenta en forma más o menos consciente, variables, interacción
entre variables, y los límites donde tiene lugar el juego. Es un modelo mental. El paso siguiente. Por
medio de procedimientos adecuados, esas representaciones pueden ser expresadas
en ecuaciones con el lenguaje de la matemática. Son los modelos matemáticos. Finalmente, con la ayuda de algoritmos, el
lenguaje matemático puede ser traducido al lenguaje de las computadoras. Nacen
los modelos computacionales. Los
procedimientos citados, por cierto no desprovisto de sofisticación, para ser
realizados necesitan la ayuda de potentes computadoras.
La que se llama prospectiva
normativa tiene que ver con el diseño, procesamiento y elección de
escenarios que son representaciones de situaciones hipotéticas referidas a la
dimensión de la realidad considerada. Las distintas alternativas construidas
virtualmente, son simuladas por
medios computacionales. En ese caso, la pantalla nos muestra qué es lo que
puede pasar, y el usuario, de todas esas eventualidades, elige la que conviene
a sus intereses. Rebatido desde el futuro hacia atrás, es decir hacia el
presente desde donde se comanda el procedimiento, el escenario seleccionado
brinda los elementos necesarios para formular lo que se denomina un modelo operativo, u hoja de ruta. Un
ejemplo simple de los procedimientos descriptos sería la forma en que operan los
simuladores de vuelo para el entrenamiento de los aviadores. El famoso “efecto
mariposa” denomina una anomalía ocurrida en una simulación de escenarios
meteorológicos ocurrida en 1961 en el MIT.
En este seminario nos limitaremos a esbozar algunos pronósticos,
en dos situaciones concretas, de corto y largo plazo. Digamos ante todo que
paradojalmente es más accesible prever tendencias estratégicas que movimientos
tácticos de la realidad. El pronóstico, da lugar a que cada uno diga lo que le
parece que puede pasar. Es un juego mental en el que inciden la forma que
imaginamos el acontecer y, complementariamente, la deducción de la lógica con
que puede haber sido programado tal o cual proceso. Sobre el futuro no se
discute, no tiene sentido confrontar puntos de vista sobre cosas que no han
sucedido. Eso sí, se expone el parecer, y se espera la sucesión de
acontecimientos para verificar cómo finalmente las cosas tuvieron lugar. La
apuesta incentiva la atención; esa especie de vigilia enriquece los supuestos.
Tanto el acierto, pero más el error, son los que enseñan en esta práctica
conjetural. Lo importante es ponerse en la posición de imaginar lo que puede
pasar. Ayuda a salirse del día a día y tratar de ver un poco más allá. Supera posturas
precedidas del nada comprometido “sí, entonces” (if, then), como lo sería
afirmar que “si llueve, luego para”: no agregan conocimiento más allá de lo
obvio.
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La agenda que rige las grandes líneas de la globalización, contempla
ítems de preocupación cotidiana (mantener la paz, cuidar el medio ambiente,
satisfacer las necesidades básicas, etc.). A partir de esas premisas se puede
ir deduciendo, de lo general a lo particular, la sucesión de los
acontecimientos. Un ejemplo inspirado en la lógica del mercado: el
deseo de un empresario de vender
su producción y obtener el máximo de beneficio. Es un invariante. No puede
haber emprendimiento comercial que no sea concebido sobre la base del principio
de dar salida a los bienes y servicios generados y, consecuentemente, obtener rentabilidad por
ese medio. Ese simple razonamiento cobra una entidad particular en momentos en
que la RC&T ha logrado el milagro de alcanzar la capacidad quasi ilimitada
de producir bienes y servicios, más allá de cualquier requerimiento. Por
primera vez en la historia se invierte la ecuación: se ha salido del reino de
la escasez que gobernó el mundo desde sus orígenes para pasar al de la
abundancia. El punto crítico es organizar la demanda. Así, el aumento del
consumo a nivel global es el indicador más evidente de la marcha de la
globalización. Hoy por hoy el principal.
Y su manifestación más notoria es el incremento progresivo de las clases medias
en los dos países más populosos: China e India. Centenares de millones de
personas van accediendo a nuevas pautas de consumo que, en lo atinente a
alimentación, se mide por la ingesta de proteínas animales provenientes de
proteínas vegetales. Un caso que nos involucra: carnes de pollos y cerdos
alimentados con soja. La lógica indica que, hasta donde alcanza la vista, el
cono sur de América seguirá siendo el principal proveedor de ese tipo de
insumos. El monto de las inversiones de las grandes firmas cerealeras en el
gran Rosario, es una prueba irrefutable de que han venido para quedarse. En
consecuencia, en el largo plazo, el desafío para los países involucrados, entre
ellos el nuestro, es qué nos proponemos hacer con los recursos generados. En
suma, en qué medida seremos capaces de seguir transformando crecimiento en
desarrollo.
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Sorprendió el triunfo de Trump en las elecciones
norteamericanas. Antes, había ocurrido lo mismo con el Brexit. En Europa hay
una oleada de los llamados “populismos”. Este domingo perdió Renzi en Italia.
Una de las cuestiones que estuvo en el debate fue la supresión de las 110 provincias,
una instancia administrativa entre las ciudades y las regiones. Con media
sanción parlamentaria desde hace dos años, la alternativa de reconfigurar la
matriz de instituciones territoriales en la península para pasar directamente
de ciudades a regiones (obviando las provincias) era rechazada “de lleno por los
partidarios del ‘no’ al considerar que esta idea supone alejar más todavía a la población rural de
la actividad del Estado central”. O sea, nada de desconcentrar (aunque sean
eslabones intermedios de la cadena); típico argumento de la dependencia estatal.
Obviamente, el debate continuará.
En estos procesos relativamente novedosos, se mezclan
distintos ingredientes: la crisis del estado nación, los nacionalismos, la
concentración territorial, los diversos niveles de las regionalizaciones y, en
el plano político, los populismos, una categoría esta última que para Andrés Malamud
pierde relevancia frente a la emergencia renovada de los nacionalismos. En una nota publicada días pasados el
politólogo argentino, residente en Lisboa, se refirió “a la esterilidad de
discutir el populismo, que no es más que
un estilo. Importa más el contenido de las políticas, que por todos lados
se tiñe de nacionalismo”[i].
Es cierto, según los usos en boga, populismos los hay de todos los signos; es
una noción no bien especificada a la que se recurre frecuentemente.
El inicio de la historia que está en la base del triunfo de
Trump son los acuerdos que EEUU cerró con China ya en la década de los setenta.
Sin duda, la operación logística más grande de la historia. Sectores enteros de
la producción de EEUU (vestimenta, herramientas, juguetes, muebles, etc.)
fueron trasplantados a Oriente en la búsqueda de mano de obra barata. El
problema fue para millones de trabajadores norteamericanos. Perdieron sus
fuentes de trabajo que no pudieron ser suplantadas por empleos de menor calidad
y remuneración en el área de los servicios. Son la clientela de Trump.
EEUU fue el país más favorecido y el más perjudicado con el
avance de la globalización. La diferencia es que los ganadores se transnacionalizaron.
Las empresas americanas conservaron la denominación de origen pero levantaron
vuelo hacia el exterior. Es un amplio sistema de pertenencias que se ubica en
las costas, este y oeste. Son los que perdieron con Hillary. Pero sus posiciones
no se verán afectadas. La crisis se estacionó en el centro del territorio. Son
los que ahora asomaron y le dieron la victoria a Trump.
“Vamos a producir el
iPhone en los Estados Unidos”, dijo Trump en campaña. Todo un símbolo. Y va a
ser así. China va a tener que aumentar los sueldos y activar su mercado
interno. Dejará de ser el destino obligado de las empresas que quieren producir
barato para vender caro. Se van a volver a fabricar puertas y ventanas, camisas
y remeras, martillos y tenazas (no hay que descartar que Bill Gates arme
algunos proyectos en esos rubros). Hasta aquí son hechos irrefutables.
Ahora saldremos de la lógica sistémica para internarnos en
la futurología. La plena globalización que comenzó con la caída del muro del
Berlín (un 9 de noviembre), y se despliega con la victoria de Trump (un 9 de
noviembre), tiene una etapa previa que son las macrorregiones: Sahel, Eurasia,
Cuenca del Mar Negro, Europa, sudeste asiático, etc. Todas ellas conviviendo
con decenas de otras configuraciones. Eso va a implicar ciertos grados de
“encierro” (siempre dejando de lado la parte globalizada de la economía que
anda cerca del 70%). Eso implica abordajes coordinados a nivel global, como por
ejemplo la conectividad de las infraestructuras. El PPP (public private pertnership) ha sido aprobado aquí como en muchos
otros países del mundo, para facilitar la traducción en obras (con el concurso
de alianzas empresarias de nuevo tipo) de enormes masas dinerarias que hoy
giran en el planeta. En este mismo momento el ministro Frigerio está en China
negociando inversiones en obras públicas que algunas estimaciones hacen rondar
los U$S 33.000.000.000 (¡).
EEUU y Argentina tienen características comunes que pueden
dar lugar a acciones compartidas con vistas a la modernización del hemisferio
americano. El presidente electo ha manifestado que EEUU saldrá del Acuerdo
Transpacífico (TPP). Igual posición manifestó con respecto a la puesta en vigor
de la
Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP), que
uniría a Estados Unidos con la Unión Europea. Por el contrario, se muestra
favorable a propiciar acuerdos bilaterales. Aquí caben algunos interrogantes. ¿Esas barreras
que le propone a EEUU levantar hacia el este y el oeste, sobre en todo en lo
referido a las políticas comerciales, serán planteadas de la misma forma si se
mira hacia el sur, en el hemisferio americano? Las opiniones divergen. Hay
quienes como el académico de Harvard Roberto Mangabeira Unger de nacionalidad
brasilera cree que el triunfo de Trump puede crear una nueva relación con
Sudamérica. Son políticas que se ponen en marcha con la vista en muchos años
pero empiezan por anuncios, a veces intimidatorios, como en la cuestión de los
inmigrantes.
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El presente no se puede concebir en sí mismo. Los
acontecimientos han alcanzada un grado de vertiginosidad que dificultan su percepción.
Cuando queremos darnos cuenta de lo que está pasando, ya pasó. La única forma de
conocer es tomar distancia hacia atrás y hacia adelante, para poder “capturar”
el momento efímero. Espacios como el del G20, por su carácter estratégico y
“generalista”, por la presencia de los máximos decisores globales, es una
herramienta para un seguimiento inteligente del devenir.
La capacidad quasi ilimitada de los medios de producción en
todo el mundo, marcan una tendencia en la evolución del planeta. Eso no se va a
cortar, debido a que son procesos totalmente regulados. Insumos no faltan; por
el contrario, los adelantos tecnológicos están muy por delante de lo que puede
ser utilizado en la mayoría de las esferas de la realidad. Un caso es la
robótica. Un recurso ya maduro hace más de treinta años, hoy está totalmente
subutilizado debido a los problemas de desocupación que causaría su uso
extendido. Por el contrario, la dotación de conocimientos de científicos y tecnológicos
para la salud siempre serán insuficientes. El ser humano aspira a vivir lo más
posible; sin embargo, también en este caso hay condicionantes. ¿A qué ritmo
puede aumentar la edad promedio de vida de la humanidad compatible con una
utilización de los recursos existentes o por crearse? La utilización de modelos
de altísima complejidad, con millones de ecuaciones, también en esta área de la
convivencia hace que en este momento no sea (o haya dejador de ser) el
conocimiento el que condiciona en última instancia el ritmo del desarrollo. Son
una miríada de decisiones políticas que lo determinan; estratégicas, y del día
a día. Hay maneras de entender está lógica. El seguimiento del G20 es una de
ellas, tal vez la más prometedora.
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Para terminar vamos a evidenciar una paradoja. La
globalización es totalmente incluyente pero lo hace por la vía de la exclusión.
Como hemos visto, hay un interés objetivo, de mercado, por el incremento de la
capacidad de consumo de las familias. Sin embargo, la pobreza persiste, y se
calcula que mil millones de personas subsisten con un dólar diario. La cuestión
es la siguiente. La globalización implica una mutación llamémosle cuántica, apelando
a una vulgata de la intrincada teoría. La inclusión implica competencias que
son nuevas; no es posible la plena inclusión con las herramientas de rápido
envejecimiento de un pasado pre global. Esa tensión entre lo que debe ser y lo
que es, implica afrontar la paradoja con herramientas fuera de la lógica formal,
de causalidad lineal. Las paradojas no tienen solución.
Dijo Epiménides: “todos
los atenienses mienten”. Si por ser ateniense Epiménides mentía, entonces no
debería haber sido cierto lo que él afirmaba de que “todos” mentían; por lo
menos habría alguno que dijera la verdad. Pero si Epiménides decía la verdad,
entonces se contradecía: ya no “todos los atenienses eran unos mentirosos”.
Tomemos el caso del conurbano bonaerense. Los intentos de
solucionar esa disfunción territorial de nuestro país (su principal problema
estructural), adquieren un carácter paradojal. Una secuencia de deducciones nos
dice lo siguiente. Si los servicios
(educación, sanidad) son mejores en un lugar que en otro; si las posibilidades
de trabajo de cualquier tipo existen; si el medio ejerce un atractivo
simbólico; toda vez que se evidencien esas distinciones, necesariamente las
familias que estén viviendo mal buscarán mejorar su condición. Así se genera la
paradoja. A medida que crezca (y se note) la dotación de recursos destinados
al conurbano, el resultado será el siguiente: la dilución del pretendido efecto
benéfico por su propia dinámica de retroalimentación que termine por negar lo
conseguido. Es el ingresa al tobogán. Los programas devienen piezas de
utilería; mantienen su vigencia artificial (y sobre todo sus burocracias) sin
tener en cuenta los resultados. El conurbano bonaerense lo padece con relación
al interior y ahora países vecinos. Por eso su tasa de incremento
poblacional es la mayor del país.
Se dice que las paradojas no tienen solución, por lo menos
desde el polo que las genera y en el plano donde se expresan. El espacio donde
se expresan es el país y sus vecinos. La generatriz, un sistema de
fuerzas expresadas por un conjunto de vectores centrípetos desplegados a causa
de un desequilibrio territorial ya estructurado. La actuación de esas fuerzas,
que terminan siendo bobas (de actuación espontánea, sin comando) se
retroalimentan por sí mismas sin ningún tipo de regulación y pasa lo que la
cibernética ya sabe de hace rato: terminan en la parálisis (se descarta la
explosión salvo manipulaciones); se produce un proceso de creciente inmovilismo
a veces febril pero sin brújula. El cuerpo de la pobreza se descompone con la
anomia que la caracteriza.
Las paradojas no tienen solución, pero tienen salida. Para
ello hay que dar a luz otros polos de poder y establecer nuevos espacios de
acción. En este caso, el espacio alternativo debe ser la posibilidad concreta
de reinsertarse en el mundo global y establecer relaciones de nuevo tipo con
los países hermanos; concebir una macrorregión social sudamericana y apoyarse
en los factores exógenos de alcance global, básicamente el comercio a este
nivel, y las facilidades que brinda la cooperación internacional bien
ejecutada. El polo regenerador: un proyecto no
nacionalista en armonía con las fuerzas de la globalización para su
aprovechamiento.
La oleada de
elecciones del último año muestra que lo que se denomina en forma
indiscriminada “populismo” es en
realidad la manifestación exitosa en las urnas de los que han vivido
desplazados…o quedado temporariamente fuera de carrera; sean individuos,
familias, grupos, incluso territorios, etc. Se ha iniciado la fase final de la
globalización cuya duración deberá ser medida en décadas. Los procesos no serán
rectilíneos ni en todos lados adquirirán iguales características (nuestro país
es un cisne negro). Pero hay un destino ineludible: la ecuación oferta/demanda
de bienes y servicios deberá alcanzar un equilibrio sustentable en sus diversos
niveles.